Describiendo la película
Katie La pelicula es como esta extraña familia.
Ann Es la familia elegida. Funciona como funcionan las redes de parentesco complejas, sólo que un poco más pervertidas. Refleja valores queer radicales.
Katie Nuestra polícula es grande, 20 o un poco más: personas entre 20 y 40 años. Hay hombres que se autoidentifican como heteroflexibles, heterosexuales, bisexuales. Hay una persona no binaria. Cada persona o mujer que presenta una femme se identifica como queer. Mucha gente está casada y tiene parejas primarias. Llegan a ello desde el inicio de una relación monógama.
Ashley Un grupo de parejas se conocieron en el verano de 2020. Durante el año siguiente, todos salimos y desarrollamos amistades con varias parejas e individuos que eventualmente florecieron en esta comunidad. Es un organismo en evolución que se ve completamente diferente desde la perspectiva de todos.
Ann Definitivamente no es algo fijo ni cerrado, y las relaciones y conexiones han cambiado, han crecido y continúan haciéndolo.
Nico Nuestra escuela está dirigida por mujeres. Son las personas identificadas como mujeres las que encabezan. Nos reunimos, planificamos, tomamos las decisiones. Son un grupo de mujeres queer las que dicen que no vamos a seguir las reglas.
Katie Es libertad. Estoy muy agradecido de ser parte de esto. Tengo esta abundancia de amor para dar. Me siento tan en mi poder. Todos abordamos la ENM, la no monogamia ética, de manera diferente. Todo el mundo está profundamente enamorado el uno del otro, ya sea amor romántico o no.
Katie (izquierda) está saliendo con Alex (segundo desde la izquierda). Alex está legalmente casado con Ashley (tercero desde la izquierda). Chris (abajo a la derecha) está legalmente casado con Bine (no en la foto), y Chris y Bine salen con Alex y Ashley como parejas, mientras que Bine también salió con Ashley individualmente.
Relaciones con más de una persona
Katie Comencé saliendo con alguien en una aplicación ENM que estaba en un polículo diferente y que estaba conectado con alguien en este polígono. Y luego comencé a salir con alguien más en esta polícula. Él está casado y su esposa y yo somos metamours, que es simplemente una palabra para referirse a la pareja de mi pareja. Las personas han establecido relaciones, otras tienen relaciones más nuevas y hay amistades profundas y duraderas que a veces son sensuales, a veces sexuales, a veces románticas y a veces platónicas.
M (la pareja principal de Katie) me identifiqué como un chico soltero. Pasé de eso a tener citas no monógamas. Y me enamoré de alguien que ya estaba enamorado de más de una persona. El miedo al abandono que me habían programado desde el día 1 me provocó una gran cantidad de estrés. Y de expresar demasiada ansiedad. Pasé mucho tiempo sufriendo sola durante los primeros meses porque no quería abrumar a mi nueva pareja y que se diera cuenta de: Oye, ¿sabes qué? Esto es demasiado doloroso y te necesito. trabajar más para alcanzar el nivel donde necesitas estar.
Nico I estaba cautivado en la universidad con la teoría de los estudios de género. Empecé a articular que era raro. Identifico desde mujer hasta no binaria, según el día. Mis pronombres son ella/ellos. En los estudios de género me di cuenta de que la no monogamia era una opción. Tuve un profesor que nos mostró esta rueda sobre las formas aceptadas de sexualidad e identidad de género, y afuera de la rueda estaban todas las formas que no son aceptadas. Y yo estaba como, Oh, me caigo hacia afuera.
Ann, tengo 34 años y siento que he sido no monógamo intermitentemente durante gran parte de mi vida, aunque no tenía la palabra. Cuando tenía 17, 18 años, dije amor libre. Alrededor de 2018, 2019, renuncié a la monogamia para siempre. Utilizo la palabra "poliamoroso", aunque la relación anarquista es probablemente una representación más precisa.
Mi marido y yo somos muy, muy diferentes, y esa es nuestra fortaleza. Él es un hermano de fraternidad al que le encantan los deportes y yo soy un nerd académico radical de bruja alienígena. Al principio hicimos todo lo típico. Leí los libros sobre la no monogamia y revisé las relaciones. Nos sentábamos y tomábamos notas. Hicimos todos los ejercicios de los libros, escuchamos todos los podcasts. Aprendimos una estrategia del podcast de Multiamory llamada “agile scrum”, que fue adaptada de modelos de reuniones de negocios. Utilizamos ese formato. Lo hicimos durante un año y medio, al menos una vez al mes, a veces con entre seis y diez horas de poliprocesamiento intenso. Eso nos dio excelentes tácticas de comunicación.
Robert (esposo de Ann) Tenemos este lema: Los sentimientos no son hechos. Eso nos ayuda a superar los tiempos difíciles.
