lunes, 18 de septiembre de 2023

"Necesitamos recordarle a la gente que trabaja para un empleador, no al revés": el discurso de un millonario australiano sobre la "arrogancia de los trabajadores" que se volvió viral

Tim Gurner

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Tim Gurner habló en una reunión inmobiliaria a principios de esta semana.


Uno de los hombres más ricos de Australia se disculpó después de decir que el desempleo debería aumentar para recordar a los “trabajadores arrogantes” cuál es su lugar.

"Necesitamos ver dolor en la economía", había declarado Tim Gurner.

Pero el empresario dijo más tarde que “lamentaba profundamente" sus comentarios, que provocaron una reacción global.

Gurner ya había aparecido en los titulares anteriormente, cuando sugirió que los jóvenes no pueden permitirse comprar una vivienda porque gastan demasiado en tostadas con aguacate.

Ahora, el video de sus comentarios se volvió viral y atrajo más de 23 millones de visitas y fuertes críticas en línea.

En declaraciones durante una reunión inmobiliaria esta semana, el empresario de 41 años dijo que la pandemia de covid-19 había empeorado las actitudes y la ética laboral de los empleados, y puso a los albañiles como ejemplo.

Gurner, propietario de un gimnasio que se convirtió en magnate inmobiliario, afirmó que el cambio está afectando la productividad en el sector, lo cual, combinado con regulaciones más estrictas, está alimentando la escasez de viviendas en Australia.

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Los comentarios de Gurner se producen cuando muchas empresas están en una lucha con sus empleados por salarios y trabajo remoto.


El empresario propuso que la actual tasa de desempleo del país del 3,7% debería aumentar entre un 40% y un 50% para reducir la "arrogancia en el mercado laboral".

Eso haría que más de 200.000 personas perdieran sus empleos.

"Ha habido un cambio sistemático en el que los empleados sienten que el empleador tiene mucha suerte de contar con ellos", afirmó Gurner.

"Necesitamos recordarle a la gente que trabajan para el empleador y no al revés".

Pero más tarde, Gurner dijo en una publicación en LinkedIn que había hecho "algunos comentarios sobre el desempleo y la productividad en Australia que lamento profundamente y que estaban equivocados".

Dijo que había "conversaciones importantes que mantener en este entorno de alta inflación, presiones sobre los precios de la vivienda y los alquileres debido a la falta de oferta, y otros problemas del costo de vida".

Agregó que sus comentarios eran "profundamente desconsiderados" hacia los empleados, comerciantes y familias "de toda Australia" que se ven afectados por las presiones del costo de vida y la pérdida de empleos.

Gurner dijo también que entendía que la pérdida de un empleo "tiene un impacto profundo" en los trabajadores "y lamento sinceramente que mis palabras no transmitieran empatía por quienes se encuentran en esa situación".

Reacción negativa

La retractación de Gurner de sus comentarios se produce en un momento en que muchas empresas están en una lucha con el personal por cuestiones como el trabajo remoto y los salarios.

El cambio de actitud hacia el empleo también es un tema de debate generalizado en las redes sociales, lo que ha dado lugar a hashtags como "renuncia silenciosa", un término que intenta plasmar la decisión de ceñirse estrictamente a las funciones del puesto y no hacer más por los jefes y la empresa; y el de “trabajos de chicas perezosas”, que se refiere a puestos flexibles y bien remunerados que ofrecen un mayor equilibrio entre el trabajo y la vida personal.

Los comentarios anteriores de Gurner, que fueron compartidos por Australian Financial Review (AFR), que organizó la reunión, generaron críticas en plataformas de redes sociales como X (antes Twitter), TikTok y LinkedIn.

También fueron condenados por parlamentarios australianos de todos los sectores políticos.

El parlamentario laborista Jerome Laxale dijo que eran "comentarios que asociarías con un supervillano de dibujos animados", mientras que el parlamentario liberal Keith Wolahan dijo que "no podrían estar más desfasados".

"La pérdida de un empleo no es un número. Se trata de gente en la calle y dependiente de los bancos de alimentos", le dijo Wolahan a la AFR.

En Estados Unidos, la legisladora Alexandria Ocasio-Cortez también criticó al magnate inmobiliario.

"Recordemos que los principales directores ejecutivos han incrementado tanto su propio salario que la relación salarial de directores ejecutivos y trabajadores se encuentra ahora en uno de los niveles más altos jamás registrados", escribió en X.

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El cambio de actitud hacia el empleo ha dado lugar a hashtags como "renuncia silenciosa".


Pero otros, como el presidente del Consejo de Minerales de Australia, Andrew Michelmore, lo defendieron.

"Los empleados se han acostumbrado a ganar la misma cantidad de dinero pero no a trabajar las mismas horas", le dijo Michelmore a la AFR.

Gurner es el director ejecutivo y fundador de Gurner Group y tiene un patrimonio estimado de US$598 millones.

En el pasado habló sobre cómo los préstamos de su abuelo y exjefe lo ayudaron a comenzar como propietario de un negocio.

También anteriormente hizo comentarios controvertidos criticando a los jóvenes compradores de viviendas por sus hábitos de gasto.

En 2017 el empresario declaró que cuando estaba ahorrando para su primera casa, "no acostumbraba comprar aguacate molido por $19 dólares y cuatro cafés a $4 cada uno".

Esto generó un gran debate y llevó a que la BBC planteara la pregunta: ¿cuántas tostadas con aguacate se necesitarían realmente para pagar el depósito de una casa?

Resultó que en aquel momento en Londres los compradores habrían tenido que renunciar a 24.499 tostadas con aguacate. 

_- Capitalistas sin careta.

_- El millonario australiano Tim Gurner defiende un aumento del paro del 50% y “ver dolor en la economía”. Sus ideas han sido recibidas con furia, pero demuestran una comprensión precisa del sistema.

Dice el millonario australiano Tim Gurner que los trabajadores han cambiado durante la pandemia de la covid. “La gente decidió que no quería trabajar tanto y esto ha tenido un fuerte impacto en la productividad”. El consejero delegado de Gurner Group, una firma australiana especializada en el desarrollo de propiedades de lujo, sabe cómo acabar con ese grave problema de actitud: despedir a cantidades masivas de gente.

“Necesitamos que aumente el desempleo”, explicó el pasado martes en el escenario del Property Summit, un congreso local de la industria inmobiliaria. “En mi opinión, tiene que aumentar un 40-50%. Necesitamos ver dolor en la economía. Necesitamos recordar a la gente que son ellos los que trabajan para el empresario y no al revés”. Según Gurner, una temporada de despidos masivos es la receta infalible para equilibrar los costes del sector. Sus comentarios han trascendido a los medios y han sido recibidos con una mezcla de asombro, furia y estupefacción.

Es tan exótico y escandaloso que un empresario comparta públicamente sus honestas intenciones. El protocolo que siguen los directores ejecutivos desde hace más de una generación es anunciar compromisos con la sostenibilidad, el medio ambiente y el bienestar de los trabajadores que contradicen simultánea y generosamente en su gestión empresarial. Gurner ha sido inmediatamente penalizado por su candidez inoportuna y ha declarado que lamenta haber hablado de forma tan insensible. Sin embargo, su análisis demostraba una comprensión precisa del capitalismo. De hecho, está citando a Karl Marx.

En el primer tomo de El Capital, Marx explica que el capitalismo requiere de la existencia de muchos trabajadores en paro, un exceso imprescindible para que el mercado pueda mantener siempre los salarios por debajo de la productividad. Lo llama un ejército industrial de reserva, “un contingente disponible, que pertenece al capital de un modo tan absoluto como si se criase y se mantuviese a sus expensas”. La ruina de los pequeños agricultores, granjeros y artesanos desplazados por el capitalismo llenó las ciudades de pobreza, desesperación y podredumbre pero ¡su miseria es puro progreso! Este superávit de mano de obra es “la palanca de la acumulación capitalista” y “una de las condiciones de vida del modo capitalista de producción”.

El desempleo es una de las principales causas de lo que ahora se llaman “muertes por desesperación”. Un estudio basado en datos de la Oficina Australiana de Estadística estimó recientemente que, entre 2004 y 2016, el desempleo causó una media de 230 suicidios anuales, un total de más de 3.000 suicidios. En 2022, Australia tuvo el índice de desempleo más bajo de los últimos 48 años, pero, por suerte, el respiro se cortó a tiempo. El descenso fue tan inesperado que, como dicen algunos economistas, el banco central australiano tuvo que elevar fuertemente los tipos de interés.

El paro ha bajado en España. Sin embargo, en 2022 la tasa de paro de los hombres menores de 25 años fue la más alta de todos los países de la Europa y casi superior al doble de la media de la UE-27. La de las mujeres (un 30,8%) ocupa el segundo lugar más alto, por debajo de Grecia (38,8%) y más del doble de la media europea. Si Gurner y Marx están en lo cierto, eso explica por qué crece la brecha salarial entre España y el resto de Europa. Por qué los sueldos en España crecen menos de la mitad de la media de la UE. Tenemos un ejército industrial de reserva que ayuda a los empresarios a congelar las mejoras salariales mientras sus ganancias se disparan. El año pasado, el número de españoles que se considera de “clase baja” o “pobre” saltó del habitual 8% al 12,5%. Es el dato del CIS que refleja la “clase social subjetiva”. El dato objetivo de riesgo de pobreza es del 20,4%.

