Invitado por la Asociación Valenciana José Martí de Amistad con Cuba y el CEPS, el periodista y escritor Pascual Serrano ha presentado en Valencia su último libro, “La Comunicación Jibarizada. Cómo la tecnología ha cambiado nuestras mentes” (Ed. Península).
En el libro analiza las características del pensamiento jibarizado, que el autor considera en un sentido muy amplio: la dispersión de las ideas; el ritmo trepidante y la obsesión por la inmediatez; el “picoteo” de información, la comunicación incesante, la saturación informativa y la ausencia de rigor, entre otras.
Opina Pascual Serrano que, enormemente condicionada por las nuevas tecnologías, este tipo de comunicación “juega a favor del sistema, pero ello no significa que la izquierda no deba utilizarla”. Aunque en los términos adecuados. Por ejemplo, vinculando artículos de reflexión inteligente a mensajes condicionados por el formato de twitter. “Hemos de plantear la batalla en todos los ámbitos”, añade.
-Arrancas “La comunicación jibarizada. Cómo la tecnología ha cambiado nuestras mentes” (Ed. Península) afirmando que para transmitir informaciones complejas, el emisor necesita tiempo para la exposición y el receptor, concentración exclusiva.
¿Qué espacio le queda al pensamiento crítico cuando se enfrenta a un público/audiencia modelado por el lenguaje audiovisual y de los 140 caracteres de twitter?
-El ejemplo de twitter es el más elocuente, pero no se trata del único formato ni el único soporte, la jibarización de la que hablo en el libro se encuentra presente en muchos ámbitos y ramificaciones: la simultaneidad de mensajes, la sobresaturación de información, la obsesión por la inmediatez... Son estructuras y pautas que actúan en contra del pensamiento crítico y a favor del sistema. Ahora bien, insisto siempre, la izquierda está condicionada por los medios del enemigo y, en consecuencia, ha de utilizarlos. Hemos de plantearles la batalla en todos los ámbitos.
¿Qué podemos hacer? Por ejemplo, vincular a los 140 caracteres de twitter un artículo de Juan Torres sobre las causas de la crisis.
-¿Cómo podría recuperarse la idea de pensamiento crítico?
-En primer lugar, defendiendo el papel esencial de la escuela pública. También me parece fundamental reivindicar el libro, y por varias razones. Porque hay un autor reconocido que se juega su prestigio y trayectoria al publicarlo. Además, en el libro el lector encuentra una reflexión terminada y mucho más elaborada que en Internet. Por el contrario, en la red todo es inconcluso y mucho más dinámico. Habría que plantear también la propiedad colectiva de los medios de comunicación, bien a través de la propiedad estatal bien mediante la propiedad comunitaria financiada con recursos públicos. Es ésta la única manera de salirse de los criterios de mercado y los objetivos de rentabilidad empresarial.
-¿Podría incurrir en el elitismo el periodismo/comunicación reflexivo y crítico que propones? ¿Puede pecar de excesivamente denso y complejo hasta el punto de quedarse en círculos cerrados?
-Siempre hubo un público minoritario para los contenidos más complejos y otro popular para los mensajes más sencillos. A partir de ahí una sociedad, con su modelo educativo y comunicativo, debe plantearse si intenta elevar el nivel de los sectores populares o reducir el de los más formados. Nosotros hemos logrado que el ingeniero escriba en su móvil sin acentos, en cambio el operario manual sigue sin comprender el conflicto sirio. Es evidente que estamos en la segunda opción, la de reducir el nivel de los más formados.
-¿Consideras que caben puntos intermedios? Un periodismo crítico y reflexivo, pero también directo y fácil de entender por el lector/audiencia.
-Seguro, pero hace falta talento del comunicador. Existen muchos ejemplos de comunicadores con grandes dotes de divulgación. Ahí están los documentales de Michael Moore por ejemplo.
-Apuntas asimismo el problema de la sobresaturación informativa. Pero, ¿cómo escapar a ella en un mundo crecientemente complejo y fragmentado en múltiples campos de conocimiento? (rescates financieros, crisis ecológica, desahucios, inmigración, América Latina….).
-Seleccionando, el problema no es sólo el exceso, es la ausencia de referentes que nos ayuden a seleccionar. Como no tenemos filtros y queremos abarcarlo todo, elegimos los más breve, lo más jibarizado. Y entonces no lo entendemos y debemos seguir buscando. Debemos de cambiar nuestro método. Es preferible, ante un tema complejo, un extenso reportaje de Le Monde Diplomatique o un libro que no un centenar de noticias de veinte segundos en televisión.
