http://www.bbc.com/mundo/media-43476921
Fue uno de los episodios de mayor división en el panorama internacional de la historia reciente.
El 20 de marzo de 2003, una coalición liderada por Estados Unidos junto a países aliados como Reino Unido y España, dio inicio a la invasión de Irak.
La principal justificación para esta operación fue la afirmación de que Saddam Hussein poseía y desarrollaba armas de destrucción masiva.
El líder iraquí fue derrocado. Sin embargo, nunca se encontraron armas.
El conflicto que Estados Unidos aseguró que no se prolongaría más de unos meses no finalizó hasta más de siete años después.
Los principales líderes mundiales evidenciaron sus posturas enfrentadas sobre esta guerra, pero ¿recuerdas lo que dijeron en aquel momento?
BBC Mundo recuerda las declaraciones clave a 15 años del inicio de la guerra de Irak.
http://www.bbc.com/mundo/media-43476921#
Mostrando entradas con la etiqueta Bush. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Bush. Mostrar todas las entradas
viernes, 23 de marzo de 2018
viernes, 15 de julio de 2016
Autopsia o venganza. Investigaciones como el ‘informe Chilcot’ son impensables en nuestro país
Una democracia sana necesita autopsias. Disecciones profundas, con acceso a todo tipo de documentos y testigos de las acciones políticas más relevantes. Pero investigaciones como el informe Chilcot, solicitado por Gordon Brown sobre la participación británica en la guerra de Irak, son imposibles en nuestro país.
Primero, los españoles anteponemos la lealtad partidista a la lealtad a la comunidad. Es inaudito que un presidente español pida a una autoridad prestigiosa que examine la labor de un Gobierno de su propio partido. Auditaremos todo lo que haga falta de los adversarios políticos. Ya sea deuda ilegítima o facturas en los cajones. Pero no cuestionaremos a los nuestros.
Segundo, los españoles no analizamos las decisiones, sino que juzgamos a los decisores. La comisión Chilcot evaluó la política británica antes, durante y tras la invasión de Irak. El objetivo era evitar que los desastres encadenados en la política exterior británica que llevaron a la guerra de Irak se vuelvan a repetir. Aprender de los errores. Ciertamente, se nombra a los responsables de actuaciones concretas, como Blair. Pero la meta de estos informes no es juzgar a un primer ministro del pasado, sino mejorar los protocolos de actuación que ayuden a tomar mejores decisiones a los primeros ministros del futuro.
En España es difícil que invirtamos tiempo y recursos en desentrañar el fondo de decisiones políticas complejas. Cuando estamos descontentos, nosotros vamos directos al juzgado alegando crímenes contra la humanidad o contra la Constitución. Denunciamos a los políticos frente a unos tribunales que no tienen ni los medios ni el mandato para ofrecer una fotografía completa del problema.
Para resolver cualquier fallo colectivo, necesitamos detectar las instituciones, y no sólo las personas jurídicas, responsables. Los agujeros negros, en política exterior o en corrupción interior, son el resultado de procesos llenos de detalles. De pequeñas decisiones, algunas justificables y otras no. Pero es más cómodo señalar con el dedo a alguien.
Queremos venganza, no aprender. Como Bush en 2003.
Primero, los españoles anteponemos la lealtad partidista a la lealtad a la comunidad. Es inaudito que un presidente español pida a una autoridad prestigiosa que examine la labor de un Gobierno de su propio partido. Auditaremos todo lo que haga falta de los adversarios políticos. Ya sea deuda ilegítima o facturas en los cajones. Pero no cuestionaremos a los nuestros.
Segundo, los españoles no analizamos las decisiones, sino que juzgamos a los decisores. La comisión Chilcot evaluó la política británica antes, durante y tras la invasión de Irak. El objetivo era evitar que los desastres encadenados en la política exterior británica que llevaron a la guerra de Irak se vuelvan a repetir. Aprender de los errores. Ciertamente, se nombra a los responsables de actuaciones concretas, como Blair. Pero la meta de estos informes no es juzgar a un primer ministro del pasado, sino mejorar los protocolos de actuación que ayuden a tomar mejores decisiones a los primeros ministros del futuro.
En España es difícil que invirtamos tiempo y recursos en desentrañar el fondo de decisiones políticas complejas. Cuando estamos descontentos, nosotros vamos directos al juzgado alegando crímenes contra la humanidad o contra la Constitución. Denunciamos a los políticos frente a unos tribunales que no tienen ni los medios ni el mandato para ofrecer una fotografía completa del problema.
Para resolver cualquier fallo colectivo, necesitamos detectar las instituciones, y no sólo las personas jurídicas, responsables. Los agujeros negros, en política exterior o en corrupción interior, son el resultado de procesos llenos de detalles. De pequeñas decisiones, algunas justificables y otras no. Pero es más cómodo señalar con el dedo a alguien.
Queremos venganza, no aprender. Como Bush en 2003.
domingo, 10 de julio de 2016
George Bush: Reseña. La biografía ‘Bush’ destroza el legado del expresidente
Si algún día la historia juzga a Bush de manera más compasiva, como él espera, el punto de partida no será Bush, de Jean Edwards Smith, un recuento extenso y persuasivo, puntualizado con veredictos mordaces de todos los momentos en los que el autor cree que el presidente número 43 de Estados Unidos se descarriló.