Al principio estaba pasando por cierta depresión y cuando teníamos relaciones sexuales tenía mucho estrés. Había problemas en el dormitorio con ella y eso pasaba muchas veces, lo que causaba más estrés. Ella comenzó a ver a este tipo que era un semental absoluto, a tener sexo con él y a pasar un buen rato, y yo me sentí totalmente tonto e inadecuado.
Eso fue muy difícil para mí, por razones obvias. Sentí que soy cien por ciento reemplazable. Fueron necesarias muchas conversaciones. Ella me dijo: No te pasa nada, esto va a pasar, la terapia te ayudará. Se derramaron muchas lágrimas. Pero la medicación me ayudó, la psicoterapia me ayudó y cambiar la forma en que hacemos las cosas me ayudó. Ahí es donde los sentimientos y no los hechos realmente importan. Porque le hacía preguntas y ella decía: No, no me siento así; y yo diría, sé que te gusta estar con él más que conmigo; y ella decía, no te estoy mintiendo, es diferente, pero eso no hace que te quiera menos, aportas mucho más a mi vida que solo sexo. Lo entiendo totalmente ahora. Ésa fue la primera vez que los sentimientos no son hechos. Les apetece. Pero no son hechos.
Bin y Chris. A veces salen con Ann y Robert como pareja.
Estableciendo límites
Bine Mi esposo y yo nos conocimos hace unos 15 años cuando éramos estudiantes, nos enamoramos y decidimos casarnos. Habíamos hablado de abrir nuestra relación a un tercero potencial, porque me identificaba como bisexual y eso era importante para mí. Y luego, cinco años después de nuestro matrimonio, fue él quien empezó a hablar de la no monogamia ética. En ese momento estábamos diciendo: Divirtámonos un poco, pero la nuestra es realmente la relación principal.
Hubo muchas restricciones. Me sentí muy inseguro, como si fuéramos a hacer esto, tendría que haber una larga lista de reglas. Puede ser una aventura de una noche, pero no volveremos a ver a esta persona. No puede ser un amigo. Pero quedó claro que estas reglas no tenían ningún sentido. Sentimos conexiones más profundas con personas más allá de lo sexual. Tuvimos que cambiar las cosas y en cierto modo nos adentramos en el espacio poliamoroso en 2018.
Los recursos siempre ayudan, libros como “The Ethical Slut” y “Polysecure”. Pero deshacer el guión monógamo, la socialización, es realmente difícil.
Katie Hay mucho que establecer límites. Las reglas rotas pueden ser realmente dañinas. Adherirse a los límites de otras personas es una gran parte de estar en la polícula. Eso es primordial. En el polículo, va desde personas que realmente no tienen reglas hasta que solo vamos a salir con personas juntas o vamos a participar en el grupo solo como amistades, o como amistades sensuales, o solo vamos a tener intimidad sexual en reuniones, y fuera de eso no vamos a salir con nadie individualmente. Realizamos un seguimiento en los chats grupales. También nos reunimos como grupo para fiestas que a veces son intencionalmente sexuales pero a veces no lo son en absoluto, y ese es un momento para que las personas comuniquen sus intereses. Pero los chats grupales son grandes.
"Es un organismo en evolución que parece completamente diferente desde la perspectiva de cada uno", dice una persona que forma parte del polículo.
Hacer tiempo para múltiples socios
M La capacidad de amar no es algo finito. Pero el tiempo sí. No puedes hacer dos cosas a la vez.
La programación binaria puede ser muy complicada. Asegurarnos de que todavía haya una o dos noches a la semana en las que pasemos tiempo de calidad juntos. Pasar la noche es algo que estamos discutiendo ahora. No nos quedamos a dormir individualmente con nadie con quien salimos; Solo hacemos eso cuando salimos con alguien.
Ann Mi esposo, mi compañero de anidación, es la persona con la que tengo una casa. También tengo amigas de toda la vida, las llamo mis esposas, que son miembros centrales de la polícula. Uno de sus maridos es uno de mis mejores amigos y pareja sexual ocasional, y tengo relaciones sexuales con mis esposas, pero no tenemos una relación sentimental. Pero los amo.
No pido permiso a nadie para nada. Paso el 60 por ciento de mi tiempo en mi casa con mi pareja de anidación y alrededor del 25 por ciento de mi tiempo con otra pareja, y aunque técnicamente tengo una casa en este momento, estoy en el proceso de construir casas con varias parejas. Hay registros, pero los registros no son para obtener permiso. Es, estoy haciendo estas cosas, me voy a ausentar estas dos semanas, ¿qué necesitas de mí?
Katie La polisaturación es diferente para diferentes personas. Para mí, lo máximo parece ser tres socios a la vez, especialmente porque me inclino por relaciones profundas, comprometidas a largo plazo. Me refiero a parejas románticas. Tenemos fiestas de juego que pretenden ser un espacio sexual pero más bien una conexión casual, y no estoy solo con mis parejas allí.
Nico y su esposo, Fred, fotografiados en Cambridge, Massachusetts.
