_- Alexis Corbière
Inquirido por el semanario parisino L´Obs a que realizara una breve defensa de la figura de Maximilien Robespierre, Alexis Corbière, su más significado valedor contemporáneo, que ya como concejal del distrito XII de París había pedido infructuosamente que se le dedicase una calle, resume sus méritos en unos pocos párrafos.
Pronunciar el nombre de Robespierre es suficiente para desencadenar un torrente de barro. Pero no fue ni “tirano del Terror” ni “verdugo sanguinario de la Vendée”. Antes de sentarse en el Comité de Salud Pública como diputado, defendió los principios que están en los fundamentos de nuestra República.
Desde octubre de 1789, defiende el principio democrático de universalidad (masculina) del voto. Sin éxito. En 1791, bien que el único, se opone a la “constitucionalización de la esclavitud en las colonias francesas”. Pero, desde hace dos siglos, se le caricaturiza. Solamente importa su acción “a la cabeza” del Comité de Salud Pública. Recordemos, sin embargo, que no estaba a la cabeza de nada y que fue miembro elegido (entre catorce) de este Comité durante un año, de julio de 1793 hasta su muerte. Hablar de “dictadura robespierrista” es una manipulación histórico-política.
Se olvida la actuación del Gran Comité de Salud Pública: la asignación de una suma a los indigentes, la instauración de un precio máximo de venta para los artículos de primera necesidad, la institución de la escuela primaria gratuita y obligatoria.
El principal mérito del gobierno revolucionario fue sencillamente haber salvado a Francia de la invasión o del estallido. Sobre todo, por medio del Terror: cierto, eso significa el Tribunal revolucionario, la ley de sospechosos y ejecuciones trágicas. No se trata de aprobar ese momento terrible sino de explicar y de contextualizar: la Francia del Año II conoce la insurrección realista, la guerra exterior, los complots bien reales urdidos en el extranjero…
El Terror no fue una invención de Robespierre. Otros lo pusieron en práctica antes que él, entre ellos Danton. Y se puede contabilizar. En dos meses, desemboca en 1.366 ejecuciones después de procesos, a menudo expeditivos, es verdad. Por comparación, Thiers, al dar a los versalleses la orden de aplastar la Comuna en 1871, es responsable de más de 2.000 muertos… en una semana y sin el menor proceso.
Existe una calle Thiers en París cuando a Robespierre ni siquiera se le menciona en la capital. Es hora de abandonar la “leyenda negra” del Incorruptible, fabricada tras su muerte. Afirmo pues, como Jaurès, que si yo hubiera vivido durante la Revolución, es al lado de Robespierre donde habría ido a sentarme.
http://www.sinpermiso.info/textos/robespierre-ni-tirano-ni-verdugo
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martes, 9 de enero de 2018
lunes, 10 de julio de 2017
_- Seymour Hersh desenmascara el mito de las armas químicas de Siria. "Trump sabía que Damasco no había usado armas químicas".
_- Antes de dar la orden de atacar la base aérea siria de Shayrat, el presidente estadounidense, Donald Trump, sabía que Damasco no había usado armas químicas en la ciudad de Kahn Cheikhoun, reveló el periodista estadounidense, Seymour Hersh.
Según el reporte de Sputnik, Hersh afirma que Trump tomó la decisión sin tener en cuenta la opinión de expertos, y luego su Administración trató de crear en los medios un panorama que la pudiera justificar.
En su investigación, Hersh se basó en los datos recibidos por parte de numerosas fuentes del Gobierno y servicios de inteligencia de EEUU.
De acuerdo con Hersh, Washington sabía de la operación inminente sobre ataques aéreos de las fuerzas sirias contra Kahn Cheikhoun, de los cuales le informó Rusia a fin de evitar víctimas entre agentes de Washington integrados en las filas de los terroristas.
"En aquel momento, los datos de los servicios de inteligencia mostraban que el 4 de abril, la Fuerza Aérea de Siria estaba controlando el lugar del encuentro de los terroristas. Para efectuar la operación, los rusos les proporcionaron una bomba guiada, equipada con una ojiva convencional", escribe Hersh en su artículo para el diario alemán 'Welt am Sonntag'.
