En la caja que conserva con sus primeros escritos no está, pero en cambio Juan Marsé no recuerda nítidamente su primer relato, a lápiz, en un cuadernillo, sobre unos gitanos acampados en un bosque, uno paragüero y remendón de ollas, pretexto con el que se asomaba al pueblo… Lo escribió rondando los 15 años, inspirado en sus recuerdos de infancia... Quizá funcione como metáfora del escritor con el género: está en la base de su narrativa, pero apenas se ve y se sabe.
La narrativa corta siempre ha sido importante para Marsé, aunque solo fuera porque de adolescente sus relatos eran el pretexto para llevárselos a una bella vecinita que se los pasaba a máquina porque en casa no tenían. Como lector, les ha sido fiel: desde los seminales relatos de Somerset Maugham y Hemingway o el Joyce de Los muertos a los “imprescindibles” Juan Carlos Onetti y Roberto Arlt, amén de Chéjov, Cheever y García Hortelano e Ignacio Aldecoa. Como autor, su relación ha sido más intermitente, pero constante. “El cuento plantea mayores dificultades que la novela”, admite el autor de uno de los mejores cuentos del último medio siglo, ‘Teniente Bravo’ (1987).
“Si los cuentos los saca usted muy logrados”, le da ánimos a finales de los cincuenta su hada madrina epistolar Paulina Crusat. La escritora ya ha leído originales de su ‘Plataforma posterior’ (1957), que elogia por sus dotes de observador, o ‘La calle del dragón dormido’ (1959), tras una visita de Marsé al depauperado Somorrostro, antes de que sean publicados en Ínsula. Pero Marsé un perfeccionista meticuloso forjado en un taller de joyería, no está contento. Además, “se pagaban poco, cuando se hacía, y los editores, Barral mismo, no mostraban entusiasmo con el género”, argumentó para ir arrinconándolos.
Para los estudiosos queda ratificar axiomas como que en la mayoría de los relatos está el germen de buena parte de sus novelas, así ‘La mayor parte del día’ (1963) rezuma Encerrados con un solo juguete, como ‘Historias de detectives’ alimenta un abanico que puede ir de Si te dicen que caí a El amante bilingüe o El embrujo de Shanghai, por poner casos remotos y menos obvios.
Más estimulante, por oficioso, sería sustentar que es en el Marsé del cuento donde resiste un poco más el realismo social que se irá diluyendo de su novelística, donde el humor burlesco y la sátira es cien veces más brutal, que traduce en expresiones más populares y cinematográficas. Es un ejercicio más libre de forma y de fondo, porque también es el cuadrilátero donde dirime más y mejor sus ajustes de cuentas vitales. ‘Noches de Bocaccio’ no deja de ser una parodia sobre las afectadas poses de intelectuales de izquierda hijos de papá, como ‘El fantasma del cine Roxy’ es un más sentimental cuerpo a cuerpo con los ectoplasmas infantiles nacidos del soma huxleyano de las películas en la España de los cuarenta y cincuenta… Y ello sería extensible a las otras piezas cortas de Marsé, como los retratos ácidos sulfúricos de Señoras y señores o las series Polvo de estrellas o Confidencias de un chorizo (todos en la revista Por Favor), ajustes de cuentas con la época y sus maleantes protagonistas. En esa línea está el relato ‘El moco nacional’.
Quizá no sea casual tampoco que ‘Nada para morir’, premio Sésamo de cuentos en 1959, arranque con el protagonista herido de un navajazo. El niño Marsé no participó en las reyertas de los trinxas de sus barrios; pero sí asumió el código, del que hizo literatura: las diferencias se dirimen en el cuerpo a cuerpo, con palabras y gestos justos, en la distancia del arma corta. Así se arreglaban las cosas en el barrio. Al menos, en el tiempo y el barrio de Juan Marsé.
https://elpais.com/cultura/2018/07/05/babelia/1530802150_226983.html
lunes, 16 de julio de 2018
domingo, 15 de julio de 2018
Entrevista con el historiador Julien Papp, autor del libro “De Austria-Hungría en guerra a la República de los Consejos (1914-1920)”. "¿Por qué los autores que contribuyeron a criminalizar el comunismo no experimentaron la misma necesidad para criminalizar la guerra y a sus generales asesinos?"
Investig'Action
Julien Papp: Antes que nada, debe notarse que a nivel del poder civil no había un cuerpo central en Hungría que organizara y coordinara las actividades de propaganda. Esta misión incumbía al “Distrito Militar Imperial y Real de la Prensa”, que dependía directamente del Jefe de Estado Mayor. Fue creado el día de la declaración de guerra en Serbia.
Ese organismo había sufrido varios cambios, que siempre estuvieron en línea con la expansión de sus habilidades. En 1917, incluía doce unidades: comando, censura, asuntos domésticos y extranjeros, propaganda, prensa, artistas, fotógrafos, cine, sección italiana, corresponsales de guerra, aparatos administrativos. El Distrito Militar de la Prensa controlaba la información proporcionada por los periódicos, coordinaba las diversas actividades de propaganda y organizaba la lucha contra la propaganda enemiga.
¿Y del lado de los civiles?
En el interior, para apoyar los esfuerzos bélicos de la sociedad, se crearon dos organizaciones: el Comité Central de Ayuda de Budapest y el Comité Nacional de Ayuda Militar. En ambos casos, fue una cooperación explícita entre el estado y los intelectuales cercanos al poder. Finalmente, cuando decimos que la maquinaria de la propaganda bélica no se basó en una institución estatal, eso no debería ocultar o disminuir la importancia de las instancias políticas cercanas al poder, incluso si no siempre está claro si las iniciativas fueron políticas o espontáneas. No importa cómo, el objetivo era obtener y mantener de forma sostenible el consentimiento de la población, una vez pasada la “fiebre de agosto”, es decir, ese tipo de histeria colectiva que sucedió a la declaración de guerra.
Fuera de los marcos organizados, la propaganda que venía de abajo involucraba a muchos actores: sobre todo a periodistas, pero también científicos, artistas, escritores, poetas, pintores … Podríamos añadir los servicios públicos como la escuela y la oficina de correos, o los artesanos que hicieron innumerables objetos en relación con la guerra. En poco tiempo, es decir, entre julio y agosto de 1914, se lanzaron más de una docena de obras de teatro “patrióticas”, algunas de las cuales explotaron los recuerdos folclóricos de la guerra de independencia de 1848-49…
Dice usted que el papel de los periodistas fue importante …
Sí. Su acción fue la más masiva, pero los intelectuales en general, y en su gran mayoría, se embarcaron voluntariamente en la justificación de la guerra y la difusión de la política belicosa del gobierno. Al igual que en otros países en guerra, fue necesario proscribir todas las críticas y todo debate; sólo se juraba por la necesidad de la unidad nacional y la aceptación de los sacrificios. Los jóvenes artistas movilizados comenzaron a glorificar la acción y denigrar o incluso a odiar su propio intelectualismo anterior, como lo ha señalado el historiador húngaro Eszter Balazs.
Por otra parte, este autor también observa que fueron los intelectuales belicosos quienes crearon el mito del entusiasmo masivo y generalizado, extrapolando a partir del clima que prevaleció en agosto de 1914; su propósito era hacer creer que la guerra se originó a partir de la voluntad general. Investigaciones recientes tienden a mostrar que el belicismo predominantemente caracterizó a las clases medias, y que hubo diferencias notables entre las ciudades y el campo y entre las diferentes categorías sociales.
¿Qué medios se movilizaron en esa campaña de propaganda a favor de la guerra?
También en esto hay un aire de familia de un país a otro. Como en todos los estados beligerantes, los periódicos son el principal instrumento de propaganda. En Hungría, los periódicos nacionales y otras publicaciones tenian una tirada de entre 160 y 180 mil ejemplares. En 1872, solo había 65 periodistas profesionales. En la década de 1880 eran diez veces más.
La autora de una tesis sobre corresponsales de guerra, Éva Gorda, señala que en los años anteriores al conflicto, e incluso durante la guerra, el público húngaro consideraba que solo podía creerse lo que se imprimía. El cine y la radio ya existían, pero la gente estaba convencida de que solo los periódicos eran creíbles. Esta observación da una buena idea del impacto de la prensa.
Al principio, el tono es de exaltación; las malas noticias son silenciadas, luego la censura entra en acción y aparecen columnas vacías. Se llenan de anuncios o resultados de carreras de caballos. En cualquier caso, como medio, el material impreso atraviesa prácticamente todas las demás formas de propaganda.
Así, los periódicos de la prensa nacional reproducen los textos de las conferencias organizadas en el marco del Comité Central de Ayuda. La iniciativa de esas conferencias provino del propietario y redactor jefe de la Gaceta de Budapest, Eugène Rákosi (sin relación con el futuro dictador estalinista Mátyás Rákosi).
Significativamente, la serie fue inaugurada por Ottokár Prohászka, un obispo antisemita y enemigo jurado del movimiento obrero revolucionario. La primera sesión se celebró el 8 de noviembre de 1914 en un gran hotel de lujo, al que asistieron entre 300 y 400 personas de la “sociedad cultivada” de las clases medias y altas: solo gente que solían ir a fiestas y recepciones, en su mayoría hermosas damas y bonitas chicas jóvenes.
¿Cuáles fueron los temas del discurso de aquella primera conferencia?
El obispo presentó el conflicto como una prueba espiritual, antes de desarrollar los beneficios de la guerra y los inconvenientes de la paz: esta crearía una “cultura blanda y sentimental”, decía, mientras que durante la guerra el acto del sacrificio reemplazaba los debates que dividen a la sociedad.
Las conferencias sucesivas hablan incansablemente y con exaltación del heroísmo, la “purificación moral”, la virilidad, el “milagro del entusiasmo”, como cualidades sublimes generadas por la guerra; hay quienes alaban la poesía bélica y afirman que ¡”la guerra es en sí misma una poesía” !
En cuanto a las conferencias del Comité nacional de ayuda militar, también se llevaron a cabo frente a una audiencia femenina en su mayor parte. Sin embargo, los discursos evocaban a menudo la denigración de la cultura afeminada, ya que los oradores glorificaban sobre todo la cultura viril que favorece la acción.
¿Y esa visión tan simplista pretendía convencer al gran público?
Un gran número de universidades, colegios y escuelas secundarias también montaron sus propias conferencias de guerra. La Facultad de Ciencias de Budapest las organizó al estilo alemán y con una frecuencia semanal, desde finales de 1914. Las sesiones eran gratuitas y dieron la bienvenida a un gran público. Para convencer a la juventud y a la población en general, cada profesor explicó la justificación de la guerra desde el punto de vista de su disciplina.
Entre los temas puestos sobre la mesa, encontramos el culto a la voluntad, la condena del individualismo, la superioridad de las potencias centrales, o la necesidad de defender la causa de la civilización europea, que la pérfida alianza de Inglaterra y de Francia con la bárbara Rusia había contribuido a hacer decaer.
Desde 1916, cuando las pérdidas humanas aparecen en toda su enormidad y la esperanza de ganar la guerra se aleja, puede hablarse de una acentuación del papel del Estado y el Distrito Militar de la Prensa. Era una máquina de propaganda completa con sus doce unidades. En 1914 contaba con 400 personas, y en el verano de 1918 eran ya 800; su personal incluyó a escritores, periodistas, pintores y dibujantes, escultores, fotógrafos…
¿Cuál fue el mensaje transmitido por esa “sociedad civil” austro-húngara tan particular?
Los corresponsales de guerra solo debían hablar de éxitos: los artículos que elaboraban para los periódicos primero pasaban por la censura. Cuando se les autorizaba a visitar el frente, era en ocasión de algún éxito y sin poder asistir a los combates; podían ver los preparativos y los terrenos de los enfrentamientos después de haberlos limpiado. Debían glorificar el heroísmo de los soldados, la habilidad de los oficiales y la organización militar en general.
Fue lo mismo para los artistas. Después de visitar el frente, cada vez tenían que presentar una serie de pinturas y dibujos, destinados a exposiciones. Los artistas también produjeron postales, litografías de colores, marcadores, imágenes en miniatura, diplomas, medallones, etc. Con las pinturas seleccionadas, se realizó una primera exposición el 6 de enero de 1916 en la Exposición Nacional de Budapest; el público podría ver 802 obras de inspiración guerrera por 51 artistas. Uno de ellos dirá que fue necesario evitar la representación de horrores, los heridos que yacen en su sangre, el montón de cadáveres, todos los temas no aptos para la glorificación de la guerra.
Los fotógrafos tampoco pudieron acercarse a los combates. Las innumerables fotos se relacionan con la vida cotidiana de los soldados y los aspectos materiales de su existencia. Una carta reproducida en la crítica de 1914 de los escritores antimilitaristas del colectivo Nyugat (Occidente) decía: “Estoy rodeado de todos los horrores de la guerra. Es lamentable que no sea libre de describirlos. Pavor, sufrimiento, privación, aldeas en llamas.”
Sin embargo, los pacifistas también tenían sus propios órganos de comunicación … ¿Sus argumentos no eran tan eficaces?
El Partido Socialdemócrata representaba la principal fuerza de oposición a la guerra … mientras la guerra no había estallado. Como organización política y sindical de masas, ejercía sobretodo mediante su diario Népszava (La Voz del Pueblo), una amplia y profunda influencia en la clase trabajadora. Siguiendo las instrucciones de la Segunda Internacional, desplegó una intensa propaganda pacifista, especialmente durante el mes que va desde el bombardeo de Sarajevo hasta la declaración de guerra.
Su diario explicaba que el atentado era la consecuencia del imperialismo austro-húngaro y de la opresión nacional que pesaba sobre los serbios de la monarquía; planteaba la huelga general, reclamando la solidaridad internacional de los trabajadores, y denunciaba el “parlamento de clase” donde todos los partidos votaron a favor de la guerra. La denuncia también estaba dirigida a la prensa burguesa, totalmente adepta al belicismo. Un editorial aparece bastante premonitorio, cuando advierte que la guerra podría llevar a la agitación social y al colapso de la monarquía.
Aparte de los socialdemócratas, y fuera de la Asamblea Nacional, seguía siendo la burguesía radical la que se mantenía firme contra a guerra; solo los círculos feudales y bancarios tenían interés en pelear con Serbia, dijeron. Creían que juntos, los socialdemócratas y ciertos sectores de la burguesía podrían evitar la guerra imperialista. Pero tan pronto como estalló el conflicto, se comportaron como el aparato socialdemócrata.
¿Todas las voces humanistas se extinguieron por “realismo”?
Había solo dos grupos intelectuales que conservaron activo su antimilitarismo. Por un lado, los escritores y artistas agrupados en torno al militante sindicalista y pintor vanguardista Louis Kassak, que se apartaba del ambiente belicoso. Kassak publicó una revista titulada La Acción. Luego, después de su prohibición, la revista Hoy. Su grupo, que organizó conferencias por la paz, reaccionó con fuerza cuando el Partido Social Demócrata abandonó su pacifismo y se adhirió a la causa belicista.
El segundo grupo que no se perdió su antimilitarismo fue el Círculo Galileo. Esta sociedad de libre pensamiento y anticlerical persiguió desde su fundación en 1908 una actividad orientada a la adquisición y la difusión del conocimiento científico. Cuando la mayoría de sus líderes tuvieron que ir al frente, una segunda generación más joven se hizo cargo; el equipo también incluyó más mujeres que antes. Desde el comienzo, el Círculo colocó en el centro de su trabajo la importancia económica y social de la guerra; organizó regularmente conferencias sobre la paz, invitando a los oradores de izquierda, radicales y socialdemócratas más prominentes. Ese programa a menudo fue interrumpido por prohibiciones y eventos militares.
El antimilitarismo del Círculo se basó en ideas marxistas, pero se basaba directamente en la obra de Gustave Hervé, llamado apóstol del antimilitarismo por el poeta Ady. Desde 1917, los galileistas participan regularmente en las manifestaciones de los sindicatos contra la guerra; en la del 17 de noviembre de 1917, fueron los principales organizadores. Luego, al amparo de sus seminarios y conferencias, se comprometen a pasar de contrabando folletos antimilitaristas a través de los frentes.
En enero de 1918, esparcieron cientos de volantes y pegaron pancartas en las paredes alrededor del cuartel de Budapest. En su mayor parte, los textos llamaban a transformar la guerra mundial en una guerra civil. La investigación policial lleva al arresto de una treintena de galileistas, su Círculo es cerrado, los archivos, la biblioteca y la caja registradora son confiscados. Después de ocho meses de detención preventiva, dos activistas son condenados a dos y tres años de prisión. Pronto serán liberados por la masa revolucionaria del 30 de octubre de 1918.
¿Cuál fue el impacto de la Revolución de Octubre, especialmente en el fenómeno de las deserciones en el frente, y en general en la reconstrucción del movimiento contra la guerra?
Las autoridades militares señalaron expresamente los efectos de la revolución bolchevique en las deserciones. Ese evento también influyó en el regreso masivo de prisioneros de guerra después del Tratado de Brest-Litovsk en marzo de 1918. Trajeron consigo el recuerdo de las confraternizaciones y el sentimiento de que la guerra había terminado, mientras el ejército contaba con esos contingentes para fortalecer el frente italiano. Con ese fin, procedió por diversos métodos como el internamiento, la selección o la rehabilitación.
De hecho, tras la abdicación de Nicolás II, las confraternizaciones tomaron una gran importancia. Durante la Semana Santa, afectaron a todo el frente oriental. Después, esos movimientos espontáneos fueron alentados por el poder soviético.
El regreso de los antiguos prisioneros de guerra austro-húngaros será una poderosa levadura contra la continuación de la guerra, y más aún cuando la monarquía y sus ejércitos estén sin aliento. En los numerosos motines, sistemáticamente hubo líderes y portavoces contaminados por las ideas del bolchevismo, como entonces se decía.
El 11 y 13 de noviembre de 1918, Carlos IV renuncia a su título de Emperador de Austria y Rey de Hungría. Es el desmembramiento del Imperio austrohúngaro. Mihaly Karolyi se convierte en el primer presidente de la República Popular de Hungría, pero la crisis institucional continúa. ¿Cuál es el contexto social en aquel momento?
La guerra puso al país en una situación terrible. La economía estaba desorganizada, una buena parte de sus recursos mineros e industriales se perdió con los territorios perdidos; la producción se derrumbó, el desempleo y la inflación afectaron duramente a las clases populares.
