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miércoles, 23 de mayo de 2018

Un debate subterráneo sobre las nucleares. ¿Cómo es posible que las centrales no sean rentables después de los 6.000 millones pagados por los consumidores en costes de transición a la competencia?

Como en España no suelen suscitarse debates públicos si no es a golpe de exabrupto, es muy natural que la controversia sobre la rentabilidad de las centrales nucleares discurra por el subsuelo de las tertulias económicas privadas y que, esporádicamente, aflore en algún fasto inocuo, tipo juntas de accionistas o seminarios de postín organizados sobre pintorescas generalidades. En la discusión sotto voce, subterránea pero enconada, participan el Ministerio de Energía, defensor de los creyentes en la nuclear, y las compañías eléctricas dividas casi por mitades entre los radicales (hay que cerrarlas porque no son rentables) y otros más moderados que susurran ampliaciones de vida útil o supresión de impuestos específicos (los espolvoreados con espectacular desacierto por el exministro Soria) para mantener sin pérdidas las centrales en operación.

Sin entrar en demasiados detalles, grosso modo, podría decirse que radicales y moderados coinciden en algo: la eclosión de las energías renovables es una competencia imbatible para el coste —y la rentabilidad— de la producción nuclear. De forma aproximada, la comparación sería la siguiente: la electricidad nuclear tendría un coste en torno a los 43 euros Mwh, la generada por gas unos 55 euros y la obtenida por renovables no superaría los 30 euros. En lo que hay consenso es en que el coste variable de la electricidad nuclear es bajo (unos 6 euros Mwh) pero se encarece de forma espectacular cuando se le añaden los costes operativos. Las eléctricas aseguran que la desventaja nuclear no es un invento interesado, sino que está fundamentada en costes auditados. Y exponen (a V. E., es de suponer, cuando se dirijan al ministro) que la depresión del precio causada por las renovables, más las amortizaciones pendientes, más las nuevas inversiones exigidas por razones de seguridad, reducen los márgenes para recuperar los costes. La energía nuclear estaría ya en la cuneta de la historia económica.

Pero hay escépticos que dudan (¿por maldad?) incluso de los balances y de las cuentas auditadas. ¿Cómo se explican, dicen, esos costes y esos precios condenatorios si las empresas que gestionan las centrales recibieron dinero público por importe de hasta 6.000 millones en concepto de costes de transición a la competencia? Un observador distante, pero escéptico, bien podría suponer que las centrales nucleares están hoy más que amortizadas, porque para eso llovió el dinero de los consumidores y que, por lo tanto, los costes presentados deben recibirse, si no con recelo, al menos con precaución. Para disponer de números incontestables, sería conveniente elaborar un ejercicio de contabilidad regulatoria partiendo de los valores netos de los activos a 31 de diciembre de 1997, día en que terminó el Marco Legal Estable, para obtener después el valor residual después de las amortizaciones.

Si las empresas eléctricas, en particular la facción radical procierre, están seguras de su posición, hágase la reconstrucción contable mencionada y a quien Dios se la dé, san Mamés que se la bendiga. Si no hay voluntad de hacerla, por pereza o porque se entiende que los lamentos nucleares tienen por finalidad suprimir los impuestos glacés de Soria, extráigase la producción nuclear del mercado y sométase a regulación. Todo son ventajas si las decisiones son rápidas. Al fin y al cabo, la nuclear es potencia de respaldo muy útil. Lo que está feo es enredar.

