La mejor noticia que hemos recibido los periodistas en mucho tiempo respecto a los contenidos, la esencia, de nuestro trabajo profesional es la existencia de Wikileaks. Los grandes adelantos tecnológicos y la globalización digital han cambiado muchas cosas, nuestra manera de trabajar, la enorme velocidad a la que lo hacemos, la relación de nuestro trabajo con otras áreas de la comunicación, la interrelación con los lectores o espectadores, el acceso inmediato a textos lejanos, escritos en lenguas desconocidas, a imágenes captadas por testigos provistos de simples teléfonos móviles, etcétera. Han sido enormes y muy importantes cambios, que han alterado el sentido del mundo en el que nos movemos, nos han proporcionado ventajas impensables hace pocos años y, en cierto sentido, nos han acercado también al peligroso mundo del info-entretenimiento (vean en YouTube la formidable entrevista-show con José Montilla).
Pero sobre los contenidos, sobre la información (no la comunicación, que es otra cosa), sobre cómo enriquecer y acceder a esa información, lo único realmente positivo es Wikileaks: una caja electrónica protegida por sofisticados sistemas cifrados que permite a cualquier ciudadano depositar anónimamente documentos que se mantienen ocultos y que pueden afectar al interés común de la sociedad. La idea es que, a partir de ahí, un grupo de periodistas profesionales, entrenados en la verificación y valoración de la información, logre su publicación en medios influyentes y contrastados, y consiga que llegue al mayor número de ciudadanos posible.
La discusión sobre en qué consiste el interés público es muy antigua. El British Press Council llegó a una definición bastante sensata que puede ayudar a centrar un poco el debate sobre lo que es legítimo desde el punto de vista de la información periodística. Para el BPC es de interés público: 1) detectar y exponer delitos o graves faltas y conductas antisociales; 2) publicar datos que ayuden a proteger la salud y la seguridad de los ciudadanos, y 3) difundir información que impida que los ciudadanos sean confundidos o engañados por declaraciones o actos de individuos u organizaciones.
Wikileaks, al margen de la personalidad de su fundador y editor, el australiano Julian Assange (lean la entrevista publicada en este periódico el domingo pasado), es un instrumento extraordinario desde el punto de vista de los contenidos de las informaciones que sirvan a estos tres propósitos enunciados. Se trata, como aseguran los principios de Wikileaks, de combinar alta tecnología de seguridad con principios éticos y profesionales y, sobre todo, con la confianza de que existen personas, individuos, situados en lugares importantes que comulgan con la idea del interés público y que, en condiciones de seguridad propia, están dispuestos a facilitar esas informaciones y documentos que implican delito, engaño o riesgo para los ciudadanos. ¡Qué excelente noticia!
Es posible que parte de la crisis financiera hubiera podido ser evitada si personas que conocían los riesgos que corrían determinadas compañías inversoras, bancos y otras entidades de crédito hubieran podido filtrar, con total confianza y anonimato, documentos y escritos reveladores para que periodistas interesados en los contenidos de interés público, verificaran y lograran su difusión. Es posible que se hubieran podido evitar algunas muertes de civiles en Irak o en Afganistán y el uso de la tortura como método extendido de interrogatorio...
Leer todo el artículo de Soledad Gallego en "El País"
Más sobre el caso.
Pregunta del Chicago Tribune sobre el fundador de Wikileaks
“¿Por qué sigue vivo Julian Assange?”
Iroel Sánchez (la pupila insomne)
Un artículo de Jonah Goldberg, publicado el pasado 29 de octubre con el título “¿Por qué Julian Assange sigue vivo?”, en el rotativo estadounidense Chicago Tribune, se queja de que Estados Unidos no haga “nada en absoluto” para detener a Julian Assange y llega a barajar su asesinato como una posibilidad.
El autor comienza diciendo que le gustaría hacer una pregunta simple: “¿Por qué no está muerto Julian Assange?”, y agrega que “militares y otros funcionarios del gobierno insisten en que Wikileaks está haciendo grave daño a la seguridad nacional de Estados Unidos y va a hacer que personas mueran, entre ellos los valientes iraquíes y afganos que han arriesgado sus vidas y las vidas de sus familias para ayudarnos”. Goldberg iguala las filtraciones de Wikileaks con el delito -nunca probado- de los esposos Rosenberg, acusados de facilitar a la URSS información sobre la bomba atómica. Los Rosenberg fueron ejecutados en la silla eléctrica luego de un juicio amañado, que se insertó en el auge del anticomunismo norteamericano y su negativa a reconocer la capacidad científica soviética de alcanzar por sí misma la paridad nuclear.
La comparación con el célebre matrimonio es útil para comprender la pregunta que viene inmediatamente después: “¿Porqué no fue Assange garrotado en su habitación de hotel hace años?”, y para que nadie se equivoque, aclara a continuación que se trata de “una pregunta seria”. Mezclando en tono de burla versiones de Hollywood con las denuncias de The Nation y Oliver Stone sobre la implicación de la CIA en los atentados a Fidel y el asesinato de Kennedy, el artículo sugiere que “Assange sería una mancha de grasa en la autopista ya”.
Convirtiendo las víctimas en victimarios, el articulista dice: “No son sólo los estados-nación los que se ven amenazados por Wikileaks. Estos chicos pasan gran parte de su tiempo persiguiendo a las grandes corporaciones…”. Sin una palabra para los más de cien mil muertos en Iraq –más de 60 000 de ellos civiles-, documentados en las filtraciones de Wikileaks, el comentario trata de ridiculizar las denuncias sobre los crímenes de las agencias norteamericanas afirmando que “el mundo no es tan dramático como “bloggers, periodistas importantes para sí mismos y ex espías nostálgicos creen que es”.
Y más. El Pentágono ha desplegado un equipo de 120 personas para frenar sus filtraciones. Suecia, el país al que acudió a refugiarse, le ha negado el permiso de residencia. El hombre que destapa los documentos silenciados, el enemigo de las verdades oficiales, volvió a asestar ayer un nuevo golpe. Se llama Julian Assange. Tiene 39 años. Nos concedió una cita secreta en Londres / Consulta los documentos sobre Irak filtrados en la página de Wikileaks | CLAVES: Cómo navegar por los 'papeles de Irak'
lunes, 1 de noviembre de 2010
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