Tim Gurner es un producto típico del capitalismo tardío. Compró su primer negocio inmobiliario con dinero de su abuelo, pero dice que la gente que no puede comprarse una casa porque gasta demasiado dinero en brunch. Su último proyecto es un club privado llamado Saint Haven donde ofrece terapias de rejuvenecimiento de 250.000 dólares (unos 235.000 euros). Incluyen sesiones de crioterapia, cápsulas de oxígeno hiperbárico, terapia de luz roja, infusiones intravenosas y clases de ciclismo con el portador del maillot amarillo del Tour de Francia Simon Gerrans. La membresía cuesta entre 90 y 150 dólares semanales. El límite original de 500 socios se había superado antes de la inauguración.

Los socios llevan un anillo Oura para monitorizar su estado físico, una medalla de oro en el cuello y un brazalete negro para identificarse entre ellos fuera del recinto. “Será como una secta”, le explicó Tim Gurner a la revista Financial Review. “La gente que se apunta se toma muy en serio su cambio de vida”. Mientras tanto, hay dos millones y medio de australianos sin techo y una crisis que aumenta la cifra en 1.600 personas que acaban en la calle todos los meses. Todavía no han llegado al 50% de desempleo. Quizá entonces cambien finalmente de actitud.

Marta Peirano es especialista en tecnología y autora de El enemigo conoce el sistema y Contra el futuro (ambos en Debate)

La posguerra infinita

Durante décadas el imaginario moderno español se ha movido entre el hundimiento y la redención, es decir, entre la imposición de la dictadura en 1939 y la Transición democrática. En medio, 40 años nebulosos en los que se mezclan historia, memoria y propaganda. Varios libros recientes arrojan nueva luz sobre ese periodo sin caer en el descargo de conciencia ni en el ajuste de cuentas.


Venta de pan con cartilla de racionamiento en Madrid, en 1940.

Venta de pan con cartilla de racionamiento en Madrid, en 1940. EFE (EFE) En los últimos años ha aparecido un importante volumen de obras centradas, total o parcialmente, en la posguerra española. El dominio de la Guerra Civil se ha trasvasado al periodo inmediatamente posterior, consolidando la visión de una etapa nueva, mucho más compleja que la fijada en su relato fundacional. Emerge, desde la literatura y la historia, como ya lo había hecho antes en el cine o en el cómic, una posguerra infinita. El tiempo largo, de un país roto y deshecho, vuelve a ocupar, si alguna vez lo había dejado, nuestro imaginario colectivo. 

 Las razones de este fenómeno no son únicas y obedecen, como ya señalara Tony Judt en Postguerra, a la necesidad común de reconstruir la memoria familiar por encima de la historia oficial. El pasado sirve a esa obligación de reencontrarnos con nosotros mismos y reconfortarnos con nuestra sociedad. La diferencia en este punto resulta fundamental para entender el bum de la posguerra española, porque, en nuestro caso, seguimos buscando recuerdos comunes. 

Una mujer enferma de tuberculosis se refugia bajo una lona improvisada, en Barcelona en 1951.

 Una mujer enferma de tuberculosis se refugia bajo una lona improvisada, en Barcelona en 1951. HULTON-DEUTSCH COLLECTION (CORBI)

 El anhelo de un punto de origen compartido trata de suplir las carencias de una historia que desemboca, forzosamente, en la dictadura como hundimiento o en la Transición como salvación, resultados lógicos de una etapa en la que perdimos el rumbo, el epicentro como sociedad. Se buscan, por tanto, rutas que tiendan puentes al conocimiento de un pasado al que seguimos sin querer mirar a la cara. Historias hermanadas, silenciadas por el hambre y la tragedia. Y por la censura. Décadas de investigación en archivos, de remover montañas de papeles, han sacado a la luz un aluvión de fuentes y un sinfín de preguntas. Una vuelta atrás, una búsqueda del grial, de un mundo perdido, prohibido durante años, que solo es posible realizar, en definitiva, a través de los libros. 

Desde los comienzos de la democracia, el estudio de la Guerra Civil eclipsó todo lo demás, imponiendo la visión de un pasado atrasado y violento. Nuestra historia era una lucha de sucesivas guerras civiles. Su mayor reto, por ejemplo, a comienzos de los años ochenta, pasaba todavía por superar el debate, la guerra de cifras, de la naturaleza fratricida y violenta de los españoles. Los estudios locales y regionales, promovidos por las nuevas instituciones culturales autonómicas, siguieron centrados en el recuento de víctimas como base de memoriales o actos conmemorativos. Mantuvieron una historia de las dos Españas que había que equiparar para superar, pero, sobre todo, para no herir a nadie. Había una necesidad de sanar, de olvidar, de mirar hacia el futuro. Un discurso, originado en el franquismo y asumido durante la Transición, mantenido durante décadas en el mundo académico. Era el tiempo de las condenas morales de un pasado violento, que, en realidad, no explicaban nada. Nadie quería complicarse la vida con un tema tan espinoso. 

 Novelistas como Martínez de Pisón o Trapiello matizan en sus nuevos libros el relato heroico 

Este guion, más o menos preestablecido, se ha seguido respetando hasta hoy, aunque ya no se aplica como regla universal para entender la inmediata posguerra. La investigación y los estudios comparados han explorado con éxito esas otras rutas del camino de vuelta al pasado. Lecturas que parecían imposibles hace tan solo unos años marcan la pauta. Castillos de fuego (Seix Barral), la novela de Ignacio Martínez de Pisón, es quizás la advertencia más reciente de que la distancia que separaba ambos mundos, guerra y posguerra, era solo artificial. Un drama coral del miedo, la soledad, de una sociedad hundida y separada por la tragedia del peor de los conflictos civiles; nada más lejos que la memoria heroica del periodo que se alentaba hace tan solo una década. Sus personajes deambulan por el encierro permanente en el que se había convertido la sociedad española de vencedores y vencidos. 

 Un clima asfixiante recreado por un torrente de imágenes de archivo que nutre también Madrid 1945. La noche de los Cuatro Caminos (Destino), de Andrés Trapiello. Continuación de un trabajo iniciado 20 años atrás, muestra la inutilidad del sufrimiento desde el ángulo opuesto, desde la clandestinidad y su continua destrucción a manos de la Dirección General de Seguridad franquista. Quién podía pensar que los consejos de guerra, tan denostados hasta hace poco, se iban a convertir en una fuente inagotable para la reconstrucción de nuestra historia reciente. 

La huella imborrable que esos años dejó en varias generaciones, el trauma de aquellos niños que crecieron escuchando historias terribles en voz baja, se ha transformado en una suerte de escritura creativa, donde su propia experiencia aparece como la verdadera terapia de grupo. Esos antiguos susurros cobran nueva vida en una lectura compartida contra el odio que recorre nuestros días. Los libros de historia han llegado a la misma comprensión desde ángulos distintos, realzando una nueva planimetría de la posguerra. 

 Una generación de jóvenes historiadores, con una metodología renovada y un esfuerzo continuado, trabajan con una serie de hipótesis que, poco o nada, tienen que ver ya con el marco historiográfico de los años ochenta. Una mirada que deja atrás las querellas del fin de la guerra, las biografías o las memorias políticas que llenaron, durante mucho tiempo, el edificio político de una posguerra huérfana hoy de significados. 

La ciudad aparece como un universo inabarcable que emerge, crece y se expande, a través del dolor. Madrid, esa ciudad de un millón de muertos por la que sangró Dámaso Alonso en Hijos de la ira, revisitada desde La colmena a Tiempo de silencio, sigue siendo un escenario histórico inagotable. Del asedio, del heroico Madrid republicano, la Capital de la gloria, que describió Juan Eduardo Zúñiga, pasaría, sin solución de continuidad, a ser la gran metrópolis del fascismo. La obra de Pablo del Hierro Madrid. Metrópolis (neo)fascista (Crítica), que abarca cronológicamente hasta principios de los años ochenta, analiza de abajo arriba las sucesivas capas, desde la arquitectura a las redes políticas y financieras, que aseguraron ese paso trascendental de la mano del neofascismo de posguerra. El objetivo no es entender la victoria, que sería más bien un punto de llegada, sino la propia reconstrucción de posguerra y la consolidación de la dictadura. Un proceso dual alentado por el mayor esfuerzo represivo de la España contemporánea, que no puede entenderse sin el peso específico que estas redes ocuparon dentro de las familias de un régimen, oficialmente ya dirigido por “técnicos”. A pesar de que nada en el espacio público lo recuerde hoy, ha dejado múltiples huellas en el paisaje urbano, económico y social de la capital.