Beneficios de la polícula
Robert Tenemos mucha competencia (ser feliz al ver a tu pareja feliz con otra de sus parejas) el uno por el otro. Hay momentos en que mi esposa
La poli como identidad, movimiento o ambos
Ashley Siempre que te desvías de los límites del status quo, es político. Somos realmente intencionales en cuanto a la forma en que queremos conectarnos, y realmente nos preguntamos por qué un tipo de relación tiene que ser más importante que otros. Por primera vez en mi vida, encontré una comunidad, en un verdadero sentido. Estas son personas que realmente se muestran el uno por el otro de maneras hermosas, personas que no son cautelosas entre sí. Es simplemente amor puro. No puedo imaginar mi vida sin él ahora.
Ann Tiene mucho que ver con el cambio social. Se trata de hacer del mundo un lugar mejor. Quiero tener relaciones y estar con personas que me hagan vivir mejor en este mundo.
Nico Algunas de nosotras somos sobrevivientes de agresión sexual y hemos reclamado lo que significa ser una mujer sexual, ser radicalmente y sin pedir disculpas. Algunas realmente nunca tienen relaciones sexuales; creo que hay un poder en la sexualidad femenina que no necesariamente significa tener mucho sexo; No sé cómo explicar eso. Se trata de tomar decisiones por ti mismo, sobre cómo quieres que sean tus relaciones.
Los hombres son importantes; tienen valor. Lo que ha sido valioso es estar rodeado de hombres que quieren estar rodeados de mujeres empoderadas, que no se sienten intimidadas. No es que sean tipos débiles; para mí, son fuertes porque no están amenazados.
Hay tantas cosas contra las que estamos luchando, pero aún tenemos que vivir dentro de ellas. Mi esposo y yo nos casamos por los beneficios legales, por los impuestos y cosas así. Las leyes de nuestra sociedad benefician a las personas casadas. Pero he hablado con mi novia sobre nuestro matrimonio también, y aunque eso no puede ser legal en este momento, nos gustaría tener eso para nosotros, tal vez una pequeña ceremonia, anillos por otro lado, algo que signifique nuestro vínculo y nuestro compromiso de vida. En Somerville, que es la ciudad justo al lado de la mía, la ciudad reconoce legalmente a múltiples parejas de hecho. Creo que nuestra sociedad avanza hacia eso, pero es un proceso lento.
Katie Espero que esto sea un movimiento social. Espero que la gente se sienta más libre acerca de cómo quieren vivir y de aunar recursos y vivir su mejor vida. Es necesario cambiar la estructura de la familia nuclear, el matrimonio nuclear. Es realmente difícil costear una casa. Algunos de nosotros estamos pensando en mudarnos a un lugar con cuatro o cinco dormitorios donde podamos vivir juntos ocho o nueve personas. Podríamos compartir la carga de las facturas. Es simplemente más realista. Y sería un espacio comunitario. Celebraríamos eventos, nos reuniríamos, jugaríamos y tendríamos esta pijamada interminable. Si logro hacer esto, habré logrado algo grandioso: grandioso emocionalmente y grandioso en términos de transformación social.
Las fiestas del policule a veces son intencionalmente sexuales pero otras veces no lo son en absoluto.
Las entrevistas han sido editadas y condensadas para mayor claridad.
Daniel Bergner es colaborador de la revista y autor de “La mente y la luna: la historia de mi hermano, la ciencia de nuestros cerebros y la búsqueda de nuestras psiques”. Anne Vetter es una fotógrafa que vive en Los Ángeles y Wellfleet, Mass.
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viernes, 19 de abril de 2024
viernes, 17 de julio de 2020
_- ¿Qué está pasando en el feminismo español?
_- Durante los últimos años el movimiento feminista ha logrado grandes conquistas sociales e institucionales, permeando el sentido común y produciendo cambios de fondo. Sin embargo, después de un periodo de crecimiento exponencial, están apareciendo fracturas cada vez más profundas y asistimos a diario a enfrentamientos muy violentos, especialmente en las redes sociales. Mucha gente que se ha acercado al feminismo en este tiempo observa esos debates con interés, pero sin poder comprender del todo lo que está en juego en estos conflictos. ¿Qué está ocurriendo? La disputa entre PSOE y Unidas Podemos explica parte de lo que vemos, pero esto no va solo de un conflicto entre partidos. Tampoco se trata de la confrontación entre un feminismo “viejo” y un feminismo “nuevo”. Lo que está en juego en el feminismo en nuestro país tiene que ver con un largo y profundo debate ideológico dentro del cual ninguna de las posturas son nuevas.
