Se concluyó el acuerdo entre Isabel dos Santos y el grupo La Caixa sobre el futuro de BPI ( dos Santos tiene el 18,58% y el grupo catalán el 44,1%) y del Banco de Fomento de Angola- BFA (del que BPI tenía un 50,1% ). El problema se debe a un ataque del Banco Central Europeo contra BPI, que le obligó a deshacerse de sus operaciones en Angola, que tanto favorece a Isabel dos Santos (que queda como propietaria del banco angolano, que es muy rentable) y el grupo La Caixa (que se hace con el control total de BPI, como quería). Pero la cuestión esencial es si Isabel dos Santos podrá ahora aumentar su peso en el BCP (donde el grupo Sonangol ya tiene el 17,84% y es una empresa del estado, por lo tanto bajo control del presidente José Eduardo dos Santos, pero cuya reestructuración será tutelada por Isabel, su hija y empresaria privada), o si BPI-la Caixa será capaz de comprar el nuevo banco.
Las declaraciones del primer ministro portugués Antonio Costa dan a entender que vería con buenos ojos cualquiera de las dos soluciones, lo que ha provocado alguna polémica - y causará muchas más, si se acaba de concretizar el plan.
La verdad es que estamos siendo obligados a elegir entre dos propietarios o, aún más, a aceptar ambas cosas al mismo tiempo: o el Santander (que se quedó con BANIF y ya tenía un gran banco en Portugal, el antiguo Totta) o la Caixa (BPI) compran Novo Banco, y la españolización de la banca supera el 40%, o Isabel dos Santos se queda con BCP, sino no va más lejos, y la angolización supera el 20% de los bancos que operan en Portugal.
Trivialidades, dicen algunos economistas, esto es lo que tenía que pasar. Por ejemplo, Daniel Bessa, entre muchos otros, a izquierda y derecha, llegó a decir que la españolización de la banca es irrelevante (no mencionó la angolización). En su caso, el argumento es sencillo: no tenemos capital, alguien tendrá que hacerse cargo de esta cuenta.
Me parece que Bessa no está viendo la película, como diría un ex comentarista de televisión, con mucho éxito. Dejo a un lado el argumento de "izquierda", según el cual la propiedad del capital es indiferente, ya que es todo es lo mismo (como es efectivamente, pero el día en que un gobierno sensato decida el control público de la banca, el origen del capital si será muy importante, como creo que hasta el más ingenuo puede entender), y me centro en el argumento "liberal", este de Bessa, de que llega el maná del cielo gracias a la banca española.
Esta posición, por cierto, no es unánime entre los "liberales". Mira Amaral, ex ministro de Cavaco Silva, está asustado con la españolización: "El riesgo de los bancos españoles es que ante dos clientes que compitan, uno en España y otro en Portugal, puede dejar caer a la empresa portuguesa para apoyar a la española". Pero, hombre advertido, reconoce que "por desgracia no hay capital portugués para inyectar en nuestro sistema bancario", como Bessa. En conclusión, ahora que preside el BIC, de Isabel dos Santos: "Por tanto, no hay que olvidar a los angoleños, sino queremos sólo capital español". Siempre es una solución a considerar, defender a la patrona. Pero tal vez el problema sea otro, si mi argumento se basa en los hechos: tenemos españolización y angolanización al mismo tiempo, lo que significa un control estratégico de la economía portuguesa, porque el liberalismo simplemente conduce a la pérdida de la capacidad de tomar decisiones.
Discutí los peligros de esta evolución en un documento presentado al gobierno en diciembre, escrito con Ricardo Cabral, y que presentaba soluciones para evitar la pérdida de BANIF. Sabiendo que el gobierno optó por venderlo al Santander, forzado por el BCE y la Comisión Europea, y que el documento ya no tendría efectos prácticos, hicimos pública la propuesta para conocimiento del público unos meses más tarde, el 3 de febrero de este año, de lo que informó Público en Portugal y unos días más tarde El País de España. El debate sobre la españolización todavía tiene que crecer.
Es cierto que los empresarios portugueses están alarmados ante la perspectiva. "De darse ese predominio, es claro que muchas de las decisiones estratégicas para la financiación de la economía nacional serán tomadas en ese país", dice Francisco Calheiros, presidente de la Confederación de Turismo. Antonio Saraiva, presidente de la CIP, critica esta evolución de la banca, ya que tendrá "impactos inevitables sobre los préstamos, especialmente a las pequeñas y medianas empresas. En una economía donde la banca tradicional era el pilar que sostenía a estas PYME pueden provocar, no un tsunami, pero si una tormenta importante en la economía nacional". Saraiva se convirtió en un defensor de la Caixa Geral de Depósitos, la "joya de la corona en la defensa de la economía portuguesa, que puede mejorar el apoyo a la comunidad de negocios". Apela incluso al gobierno: "es preciso poner el pie en Bruselas. Es nuestra economía la que está en juego". Vieira Lopes, presidente de la Confederación de Comercio y Servicios recuerda que la "concentración de la banca, independientemente del origen del capital, ya limita mucho más la financiación". Si "la mayoría del capital es de un banco extranjero no es positivo y, para compensar, la CGD tendría que ser un verdadero banco de las PYME y la inversión". Pero Vieira Lopes tira la toalla al suelo en cuanto a la españolización: "No veo ninguna alternativa".
Se puede ver la causa de la alarma. El proceso de concesión de crédito da a los bancos toda la información sobre las empresas (que será decisiva para el futuro de las operaciones de adquisición de activos) y les permita tomar decisiones fundamentales: ¿por qué La Caixa habría de financiar una empresa que quiere producir un producto que compite con otro producido en Barcelona por una empresa en la que el grupo tiene una participación? ¿O el Santander, mutatis mutandis?
Es decir, la españolización progresa, la patronal portuguesa cuenta con ella y la teme, pero como siempre es incapaz de resistir, porque el capital generado en Portugal ha tenido otro destino que no es la inversión. Ni eso explica que el gobierno promueva o permita la angolización adicional, después de haber suscrito, forzado o no, la venta de Banif al Santander y ahora la toma del BPI por La Caixa.
El control público es la única alternativa coherente, como he sostenido durante mucho tiempo. Constato que al menos en lo que se refiere a CGD parece bastante consensuado, desde el presidente Marcelo Rebelo de Sousa al primer ministro António Costa y toda la izquierda, e incluso una parte de la derecha. Pero CGD sólo es un frente amenazado. Novo Banco aún no se ha vendido. Por eso, Novo Banco ofrece la posibilidad de ampliar el sector público, el único que no va a ser ni españolizado ni angolanizado y que permite poner el interés de la economía y del empleo por delante de los juegos bancarios.
Francisco Louça catedrático de economía de la Universidad de Lisboa, ex parlamentario y miembro del Bloco de Esquerda, actualmente es Consejero de Estado.
Sin Permiso
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