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viernes, 22 de octubre de 2021

Cuál fue el decisivo rol de las mujeres en la Revolución francesa (y el trágico final que sufrieron algunas de ellas)

 

Los Días de Octubre o La Marcha de Octubre, cuando las mujeres marcharon hasta el palacio de Versalles.

"Maté a un hombre para salvar a 100.000", fue lo que supuestamente dijo Charlotte Corday durante su juicio por el espantoso asesinato del revolucionario Jean-Paul Marat.

Desilusionada por la dirección radical y violenta que estaba tomando el grupo Montagnard, del cual Marat era uno de los líderes, Corday se coló dentro de su casa el 13 de julio de 1793.

Sorprendió a Marat mientras este trabajaba en su bañera y le clavó un cuchillo en el pecho, matándolo instantáneamente.

Su acto de violencia, inmortalizado en la pintura de Jacques-Louis David La muerte de Marat es uno de los más infames del período, ocasionó fuertes reacciones que se propagaron por París y cambió la percepción de las capacidades de las mujeres.

Pero Corday no fue de ninguna forma la única mujer que aprovechó la Revolución francesa como una oportunidad para la acción.

Salones y sociedades
Antes de la revolución, a los ojos de muchos pensadores de la Ilustración, las diferencias biológicas marcaban a las mujeres como seres inferiores a los hombres en el orden natural.

Se esperaba que las mujeres se sometieran a sus padres y maridos.

"La muerte de Marat" del pintor Jacques-Louis David, una de las obras más conocidas del período de la Revolución Francesa.

Y aunque algunas mentes de la época, incluido el filósofo Jean-Jacques Rousseau, pensaban que las mujeres debían tener derecho a una educación, esta debería centrarse en cuidar y educar a los niños ya que las mujeres se diferenciaban de los hombres en sus "derechos naturales".

Sin embargo, a medida que la revolución se extendió por Francia, trayendo ideales de igualdad y fraternidad, las mujeres encontraron formas de participar en todos los aspectos.

Hubo quienes vieron la oportunidad de promover los derechos de las mujeres junto con los de los hombres franceses, como la activista y escritora Olympe de Gouges.

En 1791, de Gouges declaró que "la mujer nace libre y vive en igualdad de derechos con el hombre".

Había mujeres, como Marie-Jeanne Roland y Germaine de Staël, conocidas como sallonières, que organizaban salones donde se fomentaban las ideas revolucionarias y se negociaba el poder político.

Y por supuesto, hubo mujeres que tomaron las armas.
En octubre de 1789, cuando la escasez de harina y el hambre en París generaban un descontento que se convertiría en ira, las mujeres estaban en el centro de la vorágine.

La marcha a Versalles
La ira por la creciente escasez de alimentos llevó a miles de personas a enfrentarse al rey en persona.

Las mujeres desempeñaron un papel fundamental en un evento conocido como los Días de Octubre o la Marcha de Octubre, que impulsó la primera etapa de la revolución hacia un nuevo equilibrio de poder.

En la mañana del 5 de octubre de 1789, muchas mujeres parisinas se manifestaban por el precio del pan en París.

La harina escaseaba y había una sensación cada vez mayor de que se les negaba la comida a los pobres a propósito.

También hubo rumores de que la noche anterior el rey Luis XVI había entretenido a los oficiales con un espléndido banquete.

Pronto, a las manifestantes se les unieron otras mujeres de los mercados cercanos o de la creciente turba que rodeaba al Hôtel de Ville (ayuntamiento) y que había saqueado la armería de la ciudad. 

Los números aumentaron aún más con otros agitadores que buscaban una reforma política. Y un grupo de hasta 7.000 personas marchó más de 19 kilómetros hasta el sur de Versalles para presentar demandas al rey.

Las conversaciones tuvieron lugar durante toda la noche. Aunque en las primeras horas del 6 de octubre algunos alborotadores lograron acceder al palacio para buscar los aposentos de la reina.

La insurrección fue sofocada rápidamente por las tropas del rey, pero la situación siguió siendo tensa, y el Marqués de Lafayette convención a Luis XVI para que se dirigiera a los manifestantes que todavía estaban surgiendo alrededor del palacio.

La violencia cesó cuando el Rey dijo que él y su familia abandonarían su opulento palacio y se mudarían a París. Una vez allí, estarían bajo el control de la gente.

La Marcha de Octubre demostró el poder y la capacidad de la gente común, el tercer estado o tercer estamento , y lo que es más importante, las mujeres de París.