A menudo se ha dicho que las feministas estamos de acuerdo en un gran conjunto de cosas salvo en la cuestión de la prostitución. No es verdad. Y prueba de ello es la violencia con la que ha irrumpido en nuestro espacio público el “debate” sobre el reconocimiento legal de la identidad de género de las personas trans. La cuestión es que los dos grandes cismas de la discusión feminista de estos tiempos -el de la identidad de género y el de la prostitución- no son cuestiones inconexas. Ambas forman parte de un debate de fondo que atraviesa gran cantidad de problemas y que ha enfrentado a las corrientes feministas en distintos momentos de nuestra historia. Se trata de una larga y compleja discusión en el marco de la cual estas corrientes han pensado la relación del sexo con el poder, la violencia o el género. Entender lo que está ocurriendo en el feminismo español pasa por hacer un ejercicio de memoria y genealogía feminista.
Las llamadas “guerras del sexo” enfrentaron al movimiento feminista de Estados Unidos en los años 80 y constituyeron dos corrientes que han seguido siendo irreconciliables hasta hoy. Por un lado, dentro del marco del autodenominado feminismo radical (que es, en realidad un significante en disputa), las abolicionistas antipornografía, con Andrea Dworkin y Catharine MacKinnon a la cabeza. Por otro lado, un feminismo con una visión muy distinta de la sexualidad que defendía los derechos de las trabajadoras sexuales, mucho más vinculado a los movimientos LGTB y a las luchas de las comunidades trans y que ha tenido entre sus portavoces a Gayle Rubin o, más tarde, a Judith Butler, un feminismo que a menudo se ha conocido como pro-sex y que es hermano de las posteriores luchas queer. Aunque el debate se centró en la pornografía, y así ha pasado a la historia, tuvo como punto de partida las reflexiones acerca del acoso sexual y avanzó desencadenando perspectivas contrapuestas acerca de gran cantidad de cuestiones. Las feministas abolicionistas defendieron medidas prohibicionistas contra la pornografía que encontraron, al otro lado, la respuesta de un feminismo crítico con la censura y defensor de la primera enmienda y de la libertad de expresión.
Las feministas de la corriente de Dworkin y MacKinnon entendieron que las mujeres están abocadas a una posición sexual sumisa y pasiva en relación con los hombres en esta sociedad patriarcal. No es de extrañar que en el seno del feminismo radical abolicionista surgieran corrientes como el lesbianismo político. En parte, era la conclusión inevitable de entender que -como la pornografía expresaba de forma genuina- había una relación consustancial entre la violencia, la dominación y el sexo heterosexual. Por su parte, las integrantes de la corriente prosexo centraron sus discursos en la ampliación del campo del placer, mantuvieron una actitud de desconfianza hacia un excesivo papel del Estado y sostuvieron que el aumento del control y de la regulación sobre la sexualidad juega en contra de la libertad sexual de las mujeres. Defendieron múltiples formas de disidencia sexual -entre las que Gayle Rubin incluye el lesbianismo, el sexo no monógamo, el BDSM, las relaciones sexuales intergeneracionales o el trabajo sexual- pero criticaron cualquier intento de restaurar una normatividad sexual o una forma de tener “sexo feminista”. Este feminismo sostuvo que en el terreno de la sexualidad era crucial mantener la distinción entre la fantasía y la realidad y que había que ampliar para las mujeres el margen de sus deseos para poder jugar sin censuras con los roles de poder y, por ejemplo, practicar el sadomasoquismo.
Entre las voces del “feminismo lesbiano” vinculado al abolicionismo americano y al movimiento antipornografía está Janice Raymond. Publicó en 1979 un texto que ha sido fundacional para el feminismo contrario a la incorporación de las mujeres trans a la lucha feminista, un libro titulado El imperio transexual, donde identificaba la transexualidad femenina con una “violación del cuerpo de las mujeres”. Raymond ha sido invitada a participar en el marco de la Segunda marcha abolicionista europea “contra la pornografía, la prostitución, los vientres de alquiler y el género” el próximo 20 de septiembre. De aquellos barros, estos lodos.
Los debates americanos también se dieron en el contexto español en los años 80 y el devenir del feminismo en nuestro país está también marcado por ellos. Es indudable que el PSOE fue la herramienta institucional para hacer posibles algunas reformas feministas necesarias y que, durante décadas de bipartidismo, ha sido el único partido feminista con capacidad para aprobar leyes. Ahora bien, apostó siempre por un feminismo abolicionista muy dado a utilizar la prohibición y el código penal, con una visión un tanto normativa y moralista sobre la sexualidad y una mirada homogeneizadora de las mujeres muy poco atenta a las diferencias. A la izquierda del PSOE existió siempre otro feminismo menos esencialista defendido por mujeres que participaban en el movimiento feminista y que militaban en organizaciones de izquierdas. Quienes nos unimos a Podemos desde sus comienzos y pusimos en marcha el Área de Igualdad del partido teníamos como horizonte político construir una apuesta feminista propia para el espacio del cambio rescatando justamente esa tradición y esa genealogía a la que Paloma Uría dedica su libro “El feminismo que no llegó al poder”.