 Un análisis desde el subsuelo que también utiliza Daniel Oviedo en El enemigo a las puertas (Comares), pormenorizado estudio de las prácticas acusatorias, de las denuncias que presidieron la guerra y la posguerra. Su gran virtud, su enorme dificultad, pasa por convertir un minucioso trabajo sobre la figura de los chivatos, de los porteros, en un esfuerzo sostenido por la búsqueda de la supervivencia y del poder dentro de las clases populares. Una necesidad que ya advirtiera Baroja en la vida de los márgenes de principios del siglo XX, que fue llevada al límite durante los años treinta y cuarenta. Un libro que asume la necesidad, habitual en la historiografía de otros países, de evaluar las rupturas y continuidades tanto en los aparatos coercitivos como en las denuncias y otras prácticas acusatorias, más allá de los periodos estrictamente dictatoriales. 

El símbolo de la Falange y la palabra Alemania iluminados con motivo del cuarto aniversario del fin de la Guerra Civil, en la sede de la Secretaría General del Movimiento, en Madrid en 1943. El símbolo de la Falange y la palabra Alemania iluminados con motivo del cuarto aniversario del fin de la Guerra Civil, en la sede de la Secretaría General del Movimiento, en Madrid en 1943. WOLFGANG WEBER (ULLSTEIN BILD / (ULLSTEIN BILD VIA GETTY IAGES) 
La colaboración, la profunda relación con el Eje, venía de lejos; partía, en realidad, de un mapa que nos iguala, nos acerca a procesos similares en todo al escenario europeo. Hasta el momento, la historia del fascismo español permanecía unida a la efímera etapa azul del franquismo; etapa que se fue borrando, difuminando, como la conspiración judeomasónica o el saludo romano, a medida que los aliados avanzaban en todos los frentes. Marco da Costa, en La España nazi. Crónica de una colaboración ideológica e intelectual, 1931-1945 (Taurus), analiza esa relación desde el plano intelectual. Al igual que los trabajos anteriores, despliega una batería de pruebas documentales para indagar en los orígenes de una relación que era innombrable y quedó prohibida con posterioridad. Aquello nunca había ocurrido. Más allá de los préstamos ideológicos o las adaptaciones del lenguaje político que conocíamos, fomentadas, sobre todo, por el todopoderoso Serrano Suñer, el autor bucea en las negras y profundas aguas de los fantasmas patrios, a través de un sueño totalitario más arraigado de lo que parecía tras la fachada ideológica de un régimen antipolítico por naturaleza. 
Hasta la derrota alemana en Stalingrado, la España franquista fue claramente hitleriana 
Uno de los grandes hallazgos de este trabajo es demostrar que, hasta la derrota alemana en Stalingrado, la España franquista fue claramente hitleriana más que filonazi. A partir de esa fecha se inició una nueva coyuntura en la que el régimen español adoptaría otras etiquetas ideológicas, como la de “democracia orgánica”, que le permitiría pervivir en la posguerra europea, mostrar su neutralidad a toda costa e intentar olvidar su colaboracionismo con el Eje. Un lavado de imagen que fue llevado a cabo por la misma intelectualidad que, tan solo unos años antes, se había responsabilizado con orgullo de difundir el ideario nacionalsocialista entre la prensa y el mundo académico de la época.
Un papel, el del periodismo y la intelectualidad contrarrevolucionaria, falangista y tradicionalista, capaz de crear sus propios chivos expiatorios para asimilar, interpretar y propagar la ideología del Tercer Reich en España, a través de la literatura y el pensamiento en ese mismo marco de los años treinta y cuarenta. Un expurgo, una limpieza, que la depuración de la enseñanza y del mundo universitario permitieron prolongar y profundizar. Sobre todo, para aquellos que, gracias a la Junta de Ampliación de Estudios, habían convivido con aquel ambiente científico alemán que dotó de normalidad, desde los más diversos campos, como la política racial, la defensa jurídica de la comunidad o la destrucción de los enemigos internos, el ascenso y la consolidación del nazismo. Una relación que se tornó más que estrecha en el inmenso campo de pruebas táctico y tecnológico que la guerra de España abrió para los planes de Hitler." 
La historia de España que se enseña en las aulas no termina de incorporar estos y otros aspectos demostrados en la investigación reciente. La versión tradicional y heredada de la historia se ha resquebrajado, pero no se ha modificado del todo. La interiorización de esos cambios pasa por enfrentarnos a una memoria familiar heredada que, en realidad, desconocemos al completo. Al menos hasta mi generación, lo corriente y más habitual era escuchar que “de eso entonces no se hablaba”. 
Poco a poco, con el paso del tiempo, ha crecido el interés y se han ido llenando muchas de las lagunas sobre la posguerra y la vida cotidiana durante la dictadura. A través de un relato que hemos hecho coincidir con la versión oficial, la menos dolorosa o interesada en cada caso, nos hemos convencido de una historia sin conocer nada, realmente, de nuestro pasado común. Ese ha sido, tal vez, el precio más alto a pagar por el olvido, pero no ha sido el único.
 El panorama ha cambiado pero la posguerra sigue siendo una completa desconocida para la mayoría de nosotros. Se impuso una reinvención del pasado en todos los ámbitos, público y privado, cuyas consecuencias siguen hoy latentes. La mala memoria no es un mal solo del presente, es universal, y como demuestra la posguerra española contiene un elemento de supervivencia social. Cuando todo ese pasado desordenado aflora de manera interesada en el presente, las sociedades sucumben, vuelven a su lugar de origen, a sus tragedias más hondas. Su análisis ha necesitado muchas décadas para regresar a la luz de las fuentes y del conocimiento histórico. Un mundo que, más que nos pese, hasta el momento, no había sido estudiado desde su propio contexto y todavía se movía entre el ajuste de cuentas y el descargo de conciencia de sus protagonistas. Por muy verídicos y desinteresados que fueran sus testimonios, no tenían intención alguna de analizar su época, sino de ordenarla retrospectivamente a su favor. Las guerras de nuestros antepasados, como ya advirtiera Delibes, arrasan las sociedades, imponen sus imágenes, sus recuerdos, para dar forma a la posguerra. Sus restos afloran, hoy, a la superficie.  
Gutmaro Gómez Bravo es historiador. Autor de libros como "El exilio interior’ ‘Geografía humana de la represión franquista’." 
"https://elpais.com/babelia/2023-08-12/la-posguerra-infinita.html#?rel=lom">https://elpais.com/babelia/2023-08-12/la-posguerra-infinita.html#?

domingo, 17 de septiembre de 2023

_- La gran victoria sobre el fascismo. Discurso de Fidel (1975) durante el XXX aniversario de la derrota incondicional de la Alemania nazi



_- El 8 de mayo de 1945, a instancias de Stalin, se firma en Karlshorst (Berlín), la rendición incondicional de Alemania ante el mariscal Zhukov (URSS) y el subcomandante en jefe de las Fuerzas Expedicionarias Aliadas, el mariscal Tedder (RU), actuando como testigos el general Spaats (EEUU) y el general Latre de Tassigny (Francia).

En un momento como el actual, en el que se tiende a olvidar el papel del Ejército Rojo en la derrota del fascismo, es conveniente releer este discurso de Fidel Castro en el que deja meridianamente claro a quién le debemos la derrota del fascismo en Europa.

Querido compañero Nikita Tolubeev, Embajador de la URSS en Cuba;

queridos compañeros miembros de la delegación soviética al XXX Aniversario de la victoria sobre el fascismo;

Héroes de la Unión Soviética;

Asesores y técnicos soviéticos que desempeñan sus tareas en nuestra patria;

Queridos compañeros de la dirección del Partido y del Gobierno;

Queridos compañeros trabajadores:

Nuestro pueblo quiere rendir el tributo más profundo a esta histórica fecha.

Momento en el que el mariscal Zhukov lee el acta de rendición incondicional de los ejércitos del III Reich en Karlshorst (Berlín) el 8 de mayo de 1945. Créditos: Dominio Público

La propia Revolución nos ha enseñado a tener una valoración cabal de los acontecimientos históricos. Cuántas veces nos hemos reunido, en este mismo sitio, a recordar nuestra victoria de Girón, aquella batalla que duró tres días y que significó la muerte de más de 100 compatriotas.

No por su duración, ni por el número de hombres que murieron, podemos subestimar la enorme importancia de aquel hecho y los miles de vidas, los cientos de miles de vidas que se ahorraron a la patria en aquellos tres días, pues si el enemigo hubiese podido establecer una cabeza de playa firme y un gobierno contrarrevolucionario, con intervención de OEA y Estados Unidos, quién sabe cuán infinitos sacrificios habría significado para nuestro pueblo.

Pero nuestra propia experiencia sirve para dar una dimensión de lo que significó para la humanidad la victoria contra el fascismo, el aporte decisivo del pueblo soviético a esa victoria, los cuatro años de guerra y destrucción y los 20 millones de muertos para salvar a la humanidad del fascismo, para salvar a la humanidad del dominio universal del fascismo.

Podemos tener una idea de cuántos cientos de millones de vidas, cuánto horror y cuánta esclavitud, cuánto dolor y cuánto sufrimiento ahorró a la humanidad la victoria sobre el fascismo.

El fascismo surge en el mundo precisamente después de la Revolución de Octubre; el fascismo surge en el mundo como un instrumento contra el marxismo-leninismo. Fueron los países capitalistas y los países imperialistas los que crearon las condiciones para el surgimiento del fascismo en el mundo; y toda la campaña de los fascistas, desde que surgieron en Europa, se encaminaba hacia el anticomunismo, hacia el exterminio de los comunistas y hacia la destrucción de la Unión Soviética.