En febrero-marzo de 1919, la crisis social empujó a los trabajadores a la acción. Las ocupaciones de las fábricas se multiplicaron, a menudo los consejos obreros tomaron su dirección en mano. Frente a esa situación, el 17 de marzo el gobierno decidió crear un ministerio responsable de la socialización de las empresas industriales. El 18 de marzo, en el gran centro industrial de Csepel, cinco mil trabajadores conmemoraron el aniversario de la Comuna de París y tomaron partido por la proclamación inmediata de la dictadura proletaria; al día siguiente, veinte mil parados desfilaron ante el Ministerio de Alimentación: liderados por militantes comunistas, pidieron ayuda y la expropiación de los medios de producción; el 20 de marzo fue la huelga general de los impresores, que rápidamente adquiere un carácter político.
La revolución del 21 de marzo de 1919 ha dado lugar a varias apreciaciones por parte de la posteridad. Uno de los mejores conocedores de la época, el historiador húngaro Tibor Hajdu, así como varios artículos y declaraciones de los partidos comunistas occidentales teorizaron que el proletariado podría conquistar el poder por medios pacíficos; más cercano a la realidad histórica, el autor de una tesis sobre el tema, Dominique Gros enfatiza que no podríamos aislar el evento del 21 de marzo de sus condiciones internas y el estado de la revolución y la contrarrevolución internacionales: más concretamente, el proletariado húngaro estaba armado, mientras que la reacción no tenía ejército ni fuerzas de represión eficaces.
Desde el 22 de marzo, el nuevo poder anunció su programa: la transformación de Hungría en una República de consejos, la socialización de grandes propiedades, minas, grandes fábricas, bancos, empresas de transporte; la reforma agraria no se llevaría a cabo por el reparto de tierras, sino por la creación de cooperativas agrícolas.
Finalmente, la experiencia de la República Húngara de Consejos durará poco tiempo, porque el Ejército Rojo tuvo que capitular ante la invasión del ejército real rumano, sobre todo apoyado por Francia. Como especialista de este período, ¿cuáles son sus impresiones sobre las conmemoraciones del centenario?
Si consideramos el evento desde el punto de vista del trabajo histórico, ha habido más bien una historia militar que una historia de guerra, y más bien una historia de elites, que la historia de quienes sufrieron directamente el desastre.
Fue eso lo que me impulsó a escribir rápidamente el libro que me merece el honor de esta entrevista. Quise trabajar sobre cuestiones como las confraternizaciones, deserciones, el tratamiento y la recepción de los heridos, el destino de los mutilados después del conflicto, las relaciones entre los ejércitos entre soldados y oficiales, la “gestión” de los muertos, escaseces, requisas, ganancias de guerra, disturbios y motines, la recepción de propaganda entre la gente, etc.
Ahora bien, considerando el centenario desde un punto de vista memorial, me gustaría hacer este tipo de preguntas: ¿por qué los autores que, más allá de la condena del estalinismo, contribuyeron a criminalizar el comunismo no experimentaron la misma necesidad de aportar su talento para criminalizar la Guerra Mundial y sus generales asesinos? ¿Por qué todos esos expertos de la corte no escribieron su libro negro de los regímenes militarizados y totalitarios de la guerra total?
En su lugar han inventado una cultura de la guerra que, en mi opinión, servirá principalmente para trivializar o folclorizar la barbarie.
¿Qué lecciones deberían aprender las nuevas generaciones sobre la Gran Guerra?
En mi opinión, vivimos una época profundamente reaccionaria y oscurantista. Para no dejarse confundir por la agitación de los medios de comunicación, sus innumerables estupideces y descerebramiento, las nuevas generaciones deben hacer un esfuerzo intelectual contra la amnesia: tienen un deber de historia para apoyar su deber de memoria; una memoria de los pueblos y también de clase, con sus dolores, aspiraciones y luchas, tal como podemos conocerlas en los buenos libros de historia, obras de arte, canciones, que en el caso de Francia son de una extraordinaria riqueza. Por ejemplo, nadie debería ignorar la canción de Craonne …
La libre circulación, los intercambios escolares y encuentros son obviamente positivos, pero los jóvenes también deben comprender que la guerra no surje de los sentimientos y las pasiones humanas, sino de las instituciones y las necesidades económicas y sociales del orden, o más bien del desorden capitalista.
¿Cuál es su mirada sobre los trastornos del mundo contemporáneo?
Pienso que las fuerzas que en 1914-18 destruyeron Europa en nombre de las naciones ahora están destruyendo naciones en nombre de Europa. La Europa supranacional, una obra de la Iglesia Católica y de los bancos, es en primer lugar una máquina de destruir servicios públicos, que, desde la antigüedad, son consustanciales con la misma noción de civilización.
La libre competencia es la guerra de todos contra todos, una forma de barbarie. La pretendida unión ha resucitado el odio entre los pueblos, a menudo engendrando nacionalismos de la memoria más triste de Europa.
Pero considero que los pacifistas y los internacionalistas lúcidos no deberían dejar la nación a los nacionalistas y chovinistas. Realmente no puedes ponerte en la piel de otra nación si no has interiorizado las mejores tradiciones de la tuya.
Fuente original: Investig’Action.
La versión en castellano de esta entrevista apareció publicada en la revista El Viejo Topo, n°364
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https://verdecoloresperanza.blogspot.com/2017/06/la-guerra-es-bella-de-james-neugass.html#links
“El futuro pertenece a los sindicatos de clase y no al sindicalismo de colaboración”
Georges Mavrikos, secretario general de la Federación Sindical Mundial, en Madrid en una reunión con las centrales sindicales afiliadas
Miguel Arróniz
Rebelión
El secretario general de la Federación Sindical Mundial, Georges Mavrikos, visitó este martes 10 de julio Madrid para reunirse con las centrales sindicales afiliadas a la FSM de todo el estado. En rueda de prensa posterior contestó a los medios presentes sobre los contenidos de esta reunión.
“Hablar cara a cara con los amigos y afiliados a la FSM y debatir sobre la necesidad de defender los derechos de la clase trabajadora en España”, fue la respuesta de Mavrikos a la razón de su presencia en Madrid. “La clase obrera en España se encuentra ante un gran peligro en estos momentos en los que la patronal y los sindicatos CCOO y UGT han vuelto a firmar un nuevo Pacto Social”, insistió el dirigente de origen griego que unos momentos antes había depositado una ofrenda en el monumento a las Brigadas Internacionales en la Ciudad Universitaria de la capital. También explicó que su viaje a Madrid respondía al deseo de informar a toda la afiliación de las actividades de la FSM en todo el mundo en 2018.
A la pregunta de si el sindicalismo de clase tiene cabida y puede competir con el sindicalismo de la concertación y el pacto social, el dirigente griego contestó que “todos los sindicatos afiliados a la FSM tienen una superioridad ideológica que se basa en su lucha antiimperialista, anticapitalista, internacionalista y de solidaridad, y estos principios se encuentran por encima de la burocracia, el arribismo y el elitismo sobre el que trabajan centrales sindicales como las que acaban de firmar con la patronal el último Pacto Social”. Era la razón por la que “soy optimista ya que el futuro pertenece a los sindicatos de clase y no al sindicalismo de colaboración, del consenso y del pacto social”.
En ese sentido, el señor Mavrikos también recordó que la historia sindical contemporánea muestra, si examinamos los logros del siglo XX para la clase obrera, que “todos ellos son fruto de las luchas de los trabajadores y trabajadoras, es decir, de la lucha de clases, y que todo lo perdido es el resultado del pacto social”. Y volvió a insistir en que se mostraba optimista en el proceso de unidad de las organizaciones sindicales en el estado.
El secretario general de la FSM fue preguntado por ese proceso de unidad de las organizaciones afiliadas y sobre las dificultades que, en su opinión, entrañaba ese proceso. “Cada organización afiliada a la FSM tiene su propia peculiaridad, que nosotros respetamos, pero tras las conversaciones con ellas hemos detectado que la mayor dificultad en un futuro de unidad se encuentra en compaginarlo el derecho de autodeterminación”. La FSM, continuó el líder sindical, “desde siempre ha respetado la facultad de cada pueblo a su derecho a decidir, una política que va contra los planes que desean fragmentar a los pueblos y todos nuestros miembros y amigos tienen muy claro ese concepto vinculado a su percepción de clase. Y bajo estos dos elementos podemos unirnos para defender los derechos de los trabajadores y trabajadoras para mejorar las condiciones de vida y ampliar el horizonte en la lucha de clases y contra la explotación del hombre por el hombre”.
Georges Mavrikos, que por la tarde fue recibido en recepción por la alcaldesa de la ciudad, Manuela Carmena, finalizó la rueda de prensa celebrada en el local de la organización Alternativa Sindical de Trabajadores, recordando que “tenemos todas la misma estrategia, estamos presentes en las fábricas, en las oficinas, en el campo… y entre nuestras filas se encuentra lo mas honrado y lo más vivo del movimiento social”.
Miguel Arróniz
Rebelión
El secretario general de la Federación Sindical Mundial, Georges Mavrikos, visitó este martes 10 de julio Madrid para reunirse con las centrales sindicales afiliadas a la FSM de todo el estado. En rueda de prensa posterior contestó a los medios presentes sobre los contenidos de esta reunión.
“Hablar cara a cara con los amigos y afiliados a la FSM y debatir sobre la necesidad de defender los derechos de la clase trabajadora en España”, fue la respuesta de Mavrikos a la razón de su presencia en Madrid. “La clase obrera en España se encuentra ante un gran peligro en estos momentos en los que la patronal y los sindicatos CCOO y UGT han vuelto a firmar un nuevo Pacto Social”, insistió el dirigente de origen griego que unos momentos antes había depositado una ofrenda en el monumento a las Brigadas Internacionales en la Ciudad Universitaria de la capital. También explicó que su viaje a Madrid respondía al deseo de informar a toda la afiliación de las actividades de la FSM en todo el mundo en 2018.
A la pregunta de si el sindicalismo de clase tiene cabida y puede competir con el sindicalismo de la concertación y el pacto social, el dirigente griego contestó que “todos los sindicatos afiliados a la FSM tienen una superioridad ideológica que se basa en su lucha antiimperialista, anticapitalista, internacionalista y de solidaridad, y estos principios se encuentran por encima de la burocracia, el arribismo y el elitismo sobre el que trabajan centrales sindicales como las que acaban de firmar con la patronal el último Pacto Social”. Era la razón por la que “soy optimista ya que el futuro pertenece a los sindicatos de clase y no al sindicalismo de colaboración, del consenso y del pacto social”.
En ese sentido, el señor Mavrikos también recordó que la historia sindical contemporánea muestra, si examinamos los logros del siglo XX para la clase obrera, que “todos ellos son fruto de las luchas de los trabajadores y trabajadoras, es decir, de la lucha de clases, y que todo lo perdido es el resultado del pacto social”. Y volvió a insistir en que se mostraba optimista en el proceso de unidad de las organizaciones sindicales en el estado.
El secretario general de la FSM fue preguntado por ese proceso de unidad de las organizaciones afiliadas y sobre las dificultades que, en su opinión, entrañaba ese proceso. “Cada organización afiliada a la FSM tiene su propia peculiaridad, que nosotros respetamos, pero tras las conversaciones con ellas hemos detectado que la mayor dificultad en un futuro de unidad se encuentra en compaginarlo el derecho de autodeterminación”. La FSM, continuó el líder sindical, “desde siempre ha respetado la facultad de cada pueblo a su derecho a decidir, una política que va contra los planes que desean fragmentar a los pueblos y todos nuestros miembros y amigos tienen muy claro ese concepto vinculado a su percepción de clase. Y bajo estos dos elementos podemos unirnos para defender los derechos de los trabajadores y trabajadoras para mejorar las condiciones de vida y ampliar el horizonte en la lucha de clases y contra la explotación del hombre por el hombre”.
Georges Mavrikos, que por la tarde fue recibido en recepción por la alcaldesa de la ciudad, Manuela Carmena, finalizó la rueda de prensa celebrada en el local de la organización Alternativa Sindical de Trabajadores, recordando que “tenemos todas la misma estrategia, estamos presentes en las fábricas, en las oficinas, en el campo… y entre nuestras filas se encuentra lo mas honrado y lo más vivo del movimiento social”.
_- España no cumple ningún requisito de los Objetivos de Desarrollo Sostenible
_- InfoLibre
Según el 'Índice ODS 2018', España puntúa especialmente bajo en los Objetivos de innovación, consumo y producción, cambio climático y protección de la vida submarina
España no aprueba ninguno de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), y puntúa especialmente bajo en los Objetivos 9 (innovación), 12 (consumo y producción), 13 (cambio climático) y 14 (vida submarina). Esto supone que el país se sitúe en el puesto número 25 en el clasificación mundial.
Así lo ha constatado el informe Índice ODS 2018 –publicado por SDG Index & Dashboards– que presenta, por primera vez, una evaluación de los esfuerzos gubernamentales para lograr los ODS y revela que ningún país está por el buen camino para alcanzar los Objetivos en 2030.
Junto al análisis global, el SDG Index ofrece unas fichas por cada país (por cada uno de los 193 Estados miembro de la ONU) en las que se detalla el grado de cumplimiento de cada uno de los indicadores que determinan los avances. Estas fichas demuestran que algunos países tienen grandes lagunas en los datos, algo que, según el informe, deberá subsanarse con mayores inversiones en datos para los ODS.
La media obtenida de los indicadores, así como su tendencia, permite calificar cada ODS con un código de colores. El grado de consecución de los Objetivos se valora con el verde, amarillo, naranja o rojo, según vaya de mejor a peor.
En el caso de España, el informe muestra que el país, además de no cumplir íntegramente con ninguno de los objetivos, está retrocediendo en los relativos a la lucha contra las desigualdades y en las alianzas para lograr los ODS.
Así, los datos muestran que el estancamiento de la Ayuda Oficial al Desarrollo y de la inversión en investigación, la elevada tasa de desempleo o la falta de una estrategia activa para la protección del océano, afectan a los resultados de España en relación a la escena internacional y, en particular, con los países de la Unión Europea.
Suecia, Dinamarca y Finlandia encabezan la clasificación
En conjunto, el SDG Index está encabezado por Suecia, Dinamarca y Finlandia, países que según el informe están en el buen camino para lograr los ODS, pero aún les queda mucho trabajo para alcanzarlos en el 2030. Alemania y Francia son los únicos países del G7 en los diez primeros puestos, y Estados Unidos cae hasta la posición 35. La República Democrática de Congo, Chad y la República Centroafricana están en los últimos puestos de la lista.
Además, el estudio permite conocer los mecanismos de implementación puestos en marcha por los países del G20, de los cuales, Brasil, México e Italia son los que han dado los pasos más relevantes para avanzar los ODS, por ejemplo, con la definición de Estrategias ODS o la creación de unidades de coordinación en sus gobiernos.
No obstante, las carencias en los medios de implementación en el G20 son todavía enormes, ya que solo India y Alemania han desarrollado evaluaciones de las necesidades en inversión. Ningún país del G20 ha alineado aún sus presupuestos nacionales con los ODS y según los datos del estudio, Estados Unidos y Rusia son los países que menos acciones han desarrollado para implementar los Objetivos.
Por otro lado, con el fin de medir los progresos desde la aprobación de la Agenda de los ODS, el SDG Index introduce tendencias que muestran si un país está avanzando en la consecución de un determinado ODS. En general, la mayoría de países están realizando avances, pero estos son más lentos en los objetivos medioambientales.
En esta línea, y aunque muchos países de renta alta prácticamente han erradicado la pobreza extrema o el hambre, obtienen sin embargo bajas puntuaciones en objetivos como "consumo y producción responsable", "acción climática" o "protección de la vida submarina".
Por su parte, los países de renta baja han realizado avances considerables en la erradicación de la pobreza, el acceso a la salud o a la educación, pero todavía tienen retos en infraestructuras o en los mecanismos para gestionar las problemáticas ambientales. Por ello, su puntuación general se mantiene todavía muy por debajo de los países de renta alta.
"Una vez más, los países del norte de Europa encabezan la lista del SDG Index y los países más pobres quedan los últimos –ha señalado el director de SDSN, Jeffrey Sachs–. Las implicaciones son muy claras: la filosofía de la economía social de mercado que equilibra el mercado, la justicia social y la economía verde es el camino de los ODS. Los países atrapados en la pobreza extrema necesitan más ayuda del resto del mundo".
En esta línea se ha pronunciado el CEO de la Fundación Bertelsmann, Aart De Geus, quien ha subrayado el "papel fundamental" de los países del G20 para lograr los ODS. "Los países ricos tienen que actuar de manera ejemplar y reducir sus efectos secundarios sobre otros, a la vez que ponen en marcha medidas para integrar los Objetivos en sus políticas nacionales", ha añadido.
Por último, el presidente de REDS, Miguel Ángel Moratinos, ha apuntado los ámbitos de la universidad, las empresas, la sociedad civil y los distintos niveles de la administración en los que España "ha trabajado de manera satisfactoria". A su juicio, el reciente nombramiento de una alta comisionada para la Agenda 2030 por el Gobierno y la creación de un ministerio de Transición Ecológica son "buenas señales" para que España pueda mejorar el próximo año su posición.
Fuente: http://www.infolibre.es/noticias/economia/2018/07/10/espana_no_cumple_ningun_requisito_los_objetivos_desarrollo_sostenible_84934_1011.html
Según el 'Índice ODS 2018', España puntúa especialmente bajo en los Objetivos de innovación, consumo y producción, cambio climático y protección de la vida submarina
España no aprueba ninguno de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), y puntúa especialmente bajo en los Objetivos 9 (innovación), 12 (consumo y producción), 13 (cambio climático) y 14 (vida submarina). Esto supone que el país se sitúe en el puesto número 25 en el clasificación mundial.
Así lo ha constatado el informe Índice ODS 2018 –publicado por SDG Index & Dashboards– que presenta, por primera vez, una evaluación de los esfuerzos gubernamentales para lograr los ODS y revela que ningún país está por el buen camino para alcanzar los Objetivos en 2030.
Junto al análisis global, el SDG Index ofrece unas fichas por cada país (por cada uno de los 193 Estados miembro de la ONU) en las que se detalla el grado de cumplimiento de cada uno de los indicadores que determinan los avances. Estas fichas demuestran que algunos países tienen grandes lagunas en los datos, algo que, según el informe, deberá subsanarse con mayores inversiones en datos para los ODS.
La media obtenida de los indicadores, así como su tendencia, permite calificar cada ODS con un código de colores. El grado de consecución de los Objetivos se valora con el verde, amarillo, naranja o rojo, según vaya de mejor a peor.
En el caso de España, el informe muestra que el país, además de no cumplir íntegramente con ninguno de los objetivos, está retrocediendo en los relativos a la lucha contra las desigualdades y en las alianzas para lograr los ODS.
Así, los datos muestran que el estancamiento de la Ayuda Oficial al Desarrollo y de la inversión en investigación, la elevada tasa de desempleo o la falta de una estrategia activa para la protección del océano, afectan a los resultados de España en relación a la escena internacional y, en particular, con los países de la Unión Europea.
