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sábado, 25 de enero de 2025

"¡Sobre mi cadáver!": Moon River, la canción que la actriz Audrey Hepburn defendió con vehemencia (y que ganó dos premios Oscar)

Audrey Hepburn en Desayuno con diamantes

Fuente de la imagen,Getty Images

Pie de foto,En el film, Audrey Hepburn exude glamour, clase e independencia. Pero es una mujer rural del medio oeste de EE.UU. cuya elegancia de la alta sociedad es un elaborado disfraz que la ayuda a escapar de su triste vida.


El vestido negro, las perlas, las gafas de sol enormes, la boquilla absurdamente larga... y esa canción.

La película de 1961 "Breakfast at Tiffany's", que en Hispanoamérica se llamó "Diamantes para el desayuno" y en España, "Desayuno con diamantes", se hizo famosa quizás tanto por su estética que por su trama.

Basada en la novela corta de Truman Capote de 1958, cuenta la historia de Holly Golightly, encarnada por Audrey Hepburn.

La elección de la carismática e icónica actriz para ese rol, que hoy parece incontrovertible, al escritor le pareció terrible.

"Fue la película con un reparto más desacertado que he visto", le dijo Capote a un periodista años después. "Nos dieron ganas de vomitar".

Holly es un personaje cautivador: una chica de sociedad seductora, excéntrica, coqueta y revoloteante.

Es una "criatura salvaje" incognoscible e indomable que huyó a Nueva York de una problemática infancia en Texas para reinventarse.

A pesar de beber cócteles y dar fiestas, es propensa a sufrir ataques de miedo paralizante (sus famosos "días rojos") y solo puede permitirse su vida aparentemente glamurosa rodeándose de "ratas", hombres malos que le dan propinas en el tocador.

Es descrita como una "verdadera farsante", porque realmente cree en su propia versión de cuento de hadas de la vida.

Capote quería a Marilyn Monroe para el papel, pensando que ella encarnaría a esa "verdadera farsante", maestra de la reinvención y vendedora de sueños más auténticamente que Hepburn, la ingenua aristocrática.

Pero es que la Holly Golightly del libro y la de la película, aunque ambas brillantes, no son identicas.

Dos Hollys
Paul Varjak, interpretado por George Peppard, y Holly Golightly, se besan bajo la lluvia en la película de 1961.

Fuente de la imagen,Getty Images

Henry Mancini y Audrey Hepburn con  guitarras practicando "Moon River" en 1961.

Fuente de la imagen,Getty Images


En la novela, Holly no solo está arruinada sino que además la ropa que usa es deliberadamente simple.

"Había un buen gusto consecuente en la sencillez de su indumentaria, los azules y grises y la falta de brillo que la hacían brillar tanto".

Los atuendos de la Holly de la película también podrían describirse como sencillos, pero más bien como sencillamente exquisitos: Hepburn recorre con elegancia las calles de la ciudad con su vestido negro corto o su gabardina Burberry, dos prendas clásicas de la moda.

Paul Varjak, interpretado por George Peppard, y Holly Golightly, se besan bajo la lluvia en la película de 1961.

Pie de foto,
Un final diferente: Paul Varjak, interpretado por George Peppard, y Holly Golightly, se besan bajo la lluvia en la película de 1961.

Y aunque esa encantadora Holly acepta el dinero que le dan las ratas, no les entrega su cuerpo; no es ese tipo de chica.

La de la novela de Capote sí lo es.

Es una historia más cruda, en la que Holly no es solo una jovencita provocativa y etérea, sino que gana dinero de esa manera que dicen es la más antigua.

Además está el gran cambio del final.

El libro está narrado por un escritor anónimo, y presenta una mirada melancólica a una chica cautivadora que conoció una vez, que huyó de Nueva York después de verse implicada en una redada de drogas.

La película lo convierte en un protagonista romántico que finalmente convence a la joven rebelde de que se rinda ante el amor.

En una situación clásica de comedia romántica, se besan en la escena final bajo la lluvia torrencial.

En su libro, Capote deja un sabor más amargo: Holly se va corriendo en un taxi y nunca más se la vuelve a ver.