Louis XVI dejó el Palacio de Versalles junto con el resto de la familia real debido a los sucesos de octubre de 1789.

Mismos derechos
También hubo quienes solicitaron al gobierno derechos más particulares.

En marzo de 1792, Pauline Léon se dirigió a la Asamblea Legislativa en nombre de las mujeres parisinas para sugerir que se formara una milicia femenina para defender sus hogares en medio de una creciente violencia contrarrevolucionaria.

Aunque fue finalmente rechazada, su petición fue firmada por más de 300 mujeres.

Léon no era ajena a la lucha armada. Había marchado a la Bastilla en julio de 1789 llevando su propia pica.

Pero al igual que con otras mujeres, la participación de Léon no se limitó a disturbios y manifestaciones.

En 1793, junto con la actriz Claire Lacombe, fundó la Sociedad de Mujeres Republicanas Revolucionarias, una organización de corta duración que presionó por el derecho de las mujeres a contribuir a la revolución.

El Club Patriótico de Mujeres, una de las muchas sociedades conformadas por mujeres durante la Revolución Francesa.

No fue de ninguna forma la única sociedad de ese tipo, ya que los clubes sociales y los salones revolucionarios se convirtieron en centros importantes, aunque con misiones distintas.

Por ejemplo, aunque se recuerda con razón a Marie-Jeanne Roland como una mujer influyente de la revolución, no era una defensora de los derechos políticos de las mujeres ya que sentía que todavía eran más afectivas en sus roles domésticos y detestaba el comportamiento radical de los sans-culottes (la mayoría de la gente de clase trabajadora de París).

También estaban las que hoy podríamos llamar "aliados masculinos", como el intelectual y aristócrata Marie-Jean Caritat, Marqués de Condorcet.

En julio de 1790 publicó un artículo en un periódico en el que sostenía que los millones de mujeres de Francia debían gozar de los mismos derechos que los hombres.

El artículo causó sensación al abordar el sentimiento al abordar el sentimiento generalizado de que las mujeres no poseían a misma capacidad que los hombres para la racionalidad o el sentido de la justicia.

Al contrario, Condorcet desafió a los críticos a "mostrar una diferencia natural entre hombres y mujeres en las que legítimamente podría basarse en la exclusión".

A su vez, el artículo de Condorcet inspiró al Círculo Social, uno de los clubes sociales más progresistas de la París revolucionaria, que lanzó una campaña por los derechos de la mujer entre 1790 y 1791.

Olympe de Gouges, fue la autora de la "Declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadana".

Ambiciones obstaculizadas
Pero el periodo de la revolución que le dio a las mujeres ese sentido de progreso social no duraría mucho.

A pesar de su presencia en el centro de muchas facciones y salones, la opinión predominante seguía siendo que las mujeres podían servir mejor a la causa actuando como "madres republicanas", responsables de enseñar a sus hijos a honrar y amar a la República y apoyar a la nueva sociedad que estaba siendo tallada.

Una y otra vez, los críticos insistieron en que la naturaleza determinaba roles diferentes para hombres y mujeres.

Estas divisiones y objetivos divergentes, tanto entre individuos como entre clases de mujeres, y reflejados en e movimiento en general, obstaculizaron cualquier posibilidad de progreso real.

En mayo de 1793, las mujeres fueron desterradas de los procedimientos gubernamentales y poco después se les prohibió formar asambleas políticas.

El asesinato por Corday de Marat en julio se convirtió en un punto de inflexión para el gobierno revolucionario. Y en octubre de 1793, todos los clubes de mujeres fueron prohibidos.

La cuestión de si la Revolución francesa promovió los derechos de las mujeres sigue siendo un tema polémico entre los historiadores de hoy.

Se otorgaron algunos derechos sociales a las mujeres: las nuevas leyes de sucesión, por ejemplo, significan que, independientemente del género, los hijos pueden heredar la riqueza de los padres por igual.

Marie-Jeanne Roland llegó a tener peso político en la Francia revolucionaria.

Hubo otro paso adelante para la condición jurídica de las madres solteras y sus hijos. Mientras que una nueva ley permitió otorgar igualdad de condiciones para hombres y mujeres en el divorcio.

Pero cuando Napoleón llegó al poder, los ideales de la "maternidad republicana" perseveraron.

Aunque la revolución fue sin duda una época de gran debate sobre el estatus y los derechos de las mujeres de todas las clases sociales, la revolución no cambió mucho en términos de su capacidad para contribuir a una democracia francesa.