Hersh señala que el objetivo del ataque sirio fue un edificio de dos pisos donde planeaban reunirse los extremistas. En el sótano del edificio se encontraba un depósito con misiles, armas y municiones, además de detergentes químicos a base de cloro que se usan para limpiar los cuerpos de los fallecidos antes de enterrarlos. Durante el ataque, los proyectiles impactaron el edificio, después de lo cual, se dispersó en el aire una gran cantidad de cloro en forma de nube.
El periodista recalcó que "varios días antes los servicios rusos informaron sobre la operación a los estadounidenses que se encontraban en Doha". Según Hersh, uno de los asesores de seguridad de Trump dijo: "No fue un ataque con armas químicas. Es un mito".
Sin embargo, al cabo de varias horas, prosigue Hersh, Trump ordenó efectuar un ataque en respuesta al supuesto uso de armas químicas después de haber visto algunas fotos de adultos y menores de edad afectados gravemente a causa de las sustancias venenosas. Así describe Hersh su reacción:
"Manos a la obra", proclamó Trump a pesar de que le aseguraron que no había pruebas del uso de armas químicas por parte de las fuerzas sirias.
Según el artículo de Hersh, los militares le ofrecieron a Trump cuatro guiones: renunciar al ataque, atacar el aeródromo, efectuar ataques masivos de varios objetos militares sirios y puntos de mando con el uso de bombarderos y aún aniquilar físicamente al presidente sirio, Bashar al Assad.
Trump eligió el segundo, y se lanzaron los 59 misiles Tomahawk desde los buques de guerra Ross y Porter que en aquel momento se encontraban en el mar Mediterráneo.
"Desde el inicio y hasta el final todo eso fue un típico show de Trump", cita el periodista a uno de los asesores de la Casa Blanca para seguridad.
Fuente:
http://www.lahaine.org/mm_ss_mundo.php/seymor-hersh-trump-sabia-que
Según el reporte de Sputnik, Hersh afirma que Trump tomó la decisión sin tener en cuenta la opinión de expertos, y luego su Administración trató de crear en los medios un panorama que la pudiera justificar.
En su investigación, Hersh se basó en los datos recibidos por parte de numerosas fuentes del Gobierno y servicios de inteligencia de EEUU.
De acuerdo con Hersh, Washington sabía de la operación inminente sobre ataques aéreos de las fuerzas sirias contra Kahn Cheikhoun, de los cuales le informó Rusia a fin de evitar víctimas entre agentes de Washington integrados en las filas de los terroristas.
"En aquel momento, los datos de los servicios de inteligencia mostraban que el 4 de abril, la Fuerza Aérea de Siria estaba controlando el lugar del encuentro de los terroristas. Para efectuar la operación, los rusos les proporcionaron una bomba guiada, equipada con una ojiva convencional", escribe Hersh en su artículo para el diario alemán 'Welt am Sonntag'.
Hersh señala que el objetivo del ataque sirio fue un edificio de dos pisos donde planeaban reunirse los extremistas. En el sótano del edificio se encontraba un depósito con misiles, armas y municiones, además de detergentes químicos a base de cloro que se usan para limpiar los cuerpos de los fallecidos antes de enterrarlos. Durante el ataque, los proyectiles impactaron el edificio, después de lo cual, se dispersó en el aire una gran cantidad de cloro en forma de nube.
El periodista recalcó que "varios días antes los servicios rusos informaron sobre la operación a los estadounidenses que se encontraban en Doha". Según Hersh, uno de los asesores de seguridad de Trump dijo: "No fue un ataque con armas químicas. Es un mito".
Sin embargo, al cabo de varias horas, prosigue Hersh, Trump ordenó efectuar un ataque en respuesta al supuesto uso de armas químicas después de haber visto algunas fotos de adultos y menores de edad afectados gravemente a causa de las sustancias venenosas. Así describe Hersh su reacción:
"Manos a la obra", proclamó Trump a pesar de que le aseguraron que no había pruebas del uso de armas químicas por parte de las fuerzas sirias.