Algunas de las resistencias iniciales que nos encontramos tuvieron que ver con la convicción, por parte de importantes dirigentes, de que el feminismo no era una apuesta en la que Podemos pudiera sobresalir; la hegemonía era ya del PSOE y Podemos llegaría, como mucho, a pintar lo mismo que el PSOE. Pero la otra gran resistencia con la que nos topamos fueron las posiciones de compañeras feministas cuya trayectoria se había forjado en los entornos del PSOE, que estaban en sintonía con gran parte de las posiciones del feminismo abolicionista y que creían que esa era la línea que Podemos debía seguir. Las guerras del sexo también llegaron a Podemos.
Por un lado estábamos quienes queríamos hacer un feminismo menos esencialista, esto es, no circunscrito solo a las mujeres y a los espacios no mixtos y en alianza profunda con las luchas LGTB, un feminismo que rompiera los grandes tabúes del PSOE, que abriera nuevos debates sobre la pornografía, que tuviera una mirada menos censora sobre el deseo femenino y que incorporara a las trabajadoras sexuales como compañeras cuyos derechos hay que defender.
Por otro lado, un feminismo cuya principal posición se construyó desde la defensa del abolicionismo y que -tal y como hace hoy el PSOE contra Podemos- construía caricaturas ideologizadas para argumentar que toda defensa de los derechos de las trabajadoras sexuales es una alianza con los proxenetas y que la teoría queer es neoliberal. En la disputa interna de Unidas Podemos ese es el feminismo que ganó.
Esto no tendría por qué ser un problema para el actual gobierno de coalición si Podemos y el PSOE compartieran todas sus posiciones feministas. Ambos partidos reforzarían juntos la hegemonía del abolicionismo en nuestro país y el PSOE aceptaría la cesión del Ministerio de Igualdad a cambio de que Podemos asumiera su ideario. Al fin y al cabo, a la larga, la hegemonía seguiría siendo del PSOE, porque para hacer feminismo abolicionista ya está el PSOE y nadie lo hará nunca mejor que el PSOE. El problema es que Podemos se ha salido del tiesto trasladando al Congreso una nueva ley trans que demandaban las asociaciones y colectivos y que, en último término, se defiende con solvencia desde una tradición feminista muy diferente a la que el PSOE está abanderando. Lo que está pasando entre los partidos del Gobierno tiene que ver con una guerra de poder -azuzada fundamentalmente por quienes lo acaban de perder- pero también como una larga disputa que pertenece a la historia del feminismo.
La reciente actuación del PSOE ha enfadado a todas y todos aquellos que queremos desterrar los procesos médicos y patologizantes de las vidas de las personas trans en nuestro país y esa indignación generalizada revela el enorme error político que han cometido. Pero preocupa ver, al otro lado, a tanta gente sumándose a ese anti teoricismo tan antipolítico y tan de moda en nuestros días. Eso de separar, por un lado, la defensa de los derechos -como si fueran autoevidentes- y, por otro, los debates teóricos de ideas -como si fueran opcionales, frívolos o triviales- supone relegar la importancia de la teoría y de las ideas cuando hacen más falta que nunca. Supone infravalorar las aportaciones teóricas de una tradición feminista alternativa a la del PSOE y supone subestimar a un feminismo socialista que cuenta con un poderoso bagaje teórico a sus espaldas y que tiene muy claro que la batalla cultural de los próximos años se gana construyendo un corpus feminista ideológicamente coherente. Si el “abolicionismo” ha pasado a ser un significante universal es porque el feminismo vinculado al PSOE está construyendo una teoría orgánica en la que la pornografía, la prostitución, la violencia sexual o la transexualidad se comprenden dentro de una determinada manera de pensar la sexualidad. No hay nada más ventajoso para este abolicionismo, implantado en todas las universidades de nuestro país, que subestimar la importancia de las ideas y la teoría.
Se avecina una gran disputa ideológica que va a marcar los debates de los próximos años y Podemos, aunque ha apostado con valentía por los derechos de las personas trans, carece de mimbres sólidos para afrontarla. Porque, salvando la valiosa excepción que supone el feminismo de Barcelona en comú -forjado en una ciudad con una histórica tradición de activismo queer, transfeminista, libertario, proderechos y prosex-, a día de hoy Podemos no tiene un discurso distinto al del PSOE en cuestiones como la prostitución, la pornografía o la violencia. Eso sitúa a las feministas socialistas en condiciones de señalar incoherencias y contradicciones. Justamente porque algunas de las dirigentes de Podemos están de acuerdo con muchas de las perspectivas del PSOE y muchos de los argumentos que hoy el PSOE lanza contra Podemos fueron incorporados en su día por las propias bases feministas de Podemos.