https://elpais.com/elpais/2018/05/18/opinion/1526671550_232203.html

domingo, 18 de abril de 2010

La última fábrica de sardinas en lata de los EE.UU. cierra

The Last Sardine Cannery.
La última Fabrica de sardinas en latas.
La compañia Stinson de alimentos del mar de los Estados Unidos, cerrará sus puertas en este mes. (En ella trabajan a destajo mujeres de hasta 78 años, Leer el artículo aquí. Ver diapositivas aquí.)
The Stinson Seafood Co., the last sardine cannery in the United States, will close its doors this month. This multimedia was produced by Compass Light Productions for the Penobscot Marine Museum.
El drama humano está aquí, aparte del significado de la desaparición de una industria que comenzó en los años 1870 y llegó a su apogeo al comienzo de los 50 del siglo pasado cuando cientos de trabajadores desarrollaban su labor en las 50 fábricas de conservas. Ahora los 128 últimos trabajadores irán al paro. Muchos de ellos no quieren el cheque de despido ni la jubilación, "no sabemos hacer otra cosa" afirman muchas. Una de ellas. Nancy Harrington, de 70 años, que ha trabajado aquí durante 44 años, dijo que no quería jubilarse. "Podría trabajar otros 10 años", dijo. Sus tres hijas han trabajado aquí y también lo ha hecho su hermana.
"No sé cómo hacer otra cosa", dijo Harrington. Pero ella no está interesada en la formación de otro empleo porque está convencida de que significaría trabajar con computadoras. "Yo no quiero tener nada que ver con los ordenadores", declaró. "Ni tengo ordenador, ni quiero aprender. No, señor. Yo voy a hacer mi álbum de recortes y acolchados".
Lela Anderson, de 78 años, ha estado en la fábrica de conservas 54 años, comenzó cuando los trabajadores utilizaban unas tijeras para cortar el arenque antes de que las máquinas hicieran ese trabajo.
"Me gusta estar aquí", dijo Anderson, una mujer menuda, y agregó que ella esperaba celebrar su 80 cumpleaños en la fábrica con los amigos. "Pensé que esto estaría aquí para las generaciones futuras".
La industria conservera es uno de los últimos vestigios del pasado industrial del estado de Maine, y en estos últimos días, varios archiveros han tenido acceso a la documentación de su funcionamiento interno.
Ben Fuller, conservador del Museo Marino de Penobscot, estaba trabajando con un equipo en la película el lunes, reuniendo material para un registro histórico destinado a la Biblioteca del Congreso.
"Estás poniendo fin a 135 años de envasado de sardinas en la costa", dijo sobre el ruido del agua que limpia el arenque congelado antes de que las máquinas cortaran las cabezas y las colas. "Esto es realmente mucho de lo acumulado por los pueblos aquí."
Él dijo que varios factores jugaron a favor del cierre, más allá de los límites de las posibilidades de continuar. Las técnicas de pesca están cambiando, dijo, y los nuevos métodos pueden reducir la calidad de arenque necesarios para el enlatado. También existe la competencia de los pescadores de bogavante, que están dispuestos a pagar por el arenque de calidad más baja, ya que lo utilizan como cebo. Las trabajadoras en las Conserveras de Sardina en Maine vieron su apogeo durante la Segunda Guerra Mundial, cuando los pedidos importantes para las tropas estadounidenses mantuvieron sus fábricas de conservas llenas de actividad.
"Después de la guerra, hemos visto un aumento en las conservas de atún", dijo Fuller. "La gente podía hacer más con el atún. Hay una cantidad limitada de cosas que puedes hacer con sardinas".
Los trabajadores aquí no muestran mucho interés en comer las capturas. Ernie Beach, 55 años, quien opera una de las grandes máquinas de la planta, la olla a presión, que esteriliza las sardinas, dice que pocos trabajadores se aprovecharon de la política de la compañía que les daba gratis dos latas al día, y que tomaban una por casa, para su gato.
Pero como los otros, el señor Beach se enorgullece de su obra. "Yo no soy el titular, yo soy el hombre de mantenimiento, el mecánico, yo hago todos los ajustes, las calibraciones," dijo. "Estoy aquí para salvar vidas."
Cuando había terminado su descanso, las mujeres se pusieron los guantes de goma de nuevo, ajustaron sus redes para el pelo y volvieron a la línea de montaje. Todos trabajaron rápido, como si estuvieran demandando empleo. El señor Colson, el director, dijo con asombro, mientras miraba el informe diario, que dos de las mujeres, Lulu Orozco y Alma Rodríguez habían preparado 5.228 latas en 195 minutos, un ritmo vertiginoso. Fue un extraordinario despliegue de destreza y concentración, sin un espectáculo de sardinas (caídas) al final de la línea.

¿De qué les ha servido esa destreza, habilidad y dedicación? Eso es lo injusto de esta sociedad, siempre pagan los trabajadores todas las crisis, ya sean lo honrado y esforzado que quieran. Llega la crisis y van a la calle... Prevalece el dinero, la ganancia, sobre los seres humanos excepto en raros casos de empresarios muy concienciados y escasos, con la idea de que la economía debe estar al servicio del hombre y no al revés, me contaban hace poco de un caso de estos raros...
Ver el video de la fábrica aquí.