miércoles, 15 de julio de 2009
Aquel espectáculo de los años treinta. PAUL KRUGMAN .
El análisis que Krugman, propone en este artículo viene bien, salvando las distancias, a la situación en España. El paro aumenta y a las asociaciones empresariales e incluso al Banco de España, como vimos en una entrada anterior, no se le ocurren otras cosas que "facilitar el despido", dicho sin eufemismos, que el despedir les salga gratis. Y, además, se pide bajar los sueldos. Ello causaría a medio y corto plazo una mayor caída de consumo y por lo tanto una espiral de mayor crisis, mayor despido, caída del consumo, y así sucesivamente. Lo que es bueno para los trabajadores lo es para la economía nacional, aunque para el empresario particular le venga muy bien la posibilidad de despedir y liquidar su empresa sin costos. Krugman lo explica bien en su artículo aparecido en el País del domingo.
Krugman en la Universidad de Princeton.
Perfecto, el último informe sobre el mercado laboral no deja lugar a dudas. Vamos a necesitar más estímulo. ¿Pero lo sabe el presidente? Hagamos cuentas. Desde que empezó la recesión, la economía estadounidense ha perdido 6,5 millones de puestos de trabajo, y como corroboraba ese pesimista informe sobre el empleo, sigue perdiéndolos a gran velocidad. Si tenemos en cuenta los 100.000 nuevos puestos de trabajo mensuales que necesitamos para adaptarnos al crecimiento de la población, tenemos un agujero aproximado de 8,5 millones de empleos.
Y cuanto más crezca el agujero, más nos costará salir de él. Las cifras de empleo no eran lo único malo en el informe del martes, que también demostraba que los salarios están estancados y posiblemente a punto de experimentar un rotundo descenso. Es la receta para caer en la deflación al estilo japonés, que es muy difícil de superar. ¿Alguien quiere una década perdida?
Un momento, hay más malas noticias: la crisis fiscal de los Estados. A diferencia del Gobierno federal, a los Estados se les exigen presupuestos equilibrados. Y enfrentados a una drástica caída de ingresos, la mayoría está preparando salvajes recortes presupuestarios, muchos de ellos a expensas de los más vulnerables. Aparte de crear directamente mucha miseria, estos recortes deprimirán aún más la economía.
¿Y qué tenemos para contrarrestar esta espeluznante perspectiva? Tenemos el plan de estímulo de Obama, cuyo objetivo es crear 3,5 millones de puestos de trabajo de aquí a finales del próximo año. Es mucho mejor que nada, pero ni mucho menos suficiente. Y no parece que haya muchas cosas más. ¿Recuerdan el plan del Gobierno de reducir drásticamente la tasa de ejecuciones hipotecarias, o su plan de conseguir que los bancos vuelvan a prestar retirando los activos tóxicos de sus balances contables? Yo tampoco.
Todo esto le resulta deprimentemente familiar a cualquiera que haya estudiado la política económica estadounidense de la década de 1930. De nuevo un presidente demócrata ha conseguido que se aprueben políticas de creación de empleo que suavizarán la caída, pero que no son suficientemente audaces como para producir una recuperación total. De nuevo buena parte del estímulo federal se ve eclipsado por los recortes presupuestarios a escala estatal y local.
¿Quiere esto decir que no hemos aprendido de la historia y estamos, por lo tanto, destinados a repetirla? (Para seguir leyendo, clik en el titular)
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