LA OPORTUNIDAD DE ESPAÑA DE SER “LA SUIZA DE LA HOSTELERÍA”
Entrevista al chef José Andrés que ha venido a España a visitar las cocinas de su ong world central kitchen
madrid centro
Foto: Inma Flores
En las cocinas de World Kitchen Food han participado chefs a los que José Andrés admira. Sus negocios han estado parados, con los envíos a domicilio como única salida posible. De cara a la recuperación económica, el chef asturiano plantea la importancia de promocionar la gastronomía como baza turística. “El turismo es un motor importante en España. Si hay algún ministro que piense que hay que diversificar la industria que empiece hacerlo creando las medidas” para “atraer inversión nacional y extranjera”.
Lo ejemplifica con que hay “muy pocas campañas” que intenten atraer al turista de invierno. “¿Por qué no invertir en eso? ¿Por qué no nos podemos convertir en la nueva Suiza de la hostelería?”, se pregunta, y destaca el éxito “notable” de la Escuela de Hostelería en el País Vasco, en San Sebastián. “¿Por qué España no toma la iniciativa con ayuda pública y privada y crea cinco o seis escuelas más de hostelería si somos líderes en turismo? Si somos potencia turística en atraer, tenemos que serlo también en crear. ¿Por qué las mejores escuelas están todas en Suiza, EEUU o Alemania? Yo quise hacer una con un grupo de amigos en Sigüenza (Guadalajara), un sitio maravilloso y ahí se quedó. La de riqueza que hubiera traído a un lugar así”, dice. La ONG dice adiós a los chefs más notables pero seguirá en marcha: ha creado escuela para continuar la labor.
Karla Hoyos, en la cocina de Santa Eugenia de la ONG WCK de José Andrés.
La enviada especial de José Andrés para alimentar a familias vulnerables de Madrid
Comedor social en la parroquia San Ramón Nonato en Puente de Vallecas. Alvaro Garcia. 22/04/2020
Las colas del hambre y la pobreza inician su escalada en Madrid: “Cada día viene más gente nueva”.
No acabó el bachillerato. No hizo el examen final de la escuela de Barcelona porque estaba en la mili, trabajó en el Bulli, se fue a Estados Unidos con 50 dólares en el bolsillo y se quedó. Hoy es un líder indiscutible a nivel mundial con su ONG World Central Kitchen (WCK), fundada en 2010. Con ella entra en países azotados por una tragedia y coordina a cocineros y voluntarios para alimentar al mayor número de personas posibles. Solo durante la covid-19 han repartido en el mundo 15 millones de comidas.
El cocinero asturiano voló de Washington a Madrid el jueves sin billete de vuelta y anunció su visita solo a las personas de su confianza. “Quería planear las siguientes semanas y agradecer personalmente a los cientos de personas que se han volcado”, explica. Los voluntarios, distribuidos en 16 ciudades españolas y capitaneados por cocineros como su mano derecha Karla Hoyos, Pepa de El Qüenco de Pepa, Diego Guerrero, Carlos Tejedor, Iván Morales o Álvaro Castellanos, han elaborado casi dos millones de comidas desde el 27 de marzo: en algunos días llegaron a repartir 50.000 en toda España, 25.000 en Madrid. “Tenemos aquí a los Messi de la cocina. Habrá pocas emergencias en la historia que la comida sea más rica”, cuenta.
José Andrés camina con decisión por la Escuela de Hostelería Santa Eugenia, la mayor cocina solidaria que ha montado World Central Kitchen y los voluntarios, sin parar de trabajar, le dan las gracias. Muchos cuentan que no sabían cómo colaborar en estos días y que WCK les ofreció el canal para hacerlo. La actividad es frenética. Diego Guerrero carga con cajas, Karla Hoyos le echa un ojo al estofado y las comidas empaquetadas salen rumbo a Villaverde Alto, donde José Andrés se pondrá a repartir en un rato. “Para entender el problema de raíz hay que estar con la gente en la calle”, dice.
Pero esta pedazo de cocina, ¿cómo no estaba abierta?
JOSÉ ANDRÉS, A SU LLEGADA A LAS INSTALACIONES DE LA ESCUELA DE HOSTELERÍA DE SANTA EUGENIA
José Andrés camina por las estancias de la cocina y exclama: “Pero este pedazo de cocina, ¿cómo no estaba abierta y para qué la hicieron?”. Nadie contesta. “¿Me has visto a mí hacer una rueda de prensa para decir que voy a hacer un millón de comidas? No. ¿Cómo anunciaron que iban a hacer 50.000 diarias en un estadio? Karla, que es una tía curtida en mil batallas y que ha cocinado en playas desiertas sin nada, podría hacerlo”, admite.
Pregunta. ¿Cuándo moviliza a World Central Kitchen?