Sin embargo, por distintas que sean, Moon River (Río de Luna), la melancólica canción compuesta para la película, resuena con las dos Hollys.

Doquiera que vayas, contigo iré

El tema fue compuesto por uno de los más grandes compositores de música para cine de todos los tiempos, Henry Mancini.

Nació hace 100 años en Cleveland, Ohio, en el seno de una familia de inmigrantes italianos.

Pie de foto,
Henry Mancini y Audrey Hepburn practicando "Moon River" en 1961. 

La primera vez que Mancini vio una película en la que se fijó en la música, pensó que había una orquesta detrás de la pantalla.

Su padre le regaló una flauta y luego estudió música en la prestigiosa escuela Juilliard de Estados Unidos.

Tras tocar en la era de las big bands de la década de 1940, y acumular conocimiento de primera mano del jazz, trabajó para Universal Pictures en la década de 1950 componiendo obras como la banda sonora para la serie policial "Peter Gunn".

A principios de la siguente década, el director Blake Edwards le pidió que compusiera la banda sonora de una nueva película.

En el guion de "Diamantes para el desayuno", había una escena en la que Holly, sentada en las escaleras de emergencia que están fuera de su ventana, canta una canción de su pasado.

Mancini había oído cantar a Hepburn en la película Funny Face ("La cenicienta en París", "Una cara con ángel", 1957), por lo que creó específicamente una canción en su registro.

Luego le pidió al letrista Johnny Mercer que escribiera algunas palabras que hicieran alusión al misterioso pasado de Holly Golightly.

La letra

Las palabras que escribió Mercer fueron...

"Río de Luna, más ancho que una milla, te cruzaré con estilo algún día.

"Oh, creador de sueños, rompecorazones, donde quiera que vayas, contigo iré.

"Dos vagabundos viajando para ver el mundo... ¡hay tanto mundo que ver!

"Estamos tras el mismo extremo del arco iris, esperando a la vuelta de la curva, mi amigo Huckleberry, Río de Luna y yo".


“La primera vez que leí esa letra, me pareció hermosa”, expresó Mancini.

Contó además que él pasó un mes pensando en la melodía, pero cuando finalmente se le ocurrió, solo le llevó media hora escribir la música.

Al son de Moon River se creó una de las escenas más memorables de la historia del cine.

Audrey Hepburn con guitarra, cantando en la ventana 
Audrey Hepburn con guitarra, cantando en la ventana

Fuente de la imagen,Getty Images


Pie de f
Una escena memorable. 

Audrey Hepburn le escribió a Mancini:

"Querido Henry,

"Acabo de ver nuestra película, esta vez con tu composición.

"Una película sin música es un poco como un avión sin combustible. Por muy bien que se haga el trabajo, seguimos estando en tierra y en un mundo de realidad.

"Tu música nos ha elevado a todos y nos ha hecho volar. Todo lo que no podemos decir con palabras ni mostrar con acciones, tú lo has expresado para nosotros. Lo has hecho con tanta imaginación, diversión y belleza.
"¡Eres el gato más moderno y el compositor más sensible!
"Gracias, querido Hank.
"Mucho amor,
"Audrey".

"Maldita canción"

Cuando llegó el momento de que el estudio hiciera un preestreno de la película, todo el mundo estaba extasiado.

Hepburn estaba con Mancini y el director del estudio.

De pie junto a la chimenea, el director del estudio declaró: "La película es genial, ¡pero la maldita canción tiene que desaparecer!".

Fue entonces cuando Audrey furiosamente se puso de pie y le respondió: "¡Sobre mi cadáver!".

En la 34ª ceremonia de los Premios Óscar de la Academia, celebrada en 1962, Moon River ganó dos premios Oscar: Mejor banda sonora de una película dramática o de comedia y Mejor canción.

Un año después, Mancini ganaría un tercer Oscar por su banda sonora para "Días de vino y rosas", con letra de Mercer, y un cuarto en 1982 por "Victor/Victoria", ambas películas también dirigidas por Blake Edwards.

https://www.bbc.com/mundo/articles/c1408jny51vo



martes, 9 de mayo de 2017

_--El brindis de Rembrandt por la victoria del Ejército Rojo. La búsqueda, el hallazgo y la recuperación de los cuadros de la galería de Dresde por parte del ejército soviético en la II G. M.