Según el artículo de Hersh, los militares le ofrecieron a Trump cuatro guiones: renunciar al ataque, atacar el aeródromo, efectuar ataques masivos de varios objetos militares sirios y puntos de mando con el uso de bombarderos y aún aniquilar físicamente al presidente sirio, Bashar al Assad.
Trump eligió el segundo, y se lanzaron los 59 misiles Tomahawk desde los buques de guerra Ross y Porter que en aquel momento se encontraban en el mar Mediterráneo.
"Desde el inicio y hasta el final todo eso fue un típico show de Trump", cita el periodista a uno de los asesores de la Casa Blanca para seguridad.
Fuente:
http://www.lahaine.org/mm_ss_mundo.php/seymor-hersh-trump-sabia-que
domingo, 2 de julio de 2017
_- Un libro corrige a Pérez-Reverte y su versión "neutral" de la guerra civil para jóvenes.
_«¡Las historias de la guerra suenan tan distintas según
quién las cuenta! Los libros hablan siempre de batallas, de
fuerzas, de armas, de ayuda internacional, de frentes y de todas
esas cosas. Están escritos por los que dirigieron la guerra
o por otros que toman como fuentes los papeles de los que
dirigieron la guerra.
Pero luego hablas con los que la vivieron como soldados
o con los que la sufrieron sin combatir y te cuentan cosas que
parecen tratar de otro tema: es como si la guerra que cuentan
unos y la que cuentan otros fueran guerras distintas».
Severino Pallaruelo, Papeles de la guerra1
-¿Qué fue la llamada guerra civil? Nuestra historia contada a los jóvenes es una réplica a la obra publicada por Arturo Pérez-Reverte que dibuja una guerra entre "hermanos"
- Carlos Fernández y Silvia Casado copian el mismo formato de novela gráfica para rebatir las verdades que "silencia" el novelista con un relato de "víctimas y verdugos"
Arturo Pérez-Reverte vende en La guerra civil contada a los jóvenes una versión, según él, "objetiva" de la historia reciente de España. La guerra española, como un enfrentamiento entre "hermanos". Pero este relato equidistante chirría, según la historiadora Silvia Casado Arenas y el filósofo Carlos Fernández Liria, que han replicado al escritor con su propio libro también en formato cómic: ¿Qué fue la guerra civil? Nuestra historia explicada a los jóvenes. Porque sí hubo "víctimas y verdugos".
Los autores de la obra replicante explican que Reverte, con su "visión neutral", ahonda en la idea del "todos fueron iguales", "silencia muchas verdades" y peca de falsa "equidistancia".
Y como "es importante no perder la batalla cultural de la memoria histórica", Silvia Casado y Carlos Fernández han editado un libro "idéntico en su forma editorial" al de Reverte pero más completo y crudo en el contenido. ¿Qué fue la guerra civil? (Akal, 2017) tiene la "clara intención", sostienen, de reivindicar con otra memoria colectiva y corregir el "peligroso" escenario dibujado por La guerra civil contada a los jóvenes (Alfaguara, 2015).
Reverte dice que escribe "sin clichés partidarios ni etiquetas fáciles" sobre la "espantosa" guerra que enfrentó "al hermano contra el hermano", según introduce en el prólogo del libro. Con él, asegura querer "evitar que tan desoladora tragedia vuelva a repetirse nunca".
Sin embargo, los autores de la réplica señalan que en realidad está "descontextualizando históricamente las causas políticas", como si la guerra civil fuera "un fenómeno natural inevitable", apunta Casado. "Ser equidistante cuando se trata de víctimas y de verdugos, consiste en identificar a las primeras y señalar a los segundos", remata Fernández.
Cómo narrar los acontecimientos es la diferencia radical entre ambos libros. Las causas del golpe de Estado, los actores que lo ejecutan, la represión y el ejercicio del terror... o la llegada de la democracia, una "decisión personal" del rey Juan Carlos, según Arturo Pérez-Reverte. Con formato calcado de novela gráfica, la obra del novelista está ilustrada por Fernando Vicente y la réplica, por David Ouro.
