La semana pasada, la Comisión de Valores (SEC) de Estados Unidos acusó a los muchachos de Goldman -esos que usan mocasines de Gucci- de dedicarse a lo que podría denominarse saqueos de guante blanco.
Y uso el término saquear en el sentido definido por los economistas George Akerlof y Paul Romer en un escrito de 1993 titulado "Saqueo: el submundo económico de las quiebras con fines de lucro". Ese documento, escrito tras la crisis del ahorro y préstamo de la época de Reagan, argumentaba que muchas de las pérdidas de esa crisis eran el resultado de un fraude premeditado.
¿Ocurrió lo mismo en la actual crisis financiera? La mayor parte de la discusión sobre el papel del fraude en la crisis se centró en dos formas de engaño: los préstamos abusivos y la distorsión respecto de los riesgos. No cabe duda de que algunos tomadores de préstamos fueron seducidos para tomar créditos caros y complejos que no comprendían -proceso facilitado por los reguladores federales de la era Bush-. Además, los emisores de préstamos subprime no conservaban los créditos que hacían. Los vendían, en cambio, a inversores, a sabiendas en algunos casos que era grande el potencial de pérdidas futuras.
Lo que estamos viendo ahora son acusaciones sobre una tercera forma de fraude.
Ahora, la SEC acusa a Goldman de haber creado y vendido títulos que estaban destinados a fracasar, de forma tal de que un cliente importante hiciera dinero con ese fracaso. Esto es lo que llamo saqueo.
Y Goldman Sachs no es la única firma financiera acusada de hacer esto. Según el Sitio Web ProPublica -ganador de un Pulitzer en la categoría periodismo de investigación-, son varios los bancos que ayudaron a diseñar inversiones destinadas a fracasar en nombre del fondo de riesgo Magnetar, que apostaba a ese fracaso.
La pregunta obvia es si la reforma financiera del tipo que se está implementando ahora hubiera evitado el fraude -o parte al menos- que parece haber florecido en la década pasada. Y la respuesta es afirmativa.
Por empezar, un organismo independiente de protección al consumidor hubiera ayudado a limitar los préstamos abusivos. Otra cláusula del propuesto proyecto de ley en el Senado, que exige a los prestamistas retener el 5 por ciento del valor de los préstamos que hacen, hubiera limitado la práctica de dar préstamos malos y de venderlos enseguida a inversores imprudentes.
La principal moraleja que uno debiera sacar de las acusaciones contra Goldman, sin embargo, no tiene que ver con la letra chica de la reforma sino con la urgente necesidad de modificar Wall Street. Si escuchamos a los lobbistas de la industria financiera y a los políticos republicanos que han estado acurrucándose a su lado, uno pensaría que todo va a estar bien mientras el gobierno federal prometa no hacer más rescates. Pero están totalmente equivocados. Y no sólo porque ningún tipo de promesas de este tipo sería creíble, sino por el hecho de que gran parte de la industria financiera se ha convertido en un chanchullo, en un juego en el que a un puñado de personas se le pagan enormes sumas para engañar y explotar a los consumidores e inversores. Y si no ponemos coto a estas prácticas, el chanchullo seguirá. NYT. Y aquí en el propio New York Time.
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miércoles, 21 de abril de 2010
domingo, 18 de abril de 2010
La última fábrica de sardinas en lata de los EE.UU. cierra
The Last Sardine Cannery.
La última Fabrica de sardinas en latas.
La compañia Stinson de alimentos del mar de los Estados Unidos, cerrará sus puertas en este mes. (En ella trabajan a destajo mujeres de hasta 78 años, Leer el artículo aquí. Ver diapositivas aquí.)
The Stinson Seafood Co., the last sardine cannery in the United States, will close its doors this month. This multimedia was produced by Compass Light Productions for the Penobscot Marine Museum.
El drama humano está aquí, aparte del significado de la desaparición de una industria que comenzó en los años 1870 y llegó a su apogeo al comienzo de los 50 del siglo pasado cuando cientos de trabajadores desarrollaban su labor en las 50 fábricas de conservas. Ahora los 128 últimos trabajadores irán al paro. Muchos de ellos no quieren el cheque de despido ni la jubilación, "no sabemos hacer otra cosa" afirman muchas. Una de ellas. Nancy Harrington, de 70 años, que ha trabajado aquí durante 44 años, dijo que no quería jubilarse. "Podría trabajar otros 10 años", dijo. Sus tres hijas han trabajado aquí y también lo ha hecho su hermana.