Suecia, Dinamarca y Finlandia encabezan la clasificación
En conjunto, el SDG Index está encabezado por Suecia, Dinamarca y Finlandia, países que según el informe están en el buen camino para lograr los ODS, pero aún les queda mucho trabajo para alcanzarlos en el 2030. Alemania y Francia son los únicos países del G7 en los diez primeros puestos, y Estados Unidos cae hasta la posición 35. La República Democrática de Congo, Chad y la República Centroafricana están en los últimos puestos de la lista.
Además, el estudio permite conocer los mecanismos de implementación puestos en marcha por los países del G20, de los cuales, Brasil, México e Italia son los que han dado los pasos más relevantes para avanzar los ODS, por ejemplo, con la definición de Estrategias ODS o la creación de unidades de coordinación en sus gobiernos.
No obstante, las carencias en los medios de implementación en el G20 son todavía enormes, ya que solo India y Alemania han desarrollado evaluaciones de las necesidades en inversión. Ningún país del G20 ha alineado aún sus presupuestos nacionales con los ODS y según los datos del estudio, Estados Unidos y Rusia son los países que menos acciones han desarrollado para implementar los Objetivos.
Por otro lado, con el fin de medir los progresos desde la aprobación de la Agenda de los ODS, el SDG Index introduce tendencias que muestran si un país está avanzando en la consecución de un determinado ODS. En general, la mayoría de países están realizando avances, pero estos son más lentos en los objetivos medioambientales.
En esta línea, y aunque muchos países de renta alta prácticamente han erradicado la pobreza extrema o el hambre, obtienen sin embargo bajas puntuaciones en objetivos como "consumo y producción responsable", "acción climática" o "protección de la vida submarina".
Por su parte, los países de renta baja han realizado avances considerables en la erradicación de la pobreza, el acceso a la salud o a la educación, pero todavía tienen retos en infraestructuras o en los mecanismos para gestionar las problemáticas ambientales. Por ello, su puntuación general se mantiene todavía muy por debajo de los países de renta alta.
"Una vez más, los países del norte de Europa encabezan la lista del SDG Index y los países más pobres quedan los últimos –ha señalado el director de SDSN, Jeffrey Sachs–. Las implicaciones son muy claras: la filosofía de la economía social de mercado que equilibra el mercado, la justicia social y la economía verde es el camino de los ODS. Los países atrapados en la pobreza extrema necesitan más ayuda del resto del mundo".
En esta línea se ha pronunciado el CEO de la Fundación Bertelsmann, Aart De Geus, quien ha subrayado el "papel fundamental" de los países del G20 para lograr los ODS. "Los países ricos tienen que actuar de manera ejemplar y reducir sus efectos secundarios sobre otros, a la vez que ponen en marcha medidas para integrar los Objetivos en sus políticas nacionales", ha añadido.
Por último, el presidente de REDS, Miguel Ángel Moratinos, ha apuntado los ámbitos de la universidad, las empresas, la sociedad civil y los distintos niveles de la administración en los que España "ha trabajado de manera satisfactoria". A su juicio, el reciente nombramiento de una alta comisionada para la Agenda 2030 por el Gobierno y la creación de un ministerio de Transición Ecológica son "buenas señales" para que España pueda mejorar el próximo año su posición.
Fuente: http://www.infolibre.es/noticias/economia/2018/07/10/espana_no_cumple_ningun_requisito_los_objetivos_desarrollo_sostenible_84934_1011.html
El informe olvidado que sacó las vergüenzas a Franco. Una historiadora descubre en un cajón en Suiza un demoledor análisis de la sanidad franquista elaborado por la OMS en 1967.
Un día de 2010, la historiadora Rosa Ballester se encontraba husmeando en los archivos de la Organización Mundial de la Salud en la ciudad suiza de Ginebra, en busca de informes antiguos sobre la poliomielitis en España.
De pronto, entre la montaña de papeles descoloridos, apareció un documento de 43 páginas mecanografiadas en francés, con el título Informe sobre la organización de los servicios sanitarios en España. Misión efectuada entre el 28 de septiembre y el 15 de diciembre de 1967 por el doctor Fraser Brockington. Ballester se quedó con la boca abierta.
“Nadie conocía la existencia de este informe”, recuerda ahora. “Brockington inventó la medicina social y fue una de las grandes figuras de la salud pública en el siglo XX. Y nos descubrió las vergüenzas”, relata la investigadora, de la Universidad Miguel Hernández de Elche. Brockington, que había sido catedrático de Medicina en la Universidad de Manchester, visitó España durante casi tres meses como consultor de la OMS y logró un acceso inédito a los despachos que manejaban la sanidad franquista. Su diagnóstico, una bofetada a la propaganda de la dictadura, ve ahora la luz por primera vez, más de medio siglo después de ser redactado.
El informe de 1967 denunciaba multitud de carencias. “Básicamente no existen consultas de especialidad ni consultas para cuidado prenatal, protección de la infancia, enfermedades venéreas y enfermedades pediátricas más que en las capitales de provincia”, sostenía Brockington. El médico también constataba “el fracaso de la Escuela Nacional de Sanidad en lo que respecta a la formación y a la investigación en Salud Pública” y alertaba del “desierto estadístico” que impedía conocer el estado real de la sanidad en España. “Los principios de la medicina social y preventiva”, escribía, “brillan por su ausencia”.
El denominado Informe Brockington deja claro que el estado de la sanidad española era “peor que el de muchos otros países en vías de desarrollo”, según subraya el historiador Esteban Rodríguez Ocaña, que acaba de publicar la traducción del documento en la revista especializada Gaceta Sanitaria. El expediente firmado por el médico británico era demoledor. Criticaba que Franco todavía no hubiese creado a esas alturas un Ministerio de Sanidad y que mantuviese descuartizadas las competencias en diferentes ministerios: la Dirección General de Sanidad pertenecía al Ministerio de Gobernación, pero la salud escolar dependía del Ministerio de Educación, los hospitales de la Seguridad Social se desarrollaban bajo la jurisdicción del Ministerio de Trabajo y la higiene ambiental recaía en los ministerios de Vivienda y Obras Públicas.
Era un caos con “efectos desastrosos”, según advirtió Brockington en 1967. “El escalón central se esfuerza poco o nada por coordinar su política. No existe un diálogo habitual entre los distintos ministerios”, alertaba. “Urge con premura resolver esta situación”.
Rodríguez Ocaña ha estudiado el origen de este embrollo organizativo. Tras el fin de la guerra civil en 1939, las facciones del bando ganador pelearon por repartirse el poder. Los militares católicos se hicieron con el Ministerio de la Gobernación y su Dirección General de Sanidad. Los falangistas, por su parte, se quedaron con el Ministerio de Trabajo y con el Instituto Nacional de Previsión, desde el que continuaron el programa de seguros sociales diseñado durante la República. El seguro obligatorio de enfermedad se aprobó en 1942, dejando fuera a la gran mayoría de los trabajadores del campo y a los desempleados. Con esta cobertura sanitaria, "el trabajador ya no sería un pobre que debería acogerse a la Beneficencia pública y vivir el rubor de ser hospitalizado entre mendigos, sino que sería un soldado a quien la sanidad de su ejército de paz atiende cuando ha sido baja en el servicio", aseguró en 1944 el ministro de Trabajo, José Antonio Girón de Velasco.
“La propaganda insiste en que el seguro de enfermedad lo inventó Franco, pero la ley del seguro de enfermedad estaba en julio de 1936 admitida en las Cortes. No se la inventaron los franquistas. Ya había fake news entonces”, explica Rodríguez Ocaña, de la Universidad de Granada. Tras el seguro de enfermedad se aprobaron el de vejez e invalidez, en 1947; el de desempleo, en 1961; y todos ellos se unificaron en un sistema de seguridad social en 1963, según relata Rodríguez Ocaña en su libro Salud pública en España. De la Edad Media al siglo XXI.
Otros expertos ya han mostrado que la propaganda franquista no coincidía con la realidad, como constató Brockington en 1967. “Los hechos no encajan con el interés mediático mostrado por la dictadura hacia el problema sanitario”, señalan la historiadora Jerònia Pons y la economista Margarita Vilar en su libro El seguro de salud privado y público en España. Su análisis en perspectiva histórica, publicado en 2014. “La partida de presupuestos destinados a la Dirección General de Sanidad como porcentaje del presupuesto total del Estado permaneció estancada entre 1943 (1,05%) y 1958 (1,02%)”, apuntan las autoras.
“Las recomendaciones de Brockington se quedaron en un cajón”, lamenta Rodríguez Ocaña. En 1936, el Ministerio de Sanidad era una bandera enarbolada por la República. La anarquista Federica Montseny había cogido las riendas del gabinete, convirtiéndose en la primera mujer ministra de un Gobierno español. Pero todo desapareció con la guerra civil. El Ministerio de Sanidad no se recuperó hasta 1977, dos años después de la muerte del dictador.
Durante su estancia en España, Brockington dispuso de un despacho en la Dirección General de Sanidad, en Madrid. Desde allí, viajó por varias provincias españolas para obtener información de primera mano. En su informe, el experto también denunciaba el pluriempleo de los médicos españoles. Rodríguez Ocaña ha encontrado unas notas autobiográficas en los archivos de la Universidad de Manchester en las que Brockington recuerda asombrado que el director de la Escuela Nacional de Sanidad, Valentín Matilla, compaginaba su empleo con otros 16 cargos. “Esa no era manera de trabajar”, sentencia el historiador.
Rodríguez Ocaña y Ballester sí reconocen algunas mejoras llevadas a cabo por el régimen franquista, como la erradicación de la malaria y la disminución de la mortalidad infantil. Antes de la guerra civil, entre 1930 y 1934, de cada 1.000 nacidos vivos morían 120 niños antes de cumplir un año, frente a los 80 de Francia. El número fue cayendo durante la dictadura, llegando a 70 en 1950 (52 en Francia) y a 28 en 1970 (15 en Francia), según los estudios de la socióloga Rosa Gómez Redondo.
Ballester pone el foco en el “desierto estadístico” que confirmó Brockington. “Ni siquiera había estadísticas. ¿Cómo iban a actuar las autoridades?”, reflexiona Rosa Ballester. “En el caso de la polio, había niños pequeños que quedaban paralíticos o no podían respirar. Cuando algunos de los gerifaltes españoles acudían a congresos internacionales presumían de contar con respiradores, los llamados pulmones de acero, en todas las provincias, pero cuando venían los observadores de la OMS veían que había tan pocos aparatos que los médicos tenían que elegir qué niño moría y cuál vivía”.
https://elpais.com/elpais/2018/07/05/ciencia/1530792287_881383.html
De pronto, entre la montaña de papeles descoloridos, apareció un documento de 43 páginas mecanografiadas en francés, con el título Informe sobre la organización de los servicios sanitarios en España. Misión efectuada entre el 28 de septiembre y el 15 de diciembre de 1967 por el doctor Fraser Brockington. Ballester se quedó con la boca abierta.
“Nadie conocía la existencia de este informe”, recuerda ahora. “Brockington inventó la medicina social y fue una de las grandes figuras de la salud pública en el siglo XX. Y nos descubrió las vergüenzas”, relata la investigadora, de la Universidad Miguel Hernández de Elche. Brockington, que había sido catedrático de Medicina en la Universidad de Manchester, visitó España durante casi tres meses como consultor de la OMS y logró un acceso inédito a los despachos que manejaban la sanidad franquista. Su diagnóstico, una bofetada a la propaganda de la dictadura, ve ahora la luz por primera vez, más de medio siglo después de ser redactado.
El informe de 1967 denunciaba multitud de carencias. “Básicamente no existen consultas de especialidad ni consultas para cuidado prenatal, protección de la infancia, enfermedades venéreas y enfermedades pediátricas más que en las capitales de provincia”, sostenía Brockington. El médico también constataba “el fracaso de la Escuela Nacional de Sanidad en lo que respecta a la formación y a la investigación en Salud Pública” y alertaba del “desierto estadístico” que impedía conocer el estado real de la sanidad en España. “Los principios de la medicina social y preventiva”, escribía, “brillan por su ausencia”.
El denominado Informe Brockington deja claro que el estado de la sanidad española era “peor que el de muchos otros países en vías de desarrollo”, según subraya el historiador Esteban Rodríguez Ocaña, que acaba de publicar la traducción del documento en la revista especializada Gaceta Sanitaria. El expediente firmado por el médico británico era demoledor. Criticaba que Franco todavía no hubiese creado a esas alturas un Ministerio de Sanidad y que mantuviese descuartizadas las competencias en diferentes ministerios: la Dirección General de Sanidad pertenecía al Ministerio de Gobernación, pero la salud escolar dependía del Ministerio de Educación, los hospitales de la Seguridad Social se desarrollaban bajo la jurisdicción del Ministerio de Trabajo y la higiene ambiental recaía en los ministerios de Vivienda y Obras Públicas.
Era un caos con “efectos desastrosos”, según advirtió Brockington en 1967. “El escalón central se esfuerza poco o nada por coordinar su política. No existe un diálogo habitual entre los distintos ministerios”, alertaba. “Urge con premura resolver esta situación”.
Rodríguez Ocaña ha estudiado el origen de este embrollo organizativo. Tras el fin de la guerra civil en 1939, las facciones del bando ganador pelearon por repartirse el poder. Los militares católicos se hicieron con el Ministerio de la Gobernación y su Dirección General de Sanidad. Los falangistas, por su parte, se quedaron con el Ministerio de Trabajo y con el Instituto Nacional de Previsión, desde el que continuaron el programa de seguros sociales diseñado durante la República. El seguro obligatorio de enfermedad se aprobó en 1942, dejando fuera a la gran mayoría de los trabajadores del campo y a los desempleados. Con esta cobertura sanitaria, "el trabajador ya no sería un pobre que debería acogerse a la Beneficencia pública y vivir el rubor de ser hospitalizado entre mendigos, sino que sería un soldado a quien la sanidad de su ejército de paz atiende cuando ha sido baja en el servicio", aseguró en 1944 el ministro de Trabajo, José Antonio Girón de Velasco.
“La propaganda insiste en que el seguro de enfermedad lo inventó Franco, pero la ley del seguro de enfermedad estaba en julio de 1936 admitida en las Cortes. No se la inventaron los franquistas. Ya había fake news entonces”, explica Rodríguez Ocaña, de la Universidad de Granada. Tras el seguro de enfermedad se aprobaron el de vejez e invalidez, en 1947; el de desempleo, en 1961; y todos ellos se unificaron en un sistema de seguridad social en 1963, según relata Rodríguez Ocaña en su libro Salud pública en España. De la Edad Media al siglo XXI.
Otros expertos ya han mostrado que la propaganda franquista no coincidía con la realidad, como constató Brockington en 1967. “Los hechos no encajan con el interés mediático mostrado por la dictadura hacia el problema sanitario”, señalan la historiadora Jerònia Pons y la economista Margarita Vilar en su libro El seguro de salud privado y público en España. Su análisis en perspectiva histórica, publicado en 2014. “La partida de presupuestos destinados a la Dirección General de Sanidad como porcentaje del presupuesto total del Estado permaneció estancada entre 1943 (1,05%) y 1958 (1,02%)”, apuntan las autoras.
“Las recomendaciones de Brockington se quedaron en un cajón”, lamenta Rodríguez Ocaña. En 1936, el Ministerio de Sanidad era una bandera enarbolada por la República. La anarquista Federica Montseny había cogido las riendas del gabinete, convirtiéndose en la primera mujer ministra de un Gobierno español. Pero todo desapareció con la guerra civil. El Ministerio de Sanidad no se recuperó hasta 1977, dos años después de la muerte del dictador.
Durante su estancia en España, Brockington dispuso de un despacho en la Dirección General de Sanidad, en Madrid. Desde allí, viajó por varias provincias españolas para obtener información de primera mano. En su informe, el experto también denunciaba el pluriempleo de los médicos españoles. Rodríguez Ocaña ha encontrado unas notas autobiográficas en los archivos de la Universidad de Manchester en las que Brockington recuerda asombrado que el director de la Escuela Nacional de Sanidad, Valentín Matilla, compaginaba su empleo con otros 16 cargos. “Esa no era manera de trabajar”, sentencia el historiador.
Rodríguez Ocaña y Ballester sí reconocen algunas mejoras llevadas a cabo por el régimen franquista, como la erradicación de la malaria y la disminución de la mortalidad infantil. Antes de la guerra civil, entre 1930 y 1934, de cada 1.000 nacidos vivos morían 120 niños antes de cumplir un año, frente a los 80 de Francia. El número fue cayendo durante la dictadura, llegando a 70 en 1950 (52 en Francia) y a 28 en 1970 (15 en Francia), según los estudios de la socióloga Rosa Gómez Redondo.
Ballester pone el foco en el “desierto estadístico” que confirmó Brockington. “Ni siquiera había estadísticas. ¿Cómo iban a actuar las autoridades?”, reflexiona Rosa Ballester. “En el caso de la polio, había niños pequeños que quedaban paralíticos o no podían respirar. Cuando algunos de los gerifaltes españoles acudían a congresos internacionales presumían de contar con respiradores, los llamados pulmones de acero, en todas las provincias, pero cuando venían los observadores de la OMS veían que había tan pocos aparatos que los médicos tenían que elegir qué niño moría y cuál vivía”.
https://elpais.com/elpais/2018/07/05/ciencia/1530792287_881383.html
Seis notas sobre la Liga de Salvini, el partido más leninista del nacionalpopulismo europeo
Giaime Pala
En una nota carcelaria, redactada pensando en la experiencia de la izquierda italiana recién ilegalizada por el régimen fascista de Mussolini, Antonio Gramsci consideró oportuno reflexionar sobre “la tendencia a disminuir al adversario” en política. Tendencia que veía como un “documento de la inferioridad del que la tiene; se tiende infantilmente a disminuir rabiosamente al adversario para poder creer que se le vencerá sin ninguna duda. Por eso hay oscuramente en esa tendencia un juicio acerca de la propia incapacidad y debilidad (que quiere animarse), y hasta podría reconocerse en ella un conato de autocrítica (que se avergüenza de sí misma, que tiene miedo de manifestarse explícitamente y con coherencia sistemática)”. Me he acordado de esta nota al leer el sinfín de lamentaciones, caricaturizaciones e insultos que buena parte del mainstream mediático italiano, cercano al Partido Demócrata (PD) y a Silvio Berlusconi, ha dirigido en el último mes al nuevo protagonista de la política italiana, esto es, el secretario de la Liga, y nuevo ministro del Interior, Matteo Salvini.
¿Cómo es posible —vienen a decir estos medios— que el país haya caído en manos de un político de derecha dura, xenófobo, de oratoria demagógica y con un partido detrás que hace tan solo cinco años a punto estuvo de desaparecer del mapa electoral por escándalos de corrupción?