Resultado de imagen de Brindis de Rembrandt

_--Mikel Hernández
Mundo Obrero

Cuando la amenaza del fascismo se cierne de nuevo sobre los pueblos europeos, la conmemoración de su derrota el 9 de mayo de 1945 es un ejercicio de memoria y una hermosa lección para toda la humanidad.

La ciudad alemana de Dresde atestigua en el siglo XVIII la construcción de un edificio de estilo barroco al que dan en llamar el Zwinger. Destinado inicialmente a servir de invernadero y de marco fastuoso para los grandes festejos y celebraciones de la realeza sajona, es completado en el siglo XIX con nuevas construcciones que servirán para albergar la colección de pintura que los príncipes de Sajonia irían adquiriendo en el transcurso de los años. Una importante pinacoteca con obras de los grandes maestros de la pintura europea como Tiziano, Rubens, Rembrandt, Velázquez, Rafael… se encontrará entre los fondos de la Galería llegado el siglo XX.Resultado de imagen de La Madonna Sixtina. Pintada por Rafael

A mediados del mes de febrero de 1945, en el curso de la II Guerra Mundial, sin ninguna necesidad de orden estratégico que lo justificara, 1500 aparatos de la aviación anglo-americana, en sucesivas oleadas, primero con bombas de demolición y posteriormente con fósforo vivo, redujeron Dresde a cenizas. Sorprende la sistemática saña con la que se llevó a cabo la operación sin ser la ciudad un centro de industrias bélicas ni de comunicaciones de importancia. La zona este, la parte nueva, en la que se asentaban algunos cuarteles y algunas fábricas, fue curiosamente la menos dañada. La parte oeste o zona antigua, la que concentraba la arquitectura histórica, separada de la anterior por la cinta del río, fue la más afectada. Iglesias, teatros, monumentos, lo que había dado a Dresde el sobrenombre de la “Florencia del Elba”, desaparecía junto a decenas de miles de habitantes, 300.000 personas, según algunos cálculos.

Meses después, la mañana del 8 de mayo de 1945, mientras las tropas del primer Frente [1] ucraniano al mando del mariscal soviético Iván Stepanovich Konev penetraban en Dresde a través de sus restos calcinados, en Karlshort, localidad al sureste de Berlín, se ultimaban los preparativos de la sala donde al filo de la media noche tendría lugar la firma del acta de rendición incondicional de Alemania. Minutos antes, anticipando la celebración a la rúbrica capituladora, soldados del Ejército Rojo, desde el Báltico hasta los Alpes austriacos, iluminarían el cielo con millones de balas trazadoras, simbolizando el triunfo de la luz sobre las tinieblas, el fin de la negra y oscura noche del fascismo.

Aunque la guerra estaba tocando a su fin, algunas de las unidades que habían accedido a Dresde esa mañana y con los motores aún calientes de los tanques, viraban hacia el sur en dirección a Praga, donde los últimos reductos de resistencia del general de la Werchmacht Ferdinand Schörner se negaban a capitular, con la esperanza de ganar tiempo y hacerlo ante los norteamericanos; y en la misma Dresde aún esperaba su desenlace un importante acontecimiento, la localización del patrimonio artístico desaparecido de la Galería. ¿Dónde se encontraba ahora, qué había sido de ese valiosísimo legado?

RAFAEL - Madonna Sixtina (Gemäldegalerie Alter Meister, Dresden, 1513-14. Óleo sobre lienzo, 265 x 196 cm).jpg


La Madona Sixtina pintada por Rafael.