Este medio ha intentado, sin éxito, obtener declaraciones de Pérez-Reverte sobre la polémica en torno a su libro y la obra que le responde. Analizamos las diferencias entre ambos libros en cinco claves.
Actores y causas del golpe de Estado
Pérez-Reverte describe en su libro un escenario reinado por desórdenes públicos e inestabilidad política, un caldo del que salen soluciones "extremistas" basadas en modelos enfrentados: "la Italia fascista o la Alemania nazi" y "la Rusia comunista". España, abocada a una "confrontación inevitable", vive una sublevación "para instaurar una dictadura militar", pero "las cosas se complicaron por la resistencia".
Carlos Fernández y Silvia Casado difieren en el enfoque. El "problema de fondo" era el "poder electoral" ganado por las "clases populares más pobres". Una situación que las "élites" afrontan apoyando "a grupos sociales violentos" de corte nazi y fascista con el objetivo de finiquitar la democracia. Señalan que Franco, además, tuvo "grandes patrocinadores", Hitler y Mussolini, y mecenas como Juan March.
La "espantosa" guerra civil
Cuenta Reverte que la "tragedia española" fue un campo de "experimentación"para los regímenes enfrentados luego en la Segunda Guerra Mundial. Nazis y fascistas "tomaron partido por las tropas rebeldes". El escritor subraya la intervención soviética "confiando en que una victoria republicana acabaría convirtiendo a España en un país comunista".
Según la réplica editorial, el "relativo fracaso" del golpe de Estado dio paso a la guerra civil. Alemania e Italia acuden "rápidamente" a asistir a los golpistas, coinciden, pero la República acusó la no intervención de los gobiernos occidentales democráticos y la tardía ayuda de la URSS. Aún con la participación de las Brigadas Internacionales, "los dos bandos no estuvieron en pie de igualdad en ningún momento".
Represión, "caos" y terror
Los dos libros coinciden en el "sangriento" inicio de la guerra. España queda cubierta de luto, con paradigmas como Paracuellos del Jarama o las miles de fosas comunes del franquismo. La guerra civil contada a los jóvenes de Reverte subraya las "terribles represalias" rebeldes, como la masacre de Badajoz o el bombardeo nazi de Gernika, y también las "innumerables atrocidades" en zona republicana, caso de las "matanzas" de religiosos.
La diferencia está en un dato crucial: la represión golpista era un plan organizado y en zona gubernamental fue fruto de "grupos incontrolados", como incide la respuesta al cómic del escritor murciano. Los golpistas dejan en cunetas al menos el triple de desaparecidos forzados. La República logró dominar el "caos" mientras los militares fascistas "impusieron el terror" asesinando "a miles de civiles", como también explica Francisco Espinosa en La Columna de la Muerte. Llamaban al "exterminio", dicen Casado y Fernández, que transcriben como muestra fragmentos de discursos y declaraciones de Mola, Franco, Yagüe y Queipo.
Una "férrea" dictadura
La guerra no acabó con la victoria franquista. España vivió una represión "despiadada y sistemática" y el exilio era la única salida para los derrotados y "expuestos a las represalias de los vencedores", cuenta el escritor. Era una "férrea dictadura" dispuesta a aplastar "cualquier resto de libertad y democracia". Pero el régimen, dice más tarde, "se fue suavizando" sin perder nunca su "carácter autoritario".
La guerra duró "40 años más", toda la dictadura, insisten la historiadora y el filósofo. Y el combate, dicen, continuó también para los vencidos: muchos siguieron luchando contra el fascismo en la Segunda Guerra Mundial o luego en la lucha antifranquista que perseguía recobrar las libertades perdidas. La "persecución y castigo" de la dictadura de Franco dejó cifras como los 50.000 ejecutados tras la guerra civil, el centenar de campos de concentración con "medio millón" de presos esclavos o los 30.000 niños robados.
¿La democracia del rey Juan Carlos?
"España se convirtió en una monarquía parlamentaria por decisión personal del rey Juan Carlos". La frase de Arturo Pérez-Reverte es tajante. Franco designó a su "sucesor" y éste "liquidó el régimen franquista", legalizó los partidos políticos y reconcilió la nación. "Devolvió a España la democracia". De un plumazo, según el novelista.