Una vez derrotada la primera intervención contra la Revolución de Octubre, comenzó a surgir con fuerza esta nefasta corriente política en Europa. El fascismo era la expresión más acabada del pensamiento reaccionario burgués e imperialista; y desde que Hitler salió a la palestra pública declaró sus propósitos de agredir un día a la Unión Soviética, proclamó sus doctrinas racistas y sus ideas acerca del exterminio de pueblos enteros, de la esclavización de decenas de millones de hombres y de las conquistas de nuevos territorios.

Hay que decir que toda la humanidad pagó muy caro este fenómeno político, que toda la humanidad pagó muy caro este engendro de los burgueses y del imperialismo, porque hasta los propios países capitalistas, en un momento determinado, se vieron agredidos por el fascismo.

Todos recordamos aquellos años trágicos que precedieron a la guerra; todos recordamos la política conciliacionista con el fascismo de los países capitalistas; todos recordamos el criminal reparto de Checoslovaquia, que fue desmembrada y repartida para satisfacer las ansias expansionistas del fascismo, claudicando vergonzosamente los gobiernos capitalistas frente a las exigencias de Hitler.

En el fondo, la política de aquellas potencias se encaminaba a lanzar al fascismo contra la Unión Soviética, a empujar a las hordas hitlerianas hacia la URSS.

Todos recordamos cómo comenzó en aquella época la guerra: con la invasión de Polonia, cuyo gobierno reaccionario de entonces prefirió los riesgos del aislamiento y de la agresión a la coordinación de su propia defensa con la Unión Soviética. Todos recordamos cómo, después de la invasión a Polonia, se inició la invasión a Noruega, de Holanda, de Bélgica, de Francia, de Dinamarca. Y recordamos también cómo los ejércitos de los países capitalistas se desplomaron prácticamente sin resistencia. En cuestión de días, en algunos casos, y en cuestión de semanas en otros, las naciones unas tras otras fueron derrotadas.

La noticia de que los tanques estaban a la retaguardia y los bombardeos aéreos, desmoralizaron totalmente a los ejércitos burgueses, que fueron incapaces de resistir la agresión hitleriana. Y cuando los fascistas tenían prácticamente dominada a Europa, con todos los recursos y la técnica de la economía europea, iniciaron en el mes de junio de 1941 el ataque cobarde y traicionero contra la Unión Soviética.

La Unión Soviética se había esforzado por preservar la paz, la Unión Soviética se había esforzado por reunir a todas las fuerzas antifascistas de Europa, la Unión Soviética se cansó de predicar incesantemente la necesidad de frenar el fascismo. Pero ello chocó contra la ceguera y la sordera de los dirigentes de los países capitalistas.

¿Qué ocurrió, en cambio, cuando se produce la invasión a la Unión Soviética? Todos sabemos la epopeya de Brest-Litovsk, de aquella fortaleza que durante semanas enteras, cuando las tropas nazis estaban ya en lo profundo de su retaguardia, resistió heroicamente, con un puñado de hombres, la embestida de una división entera.

¡El pueblo soviético no se desmoralizó, los soldados soviéticos no se desmoralizaron ni aun cuando los tanques y las tropas enemigas estaban a decenas de kilómetros en su retaguardia!

Los ejércitos de Hitler estaban acostumbrados a luchar contra regímenes sociales reaccionarios, contra regímenes sociales capitalistas, contra ejércitos burgueses. Y cuando se produce la agresión a la Unión Soviética, se encuentran por primera vez con un tipo de ejército diferente, con un tipo de soldado diferente, con un tipo de pueblo movido por otras motivaciones, y se encuentran desde el primer instante una resistencia encarnizada: ¡Los soldados soviéticos morían defendiendo sus posiciones! (APLAUSOS)

¡Los soldados soviéticos se negaban a rendirse, los soldados soviéticos no se dieron jamás por vencidos! Y cuando estaban cercados, una y otra vez atacaban y contraatacaban para tratar de abrirse paso. Y a pesar de los tremendos golpes que propinó la traición del enemigo en los primeros días de la guerra y en los primeros meses, en ningún instante aquel pueblo y aquel ejército se desmoralizaron.

¡El ejemplo de la Unión Soviética, y la epopeya de su Gran Guerra Patria, demuestran, en primerísimo lugar, la superioridad del sistema socialista (APLAUSOS), la fortaleza del sistema socialista y la fuerza de las ideas marxistas-leninistas! (APLAUSOS)

Las tropas nazis, acostumbradas a pasearse victoriosas por Europa, envanecidas de sus victorias, convencidas de la invencibilidad de sus tácticas de guerra relámpago, imaginaron también que la Unión Soviética se desplomaría, que Leningrado y Moscú serían tomados en cuestión de semanas, que la guerra relámpago triunfaría también allí. Y sin embargo, en todas partes encontraron una feroz resistencia. Se acercaron incluso a Leningrado, pero no pudieron tomar a la ciudad de Lenin (APLAUSOS). ¡Y el pueblo de Leningrado resistió el cerco fascista durante 900 días!

Si se analiza la historia de todas las guerras, será muy difícil encontrar una ciudad que haya resistido un cerco de 900 días. Morían los leningradenses de frío y de hambre, se desplomaban en las calles incesantemente bombardeadas por la artillería fascista; ¡pero los hombres y mujeres de Leningrado no se rendían! (APLAUSOS)

Se acercaron las tropas fascistas a Moscú con el grueso de sus fuerzas —como explicó el embajador soviético—, pero Moscú no pudo ser tomada, Moscú no se rendía, Moscú resistía, y no solo resistía sino que contraatacaba y tomaba la ofensiva (APLAUSOS).

Avanzaron el segundo año de guerra considerables fuerzas fascistas sobre Stalingrado, y se acercaron a Stalingrado, e incluso tomaron una parte de Stalingrado. Pero las tropas soviéticas, en unos cuantos cientos de metros entre la ciudad y el río, resistieron. ¡Y libraron allí la más grande batalla de la historia de las guerras!

En días recientes, precisamente el Primero de Mayo, tuvimos el honor de iniciar el desfile obrero en compañía de dos héroes soviéticos. Y entre ellos estaba el famoso sargento Pavlov (APLAUSOS), que durante 58 días, en una edificación semidestruida, con un puñado de hombres resistió a las tropas fascistas.

Stalingrado resistió. Stalingrado no se rindió. ¡Stalingrado inició precisamente el viraje de la guerra, aniquilando a uno de los más poderosos ejércitos de Hitler! (APLAUSOS)

De nuevo, en el tercer año de guerra, los fascistas trataron de tomar la iniciativa y reunieron poderosísimas fuerzas, otra vez en dirección a Moscú. Y se libra la famosa batalla del Arco de Kursk, que fue otro de los más encarnizados combates de la guerra, en que de nuevo las tropas fascistas se estrellan contra la heroica resistencia de los soldados soviéticos.

Y luego, cuando el ejército soviético toma la ofensiva, cuando llegó la hora de ajustar cuentas definitivamente, se inicia el avance hacia el territorio de los fascistas. Y se escriben páginas inmortales y gloriosas, en que sobresalen el heroísmo del soldado, el patriotismo del pueblo, la superioridad de la técnica y, sobre todo, la superioridad de los principios revolucionarios. Las tropas soviéticas no se detuvieron hasta el mismo corazón de la Alemania fascista, ¡hasta el mismo día que en la cúspide del Reichstag pusieron la gloriosa y victoriosa bandera del pueblo soviético! (APLAUSOS)

Alzando una bandera sobre el Reichstag, fotografía tomada por Yevgueni Jaldéi el 2 de mayo de 1945 en Berlín. Créditos: Dominio Público Estas extraordinarias hazañas se pueden tal vez enumerar en breves minutos, pero el caudal de esfuerzo, de heroísmo y sacrificio que implicaron no es fácil de medir.

¿Cómo pudo el pueblo soviético reaccionar, recuperarse de los golpes iniciales de más de 5 millones de soldados y la maquinaria bélica agresiva más poderosa que hasta entonces había conocido el mundo? ¿Cómo pudo aquel pueblo, en medio de aquel ataque, a pesar de la profundidad del avance de las tropas enemigas, a pesar de las enormes pérdidas materiales y humanas, recuperarse? Porque si grande fue la proeza de los soldados, extraordinariamente grande fue la proeza de todo el pueblo.

Ello se explica, en primer lugar, por la presencia de un partido aguerrido: el Partido de Lenin, el Partido Comunista de la Unión Soviética (APLAUSOS), organizador de la revolución, organizador de la construcción, organizador del pueblo y de las fuerzas armadas, organizador de la defensa de la patria socialista.

Suelen los hombres hablar de las grandes hazañas militares, pero junto con aquellas hazañas militares estuvieron las hazañas civiles, como fue, por ejemplo, el traslado de miles de fábricas a la retaguardia. El pueblo soviético, dirigido por el Partido, fue capaz de desarmar todas aquellas industrias que podían caer en manos del enemigo y que se necesitaban para la defensa de la patria, trasladarlas a la profunda retaguardia, y montar de nuevo aquellas fábricas en lugares donde en ocasiones no había ni una sola casa, no había una sola construcción; y echarlas a andar en cuestión de meses, ¡muchas veces en cuestión de semanas! Fábricas que tardan normalmente años en edificarse, comenzaron a producir a las pocas semanas de haber llegado a aquellos sitios las primeras máquinas.