Hoy es menos posible que nunca decir que las feministas sólo discrepamos acerca de la prostitución porque, en efecto, hay un gran debate abierto en el feminismo. No es el único que existe, no es el único posible, pero hay un feminismo que no es abolicionista, que considera que la manera de combatir el abuso de poder al que se enfrentan las prostitutas en un mundo patriarcal es darles poder, autonomía y derechos frente a terceros, que no es punitivo, que quiere mirar la sexualidad con complejidad, sin culpas y sin censuras, que considera que la exclusión a la que se enfrentan las personas trans -y no solo las mujeres- es un problema que compete de lleno al feminismo. No es neoliberal; es, de hecho, la alternativa ideológicamente más poderosa a ese feminismo que lleva años localizando el neoliberalismo en la teoría queer pero no en la reforma del 135, que parece que descubre el capitalismo cada vez que habla de la prostitución pero que no ha dudado en aprobar recortes estructurales y reformas laborales lesivos para las mujeres. Este feminismo, más libertario en el terreno de la sexualidad y más interseccional en sus análisis, tiene a sus espaldas una larga historia más allá de nuestras fronteras, una genealogía en el contexto español y una importante tradición teórica. Comparte una mirada menos esencialista sobre el sujeto del feminismo, sobre las mujeres, sobre los hombres, sobre las violencias y sobre la sexualidad y es eso lo que lo convierte en una vacuna contra las derivas identitarias que inundan nuestros contextos políticos, que están intoxicando la lucha feminista y pueden empezar a hacer lo mismo con la lucha trans.
Últimamente las redes, los debates televisivos o los argumentarios de los partidos se han empezado a llenar de gente que habla de la teoría queer para denostarla y estigmatizarla. No hay una teoría queer, sino muchas, pero sí hay una genealogía. Y es desde esa tradición desde donde mejor puede entenderse la batalla cultural que va a recorrer al feminismo los próximos años. Si algo hemos aprendido de la historia de las luchas que esta palabra tiene detrás, es que no hay nada más eficaz contra la estigmatización que reivindicar los insultos con orgullo. Existe un feminismo orgullosamente queer.
Clara Serra Profesora de filosofía, feminista y escritora. Fue diputada en la Asamblea de Madrid (2015-2019). Autora de "Leonas y zorras. Estrategias políticas feministas" (Madrid, Catarata, 2018) y "Manual Ultravioleta. Feminismo para mirar el mundo" (Madrid, Ediciones B, 2019).
Fuente: Sin Permiso, 25/06/2020
A menudo se ha dicho que las feministas estamos de acuerdo en un gran conjunto de cosas salvo en la cuestión de la prostitución. No es verdad. Y prueba de ello es la violencia con la que ha irrumpido en nuestro espacio público el “debate” sobre el reconocimiento legal de la identidad de género de las personas trans. La cuestión es que los dos grandes cismas de la discusión feminista de estos tiempos -el de la identidad de género y el de la prostitución- no son cuestiones inconexas. Ambas forman parte de un debate de fondo que atraviesa gran cantidad de problemas y que ha enfrentado a las corrientes feministas en distintos momentos de nuestra historia. Se trata de una larga y compleja discusión en el marco de la cual estas corrientes han pensado la relación del sexo con el poder, la violencia o el género. Entender lo que está ocurriendo en el feminismo español pasa por hacer un ejercicio de memoria y genealogía feminista.
Las llamadas “guerras del sexo” enfrentaron al movimiento feminista de Estados Unidos en los años 80 y constituyeron dos corrientes que han seguido siendo irreconciliables hasta hoy. Por un lado, dentro del marco del autodenominado feminismo radical (que es, en realidad un significante en disputa), las abolicionistas antipornografía, con Andrea Dworkin y Catharine MacKinnon a la cabeza. Por otro lado, un feminismo con una visión muy distinta de la sexualidad que defendía los derechos de las trabajadoras sexuales, mucho más vinculado a los movimientos LGTB y a las luchas de las comunidades trans y que ha tenido entre sus portavoces a Gayle Rubin o, más tarde, a Judith Butler, un feminismo que a menudo se ha conocido como pro-sex y que es hermano de las posteriores luchas queer. Aunque el debate se centró en la pornografía, y así ha pasado a la historia, tuvo como punto de partida las reflexiones acerca del acoso sexual y avanzó desencadenando perspectivas contrapuestas acerca de gran cantidad de cuestiones. Las feministas abolicionistas defendieron medidas prohibicionistas contra la pornografía que encontraron, al otro lado, la respuesta de un feminismo crítico con la censura y defensor de la primera enmienda y de la libertad de expresión.