Por ahora, las respuestas a estas preguntas brillan por su ausencia, porque —y aquí vuelvo al pensador sardo— la demonización y ridiculización del adversario sirve de excusa para soslayar el análisis racional de la reciente derrota electoral y de los propios errores. Máxime si hablamos de la Liga, una organización que, según las encuestas de estas últimas semanas, ya navega en torno al 30% de los votos, lleva la voz cantante en el gobierno recién creado junto al Movimiento 5 Estrellas (M5E) y, como han vuelto a confirmar las elecciones municipales del día 24 de junio, está penetrando en el electorado tradicionalmente de izquierdas. En este artículo me propongo esbozar algunas consideraciones que puedan ayudar a encuadrar el éxito de esta senda nacionalpopulista.
II Más vale decirlo enseguida y sin rodeos: la Liga domina la escena italiana por lo pronto porque Matteo Salvini es el mejor político italiano. No importa el disgusto —en mi caso notable— que pueda causar tamaña afirmación. Cuenta el hecho de que un análisis político serio tiene que partir de la honestidad intelectual y reconocer las capacidades del adversario al que se quiere derrotar.
En efecto, Salvini se ha demostrado un líder no solo terriblemente eficaz a la hora de comunicar sus ideas políticas, sino también capaz de tener algunas intuiciones brillantes, como la de que la vieja “Liga Norte” regionalista, folclórica y neoliberal había acabado su recorrido, y que su relanzamiento pasaba por convertirla en un partido nacional, nacionalista italiano y con un mensaje social ambiguo pero potencialmente atractivo para los trabajadores (búsqueda del pleno empleo, mantenimiento de los servicios sociales y del sistema de pensiones, mayor participación del Estado en la economía, etc.).
En segundo lugar, Salvini ha dado prueba de su astucia y paciencia: ha sabido controlar el tiempo de las negociaciones para formar gobierno, ha convencido a Berlusconi para no romper la coalición de centro-derecha pese al acuerdo de gobierno sellado con el M5E y no ha exigido inútilmente la presidencia del gobierno.
A mayor abundamiento, ha sabido apuntalar una clase dirigente experimentada en la gestión de numerosos ayuntamientos y regiones del rico norte del país. Para decirlo rápido: la Liga no es el Front National, es decir, un partido “ligero” y que hasta ahora ha basado su estrategia electoral en el tirón electoral de Marie Le Pen. Después de la transformación del Partido Demócrata en un partido de cuadros y con una militancia menguante y envejecida, la Liga es, a día de hoy, el único partido realmente existente en Italia, con una base electoral activa, dominante en el norte y en expansión en el centro y (aunque menos) en el sur de la península. Una base que Salvini mima, elogia y visita para que sus militantes y simpatizantes se sientan parte no solo de una estructura política sino también de una comunidad social unida por un vínculo casi afectivo.
En definitiva, estamos ante una organización homogénea, disciplinada y que se vuelve fuerte ante las críticas de los grandes diarios italianos. En el fondo, y hablando ahora en términos estrictamente metodológicos, la Liga es un partido leninista, si entendemos el adjetivo en un sentido amplio pero no impreciso: como sinónimo de organización, determinación, ideas claras y coherencia estratégica. No sorprende, pues, que esté dominando a su socio de gobierno, el Movimiento 5 Estrellas, al que impone su agenda política y sus prioridades de gobierno. Aunque en las elecciones de marzo de 2018 obtuvo casi el doble de votos, el partido de Beppe Grillo sufre el protagonismo de la Liga a causa de su indeterminación ideológica y fragilidad organizativa. Mientras dure el gobierno, Salvini será su hombre más fuerte en detrimento del poco carismático y “filogrillino” Giuseppe Conte.
III El programa de gobierno suscrito por la Liga y el M5E ha sido calificado por más de un analista político de “mezcla de neoliberalismo y populismo”. No es para menos, ya que —aparte de una política dura con los inmigrantes— presenta medidas fiscalmente regresivas como la introducción de un impuesto único para familias y empresas (“flat tax”) junto a la voluntad de aprobar una renta básica para los parados y un nuevo impulso a las inversiones públicas. El objetivo es reactivar la economía con una disminución de la presión fiscal y el aumento de la demanda interna, anémica desde 2010 a causa de la política de austeridad, y bajar el nivel de deuda pública italiana mediante el crecimiento del PIB del país. Ahora bien, tal y como está planteado el programa es inviable, porque implica no respetar la reducción del déficit público impuesta por la Comisión Europea. De ello se dan cuenta los dos partidos, y sobre todo la Liga, que tiene un peso mayor en los ministerios económicos y que cuenta en sus filas con economistas más preparados que los del M5E.
A tenor de lo dicho, pesa la sensación de que la Liga no ha suscrito un auténtico programa de gobierno, sino más bien una hoja de ruta flexible que tendrá que ser adaptada sobre la marcha y en función de una enervante negociación con la burocracia de Bruselas y los demás países de la zona euro. Contrariamente a lo que afirman algunos diarios españoles, la Liga no intentará sacar al país de la moneda única. Su estrategia es bastante clara y se vertebra en torno a la idea de que Italia no es la Grecia de Varoufakis: aunque lleve una década en crisis económica, no deja de ser la tercera economía y el segundo país industrial de la UE, por lo que es “demasiado grande para caer”. De ahí que su margen de negociación y de presión sea mucho más amplio. En suma, los economistas de la Liga piensan que Italia podría ser fuerte en el ámbito de la negociación precisamente porque ahora es débil en el ámbito económico. Desde Mario Monti en adelante, los gobiernos italianos partían de la premisa de que Italia era políticamente débil en la UE porque lo era también económicamente. Por ende, pensaban que la prioridad era reforzar Italia en este segundo plano, siguiendo las órdenes europeas (aunque éstas provocasen paro y desequilibrios en las cuentas públicas), para después poder ir a Bruselas a dar batalla por una política macroeconómica más expansiva (cosa que nunca ocurría, porque el país —repito— se debilitaba al seguir aquellas órdenes).
La convicción de la Liga de que la actual debilidad económica del país es al mismo tiempo su fuerza, o —si se prefiere decir de otro modo— que la moneda única no puede existir sin la adhesión de Italia, le da seguridad para tener una actitud más enérgica ante los socios europeos y, llegado el caso, poner vetos a las propuestas de reforma del euro que sean desfavorables para la economía italiana. De modo que, justo en el momento en que se acerca el final del Quantitative Easing del BCE, todos los escenarios están abiertos. Lo único que no aceptará el gobierno, o cuando menos la Liga, es acatar la lógica —seguida hasta ahora— por la cual el mantenimiento del país en la moneda única pasa por la aceptación del mercantilismo alemán. Si el gobierno de Berlín no muestra una actitud colaborativa, por ejemplo aminorando su superávit comercial a través de un aumento de los salarios y de la inflación, el gobierno italiano se mostrará pugnaz y vendrán curvas en la UE.
IV A falta de una izquierda transformadora —punto sobre el cual volveré al final— el problema reside en que los partidos de la oposición (desde los socioliberales de “Libres e Iguales” y del PD hasta Berlusconi) no pueden hacer otra oposición al nuevo gobierno que no sea —en el mejor de los casos y, como veremos en seguida, no sin contradicciones— la relativa a los derechos de los inmigrantes. Porque, desde un punto de vista económico, todos estos partidos apoyaron las medidas de austeridad y supresión de derechos sociales iniciadas con el tercer gobierno de Berlusconi (2008-2011) e intensificadas por los gobiernos de Mario Monti, Enrico Letta, Matteo Renzi y Paolo Gentiloni; a saber: contención del gasto público, dura reforma del sistema de pensiones, inclusión en la Constitución Italiana de la regla de oro presupuestaria, aprobación del Pacto Fiscal Europeo, abrogación del artículo 18 del Estatuto de los Trabajadores —que establecía que una persona con un contrato a tiempo indefinido de una empresa con más de quince trabajadores no podía ser despedida si no era por causas justificadas—, aprobación de una peligrosa (para el maltrecho sistema bancario italiano) unión bancaria europea, en tanto que basada en el sistema del “bail-in”, etc.
El resultado final de esta política austeritaria ha sido desastroso: el país acaba de dejar atrás una década de deflación, devaluación salarial y crecimiento anémico durante la cual perdió el 20% de su producción industrial, en la que el paro alcanzó los dos dígitos y diez millones de personas cayeron en la pobreza (según datos del Eurostat de 2017), y en que la deuda publica pasó del 106% del PIB de 2008 al 130% de 2018. Aun así, y ante una población en su mayoría exhausta que, desde 2013, emitía señales inequívocas de descontento político, estos partidos nunca han formulado una autocrítica seria de su acción de gobierno. Por el contrario, siguen reivindicando sus decisiones económicas, tachadas de inevitables, para impedir lo que —en algo contrafáctico, tan indemostrable como tremendista— definen siempre como “la bancarrota del país”.
Está claro que el Movimiento 5 Estrellas se ha beneficiado de su llegada tardía al Parlamento y de no haber participado en ninguno de esos gobiernos. En parte se puede decir lo mismo de la Liga, que se instaló en la oposición tras la defenestración de Berlusconi en noviembre de 2011. Con lo cual, al menos en lo que respecta a la economía, lo tuvieron fácil para presentarse ante las clases trabajadoras como fuerzas socialmente más a la izquierda que un centroizquierda oficial que, aún hoy, sigue estando incomprensiblemente orgulloso de su política económica.
V. Incluso en lo tocante a la cuestión de los inmigrantes y refugiados, la oposición carece de eficacia y credibilidad. De entrada porque la política de cierre de las fronteras estaba en el programa que Berlusconi suscribió con Salvini en la campaña electoral de principios de 2018. Y en segundo lugar porque, más allá del lenguaje asilvestrado y de la gesticulación chabacana, la línea de Salvini es continuista con la de su predecesor en el Ministerio del Interior, es decir, el dirigente del Partido Demócrata Marco Minniti. Desde finales de 2016, después de que Italia acogiera a centenares de miles de inmigrantes y refugiados, el nuevo ministro Minniti llevó adelante una política centrada en la construcción de nuevos centros de acogida, en el aumento de las expulsiones de extracomunitarios africanos que no huían de conflictos bélicos y en la firma de un acuerdo económico con cuarenta tribus libias para frenar la llegada de nuevos inmigrantes. Estas medidas funcionaron, puesto que en 2017 el número de desembarcos cayó en picado, aunque fue criticada por diferentes organizaciones humanitarias a causa de las condiciones inhumanas a las que las milicias libias, pagadas por el gobierno italiano, sometían a los inmigrantes y refugiados que llegaban a su país.
Este cambio en la política migratoria del gobierno de Matteo Renzi tuvo su origen en cálculos meramente electorales. Me explico. Como afirmó hace un año la ex ministra de Exteriores Emma Bonino, hacia 2015 Renzi pidió a los gobiernos europeos hacerse cargo de todos los inmigrantes que alcanzaran las costas italianas. Los medios de comunicación entendieron (sin que fuesen desmentidos por el PD) que, a cambio de este compromiso, el entonces presidente del gobierno obtuvo de Bruselas unos ligeros márgenes de flexibilidad fiscal y de gasto público —de los que, efectivamente, disfrutó a lo largo de su mandato—. El problema es que, ante la llegada masiva de inmigrantes —y en medio de una situación de deflación y paro elevado— la campaña antiinmigrantes de Salvini hizo mella en el electorado; y más en aquel que tenía dificultades para llegar a final de mes. Y la nueva política de mano dura de Minniti, pensada para recuperar el consenso perdido con un giro a la derecha, llegaba ya tarde. Así, en la última campaña electoral, el líder de la Liga pudo presentarse como el hombre que actuaría con la misma dureza del PD y que, a diferencia de éste, “europeizaría el problema”, en el sentido de obligar —por las buenas o por las malas— a los demás gobiernos europeos a colaborar en la solución aceptando a las respectivas cuotas de inmigrantes que la Comisión Europea fijó, inútilmente, en 2015.
Y si digo que también podría ser por las malas es porque Salvini es consciente de jugar con ventaja, ya que esta cuestión es la única que no puede solucionar el poder monetario de Mario Draghi (que hasta la fecha ha sido el verdadero factor que ha mantenido unida a una UE en crisis permanente). Quiero decir con ello que la posición del líder de la Liga, como confirman las encuestas, ha obtenido un amplio respaldo entre la población italiana porque en la práctica apenas difiere de la anterior y porque resalta las contradicciones de unos socios europeos que dejaron sola a Italia ante un problema que afectaba a todo el continente. Esta es la razón por la que la intensa campaña de los medios de comunicación afines al PD contra la xenofobia de la Liga no solo no ha funcionado, sino que hasta parece haberla reforzado. Como dijo Salvini hace más de un año, siempre a propósito del problema de los inmigrantes y los refugiados, entre el original y la fotocopia los italianos terminarían escogiendo el original. Quod est demonstrandum.
VI. Una oposición solvente a Salvini no vendrá de una respuesta moralizante y, como hemos visto, básicamente hipócrita del PD sobre el drama de los inmigrantes. Ni, como piensa un diario como La Repubblica, de la aplicación del proyecto de Emmanuel Macron en la península italiana. Mientras se insista en repetir fórmulas desgastadas acerca de la necesidad de una “modernización” neoliberal del país, al tiempo que una parte creciente de los ciudadanos no puede cubrir dignamente sus necesidades básicas, la Liga puede dormir tranquila. El tiempo de la izquierda falsamente optimista a la Renzi, que se dirigía a las “excelencias” del país y a los jóvenes que cultivaban un abstracto cosmopolitismo por haber hecho el Erasmus, ha terminado para siempre.
Salvini entendió en su momento que, después de años de devastación socioeconómica, lo que emergía en el país era una imperiosa demanda de protección social que él, como todo populista derechista, hace suya pero que interpreta mal y con la ferocidad de quien excluye al que no pertenece a la “comunidad nacional”. Con todo, esta demanda de protección es legítima y sobre ella se redactó la Constitución Italiana de 1948, nacida del consenso antifascista. La poderosa izquierda italiana de posguerra, que todavía hoy muchos recuerdan, se construyó interactuando con las clases subalternas, dándoles dignidad humana, interpretando sus necesidades materiales y construyendo junto a ellas un nuevo sentido común y una nueva visión del mundo. Aunque los tiempos hayan cambiado, y las circunstancias sociales sean diferentes, no hay motivos para pensar que, en lo esencial, dicha manera de pensar la (y de hacer) política tenga que cambiar. Sobre todo para lo poco que ha quedado a la izquierda del PD, que, desde hace una década, es víctima del ensimismamiento y la autorreferencialidad.
En Italia, la reconstrucción de una izquierda digna de tal nombre solo será posible si se recupera un discurso, y una práctica, que devuelvan el principio de esperanza a unas clases populares afligidas por la atomización social y la precariedad de sus vidas laborales. La esperanza de un futuro mejor que, por último pero no por ello menos importante, desactive los miedos que alimentan la política de Salvini y allane el camino a una política de acogida a los inmigrantes que sea realmente solidaria.
Fuente:
http://www.mientrastanto.org/boletin-170/notas/seis-notas-sobre-la-liga-de-salvini-el-partido-mas-leninista-del-nacionalpopulismo
En una nota carcelaria, redactada pensando en la experiencia de la izquierda italiana recién ilegalizada por el régimen fascista de Mussolini, Antonio Gramsci consideró oportuno reflexionar sobre “la tendencia a disminuir al adversario” en política. Tendencia que veía como un “documento de la inferioridad del que la tiene; se tiende infantilmente a disminuir rabiosamente al adversario para poder creer que se le vencerá sin ninguna duda. Por eso hay oscuramente en esa tendencia un juicio acerca de la propia incapacidad y debilidad (que quiere animarse), y hasta podría reconocerse en ella un conato de autocrítica (que se avergüenza de sí misma, que tiene miedo de manifestarse explícitamente y con coherencia sistemática)”. Me he acordado de esta nota al leer el sinfín de lamentaciones, caricaturizaciones e insultos que buena parte del mainstream mediático italiano, cercano al Partido Demócrata (PD) y a Silvio Berlusconi, ha dirigido en el último mes al nuevo protagonista de la política italiana, esto es, el secretario de la Liga, y nuevo ministro del Interior, Matteo Salvini.
¿Cómo es posible —vienen a decir estos medios— que el país haya caído en manos de un político de derecha dura, xenófobo, de oratoria demagógica y con un partido detrás que hace tan solo cinco años a punto estuvo de desaparecer del mapa electoral por escándalos de corrupción?
Por ahora, las respuestas a estas preguntas brillan por su ausencia, porque —y aquí vuelvo al pensador sardo— la demonización y ridiculización del adversario sirve de excusa para soslayar el análisis racional de la reciente derrota electoral y de los propios errores. Máxime si hablamos de la Liga, una organización que, según las encuestas de estas últimas semanas, ya navega en torno al 30% de los votos, lleva la voz cantante en el gobierno recién creado junto al Movimiento 5 Estrellas (M5E) y, como han vuelto a confirmar las elecciones municipales del día 24 de junio, está penetrando en el electorado tradicionalmente de izquierdas. En este artículo me propongo esbozar algunas consideraciones que puedan ayudar a encuadrar el éxito de esta senda nacionalpopulista.
II Más vale decirlo enseguida y sin rodeos: la Liga domina la escena italiana por lo pronto porque Matteo Salvini es el mejor político italiano. No importa el disgusto —en mi caso notable— que pueda causar tamaña afirmación. Cuenta el hecho de que un análisis político serio tiene que partir de la honestidad intelectual y reconocer las capacidades del adversario al que se quiere derrotar.
En efecto, Salvini se ha demostrado un líder no solo terriblemente eficaz a la hora de comunicar sus ideas políticas, sino también capaz de tener algunas intuiciones brillantes, como la de que la vieja “Liga Norte” regionalista, folclórica y neoliberal había acabado su recorrido, y que su relanzamiento pasaba por convertirla en un partido nacional, nacionalista italiano y con un mensaje social ambiguo pero potencialmente atractivo para los trabajadores (búsqueda del pleno empleo, mantenimiento de los servicios sociales y del sistema de pensiones, mayor participación del Estado en la economía, etc.).
En segundo lugar, Salvini ha dado prueba de su astucia y paciencia: ha sabido controlar el tiempo de las negociaciones para formar gobierno, ha convencido a Berlusconi para no romper la coalición de centro-derecha pese al acuerdo de gobierno sellado con el M5E y no ha exigido inútilmente la presidencia del gobierno.