"No sé cómo hacer otra cosa", dijo Harrington. Pero ella no está interesada en la formación de otro empleo porque está convencida de que significaría trabajar con computadoras. "Yo no quiero tener nada que ver con los ordenadores", declaró. "Ni tengo ordenador, ni quiero aprender. No, señor. Yo voy a hacer mi álbum de recortes y acolchados".
Lela Anderson, de 78 años, ha estado en la fábrica de conservas 54 años, comenzó cuando los trabajadores utilizaban unas tijeras para cortar el arenque antes de que las máquinas hicieran ese trabajo.
"Me gusta estar aquí", dijo Anderson, una mujer menuda, y agregó que ella esperaba celebrar su 80 cumpleaños en la fábrica con los amigos. "Pensé que esto estaría aquí para las generaciones futuras".
La industria conservera es uno de los últimos vestigios del pasado industrial del estado de Maine, y en estos últimos días, varios archiveros han tenido acceso a la documentación de su funcionamiento interno.
Ben Fuller, conservador del Museo Marino de Penobscot, estaba trabajando con un equipo en la película el lunes, reuniendo material para un registro histórico destinado a la Biblioteca del Congreso.
"Estás poniendo fin a 135 años de envasado de sardinas en la costa", dijo sobre el ruido del agua que limpia el arenque congelado antes de que las máquinas cortaran las cabezas y las colas. "Esto es realmente mucho de lo acumulado por los pueblos aquí."
Él dijo que varios factores jugaron a favor del cierre, más allá de los límites de las posibilidades de continuar. Las técnicas de pesca están cambiando, dijo, y los nuevos métodos pueden reducir la calidad de arenque necesarios para el enlatado. También existe la competencia de los pescadores de bogavante, que están dispuestos a pagar por el arenque de calidad más baja, ya que lo utilizan como cebo. Las trabajadoras en las Conserveras de Sardina en Maine vieron su apogeo durante la Segunda Guerra Mundial, cuando los pedidos importantes para las tropas estadounidenses mantuvieron sus fábricas de conservas llenas de actividad.
"Después de la guerra, hemos visto un aumento en las conservas de atún", dijo Fuller. "La gente podía hacer más con el atún. Hay una cantidad limitada de cosas que puedes hacer con sardinas".
Los trabajadores aquí no muestran mucho interés en comer las capturas. Ernie Beach, 55 años, quien opera una de las grandes máquinas de la planta, la olla a presión, que esteriliza las sardinas, dice que pocos trabajadores se aprovecharon de la política de la compañía que les daba gratis dos latas al día, y que tomaban una por casa, para su gato.
Pero como los otros, el señor Beach se enorgullece de su obra. "Yo no soy el titular, yo soy el hombre de mantenimiento, el mecánico, yo hago todos los ajustes, las calibraciones," dijo. "Estoy aquí para salvar vidas."
Cuando había terminado su descanso, las mujeres se pusieron los guantes de goma de nuevo, ajustaron sus redes para el pelo y volvieron a la línea de montaje. Todos trabajaron rápido, como si estuvieran demandando empleo. El señor Colson, el director, dijo con asombro, mientras miraba el informe diario, que dos de las mujeres, Lulu Orozco y Alma Rodríguez habían preparado 5.228 latas en 195 minutos, un ritmo vertiginoso. Fue un extraordinario despliegue de destreza y concentración, sin un espectáculo de sardinas (caídas) al final de la línea.
¿De qué les ha servido esa destreza, habilidad y dedicación? Eso es lo injusto de esta sociedad, siempre pagan los trabajadores todas las crisis, ya sean lo honrado y esforzado que quieran. Llega la crisis y van a la calle... Prevalece el dinero, la ganancia, sobre los seres humanos excepto en raros casos de empresarios muy concienciados y escasos, con la idea de que la economía debe estar al servicio del hombre y no al revés, me contaban hace poco de un caso de estos raros...
Ver el video de la fábrica aquí.
La última Fabrica de sardinas en latas.
La compañia Stinson de alimentos del mar de los Estados Unidos, cerrará sus puertas en este mes. (En ella trabajan a destajo mujeres de hasta 78 años, Leer el artículo aquí. Ver diapositivas aquí.)
The Stinson Seafood Co., the last sardine cannery in the United States, will close its doors this month. This multimedia was produced by Compass Light Productions for the Penobscot Marine Museum.
