El segundo supuesto vuelco en la investigación – antecedente directo del tercero y fundamental que se refiere a las elecciones y su escrutinio – es el que sostiene, bajo un título algo peliculero,“cuatro días de febrero”, un desbordamiento general de las instituciones por la izquierda frentepopulista y particularmente la obrera, que operó desde la misma tarde-noche del 16 de febrero en forma de manifestaciones, motines en las cárceles y diversas formas de “intimidación” –palabra clave y repetida de manera recurrente en la exposición de ATV-; desbordamiento que llevó al abandono precipitado del gobierno por parte de Portela y al asimismo precipitado – y se sugiere que injustificado – acceso del Frente Popular al poder, lo que validó el artero objetivo de aquellos desbordamientos de masas y propició por un lado la celebración de las elecciones pendientes todavía en un clima de coerción de la izquierda y por otro los definitivos falseamientos de los escrutinios.
Es sabido que un recurso literario habitual es que el inicio de un libro o de un capítulo constituya en sí mismo un impacto que atraiga y, al propio tiempo, oriente al lector. ¿Cuál es ese mensaje de inicio? Pues que ya “en las horas previas se hizo evidente que no todos iban a aceptar una posible derrota. El Socialista anticipaba en su editorial el mismo 16 que “en un juego sucio, como el que se plantea ahora, jugamos tan solo a ganar” (pág. 275) y tanto el diario socialista como el republicano, El Heraldo, ponían en guardia ante los posibles pucherazos que produciría un control tan generalizado de los municipios por “gestoras monárquicas”. Deducir de todo eso que socialistas y republicanos se disponían ya a desconocer el resultado si les era adverso y a deducir de ello alguna acción contra los resultados electorales efectivos es una absoluta grosería de interpretación. ¿Es que no todos iban a ganar? El Socialista y El Heraldo simplemente estaban llamando a la participación e incluso a la vigilancia. Sólo una amplia participación les podía dar la victoria y la invocación de la vigilancia no era injustificada; con las elecciones municipales sin hacer – estaban pendientes desde 1934 – una gran cantidad de municipios, sobre todo en la España rural, estaban en manos de gestoras nombradas primero por el gobierno radical-cedista y luego por Portela, quien en una última maniobra – que todo el mundo interpretó que tenía objetivos de posible interferencia electoral- removió todos los gobiernos civiles y los delegados gubernativos. A la derecha no le preocupaba tanto esa cuestión porque estaba absolutamente convencida de su victoria, que pregonaban como cierta en su prensa antes de las elecciones. ¿Podrían considerar eso ATV también una incitación al desconocimiento del resultado si no se cumplía tal previsión?
El sectarismo de ATV les impide analizar, en términos históricos, el peso de las percepciones en la movilización de unos y la desmovilización de otros. Y sobre todo les lleva a ver en la movilización del frentepopular siempre una amenaza a la democracia, una manifestación de una mera ambición de poder y de los instintos bárbaros de las turbas. ¿No había razones para esa actitud de movilización? De sobras, y entre ellas la amenaza del golpismo que pendía sobre la república democrática, que se reactivó en diciembre de 1935 con la imprudente – cuando menos, por no decir otra cosa – iniciativa frustrada de Gil Robles; ya volveremos sobre ello al considerar las presiones militares sobre Portela. No voy a discutir que se produjeron incidentes, episodios de violencia en una situación de desconcierto por el comportamiento de Portela, pero hacer de eso el fantasma de una casi insurrección general, que habría justificado la declaración, asimismo general, del estado de guerra y otras medidas de “autoridad” más que probablemente, enturbiando una jornada electoral, que fue aceptable según las condiciones y comportamientos de la época – no solo en España, en Europa – es absolutamente desproporcionado. Sin embargo esa desproporción es imprescindible en el relato de ATV porque crea un clima de pre-asalto al poder de las masas populares, que en aquel momento no existió de ninguna manera. Ese relato de ATV no es tan novedoso, tiene sus antecedentes en bibliografía anterior; desde las memorias de Gil Robles, en la que la secuencia del desbordamiento de las masas a Portela es también clave para la consideración de la para él irregular – y no justificada – formación del gobierno de Frente Popular hasta el “Dictamen de la Comisión sobre ilegitimidad de poderes actuantes el 18 de julio de 1936” elaborado por el régimen franquista, que ATV dicen no compartir, pero que incluso utilizan como prueba documental válida, sin más (lo veremos más adelante).