Las feministas de la corriente de Dworkin y MacKinnon entendieron que las mujeres están abocadas a una posición sexual sumisa y pasiva en relación con los hombres en esta sociedad patriarcal. No es de extrañar que en el seno del feminismo radical abolicionista surgieran corrientes como el lesbianismo político. En parte, era la conclusión inevitable de entender que -como la pornografía expresaba de forma genuina- había una relación consustancial entre la violencia, la dominación y el sexo heterosexual. Por su parte, las integrantes de la corriente prosexo centraron sus discursos en la ampliación del campo del placer, mantuvieron una actitud de desconfianza hacia un excesivo papel del Estado y sostuvieron que el aumento del control y de la regulación sobre la sexualidad juega en contra de la libertad sexual de las mujeres. Defendieron múltiples formas de disidencia sexual -entre las que Gayle Rubin incluye el lesbianismo, el sexo no monógamo, el BDSM, las relaciones sexuales intergeneracionales o el trabajo sexual- pero criticaron cualquier intento de restaurar una normatividad sexual o una forma de tener “sexo feminista”. Este feminismo sostuvo que en el terreno de la sexualidad era crucial mantener la distinción entre la fantasía y la realidad y que había que ampliar para las mujeres el margen de sus deseos para poder jugar sin censuras con los roles de poder y, por ejemplo, practicar el sadomasoquismo.
Entre las voces del “feminismo lesbiano” vinculado al abolicionismo americano y al movimiento antipornografía está Janice Raymond. Publicó en 1979 un texto que ha sido fundacional para el feminismo contrario a la incorporación de las mujeres trans a la lucha feminista, un libro titulado El imperio transexual, donde identificaba la transexualidad femenina con una “violación del cuerpo de las mujeres”. Raymond ha sido invitada a participar en el marco de la Segunda marcha abolicionista europea “contra la pornografía, la prostitución, los vientres de alquiler y el género” el próximo 20 de septiembre. De aquellos barros, estos lodos.
Los debates americanos también se dieron en el contexto español en los años 80 y el devenir del feminismo en nuestro país está también marcado por ellos. Es indudable que el PSOE fue la herramienta institucional para hacer posibles algunas reformas feministas necesarias y que, durante décadas de bipartidismo, ha sido el único partido feminista con capacidad para aprobar leyes. Ahora bien, apostó siempre por un feminismo abolicionista muy dado a utilizar la prohibición y el código penal, con una visión un tanto normativa y moralista sobre la sexualidad y una mirada homogeneizadora de las mujeres muy poco atenta a las diferencias. A la izquierda del PSOE existió siempre otro feminismo menos esencialista defendido por mujeres que participaban en el movimiento feminista y que militaban en organizaciones de izquierdas. Quienes nos unimos a Podemos desde sus comienzos y pusimos en marcha el Área de Igualdad del partido teníamos como horizonte político construir una apuesta feminista propia para el espacio del cambio rescatando justamente esa tradición y esa genealogía a la que Paloma Uría dedica su libro “El feminismo que no llegó al poder”.
Algunas de las resistencias iniciales que nos encontramos tuvieron que ver con la convicción, por parte de importantes dirigentes, de que el feminismo no era una apuesta en la que Podemos pudiera sobresalir; la hegemonía era ya del PSOE y Podemos llegaría, como mucho, a pintar lo mismo que el PSOE. Pero la otra gran resistencia con la que nos topamos fueron las posiciones de compañeras feministas cuya trayectoria se había forjado en los entornos del PSOE, que estaban en sintonía con gran parte de las posiciones del feminismo abolicionista y que creían que esa era la línea que Podemos debía seguir. Las guerras del sexo también llegaron a Podemos.
Por un lado estábamos quienes queríamos hacer un feminismo menos esencialista, esto es, no circunscrito solo a las mujeres y a los espacios no mixtos y en alianza profunda con las luchas LGTB, un feminismo que rompiera los grandes tabúes del PSOE, que abriera nuevos debates sobre la pornografía, que tuviera una mirada menos censora sobre el deseo femenino y que incorporara a las trabajadoras sexuales como compañeras cuyos derechos hay que defender.
Por otro lado, un feminismo cuya principal posición se construyó desde la defensa del abolicionismo y que -tal y como hace hoy el PSOE contra Podemos- construía caricaturas ideologizadas para argumentar que toda defensa de los derechos de las trabajadoras sexuales es una alianza con los proxenetas y que la teoría queer es neoliberal. En la disputa interna de Unidas Podemos ese es el feminismo que ganó.
Esto no tendría por qué ser un problema para el actual gobierno de coalición si Podemos y el PSOE compartieran todas sus posiciones feministas. Ambos partidos reforzarían juntos la hegemonía del abolicionismo en nuestro país y el PSOE aceptaría la cesión del Ministerio de Igualdad a cambio de que Podemos asumiera su ideario. Al fin y al cabo, a la larga, la hegemonía seguiría siendo del PSOE, porque para hacer feminismo abolicionista ya está el PSOE y nadie lo hará nunca mejor que el PSOE. El problema es que Podemos se ha salido del tiesto trasladando al Congreso una nueva ley trans que demandaban las asociaciones y colectivos y que, en último término, se defiende con solvencia desde una tradición feminista muy diferente a la que el PSOE está abanderando. Lo que está pasando entre los partidos del Gobierno tiene que ver con una guerra de poder -azuzada fundamentalmente por quienes lo acaban de perder- pero también como una larga disputa que pertenece a la historia del feminismo.