¡La proeza de la economía soviética y de la población civil soviética estuvo a la altura del heroísmo de sus soldados!

En estepas cubiertas de nieve, sin calefacción alguna y muchas veces sin alimento, realizaban aquellas épicas tareas. Y es por eso que a pesar de la agresión fascista, a pesar del ataque artero, a pesar de las pérdidas iniciales, la industria soviética producía cada vez más tanques, mas aviones, mas fusiles, más cañones, más parque y más suministros de guerra.

¡Qué lejos estarían de pensar los generales fascistas, cuando sus tropas se acercaban a Leningrado o a Moscú o a Stalingrado, que algún día 40 000 cañones soviéticos estarían asaltando a Berlín! (APLAUSOS) Esta fue la inmensa, la gigantesca proeza del pueblo soviético en la Gran Guerra Patria.

No seríamos justos si negáramos los sacrificios que hicieron otros pueblos.

Nosotros escuchamos con mucha atención el brillante discurso del Embajador soviético. El recordaba, uno por uno, a todos los países que dieron una importante contribución a la victoria contra el fascismo. El recordaba el movimiento clandestino, a la resistencia, a la lucha abierta en otras ocasiones, y la contribución a la victoria de todas las fuerzas que participaron en la alianza antifascista. Justo es reconocerlo.

Pero el hecho cierto es que durante muchos años se trató de disminuir el rol extraordinario que había tenido la URSS en la victoria contra el fascismo. En Occidente se escribían muchos libros, muchas historias, se escribía sobre muchas batallas exaltando su participación en la guerra; incluso en Occidente se escribió mucho sobre las supuestas proezas militares de los propios generales fascistas.

Sin embargo, el hecho cierto, histórico, incuestionable es que fueron precisamente el pueblo y el ejército soviéticos quienes llevaron el peso fundamental y decisivo en la derrota del fascismo. Fue el pueblo soviético el que pagó el precio mayor, y el que realizó el aporte fundamental a la victoria. Sin ese aporte habría sido absolutamente imposible la derrota del fascismo. No se puede comparar la participación de ningún otro país al aporte soviético.

En Estados Unidos, por ejemplo, ni una sola ciudad fue ocupada por el enemigo, ni una sola casa fue destruida, ni una sola industria fue desmantelada. El pueblo norteamericano no conoció directamente los horrores de la guerra. La economía norteamericana prosperaba: las ganancias de las empresas norteamericanas durante la guerra sobrepasaron los 100 000 millones de dólares.

Cuando la guerra concluye, una gran parte de la industria y de la economía soviética estaba destruida; una gran parte de la riqueza del pueblo soviético había desaparecido en aras de la victoria contra el fascismo. Cuando la guerra concluye, casi todo el oro del mundo había ido a parar a Estados Unidos.

Y cuando la humanidad esperaba ansiosa un período de paz, surgen de nuevo los peligros de guerra: de nuevo el pueblo soviético se veía amenazado, centenares de bases militares agresivas fueron construidas alrededor de la Unión Soviética.

Durante muchos años el pueblo soviético se vio obligado a iniciar en condiciones muy duras el trabajo de la reconstrucción de su país, e incesantemente amenazados por armas nucleares y equipos militares de todo tipo. Se había iniciado la tenebrosa era de la guerra fría.

Pero no habían terminado, con la victoria sobre el fascismo, los grandes servicios que el pueblo soviético había prestado ya a la humanidad. Si su contribución a la victoria sobre el fascismo fue decisiva, su contribución a evitar una nueva guerra mundial, a preservar y a consolidar la paz del mundo ha sido también decisiva.

¡Con cuánto esfuerzo, con cuánto sacrificio de nuevo los soviéticos se vieron en la necesidad de construir la economía y fortalecer sus defensas, desarrollar la ciencia y la técnica militar para poder enfrentar los mortales peligros que los amenazaban!

Y así, al cabo de pocos años, ya los imperialistas no tenían el monopolio de las armas nucleares, ya no tenían el monopolio de las armas de destrucción en masa, ya no tenían la superioridad militar que les permitía imponer sus condiciones al mundo. Y de nuevo emergía un poder, de nuevo emergía un escudo poderoso entre los imperialistas y los pueblos del mundo, entre los propulsores de la guerra y los defensores de la paz.

¿Qué habría sido del destino de la humanidad? ¿Qué habría sido para todos los pueblos del mundo? ¿Qué habría significado la ausencia de esa fuerza, de ese escudo? Si de nuevo la humanidad no conoció los horrores de una guerra mundial, ello se debe a la política de paz y al poderío de la Unión Soviética (APLAUSOS).

El derrocamiento del fascismo creó condiciones nuevas para todo el mundo. Antes de la Segunda Guerra Mundial, si mirábamos los mapas de África, nos encontrábamos con que no había un solo pueblo libre en todo el continente africano; si mirábamos al continente asiático, veíamos que existían muy pocos pueblos que no estuvieran colonizados en aquel continente; si mirábamos a la América Latina, la veíamos absolutamente dominada por el imperialismo yanki. Unas pocas potencias se habían repartido el mundo, lo esclavizaban y lo explotaban.

Han pasado solo 30 años, y hoy podemos mirar, por ejemplo, los mapas de África. Y hay muy pocos, muy contados pueblos que no son todavía independientes. Decenas de nuevos países han surgido allí a la vida independiente en los últimos 30 años.

Si miramos al continente asiático, vemos que también decenas de países han arribado a la independencia nacional; si miramos a la América Latina, vemos también que los cambios se van produciendo, vemos un espíritu más independiente y más libre en los gobiernos de América Latina —al menos en una parte importante de ellos—, y vemos sobre todo a Cuba socialista (APLAUSOS).

¿Cómo habría sido posible este colosal movimiento de liberación mundial sin la Revolución de Octubre, sin la construcción de un Estado socialista poderoso, sin la victoria contra el fascismo, sin la reconstrucción de la Unión Soviética después de la guerra y su poderío técnico-militar, político y económico? ¿Qué habría ocurrido con todos los pueblos que aspiraban a ser independientes? ¿Cuántos crímenes no se habrían cometido contra ellos? ¿Cuántas invasiones, cuántas agresiones, cuánto napalm, cuántos explosivos, cuántas bombas, cuántos bombardeos habrían caído sobre ellos? ¿Es que acaso los imperialistas habrían de estar de acuerdo con la independencia de todos esos pueblos? ¿Es que acaso los imperialistas habrían de estar de acuerdo con la desaparición y el derrumbe del sistema colonial? ¿Es que los imperialistas habrían permitido la independencia de uno solo de estos pueblos? ¿Es que los imperialistas habrían ayudado a la liberación de uno solo de estos pueblos?

¿Sería posible concebir el mundo de hoy sin la Revolución de Octubre, la victoria heroica del pueblo soviético sobre el fascismo y el poderoso Estado socialista que hoy constituye la Unión Soviética? ¿Sería posible concebir la paz del mundo? ¿Sería posible haber impedido nuevas guerras mundiales?

En las luchas heroicas de todos los pueblos que han tenido que conquistar su independencia en estas décadas en medio de grandes sacrificios, ha estado siempre presente la solidaridad de la Unión Soviética y el campo socialista. En las luchas heroicas de los pueblos árabes por su independencia, en las luchas heroicas de los pueblos africanos, de las antiguas colonias portuguesas por su independencia, estaba presente, invariablemente, la solidaridad de la Unión Soviética y el campo socialista. En la lucha de todos los pueblos que se han levantado contra el imperialismo y por su independencia.

¿Y quiénes podemos saberlo mejor que nosotros? Nosotros, a 90 millas de Estados Unidos; nosotros, bloqueados económicamente durante casi 17 años; nosotros, a quienes se nos suprimió todos los suministros de equipos, de materias primas, y sobre todo de combustible. Nosotros, que cuando estábamos desarmados éramos incesantemente amenazados de agresiones. ¿Quién lo puede conocer mejor que nosotros que recibimos de la Unión Soviética las armas para defendernos de las agresiones (APLAUSOS), que recibimos las armas para resistir el ataque de Girón (APLAUSOS), que recibimos las armas para constituir un ejército poderoso con que defender las victorias del socialismo en nuestra patria? ¿Quién lo puede saber mejor que nosotros, que en estos 15 años hemos recibido más de 2 500 barcos cargados de petróleo? (APLAUSOS) ¡Nosotros, que en estos 15 años hemos recibido 80 millones de toneladas de petróleo soviético! (APLAUSOS) ¿Quién lo puede saber mejor que nosotros, que de la URSS hemos recibido tanta ayuda técnica, tantos créditos, tantas materias primas, tanta colaboración fraternal y generosa? ¿Quién puede saberlo mejor que nuestro pueblo? ¿Quién puede conocer mejor que nosotros el significado histórico de esta fecha?