Respuesta. Nuestra misión es alimentar en tragedias en el momento donde la gente lo ha perdido todo y no hay nadie dispuesto a hacerlo. Cada vez llegamos a más gente porque tenemos más medios, pero se hace complicado porque a su vez también hay más huracanes, terremotos, tifones, incendios, etc. Hay muchos lugares donde ya había hambre y una pandemia como esta te muestra problema a corazón abierto.
P. ¿Y en España?
R. Me dijeron que 5.000 pequeñas cocinas sociales llevadas por diferentes grupos habían cerrado por falta de fondos, de voluntarios o porque les obligaron. Muchos compañeros míos desde sus restaurantes empezaron a cubrir las necesidades de lo que iban pudiendo. Daban cien comidas aquí, doscientas allá y veían que no era suficiente. Cuando hay un incendio en un barrio sabes que siempre va a haber un restaurante que abra sus puertas para dar de comer a los bomberos, a la gente que ha perdido la casa y a los que han ido a ayudar. Para eso no necesitas a WCK. Pero cuando las cosas se convierten en algo más grande, nos movemos como pez en el agua. No hacemos nada muy especial: somos una ONG fundada por cocineros, apoyada por cocineros, siempre hay cocinas en cualquier parte del mundo, sabemos donde hay comida y fuego, voluntarios y gente que nos ayude a distribuir. Cuando eso entra en un plan que trazas sobre la marcha es algo mágico. Nosotros solo decimos: dejarnos a nosotros que sabemos lo que hacemos. No tiene sentido que haya otro tipo de personas hablando de dar de comer cuando tienes a los mejores dispuestos a hacerlo.
Voluntarios de la ong preparando bocadillos en las cocinas de la Escuela de Hostelería de Santa Eugenia.
Voluntarios de la ong preparando bocadillos en las cocinas de la Escuela de Hostelería de Santa Eugenia.INMA FLORES / EL PAIS
P. ¿Y cuándo abandonan un lugar?
R. En Madrid ya estamos empezando a hacerlo [este lunes regresa a Miami Karla Hoyos]. Pero no nos gusta irnos hasta que no apoyamos al crecimiento. En Puerto Rico dimos préstamos a fondo perdido a doscientas granjas de pequeños agricultores que se hubieran tenido que ir por haberlo perdido todo. En Haití montamos una escuela de hostelería para chicas, les buscamos puestos de trabajo y espero que sea el futuro del país con más turismo.
P. Y en España han presentado el Plan Nacional de Emergencia Alimentaria.
R. Sí. Para poner en marcha un sinfín de mecanismos y evitar el hambre. Porque el hambre es algo que no se ve y está presente en tus ciudades. Piensas que nunca te va a pasar hasta que te sucede. Hay que buscar formas para que todo el mundo pueda beneficiarse de la riqueza que genera una sociedad de consumo. En una tragedia como esta lo primero es reconocer que hay una crisis humanitaria. Yo estoy con los pies en los barrios y veo cómo la gente que vive al día se ha quedado de golpe sin empleo y no tiene ninguna forma de que nadie les ayude. Esa gente va a pasar hambre. Y como no queremos tener una ciudad llena de gente pidiendo, no porque haya que ocultarlos sino porque no es digno darle a las personas esa única salida, hemos hecho ese plan con ayudas y posibilidades que hay que adaptar a la realidad de España, a los partidos políticos con la visión que ellos tengan. Pero hay que tener un plan. No puede dejarse a la casualidad que una ONG como WCK venga a cubrir 50.000 comidas al día, más de dos millones en total. Los gobiernos están aquí para en momentos así cubrir estas necesidades. El hambre no debería ser de derechas ni de izquierdas, sino que debería ser algo que todo el mundo apoyara para que no existiera.
Para entender el problema de raíz hay que estar con la gente, en la calle”
P. ¿WCK tiene muchas donaciones españolas?
R. No me fijo mucho en eso pero España no es tan fácilmente caritativa. En América hemos tenido apoyos de Laurene Jobs, Jeff Bezos o Bloomberg, el alcalde de Nueva York. Lo bueno o lo malo es que lo hacemos igualmente porque como tengamos que esperar a tener dinero en el banco no habríamos hecho nada. A veces recibo la llamada de que estamos en números rojos pero la gente sigue con hambre y pienso que ya nos apañaremos. Y así vamos tirando. Pero América es más generosa. En España habría que hacer una ley que permita donar y tener algún beneficio con los impuestos. Al fin y al cabo, esto lo tiene que hacer alguien. Y así sería una manera indirecta de que lo hiciera el gobierno.
