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sábado, 5 de junio de 2010

El juego ha terminado.

...El Congreso de los Diputados acaba de refrendar con un sólo voto de diferencia las medidas del gobierno para recortar un déficit gestado a conciencia por las generosas transferencias de fondos públicos al capital. Todas ellas van dirigidas contra los trabajadores y trabajadoras, incluida la congelación de las pensiones. Todos los grupos políticos, excepto el PSOE han votado en contra, y sólo la abstención de CiU (según sus palabras, para evitar la quiebra del estado y una intervención como en Grecia), ha permitido que se aprobaran. Las palabras de Durán y Lleida expresan con claridad el programa de la burguesía: el gobierno debe acabar sus deberes, aprobar la reforma laboral y convocar elecciones anticipadas en 2011, es decir, ya con CiU en el gobierno de Cataluña.

Un PSOE con perspectivas de voto en caída libre ha asumido obedientemente en solitario el coste electoral, su propio suicidio como gobierno, del ataque contra salarios y derechos sociales, y con toda probabilidad, aprobará, también por decreto la nueva contrarreforma laboral. Se acabaron las veleidades y la mano dura de los verdaderos intereses a los que representa se impondrán sin pestañear: abaratamiento del despido, eliminación de la negociación colectiva, rebaja de las prestaciones por desempleo, plena introducción de las empresas de trabajo temporal en las administraciones públicas, prolongación de la edad de jubilación y nueva ampliación del periodo de cálculo para el cómputo de las pensiones. Por supuesto, los tímidos planteamientos de incrementar la presión fiscal a las grandes fortunas y a las grandes empresas, o al menos tomar medidas contra el fraude fiscal, han sido barridos de un plumazo. Quien manda, manda.

La presión del capital no termina ahí. El listado de exigencias, “para empezar” es amplio. La patronal ya reclama la reducción del 5% de los salarios de todos los trabajadores, al igual que se ha hecho con los empleados públicos, la plena trasposición de la Directiva Bolkestein para privatizar completamente los servicios públicos, la privatización de Cajas de Ahorro y televisiones autonómicas, la introducción del copago en la sanidad pública y en los medicamentos para pensionistas, abaratar la energía para las empresas,..etc.

La ofensiva contra la clase obrera y los sectores populares es aplastante. Todo ello sin que aparezca en el horizonte perspectiva alguna de reconstrucción de la economía en el marco del capitalismo, que no sea explotar al máximo la fuerza de trabajo y liquidar derechos sociales y laborales. Nadie se molesta en señalar a cambio de qué, durante cuánto tiempo, ni que perspectiva económica se vislumbra. Es la guerra social total, sin paliativos.

El asunto central es cómo se enfrenta esta brutal ofensiva por la clase obrera y el conjunto de sectores sociales contra los que va dirigida. Es evidente que las clases dominantes cuentan con las grandes bazas de un sindicalismo “oficial” debilitado y desprestigiado y de una izquierda institucional prácticamente inexistente, porque han renunciado ambos desde hace tiempo a representar con firmeza y coherencia los intereses de las clases oprimidas. Además el cambio de partitura del gobierno les ha pillado totalmente desprevenidos. No es nada fácil enfrentar una ofensiva en tos los frentes con un ejército de burócratas. Una huelga general en estas condiciones, si bien debe ser apoyada con toda la fuerza posible por todo el sindicalismo de clase y combativo, lejos de ser suficiente o el final de la lucha, debe plantearse como el caldo de cultivo, como el comienzo de un imprescindible resurgimiento de la movilización social, local y general, que permita la construcción de un nuevo movimiento obrero y popular.

El pueblo griego marca el camino
La tarea es difícil, pero la clase obrera y el pueblo griego están ahí marcándonos el camino y eliminando sentimientos de derrota preventiva e impotencia que hasta ahora han prevalecido en muchos sectores, haciendo realidad la profecía. La cosa va en serio y no se puede mirar a otro lado: son ellos o nosotros, el capitalismo o la vida... (Ángeles Maestro, El otro País)