“No voy a atribuirme ninguna iniciativa especial en las búsquedas de la Galería de Dresde –dice Iván S. Konev en sus Memorias [2] - pero cuanta atención pude dedicar a este asunto… se la presté. El pintor Leonid Naumovich Rabínovich, teniente al mando de la brigada de recuperación, al cual le subordiné para las pesquisas un comando especial y le agregué personas experimentadas de los organismos de información que pudieran serle útiles, empeñó energía e ingenio, desenmarañando la madeja y ensanchando el campo de sus investigaciones…”

Rabínovich, con el sobrenombre de Leonid Volinski y bajo el título Siete días [3] , nos ofrece no solo el relato detallado y preciso de aquella búsqueda, destacando los valores y las cualidades morales de aquellos sencillos combatientes, en un declarado homenaje a los soldados y oficiales del batallón que devolvieron a la cultura el tesoro pictórico de Dresde, sino también ilustrados comentarios sobre las obras halladas y sus autores, desplegando gran amplitud de conocimientos histórico-artísticos, gran respeto por la herencia cultural del pasado y un profundo humanismo.

Cuando aquella soleada mañana del 8 de mayo de 1945 la brigada accedió por vez primera a la explanada del Zwinger , no encontró más que un montón de ruinas calcinadas. Nada se había salvado de aquella bella edificación pese a que, “con su perfil tan característico –dice Volinski- no podía ofrecer duda a quienes estaban sentados junto a los visores de bombardeo de las fortalezas volantes”.

El 24 de enero de 1945 -nos pone en antecedentes nuestro autor- después del inicio de la gran ofensiva de invierno del Ejército Soviético, los museos de Dresde habían aparecido con el letrero de Cerrado y los funcionarios habían sido alejados; por la noche, destacamentos de las Waffen-SS acordonaban los barrios aledaños y llegaban grandes camiones. Confusamente se hablaba de la "Operación M', dislocación secreta de los valores culturales, cuyo propósito final quedaba a la espera del desarrollo ulterior de los acontecimientos militares. Tal vez el gran “portazo” si las cosas se ponían excesivamente feas, como había anunciado el Ministro Goebbles; o un desenlace con tintes apocalípticos a tono con el anunciado por Mutschmann, el Gauleiter [4] de Sajonia: “los rusos encontrarán aquí la muerte, el hambre y las ratas”.

Las primeras indagaciones para la búsqueda y localización de los cuadros –nos narra Volinski-, conducen al grupo a la Academia de las Artes de Dresde, en lo alto de una colina sobre la ciudad. En la oquedad tapiada y minada con explosivos de sus sótanos y dentro de un escritorio de oficina repleto de fichas de archivo, oculto en el fondo de uno de sus cajones, hallan el dibujo a mano con el trazo de una serie de puntos acompañados de sus correspondientes iniciales. “Sobrepuesto al mapa de campaña, la larga y sinuosa cinta negra representada en el dibujo parecía asemejarse al curso del río y los puntos destacados con iniciales, lugares de localización”, relata.

Siguiendo el “mapa mudo” y a 32 km al sur de Dresde, dan con el primer escondite: la hendidura rocosa de una antigua cantera abandonada y el hallazgo de más de doscientos cuadros, algunos dentro de un vagón de ferrocarril de mercancías y otros tirados a lo largo de las paredes pétreas del socavón. De entre ellos, Autorretrato con Saskia de Rembrandt, “donde la joven esposa sentada sobre las rodillas del pintor, vueltos sus rostros felices hacia nosotros –quiere interpretar Volinski- desde el fondo de los siglos alzan su copa para saludar la victoria de la luz sobre las tinieblas"; El rapto de Ganímedes (Rembrandt); La Venus dormida (Giorgione); Inés arrodillada (José Ribera); Diana volviendo de la caza (Rubens) y numerosos cuadros de los conocidos como holandeses menores, contemporáneos de Rembrandt, pintados sobre madera, "deteriorados por la humedad en este sepulcro de piedra", se lamenta nuestro héroe.

Envuelta en un cajón de madera adherido a las paredes del vagón hallaron también la considerada como la joya de la Galería de Dresde, La Madonna Sixtina . Pintada por Rafael en el siglo XVI, había presidido el altar mayor de la capilla del monasterio benedictino de San Sixto en Piacenza (Italia) durante más de doscientos años hasta que en 1754 fue vendida a la Galería para paliar la penuria de los monjes.