P. Acaba de llegar de Washington, ¿cómo ha vivido el ambiente en la calle?
R. La gente está enfadada pero ha sido muy pacifista. La noche es como las películas, donde hay grupos de individuos que han hecho destrozos. Si pones todas esas imágenes juntas, sí puede parecer el apocalipsis y el derrumbe de la democracia americana. Pero te puedo poner las mismas imágenes todas positivas. Ha habido destrucción pero no como para decir que los cimientos de América se están tambaleando. Hay mucha gente muy ofendida y la gente que te tiene que estar protegiendo te está matando. Yo entiendo que los policías en América viven bajo mucho miedo. No hay país en el mundo con más armas en la historia ni en el que muera más gente por arma. Yo ahora no quisiera ser policía en Estados Unidos porque nadie es Superman. Pero es verdad que por esa actitud casi probélica que tienen algunos, en parte por defensa en parte por ser malas personas si están viendo que estás en el suelo, esposado y con dos policías encima no tiene sentido que te maten porque tiene su rodilla en tu cuello durante nueve minutos. Eso hay que cambiarlo con empatía.
Todo se resume en una película de ‘La guerra de las galaxias’: está el bien, el mal y unos contra los otros. Necesitamos líderes que todos quieran ser Jedis
P. ¿Qué le pediría a Trump?
R. Lo mismo que todos. La salida que hizo de la Casa Blanca el otro día fue patética. Hay dos imágenes que para mí lo explican todo: la del presidente Obama en la marcha de Selma, cruzando el puente, sin prácticamente nadie de seguridad a su alrededor junto a miles de personas detrás y la de Trump saliendo solo, apoyado por dos líneas de policías y guardia militar armados hasta los dientes. Por dar la impresión de ser opresivo y militarista en vez de tener empatía para escuchar, sucede lo que está pasando en diferentes ciudades norteamericanas. Es un momento histórico, la tormenta perfecta para que de aquí salga algo. Esta no es la América que la gente quiere. Nunca ha habido más desunión y todo comienza por una persona. Trump no tiene la culpa de todo el racismo. Pero es el líder que lleva tres años sacando lo peor de América en vez de intentar apaciguar y acercar más a las personas. Cuando hay ese tipo de liderazgo vale más cambiar de país. Pero eso se lo digo a todo el mundo. Cuando tenemos líderes que van a insultar, denigrar y no buscar consenso hay que quitarlos del medio rápidamente porque lo único que van a lograr es llevar a nuestros hijos a guerras civiles. El pasado está lleno de ellas. Tenemos que exigir líderes que busquen el consenso y nos guíen a lo mejor de nosotros mismos. Cuando hay partidos políticos que solo lanzan discursos de unos contra otros hasta que se den, así no se puede crear un país. En temas raciales es lo mismo. Parece que todo se resume en una película de La guerra de las galaxias: está el bien, el mal y unos contra los otros. Y el que era malo resulta que tenía el corazón bueno. La vida es más compleja que todo esto pero necesitamos líderes que todos quieran ser Jedis. Y que entiendan que el que no es como tú también te puede enriquecer. Yo no pienso lo mismo ahora que cuando tenía 20 años. He ido escuchando, aprendiendo y encontrando un punto más pragmático en la vida.
Los cocineros de la ong WKF, este sábado en Santa Eugenia.
Los cocineros de la ong WKF, este sábado en Santa Eugenia.INMA FLORES / EL PAIS
P. En su biografía de Twitter dice: “Si estás perdido, comparte un plato de comida con un extraño y te encontrarás”. ¿Cuándo fue la primera vez que lo descubrió?
R. No lo recuerdo. A mí me gusta ir a los restaurantes más high top y a las barriadas más pobres donde una señora cocinando con un carbón te ofrece un humilde plato de potaje con un poco de arroz. Ahí entablas conversación con gente con la que nunca hablas porque socialmente estamos muy fragmentados. Esos sitios me ponen en mi lugar. Creo que cuando hay esas grandes conferencias de “vamos a cambiar el mundo”, las hacen en los lugares equivocados. Esas personas que hablan de acabar con el hambre en el edifico de las Naciones Unidas, cuando hay un receso se van a comer a los restaurantes más lujosos de Manhattan. Hay tal desconexión entre el mensaje y la realidad, que es imposible que las palabras de estos líderes tengan efecto.
P. ¿Y se lo dice a ellos?
R. Y me responden que ellos también van a las barriadas. Pero sé que sólo acuden para hacerse la foto. Cuando los discursos los das en el lugar equivocado es imposible tener efecto. Ahora hablando contigo estoy perdiendo tiempo de estar en los barrios de Madrid. Lo que perdemos en los discursos se lo estamos quitando a los sitios donde hay que estar. Hay que estar en la calle, al pie del cañón. No puedes ser líder de despacho.
