Ultras
Recuerden: los despreocupados habitantes de Bahía Bodega, la costera localidad californiana en la que el genio del suspense situó Los pájaros (1963), no dieron importancia al agresivo comportamiento de la primera media docena de aves que se posó en uno de los cables eléctricos de la ciudad; tampoco se lo dieron a la segunda, ni a la tercera. Esperaron tanto a tomar medidas contra la invasión que cuando quisieron darse cuenta era demasiado tarde: la última secuencia de la película contempla a Melanie y a la familia Brenner huyendo sigilosamente en el coche a través de un ominoso paisaje atestado de pájaros. En los años treinta pasó algo parecido ante el ascenso de los totalitarismos fascistas: llegaron poco a poco, pero nadie —salvo algunas intempestivas Casandras— les hacía mucho caso. Ahora puede pasar lo mismo: la llamada “extrema” derecha (por cierto, ¿cuándo empieza la derecha a ser extrema?) crece en Europa envasada en odres nuevos, incluso a veces invocando la democracia o la Constitución. En Austria, el país odiado-amado de Thomas Bernhard (y, por cierto, también de Handke), ha quedado a un centímetro del poder. Al abrigo de la crisis y de quienes se empeñan suicidamente en que nunca salgamos de ella, crecen los gatos pardos más o menos disfrazados, soliviantados ante la rampante protesta de los que lo pasan peor. En su brillante, desencantado, intempestivo y necesario libro Poemas pequeño-burgueses (Renacimiento), uno de cuyos versos he robado para el título de este Sillón de Orejas, Juan Bonilla (felicidades por su cincuentenario) también se hace eco (con ideas y sentimientos) de cierto Zeitgeist turbador en el que nos bañamos con culposo desconcierto. Alterno su lectura con la de la edición inglesa de How Will Capitalism End? (Verso; 16,99 libras), de Wolfgang Streeck, en el que el riguroso sociólogo alemán (¿por qué no se traducen sus libros, aunque no estén escritos en inglés o francés?) vuelve a profundizar en esa “sobredosis de sí mismo” con la que el capitalismo está apuntalando su ataúd con cinco clavos letales: estancamiento, desigualdad, asalto a la esfera pública, corrupción y anarquía internacional. Les suena la copla, ¿verdad?
MANUEL RODRÍGUEZ RIVERO
http://cultura.elpais.com/cultura/2016/05/25/babelia/1464174516_780612.html
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lunes, 20 de junio de 2016
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