La jornada electoral del 16 fue, salvo excepciones –por graves que localmente fueran– aceptable. Aunque ATV no pueden ahorrarse un nuevo juicio de intención al afirmar que si resultó así fue por el extraordinario despliegue de las fuerzas de seguridad….que si no; ignorando que el Frente Popular y sus organizaciones llamaron a una votación tranquila. El Frente Popular, las izquierdas están siempre bajo sospecha en el trabajo de ATV; el resto, solo en alguna ocasión, siempre que no afecte a Gil Robles. Que tras conocerse la victoria en Madrid, que nadie discutió, y en Cataluña, también indiscutible, y la probabilidad de que fuera el Frente Popular el que mayor opciones tenía de ganar, se produjera una concentración en Puerta del Sol no tiene la significación subversiva que le atribuyen ATV ¿por qué solo han de tener significación subversivas las manifestaciones? sino de celebración, incluso por el tradicional lugar de celebración que se producen; incluso, como reconocen los autores, el Comité del Frente Popular desautorizó una octavilla anónima que sugería convertir la celebración en protesta. ATV se empeñan en sugerir que eran mucho más que celebraciones y en que se produjo “un goteo constante de episodios con distintos niveles de gravedad”, que justificarían en su opinión las gestiones – presiones, digo yo –de Gil Robles, de Franco, de Fanjul y de Goded para tomar decisiones extraordinarias, rozando lo extremo
“Más que incidentes” es el subtítulo en el que ATV juegan a desacreditar la imagen de normalidad mayoritaria durante la jornada electoral. Lo que luego describen no son otra cosa que incidentes, por más que exageren su trascendencia prejuzgando que “sin bien no fueron generalizadas, si es cierto que la reiteración indica una violencia latente significativa”. Pero, ¿de qué están hablando? De diversos episodios dispersos, en Andalucía, Galicia, Asturias, País Vasco, Aragón, la mayor parte de signo menor por muy lamentables que fueran – como las coacciones a grupos de monjas para que no pudieran ir a votar -, las peleas entre simpatizantes, el apedreamiento de un candidato de la derecha y algunos con consecuencias mayores, al aparecer las navajas, las pistolas, o las fuerzas de orden público. ATV citan una treintena de incidentes concretos, de los que una docena larga se produjeron en Galicia, y sin concretar “muertos y heridos de diferente consideración” en las provincias de Córdoba, Guipúzcoa, Navarra, Oviedo, Salamanca, Santander, Sevilla, Toledo y Zaragoza, de los que solo concretan media docena de ellos, los que tuvieron consecuencia de muerte, por lo que hemos de suponer que el resto fueron de carácter tan menor que ni siquiera ATV han considerado oportuno señalarlos. Eso no describe un cuadro de nada que sea “más que incidentes”, por más que los que produjeran muertes resultaran irremediables.
Por otra parte, la responsabilidad de los incidentes más graves, los irreversibles por la pérdida de vidas humanas correspondió a…las derechas: de los 10 muertos reconocidos, citan 8 casos, de ellos las víctimas fueron de izquierdas, a manos de falangistas, papistas o cedistas y en un caso de la guardia civil, por un muerto cedista y otro cuya filiación política no se da. La proporción es tan elocuente de que la violencia grave partió más de un bando que de otro, que extraña que ATV, que señalan tantos detalles, no hayan hecho ningún comentario sobre éste. Sí, en cambio, se permiten comentarios increíbles, para exculpar las agresiones perpetradas por elementos derechistas: en Antas de Ulloa, los papistas malhirieron a tiros a un presidente de mesa y a un “portelista”, y como quiera que no pueden negar que fue así se ven obligados a añadir “Pero no es menos cierto que, antes de los disparos, se había entablado una fuerte discusión”, en la que al representante cedista, que se quejaba ante la mesa de irregularidades supuestas “se le propinó un fuerte golpe”. El comentario es absurdo, en casi todos los enfrentamientos, excepto los atentados que sufrieron militantes de izquierda – a un vendedor de prensa los falangistas le obligaron a beber gasolina – hubo primero alguna fuerte discusión, que fue a más porque alguien tenía pistola o navaja; y que un fuerte golpe pueda poner pero a un asesinato es un comentario poco medido, si no indecente.