LA OPORTUNIDAD DE ESPAÑA DE SER “LA SUIZA DE LA HOSTELERÍA”
Entrevista al chef José Andrés que ha venido a España a visitar las cocinas de su ong world central kitchen
madrid centro
Foto: Inma Flores
En las cocinas de World Central Kitchen Food han participado chefs a los que José Andrés admira. Sus negocios han estado parados, con los envíos a domicilio como única salida posible. De cara a la recuperación económica, el chef asturiano plantea la importancia de promocionar la gastronomía como baza turística. “El turismo es un motor importante en España. Si hay algún ministro que piense que hay que diversificar la industria que empiece hacerlo creando las medidas” para “atraer inversión nacional y extranjera”.
Lo ejemplifica con que hay “muy pocas campañas” que intenten atraer al turista de invierno. “¿Por qué no invertir en eso? ¿Por qué no nos podemos convertir en la nueva Suiza de la hostelería?”, se pregunta, y destaca el éxito “notable” de la Escuela de Hostelería en el País Vasco, en San Sebastián. “¿Por qué España no toma la iniciativa con ayuda pública y privada y crea cinco o seis escuelas más de hostelería si somos líderes en turismo? Si somos potencia turística en atraer, tenemos que serlo también en crear. ¿Por qué las mejores escuelas están todas en Suiza, EEUU o Alemania? Yo quise hacer una con un grupo de amigos en Sigüenza (Guadalajara), un sitio maravilloso y ahí se quedó. La de riqueza que hubiera traído a un lugar así”, dice. La ONG dice adiós a los chefs más notables pero seguirá en marcha: ha creado escuela para continuar la labor.
https://elpais.com/espana/madrid/2020-06-06/jose-andres-el-hambre-no-se-ve-y-esta-presente-en-tu-ciudad.html
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martes, 23 de junio de 2020
lunes, 25 de agosto de 2014
Sanlúcar de Barrameda. Las tortillitas de camarones, Casa Balbino y la alta cocina española
Nadie elabora las tortillas de camarones como Casa Balbino en Sanlúcar de Barrameda.
Acababan de dar las dos y media de la tarde cuando el pasado lunes José Andrés y yo entrábamos en este bar del que mi amigo es un fan empedernido. Pedimos dos tortillitas y nos dieron el número correspondiente de la lista de espera. “Va rápido, apenas hay cola”, nos dijeron. Lo mismo que si estuviéramos en una pescadería, pensé en ese momento. “Con las apreturas podemos llegar a 45 minutos”, me recalcó alguien detrás de la barra.
Mientras nos servían dos copas de manzanilla llegaron las tortillitas, ligeramente tostadas, secas y con abundantes camarones. Al morderlas crujían como el mejor barquillo. Cada bocado equivalía a un concentrado de sabores marinos. Si digo que las encontré espléndidas me quedo corto. Un placer suculento que en esta casa se cotiza a 1,25 euros cada una. No puedo entender cómo pueden venderse a un precio tan ajustado. Apareció Balbino, propietario, segunda generación de una casa con años a sus espaldas y nos invitó a pasar a la cocina. El espectáculo me dejó perplejo. Conté seis peroles con muy poco aceite en cada uno, extraordinariamente limpios, de fondo transparente. Dentro de un bol tapado por un paño húmedo, saltaban los camarones vivos. En otro de más capacidad había una crema fluida elaborada con harina, agua, cebolla, perejil y ajo. A ritmo frenético cada freidor vertía sobre los peroles cuatro cucharones de la mezcla que se comenzaban a expandir en el aceite humeante. En ese momento, con la ayuda de dos cuchillos de punta redondeada perforaban cada masa, rompiéndola para acentuar su encaje. Vuelta y vuelta y, una vez doradas, pasaban al escurridor y luego a los platos de servicio.
Cuando Balbino me comentó los números que rigen en esta casa me quedé estupefacto. “Elaboramos una media de 3.500 tortillitas diarias y consumimos 250 litros de aceite”. No hay otro secreto, tan sencillo como eso. Es muy difícil hacerlo tan bien elaborando semejantes cantidades. Por supuesto, el resto de las frituras de pescado de Casa Balbino son espléndidas, lo mismo que otras de las muchas tapas que atiborran sus pizarras.
Puro encaje. En la foto una tortillita de Casa Balbino vista al trasluz. Crujiente, sabrosa, no hay nada parecido en ningún lugar de Cádiz. Algo tendrán las tortillitas de camarones cuando han sido capaces de desatar la creatividad de tres grandes profesionales como Dani García, Ángel León y Joan Roca. Nadie defiende más la cocina popular que los cocineros con talento. En mi memoria permanece grabado a fuego el sabor de las que preparan en Casa Balbino, un verdadero hito.
Fuente: Blog de José Carlos Capel
Acababan de dar las dos y media de la tarde cuando el pasado lunes José Andrés y yo entrábamos en este bar del que mi amigo es un fan empedernido. Pedimos dos tortillitas y nos dieron el número correspondiente de la lista de espera. “Va rápido, apenas hay cola”, nos dijeron. Lo mismo que si estuviéramos en una pescadería, pensé en ese momento. “Con las apreturas podemos llegar a 45 minutos”, me recalcó alguien detrás de la barra.