¡Porque cuando los soviéticos luchaban y morían en Leningrado, en Moscú, en Stalingrado, en Kursk, en Berlín, estaban luchando y estaban muriendo también por nosotros! (APLAUSOS) Sus héroes son por tanto también nuestros héroes. Sus mártires son también nuestros mártires. ¡Su sangre es también nuestra sangre! (APLAUSOS)

¿Qué habría sido de los sacrificios inmensos de los pueblos sin la solidaridad y el apoyo de la Unión Soviética?

En días recientes hemos tenido el inmenso júbilo de presenciar esa hora histórica en que triunfa definitivamente la heroica causa del pueblo de Vietnam (APLAUSOS PROLONGADOS). Ellos, igual que nosotros, contaron con el suministro de armas modernas procedentes de la Unión Soviética. El pueblo vietnamita, igual que nosotros, en su heroica lucha, se apoyó en la solidaridad de la URSS y del campo socialista. Y cuando los últimos y crueles bombardeos de los B-52 azotaban a Vietnam, decenas de esos aviones fueron derribados por cohetes antiaéreos de fabricación soviética (APLAUSOS).

Estos son los hechos, estas pon las verdades que nosotros exponemos incesantemente frente a las calumnias infames de los que tratan de disminuir el mérito, el rol y el papel del pueblo soviético en los grandes avances y en las grandes victorias que han obtenido en los últimos años los pueblos del mundo. No hay una sola causa justa en este mundo detrás de la cual no haya estado la solidaridad de la URSS y del campo socialista (APLAUSOS), ¡campo socialista que surge potente como consecuencia de la victoria que conmemoramos en el día de hoy!

Por eso la importancia de este aniversario, que dio lugar al aplastamiento del fascismo, el surgimiento del campo socialista, el desplome del sistema colonial y el surgimiento de decenas de naciones independientes. Si los imperialistas hoy día, en medio de sus crisis energéticas y de materias primas, no se lanzan con el cuchillo en la boca a repartirse de nuevo los recursos naturales del mundo; si no se lanzan con el cuchillo en la boca a castigar cualquier nacionalización; si no se lanzan a tomar físicamente esos recursos, es sencillamente porque existen la Unión Soviética y el campo socialista (APLAUSOS).

Estas son sencillamente las grandes verdades históricas que prevalecerán siempre.

Mencionábamos hace unos minutos la victoria del pueblo vietnamita como ejemplo de solidaridad, pero mencionémosla también como ejemplo del heroísmo incomparable de un pueblo. Digamos que la victoria del pueblo vietnamita constituye también una de las más grandes proezas de la historia humana, y uno de los más grandes reveses del imperialismo.

Pero la historia tiene sus ironías. La historia ha querido, irónicamente, que a los 30 años de caer Berlín, el mismo día exactamente, cayera Saigón (APLAUSOS); la historia ha querido que a los 30 años de la victoria sobre el fascismo hitleriano, 30 años exactamente, se produjera la grandiosa victoria vietnamita contra el imperialismo yanki; y la historia, irónica, ha querido que este mes de abril sea una especie de mes de los revolucionarios. Porque no solo nació Lenin en el mes de abril —y eso es más que suficiente para inmortalizar al mes de abril (APLAUSOS)—, el 30 de abril de 1945 cayó Berlín, el 19 de abril de 1961 cayó Girón, primera derrota del imperialismo en América; el 17 de abril de 1975 cayó Phnom Penh, y culmina la gloriosa victoria del heroico pueblo de Camboya (APLAUSOS); el 30 de abril cayó Saigón, y culmina la victoria de 30 años de lucha del pueblo vietnamita (APLAUSOS). Ah, y Raúl me recordaba: el 25 de abril del pasado año, la revolución en Portugal (APLAUSOS).

Esas son razones muy profundas para que festejemos con alegría, con emoción y con optimismo, este XXX Aniversario de la victoria heroica del pueblo soviético sobre el fascismo (APLAUSOS).

Marcha adelante victoriosamente la causa de la revolución y del socialismo, la causa de Marx, Engels y Lenin (APLAUSOS), la causa de Ho Chi Minh (APLAUSOS), la causa de Martí y de Maceo (APLAUSOS), de Camilo y del Che (APLAUSOS), la causa de todos los revolucionarios, la causa de los marxistas-leninistas, la causa del socialismo, la hermosa causa del comunismo. ¡Y de la extraordinaria contribución que el pueblo soviético ha dado a esta causa de la humanidad, los pueblos del mundo estarán eternamente agradecidos! (APLAUSOS)
¡Viva el mil veces glorioso pueblo soviético! (EXCLAMACIONES DE: «¡Viva!»
¡Viva la amistad eterna entre la URSS y Cuba! (EXCLAMACIONES DE: «¡Viva!»)
¡Viva el internacionalismo proletario!

 (EXCLAMACIONES DE: «¡Viva!»)
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!

sábado, 16 de septiembre de 2023

El insoportable maniqueísmo de la izquierda «antiimperialista»

El socialista alemán August Bebel comentó una vez que el antisemitismo es el “socialismo de los tontos” porque los antisemitas reconocen la explotación capitalista solo si el explotador era judío, pero de lo contrario haría la vista gorda ante la explotación que emana de otros sectores.

Más de un siglo después, ese socialismo de tontos ha sido resucitado por una autoproclamada izquierda “antiimperialista” que condena la explotación y la represión capitalista en todo el mundo cuando las perpetra por Estados Unidos y otras potencias occidentales o los gobiernos que estas potencias apoyan, pero hace la vista gorda o incluso defiende a los Estados represivos, autoritarios, y dictatoriales simplemente porque estos Estados enfrentan la hostilidad de Washington.

Las políticas de la explotación capitalista y el control social en todo el mundo están moldeadas fundamentalmente por la contradicción entre una economía globalmente integrada al lado de un sistema de dominación política basado en el Estado-nación. La globalización económica y la integración transnacional de capitales brindan un impulso centrípeto al capitalismo global, mientras que la fragmentación política brinda un poderoso contra-impulso centrífugo que está resultando en una escalada del conflicto geopolítico. El abismo se está ampliando rápidamente entre la unidad económica del capital global y la competencia política entre los grupos dominantes que deben buscar la legitimidad y evitar que el orden social interno de sus respectivas naciones se rompa frente a la creciente crisis del capitalismo global. Esta coyuntura global es el telón de fondo del “socialismo de los tontos” contemporáneo.

Discutiré aquí los casos de China, Nicaragua, los BRICS, y la multipolaridad ya que sacan a relucir la lógica enrevesada y la política retrograda de esta izquierda “antiimperialista.”

China y el Desarrollo Capitalista
El capitalismo con peculiaridades chinas ha implicado el surgimiento de poderosos capitalistas transnacionales chinos fusionados con una elite del Partido-Estado dependiente de la reproducción del capital y de estratos medios de alto consumo, alimentados por una devastadora ola de acumulación primitiva en el campo y la explotación de cientos de miles de trabajadores chinos. Chino es ahora uno de los países más desiguales del mundo. Las huelgas y los sindicatos independientes no son legales en China. El Partido Comunista Chino hace tiempo que abandonó cualquier referencia a la lucha de clases o el poder de los trabajadores. A medida que las luchas laborales continúan aumentando en el país, también lo hace la represión estatal contra ellas.

Es cierto que el desarrollo capitalista ha sacado a millones de personas de la pobreza extrema –al menos de acuerdo con las estrechas mediciones de pobreza del Banco Mundial por debajo de $785 dólares en ingresos anuales– y ha provocado una rápida industrialización, progreso tecnológico e infraestructura avanzada. Es igual de cierto que los países centrales de América del Norte y Europa Occidental experimentaron estos logros durante sus periodos de rápido desarrollo capitalista desde finales del siglo XIX hasta mediados del siglo XX. La izquierda nunca vio este desarrollo capitalista en el Occidente como una victoria para la clase trabajadora ni perdió de vista el vínculo entre este desarrollo y la ley de la acumulación desigual y combinada en el sistema capitalista mundial. China se está “poniendo al día”.

El modelo chino se basa en un complejo de empresas estatales y privadas en las que el capital privado representa las tres quintas partes de la producción y las cuatro quintas partes del empleo urbano. China no ha seguido la ruta neoliberal hacia la integración capitalista transnacional. El Estado juega un papel clave en el sistema financiero, en la regulación del capital privado, en el gasto público, especialmente en la infraestructura, y en la planificación. Este puede ser un modelo distinto de desarrollo capitalista que la variante neoliberal occidental, pero sigue obedeciendo las leyes de la acumulación de capital. Tras la apertura al capitalismo global en la década de los 1980, China se convirtió en un mercado para las corporaciones transnacionales y un sumidero de capital excedente acumulado capaz de aprovechar una vasta oferta de mano de obra barata controlada por un estado de vigilancia omnipresente y represivo. Pero al viraje del siglo se estaban acumulando presiones para encontrar salidas en el extranjero para el capital chino excedente acumulado durante años de desarrollo capitalista intensivo.

