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viernes, 19 de marzo de 2021

150 años de la Comuna de París. De la Guerra Civil al 15M: los ecos de la Comuna de París que llegaron a España

Las reminiscencias del levantamiento francés impregnaron a una España que se dividió: el movimiento cantonalista, la persecución a La Internacional, la simbología compartida y las conmemoraciones de la revolución parisina fueron algunos de los hechos que llegaron del país fronterizo.

París era un hervidero de libertad y fervor patriótico. Aquella revolución del 18 de marzo de 1871 dio comienzo al primer gobierno de la clase obrera del mundo. Duraría poco, tan solo 60 días, el tiempo que trascurrió hasta que una implacable represión acabaría con la novedosa legislación vertebrada en torno al socialismo autogestionario.

La Comuna de París murió el 28 de mayo, y con ella los decretos que daban más poder al pueblo, entre otros: la obligación de las iglesias a acoger asambleas de vecinos, la laicidad del Estado, la creación de guarderías para los hijos de las obreras, la autogestión de las fábricas abandonadas por los patrones y la abolición de los intereses de las deudas.

En España, la revolución fue ampliamente difundida por la cobertura que hicieron los periódicos de la época con sus diferentes líneas editoriales. «El arco político se dividió entre aquellos que la apoyaron y los que la denostaban, pero hay referencias explícitas de La Comuna hasta 1937», comenta Marie-Angèle Orobon, profesora en la Université Sorbonne Nouvelle-Paris 3 (La Sorbona) y estudiosa del tema.

Una Francia en el calderero que acaba de salir de la guerra franco-prusiana se convirtió en la protagonista de la prensa española. «Los diarios republicanos españoles, muy importantes en aquella época, recalcaron en seguida la legitimidad de la reacción del pueblo ante lo que consideraban un ataque gubernamental, mientras que los medios monárquicos, liberales, conservadores e incluso carlistas denunciaron la anarquía y el desorden que reinaba en París», explica Orobon. En España, inmersa en su sexenio democrático, el republicanismo percibe a La Comuna como un modelo de nuevo orden social, llegándolo a tildar de «templo de la libertad, igualdad y fraternidad».

Las primeras consecuencias de la revolución parisina no se hacen esperar: «Los círculos internacionalistas son prudentes con el apoyo al levantamiento popular, pero el 2 de mayo, una fecha muy señalada al marcar el inicio de la resistencia antifrancesa, la sección madrileña de La Internacional organiza una velada de té fraternal en apoyo de La Comuna; un acto que terminó siendo reprimido», en los términos de Orobon.

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lunes, 6 de junio de 2011

Sobre el programa del movimiento 15-M

Aunque pensé que con el paso de los días las aguas iban a bajar más calmadas, lo cierto es que no ha remitido la discusión relativa a un supuesto programa del movimiento 15-M que se concretaría en cuatro puntos: reforma del sistema electoral, lucha contra la corrupción, mejoras en materia de división de poderes y control sobre los responsables políticos.

Conviene dejar sentado desde ahora que el alcance de ese programa es limitado. Nació de una de las muchas comisiones que operan en la Puerta del Sol madrileña -la de política a corto plazo-, cabe suponer que debe mezclarse con las propuestas que surjan de otras comisiones, en modo alguno toma en consideración lo que hayan podido decidir l@s participantes en acampadas y asambleas en otros lugares y, en suma, no ha sido refrendado como la propuesta del movimiento. Su eco mediático ha resultado, sin embargo, muy notable -aún ayer, sábado 4 de junio, Informe Semanal se refería a esos puntos como si fueran el programa de todo un movimiento-, algo detrás de lo cual hay quien ha apreciado la influencia de alguna mano negra que apostaría, con malas artes, por una rápida y contundente anulación de cualquier horizonte de contestación abierta, desde el movimiento, del sistema que padecemos.

Aunque el alcance de la propuesta mencionada es -parece- escaso, creo que haremos bien en apreciar en ella un síntoma de algo que está ocurriendo y que puede reaparecer con fuerza aún mayor. Pienso, en primer lugar, en algunas de las consecuencias imprevistas, no precisamente saludables, del procedimiento de decisión que se está aplicando en tantos lugares: un método que, al desterrar el voto en provecho del consenso, permite prescindir, sin más, de un sinfín de propuestas que gozan de un amplísimo respaldo entre quienes las debaten. Al final, y de resultas, sólo salen adelante aquellas iniciativas que, por lógica, no suscitan controversia alguna. Nadie dirá, claro, que se opone a la instauración de medidas que castiguen la corrupción. No es difícil iluminar la consecuencia mayor del despliegue de ese procedimiento: el movimiento pasa a vincularse con un consenso de mínimos que se reduce a acuerdos en materias muy generales, que no parece llamado a tener ninguna consecuencia práctica -es curioso que los defensores de la fórmula que nos ocupa sostengan lo contrario- y que deja manifiestamente descontent@s a much@s de l@s implicad@s.

Y es que, y por acudir directamente al ejemplo de las discusiones que con certeza se hicieron valer en la comisión madrileña de corto plazo, a buen seguro que en ellas se escucharon voces que, tras enunciar distancias con respecto a la democracia representativa y delegativa, defendieron orgullosamente el despliegue de fórmulas de democracia directa. El ascendiente de esas voces es nulo, sin embargo, en términos de una propuesta final que a la postre corre el riesgo de recoger un puñado de ideas que, bien que compartidas por tod@s, no prestan atención a percepciones muy extendidas entre acampad@s y asambleístas. En ese sentido, a la hora de analizar esa propuesta final tanto relieve tiene lo que dice como aquello que no dice. La ausencia, en paralelo, de unos principios programáticos que, mucho más amplios, recojan sensibilidades diversas se hace mucho más llamativa en un escenario en el que el consenso se traduce inequívocamente en una exquisita moderación que, ajena a cualquier suerte de pluralismo, deja inequívocamente descontent@s a much@s.

De discusiones como la invocada depende, ni más ni menos, la imagen del movimiento como un todo. He sostenido en las últimas semanas que en el seno de ese movimiento hay como poco dos almas (bien es cierto que al calor de las recién creadas asambleas de barrio está asomando alguna más). Si la primera la aportan los movimientos sociales críticos -el caudal de activistas y de propuestas que nacen de los centros autogestionados y okupados, del ecologismo, el feminismo y las redes de solidaridad que mantienen encendida la llama de la contestación, y del sindicalismo alternativo-, la segunda nace de l@s jóvenes indignad@s con la ignominia del sistema político y económico que se nos ofrece, comúnmente en activo proceso de concienciación. Me limitaré a enunciar una obviedad: como quiera que no nos podemos permitir el lujo de divisiones en un momento como el presente, es muy importante que las declaraciones programáticas del movimiento, y con ellas sus concreciones en forma de propuestas precisas, dejen espacio suficiente para que nadie se sienta excluid@ y para que tod@s nos encontremos razonablemente representad@s. Creo firmemente que el programa que los medios de incomunicación han aireado los últimos días, interesadamente, como el propio del movimiento 15-M no satisface, siquiera mínimamente, esa premisa.
Fuente: Carlos Taibo http://globalizate.org/taibo050611.html