Esta peculiar exposición de sucesos sirve a ATV para desacreditar la versión del gobierno de que la jornada fue tranquila y sobre todo para, tras reconocer que “no puede decirse que la violencia primara”, concluir que “todo ello fue un mal augurio y anticipó los desórdenes que comenzaron a propagarse durante la tarde y noche del 16 de febrero”. No digo, pero digo. Establecen así una relación de continuidad absolutamente insostenible. Lo cierto es que el grueso de las elecciones tuvo un transcurso normal y su resultado ya anticipó una victoria – ajustada, pero victoria - del Frente Popular de la que sólo quedaba por conocer si llegaría a mayoría absoluta y las dimensiones de ésta si se producía. El recuento de las elecciones del 16 habría de ser algo largo y accidentado y la gestión informativa que el gobierno Portela hizo del mismo resultó muy poco acertada; dominada como estaba por el conocimiento del estrepitoso fracaso del Partido del Centro organizado por Portela bajo el padrinazgo de Alcalá Zamora. A pesar de ello, en ningún momento se invirtió de manera clara la tendencia, por más que el Gobierno Portela intentó reducir el impacto inmediato – acaso para aguar la celebración en marcha de las izquierdas e intentar frenarla – manteniendo por algunas horas le expectativa de un triunfo, no de las derechas, sino de la problemática suma de las derechas y el centro (dicho sea de paso, ATV recurren más de una vez en sumar las fuerzas centristas a la de las poco avenidas de la derecha; es improcedente, no significaban políticamente lo mismo ni mucho menos y en todo caso el portelismo estaba más cercano de las izquierdas que de las derechas en muchas de las circunscripciones).
En la madrugada del 17, gracias al voto de las grandes ciudades, el Frente Popular iba por delante y en la mañana del 17, en el Consejo de Ministros Portela anunció que éste ya podría estar contando – con el recuento en marcha – con 193 diputados y ese es el dato que vale y no las informaciones o intoxicaciones que ATV citan del embajador portugués que atribuía la victoria al “Bloque de derechas” o de Ferández Almagro que dijo que le había dicho Portela (pág. 362); utilizar estas dos manifestaciones como documentación firme, frente a la del Consejo de Ministros es ridículo. Como ATV reconocen “los escrutinios del 17 solo eran terminantes en que el Frente Popular iba por delante en el escrutinio y en que sus adversarios sólo podían encomendarse, para ganarle, a los votos de los distritos rurales aún por ganar” (pág. 363); el primer “solo” sobra, desde luego, pero no pueden evitar trufar los irremediables reconocimientos de la realidad con fórmulas adversativas. Siguiendo a ATV, los datos ya definitivos, en la tarde del 17 de febrero – los que correspondían a las circunscripciones en las que el ganador aventajaba claramente a sus competidores y estaba por encima del 40% para llevarse los escaños por mayoría- , al atardecer del 17 el Frente Popular ya tenía en su poder 65 escaños, mientras que “la CEDA y sus aliados” quedaban en 51 y el Partido del Centro no tenía ninguna. Otra manifestación clara de cuál era la tendencia. En la mañana del 18 la situación se mantenía con una ampliación de resultados definitivos: 198 escaños para el Frente Popular y 161 para “sus adversarios”, pero ha de notarse que ATV están sumando contra el Frente Popular todo lo que no era Frente Popular.
El 19, cuando se producirá el cambio del gobierno, en el cuarto de aquellos días de febrero, Martínez Barrio y Azaña, y Alcalá Zamora lo aceptaba – desde luego a regañadientes – consideraban que el Frente Popular tenía 217, a 20 de la mayoría absoluta (no de una cincuentena, como de vez en cuando se insinúa en el libro). Azaña se quejó de tener que asumir el gobierno sin saber cuál era su mayoría definitiva, pero no rechazó formar gobierno – ATV citan la queja, pero no consideran el valor de la aceptación – porque a pesar de todo, lo que había quedado claro a lo largo de esos días es que la formación ganadora era el Frente Popular, que podría llegar a la mayoría absoluta o que tenía margen de negociación con otras formaciones políticas – entre ellas el Partido Nacionalista Vasco – para revalidar su gobierno en las nuevas Cortes cuando se constituyeran. Y que la CEDA y Renovación Española, que no tenían acordado ningún programa de gobierno y cuya alianza era fundamentalmente negativa (contra la “revolución”, que nadie que fuera significativo proponía en ese momento) no estaban en condiciones de formar un gobierno que pudiera tener el apoyo final de la cámara; y pero todavía era peor que llegasen a formar un gobierno, que necesariamente habría significado el cierre de la república democrática, como proclamaba con la boca grande Calvo Sotelo, y aceptaban con boca pequeña en la CEDA. Volveremos a la cuestión del resultado final y la mayoría absoluta.
La primera parte de este artículo puede verse en: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=225669
La tercera en: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=226271
La cuarta en: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=226560
José Luis Martín Ramos (Barcelona 1948) es catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad Autónoma de Barcelona, especializado en la historia del movimiento obrero.
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