-La oferta informativa en la Red es infinita. Pero también es cierto que el internauta (igual que el lector de prensa) selecciona uno o varios medios, los que sigue periódicamente (incluso sigue en la red los medios tradicionales). O que en las redes sociales también se difunden artículos largos y reflexivos.
¿Podrían estos argumentos relativizar la influencia de Internet?
-Para comenzar hemos de saber que, en internet, redes sociales incluidas, terminamos yendo a los grandes medios mayoritariamente. Así lo muestran los estudios. Las redes lo que han provocado es que el modelo de medio de comunicación que intentaba dar respuesta a las necesidades informativas en todos los ámbitos (nacional, internacional, cultura, deportes, etc...) está desapareciendo. Ya no entramos a la portada de El País o de rebelion.org, vemos las secciones, los titulares y elegimos. A través de las redes la gente llega a informaciones concretas sin pasar por la portadas.
Por último, es verdad que en internet caben los textos largos, alguien me podrá decir que, incluso, más que en el papel, lo que dudo es que la gente pueda estar leyendo durante un hora en su pantalla un texto sin desviarse hacia un hipervínculo, interrumpir por un mensaje de chat o evitar la tentación de consultar su correo.
-Se dice en muchas ocasiones que Internet y las nuevas tecnologías se expansionan en detrimento de la capacidad de razonamiento, al proponer lenguajes simples y con predominio de la imagen.
Pero, ¿podría interpretarse que la Red incorpora fórmulas tradicionales sólo que con formatos nuevos? Me refiero a que la prensa del XIX también difundía folletines y se recreaba con los grandes crímenes. O que la propaganda obrera siempre se ha basado en imágenes y consignas. O que el periodismo sensacionalismo es algo muy antiguo…
-Es verdad que siempre hubo eso. Pero las técnicas de superficialidad y espectacularidad actuales son mucho más fascinantes y hacen más difícil que la reflexión compleja pueda competir. Me sorprendo, en las presentaciones de La comunicación jibarizada, como los docentes cuentan alarmados que los jóvenes no leen, no soportan una charla de más de veinte minutos, no pueden permanecer una hora sin un estímulo cibernético.
-En tu anterior libro, “Contra la neutralidad”, planteas ejemplos de periodistas comprometidos, que inyectan pasión en sus textos. ¿Es esto compatible con el rigor de las informaciones? ¿Y con una información que apele al raciocinio del lector?
-Por supuesto que es compatible. Para eso escribí el libro. Para mostrar el compromiso y el rigor juntos en las crónicas de John Reed o Kapuscinski. Y en la medida en que ellos interpretan y analizan, sin pretender hacer un panfleto, e incorporan los antecedentes y el contexto necesario están estimulando la reflexión por parte del lector. La que no permite el raciocinio del lector es la información que no aporta los suficientes elementos de contexto para comprender los acontecimientos.
-Dedicas un capítulo de “La comunicación jibarizada” al ritmo trepidante y la inmediatez. ¿Pero alguna vez el periodismo ha sido, salvando las tecnologías dominantes en cada periodo histórico, algo diferente? En cualquier filme de periodistas aparece la obsesión por las primicias y por alcanzar el mito de la información en tiempo real.
-Una cosa es querer informar el primero de un acontecimiento, y otra es correr a contar el recuento del 5% de los votos en las elecciones de Afganistán y nunca informar del resultado del 100% porque ya se ha perdido el interés por el asunto. Nos sucede como a los niños el día de Reyes, solo queremos desempaquetar noticias, pero no comprenderlas.
-Afirma Pablo Iglesias, presentador de La Tuerka, que la izquierda se maneja muy bien en el campo del análisis y los diagnósticos de situación. Pero fracasa estrepitosamente a la hora de pasar a la difusión y llegar a la gente. Y esto es así porque no asume que las reglas del juego las marca el enemigo y, en consecuencia, no incorpora sus formatos (tertulias, lenguaje muy simple y directo, etc.)
¿Qué opinas?
-Tiene razón. Hay determinadas cuestiones formales que no las terminamos de comprender o lo hacemos tarde. Necesitamos décadas para aceptar que un documento escrito, si tenía márgenes, interlineado mayor y gráficos era más agradable y lograba más lectores. En vídeo, muchos siguen sin preocuparse por la iluminación, el encuadre o contar con varios ángulos de grabación. Claro, también puede suceder lo contrario, que desde el periodismo no comprometido y comercial tienden a simplificarnos y frivolizar cada día más, en el contenido y en la forma, y eso crear unos cánones estéticos que nos condicionen.