A mayor abundamiento, ha sabido apuntalar una clase dirigente experimentada en la gestión de numerosos ayuntamientos y regiones del rico norte del país. Para decirlo rápido: la Liga no es el Front National, es decir, un partido “ligero” y que hasta ahora ha basado su estrategia electoral en el tirón electoral de Marie Le Pen. Después de la transformación del Partido Demócrata en un partido de cuadros y con una militancia menguante y envejecida, la Liga es, a día de hoy, el único partido realmente existente en Italia, con una base electoral activa, dominante en el norte y en expansión en el centro y (aunque menos) en el sur de la península. Una base que Salvini mima, elogia y visita para que sus militantes y simpatizantes se sientan parte no solo de una estructura política sino también de una comunidad social unida por un vínculo casi afectivo.
En definitiva, estamos ante una organización homogénea, disciplinada y que se vuelve fuerte ante las críticas de los grandes diarios italianos. En el fondo, y hablando ahora en términos estrictamente metodológicos, la Liga es un partido leninista, si entendemos el adjetivo en un sentido amplio pero no impreciso: como sinónimo de organización, determinación, ideas claras y coherencia estratégica. No sorprende, pues, que esté dominando a su socio de gobierno, el Movimiento 5 Estrellas, al que impone su agenda política y sus prioridades de gobierno. Aunque en las elecciones de marzo de 2018 obtuvo casi el doble de votos, el partido de Beppe Grillo sufre el protagonismo de la Liga a causa de su indeterminación ideológica y fragilidad organizativa. Mientras dure el gobierno, Salvini será su hombre más fuerte en detrimento del poco carismático y “filogrillino” Giuseppe Conte.
III El programa de gobierno suscrito por la Liga y el M5E ha sido calificado por más de un analista político de “mezcla de neoliberalismo y populismo”. No es para menos, ya que —aparte de una política dura con los inmigrantes— presenta medidas fiscalmente regresivas como la introducción de un impuesto único para familias y empresas (“flat tax”) junto a la voluntad de aprobar una renta básica para los parados y un nuevo impulso a las inversiones públicas. El objetivo es reactivar la economía con una disminución de la presión fiscal y el aumento de la demanda interna, anémica desde 2010 a causa de la política de austeridad, y bajar el nivel de deuda pública italiana mediante el crecimiento del PIB del país. Ahora bien, tal y como está planteado el programa es inviable, porque implica no respetar la reducción del déficit público impuesta por la Comisión Europea. De ello se dan cuenta los dos partidos, y sobre todo la Liga, que tiene un peso mayor en los ministerios económicos y que cuenta en sus filas con economistas más preparados que los del M5E.
A tenor de lo dicho, pesa la sensación de que la Liga no ha suscrito un auténtico programa de gobierno, sino más bien una hoja de ruta flexible que tendrá que ser adaptada sobre la marcha y en función de una enervante negociación con la burocracia de Bruselas y los demás países de la zona euro. Contrariamente a lo que afirman algunos diarios españoles, la Liga no intentará sacar al país de la moneda única. Su estrategia es bastante clara y se vertebra en torno a la idea de que Italia no es la Grecia de Varoufakis: aunque lleve una década en crisis económica, no deja de ser la tercera economía y el segundo país industrial de la UE, por lo que es “demasiado grande para caer”. De ahí que su margen de negociación y de presión sea mucho más amplio. En suma, los economistas de la Liga piensan que Italia podría ser fuerte en el ámbito de la negociación precisamente porque ahora es débil en el ámbito económico. Desde Mario Monti en adelante, los gobiernos italianos partían de la premisa de que Italia era políticamente débil en la UE porque lo era también económicamente. Por ende, pensaban que la prioridad era reforzar Italia en este segundo plano, siguiendo las órdenes europeas (aunque éstas provocasen paro y desequilibrios en las cuentas públicas), para después poder ir a Bruselas a dar batalla por una política macroeconómica más expansiva (cosa que nunca ocurría, porque el país —repito— se debilitaba al seguir aquellas órdenes).
La convicción de la Liga de que la actual debilidad económica del país es al mismo tiempo su fuerza, o —si se prefiere decir de otro modo— que la moneda única no puede existir sin la adhesión de Italia, le da seguridad para tener una actitud más enérgica ante los socios europeos y, llegado el caso, poner vetos a las propuestas de reforma del euro que sean desfavorables para la economía italiana. De modo que, justo en el momento en que se acerca el final del Quantitative Easing del BCE, todos los escenarios están abiertos. Lo único que no aceptará el gobierno, o cuando menos la Liga, es acatar la lógica —seguida hasta ahora— por la cual el mantenimiento del país en la moneda única pasa por la aceptación del mercantilismo alemán. Si el gobierno de Berlín no muestra una actitud colaborativa, por ejemplo aminorando su superávit comercial a través de un aumento de los salarios y de la inflación, el gobierno italiano se mostrará pugnaz y vendrán curvas en la UE.
IV A falta de una izquierda transformadora —punto sobre el cual volveré al final— el problema reside en que los partidos de la oposición (desde los socioliberales de “Libres e Iguales” y del PD hasta Berlusconi) no pueden hacer otra oposición al nuevo gobierno que no sea —en el mejor de los casos y, como veremos en seguida, no sin contradicciones— la relativa a los derechos de los inmigrantes. Porque, desde un punto de vista económico, todos estos partidos apoyaron las medidas de austeridad y supresión de derechos sociales iniciadas con el tercer gobierno de Berlusconi (2008-2011) e intensificadas por los gobiernos de Mario Monti, Enrico Letta, Matteo Renzi y Paolo Gentiloni; a saber: contención del gasto público, dura reforma del sistema de pensiones, inclusión en la Constitución Italiana de la regla de oro presupuestaria, aprobación del Pacto Fiscal Europeo, abrogación del artículo 18 del Estatuto de los Trabajadores —que establecía que una persona con un contrato a tiempo indefinido de una empresa con más de quince trabajadores no podía ser despedida si no era por causas justificadas—, aprobación de una peligrosa (para el maltrecho sistema bancario italiano) unión bancaria europea, en tanto que basada en el sistema del “bail-in”, etc.
El resultado final de esta política austeritaria ha sido desastroso: el país acaba de dejar atrás una década de deflación, devaluación salarial y crecimiento anémico durante la cual perdió el 20% de su producción industrial, en la que el paro alcanzó los dos dígitos y diez millones de personas cayeron en la pobreza (según datos del Eurostat de 2017), y en que la deuda publica pasó del 106% del PIB de 2008 al 130% de 2018. Aun así, y ante una población en su mayoría exhausta que, desde 2013, emitía señales inequívocas de descontento político, estos partidos nunca han formulado una autocrítica seria de su acción de gobierno. Por el contrario, siguen reivindicando sus decisiones económicas, tachadas de inevitables, para impedir lo que —en algo contrafáctico, tan indemostrable como tremendista— definen siempre como “la bancarrota del país”.
Está claro que el Movimiento 5 Estrellas se ha beneficiado de su llegada tardía al Parlamento y de no haber participado en ninguno de esos gobiernos. En parte se puede decir lo mismo de la Liga, que se instaló en la oposición tras la defenestración de Berlusconi en noviembre de 2011. Con lo cual, al menos en lo que respecta a la economía, lo tuvieron fácil para presentarse ante las clases trabajadoras como fuerzas socialmente más a la izquierda que un centroizquierda oficial que, aún hoy, sigue estando incomprensiblemente orgulloso de su política económica.
V. Incluso en lo tocante a la cuestión de los inmigrantes y refugiados, la oposición carece de eficacia y credibilidad. De entrada porque la política de cierre de las fronteras estaba en el programa que Berlusconi suscribió con Salvini en la campaña electoral de principios de 2018. Y en segundo lugar porque, más allá del lenguaje asilvestrado y de la gesticulación chabacana, la línea de Salvini es continuista con la de su predecesor en el Ministerio del Interior, es decir, el dirigente del Partido Demócrata Marco Minniti. Desde finales de 2016, después de que Italia acogiera a centenares de miles de inmigrantes y refugiados, el nuevo ministro Minniti llevó adelante una política centrada en la construcción de nuevos centros de acogida, en el aumento de las expulsiones de extracomunitarios africanos que no huían de conflictos bélicos y en la firma de un acuerdo económico con cuarenta tribus libias para frenar la llegada de nuevos inmigrantes. Estas medidas funcionaron, puesto que en 2017 el número de desembarcos cayó en picado, aunque fue criticada por diferentes organizaciones humanitarias a causa de las condiciones inhumanas a las que las milicias libias, pagadas por el gobierno italiano, sometían a los inmigrantes y refugiados que llegaban a su país.
Este cambio en la política migratoria del gobierno de Matteo Renzi tuvo su origen en cálculos meramente electorales. Me explico. Como afirmó hace un año la ex ministra de Exteriores Emma Bonino, hacia 2015 Renzi pidió a los gobiernos europeos hacerse cargo de todos los inmigrantes que alcanzaran las costas italianas. Los medios de comunicación entendieron (sin que fuesen desmentidos por el PD) que, a cambio de este compromiso, el entonces presidente del gobierno obtuvo de Bruselas unos ligeros márgenes de flexibilidad fiscal y de gasto público —de los que, efectivamente, disfrutó a lo largo de su mandato—. El problema es que, ante la llegada masiva de inmigrantes —y en medio de una situación de deflación y paro elevado— la campaña antiinmigrantes de Salvini hizo mella en el electorado; y más en aquel que tenía dificultades para llegar a final de mes. Y la nueva política de mano dura de Minniti, pensada para recuperar el consenso perdido con un giro a la derecha, llegaba ya tarde. Así, en la última campaña electoral, el líder de la Liga pudo presentarse como el hombre que actuaría con la misma dureza del PD y que, a diferencia de éste, “europeizaría el problema”, en el sentido de obligar —por las buenas o por las malas— a los demás gobiernos europeos a colaborar en la solución aceptando a las respectivas cuotas de inmigrantes que la Comisión Europea fijó, inútilmente, en 2015.
Y si digo que también podría ser por las malas es porque Salvini es consciente de jugar con ventaja, ya que esta cuestión es la única que no puede solucionar el poder monetario de Mario Draghi (que hasta la fecha ha sido el verdadero factor que ha mantenido unida a una UE en crisis permanente). Quiero decir con ello que la posición del líder de la Liga, como confirman las encuestas, ha obtenido un amplio respaldo entre la población italiana porque en la práctica apenas difiere de la anterior y porque resalta las contradicciones de unos socios europeos que dejaron sola a Italia ante un problema que afectaba a todo el continente. Esta es la razón por la que la intensa campaña de los medios de comunicación afines al PD contra la xenofobia de la Liga no solo no ha funcionado, sino que hasta parece haberla reforzado. Como dijo Salvini hace más de un año, siempre a propósito del problema de los inmigrantes y los refugiados, entre el original y la fotocopia los italianos terminarían escogiendo el original. Quod est demonstrandum.
VI. Una oposición solvente a Salvini no vendrá de una respuesta moralizante y, como hemos visto, básicamente hipócrita del PD sobre el drama de los inmigrantes. Ni, como piensa un diario como La Repubblica, de la aplicación del proyecto de Emmanuel Macron en la península italiana. Mientras se insista en repetir fórmulas desgastadas acerca de la necesidad de una “modernización” neoliberal del país, al tiempo que una parte creciente de los ciudadanos no puede cubrir dignamente sus necesidades básicas, la Liga puede dormir tranquila. El tiempo de la izquierda falsamente optimista a la Renzi, que se dirigía a las “excelencias” del país y a los jóvenes que cultivaban un abstracto cosmopolitismo por haber hecho el Erasmus, ha terminado para siempre.
Salvini entendió en su momento que, después de años de devastación socioeconómica, lo que emergía en el país era una imperiosa demanda de protección social que él, como todo populista derechista, hace suya pero que interpreta mal y con la ferocidad de quien excluye al que no pertenece a la “comunidad nacional”. Con todo, esta demanda de protección es legítima y sobre ella se redactó la Constitución Italiana de 1948, nacida del consenso antifascista. La poderosa izquierda italiana de posguerra, que todavía hoy muchos recuerdan, se construyó interactuando con las clases subalternas, dándoles dignidad humana, interpretando sus necesidades materiales y construyendo junto a ellas un nuevo sentido común y una nueva visión del mundo. Aunque los tiempos hayan cambiado, y las circunstancias sociales sean diferentes, no hay motivos para pensar que, en lo esencial, dicha manera de pensar la (y de hacer) política tenga que cambiar. Sobre todo para lo poco que ha quedado a la izquierda del PD, que, desde hace una década, es víctima del ensimismamiento y la autorreferencialidad.
En Italia, la reconstrucción de una izquierda digna de tal nombre solo será posible si se recupera un discurso, y una práctica, que devuelvan el principio de esperanza a unas clases populares afligidas por la atomización social y la precariedad de sus vidas laborales. La esperanza de un futuro mejor que, por último pero no por ello menos importante, desactive los miedos que alimentan la política de Salvini y allane el camino a una política de acogida a los inmigrantes que sea realmente solidaria.
Fuente:
http://www.mientrastanto.org/boletin-170/notas/seis-notas-sobre-la-liga-de-salvini-el-partido-mas-leninista-del-nacionalpopulismo
_- Inquietante deriva austriaca. Viena se ha sumado al frente de mano dura contra la inmigración y propone externalizar las peticiones de asilo
_- El Ejecutivo conservador de Austria, que gobierna en coalición con la ultraderecha, se ha sumado al frente europeo de la política de mano dura contra la inmigración y el asilo. La crisis abierta en la UE por esta cuestión a raíz de los cambios registrados en Alemania e Italia ha sido recibida en Viena como un espaldarazo a su restrictiva, insolidaria y antieuropea visión del fenómeno.
Días antes del Consejo Europeo de finales de junio, los ministros del Interior de Italia, Alemania y Austria coordinaron su acción. Poco después, Viena, presidenta de turno de la UE, daba su apoyo a las intransigentes posiciones del grupo de Visegrado (Polonia, Hungría, República Checa y Eslovaquia). El resultado es que Austria, veterano y rico miembro de la Unión, amenaza con colaborar activamente en el entierro de principios fundamentales de la UE y en dinamitar el espacio Schengen. La decisión alemana de controlar su frontera sur permite a Viena, ha dicho el canciller, Sebastian Kurz, “tomar medidas para evitar consecuencias negativas para Austria y para su gente”. Kurz propone a sus socios europeos deslocalizar de la Unión toda petición de asilo y ha alertado de la ideología liberticida y violenta a la que son sensibles, afirma, muchos extranjeros.
El país que acogió con los brazos abiertos a miles de refugiados sirios en 2015 ha dado un giro radical que preocupa hondamente en Bruselas e inquieta incluso en el Partido Popular Europeo, al que pertenece Kurz. Pero lo cierto es que la deriva austriaca se produce en una Europa mucho más tolerante que hace un par de décadas con la xenofobia y los ataques a los derechos humanos. Entonces, la mera posibilidad de que el ultraderechista Partido de la Libertad (FPÖ) de Jörg Haider entrase en el Gobierno motivó sanciones diplomáticas contra Austria. Hoy, esa misma formación está en el poder aplicando sus inaceptables criterios.
https://elpais.com/elpais/2018/07/05/opinion/1530812646_708858.html
Días antes del Consejo Europeo de finales de junio, los ministros del Interior de Italia, Alemania y Austria coordinaron su acción. Poco después, Viena, presidenta de turno de la UE, daba su apoyo a las intransigentes posiciones del grupo de Visegrado (Polonia, Hungría, República Checa y Eslovaquia). El resultado es que Austria, veterano y rico miembro de la Unión, amenaza con colaborar activamente en el entierro de principios fundamentales de la UE y en dinamitar el espacio Schengen. La decisión alemana de controlar su frontera sur permite a Viena, ha dicho el canciller, Sebastian Kurz, “tomar medidas para evitar consecuencias negativas para Austria y para su gente”. Kurz propone a sus socios europeos deslocalizar de la Unión toda petición de asilo y ha alertado de la ideología liberticida y violenta a la que son sensibles, afirma, muchos extranjeros.
El país que acogió con los brazos abiertos a miles de refugiados sirios en 2015 ha dado un giro radical que preocupa hondamente en Bruselas e inquieta incluso en el Partido Popular Europeo, al que pertenece Kurz. Pero lo cierto es que la deriva austriaca se produce en una Europa mucho más tolerante que hace un par de décadas con la xenofobia y los ataques a los derechos humanos. Entonces, la mera posibilidad de que el ultraderechista Partido de la Libertad (FPÖ) de Jörg Haider entrase en el Gobierno motivó sanciones diplomáticas contra Austria. Hoy, esa misma formación está en el poder aplicando sus inaceptables criterios.
https://elpais.com/elpais/2018/07/05/opinion/1530812646_708858.html
ANTERIORES
sábado, 14 de julio de 2018
_- Despilfarro. Una cantidad cercana a los 90.000 millones de euros ¿Geografía del despilfarro o secuestro de la política pública?
_- Federico Aguilera Klink
Rebelión
Hace unas semanas, varios medios de comunicación han destacado la publicación de un estudio titulado “Aproximación a la Geografía del despilfarro en España: balance de las últimas dos décadas”, realizado por varios geógrafos, investigadores de distintas Universidades, destacando el elevado volumen de despilfarro cercano a los 90.000 millones de euros. (http://dx.doi.org/10.21138/bage.2533) En el estudio citado se distingue entre el despilfarro, “El despilfarro significa estrictamente la falta de eficiencia, esto es, la ejecución de tareas a un coste mayor al mínimo posible, supone una disminución del PIB o un incremento de los costes operativos para conseguir el mismo PIB” y la corrupción, “La corrupción es la utilización, con medios ilegales o cuanto menos alegales, del sector público para beneficio privado ”.
Aunque el estudio presenta bastantes limitaciones, me parece que la principal es la citada distinción que, además, impide una estimación creíble del saqueo público, aunque 90.000 millones en 20 años es mucho, la cifra real tiene que ser mucho más elevada. Si entiendo bien, resulta que el despilfarro sería una cuestión técnica (falta de eficiencia) mientras que la corrupción sería la utilización del sector público en beneficio privado, algo que no cuantifica el estudio. Sin embargo, esta distinción no resulta clara ni esclarecedora puesto que despilfarro también es asignar y desperdiciar fondos públicos en Proyectos innecesarios que se sabe de antemano que son innecesarios (puesto que no van a resolver ningún problema que esté bien definido) y que, además, van a incurrir en sobrecostes adicionales como modus operandi. Por eso entiendo que el despilfarro no es solo una cuestión de eficiencia en la ejecución de un proyecto sino, con anterioridad, destinar fondos a proyectos innecesarios lo que hace inevitable la fusión entre despilfarro y corrupción. Una contabilidad adecuada de estos conceptos nos daría una cantidad varias veces superior a la que maneja el estudio.
