martes, 20 de junio de 2017

Una historia increíble de la miseria intelectual del postmodernismo. El pene conceptual como un constructo social: un engaño al estilo Sokal sobre estudios de género.

El engaño
El supuesto científico y metacientífico androcéntrico de que el pene es el órgano reproductor masculino es apabullante y, en gran parte, indiscutible.

Así es como empezamos, usamos esta oración absurda para presentar un «artículo» de 3.000 palabras que no es sino un completo sinsentido disfrazado de erudición académica y que, posteriormente, una revista académica del ámbito de las ciencias sociales con revisión por pares aceptó y publicó.

Este artículo nunca debería haberse publicado. Con el título «El pene conceptual como un constructo social», nuestro trabajo «argumenta» que «El pene con respecto a la masculinidad es una construcción incoherente. Se defiende así que el pene conceptual se comprende mejor no como un órgano anatómico, sino más bien como una construcción social performativa y un constructo difundido a nivel social». Todo ello con el objetivo de demostrar la afirmación del filósofo David Hume de que existe una profunda brecha entre lo que es y lo que debería ser. Nuestro artículo, ese que nunca debería haberse publicado, se publicó con acceso abierto, lo que significa que está disponible para todos los lectores y no está sujeto a pago, en la revista con revisión por pares Cogent Social Sciences. En caso de que se elimine el PDF, lo tenemos guardado.

Con los seudónimos de «Jamie Lindsay» y «Peter Boyle», y enmarcado en el ficticio «Grupo de Investigación Social Independiente del Sureste», escribimos un artículo absurdo con base en la teoría del género discursivo posestructuralista. El artículo era ridículo adrede, pues nuestra argumentación se basaba esencialmente en que los penes no debían considerarse como órganos genitales masculinos, sino como construcciones sociales perjudiciales. Ni siquiera nos molestamos en saber qué significa realmente la «teoría del género discursivo posestructuralista», dimos por hecho que si dejábamos meramente claro que nuestras implicaciones morales se basaban en que la masculinidad es intrínsecamente mala y que el pene está, de alguna manera, en la raíz de todo ello, conseguiríamos que nos publicasen el artículo en alguna revista respetable.

Estas características irrecusables de nuestro engaño restan importancia a la falta de aptitud de nuestro artículo para ser incluido como publicación académica. No intentamos hacer un artículo coherente, simplemente lo llenamos de vocablos de la jerga («discursivo» e «isomorfismo»), tonterías (como argumentar que los hombres hipermasculinos están dentro y fuera de ciertos discursos al mismo tiempo), frases clave (sociedad prepospatriarcal), referencias lascivas a los términos relativos al pene, insultos hacia los hombres (incluido el de hacer referencia a algunos hombres que eligen no tener hijos como «incapaces de forzar a una compañera») y alusiones a la violación del espacio o despatarre –quejarse de que los hombres se sienten con las piernas abiertas– es «similar» a violar el espacio a su alrededor». Después de redactar el artículo, lo leímos con atención para asegurarnos de que no decía nada significativo y, como ninguno de nosotros pudo determinar de qué trataba realmente, lo consideramos un éxito.

A continuación proporcionamos algunos ejemplos, como un párrafo de la conclusión, el cual ambos revisores consideraron como muy positivo.

Concluimos así que la mejor forma de comprender el concepto de pene no es como un órgano sexual masculino, o como un órgano reproductor masculino, sino como una construcción social promulgada que es, a la vez, perjudicial y problemática para la sociedad y las futuras generaciones. El pene conceptual presenta problemas significativos para la identidad de género y la identidad reproductiva dentro de la dinámica social y familiar, tiene un carácter excluyente en las comunidades marginadas basadas en el género o la identidad reproductiva, es una fuente inagotable de abuso hacia las mujeres, así como hacia otros grupos y personas marginadas por motivos de género, es el origen performativo de la violación, y es el motor conceptual que está detrás de gran parte del cambio climático.