Mientras nos servían dos copas de manzanilla llegaron las tortillitas, ligeramente tostadas, secas y con abundantes camarones. Al morderlas crujían como el mejor barquillo. Cada bocado equivalía a un concentrado de sabores marinos. Si digo que las encontré espléndidas me quedo corto. Un placer suculento que en esta casa se cotiza a 1,25 euros cada una. No puedo entender cómo pueden venderse a un precio tan ajustado. Apareció Balbino, propietario, segunda generación de una casa con años a sus espaldas y nos invitó a pasar a la cocina. El espectáculo me dejó perplejo. Conté seis peroles con muy poco aceite en cada uno, extraordinariamente limpios, de fondo transparente. Dentro de un bol tapado por un paño húmedo, saltaban los camarones vivos. En otro de más capacidad había una crema fluida elaborada con harina, agua, cebolla, perejil y ajo. A ritmo frenético cada freidor vertía sobre los peroles cuatro cucharones de la mezcla que se comenzaban a expandir en el aceite humeante. En ese momento, con la ayuda de dos cuchillos de punta redondeada perforaban cada masa, rompiéndola para acentuar su encaje. Vuelta y vuelta y, una vez doradas, pasaban al escurridor y luego a los platos de servicio.
Cuando Balbino me comentó los números que rigen en esta casa me quedé estupefacto. “Elaboramos una media de 3.500 tortillitas diarias y consumimos 250 litros de aceite”. No hay otro secreto, tan sencillo como eso. Es muy difícil hacerlo tan bien elaborando semejantes cantidades. Por supuesto, el resto de las frituras de pescado de Casa Balbino son espléndidas, lo mismo que otras de las muchas tapas que atiborran sus pizarras.
Puro encaje. En la foto una tortillita de Casa Balbino vista al trasluz. Crujiente, sabrosa, no hay nada parecido en ningún lugar de Cádiz. Algo tendrán las tortillitas de camarones cuando han sido capaces de desatar la creatividad de tres grandes profesionales como Dani García, Ángel León y Joan Roca. Nadie defiende más la cocina popular que los cocineros con talento. En mi memoria permanece grabado a fuego el sabor de las que preparan en Casa Balbino, un verdadero hito.
Fuente: Blog de José Carlos Capel
sábado, 5 de febrero de 2011
Paella valenciana juega... y gana
El chef José Andrés se atreve con Las Vegas y abre tres nuevos espacios.
En una ciudad como la capital mundial del juego, un desierto en sentido literal y -desde hace dos años- figurado (dado el duro descenso del turismo en la zona), el chef español José Andrés ha logrado lo que los restauradores y hoteleros locales consideran una proeza: llenos completos en un restaurante en el que ofrece comida española.
En estos días, el contraste entre los locales vecinos y Jaleo, el nuevo restaurante de José Andrés en el casino The Cosmopolitan, es elocuente. El cercano hotel Aria y sus restaurantes languidecen vacíos, algunos al borde de la bancarrota, mientras José Andrés da órdenes frenéticas a sus cocineros en locales rebosantes.
Lleva meses expandiendo sus negocios, aventurándose más allá de Washington, donde ha asesorado a Michelle Obama en su lucha contra la obesidad. En Las Vegas, un mercado exagerado y carente de personalidad, dominado por bufés libres, ha logrado algo que agradecen los ejecutivos del hotel The Cosmopolitan: un menú y un local con carácter, inconfundiblemente español, a precio módico. Ha ido más lejos. Le ha regalado a la capital del cartón piedra estadounidense la gran creación de la tierra del cartón piedra español: la paella valenciana.
El chef ha invertido unos 750.000 euros en edificar en el Jaleo de Las Vegas un paellero en toda regla, de los que abundan en los patios de las barracas de los arrozales levantinos, donde se cocina como mandan en Valencia: con arroz de la Albufera y a leña. El cocinero alicantino Rafael Vidal asesoró a José Andrés en la preparación de este plato.
Es evidente el gusto por la minuciosidad en la preparación y una filosofía subyacente que apunta hacia elevados conceptos. Estos son patentes en el reducido comedor -ocho asientos- de el Jaleo, un exclusivo restaurante donde se sirven entre 15 y 20 platos de productos importados y de elevada calidad.
La filosofía de trabajo de José Andrés reina en el piso de abajo de El Jaleo, en otro restaurante de una sencillez que contradice todo lo que es Las Vegas. Se trata de China Poblano, un local en el que se sirven platos chinos y mexicanos sin mezclarlos. No es fusión sino yuxtaposición. En estos días el cocinero anda muy atareado supervisando sus creaciones y firmando autógrafos. En el mes que lleva abierto el casino, se han vendido 2.000 ejemplares de sus libros. Es imposible hablar con él en Las Vegas sin que le reconozcan y pidan fotos por decenas.