Y aunque la revolución tuvo efectos prolongados, no puede verse como un contribuyente directo al sufragio femenino en Francia, un derecho que no recibirían sino hasta 1945.

El precio que pagaron
Tres mujeres terminaron pagando el precio máximo por sus actividades políticas.

Olympe de Gouges
La escritora y activista nació como Marie Gouze, hija de un carnicero autodidacta del sur de Francia. Ella fue en gran parte responsable de la introducción de los derechos de las mujeres a la causa revolucionaria.

Dirigiendo su folleto "Declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadanía" a la reina María Antonieta en 1791, Gouze se convirtió en una voz unificadora para las mujeres.

Sus escritos, junto con su relación con el grupo político Girondino, fue también su sentencia de muerte. Fue denunciada como "antinatural" y guillotinada durante El Terror en 1793.

Marie-Jeanne Roland
Fue escritora y anfitriona de un salón burgués clave de París en el que se gestaron por primera vez los ideales revolucionarios.

Obtuvo influencia en el gobierno cuando su esposo, Jean-Marie Roland, se convirtió en Ministro del Interior bajo Luis XVI en 1792.

Ayudó a redactar muchos discursos gubernamentales, incluida una carta de su esposo que criticaba al rey.

Los Roland continuaron ejerciendo su poder e influencia en el centro de la facción girondina.

Marie-Jeanne fue arrestada en mayo de 1793 en lugar de su esposo, quien había huido por temor a su propia detención.

Fue ejecutada por guillotina en noviembre de ese año. Sus últimas palabras fueron "¡Oh, libertad! ¡Qué crímenes se cometen en tu nombre!"

Charlotte Corday, responsable del asesinato de Marat.
Una aristócrata menor, Corday estuvo involucrada en la revolución desde sus primeros días, asistiendo a reuniones políticas e inspirándose en las ideas de la facción girondina.

Sintió que la facción Montagnard era demasiado radical y quería salvar la revolución eliminando a su líder Jean-Paul Marat.

El asesinato de Marat mientras se bañaba fue un punto de inflexión infame en cómo se veían a las mujeres en la revolución.

Corday fue guillotinada en 1793 y sigue siendo un símbolo de las acciones de las mujeres durante el tumulto que se extendió por Francia. 

 *Elinor Evans es la editora digital interina de HistoryExtra.com. Ella encarga y escribe artículos de historia para el sitio web y entrevista regularmente a historiadores para el galardonado podcast History Extra.

viernes, 3 de julio de 2015

El «Terror», de Robespierre a Daech, pasando por Podemos: Pedro J. Ramírez, Wieviorka y otros excesos fementidos de la lumpenintelectualidad de nuestro tiempo. Florence Gauthier

28/06/15

 Un nuevo acceso de prurito “aterrorizante” ataca desde hace algún tiempo. Ha sido recientemente reactivado por Pedro J. Ramírez, exdirector del diario madrileño EL Mundo, que ha publicado un tocho rayano en las 1000 páginas titulado originalmente El primer naufragio (Madrid, 2013) y traducido al francés con el provocador título siguiente: El golpe de Estado. Robespierre, Danton y Marat contra la democracia (Paris, 2014). Y el pasado 15 de junio, en el diario Ouest-France, el sociólogo Michel Wieviorka la emprende también con Robespierre para compararlo con… ¡Daech!

Hay que observar que Pedro J. Ramírez ha colado de matute una comparación con Pablo Iglesias, fundador del partido Podemos, no en su libro –en el que no aparece siquiera mencionado—, sino en las entrevistas que va ofreciendo a cuenta de su libro: compara a Iglesias con Robespierre para expresar sus posiciones políticas personales. [1]

Partiendo de la situación actual, caracterizada por un crecimiento inquietante de la deuda pública que el gobierno de Rajoy no ha hecho sino aumentar, la compara con la situación de Francia… en 1789. Iglesias y Podemos representan a sus ojos un peligro, porque amenazan con ser los beneficiarios de esa política desastrosa. Por esa vía se convierte Pablo Iglesias en un nuevo Robespierre que, ciertamente, se representa una amenaza para España, pero también en el indicado de la urgencia de imponer un cambio de política: si no es substituido el partido de Rajoy, la amenaza “terrorista” de Podemos se realizará. Tal es el propósito argumentativo de su libro.