-Has afirmado muchas veces que el periodismo alternativo que se realiza en España es muy deficiente. ¿Observas con el tiempo alguna mejoría?
-Seguimos dominados por el adjetivo fácil, la ausencia de fuentes rigurosas, la no búsqueda del dato necesario. En pocas palabras, el buen trabajo periodista. Es tanta la necesidad de comunicar y tanta la pulsión ideológica que nos domina, que olvidamos el periodismo. Además, es que la gran mayoría de los colaboradores de los medios de comunicación alternativos no están pensando en hacer periodismo sino con ejercitar la militancia. Y no es lo mismo.
-¿Por qué incluso la militancia de izquierda no considera como “suyos” los medios alternativos e, incluso, atiende muchas veces mejor a los periodistas de medios convencionales?
-Porque incluso en la izquierda continuamos rindiendo culto al medio masivo y al dominante. Pero esto no es algo nuevo. Históricamente se ha despreciado y minusvalorado a los medios alternativos. Pienso en el líder del partido político de izquierda que se iba corriendo al “ABC” para hacer unas declaraciones. O cuando alguien te remitía un texto a Rebelión.org, te decía si se lo podías publicar ya que no lo habían hecho “El País” o “El Mundo”. Ya entonces se asumía que la prensa alternativa jugaba en segunda división.
-Por último, ¿Qué futuro profesional aguarda a los periodistas de izquierda que todavía quedan?
-Por primera vez no mucho mejor futuro que a los de derecha con la crisis que están viviendo las empresas. Pero creo que hay esperanza. En los últimos meses han aparecido media docena de experiencias colectivas en formato de cooperativa que, a diferencia del periodismo alternativo, tienen como objetivo una solución laboral para sus miembros. Estas experiencias, además, pueden ser más viables que algunas grandes empresas. Porque estás últimas deben dar muchos beneficios a los accionistas, y las cooperativas lo único que pretenden es garantizar la subsistencia de sus trabajadores.
Enric Llopis.
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viernes, 29 de marzo de 2013
martes, 7 de julio de 2009
El profesor Frank McCourt
Frank McCourt nació en Estados Unidos, pero pasó su juventud en Irlanda, ya que la Gran Depresión obligó a sus padres –inmigrantes irlandeses– a regresar a su tierra natal cuando él tenía poco más de 3 años. La familia se instaló en Limerick, en medio de la pobreza más absoluta. Sin embargo, a los 19 años, Frank regresó solo a Nueva York con un objetivo: tener una educación, ir a la universidad. Compaginó sus clases con todo tipo de trabajos y, por fin, en 1957 se licenció y empezó a ejercer como profesor de Creación Literaria en diversos institutos neoyorquinos. Con la jubilación llegó el final de la carrera docente y el inicio de la literaria. Con 66 años publicó su primera obra, “Las cenizas de Ángela”. Esta autobiografía se convirtió en un “best-seller” (lleva vendidos más de 20 millones de ejemplares y se ha traducido a más de 20 idiomas), ganó el Pulitzer y fue llevada al cine.
Cuentan que no empezó a escribirla hasta que su madre murió porque ella “no quería que el mundo supiera lo pobres que fuimos”, ha comentado en alguna ocasión. En 1999 publicó “Lo es”, donde narra su aventura vital tras volver a Nueva York. Por B. Begin
“Ser padre es definitivamente más difícil”, palabra del profesor McCourt. “Cuando tuve a mi hija Maggie en mi primer matrimonio, con 39 años, me di cuenta de lo que era. Mientras eres profesor puedes tener encontronazos con tus estudiantes, pero igual que vienen se van... Tus hijos, sin embargo, van a estar día y noche contigo, y por más bien que te portes con ellos, sabes que cuando se hagan adolescentes serán como un dolor en el culo (risas)”. A veces padre, a veces sargento, y a veces bufón, payaso, crítico, rabino o último asidero. Todos esos papeles caben, según McCourt, en la dura piel de un profesor... “Porque en una clase de treinta o cuarenta chavales, siempre hay alguien dispuesto a convertirse en la peste. La “oveja negra” se suele sentar en la última fila, para reclinar su silla contra la pared y hacerte ver así su impostura... Pero hay que hacer lo posible por no caer en su juego, recordarle quién tiene la sartén por el mango, aunque mostrándole al mismo tiempo cierta empatía. Con el tiempo y con la práctica te haces respetar, sin necesidad de imponerte de una manera autoritaria o excesivamente paternalista”.
