El Estado como tal (Blog)
La última estimación oficial de la desigualdad en Cuba, hace veinte años, se hizo con el índice de Gini. Ahora existe un indicador nuevo: el índice de Palma. Para el diseño de políticas, hay expertos que opinan que el índice de Palma es superior al índice de Gini.
Hasta donde conozco, nunca ha sido calculado para el caso de Cuba. No sería muy difícil hacerlo pues se utiliza la misma base de datos que se emplea para calcular el índice de Gini. Sería como decir “te llevas dos por el precio de uno”. Su cálculo no es complicado, pero muy probablemente se enfrentaría a las mismas dificultades que ha encontrado la divulgación del índice de Gini en el país, respecto al cual no hemos noticia en las últimas dos décadas.
Considero que la utilización del índice de Palma tendría dos grandes ventajas a la hora de diseñar las políticas que pudieran encaminar a Cuba en una trayectoria de crecimiento inclusivo, es decir un alto crecimiento económico cuyos beneficios son distribuidos de manera equitativa.
En primer lugar, esta nueva “vara” para medir la desigualdad permitiría a los funcionarios cubanos hacerse una representación precisa no solamente de la desigualdad de la sociedad en su conjunto (algo que refleja el índice de Gini) sino, sobre todo, informar lo que ocurre con la desigualdad al interior de la sociedad.
En segundo lugar, el índice de Palma les facilitaría a los funcionarios disponer de evidencia concreta que permitiera pensar en acciones efectivas para movilizar, como inversión, un ingreso nacional que pudiera estar muy desigualmente distribuido y que, por tanto, requiere de medidas segmentadas y no generales.
El coeficiente de Palma se calcula a partir de la división de la parte del ingreso nacional bruto que va hacia el 10% de la población más rica del país entre la parte del ingreso nacional correspondiente al 40% de la población más pobre.
La metodología utilizada por Palma divide la población total en diez “deciles” (resultado de dividir una serie de datos en diez partes iguales). El “medio” se define por los “deciles” del 5 al 9 (D5 a D9), mientras que “los extremos” están formados por dos grupos: el “decil” más rico (D10) y el 40% más pobre de la población, que abarca los “deciles” del 1 al 4 (D1 a D4).
El propio Palma ha explicado con claridad en que consiste el índice que ha desarrollado:
“Encontré que cuando se compara la desigualdad entre países, nunca se debe a lo que sucede en el medio de la población, es decir, en lo que se lleva la mitad que se ubica en el medio y el medio alto, deciles 5 a 9 del ingreso“.
“Esa mitad se lleva algo muy cercano a la mitad del ingreso de una sociedad en casi todos los países, sean ricos o pobres, grandes o chicos, democracias o dictaduras, tengan o no recursos naturales, un buen nivel de educación o de gobernabilidad“, agrega.
“Es un fenómeno asombroso. Toda la gran diversidad distributiva en el mundo se debe a lo que pasa en la otra mitad de la torta. En específico, lo que se lleva el 10% más rico“.
Los resultados del estudio de Palma se ilustran el siguiente gráfico:
Gráfico tomado de: Palma, José Gabriel. “Homogeneous middles vs. heterogeneous tails, and the end of the ‘Inverted-U’: the share of the rich is what it’s all about”. Cambridge Working Papers in Economics (CWPE) 1111, January 2011. Pag 22. Disponible en http://www.econ.cam.ac.uk/dae/repec/cam/pdf/cwpe1111.pdf
No agrego nada más a las consideraciones técnicas sobre el índice de Palma. texto original publicado por Palma en 2011, los interesados en leer más sobre el tema pudieran revisar una versión revisada publicada en 2016, y otros textos aquí, aquí y aquí.
Me concentraré en la dimensión política de la utilización del índice de Palma. Para empezar, ese autor ha expresado que la medición de la relación entre el porcentaje del ingreso que se lleva el 10% más rico y lo que se lleva el 40% “nos habla de un fenómeno político fascinante. Mientras en todo el mundo la clase media tiene la misma capacidad para apropiarse de una mitad de la torta, el poder relativo de los ricos y pobres varía enormemente cuando llega al momento de distribuir la otra mitad“.