Sostener este desarrollo pasó a depender ahora de la exportación de capital al exterior. En las dos primeras décadas del siglo XXI, China lideró al mundo en una oleada de inversión extranjera directa (IED) hacia países del Sur y del Norte Global por igual, profundizando la integración transnacional de capitales y acelerando la transformación capitalista en los países en los que invierte. Entre 1991 y 2003, la inversión extranjera directa de China se multiplicó por 10 y luego se multiplicó por 13,7 entre 2004 y 2013, de 45 mil millones de dólares a 613 mil millones de dólares. Para 2015, China se había convertido en el tercer inversor extranjero más grande en el mundo. Se IED saliente comenzó a superar la IED entrante y el país se convirtió en acreedor neto. ¿Qué sucede cuando esta IED china en el exterior aterriza en el antiguo Tercer Mundo?

Despojo y Extracción Se Convierten en “Cooperación Sur-Sur”
Las comunidades indígenas del departamento de Apurímac, en el altiplano de Perú, han librado luchas sangrientas en los últimos años contra la mina de cobre a cielo abierto Las Bambas, de propiedad y operación china, una de las más grandes del mundo, que han dejado decenas de muertos y heridos. De hecho, el estado peruano vende legalmente servicios policiales a las empresas mineras, lo que permite que la MMG de China compre la fuerza física de la policía para avanzar en la extracción de cobre por medios violentos. Si bien este espacio extractivista chino-peruano y otros similares son promocionados por los “antiimperialistas” como un modelo de cooperación Sur-Sur y modernización post-occidental, los agudos observadores reconocerán de inmediato la estructura clásica de extracción imperialista, mediante la cual el capital transnacional desplaza comunidades y se apropia de recursos bajo la protección política y militar de Estados locales encargados de la represión violenta de la resistencia a la expulsión y la explotación.

El patrón es el mismo en toda América Latina. Los bancos chinos han otorgado más de $137 mil millones en préstamos para financiar proyectos de infraestructura, energía y minería. Un informe de 2022 de una coalición de grupos ambientalistas y de derechos humanos analizó 26 proyectos en Argentina, Brasil, Bolivia, México, Perú, y Venezuela. Encontró violaciones generalizadas de los derechos humanos, el desplazamiento de comunidades locales, devastación ambiental y conflictos violentos dondequiera que se realizaran inversiones chinas en minas y megaproyectos. Los defensores de las prácticas crediticias de China afirman que estos préstamos son diferentes de los que provienen de Occidente porque no imponen condiciones como lo hacen los prestamistas occidentales. Esto no es enteramente verdad. Pero incluso si lo fuera, ¿qué diferencia hace eso para los trabajadores, campesinos y comunidades indígenas que resisten la explotación, la represión y la destrucción ambiental asociadas con el capital chino en colaboración con inversionistas transnacionales de otros lugares y Estados capitalistas locales?

El punto no es que el capital chino sea peor o mejor que el capital originario de otros países. El capital es capital independiente de la identidad nacional o étnica de sus portadores. Sin embargo, cuando un Estado capitalista occidental y un Estado capitalista en el Sur Global cooperan para imponer megaproyectos a las comunidades locales o para facilitar el saqueo corporativo transnacional en la extracción o la industria, esta cooperación es condenada (correctamente) como explotación por parte del imperialismo y las clases dominantes locales. Cuando dos Estados capitalistas del Sur Global cooperan para los mismos megaproyectos y la explotación corporativa, esto se elogia como una “cooperación Sur-Sur” progresista y antiimperialista y “que trae desarrollo”.

Organizaciones como la Tricontinental, encabezada por Vijay Prashad, elogian a borbotones este papel chino en el antiguo Tercer Mundo como “mutuamente beneficioso”, “ayudando el desarrollo” y “ganador-ganador” para China y los países en los que invierten sus corporaciones. ¿Realmente debemos creer que los inversionistas chinos están expandiendo las zonas francas industriales y reubicando la producción industrial intensiva en mano de obra de China a zonas de salarios más bajos en Etiopia, Vietnam y otros lugares, ¿no para obtener ganancias sino para “ayudar a estos países a desarrollarse”? ¿No es ese el mismo discurso legitimador del Banco Mundial? Repitiendo el discurso legitimador de la elite china Partido-Estado, la Tricontinental también ha insistido en que “el ascenso pacífico del socialismo con particularidades chinas” proporciona una alternativa al imperialismo occidental. Bueno, lo hace. Pero no una alternativa al despojo y la explotación capitalista. El desarrollo capitalista no es un proceso neutral frente a los antagonismos de clase. Es por definición un proyecto de clase de la burguesía. El desarrollo capitalista, ya sea del Oeste o del Este, se trata de expandir las fronteras de la acumulación.

El Mal Uso de la Soberanía y la Solidaridad
La izquierda “antiimperialista” condena legítimamente la propaganda occidental, pero parece incapaz de denunciar o incluso reconocer la propaganda no occidental en todo el mundo, o peor aún, repite esa misma propaganda como cámara de eco.

Nicaragua proporciona un caso de manual. El régimen de Ortega ha demostrado ser hábil en el uso de un lenguaje que suena radical y una retórica antiimperialista para tocar una cuerda reflexiva de apoyo de apoyo entre la izquierda internacional. Ortega volvió al poder en 2007 a través de un pacto con la tradicional oligarquía de derecha del país, los exmiembros de la contrarrevolución armada y la jerarquía conservadora de la Iglesia Católica y las sectas evangélicas. Prometiendo respeto absoluto por la propiedad privada y libertad irrestricta para el capital, procedió a cogobernar hasta 2018 con la clase capitalista, otorgando al capital transnacional 10 años de exenciones fiscales, desregulación, libertad irrestricta para repatriar ganancias y represión de los trabajadores en huelga. El 96 porciento de la propiedad del país sigue en manos del sector privado. La dictadura ha reprimido toda la disidencia y ha cerrado más de 3,500 organizaciones de la sociedad civil desde 2018, esto en un país de apenas seis millones de habitantes, porque considera que cualquier vida cívica fuera de la propia es una amenaza.

Muchos progresistas pueden estar genuinamente confundidos debido al merecido apoyo que la revolución Sandinista de 1979-1990 recabó en todo el mundo y la historia de la despiadada intervención norteamericana contra el país. Esa revolución murió en 1990 y lo que llegó al poder en 2007 bajo Ortega fue todo menos revolución. Sin embargo, la izquierda “antiimperialista” ha optado por abrazar calurosamente la dictadura, justificada por los supuestos intentos de Estados Unidos de desestabilizar el régimen y en nombre de la “soberanía”. Pero la evidencia no respalda la afirmación de estos detractores de que Estados Unidos está impulsando un “cambio de régimen contrarrevolucionario” contra Ortega, a pesar retórica de ruido de sables de Washington.

Nicaragua no enfrenta sanciones comerciales o de inversión. Estados Unidos es el principal socio comercial del país (el comercio bilateral superó los $8,3 mil millones en 2022) y la inversión corporativa transnacional continúa llegando, al igual que los préstamos multilaterales al Banco Central. No hay intervención militar o paramilitar estadounidense. Sin embargo, ninguno de estos hechos ha impedido que la organización estadounidense Code Pink, entre otras, afirme que el de Ortega es un “gobierno socialista” bajo la presión de “sanciones devastadoras” y que enfrenta “violentos intentos de golpe de estado”.

Washington si emprende campañas de desestabilización en toda regla, no contra Ortega, sino contra Irán, Venezuela y otros países. Tales crímenes no tienen nada que ver que los intereses de las masas obreras y populares en estos países y deben ser condenados por vehemencia por cualquier izquierdista digno de ese nombre. Pero esto no absuelve a la izquierda del compromiso con el internacionalismo y la solidaridad con los imprimidos solo porque resistimos las pretensiones imperiales de Estados Unidos en todo el mundo. La izquierda “antiimperialista”, sin embargo, le dirá lo contrario. Preste atención a la advertencia de la periodista Caitlin Johnstone: si vives en un país occidental, “simplemente no es posible que prestes tu voz a la causa de los manifestantes en las naciones atacadas por el imperio sin facilitar las campañas de propaganda del imperio sobre esas protestas. O tienes una relación responsable con esta realizad o una irresponsable”. Es así de sencillo. ¡Proletarios de solo algunos países uníos!

Los “antiimperialistas” han vuelto a una concepción de soberanía, no del pueblo o de las clases trabajadoras, sino de los gobiernos en los países que defienden. Las luchas anticolonialistas y antiimperialistas del siglo XX defendieron la soberanía nacional, no estatal, frente a la injerencia de las potencias imperiales. Los Estados capitalistas usan este reclamo de soberanía como un “derecho” para explotar y oprimir dentro de las fronteras nacionales libres de injerencia externa. Nosotros la izquierda no tenemos reparos en “violar la soberanía nacional” para condenar los abusos de los derechos humanos por parte de los regímenes pro-occidentales, y tampoco deberíamos tenerlos en defensa de los derechos humanos en aquellos regímenes no favorecidos por Washington.