Sí, lo ha leído bien, afirmamos que el cambio climático lo causan «conceptualmente» los penes. ¿Cómo defendimos esa afirmación? De la siguiente forma:

Los enfoques hegemónicamente masculinos destructivos e insostenibles de las políticas y acciones ambientales más urgentes son el resultado predecible de una violación de la naturaleza por una mentalidad dominada por los hombres. Esta mentalidad se refleja mejor si reconocemos el papel del pene conceptual en la psicología masculina. Cuando se aplica a nuestro entorno natural, especialmente a ambientes vírgenes que se pueden expoliar fácilmente por sus recursos materiales, y los cuales quedan dilapidados y reducidos después de que los enfoques patriarcales con base en el beneficio económico hayan robado su valor esencial, la extrapolación de la cultura de la violación inherente al pene conceptual se hace evidente.

Y así, lo que argumentamos se deduce de lo anterior por medio de una cita sin sentido generada algorítmicamente a partir de un artículo ficticio, al que nos referimos y citamos explícitamente en el artículo:

La significancia de la hipermasculinidad tóxica deriva directamente del pene conceptual y se basa en sí misma para apoyar el materialismo neocapitalista, motor fundamental del cambio climático, especialmente en lo que se refiere al uso desenfrenado de las tecnologías basadas en combustibles fósiles que emiten carbono y en la dominación de los entornos naturales vírgenes. No consideramos necesario profundizar en las críticas del objetivismo dialéctico ni en sus relaciones con tropos masculinos, como el pene conceptual, para hacer una crítica efectiva del objetivismo dialéctico (excluyente). Todas las perspectivas importan.

Si tiene problemas para entender lo que significa, hay dos puntos importantes que se deben considerar. En primer lugar, nosotros tampoco lo entendemos. Nadie lo hace. Esto debería haber bastado para que cualquier revista con revisión por pares decidiese no publicarlo. En segundo lugar, estos ejemplos son los más lúcidos en comparación con el resto del documento. Por ejemplo, considere este ejemplo final:

En la medida en que la masculinidad es esencialmente performativa, también lo es el pene conceptual. El pene, según Judith Butler, «solo puede entenderse por referencia a lo que se excluye del significante dentro del dominio de la legibilidad corporal» (Butler, 1993). El pene no debe entenderse como una expresión honesta de la intención del intérprete si se presenta en una actuación de masculinidad o hipermasculinidad. Así, el isomorfismo entre el pene conceptual y lo que se denomina en la literatura feminista discursiva como «hipermasculinidad tóxica» se define con base en un vector del machismo cultural masculino braggadocio con el pene conceptual en el papel de sujeto, objeto y verbo de acción. El resultado de esta tricotomía de papeles es posicionar a los hombres hipermasculinos tanto dentro como fuera de discursos competidores cuya dinámica, como se observa en el análisis posestructuralista del discurso, promueve una interacción sistemática de poder en la que los hombres hipermasculinos usan el pene conceptual para pasar de sujetos impotentes a sujetos poderosos (consultar a Foucault, 1972).

Nadie sabe qué significa esto porque es un completo disparate. Quien diga que lo entiende, miente. Punto final.

Pero aún va a peor. No solo el texto es ridículo, sino también las referencias. La mayoría de ellas son citas a artículos y cifras de este ámbito que apenas tienen sentido en el marco del texto. Otras se obtuvieron mediante la búsqueda de palabras clave y artículos que, aparentemente, estaban relacionados con las palabras que citamos. De todas estas fuentes no leímos absolutamente ninguna, adrede, pues formaba parte del engaño. Y todavía va a peor...