El autor tiene que probar que Podemos no podrá hacer otra cosa que repetir el “Terror”. Se empeña, así pues, en construir una narración de “la toma del poder por Robespierre, Danton y Marat” en forma de… ¡golpe de Estado! Empresa harta osada y aun muy audaz, habida cuenta de que lo ocurrido entre el 31 de mayo y el 2 de junio de 1793 está abundantemente documentado y no ha dado pie a ningún tipo de violencia, ni jurídica ni física. Recordaré brevemente lo que pasó, que resulta de lo más interesante.

La Revolución del 10 de agosto de 1792 había derribado a la monarquía y liquidado la Constitución aristocrática de 1791 que reservaba el derecho de sufragio a los “ricos”, para establecer una República democrática en Francia. Resultó elegida una nueva asamblea legislativa en septiembre de 1792: la Convención. El primer gobierno fue girondino, pero se opuso a la democratización de la sociedad y creyó poder desembarazarse del asunto por la vía de declarar la guerra a todos sus vecinos. ¡Pésimo cálculo! La ofensiva militar fracasó, precipitando la caída de la Gironda.

Las instituciones democráticas de la época concebían los cargos electos como fideicomisos, lo que significa responsables ante sus electores. Y la Revolución del 31 de mayo de 1793 consistió precisamente en el ejercicio práctico de llamar a capítulo a los mandatarios en los que se había perdido confianza: los electores se habían expresado en los meses precedentes exigiendo la destitución de esos mandatarios infieles precisamente porque ya no confiaban en ellos.

Eso se hizo el 31 de mayo, y 22 diputados de la Gironda fueron destituidos y enviados a sus casas.

Es verdad que esta institución, democrática por excelencia, no suele practicarse en nuestros sistemas electorales actuales. Valdría la pena que se enseñara en las facultades de ciencias políticas para que los estudiantes se familiarizaran con los lazos que vinculan íntimamente la responsabilidad fideicomisaria de los cargos electos con la noción misma de soberanía popular: así podrían reconocerla sin mayores dificultades cuando la vieran puesta en práctica. Y así se evitarían también groseras traiciones de la ignorancia como las reveladas por la lectura del voluminoso libro de Pedro J. Ramírez.

Difícil empresa, la de demostrar que Robespierre, Danton y Marat, los tres diputados electos, habrían dado un “Golpe de Estado” el 31 de mayo de 1793, habida cuenta, encima, de que la Convención votaría la Constitución del 24 de junio de 1793 a la que el gobierno girondino había venido dando largas hasta entonces.

No, decididamente, Pedro J. Ramírez no consigue “aterrorizarnos” con este asunto, ni siquiera olvidándose de mencionar en su libro el voto de esta Constitución… El primer golpe de Estado sigue siendo el del general Bonaparte el 18 de Brumario (9 de noviembre) de 1799, ¡un golpe desde luego militar¡ *

Pero volvamos a la evolución de ese prurito “aterrorizante” reciente.

Xavier Bertrand, diputado-alcalde de Saint-Quentin en el Aisne, ha declarado a BFMTV el pasado 5 de mayo de 2015 lo que sigue, a propósito de las relaciones extremadamente tensas entre Le Pen padre y su hija en el seno del Frente Nacional:

“Cuando su padre sube a la tribuna del Primero de Mayo, lo que se ve es más que una afrenta. Se ve perfectamente que ella no puede dirigir su partido. Cuando no consigues dirigir tu partido, no puedes dirigir un país ni una gran región. Esa es la limitación que está revelando. Y no podrás impedir hoy que algunos pretendan ajustes de cuentas internos. Mire al señor Philipot, un pequeño Robespierre que quiere la cabeza de Luis XVI. Eso es hoy el Frente Nacional.”

El autor de esta alusión a la Revolución francesa vincula a Robespierre al proceso del rey, como si se hubiera tratado de la decisión de un solo individuo aislado. ¡Nada más falso! El proceso al rey fue largamente debatido en la Convención y votado por una mayoría de diputados, el detalle de cuyos votos se conoce perfectamente.

En cuanto a la alusión por un tercero a “la muerte del padre” en la familia Le Pen, la cosa mueve más a sonreír que a “aterrorizarse”.

* El más reciente acceso del prurito viene firmado por Michel Wieviorka en Ouest-France el pasado 10 de junio. El autor se lanza a una comparación entre Daech y Robespierre, y –si es que el título no es de la Redacción— se felicita por la excelencia de su idea: “La comparación entre Daech y la Francia de Robespierre tal vez resultará chocante, pero es muy instructiva”.