"La idea de China Poblano viene de Felipe II", comenta. José Andrés prefiere no hablar de sus creaciones, solo ofrecerlas como verdades evidentes. La carta demuestra que su idea nace de la época en que Felipe II hizo recorrer el Pacífico a los galeones de Manila, de Asia a México. En las mesas conviven tacos de carne con dumplings y tallarines. El picante une ambos mundos. Solo con dos tipos de tacos, los de langosta y lengua de pato, se ha permitido el cocinero alejarse por la vía sofisticada del estilo marcadamente popular y desenfadado de este restaurante atípico en la capital de los neones.
En una ciudad como la capital mundial del juego, un desierto en sentido literal y -desde hace dos años- figurado (dado el duro descenso del turismo en la zona), el chef español José Andrés ha logrado lo que los restauradores y hoteleros locales consideran una proeza: llenos completos en un restaurante en el que ofrece comida española.
En estos días, el contraste entre los locales vecinos y Jaleo, el nuevo restaurante de José Andrés en el casino The Cosmopolitan, es elocuente. El cercano hotel Aria y sus restaurantes languidecen vacíos, algunos al borde de la bancarrota, mientras José Andrés da órdenes frenéticas a sus cocineros en locales rebosantes.
Lleva meses expandiendo sus negocios, aventurándose más allá de Washington, donde ha asesorado a Michelle Obama en su lucha contra la obesidad. En Las Vegas, un mercado exagerado y carente de personalidad, dominado por bufés libres, ha logrado algo que agradecen los ejecutivos del hotel The Cosmopolitan: un menú y un local con carácter, inconfundiblemente español, a precio módico. Ha ido más lejos. Le ha regalado a la capital del cartón piedra estadounidense la gran creación de la tierra del cartón piedra español: la paella valenciana.
El chef ha invertido unos 750.000 euros en edificar en el Jaleo de Las Vegas un paellero en toda regla, de los que abundan en los patios de las barracas de los arrozales levantinos, donde se cocina como mandan en Valencia: con arroz de la Albufera y a leña. El cocinero alicantino Rafael Vidal asesoró a José Andrés en la preparación de este plato.
Es evidente el gusto por la minuciosidad en la preparación y una filosofía subyacente que apunta hacia elevados conceptos. Estos son patentes en el reducido comedor -ocho asientos- de el Jaleo, un exclusivo restaurante donde se sirven entre 15 y 20 platos de productos importados y de elevada calidad.
La filosofía de trabajo de José Andrés reina en el piso de abajo de El Jaleo, en otro restaurante de una sencillez que contradice todo lo que es Las Vegas. Se trata de China Poblano, un local en el que se sirven platos chinos y mexicanos sin mezclarlos. No es fusión sino yuxtaposición. En estos días el cocinero anda muy atareado supervisando sus creaciones y firmando autógrafos. En el mes que lleva abierto el casino, se han vendido 2.000 ejemplares de sus libros. Es imposible hablar con él en Las Vegas sin que le reconozcan y pidan fotos por decenas.
"La idea de China Poblano viene de Felipe II", comenta. José Andrés prefiere no hablar de sus creaciones, solo ofrecerlas como verdades evidentes. La carta demuestra que su idea nace de la época en que Felipe II hizo recorrer el Pacífico a los galeones de Manila, de Asia a México. En las mesas conviven tacos de carne con dumplings y tallarines. El picante une ambos mundos. Solo con dos tipos de tacos, los de langosta y lengua de pato, se ha permitido el cocinero alejarse por la vía sofisticada del estilo marcadamente popular y desenfadado de este restaurante atípico en la capital de los neones.
(de El País, DAVID ALANDETE - Las Vegas - 03/02/2011)
lunes, 3 de enero de 2011
Un viaje al Valle de la Muerte
El Death Valley es actualmente un Parque Nacional de los EE.UU. en California. Es una zona que se encuentra al sureste del Estado, donde llueve muy poco al cabo del año y, por tanto, es un desierto que lo hace único en todo el hemisferio occidental debido a su cota de 100 m bajo el nivel del mar.
Es absolutamente impresionante toda la zona, de una grandiosidad que nos hace sentirnos seres sin importancia, en su parte más baja, el suelo está cubierto de sales y arena como si se tratase de dunas de playa.
Es una zona muy visitada por todos los amantes de la Naturaleza y tiene diferentes lugares para quedarse a pasar una noche o comer. En el lugar conocido por Stuve Pipe Wells, pasamos la noche de fin de año 2010. Una perfecta aventura para recordar toda la vida Leer más aquí.