Al relato de su hallazgo y de la admiración artística que causa en los presentes, se suma el comentario de Volinski sobre la singularidad de la obra, comentario que cobra significación al calor del momento histórico que se está viviendo de derrota del fascismo: “De todas las madonnas pintadas por Rafael solo dos nos miran directamente, y no tienen su mirada ensimismada hacia el niño…como si el autor la estuviera invitando a echar una ojeada al vasto mundo. La mirada de La Madonna Sixtina está saturada de confianza en el porvenir…, dirigida a todos y cada uno…, confianza que constituye el secreto de su imperecedero encanto”.

En días posteriores, la búsqueda, siguiendo el recorrido de los puntos señalados en el “mapa mudo”, les conducirá a los “escondites” de diversos lugares de la región de Dresde con condiciones de almacenamiento igual de dañinas y perjudiciales para la conservación de los cuadros que en la primera localización y con un acceso en algunos casos minado con explosivos: el desván caldeado y sofocante de las torres del castillo de Weesenstein cercano a la localidad de Pirna; la fría y oscura casamata de la fortaleza de Königstein; el galpón de madera de una granja abandonada en la aldea de Barnitz; el castillo semiderruido de la localidad de Döbeln; una antigua cantera de cal, cercana a la localidad de Marienberg, sobre cuyas paredes chorreantes de agua o tirados por el suelo se hallaban montones y montones de cuadros…

En estos nuevos escondites se encontraron cuadros, muchos de ellos deteriorados, como el retrato de Juan Mateos , Intendente de caza del rey, pintado por Velázquez; también de Velázquez un retrato del Conde Olivares, distinto del que se halla en el Museo del Prado de Madrid; lienzos de Giuseppe María Crespi, Guido Reni, Aníbal Carracci, Carlo Dolci, Luca Giordano, Rubens, Jan Vermeer, El cristo de la moneda de Tiziano; obras de pintores al pastel como el alemán Anton Rafael Mengs, el francés Maurice Quentin de La Tour, también las pinturas al pastel de una de las primeras mujeres artistas, la veneciana Rosalba Carriera o el suizo Jean-Etienne Liotard y su célebre cuadro La Chocolatera, una obra muy querida de la Galería; La Bethsabé de Rubens, obras de Van Dyck, de Hans Holbein, de Antonio Alleri llamado el Correggio, y un largo etcétera.

Además de Rabínovich, tuvo especial protagonismo en la recuperación de la Galería la especialista en arte Natalia Ivanovna Sokolova [5]. Descrita por el mariscal Konev como una mujer enérgica, esta especialista en restauración de cuadros se incorporó al equipo de búsqueda y posteriormente, junto con el resto de especialistas en restauración, acompañaría el convoy de 28 vagones que por vía férrea transportarían 1240 obras a Moscú, donde durante diez años se sometieron a un trabajo de restauración. Tras la conclusión de esta tarea, se organizó en la capital soviética una exposición de despedida y en 1955 fueron entregados a la República Democrática Alemana. Nombrada ciudadana de honor de la ciudad de Dresde, acudía todos los años a visitar la Galería. La tarea de Sokolova fue siempre la lucha incesante a favor de la cultura y el arte al servicio de la paz.

Similar consideración le merecía a Volinski-Rabínovich el papel del arte y la cultura, cuando al rememorar en su relato el momento del primer hallazgo, declaró: “Nunca he percibido con mayor fuerza y claridad el valor universal del arte como factor aglutinante de la humanidad en un solo todo como en aquella hora, cuando con las linternas en la mano, nos inclinábamos sobre los cuadros en el sombrío y lóbrego sótano”.

Cuando la amenaza del fascismo se cierne de nuevo sobre los pueblos europeos, la conmemoración de su derrota el 9 de mayo de 1945 es un ejercicio de memoria y una hermosa lección para toda la humanidad.

Notas:
1. Frente es un tipo de agrupación militar compuesto por un grupo de Ejércitos, constituido cada uno a su vez por cuerpos de ejército y estos a su vez por divisiones, etc.
2. El año 45, Mariscal Iván S. Konev. Editorial Progreso. Moscú
3. Siete días, Leonid Volinski. Editorial Arte y Literatura. Ciudad de La Habana, 1989
4. Jefe de zona en el Partido Nazi.
5. http://goo.gl/p0pcEx

Fuente: http://www.mundoobrero.es/pl.php?id=7010