Palma cita el caso de su país: “En Chile, por ejemplo, el 10% más rico ha resistido con mucho éxito los intentos distributivos de los cinco gobiernos de centro-izquierda desde el retorno a la democracia…Por eso, la desigualdad apenas se ha reducido en un mínimo vergonzoso. La así llamada nueva izquierda de América Latina ha tenido mucho más éxito en bajar los niveles de pobreza que en mejorar la distribución del ingreso“.
Existe un interesante artículo publicado por BBC en el que Palma explica las diferencias que se observan en América Latina en los resultados de los dos índices (Gni y Palma).
Dice Palma que la medición de la desigualdad tiene claras consecuencias a nivel de políticas públicas, mencionando el caso de los primeros años del siglo XXI en América Latina, cuando el boom de las materias primas permitió avances en la lucha contra la pobreza, pero no en la lucha contra la desigualdad. “En realidad lo que se hizo mediante políticas públicas como el salario mínimo, la formalización del trabajo o la bolsa familia en Brasil, fue sacar a muchos que vivían debajo de la línea de la pobreza y colocarlos en un nivel de pobreza…Pero como ahora se hace evidente, cuando los pobres ganan más les es más difícil sostener sus logros en el tiempo. Para los ricos es diferente pues siempre pueden recuperar el terreno perdido… Esta asimetría ayuda a entender porque ha sido tan difícil mejorar la desigualdad en América Latina en forma sostenida”.
Citando el caso de Brasil, Palma considera que, en países de ingreso medio, especialmente medio alto, no es tan complicado sacar a la población de la pobreza. “Todo el plan Bolsa de familia en Brasil que sacó de la pobreza a muchas de las 13 millones de familias que beneficiaba costó 0,5% del PIB por año“.
“Cambiar la desigualdad es otra cosa. Ello necesariamente pasa por cambiar la estructura tributaria, como en la OCDE, por reducir la evasión y elusión de impuestos, aumento del salario y formalización del trabajo, transferencia a los pobres. Es muy fácil saber lo que hay que hacer, otra cosa es tener la voluntad para hacerlo“.
Anoto, de paso, que Palma ha sido muy crítico con las políticas económicas y sociales tanto de la izquierda tradicional como de la llamada “nueva izquierda” latinoamericana, de las que ha expresado que “representa cada día menos a los agobiados”. No estoy diciendo aquí que Palma tenga la razón o no. Lo que digo es que expresa argumentos interesantes.
Concluyo con una invitación a reflexionar sobre la implicación del posible uso del índice de Palma en el proceso de diseño de las políticas de la “actualización” en Cuba. Resultaría interesante poder comprobar si el patrón de distribución identificado por Palma es válido para Cuba. Es decir, si el 50% del ingreso nacional se distribuye en “el medio” y el otro 50% es disputado por “los extremos”. Obviamente eso requiere primero que se mida la desigualdad del país y ello no está ocurriendo.
Más interesante aun sería poder estudiar quiénes constituyen “los extremos” sociales en Cuba (el 10% más rico y el 40% más pobre), quiénes representan “el medio”, cuánto habría cambiado esa estructura social respecto a la época anterior a la crisis, así como tratar de comprender la manera en que pudieran manifestarse eventuales contradicciones distributivas en la política nacional.
El asunto es importante, para poder entender –entre otras cosas- dónde debería enfocarse la captación del ingreso nacional para convertirlo en inversión nacional, un tema urgente porque se estima que el país no podrá crecer entre 5 y 7 por ciento anual si no logra cubrirse la brecha inversión de aproximadamente 10 mil millones de pesos que hoy existe.
Fuente:
http://elestadocomotal.com/2017/04/26/la-desigualdad-medida-con-otra-vara-el-indice-de-palma/
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