El fin de año resultó muy "original" en un Saloon del Oeste, donde originariamente había un pozo en el que paraban los viajeros pioneros y buscadores de minerales. En la replica del Salon se podía ver a los típicos americanos con pinta de puritanos de la época de los pioneros, ellas con el pelo y las faldas muy largas y ellos con sus sombreros de buscadores de oro o tesoros minerales.
Allí, en un lateral, estabamos los seis españoles oyendo canciones que interpretaban una chica al piano y un chico tocando la guitarra, y no lo hacían mal en cuanto a entonación y ritmo pero, no sé por qué, el amplificador lo tenian al máximo y distorsionaba en las notas más agudas o elevadas y ellos como si nada. Nosotros nos limitamos a aplaudir después de cada canción, Algunos bailaban con esa (falta de) gracia y salero típico de los americanos anglosajones. Esteban, que estaba algo cansado de conducir sin aceptar turnos, propuso que nos fuéramos a acostar y así lo hicimos. En una habitación con dos grandes camas se acostaron las tres mujeres de la excursión y en la otra nos acostamos nosotros los tres hombres.
El lugar es extraordinariamente sobrecojedor en cuanto a la inmensidad de los paisajes. El terreno presenta una gran variedad de colores desde una dorada arena, igual a como podemos observar en una playa, hasta un blanco de salitre o negro como el carbón, pasando por el rojo intenso. El cielo con un azul claro y brillante conforme se aproxima al horizonte, precioso, que las cámaras no pueden captar en toda su realidad y belleza.
Al día siguiente, después de la visita, nos fuimos a través del desierto, hasta las Vegas. Al llegar a la ciudad, paseamos en el coche sin poder aparcar ni bajar, era sábado y día 1, no se podía circular, era todo un atasco inmenso, pudimos parar para tomar una amburguesa y seguir el viaje de vuelta de más de 12 horas, ya oscurecido, el atardecer llega antes de la 5 y no se ven más que algunas luces. Han sido tres noches y cuatro días, empezando por Santa Barbara, visitando los Ángeles, el Valle de la Muerte en California y las Vegas en el Estado de Nevada. Todo muy rápido, muy deprisa, pero mereció la pena.
He echado de menos a los amigos y amigas, pues se lo habrían pasado muy bien y les hubiese gustado muchísimo el paisaje. Además, la furgoneta que alquilamos, una Toyota Sienna LE, que no se ven por España, tiene 8 plazas y sólo íbamos 6, es muy cómoda y lo poquísimo que la conduje me gustó; automática, la lleva cualquiera.
Llegamos a casa pasadas las 4 de la madrugada y aún tengo sueño atrasado.
Por cierto, en Los Ángeles, en el Hotel de Hollywood "Beverlly Hills" en su planta baja, fuimos al bar del restaurante "El Bazaar" de José Andrés, un cocinero español ya famoso que tiene un montaje tipo "Feria de las Vanidades" con un continuo desfiles y exhibiciones de modernos y modernas, pero que me gustó muchísimo porque se ha hecho famoso a base de croquetas de pollo, una especie de buñuelos de bacalao y pan con tomate y aceite se oliva, que fueron las tapas que tomamos junto con el paté con algodón caramelizado, una licencia postmoderna que era un bluf de casi nada. La entrada se realiza sobre una alfombra roja decorada con un poema de amor como sólo el Poeta, francés y comunista, Paul Éluard podría escribir.
No esta mal que a los artistas de Hollywood les encanten las comidas de nuestras abuelas.
Tienen en el restaurante jamón de bellota, queso manchego y otras chacinas españolas, pero no lo probamos y las "Gambas al ajillo" solo la servían en el restaurante. Así que sepáis que nos podemos hacer famosos y ricos con las croquetas y ensaladilla que hemos comido toda la vida y que eran la marca de la casa de nuestras madres y abuelas, con su sabor parecido al de todas las madres, pero con ese toque único que tenían en cada casa. O sean que eso que no considerabamos mucho, pues era corriente y cotidiano, pudiese gustar a la élite mundial pues era una comida para aprovechar las sobras del cocido de la casa, tienen un valor reconocido internacionalmente, lo que ya algo imaginabamos... sobre todo después de probar lo que se consideraban exquisiteces y que no le apreciabamos esos valores. Ver para creer.
Ah, olvidaba decir que he estado (cool) sin cobertura todo el fin de año, al estar por ese Valle lo que sin duda ha contribuido a hacer la experiencia más original... Una casi aventura que dificilmente olvidaré.
Hannah juega con la arena como si fuese una playa.
Es absolutamente impresionante toda la zona, de una grandiosidad que nos hace sentirnos seres sin importancia, en su parte más baja, el suelo está cubierto de sales y arena como si se tratase de dunas de playa.
