Dice el millonario australiano Tim Gurner que los trabajadores han cambiado durante la pandemia de la covid. “La gente decidió que no quería trabajar tanto y esto ha tenido un fuerte impacto en la productividad”. El consejero delegado de Gurner Group, una firma australiana especializada en el desarrollo de propiedades de lujo, sabe cómo acabar con ese grave problema de actitud: despedir a cantidades masivas de gente.
“Necesitamos que aumente el desempleo”, explicó el pasado martes en el escenario del Property Summit, un congreso local de la industria inmobiliaria. “En mi opinión, tiene que aumentar un 40-50%. Necesitamos ver dolor en la economía. Necesitamos recordar a la gente que son ellos los que trabajan para el empresario y no al revés”. Según Gurner, una temporada de despidos masivos es la receta infalible para equilibrar los costes del sector. Sus comentarios han trascendido a los medios y han sido recibidos con una mezcla de asombro, furia y estupefacción.
Es tan exótico y escandaloso que un empresario comparta públicamente sus honestas intenciones. El protocolo que siguen los directores ejecutivos desde hace más de una generación es anunciar compromisos con la sostenibilidad, el medio ambiente y el bienestar de los trabajadores que contradicen simultánea y generosamente en su gestión empresarial. Gurner ha sido inmediatamente penalizado por su candidez inoportuna y ha declarado que lamenta haber hablado de forma tan insensible. Sin embargo, su análisis demostraba una comprensión precisa del capitalismo. De hecho, está citando a Karl Marx.
En el primer tomo de El Capital, Marx explica que el capitalismo requiere de la existencia de muchos trabajadores en paro, un exceso imprescindible para que el mercado pueda mantener siempre los salarios por debajo de la productividad. Lo llama un ejército industrial de reserva, “un contingente disponible, que pertenece al capital de un modo tan absoluto como si se criase y se mantuviese a sus expensas”. La ruina de los pequeños agricultores, granjeros y artesanos desplazados por el capitalismo llenó las ciudades de pobreza, desesperación y podredumbre pero ¡su miseria es puro progreso! Este superávit de mano de obra es “la palanca de la acumulación capitalista” y “una de las condiciones de vida del modo capitalista de producción”.
El desempleo es una de las principales causas de lo que ahora se llaman “muertes por desesperación”. Un estudio basado en datos de la Oficina Australiana de Estadística estimó recientemente que, entre 2004 y 2016, el desempleo causó una media de 230 suicidios anuales, un total de más de 3.000 suicidios. En 2022, Australia tuvo el índice de desempleo más bajo de los últimos 48 años, pero, por suerte, el respiro se cortó a tiempo. El descenso fue tan inesperado que, como dicen algunos economistas, el banco central australiano tuvo que elevar fuertemente los tipos de interés.
El paro ha bajado en España. Sin embargo, en 2022 la tasa de paro de los hombres menores de 25 años fue la más alta de todos los países de la Europa y casi superior al doble de la media de la UE-27. La de las mujeres (un 30,8%) ocupa el segundo lugar más alto, por debajo de Grecia (38,8%) y más del doble de la media europea. Si Gurner y Marx están en lo cierto, eso explica por qué crece la brecha salarial entre España y el resto de Europa. Por qué los sueldos en España crecen menos de la mitad de la media de la UE. Tenemos un ejército industrial de reserva que ayuda a los empresarios a congelar las mejoras salariales mientras sus ganancias se disparan. El año pasado, el número de españoles que se considera de “clase baja” o “pobre” saltó del habitual 8% al 12,5%. Es el dato del CIS que refleja la “clase social subjetiva”. El dato objetivo de riesgo de pobreza es del 20,4%.
Tim Gurner es un producto típico del capitalismo tardío. Compró su primer negocio inmobiliario con dinero de su abuelo, pero dice que la gente que no puede comprarse una casa porque gasta demasiado dinero en brunch. Su último proyecto es un club privado llamado Saint Haven donde ofrece terapias de rejuvenecimiento de 250.000 dólares (unos 235.000 euros). Incluyen sesiones de crioterapia, cápsulas de oxígeno hiperbárico, terapia de luz roja, infusiones intravenosas y clases de ciclismo con el portador del maillot amarillo del Tour de Francia Simon Gerrans. La membresía cuesta entre 90 y 150 dólares semanales. El límite original de 500 socios se había superado antes de la inauguración.
Los socios llevan un anillo Oura para monitorizar su estado físico, una medalla de oro en el cuello y un brazalete negro para identificarse entre ellos fuera del recinto. “Será como una secta”, le explicó Tim Gurner a la revista Financial Review. “La gente que se apunta se toma muy en serio su cambio de vida”. Mientras tanto, hay dos millones y medio de australianos sin techo y una crisis que aumenta la cifra en 1.600 personas que acaban en la calle todos los meses. Todavía no han llegado al 50% de desempleo. Quizá entonces cambien finalmente de actitud.
Marta Peirano es especialista en tecnología y autora de El enemigo conoce el sistema y Contra el futuro (ambos en Debate)
No hay comentarios:
Publicar un comentario