Por ejemplo, el citado estudio en su Tabla 5, estima el gasto público en infraestructuras en Canarias, comprometido de “forma inadecuada” (véase la delicadeza del término) en 89,5 millones de euros entre 1995 y 2016. Si tenemos en cuenta que solo la construcción del innecesario e inútil puerto de Granadilla costó oficialmente más de 400 millones de euros https://www.diagonalperiodico.net/global/puerto-granadilla-disparate-urbanistico-400-millones-euros.html parece claro que las cuentas fallan estrepitosamente. Y fallan porque la distinción entre despilfarro y corrupción es irrelevante. Si tenemos en cuenta el enorme listado de obras innecesarias construídas en Canarias, y si asumimos que lo mismo ocurre en el resto de las Comunidades Autónomas, el estudio se desinfla por falta de claridad intelectual y esos 90.000 millones que tanto asustan podrían convertirse como mínimo en 900.000.
Sólo hace falta prestar atención a El Roto para entender el modus operandi de gobiernos y constructoras.
En uno de sus dibujos, El Roto hace decir a un personaje, “En cuanto hayamos terminado de crear el problema, impulsaremos la solución”.
Este breve texto de El Roto tiene, en mi opinión, la sabiduría de plantear perfectamente el problema.
Y el problema consiste en que no nos preguntamos ¿Cuál es el problema?
Y, desde mi punto de vista, el problema es que el capitalismo “contemporáneo” no puede funcionar sin el saqueo de lo público, de ahí que los gobiernos dediquen amplios esfuerzos a disfrazar las decisiones que toman para que parezcan que van en beneficio del interés general (solucionan problemas que construyen de manera ficticia) mientras en términos amplios obedecen las directrices de los grandes grupos empresariales y financieros. En otras palabras la cuestión clave consiste en estudiar quién determina realmente la política real y el uso de lo público, tanto del presupuesto público como de la configuración del marco institucional y en beneficio de quién se configura.
En este sentido, hablar de obras públicas sin estudiar a fondo el papel de SEOPAN, la Asociación de Empresas Constructoras y Concesionarias de infraestructuras (que solo se menciona una vez en el estudio y de pasada) es ignorar un actor clave en el estudio del problema.
“¿Quién financia al poder político?" En definitiva, el que paga, manda. Repasemos ahora las páginas de los diarios económicos: una y otra vez Seopan, la patronal de la construcción, presiona al Gobierno para que no caiga el volumen de dinero que recibe del erario público. Una parte de ese dinero viene de las grandes obras hidráulicas. Por tanto, ¿van a tolerar que monsergas de racionalidad, científicas o de gestión seria, amenacen sus intereses creados? Estos intereses seguirán dañando nuestra economía y nuestro medio ambiente si no acabamos con el 'golpismo hidráulico' que gobierna nuestra política del agua y que tiene no tanques, sino excavadoras, tomando el país. (La dictadura de las constructoras. Carlos De Prada, 1997).
¿Cómo explicar que Jaume Matas, ministro de Medio Ambiente con Aznar (y ahora en la cárcel), presente en 2001 su Plan Hidrológico Nacional en la sede de SEOPAN en Murcia? ¿Es que no había un local más adecuado o es que era precisamente el adecuado? Este planteamiento no es nuevo ni es conspiranoico sino que refleja una realidad bien estudiada y asentada.
Así, Bent Flyvbjerg, uno de los autores citados en el estudio de los geógrafos (pero cuya profundidad y lucidez ignoran) que está además considerado, y lo es, como la gran autoridad mundial en cuestión de megaproyectos, afirma desde su enorme experiencia en este campo, "Lo más perturbador no son las estimaciones individuales de los proyectos que son falsas, sino la enorme dimensión alcanzada por el comportamiento de buscadores de rentas seguido por las empresas que ha secuestrado y sustituído la consecución del bien público en este campo tan importante y caro de la política así como los elevados costes que este comportamiento impone sobre la sociedad (…) La política pública –para que merezca ese nombre- presupone una noción de bien público. Cuando esta noción es secuestrada, es la propia política la que está secuestrada. En lugar de ella, lo que tenemos es uno de los mayores socavamientos de la democracia: la institución pública usada para el beneficio privado. Cualquier sociedad que quiera mantenerse como tal tendrá que prevenir dicho secuestro y restaurar la distinción fundamental entre el bien público y el interés privado (Flyvbjerg, Design by Deception. The Politics of Megaproject Approval, 2005)".
Por eso, en otro de sus trabajos, Flyvbjerg ironiza con su ‘Ecuación de los megaproyectos’, que refleja perfectamente la fusión entre despilfarro, corrupción y secuestro de la política pública, ya que muestra cómo se “construye el problema” que la “política” tiene que “resolver”:
ECUACIÓN DE LOS MEGAPROYECTOS
1. SOBREESTIMACIÓN DE BENEFICIOS
+
2. SUBESTIMACIÓN DE COSTES
+
3. IGNORANCIA DE LOS IMPACTOS AMBIENTALES
+
4. VIABILIDAD DEL PROYECTO
Fuente: Flyvbjerg B., Megaprojects and Risk. An Anatomy of Ambition (2005)
Que esto lleva ocurriendo en España desde hace mucho tiempo es algo obvio, otra cosa es nuestra capacidad para hacernos preguntas relevantes y ver lo evidente, algo no demasiado bien visto en el ámbito académico. De hecho Joaquín Costa, notario aragonés, en su Oligarquía y caciquismo (1901) explicaba con claridad el sometimiento del Parlamento a los intereses de la oligarquía. Ahora es igual de claro pero más sutil o disfrazado, a veces. Un ejemplo más reciente sobre esta vinculación entre política y negocios característica del capitalismo y de la democracia actual fue el nombramiento de David Taguas, Director de la Oficina Económica del Presidente del Gobierno, es decir de Zapatero, como presidente de la patronal de las grandes constructoras SEOPAN. Dicho con más claridad, Taguas pasa, de un día para otro, de ser Director de la Oficina Económica de Zapatero a ser presidente de SEOPAN. Es el periodista Ernesto Ekaizer, en su libro “Indecentes. Crónica de un atraco perfecto (2012)”, el que señala cómo Zapatero le pidió a Miguel Sebastián (Ministro de Industria) que hiciera gestiones para situar a Taguas en el sector privado, colocándole como presidente de Seopan.
El 'favor' de colocar a Taguas en Seopan se puede entender mejor si aclaramos que Zapatero presentó en la Moncloa el 11 de Julio de 2005, quizás para calmar a las empresas constructoras por el 'recorte' del trasvase del Ebro, el PEIT, plan especial de infraestructuras y transporte 2005-2020, dotado con una inversión de 248.892 millones de €. Entre los invitados a esa presentación, “…la flor y nata de las constructoras: Florentino Pérez (ACS), Ignacio Entrecanales (Acciona), Luis del Rivero (Sacyr), Isidre Fainé (Abertis), Joaquín Ayuso (Ferrovial). La patronal estaba representada por Juan Lazcano (CNC) y Enrique Aldama (Seopan), y los sindicatos por Cándido Méndez (UGT) e Ignacio Fernández Toxo (CC OO)" . Otra presentación muy original pues parece hecha para contentar a las constructoras y no a los hipotéticos beneficiarios (usuarios) de esas obras, que quizás eran las propias constructoras, de acuerdo con lo que hemos visto. http://elpais.com/diario/2005/07/12/espana/1121119202_850215.html
Termino con una cita muy clara sobre la política hidrológica (el resto de las políticas de Obras Públicas sigue el mismo patrón) que muestra el secuestro de la política pública.
"La administración hidráulica española tiene una larga tradición en correr tupidos velos sobre los reiterados fracasos que se han construido y se siguen construyendo en toda la geografía nacional… la lista de proyectos ruinosos y de presupuestos millonarios dilapidados sería interminable…Los verdaderos ganadores del PHN están donde siempre han estado. Son los dos grandes agentes económicos que controlan tradicionalmente la política hidráulica en España: el grupo de las grandes constructoras y el de las eléctricas" Antonio Estevan. "El Plan Hidrológico Nacional: destapando la olla". Archipiélago, 2004 .
Para profundizar en esta línea se puede ir al enlace adjunto o al libro titulado ‘Economía, poder y megaproyectos’ (2009), coordinado por José Manuel Naredo y yo.
http://revistaeconomiacritica.org/sites/default/files/revistas/n17/02_Aguilera_Politica_hidrologica.pdf
Federico Aguilera Klink es Catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de La Laguna
Rebelión
Hace unas semanas, varios medios de comunicación han destacado la publicación de un estudio titulado “Aproximación a la Geografía del despilfarro en España: balance de las últimas dos décadas”, realizado por varios geógrafos, investigadores de distintas Universidades, destacando el elevado volumen de despilfarro cercano a los 90.000 millones de euros. (http://dx.doi.org/10.21138/bage.2533) En el estudio citado se distingue entre el despilfarro, “El despilfarro significa estrictamente la falta de eficiencia, esto es, la ejecución de tareas a un coste mayor al mínimo posible, supone una disminución del PIB o un incremento de los costes operativos para conseguir el mismo PIB” y la corrupción, “La corrupción es la utilización, con medios ilegales o cuanto menos alegales, del sector público para beneficio privado ”.
Aunque el estudio presenta bastantes limitaciones, me parece que la principal es la citada distinción que, además, impide una estimación creíble del saqueo público, aunque 90.000 millones en 20 años es mucho, la cifra real tiene que ser mucho más elevada. Si entiendo bien, resulta que el despilfarro sería una cuestión técnica (falta de eficiencia) mientras que la corrupción sería la utilización del sector público en beneficio privado, algo que no cuantifica el estudio. Sin embargo, esta distinción no resulta clara ni esclarecedora puesto que despilfarro también es asignar y desperdiciar fondos públicos en Proyectos innecesarios que se sabe de antemano que son innecesarios (puesto que no van a resolver ningún problema que esté bien definido) y que, además, van a incurrir en sobrecostes adicionales como modus operandi. Por eso entiendo que el despilfarro no es solo una cuestión de eficiencia en la ejecución de un proyecto sino, con anterioridad, destinar fondos a proyectos innecesarios lo que hace inevitable la fusión entre despilfarro y corrupción. Una contabilidad adecuada de estos conceptos nos daría una cantidad varias veces superior a la que maneja el estudio.
Por ejemplo, el citado estudio en su Tabla 5, estima el gasto público en infraestructuras en Canarias, comprometido de “forma inadecuada” (véase la delicadeza del término) en 89,5 millones de euros entre 1995 y 2016. Si tenemos en cuenta que solo la construcción del innecesario e inútil puerto de Granadilla costó oficialmente más de 400 millones de euros https://www.diagonalperiodico.net/global/puerto-granadilla-disparate-urbanistico-400-millones-euros.html parece claro que las cuentas fallan estrepitosamente. Y fallan porque la distinción entre despilfarro y corrupción es irrelevante. Si tenemos en cuenta el enorme listado de obras innecesarias construídas en Canarias, y si asumimos que lo mismo ocurre en el resto de las Comunidades Autónomas, el estudio se desinfla por falta de claridad intelectual y esos 90.000 millones que tanto asustan podrían convertirse como mínimo en 900.000.
Sólo hace falta prestar atención a El Roto para entender el modus operandi de gobiernos y constructoras.
En uno de sus dibujos, El Roto hace decir a un personaje, “En cuanto hayamos terminado de crear el problema, impulsaremos la solución”.
Este breve texto de El Roto tiene, en mi opinión, la sabiduría de plantear perfectamente el problema.
Y el problema consiste en que no nos preguntamos ¿Cuál es el problema?
Y, desde mi punto de vista, el problema es que el capitalismo “contemporáneo” no puede funcionar sin el saqueo de lo público, de ahí que los gobiernos dediquen amplios esfuerzos a disfrazar las decisiones que toman para que parezcan que van en beneficio del interés general (solucionan problemas que construyen de manera ficticia) mientras en términos amplios obedecen las directrices de los grandes grupos empresariales y financieros. En otras palabras la cuestión clave consiste en estudiar quién determina realmente la política real y el uso de lo público, tanto del presupuesto público como de la configuración del marco institucional y en beneficio de quién se configura.
En este sentido, hablar de obras públicas sin estudiar a fondo el papel de SEOPAN, la Asociación de Empresas Constructoras y Concesionarias de infraestructuras (que solo se menciona una vez en el estudio y de pasada) es ignorar un actor clave en el estudio del problema.
“¿Quién financia al poder político?" En definitiva, el que paga, manda. Repasemos ahora las páginas de los diarios económicos: una y otra vez Seopan, la patronal de la construcción, presiona al Gobierno para que no caiga el volumen de dinero que recibe del erario público. Una parte de ese dinero viene de las grandes obras hidráulicas. Por tanto, ¿van a tolerar que monsergas de racionalidad, científicas o de gestión seria, amenacen sus intereses creados? Estos intereses seguirán dañando nuestra economía y nuestro medio ambiente si no acabamos con el 'golpismo hidráulico' que gobierna nuestra política del agua y que tiene no tanques, sino excavadoras, tomando el país. (La dictadura de las constructoras. Carlos De Prada, 1997).
¿Cómo explicar que Jaume Matas, ministro de Medio Ambiente con Aznar (y ahora en la cárcel), presente en 2001 su Plan Hidrológico Nacional en la sede de SEOPAN en Murcia? ¿Es que no había un local más adecuado o es que era precisamente el adecuado? Este planteamiento no es nuevo ni es conspiranoico sino que refleja una realidad bien estudiada y asentada.
Así, Bent Flyvbjerg, uno de los autores citados en el estudio de los geógrafos (pero cuya profundidad y lucidez ignoran) que está además considerado, y lo es, como la gran autoridad mundial en cuestión de megaproyectos, afirma desde su enorme experiencia en este campo, "Lo más perturbador no son las estimaciones individuales de los proyectos que son falsas, sino la enorme dimensión alcanzada por el comportamiento de buscadores de rentas seguido por las empresas que ha secuestrado y sustituído la consecución del bien público en este campo tan importante y caro de la política así como los elevados costes que este comportamiento impone sobre la sociedad (…) La política pública –para que merezca ese nombre- presupone una noción de bien público. Cuando esta noción es secuestrada, es la propia política la que está secuestrada. En lugar de ella, lo que tenemos es uno de los mayores socavamientos de la democracia: la institución pública usada para el beneficio privado. Cualquier sociedad que quiera mantenerse como tal tendrá que prevenir dicho secuestro y restaurar la distinción fundamental entre el bien público y el interés privado (Flyvbjerg, Design by Deception. The Politics of Megaproject Approval, 2005)".
Por eso, en otro de sus trabajos, Flyvbjerg ironiza con su ‘Ecuación de los megaproyectos’, que refleja perfectamente la fusión entre despilfarro, corrupción y secuestro de la política pública, ya que muestra cómo se “construye el problema” que la “política” tiene que “resolver”:
ECUACIÓN DE LOS MEGAPROYECTOS
1. SOBREESTIMACIÓN DE BENEFICIOS
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2. SUBESTIMACIÓN DE COSTES
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3. IGNORANCIA DE LOS IMPACTOS AMBIENTALES
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4. VIABILIDAD DEL PROYECTO
Fuente: Flyvbjerg B., Megaprojects and Risk. An Anatomy of Ambition (2005)
Que esto lleva ocurriendo en España desde hace mucho tiempo es algo obvio, otra cosa es nuestra capacidad para hacernos preguntas relevantes y ver lo evidente, algo no demasiado bien visto en el ámbito académico. De hecho Joaquín Costa, notario aragonés, en su Oligarquía y caciquismo (1901) explicaba con claridad el sometimiento del Parlamento a los intereses de la oligarquía. Ahora es igual de claro pero más sutil o disfrazado, a veces. Un ejemplo más reciente sobre esta vinculación entre política y negocios característica del capitalismo y de la democracia actual fue el nombramiento de David Taguas, Director de la Oficina Económica del Presidente del Gobierno, es decir de Zapatero, como presidente de la patronal de las grandes constructoras SEOPAN. Dicho con más claridad, Taguas pasa, de un día para otro, de ser Director de la Oficina Económica de Zapatero a ser presidente de SEOPAN. Es el periodista Ernesto Ekaizer, en su libro “Indecentes. Crónica de un atraco perfecto (2012)”, el que señala cómo Zapatero le pidió a Miguel Sebastián (Ministro de Industria) que hiciera gestiones para situar a Taguas en el sector privado, colocándole como presidente de Seopan.
El 'favor' de colocar a Taguas en Seopan se puede entender mejor si aclaramos que Zapatero presentó en la Moncloa el 11 de Julio de 2005, quizás para calmar a las empresas constructoras por el 'recorte' del trasvase del Ebro, el PEIT, plan especial de infraestructuras y transporte 2005-2020, dotado con una inversión de 248.892 millones de €. Entre los invitados a esa presentación, “…la flor y nata de las constructoras: Florentino Pérez (ACS), Ignacio Entrecanales (Acciona), Luis del Rivero (Sacyr), Isidre Fainé (Abertis), Joaquín Ayuso (Ferrovial). La patronal estaba representada por Juan Lazcano (CNC) y Enrique Aldama (Seopan), y los sindicatos por Cándido Méndez (UGT) e Ignacio Fernández Toxo (CC OO)" . Otra presentación muy original pues parece hecha para contentar a las constructoras y no a los hipotéticos beneficiarios (usuarios) de esas obras, que quizás eran las propias constructoras, de acuerdo con lo que hemos visto. http://elpais.com/diario/2005/07/12/espana/1121119202_850215.html
Termino con una cita muy clara sobre la política hidrológica (el resto de las políticas de Obras Públicas sigue el mismo patrón) que muestra el secuestro de la política pública.
"La administración hidráulica española tiene una larga tradición en correr tupidos velos sobre los reiterados fracasos que se han construido y se siguen construyendo en toda la geografía nacional… la lista de proyectos ruinosos y de presupuestos millonarios dilapidados sería interminable…Los verdaderos ganadores del PHN están donde siempre han estado. Son los dos grandes agentes económicos que controlan tradicionalmente la política hidráulica en España: el grupo de las grandes constructoras y el de las eléctricas" Antonio Estevan. "El Plan Hidrológico Nacional: destapando la olla". Archipiélago, 2004 .
Para profundizar en esta línea se puede ir al enlace adjunto o al libro titulado ‘Economía, poder y megaproyectos’ (2009), coordinado por José Manuel Naredo y yo.
http://revistaeconomiacritica.org/sites/default/files/revistas/n17/02_Aguilera_Politica_hidrologica.pdf
Federico Aguilera Klink es Catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de La Laguna
Da Vinci no fue un oscuro notario más porque era un hijo bastardo”. El autor de 'Steve Jobs' e 'Innovadores' publica una nueva y brillante aproximación al genio del Renacimiento
De haber nacido dentro del matrimonio que Piero, su padre, contrajo con Albiera, una rica heredera florentina, Leonardo da Vinci hubiera tenido que seguir la línea familiar que entroncaba con su tatarabuelo. “Suerte que era bastardo. Se habría convertido en un oscuro notario más”, comenta Walter Isaacson, su biógrafo más reciente.