Es una zona muy visitada por todos los amantes de la Naturaleza y tiene diferentes lugares para quedarse a pasar una noche o comer. En el lugar conocido por Stuve Pipe Wells, pasamos la noche de fin de año 2010. Una perfecta aventura para recordar toda la vida Leer más aquí.
El fin de año resultó muy "original" en un Saloon del Oeste, donde originariamente había un pozo en el que paraban los viajeros pioneros y buscadores de minerales. En la replica del Salon se podía ver a los típicos americanos con pinta de puritanos de la época de los pioneros, ellas con el pelo y las faldas muy largas y ellos con sus sombreros de buscadores de oro o tesoros minerales.
Allí, en un lateral, estabamos los seis españoles oyendo canciones que interpretaban una chica al piano y un chico tocando la guitarra, y no lo hacían mal en cuanto a entonación y ritmo pero, no sé por qué, el amplificador lo tenian al máximo y distorsionaba en las notas más agudas o elevadas y ellos como si nada. Nosotros nos limitamos a aplaudir después de cada canción, Algunos bailaban con esa (falta de) gracia y salero típico de los americanos anglosajones. Esteban, que estaba algo cansado de conducir sin aceptar turnos, propuso que nos fuéramos a acostar y así lo hicimos. En una habitación con dos grandes camas se acostaron las tres mujeres de la excursión y en la otra nos acostamos nosotros los tres hombres.
El lugar es extraordinariamente sobrecojedor en cuanto a la inmensidad de los paisajes. El terreno presenta una gran variedad de colores desde una dorada arena, igual a como podemos observar en una playa, hasta un blanco de salitre o negro como el carbón, pasando por el rojo intenso. El cielo con un azul claro y brillante conforme se aproxima al horizonte, precioso, que las cámaras no pueden captar en toda su realidad y belleza.
Al día siguiente, después de la visita, nos fuimos a través del desierto, hasta las Vegas. Al llegar a la ciudad, paseamos en el coche sin poder aparcar ni bajar, era sábado y día 1, no se podía circular, era todo un atasco inmenso, pudimos parar para tomar una amburguesa y seguir el viaje de vuelta de más de 12 horas, ya oscurecido, el atardecer llega antes de la 5 y no se ven más que algunas luces. Han sido tres noches y cuatro días, empezando por Santa Barbara, visitando los Ángeles, el Valle de la Muerte en California y las Vegas en el Estado de Nevada. Todo muy rápido, muy deprisa, pero mereció la pena.
He echado de menos a los amigos y amigas, pues se lo habrían pasado muy bien y les hubiese gustado muchísimo el paisaje. Además, la furgoneta que alquilamos, una Toyota Sienna LE, que no se ven por España, tiene 8 plazas y sólo íbamos 6, es muy cómoda y lo poquísimo que la conduje me gustó; automática, la lleva cualquiera.
Llegamos a casa pasadas las 4 de la madrugada y aún tengo sueño atrasado.
Por cierto, en Los Ángeles, en el Hotel de Hollywood "Beverlly Hills" en su planta baja, fuimos al bar del restaurante "El Bazaar" de José Andrés, un cocinero español ya famoso que tiene un montaje tipo "Feria de las Vanidades" con un continuo desfiles y exhibiciones de modernos y modernas, pero que me gustó muchísimo porque se ha hecho famoso a base de croquetas de pollo, una especie de buñuelos de bacalao y pan con tomate y aceite se oliva, que fueron las tapas que tomamos junto con el paté con algodón caramelizado, una licencia postmoderna que era un bluf de casi nada. La entrada se realiza sobre una alfombra roja decorada con un poema de amor como sólo el Poeta, francés y comunista, Paul Éluard podría escribir.
No esta mal que a los artistas de Hollywood les encanten las comidas de nuestras abuelas.
Tienen en el restaurante jamón de bellota, queso manchego y otras chacinas españolas, pero no lo probamos y las "Gambas al ajillo" solo la servían en el restaurante. Así que sepáis que nos podemos hacer famosos y ricos con las croquetas y ensaladilla que hemos comido toda la vida y que eran la marca de la casa de nuestras madres y abuelas, con su sabor parecido al de todas las madres, pero con ese toque único que tenían en cada casa. O sean que eso que no considerabamos mucho, pues era corriente y cotidiano, pudiese gustar a la élite mundial pues era una comida para aprovechar las sobras del cocido de la casa, tienen un valor reconocido internacionalmente, lo que ya algo imaginabamos... sobre todo después de probar lo que se consideraban exquisiteces y que no le apreciabamos esos valores. Ver para creer.
Ah, olvidaba decir que he estado (cool) sin cobertura todo el fin de año, al estar por ese Valle lo que sin duda ha contribuido a hacer la experiencia más original... Una casi aventura que dificilmente olvidaré.
Hannah juega con la arena como si fuese una playa.
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