En el Mundo le hicieron una entrevista y algunas respuestas que me llamaron la atención fueron:
P. ¿Hablamos de la reforma educativa, la eterna asignatura pendiente?
R. La mejor reforma educativa sería deshacernos de los políticos. ¿Acaso les dicen a los médicos "agarra así el bisturí y corta por aquí"? Pues eso es lo que hacen con los profesores. Nos dicen: "Esto es lo que debéis hacer y si no, no os damos el dinero". Mi idea de la educación es enseñar a los niños a pensar críticamente y por ellos mismos. Si los chavales piensan sólo en los exámenes y las notas, actúan por miedo, y así no hay manera de pensar independientemente. Es la misma estrategia de la religión.
P. ¿Qué consejo le daría a un profesor novato?
R. Las cosas funcionan en clase cuando disfrutas con lo que estás haciendo; si los chavales descubren que no te apasiona lo que haces, eres profesor muerto. Mi libro no sólo ha despertado vocaciones de profesor, también ha desanimado a muchos otros que se lo estaban pensando.
P. ¿Y qué me dice de lo mal pagada y valorada que está la profesión?
R. ¡Ah, la mala reputación del profesor! Tenemos que hacer algo para darle una imagen sexy a nuestra profesión, y necesitamos sobre todo un notable aumento de sueldo. No es justo que cobremos menos que los bomberos o los policías y que no tengamos para vivir con nuestra misérrima pensión. No es de extrañar que el 50% de los profesores arrojen la toalla a los cuatro años. Arrastramos la mala fama del pasado y no se valora nuestro esfuerzo. No es sólo el tiempo, es la energía que le dedicas. Imagínese lo que pueden desgastarle a uno 12.000 estudiantes en 30 años.
¿Cree en Dios?
No, no sé si existe Dios. ¿Cómo lo voy a saber? Nadie sabe nada, es todo un misterio. Nací ignorante, aprendí unas pocas cosas y moriré ignorante. ¿Cómo puede alguien tener la certeza de a dónde vamos después de muertos, si es que vamos a alguna parte?
Usted nació en Brooklyn, pero a los 4 años se lo llevaron a Limerick (Irlanda) y allí vivió en un callejón infecto. ¿Qué siente ahora cuando ve el milagro irlandés?
No creo en los milagros, aunque el cambio es como para frotarse los ojos. En Limerick ya no hay niños harapientos y descalzos por las calles; ahora los niños están a dieta porque se están volviendo obesos... Pero aún subsiste la pobreza, como ocurre aquí. No tienes más que cruzar unas manzanas y llegar al Harlem hispano. Los ricos son cada vez más ricos, y los pobres cada vez más pobres...
¿Cree usted en el mito de América como "la tierra de las oportunidades"?
Sí, es una de las pocas cosas en las que sigo creyendo. En este país puedes llegar donde quieras si eres ambicioso. Yo nunca habría podido haber pasado por la universidad si me hubiera quedado en Irlanda. Allí me hice hombre cuando empecé a trabajar a los 14 años como repartidor de telegramas.
¿Y cómo fue lo de hacerse profesor?
No quería trabajar para una compañía, obedeciendo órdenes todo el día. Quería hacer algo significativo, que diera sentido a mi vida y pudiera, tal vez, tocar las vidas de otros.
Antes de contarnos cómo fue su primer día de profesor, díganos cómo fue su último día como estudiante...
Me consideré el hombre más feliz del mundo cuando dejé la escuela. Tenía 13 años y no veía llegar el momento. Todos odiábamos a los profesores: eran duros, crueles, malvados... Nos educaban en el miedo.
(Tomado de El Mundo y el blog Aula 21 de Muñoz de la Peña, Si quieres leer toda la entrevista Clik en el titular)
Cuentan que no empezó a escribirla hasta que su madre murió porque ella “no quería que el mundo supiera lo pobres que fuimos”, ha comentado en alguna ocasión. En 1999 publicó “Lo es”, donde narra su aventura vital tras volver a Nueva York. Por B. Begin
“Ser padre es definitivamente más difícil”, palabra del profesor McCourt. “Cuando tuve a mi hija Maggie en mi primer matrimonio, con 39 años, me di cuenta de lo que era. Mientras eres profesor puedes tener encontronazos con tus estudiantes, pero igual que vienen se van... Tus hijos, sin embargo, van a estar día y noche contigo, y por más bien que te portes con ellos, sabes que cuando se hagan adolescentes serán como un dolor en el culo (risas)”. A veces padre, a veces sargento, y a veces bufón, payaso, crítico, rabino o último asidero. Todos esos papeles caben, según McCourt, en la dura piel de un profesor... “Porque en una clase de treinta o cuarenta chavales, siempre hay alguien dispuesto a convertirse en la peste. La “oveja negra” se suele sentar en la última fila, para reclinar su silla contra la pared y hacerte ver así su impostura... Pero hay que hacer lo posible por no caer en su juego, recordarle quién tiene la sartén por el mango, aunque mostrándole al mismo tiempo cierta empatía. Con el tiempo y con la práctica te haces respetar, sin necesidad de imponerte de una manera autoritaria o excesivamente paternalista”.