Aunque no es un retrato fresco, es uno que vale la pena debatir en un momento en que la clase política busca entender el ascenso de Trump.
El nombre del magnate de las bienes raíces no aparece en ningún lado en Bush, pero queda claro que la revuelta populista que lo catapultó hacia la nominación republicana tuvo sus raíces en la presidencia de Bush.
Como biógrafo, Smith no hace comparaciones con el líder republicano actual, pero sin lugar a dudas es parte de aquellos que ven la presidencia de Bush de manera sombría, aunque pueda deberse a razones radicalmente distintas.
Smith no esconde su postura sobre el lugar que Bush ocupa en la historia. La primera oración del libro es: “Muy pocas veces en la historia de Estados Unidos, la nación ha sido tan maltratada como lo fue durante la presidencia de George W. Bush”.
Y la última señala: “Habrá un gran debate sobre si George W. Bush fue el peor presidente en la historia de Estados Unidos, pero su decisión de invadir Irak es de lejos la peor decisión de política internacional que haya tomado un presidente estadounidense”.
Entre esas dos frases hay más de 650 páginas de una biografía vertiginosa y dura. No le hizo caso a los generales ni a los diplomáticos. Tuvo una pésima respuesta ante el huracán Katrina. Lideró la pérdida de los valores estadounidenses al autorizar la tortura y el espionaje.
“Al creer que era agente de la voluntad de Dios y que actuaba con la guía divina, George W. Bush llevó a la nación hacia dos desastrosos crímenes contra la paz”, escribe Smith.
“La personalización de Bush de la guerra contra el terrorismo, combinada con su firmeza machista como comandante en jefe de la nación, fueron una receta para el desastre”, agrega después.
El valor del recuento de Smith no está en que sea un reportaje original, sino en su asimilación exhaustiva de los registros existentes. Bush se negó a hablar con él, como lo ha hecho con otros autores desde que dejó el poder.
Smith entrevistó al exvicepresidente Dick Cheney y al exsecretario de defensa Donald Rumsfeld, pero la mayor parte de su trabajo se basó en la literatura disponible para contar una historia completa de la vida de Bush.
Smith muestra a un presidente que, a pesar de todas sus fallas, solía ser gracioso y amable, que desdeñaba el tipo de ataques divisorios que le apetecen a Trump y que no puso obstáculos para lograr una transición exitosa con Barack Obama. Rechaza la caricatura de un presidente que simplemente seguía órdenes de su vicepresidente.
La crítica fundamental de Smith es que considera que Bush exageró ante los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001. “Los eventos del 9/11 fueron trágicos, pero realmente no catastróficos”, escribe. Esto llevó a Bush, según Smith, a promover políticas injustificadas ante el peligro verdadero.
La negación de Bush a enfrentar el hecho de que Irak no tenía armas no convencionales “sugiere un terquedad cercana a la psicosis”. El discurso de apertura de su segundo periodo, en el que su principal objetivo fue promover la democracia, “debe ser uno de los peor pensados de todos los tiempos”.
Smith lleva esta acusación mucho más allá que otros al criticar incluso la decisión de haber emprendido una guerra en Afganistán, y sugiere que fue un error fusionar a los talibanes con Al-Qaeda.
Por supuesto que Smith cuenta con el beneficio de un espejo retrovisor. Aun si tiene razón, pocos líderes en cada partido, si es que hubo alguno, se opusieron a la invasión en aquel momento y se suele pasar por alto la evolución y modificación de las políticas de Bush, y no sobra decir que Obama mantuvo muchas de sus disposiciones de seguridad nacional después de haber asumido la presidencia.
A Bush solo le queda esperar que mejore su reputación con el paso del tiempo a pesar de esta valoración, como sucedió con su padre. El joven Bush debe esperar lo mismo, y tener en cuenta que las comparaciones con Trump seguramente serán para su beneficio.
http://www.nytimes.com/es/2016/07/07/resena-la-biografia-bush-destroza-el-legado-del-expresidente/?smid=fb-espanol&smtyp=cur
sábado, 9 de julio de 2016
Jung y los tres superhéroes
A medida que profundizo en el formidable laberinto de la psicología de Jung, aumentan mi respeto y admiración por aquel pensador suizo —dicen que mitad psicólogo, mitad campesino—, rebelde discípulo de Freud. Y su idea de esa “sombra” que, ajena a la luz de la consciencia, se proyecta sobre el mundo desde la profundidad del alma humana, me parece más preclara. En su inagotable análisis, dibujó Jung un panorama poco halagüeño para el futuro de la humanidad si ésta seguía ignorando a esa creciente “sombra”, habitante del reino del inconsciente. Y es que ahora que al exmandatario británico Tony Blair sus compatriotas le han repasado la plana, no puedo evitar pensar en la tenebrosa sombra que siempre vi proyectada por aquellos tres superhéroes que, sonrientes, posaron para la posteridad en las islas Azores. Me preguntaba entonces, y aún lo hago, cómo serían sus sueños, cuál su contenido, qué monstruosa arquetípica deidad zarandearía aquellos egos, ante la puerta que, siempre sonriendo, abrían. En fin, lo que después aconteció es ya parte de la historia.— Alberto Morales Moreno. Granada.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)