Algunas referencias citan el Postmodern Generator, un sitio web codificado en la década de 1990 por Andrew Bulhak que presenta un algoritmo basado en el método de Alan Sokal (NYU) para engañar a una revista de estudios culturales llamada Social Text y que genera un «artículo» posmoderno cada vez que la página se carga. Gran parte de nuestras citas y referencias proceden del Postmodern Generator. Entre ellas se incluyen citas sin sentido incorporadas en el cuerpo del documento que remiten a cinco «artículos» diferentes generados en tan solo unos minutos.

Cinco referencias a artículos falsos en revistas que no existen es algo increíble por sí mismo pero lo que es aún más asombroso es que el artículo original que presentamos solo tenía dieciséis referencias en total (ahora tiene veinte, después de que un revisor pidió más ejemplos). Casi un tercio de nuestras referencias remite a fuentes falsas de un sitio web. Todo ello nos da pie a mofarnos de que este tipo de sinsentidos tienen cabida, sobre todo, en los campos «académicos» corrompidos por el posmodernismo. Hablaremos de ello más adelante.

Dos de las revistas falsas citadas son Deconstructions from Elsewhere y And/Or Press, que se obtuvieron directamente a partir de citas ficticias generadas algorítmicamente en el Postmodern Generator. Otra de las citas se remite al investigador ficticio «S. Q. Scameron», cuyo nombre, completamente inventado, aparece en el cuerpo del artículo varias veces. En respuesta a esto, los revisores consideraron que nuestras referencias eran «sólidas», incluso después de un control de referencias cruzadas aparentemente meticuloso llevado a cabo en la fase final de aprobación editorial. No importa el esfuerzo que se haga, parece que uno simplemente no puede superar al genio de Cogent Social Sciences.

Sin embargo, en un principio no pretendíamos engañar a Cogent Social Sciences. Si lo hubiéramos hecho, esta historia no sería tan interesante ni tan fulminante. Otra revista NORMA: International Journal for Masculinity Studies, una revista del grupo editorial Taylor &  Francis, nos recomendó Cogent Social Sciences. NORMA rechazó «El pene conceptual como un constructo social», pero pensó que encajaría bien en la Serie Cogent, que trabaja de forma independiente dentro del grupo Taylor &  Francis. En su carta de rechazo, los editores de NORMA escribieron:

Consideramos que su artículo sería muy adecuado para nuestra Serie Cogent, una plataforma multidisciplinaria y abierta para difundir de forma rápida investigaciones revisadas por pares en todas las disciplinas.

Si reenvía su artículo:

· Ahorrará tiempo, ya que no es necesario volver a formatearlo ni reenviar su trabajo manualmente.

· Conseguirá que su artículo se publique más rápido, puesto que, junto con él, se reenviarán también las revisiones anteriores.

En el caso de que se acepte su artículo, y para garantizar que todos los lectores podrán acceder a él de forma abierta, la Serie Cogent le invita a realizar una contribución «pague lo que considere» para cubrir los costes de la publicación en acceso abierto. Tanto usted, como autor, como la institución o entidad que haya financiado la investigación puede realizar este pago. Actualmente muchas instituciones y entidades de financiación proporcionan apoyo económico para publicar en acceso abierto.

Entonces, decidimos hacerles caso y Cogent Social Sciences aceptó «El pene conceptual como un constructo social». Los revisores nos animaron muchísimo y nos evaluaron de forma muy positiva en casi todas las categorías. Por ejemplo, un revisor calificó nuestra propuesta de tesis como «sólida» y la elogió de la siguiente forma: «Capta [sic] la cuestión de la hipermasculinidad a través de un proceso multidimensional y no lineal», lo que nosotros interpretamos como que vaga sin rumbo a través de muchas capas de jerga y tonterías. El otro revisor calificó la tesis, junto con el artículo completo, como «destacable» en cada una de las categorías.

Sin embargo, no aceptaron el artículo del todo...

http://www.sinpermiso.info/textos/una-historia-increible-de-la-miseria-intelectual-del-postmodernismo-el-pene-conceptual-como-un

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