El drama humano está aquí, aparte del significado de la desaparición de una industria que comenzó en los años 1870 y llegó a su apogeo al comienzo de los 50 del siglo pasado cuando cientos de trabajadores desarrollaban su labor en las 50 fábricas de conservas. Ahora los 128 últimos trabajadores irán al paro. Muchos de ellos no quieren el cheque de despido ni la jubilación, "no sabemos hacer otra cosa" afirman muchas. Una de ellas. Nancy Harrington, de 70 años, que ha trabajado aquí durante 44 años, dijo que no quería jubilarse. "Podría trabajar otros 10 años", dijo. Sus tres hijas han trabajado aquí y también lo ha hecho su hermana.
"No sé cómo hacer otra cosa", dijo Harrington. Pero ella no está interesada en la formación de otro empleo porque está convencida de que significaría trabajar con computadoras. "Yo no quiero tener nada que ver con los ordenadores", declaró. "Ni tengo ordenador, ni quiero aprender. No, señor. Yo voy a hacer mi álbum de recortes y acolchados".
Lela Anderson, de 78 años, ha estado en la fábrica de conservas 54 años, comenzó cuando los trabajadores utilizaban unas tijeras para cortar el arenque antes de que las máquinas hicieran ese trabajo.
"Me gusta estar aquí", dijo Anderson, una mujer menuda, y agregó que ella esperaba celebrar su 80 cumpleaños en la fábrica con los amigos. "Pensé que esto estaría aquí para las generaciones futuras".
La industria conservera es uno de los últimos vestigios del pasado industrial del estado de Maine, y en estos últimos días, varios archiveros han tenido acceso a la documentación de su funcionamiento interno.
Ben Fuller, conservador del Museo Marino de Penobscot, estaba trabajando con un equipo en la película el lunes, reuniendo material para un registro histórico destinado a la Biblioteca del Congreso.
"Estás poniendo fin a 135 años de envasado de sardinas en la costa", dijo sobre el ruido del agua que limpia el arenque congelado antes de que las máquinas cortaran las cabezas y las colas. "Esto es realmente mucho de lo acumulado por los pueblos aquí."
Él dijo que varios factores jugaron a favor del cierre, más allá de los límites de las posibilidades de continuar. Las técnicas de pesca están cambiando, dijo, y los nuevos métodos pueden reducir la calidad de arenque necesarios para el enlatado. También existe la competencia de los pescadores de bogavante, que están dispuestos a pagar por el arenque de calidad más baja, ya que lo utilizan como cebo. Las trabajadoras en las Conserveras de Sardina en Maine vieron su apogeo durante la Segunda Guerra Mundial, cuando los pedidos importantes para las tropas estadounidenses mantuvieron sus fábricas de conservas llenas de actividad.
"Después de la guerra, hemos visto un aumento en las conservas de atún", dijo Fuller. "La gente podía hacer más con el atún. Hay una cantidad limitada de cosas que puedes hacer con sardinas".
Los trabajadores aquí no muestran mucho interés en comer las capturas. Ernie Beach, 55 años, quien opera una de las grandes máquinas de la planta, la olla a presión, que esteriliza las sardinas, dice que pocos trabajadores se aprovecharon de la política de la compañía que les daba gratis dos latas al día, y que tomaban una por casa, para su gato.
Pero como los otros, el señor Beach se enorgullece de su obra. "Yo no soy el titular, yo soy el hombre de mantenimiento, el mecánico, yo hago todos los ajustes, las calibraciones," dijo. "Estoy aquí para salvar vidas."
Cuando había terminado su descanso, las mujeres se pusieron los guantes de goma de nuevo, ajustaron sus redes para el pelo y volvieron a la línea de montaje. Todos trabajaron rápido, como si estuvieran demandando empleo. El señor Colson, el director, dijo con asombro, mientras miraba el informe diario, que dos de las mujeres, Lulu Orozco y Alma Rodríguez habían preparado 5.228 latas en 195 minutos, un ritmo vertiginoso. Fue un extraordinario despliegue de destreza y concentración, sin un espectáculo de sardinas (caídas) al final de la línea.
¿De qué les ha servido esa destreza, habilidad y dedicación? Eso es lo injusto de esta sociedad, siempre pagan los trabajadores todas las crisis, ya sean lo honrado y esforzado que quieran. Llega la crisis y van a la calle... Prevalece el dinero, la ganancia, sobre los seres humanos excepto en raros casos de empresarios muy concienciados y escasos, con la idea de que la economía debe estar al servicio del hombre y no al revés, me contaban hace poco de un caso de estos raros...
Ver el video de la fábrica aquí.
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