Menos mal… El 15 de abril de 1452, el abuelo Antonio anotaba: “Me nació un nieto… Le pusieron de nombre Leonardo”. Su madre, Caterina, era una campesina del pueblo sobre la que algunos conjeturaron que se trataba de una esclava árabe, incluso china. Gracias a ese detalle, el niño quedaba fuera de todo derecho –que no atención- por parte paterna y podía recibir una educación más heterogénea. Así, y con una curiosidad compulsiva, paso a paso, nació uno de los escasos y más asombrosos genios de la innovación y el arte que ha parido la humanidad.
Y un referente para el mundo de hoy, sostiene Isaacson. La luz con que se iluminó Steve Jobs, otro de sus personajes contados en una obra de referencia, lo mismo que Albert Einstein, Benjamín Franklin o Henry Kissinger. Hombres que de algún modo u otro, entre hallazgos, ímpetu y obsesiones, cambiaron el mundo en que vivían. No siempre para bien. “La biografía es un género efectivo para contar qué nos ocurre”, asegura el autor en Madrid, donde ha venido a presentar el libro publicado por Debate.
Da Vinci se erige en el más audaz modelo renacentista. “Un hombre que supo de qué manera ciencia y arte andan absolutamente conectados. Alguien que aparece en uno de esos cruces dentro de la historia en que se da un avance crucial. En su caso, cuando se entremezclan grandes enigmas de la astronomía, la ingeniería, la anatomía y el arte con la aparición de la imprenta. En Jobs ocurre justo cuando tres inventos que nacen por separado, la computación, la red y el microchip, explotan y transforman nuestras vidas”, afirma Isaacson.
EL PÉNDULO DE LA DEMOCRACIA Y PEDRO SÁNCHEZ
Aparte de biógrafo, Walter Isaacson ha sido durante 16 años presidente del Instituto Aspen. “Una de las personas que han colaborado con nosotros es hoy presidente del Gobierno en España: Pedro Sánchez”. El líder socialista ha participado en algún encuentro promovido por esta organización que analiza liderazgos y mezcla disciplinas para tratar de comprender el mundo de hoy. Isaacson ha dejado el cargo en mayo. Pero llega a España desde Italia, donde ha quedado preocupado por el ascenso del populismo. No sólo ahí. También en Hungía, Polonia, Reino Unido. España es hoy una excepción al resto”. Y eso que Isaacson llega convenientemente espantado de la América de Trump. Y entonando una especie de mea culpa colectivo: “Durante muchos años, la globalización y el desarrollo de las nuevas tecnologías, que yo he visto como un progreso, han dejado de lado a las clases medias y desfavorecidas. Estamos pagando esas consecuencias de desatención. Pero la democracia es un péndulo. Y en Estados Unidos hemos vivido épocas peores, como el macartismo o la caza de brujas. Pasará”. Lo malo es lo que se lleva en medio por delante. ¿Tendrá remedio? -
Ninguna disciplina le resultaba ajena. Y de los genes notariales adaptó algo crucial para sus métodos: la anotación constante por escrito en miles de páginas. “El papel es tecnología punta. Con Leonardo he conseguido algo que no había logrado con Steve Jobs. Ni los ingenieros de su equipo pudieron recuperar miles de correos que me hubieran ayudado a escribir su biografía por un fallo en el sistema. Sin embargo, los cuadernos de Leonardo ahí siguen, 500 años después”.
Llenos de dibujos con lo que pudo llevar a cabo o lo que sencillamente soñó. Ahí radica la clave de lo que debe acompañar al genio. El trabajo en equipo: “Las mentes capaces de crear ideas innovadoras deben contar con alguien que las lleve a cabo, sino, sencillamente, se quedan en alucinación”, asegura Isaacson. Pero en el caso de Leonardo se daba todo: la capacidad visionaria llevada a la práctica, la adelantada y aplicada por otros siglos después, el estudio pormenorizado de la anatomía, la astronomía, la geología, la óptica, la perspectiva, la geometría, las matemáticas cara a confluir en los dos campos en que se consideraba imbatible: la ingeniería y el arte.
De hecho, según fuera el caso, daba prioridad a una sobre otra. Cuando de Florencia quiso salir, agobiado por la presión de los encargos, pidió trabajo en Milán. Pasó del reino de los Medicis al de los Sforza. En una carta donde compila sus habilidades destaca la pericia para construir armas, puentes, presas… “Además pinto…”, añade al final. Le contrataron como productor de espectáculos. “Deseaba ir a Milán para ampliar sus estudios en una universidad más abierta, conocer y rodearse de nuevos talentos que le hicieran aprender matemáticas, anatomía, botánica…”.
Nada en vano. Aquellos biógrafos que se desesperan con la teórica dispersión en tantos campos de Leonardo, se equivocan, según Isaacson. Todo confluye en su arte. Y concretamente en el misterio de una obra maestra, la Mona Lisa. “La pintó durante 16 años. Murió con ella al lado. No la dio por concluida. Todos los conocimientos del funcionamiento del cuerpo y la naturaleza, los mecanismos del sistema nervioso que producen la sonrisa acaban en este cuadro. Eso es lo que marca la diferencia. Ahí vemos su genio”.
También comprendemos la obsesión del poder por atraerlo a su órbita. La capacidad de adaptarse a sus mecenas fue otro de los rasgos distintivos de su figura. Elegante y atractivo, seductor y llamativo. Arreglado a la última moda, con un toque estrambótico de artista sin complejos, ropajes empedrados y túnicas rosáceas. Transparente y cabal en la valentía con que vivió su homosexualidad frente al caso más atormentado de su paisano y oponente florentino, Miguel Ángel, Da Vinci era toda una leyenda ya en vida.
No sólo anduvo a expensas de los Medicis en Florencia y los Sforza en Milán. Sirvió en un triángulo diabólico a los Borgia en época de Maquiavelo. “Pero acabó espantado de aquello. No siempre el poder congrega a los mejores para que sirvan a buenos propósitos”, comenta Isaacson. Da Vinci supo apartarse de ese círculo y acabar en un ambiente más noble, junto a Francisco I de Francia: “Era un rey muy refinado. Quiso introducir en la corte lo mejor del espíritu florentino renacentista y contrató a Leonardo”.
Allí llegó, más avejentado a sus 65 años de lo que aparentaba para su edad. Se instaló y se convirtió en uno de los personajes más influyentes del trono. No sólo por su pericia práctica en la ingeniería, el arte y la arquitectura. El rey lo admiraba como filósofo. En Ambois murió, cuentan que en brazos del monarca. El arte de Ingres, tiempo después, así lo plasmó. Pero como gran parte de su vida, salvo lo que se empeñó en dejar bien cotejado sobre un papel, aquello es un misterio.
https://elpais.com/cultura/2018/06/04/actualidad/1528128156_899203.html
Menos mal… El 15 de abril de 1452, el abuelo Antonio anotaba: “Me nació un nieto… Le pusieron de nombre Leonardo”. Su madre, Caterina, era una campesina del pueblo sobre la que algunos conjeturaron que se trataba de una esclava árabe, incluso china. Gracias a ese detalle, el niño quedaba fuera de todo derecho –que no atención- por parte paterna y podía recibir una educación más heterogénea. Así, y con una curiosidad compulsiva, paso a paso, nació uno de los escasos y más asombrosos genios de la innovación y el arte que ha parido la humanidad.
Y un referente para el mundo de hoy, sostiene Isaacson. La luz con que se iluminó Steve Jobs, otro de sus personajes contados en una obra de referencia, lo mismo que Albert Einstein, Benjamín Franklin o Henry Kissinger. Hombres que de algún modo u otro, entre hallazgos, ímpetu y obsesiones, cambiaron el mundo en que vivían. No siempre para bien. “La biografía es un género efectivo para contar qué nos ocurre”, asegura el autor en Madrid, donde ha venido a presentar el libro publicado por Debate.
Da Vinci se erige en el más audaz modelo renacentista. “Un hombre que supo de qué manera ciencia y arte andan absolutamente conectados. Alguien que aparece en uno de esos cruces dentro de la historia en que se da un avance crucial. En su caso, cuando se entremezclan grandes enigmas de la astronomía, la ingeniería, la anatomía y el arte con la aparición de la imprenta. En Jobs ocurre justo cuando tres inventos que nacen por separado, la computación, la red y el microchip, explotan y transforman nuestras vidas”, afirma Isaacson.
EL PÉNDULO DE LA DEMOCRACIA Y PEDRO SÁNCHEZ
Aparte de biógrafo, Walter Isaacson ha sido durante 16 años presidente del Instituto Aspen. “Una de las personas que han colaborado con nosotros es hoy presidente del Gobierno en España: Pedro Sánchez”. El líder socialista ha participado en algún encuentro promovido por esta organización que analiza liderazgos y mezcla disciplinas para tratar de comprender el mundo de hoy. Isaacson ha dejado el cargo en mayo. Pero llega a España desde Italia, donde ha quedado preocupado por el ascenso del populismo. No sólo ahí. También en Hungía, Polonia, Reino Unido. España es hoy una excepción al resto”. Y eso que Isaacson llega convenientemente espantado de la América de Trump. Y entonando una especie de mea culpa colectivo: “Durante muchos años, la globalización y el desarrollo de las nuevas tecnologías, que yo he visto como un progreso, han dejado de lado a las clases medias y desfavorecidas. Estamos pagando esas consecuencias de desatención. Pero la democracia es un péndulo. Y en Estados Unidos hemos vivido épocas peores, como el macartismo o la caza de brujas. Pasará”. Lo malo es lo que se lleva en medio por delante. ¿Tendrá remedio? -
Ninguna disciplina le resultaba ajena. Y de los genes notariales adaptó algo crucial para sus métodos: la anotación constante por escrito en miles de páginas. “El papel es tecnología punta. Con Leonardo he conseguido algo que no había logrado con Steve Jobs. Ni los ingenieros de su equipo pudieron recuperar miles de correos que me hubieran ayudado a escribir su biografía por un fallo en el sistema. Sin embargo, los cuadernos de Leonardo ahí siguen, 500 años después”.
Llenos de dibujos con lo que pudo llevar a cabo o lo que sencillamente soñó. Ahí radica la clave de lo que debe acompañar al genio. El trabajo en equipo: “Las mentes capaces de crear ideas innovadoras deben contar con alguien que las lleve a cabo, sino, sencillamente, se quedan en alucinación”, asegura Isaacson. Pero en el caso de Leonardo se daba todo: la capacidad visionaria llevada a la práctica, la adelantada y aplicada por otros siglos después, el estudio pormenorizado de la anatomía, la astronomía, la geología, la óptica, la perspectiva, la geometría, las matemáticas cara a confluir en los dos campos en que se consideraba imbatible: la ingeniería y el arte.
De hecho, según fuera el caso, daba prioridad a una sobre otra. Cuando de Florencia quiso salir, agobiado por la presión de los encargos, pidió trabajo en Milán. Pasó del reino de los Medicis al de los Sforza. En una carta donde compila sus habilidades destaca la pericia para construir armas, puentes, presas… “Además pinto…”, añade al final. Le contrataron como productor de espectáculos. “Deseaba ir a Milán para ampliar sus estudios en una universidad más abierta, conocer y rodearse de nuevos talentos que le hicieran aprender matemáticas, anatomía, botánica…”.
Nada en vano. Aquellos biógrafos que se desesperan con la teórica dispersión en tantos campos de Leonardo, se equivocan, según Isaacson. Todo confluye en su arte. Y concretamente en el misterio de una obra maestra, la Mona Lisa. “La pintó durante 16 años. Murió con ella al lado. No la dio por concluida. Todos los conocimientos del funcionamiento del cuerpo y la naturaleza, los mecanismos del sistema nervioso que producen la sonrisa acaban en este cuadro. Eso es lo que marca la diferencia. Ahí vemos su genio”.
También comprendemos la obsesión del poder por atraerlo a su órbita. La capacidad de adaptarse a sus mecenas fue otro de los rasgos distintivos de su figura. Elegante y atractivo, seductor y llamativo. Arreglado a la última moda, con un toque estrambótico de artista sin complejos, ropajes empedrados y túnicas rosáceas. Transparente y cabal en la valentía con que vivió su homosexualidad frente al caso más atormentado de su paisano y oponente florentino, Miguel Ángel, Da Vinci era toda una leyenda ya en vida.
No sólo anduvo a expensas de los Medicis en Florencia y los Sforza en Milán. Sirvió en un triángulo diabólico a los Borgia en época de Maquiavelo. “Pero acabó espantado de aquello. No siempre el poder congrega a los mejores para que sirvan a buenos propósitos”, comenta Isaacson. Da Vinci supo apartarse de ese círculo y acabar en un ambiente más noble, junto a Francisco I de Francia: “Era un rey muy refinado. Quiso introducir en la corte lo mejor del espíritu florentino renacentista y contrató a Leonardo”.
Allí llegó, más avejentado a sus 65 años de lo que aparentaba para su edad. Se instaló y se convirtió en uno de los personajes más influyentes del trono. No sólo por su pericia práctica en la ingeniería, el arte y la arquitectura. El rey lo admiraba como filósofo. En Ambois murió, cuentan que en brazos del monarca. El arte de Ingres, tiempo después, así lo plasmó. Pero como gran parte de su vida, salvo lo que se empeñó en dejar bien cotejado sobre un papel, aquello es un misterio.
https://elpais.com/cultura/2018/06/04/actualidad/1528128156_899203.html
Carlo Rovelli: “La diferencia entre pasado y futuro es un juego”. Experto en gravedad cuántica de bucles, el físico y reputado divulgador publica 'El orden del tiempo', un ensayo en el que aborda uno de los grandes misterios de la humanidad.
Carlo Rovelli (Verona, 1956) es más que un divulgador científico. Primero, porque es un físico de primera línea, uno de los fundadores de la llamada “gravedad cuántica de bucles”. Y segundo, porque la suya es una divulgación que podríamos llamar lírica.
Sus libros son auténticos ensayos poéticos y filosóficos, donde desvela los arcanos de la ciencia al profano entre citas de Marcel Proust y Grateful Dead. En el último, El orden del tiempo (Anagrama), aborda uno de los grandes misterios de la humanidad.
Rovelli nos recibe en un apartamento sobre la legendaria librería Shakespeare and Co., cedido por la propia librería, donde se aloja durante unos días en París. Para alguien que permanentemente conecta la literatura con la física no es un mal lugar.
PREGUNTA. ¿Disponemos de las palabras adecuadas para explicar las complejidades de la física?
RESPUESTA. No, y este es el problema. Pero toda la historia de la cultura consiste en aprender a decir cosas que éramos incapaces de decir. En el libro hablo del texto de la Antigüedad que dice que “abajo está arriba y arriba está abajo”. El autor se está peleando con las palabras para decir que la Tierra era redonda, y que arriba y abajo significaban cosas distintas en función de donde esté.
P. Su libro sugiere que nuestro lenguaje se fundamenta en ilusiones: arriba y abajo, de pasado y futuro. ¿No habría que inventar otro lenguaje?
R. No podemos salirnos del lenguaje, estamos dentro de él. Hay que hacerlo con lo que tenemos. Y el lenguaje cambia: palabras nuevas, significados nuevos. “Quien dice que la ciencia quiere llegar a una descripción final del mundo no la ha entendido bien”
P. El arriba y abajo ya lo hemos entendido. Pero ¿y el ahora?
R. El ahora es local y no global. Y esto es difícil digerirlo.
P. El ahora de usted, en este momento mismo, es una pequeña fracción de tiempo diferente del mío.
R. Así es. Pero a esta distancia la diferencia es negligible. A otra más grande no. Cuando los humanos comiencen a viajar en el espacio, cuando tengamos la costumbre de que mi padre se marche de viaje y él vuelva y yo sea viejo y él tenga la misma edad, entonces cambiará la manera de ver el tiempo. Veremos que no tiene sentido decir “¿qué hace papá ahora?” si está muy muy lejos. No significa nada.
P. ¿Por qué usted sería más viejo que su padre?
R. Estamos acostumbrados a ver que el tiempo transcurre a la misma velocidad en todos los lugares del mundo. Si mi padre tiene 25 años más que yo, siempre tendrá 25 años más. Pero esta concordancia sólo se debe a que vivimos en el mismo lugar y no viajamos demasiado rápido: en general, el tiempo transcurre a velocidades distintas en lugares distintos y según lo rápido que viajemos. Si mi padre viaja muy rápido, el tiempo pasa más lento para él y envejece más lentamente que yo. Así que cuando él todavía sea joven podrá reencontrarse conmigo cuando yo ya sea viejo. Estas distorsiones del tiempo, previstas por la teoría de la relatividad, se observan hoy rutinariamente en los laboratorios.
P. ¿Qué significa la frase de Anaximandro que da título a su libro?
R. La frase completa dice: “Las cosas se transforman una en otra según necesidad y se hacen mutuamente justicia según el orden del tiempo”. Ahí está la idea de entender el mundo en su evolución, su cambio. Pero lo que quería decir exactamente no lo sé. Incluso la traducción exacta de la palabra griega “orden” puede ser diferente.
P. No existe el tiempo, sino el cambio.
R. Sí, pero la ausencia de tiempo no quiere decir que todo esté congelado y bloqueado. Esto no es la ausencia del tiempo, sino la glorificación del tiempo. Si nada cambia, el tiempo pasa y las cosas siguen iguales, y el tiempo está separado de las cosas.
P. ¿Es lo que Newton decía?
R. Mientras la teoría de Newton funcionó bien, adoptamos todos la idea del tiempo externo que pasaba. Pero ha mostrado sus límites. Mercurio no gira en torno al Sol según las ecuaciones de Newton. Y cuando intentamos mejorarla, con la teoría de Einstein, nos damos cuenta de que este tiempo absoluto y fijo no es un buen instrumento para entender el mundo. Así que volvemos a la idea prenewtoniana de un tiempo que es cambio. “Cuando los humanos comiencen a viajar al espacio, cambiará la manera de ver el tiempo”
P. ¿Aristóteles?
R. Sí. La realidad es cambio, son cosas que ocurren, y medir esto es el tiempo. Es distinto del tiempo universal y absoluto, que es matemático y es el mismo para todo el mundo. Aristóteles dice: hay cosas que ocurren —el Sol en torno a la Tierra, por ejemplo— y yo mido: una, dos, tres vueltas. Y esto es el tiempo: medir el tiempo.