También aquí encontramos el tono del exceso fementido, vecino del de Ramírez. Vean, si no:

“En el Oriente Próximo de 2015 como en la Francia de 1793, uno o dos Estados podrían construirse sangrientamente. El bien llamado Terror fue precedido por masacres de sacerdotes, preludio de las guerras de la Vendée. Un decreto del 31 de julio de 1793 pedía la destrucción de las tumbas reales y de otros mausoleos en toda la República. Daech no ha inventado nada nuevo (…).”

Robespierre resulta aquí el responsable de la masacre de los sacerdotes, de las guerras de la Vendée y de la destrucción de las tumbas de los reyes: ¡es “el bien llamado Terror”!

Lleva razón Wieviorka al creer que su fórmula “tal vez resultará chocante”. Pero yo estoy menos chocada por sus intenciones que por el descubrimiento de la magnitud de su ignorancia de los hechos más elementales del período revolucionario: ¡las fuentes para conocerlos no son precisamente escasas!

Empecemos con la masacre de los sacerdotes. Robespierre, en tanto que diputado elegido cada mes por la Convención para el Comité se Salud Pública después del 17 de julio de 1793, ha rechazado la “descristianización” llevada a cabo por dos corrientes: los “desfanatizadores sectarios”, una, y los contrarrevolucionarios, otra. Ambas querían sacar provecho de las divisiones creadas por esas tensiones religiosas. Robespierre reclamó la aplicación de los principios de la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano en lo tocante a la libertad de conciencia: precisamente por eso fue castigado por la historiografía adepta a la “desfanatización intolerante”, que afectó ver en él a un obscuro defensor de la religión católica, al gran sacerdote de una supuesta religión del Ser supremo. Lo único cierto es que Robespierre defendió el principio de libertad de culto de la Declaración de derechos. [2] ¿Probablemente como Daech?

Veamos ahora las guerras de la Vendée. El señor Wieviorka cae aquí en su inevitable instrumentalización luego de que un historiografía surgida del bicentenario y pilotada por el lobby vendeano buscara tercamente un genocidio en la Revolución francesa. Los resultados de esa búsqueda desesperada de un supuesto “genocidio… franco-francés” en la Vendée fueron ridículos. Por lo demás, Robespierre no desempeñó papel alguno en esos sucesos, al contrario de lo que martillea sin descanso este lobby vandeano. [3]

En lo tocante a las destrucciones de tumbas reales, el diputado Grégoire hizo votar en la Convención medidas contra lo que él mismo llamó “vandalismo que no conoce sino la destrucción”, al que calificó de “barbarie contrarrevolucionaria”. [4] Esas medidas fueron apoyadas sin reservas por Robespierre, como es harto sabido. ¡También aquí es harto difícil cargarle el sambenito!

Comparar el vandalismo del período revolucionario con los actos cometidos por Daech no sólo es un error. Es ridículo. Mejor habría hecho el señor Wieviorka comparando esos actos con la destrucción de la civilización romana en el momento de la caída plurisecular del Imperio romano de Occidente, que no sólo destruyó monumentos, sino lengua, literatura y bibliotecas. [5]

NOTAS:
[1] Entrevista en Vox Populi, 9-X-2014 : http://vozpopuli.com/economia-y-finanzas/50674-pedro-j-en-espana-puede-crearse-una-situacion-prerrevolucionaria-y-podemos-saldria-beneficiado41
[2] Robespierre, 5 y 6 de diciembre de 1793, exigió en la Convención la aplicación de los principios de la Declaración contra los desfanatizadores : Ouvres, Volmen X, p. 26 y ss. Declaración de derechos de 1793, Art. 7 : « El derecho de manifestar pensamiento y opiniones propios, ya a través de la prensa o por cualquier otro medio, el derecho de reunión pacífica y el libre ejercicio de los cultos no podrán ser prohibidos ».
[3] Cfr. Marc Belissa, Robespierre, bourreau de la Vendée ? »: une splendide leçon d’anti-méthode historique [Robespierre, ¿verdugo de La Vendée? Una espléndida lección del antimétodo histórico], en: www.revolution-francaise.net/2012/03/15/476.
[4] Archives Parlementaires, Volumen 83, p. 186, Grégoire à la Convention, 22 nivoso Año II-11 enero 1794, Rapport sur les inscriptions des monuments publics.
[5] Cfr. Bryan Ward-Perkins, La chute de Rome. Fin d’une civilisation, (Oxford 2005) trad. francesa del inglés: Paris, Alma, 2014.
Florence Gauthier es miembro del Consejo Editorial de SinPermiso.
Fuente: www.sinpermiso.com