El internacionalismo proletario llama a las clases trabajadoras y oprimidos de un país a extender la solidaridad no a los Estados sino a las luchas de las clases trabajadoras y oprimidas de otros países. Los Estados merecen el apoyo de la izquierda en la medida –y sólo en la medida– que impulsan las luchas emancipatorias de las clases populares y trabajadoras, que impulsen, o se vean obligados a impulsar, políticas que favorezcan a estas clases. Los “antiimperialistas” confunden el Estado con la nación, el país, y el pueblo, generalmente careciendo de cualquier concepción teórica de estas categorías y avanzando en la orientación policía populista sobre la de clase. Nosotros en la izquierda, condenamos la invasión y ocupación estadounidense de Irak a principios de este siglo. Lo hicimos no porque apoyáramos al régimen de Saddam Hussein –solo un tonto podría haberlo hecho– sino porque nos solidarizamos con el pueblo iraquí y porque todo el proyecto imperial para el Medio Oriente equivalía a un ataque contra los pobres y los oprimidos en todas partes.

BRICS: Sustitución de la Contradicción Capital-Trabajo por una Contradicción Norte-Sur

Los “antiimperialistas” aplauden a los BRICS como un desafío del Sur al capitalismo global, una opción progresista, incluso antiimperialista, para la humanidad. Solo pueden hacer tal afirmación reduciendo el capitalismo y el imperialismo a la supremacía occidental en el sistema internacional. En el apogeo del colonialismo y sus secuelas inmediatas, las clases dominantes locales eran, en el mejor de los casos, antiimperialistas, pero no anticapitalistas. Su nacionalismo borró las divisiones de clase al proclamar una identidad de intereses entre los ciudadanos de un país en particular.

Este nacionalismo tuvo un aspecto progresista y, a veces, en la medida en que todos los miembros del país en cuestión estaban oprimidos por la dominación colonial, los sistemas de castas que impuso y la supresión de capital endógena. Los “antiimperialistas” de hoy se entusiasman por los BRICS como un “proyecto del Tercer Mundo” revivido, en palabras de Prashad, una nostalgia anticuada por ese momento anticolonial de mediados del siglo XX que oscurece las contradicciones de clase internas junto con la red de las relaciones de clase transnacionales en las que están enredados. Dos referencias bastarán para ilustrar cuán desconectado está ese pensamiento de la realidad del siglo XXI.

Hace varios años tue la oportunidad de dar una charla en Manila a un grupo de activistas revolucionarios filipinos. Una mujer presente, originaria de la India, se opuso a mi análisis del surgimiento de una clase capitalista transnacional que incorporó contingentes del antiguo Tercer Mundo. Me dijo que en la India “estamos luchando contra el imperialismo y por la liberación nacional”. Le pregunté qué quería decir con esto. Los capitalistas centrales estaban explotando a los trabajadore indios y transfiriendo el excedente a los países imperialistas siguiendo las líneas que analizó Lenin, respondió ella.

Fue pura coincidencia que en la misma semana de mi charla, el conglomerado corporativo global con sede en la India, Tata Group, que opera en más de 100 países en seis continentes, había adquirido una serie de íconos corporativos de su antiguo amo colonial británico, entre ellos, Land Rover, Jaguar, Tetley Tea, British Steel, y la cadena de supermercados Tesco, lo que convirtió a Tata en el mayor empleador del Reino Unido. Entonces, estos capitalistas con base en la India se habían convertido en los mayores explotadores individuales de los trabajadores británicos. ¡Según la propia lógica de esta mujer, el Reino Unido ahora era víctima del imperialismo indio!

Poco después de su primera toma de posesión, en 2003, y luego nuevamente en 2010 durante su segundo mandato presidencial, el presidente brasileño Lula cargó un avión del gobierno con ejecutivos corporativos brasileños y se dirigió a África. El séquito presidencial-corporativo presionó a Mozambique y otros países africanos para que se abrieran a la inversión en los abundantes recursos minerales del continente por parte de la corporación minera transnacional con sede en Brasil, Vale, que también opera en los seis continentes, bajo la retórica de la “solidaridad Sur-Sur”. No está claro qué había de antiimperialista, y mucho menos anticapitalista, en los safaris corporativos africanos de Lula y, por extensión, en la agenda de “cooperación Sur-Sur” que personifica, o porque la izquierda debería aplaudir la expansión del capital con sede en Brasil en África, capital con sede en China en América Latina, capital con sede en Rusia en Asia Central o capital con sede en India en el Reino Unido.

Podemos apoyar las políticas (ligeramente) redistributivas a nivel doméstico y la política exterior dinámica en el extranjero de gobiernos como el de Lula. Todos los Estados capitalistas no son iguales y es muy importante quién está en el gobierno. Pero un gobierno “progresista” no es necesariamente socialista ni tampoco necesariamente antiimperialista. Para los miopes, la expansión hacia el exterior del capital chino, indio o brasileño es vista como una especie de liberación del imperialismo. ¿Qué se puede hacer con la extraña afirmación del Geopolitical Economy Research Group (Grupo de Investigación de Economía Geopolítica) con sede en Canada y el International Manifesto Group (Grupo de Manifiesto Internacional) que patrocina, para quienes el compromiso ideológico triunfa sobre los hechos, de que los BRICS se encuentran “entre los éxitos más conocidos” en los esfuerzos por promover “desarrollo nacional e industrialización autónomos e igualitarios para romper las cadenas imperialistas”?

Si bien los BRICS no representan una alternativa al capitalismo global y la dominación del capital transnacional, sí señala el cambio hacia un sistema interestatal más multipolar y equilibrado dentro del orden capitalista global. Pero tal sistema interestatal multipolar sigue parte de un mundo capitalista global brutal y explotador en el que los capitalistas y Estados BRICS están tan comprometidos con el control y la explotación de las clases trabajadoras y populares globales como sus contrapartes del Norte. A medida que aumenta la membresía de los BRICS, los nuevos candidatos para unirse al bloque en 2023 incluyen Estados tan magníficamente “autónomos e igualitarios” que luchan contra las “cadenas imperialistas” como Arabia Saudita, Egipto, Baréin, Afganistán, Nigeria y Kazajstán.

Multipolaridad: El Nuevo Albatros
La invasión rusa de Ucrania en 2022 y la respuesta política, militar y económica radical de Occidente pueden señalar el golpe de gracias de un orden interestatal decadente posterior a la Segunda Guerra Mundial. Un capitalismo global cada vez más integrado es incompatible con un orden político internacional y una arquitectura financiera controlados por Estados Unidos y el Occidente, y con una economía global denominada exclusivamente en dólares. Estamos al comienzo de una reconfiguración radical de las alineaciones geopolíticas globales al ritmo de la creciente turbulencia económica y el caos político. Sin embargo, la crisis de hegemonía en el orden internacional tiene lugar dentro de esta economía global única e integrada. El pluralismo capitalista global emergente puede ofrecer un mayor margen de maniobra para las luchas populares en todo el mundo, pero un mundo políticamente multipolar no significa que los polos emergentes del capitalismo global sean menos explotadores u opresores que los centros establecidos.

Por el contrario, el Occidente establecido y los centros emergentes en este mundo policéntrico están convergiendo en turno a tropos de “Gran Potencia” notablemente similares, especialmente el nacionalismo jingoísta, a menudo étnica, y la nostalgia de una “civilización gloriosa” mitificada que ahora debe recuperarse. Las narrativas spenglerianas difieren de un país a otro según las historias y culturas particulares, a saber:

En China el hipernacionalismo se combina con la obediencia confuciana a la autoridad, la supremacía étnica Han y una nueva Gran Marcha para recuperar el estatus de gran potencia. Para Putin son los días de gloria de un imperio de la “Gran Rusia” anclado en Eurasia, políticamente respaldado por un conservadurismo patriarcal extremo que Putin llama “valores espirituales y morales tradicionales” que encarnan la “esencia espiritual de la nación rusa sobre el Occidente decadente”. En EEUU, es la bravuconería hiperimperial de una Pax Americana menguante, legitimada por la doctrina de “excepcionalismo estadounidense” y la grandilocuencia de la “democracia y la libertad”, en cuyo margen siempre ha estado la supremacía blanca, ahora encarnada en un movimiento fascista en ascenso como “teoría del reemplazo”. A estos podríamos agregar el panturquismo, el nacionalismo hindú y otras ideologías cuasi fascistas en este mundo policéntrico en ascenso. ¡Haz América Grande de Nuevo! ¡Haz China Grande de Nuevo! ¡Haz Rusia Grande de Nuevo!

Estados Unidos puede ser el mandamás y el criminal más peligroso entre los cárteles de Estados criminales que compiten entre sí. Debemos condenar a Washington por instigar una Nueva Guerra Fría y por empujar a Rusia a través de una expansión agresiva de la OTAN para que invada Ucrania. Sin embargo, la izquierda “antiimperialista” insiste en que hay un solo enemigo, Estados Unidos y sus aliados. Este es un cuento maniqueo del “Occidente y el resto”. Tal narrativa metafísica de Star Wars (Guerra de las Galaxias) sobre la lucha virtuosa contra el singular Imperio del Mal termina legitimando la invasión rusa de Ucrania. Y al igual que Star Wars, se vuelve difícil distinguir el balbuceo fantástico de un mundo de fantasía del balbuceo de la izquierda “antiimperialista”.

William I. Robinson. Distinguido Profesor de Sociología. Universidad de California en Santa Barbara.

Publicado en inglés en Los Angeles Review of Books (The Philosophical Salon)

Traducido por el Autor

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