En el Mundo le hicieron una entrevista y algunas respuestas que me llamaron la atención fueron:
P. ¿Hablamos de la reforma educativa, la eterna asignatura pendiente?
R. La mejor reforma educativa sería deshacernos de los políticos. ¿Acaso les dicen a los médicos "agarra así el bisturí y corta por aquí"? Pues eso es lo que hacen con los profesores. Nos dicen: "Esto es lo que debéis hacer y si no, no os damos el dinero". Mi idea de la educación es enseñar a los niños a pensar críticamente y por ellos mismos. Si los chavales piensan sólo en los exámenes y las notas, actúan por miedo, y así no hay manera de pensar independientemente. Es la misma estrategia de la religión.
P. ¿Qué consejo le daría a un profesor novato?
R. Las cosas funcionan en clase cuando disfrutas con lo que estás haciendo; si los chavales descubren que no te apasiona lo que haces, eres profesor muerto. Mi libro no sólo ha despertado vocaciones de profesor, también ha desanimado a muchos otros que se lo estaban pensando.
P. ¿Y qué me dice de lo mal pagada y valorada que está la profesión?
R. ¡Ah, la mala reputación del profesor! Tenemos que hacer algo para darle una imagen sexy a nuestra profesión, y necesitamos sobre todo un notable aumento de sueldo. No es justo que cobremos menos que los bomberos o los policías y que no tengamos para vivir con nuestra misérrima pensión. No es de extrañar que el 50% de los profesores arrojen la toalla a los cuatro años. Arrastramos la mala fama del pasado y no se valora nuestro esfuerzo. No es sólo el tiempo, es la energía que le dedicas. Imagínese lo que pueden desgastarle a uno 12.000 estudiantes en 30 años.
¿Cree en Dios?
No, no sé si existe Dios. ¿Cómo lo voy a saber? Nadie sabe nada, es todo un misterio. Nací ignorante, aprendí unas pocas cosas y moriré ignorante. ¿Cómo puede alguien tener la certeza de a dónde vamos después de muertos, si es que vamos a alguna parte?
Usted nació en Brooklyn, pero a los 4 años se lo llevaron a Limerick (Irlanda) y allí vivió en un callejón infecto. ¿Qué siente ahora cuando ve el milagro irlandés?
No creo en los milagros, aunque el cambio es como para frotarse los ojos. En Limerick ya no hay niños harapientos y descalzos por las calles; ahora los niños están a dieta porque se están volviendo obesos... Pero aún subsiste la pobreza, como ocurre aquí. No tienes más que cruzar unas manzanas y llegar al Harlem hispano. Los ricos son cada vez más ricos, y los pobres cada vez más pobres...
¿Cree usted en el mito de América como "la tierra de las oportunidades"?
Sí, es una de las pocas cosas en las que sigo creyendo. En este país puedes llegar donde quieras si eres ambicioso. Yo nunca habría podido haber pasado por la universidad si me hubiera quedado en Irlanda. Allí me hice hombre cuando empecé a trabajar a los 14 años como repartidor de telegramas.
¿Y cómo fue lo de hacerse profesor?
No quería trabajar para una compañía, obedeciendo órdenes todo el día. Quería hacer algo significativo, que diera sentido a mi vida y pudiera, tal vez, tocar las vidas de otros.
Antes de contarnos cómo fue su primer día de profesor, díganos cómo fue su último día como estudiante...
Me consideré el hombre más feliz del mundo cuando dejé la escuela. Tenía 13 años y no veía llegar el momento. Todos odiábamos a los profesores: eran duros, crueles, malvados... Nos educaban en el miedo.
(Tomado de El Mundo y el blog Aula 21 de Muñoz de la Peña, Si quieres leer toda la entrevista Clik en el titular)
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