La reciente actuación del PSOE ha enfadado a todas y todos aquellos que queremos desterrar los procesos médicos y patologizantes de las vidas de las personas trans en nuestro país y esa indignación generalizada revela el enorme error político que han cometido. Pero preocupa ver, al otro lado, a tanta gente sumándose a ese anti teoricismo tan antipolítico y tan de moda en nuestros días. Eso de separar, por un lado, la defensa de los derechos -como si fueran autoevidentes- y, por otro, los debates teóricos de ideas -como si fueran opcionales, frívolos o triviales- supone relegar la importancia de la teoría y de las ideas cuando hacen más falta que nunca. Supone infravalorar las aportaciones teóricas de una tradición feminista alternativa a la del PSOE y supone subestimar a un feminismo socialista que cuenta con un poderoso bagaje teórico a sus espaldas y que tiene muy claro que la batalla cultural de los próximos años se gana construyendo un corpus feminista ideológicamente coherente. Si el “abolicionismo” ha pasado a ser un significante universal es porque el feminismo vinculado al PSOE está construyendo una teoría orgánica en la que la pornografía, la prostitución, la violencia sexual o la transexualidad se comprenden dentro de una determinada manera de pensar la sexualidad. No hay nada más ventajoso para este abolicionismo, implantado en todas las universidades de nuestro país, que subestimar la importancia de las ideas y la teoría.
Se avecina una gran disputa ideológica que va a marcar los debates de los próximos años y Podemos, aunque ha apostado con valentía por los derechos de las personas trans, carece de mimbres sólidos para afrontarla. Porque, salvando la valiosa excepción que supone el feminismo de Barcelona en comú -forjado en una ciudad con una histórica tradición de activismo queer, transfeminista, libertario, proderechos y prosex-, a día de hoy Podemos no tiene un discurso distinto al del PSOE en cuestiones como la prostitución, la pornografía o la violencia. Eso sitúa a las feministas socialistas en condiciones de señalar incoherencias y contradicciones. Justamente porque algunas de las dirigentes de Podemos están de acuerdo con muchas de las perspectivas del PSOE y muchos de los argumentos que hoy el PSOE lanza contra Podemos fueron incorporados en su día por las propias bases feministas de Podemos.
Hoy es menos posible que nunca decir que las feministas sólo discrepamos acerca de la prostitución porque, en efecto, hay un gran debate abierto en el feminismo. No es el único que existe, no es el único posible, pero hay un feminismo que no es abolicionista, que considera que la manera de combatir el abuso de poder al que se enfrentan las prostitutas en un mundo patriarcal es darles poder, autonomía y derechos frente a terceros, que no es punitivo, que quiere mirar la sexualidad con complejidad, sin culpas y sin censuras, que considera que la exclusión a la que se enfrentan las personas trans -y no solo las mujeres- es un problema que compete de lleno al feminismo. No es neoliberal; es, de hecho, la alternativa ideológicamente más poderosa a ese feminismo que lleva años localizando el neoliberalismo en la teoría queer pero no en la reforma del 135, que parece que descubre el capitalismo cada vez que habla de la prostitución pero que no ha dudado en aprobar recortes estructurales y reformas laborales lesivos para las mujeres. Este feminismo, más libertario en el terreno de la sexualidad y más interseccional en sus análisis, tiene a sus espaldas una larga historia más allá de nuestras fronteras, una genealogía en el contexto español y una importante tradición teórica. Comparte una mirada menos esencialista sobre el sujeto del feminismo, sobre las mujeres, sobre los hombres, sobre las violencias y sobre la sexualidad y es eso lo que lo convierte en una vacuna contra las derivas identitarias que inundan nuestros contextos políticos, que están intoxicando la lucha feminista y pueden empezar a hacer lo mismo con la lucha trans.
Últimamente las redes, los debates televisivos o los argumentarios de los partidos se han empezado a llenar de gente que habla de la teoría queer para denostarla y estigmatizarla. No hay una teoría queer, sino muchas, pero sí hay una genealogía. Y es desde esa tradición desde donde mejor puede entenderse la batalla cultural que va a recorrer al feminismo los próximos años. Si algo hemos aprendido de la historia de las luchas que esta palabra tiene detrás, es que no hay nada más eficaz contra la estigmatización que reivindicar los insultos con orgullo. Existe un feminismo orgullosamente queer.
Clara Serra Profesora de filosofía, feminista y escritora. Fue diputada en la Asamblea de Madrid (2015-2019). Autora de "Leonas y zorras. Estrategias políticas feministas" (Madrid, Catarata, 2018) y "Manual Ultravioleta. Feminismo para mirar el mundo" (Madrid, Ediciones B, 2019).
Fuente: Sin Permiso, 25/06/2020
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