P. Cuando las cosas cambian, hay un pasado, un presente y un futuro.
R. Las cosas cambian, así que hay una distinción entre el antes y el después. Pero todas las ecuaciones que hemos descubierto y que describen este cambio no diferencian entre pasado y futuro. Si algo puede ocurrir así [Rovelli dibuja con el gesto una flecha imaginaria en una dirección], también pueden ocurrir así [Rovelli dibuja con el gesto una flecha imaginaria en la dirección opuesta]. El problema que sigue abierto es de dónde viene la diferencia entre pasado y futuro: por qué las dos direcciones no son iguales. Parece evidente que el pasado es diferente del futuro: el pasado lo conocemos, el futuro no. Pero cuando miramos de cerca, esta diferencia parece desaparecer.
P. ¿Podríamos acordarnos del futuro? El sentido común dice que no.
R. El sentido común está basado en el hecho de que tenemos mucha información sobre el pasado y muy poca sobre el futuro. Si nos fijamos bien, es más complicado: hay muchas cosas del pasado que no conocemos y otras de futuro que sí. Lo que ocurre es que el pasado es más conocido que el futuro. Y la razón tiene que ver con el orden y el desorden, con esta extraña propiedad de las cosas en el pasado que parecen haber sido más ordenadas: la entropía. Y esto es lo que nos permite tener más información sobre el pasado: hay rastro, memoria. Pero nos preguntamos por qué en la dirección de lo que llamamos pasado hay orden, y no lo sabemos. La idea que abordo en el libro es que este orden en el pasado no está en el mundo, sino en nuestra mirada. La diferencia entre pasado y futuro es un juego entre el mundo y nosotros. No es que el mundo sea así: es un juego, como la rotación del cielo, en el que de lo que se trata no es del cielo, sino del juego entre nosotros y el cielo. “Nos interesa la apertura de espíritu, saber que hay cosas que no conocemos aún y descubrirlas”
P. Para entender el tiempo, ¿habría que hacer más neurociencia que física?
R. Gran parte de la confusión es que mezclamos las cosas, proyectamos en la física cosas que no le corresponden. Esto es azul, esto es rojo: el espacio de colores lo conocemos bien. Rojo, azul y amarillo. Pero no tiene nada que ver con el mundo: son nuestros ojos, que tienen tres tipos de receptores diferentes. El mundo no está coloreado en rojo, azul, amarillo. Es decir, lo hemos entendido todo sobre el color y su estructura, pero no como propiedad del mundo, sino como propiedad de nuestros ojos.
P. ¿Y esto vale para el tiempo?
R. Es similar. Hay que separar lo que es la física fundamental y lo que son nuestros ojos y nuestro cerebro.
P. ¿Hay una verdad detrás del velo de la subjetividad, de las ilusiones?
R. La pregunta sobre la verdad final detrás de todos los velos no es una buena pregunta y a fin de cuentas no nos interesa. Lo que nos interesa es la apertura de espíritu, saber que hay muchas cosas que no conocemos aún y descubrirlas. Después, en cada momento de nuestra vida, nuestra historia y nuestra cultura, intentamos organizar de la mejor manera posible nuestra comprensión del mundo. Y nunca es definitivo. Quizá es porque soy cada vez más viejo, pero la idea de “dónde está la verdad final” la encuentro cada vez menos interesante.
P. Pero ¿la ciencia no tiene por objetivo precisamente intentar llegar a esta verdad?
R. La ciencia es la respuesta a la curiosidad que se abre ante nosotros. Quien dice que la ciencia quiere llegar a una descripción final del mundo no la ha entendido bien. Casi es lo contrario. La ciencia ha sido siempre la reacción en contra de la idea de que tenemos la verdad final, plantearse siempre preguntas. Buscar la verdad final es una manera de bloquear las preguntas.
El orden del tiempo. Carlo Rovelli. Traducción de Francisco José Ramos Mena. Anagrama, 2018. 182 páginas. 16,90 euros.
EL SECRETO ES ENTENDER, EXPLICAR, NO ABURRIR
Carlo Rovelli: “La diferencia entre pasado y futuro es un juego”
JAVIER SAMPEDRO
Que un libro de ciencia se traduzca a 40 idiomas y se venda como churros es un fenómeno extraordinario. Eso es lo que ocurrió con Siete breves lecciones de física, el anterior libro de Carlo Rovelli, y la razón de las expectativas sobre su recién editado El orden del tiempo (ambos en Anagrama).
¿A qué se debe este frenesí lector sobre algunas de las cuestiones más endiabladamente difíciles del conocimiento humano?
Sobre el papel, la divulgación científica se cimienta en tres puntales muy simples: entender, explicar y no aburrir. Pero la vida real no discurre sobre un papel, y hacer bien esas tres cosas resulta extraordinariamente difícil. Rovelli alcanza la excelencia en todas ellas. Como otros grandes divulgadores contemporáneos —Brian Greene, Lawrence Krauss, Sean Carroll—, es un destacado físico teórico, una subespecie humana dedicada en cuerpo y alma a entender los estratos más profundos de la realidad, a bregar con sus paradojas, guerrear con sus contradicciones, hallar una luz al final del túnel de sus misterios. Son gente acostumbrada a pensar con una profundidad penetrante y fértil. Gente especializada en entender lo más difícil.
Quizá son los otros dos puntos —explicar y no aburrir— los que hacen más especial aún a Rovelli. Porque a la claridad imprescindible en este negocio, el físico veronés añade una voluntad literaria, una vis casi poética, que convierte sus libros en unos objetos raros y preciosos, unas obras poco comunes en el género de la popularización científica. Su transparencia expositiva se basa a menudo en brillantes metáforas, en imágenes reveladoras y en una intuición aguda de lo que necesitamos los lectores para enfrentarnos al vértigo metafísico que nos plantea la física actual. Y, desde luego, no aburre nunca. No hay en su libro un solo párrafo, ni una sola frase, que no contenga un ángulo interesante, una paradoja desconcertante, una explicación luminosa.
Einstein hizo una advertencia esencial sobre los libros de ciencia para el lector general: “Hay que simplificar todo lo posible, pero ni un milímetro más”. Este es quizás el equilibrio más delicado que debe practicar un escritor científico. En toda su inextricable complejidad, la ciencia es incomprensible para el lector general (por eso los científicos pasan toda su vida formándose). Es imprescindible, por tanto, simplificar la cuestión, pero sin hacerlo hasta tal extremo que el resultado sea una caricatura o, peor aún, una mentira. Rovelli es un maestro en sostenerse sobre ese filo cortante y salir indemne.
“Quizás una de las raíces profundas de la ciencia sea también la poesía: saber ver más allá de lo visible”, escribe Rovelli. Vean también cómo describe al descubridor de la entropía, Ludwig Boltzmann: “Hombre de corazón tierno que oscila entre la exaltación y la depresión. Bajo, robusto, de cabello oscuro y rizado, su novia lo llamaba ‘mi dulce y querido gordinflón”. O la paradoja central que vertebra el libro: “La diferencia entre pasado y futuro —entre causa y efecto, entre memoria y esperanza, entre remordimiento e intención— no existe en las leyes elementales que describen los mecanismos del mundo”. Este estilo no cuadra con el cliché del sabio bondadoso y despistado que solo sabe expresarse mediante ecuaciones.
https://elpais.com/cultura/2018/06/27/babelia/1530115711_759225.html
Sus libros son auténticos ensayos poéticos y filosóficos, donde desvela los arcanos de la ciencia al profano entre citas de Marcel Proust y Grateful Dead. En el último, El orden del tiempo (Anagrama), aborda uno de los grandes misterios de la humanidad.
Rovelli nos recibe en un apartamento sobre la legendaria librería Shakespeare and Co., cedido por la propia librería, donde se aloja durante unos días en París. Para alguien que permanentemente conecta la literatura con la física no es un mal lugar.
PREGUNTA. ¿Disponemos de las palabras adecuadas para explicar las complejidades de la física?
RESPUESTA. No, y este es el problema. Pero toda la historia de la cultura consiste en aprender a decir cosas que éramos incapaces de decir. En el libro hablo del texto de la Antigüedad que dice que “abajo está arriba y arriba está abajo”. El autor se está peleando con las palabras para decir que la Tierra era redonda, y que arriba y abajo significaban cosas distintas en función de donde esté.
P. Su libro sugiere que nuestro lenguaje se fundamenta en ilusiones: arriba y abajo, de pasado y futuro. ¿No habría que inventar otro lenguaje?
R. No podemos salirnos del lenguaje, estamos dentro de él. Hay que hacerlo con lo que tenemos. Y el lenguaje cambia: palabras nuevas, significados nuevos. “Quien dice que la ciencia quiere llegar a una descripción final del mundo no la ha entendido bien”
P. El arriba y abajo ya lo hemos entendido. Pero ¿y el ahora?
R. El ahora es local y no global. Y esto es difícil digerirlo.
P. El ahora de usted, en este momento mismo, es una pequeña fracción de tiempo diferente del mío.
R. Así es. Pero a esta distancia la diferencia es negligible. A otra más grande no. Cuando los humanos comiencen a viajar en el espacio, cuando tengamos la costumbre de que mi padre se marche de viaje y él vuelva y yo sea viejo y él tenga la misma edad, entonces cambiará la manera de ver el tiempo. Veremos que no tiene sentido decir “¿qué hace papá ahora?” si está muy muy lejos. No significa nada.
P. ¿Por qué usted sería más viejo que su padre?
R. Estamos acostumbrados a ver que el tiempo transcurre a la misma velocidad en todos los lugares del mundo. Si mi padre tiene 25 años más que yo, siempre tendrá 25 años más. Pero esta concordancia sólo se debe a que vivimos en el mismo lugar y no viajamos demasiado rápido: en general, el tiempo transcurre a velocidades distintas en lugares distintos y según lo rápido que viajemos. Si mi padre viaja muy rápido, el tiempo pasa más lento para él y envejece más lentamente que yo. Así que cuando él todavía sea joven podrá reencontrarse conmigo cuando yo ya sea viejo. Estas distorsiones del tiempo, previstas por la teoría de la relatividad, se observan hoy rutinariamente en los laboratorios.
P. ¿Qué significa la frase de Anaximandro que da título a su libro?
R. La frase completa dice: “Las cosas se transforman una en otra según necesidad y se hacen mutuamente justicia según el orden del tiempo”. Ahí está la idea de entender el mundo en su evolución, su cambio. Pero lo que quería decir exactamente no lo sé. Incluso la traducción exacta de la palabra griega “orden” puede ser diferente.
P. No existe el tiempo, sino el cambio.
R. Sí, pero la ausencia de tiempo no quiere decir que todo esté congelado y bloqueado. Esto no es la ausencia del tiempo, sino la glorificación del tiempo. Si nada cambia, el tiempo pasa y las cosas siguen iguales, y el tiempo está separado de las cosas.
P. ¿Es lo que Newton decía?
R. Mientras la teoría de Newton funcionó bien, adoptamos todos la idea del tiempo externo que pasaba. Pero ha mostrado sus límites. Mercurio no gira en torno al Sol según las ecuaciones de Newton. Y cuando intentamos mejorarla, con la teoría de Einstein, nos damos cuenta de que este tiempo absoluto y fijo no es un buen instrumento para entender el mundo. Así que volvemos a la idea prenewtoniana de un tiempo que es cambio. “Cuando los humanos comiencen a viajar al espacio, cambiará la manera de ver el tiempo”
P. ¿Aristóteles?
R. Sí. La realidad es cambio, son cosas que ocurren, y medir esto es el tiempo. Es distinto del tiempo universal y absoluto, que es matemático y es el mismo para todo el mundo. Aristóteles dice: hay cosas que ocurren —el Sol en torno a la Tierra, por ejemplo— y yo mido: una, dos, tres vueltas. Y esto es el tiempo: medir el tiempo.
P. Cuando las cosas cambian, hay un pasado, un presente y un futuro.
R. Las cosas cambian, así que hay una distinción entre el antes y el después. Pero todas las ecuaciones que hemos descubierto y que describen este cambio no diferencian entre pasado y futuro. Si algo puede ocurrir así [Rovelli dibuja con el gesto una flecha imaginaria en una dirección], también pueden ocurrir así [Rovelli dibuja con el gesto una flecha imaginaria en la dirección opuesta]. El problema que sigue abierto es de dónde viene la diferencia entre pasado y futuro: por qué las dos direcciones no son iguales. Parece evidente que el pasado es diferente del futuro: el pasado lo conocemos, el futuro no. Pero cuando miramos de cerca, esta diferencia parece desaparecer.
P. ¿Podríamos acordarnos del futuro? El sentido común dice que no.
R. El sentido común está basado en el hecho de que tenemos mucha información sobre el pasado y muy poca sobre el futuro. Si nos fijamos bien, es más complicado: hay muchas cosas del pasado que no conocemos y otras de futuro que sí. Lo que ocurre es que el pasado es más conocido que el futuro. Y la razón tiene que ver con el orden y el desorden, con esta extraña propiedad de las cosas en el pasado que parecen haber sido más ordenadas: la entropía. Y esto es lo que nos permite tener más información sobre el pasado: hay rastro, memoria. Pero nos preguntamos por qué en la dirección de lo que llamamos pasado hay orden, y no lo sabemos. La idea que abordo en el libro es que este orden en el pasado no está en el mundo, sino en nuestra mirada. La diferencia entre pasado y futuro es un juego entre el mundo y nosotros. No es que el mundo sea así: es un juego, como la rotación del cielo, en el que de lo que se trata no es del cielo, sino del juego entre nosotros y el cielo. “Nos interesa la apertura de espíritu, saber que hay cosas que no conocemos aún y descubrirlas”
P. Para entender el tiempo, ¿habría que hacer más neurociencia que física?
R. Gran parte de la confusión es que mezclamos las cosas, proyectamos en la física cosas que no le corresponden. Esto es azul, esto es rojo: el espacio de colores lo conocemos bien. Rojo, azul y amarillo. Pero no tiene nada que ver con el mundo: son nuestros ojos, que tienen tres tipos de receptores diferentes. El mundo no está coloreado en rojo, azul, amarillo. Es decir, lo hemos entendido todo sobre el color y su estructura, pero no como propiedad del mundo, sino como propiedad de nuestros ojos.
P. ¿Y esto vale para el tiempo?
R. Es similar. Hay que separar lo que es la física fundamental y lo que son nuestros ojos y nuestro cerebro.
P. ¿Hay una verdad detrás del velo de la subjetividad, de las ilusiones?
R. La pregunta sobre la verdad final detrás de todos los velos no es una buena pregunta y a fin de cuentas no nos interesa. Lo que nos interesa es la apertura de espíritu, saber que hay muchas cosas que no conocemos aún y descubrirlas. Después, en cada momento de nuestra vida, nuestra historia y nuestra cultura, intentamos organizar de la mejor manera posible nuestra comprensión del mundo. Y nunca es definitivo. Quizá es porque soy cada vez más viejo, pero la idea de “dónde está la verdad final” la encuentro cada vez menos interesante.
P. Pero ¿la ciencia no tiene por objetivo precisamente intentar llegar a esta verdad?
R. La ciencia es la respuesta a la curiosidad que se abre ante nosotros. Quien dice que la ciencia quiere llegar a una descripción final del mundo no la ha entendido bien. Casi es lo contrario. La ciencia ha sido siempre la reacción en contra de la idea de que tenemos la verdad final, plantearse siempre preguntas. Buscar la verdad final es una manera de bloquear las preguntas.
El orden del tiempo. Carlo Rovelli. Traducción de Francisco José Ramos Mena. Anagrama, 2018. 182 páginas. 16,90 euros.
EL SECRETO ES ENTENDER, EXPLICAR, NO ABURRIR
Carlo Rovelli: “La diferencia entre pasado y futuro es un juego”
JAVIER SAMPEDRO
Que un libro de ciencia se traduzca a 40 idiomas y se venda como churros es un fenómeno extraordinario. Eso es lo que ocurrió con Siete breves lecciones de física, el anterior libro de Carlo Rovelli, y la razón de las expectativas sobre su recién editado El orden del tiempo (ambos en Anagrama).
¿A qué se debe este frenesí lector sobre algunas de las cuestiones más endiabladamente difíciles del conocimiento humano?
Sobre el papel, la divulgación científica se cimienta en tres puntales muy simples: entender, explicar y no aburrir. Pero la vida real no discurre sobre un papel, y hacer bien esas tres cosas resulta extraordinariamente difícil. Rovelli alcanza la excelencia en todas ellas. Como otros grandes divulgadores contemporáneos —Brian Greene, Lawrence Krauss, Sean Carroll—, es un destacado físico teórico, una subespecie humana dedicada en cuerpo y alma a entender los estratos más profundos de la realidad, a bregar con sus paradojas, guerrear con sus contradicciones, hallar una luz al final del túnel de sus misterios. Son gente acostumbrada a pensar con una profundidad penetrante y fértil. Gente especializada en entender lo más difícil.
Quizá son los otros dos puntos —explicar y no aburrir— los que hacen más especial aún a Rovelli. Porque a la claridad imprescindible en este negocio, el físico veronés añade una voluntad literaria, una vis casi poética, que convierte sus libros en unos objetos raros y preciosos, unas obras poco comunes en el género de la popularización científica. Su transparencia expositiva se basa a menudo en brillantes metáforas, en imágenes reveladoras y en una intuición aguda de lo que necesitamos los lectores para enfrentarnos al vértigo metafísico que nos plantea la física actual. Y, desde luego, no aburre nunca. No hay en su libro un solo párrafo, ni una sola frase, que no contenga un ángulo interesante, una paradoja desconcertante, una explicación luminosa.
Einstein hizo una advertencia esencial sobre los libros de ciencia para el lector general: “Hay que simplificar todo lo posible, pero ni un milímetro más”. Este es quizás el equilibrio más delicado que debe practicar un escritor científico. En toda su inextricable complejidad, la ciencia es incomprensible para el lector general (por eso los científicos pasan toda su vida formándose). Es imprescindible, por tanto, simplificar la cuestión, pero sin hacerlo hasta tal extremo que el resultado sea una caricatura o, peor aún, una mentira. Rovelli es un maestro en sostenerse sobre ese filo cortante y salir indemne.
“Quizás una de las raíces profundas de la ciencia sea también la poesía: saber ver más allá de lo visible”, escribe Rovelli. Vean también cómo describe al descubridor de la entropía, Ludwig Boltzmann: “Hombre de corazón tierno que oscila entre la exaltación y la depresión. Bajo, robusto, de cabello oscuro y rizado, su novia lo llamaba ‘mi dulce y querido gordinflón”. O la paradoja central que vertebra el libro: “La diferencia entre pasado y futuro —entre causa y efecto, entre memoria y esperanza, entre remordimiento e intención— no existe en las leyes elementales que describen los mecanismos del mundo”. Este estilo no cuadra con el cliché del sabio bondadoso y despistado que solo sabe expresarse mediante ecuaciones.
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