Disienten de esta versión los autores del libro que corrige a Reverte. "Franco había dejado las cosas bien atadas a través de la monarquía", escriben. El príncipe Juan Carlos de Borbón "juró los principios del Movimiento franquista" y el futuro rey "expresó su fidelidad al Caudillo, comprometiéndose a continuar su obra".
El "régimen de terror" y el "adoctrinamiento ideológico" del franquismo tiende sus tentáculos marcando "profundamente a varias generaciones de españoles", refieren Silvia Casado y Carlos Fernández. La "versión revisionista de la guerra civil" es un claro ejemplo en manos de historiadores "neutrales" que crean "una falsa simetría" dibujando "dos bandos", fascista y comunista, que fueron "supuestamente todos culpables". Es la equidistancia que "silencia verdades".
Fuente: http://www.eldiario.es/cultura/libros/guerra-civil-dibujo-Perez-Reverte_0_651985579.HTML
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lunes, 31 de octubre de 2016
Con violencia despiadada. Los clérigos de las religiones monoteístas han recurrido al terror y la desolación para mantener a raya a sus fieles o a los creyentes de otras confesiones. Es lo que hoy hacen los matarifes del Estado Islámico.
Como ya advirtió Max Weber, con aquella fuerza sintética que siempre caracterizó su escritura: “Toda organización de la salvación en una institución universalista de la gracia se sentirá responsable de las almas de todos los hombres, o al menos de todos los que le han sido confiados, y por ello se sentirá obligada a combatir, incluso con violencia despiadada, toda amenaza de desviación en la fe”. Nada sobra, nada falta: la organización de salvación en instituciones universalistas, esto es, la clerecía, si puede, recurrirá a la violencia despiadada: tal es la ley que atraviesa todas las historias de las religiones de salvación hasta que un poder civil, que no construye su legitimidad en la lectura de ningún libro sagrado, es capaz de reducir la religión al ámbito y al espacio que le son propios: la comunidad de creyentes y el templo.
Pero tanto la religión cristiana, como la musulmana y la judía han erigido sus templos —catedrales, mezquitas, sinagogas— en el centro del espacio público para que sus sacerdotes, imames y rabinos dominen desde esas imponentes construcciones la vida de los fieles, sus creencias y su moral, y para mantener a raya a los fieles de otras iglesias o los creyentes de otras religiones. No existe ninguna clerecía administradora de una religión de salvación que no haya pretendido que su voz, desde el púlpito, el minbar o el amud, se extendiera sobre todo el espacio circundante hasta llegar a someterlo a su mandato. Así es como los clérigos creen cumplir su misión como responsables de la salvación universal, aunque para lograrlo tengan que mezclar, según las ocasiones, la persuasión con el terror. Nada importa que, en sus orígenes, la religión de salvación haya germinado en comunidades de fraternidad y amor, como sin duda lo fue entre los primeros cristianos; cuando llegan los clérigos y se constituyen en poder, la fraternidad se transforma en odio y por amor se es capaz de llevar al matadero al hermano en la fe si sucumbe a la tentación de desviarse de la sagrada doctrina.
Por eso es vana, para alguien que no crea en una determinada religión, la pretensión de establecer cuál es su verdadero contenido o cuál el significado único de su libro sagrado: no hay ni puede haber un islamismo verdadero, de la misma manera que nunca hubo un cristianismo ni un judaísmo verdaderos, siempre idénticos a sí mismos durante todo el tiempo y en cualquier circunstancia. Más aún, los clérigos de las religiones asociadas a una concreta moral pública y de las que se derivan determinadas prácticas políticas, como ocurre con las tres monoteístas, suelen contemplar cómo surgen de sus mismas entrañas voces que se alzan contra la interpretación de la palabra divina sobre la que ellos construyen su poder; son los herejes, perseguidos y condenados a la hoguera por desviarse de la verdadera fe establecida por los dueños de los textos sagrados. Antes que a un infiel, que por definición no cree en la palabra revelada, a quien mata un creyente es al hereje, que le disputa el control de esa palabra.
Si disponen de poder para hacerlo o lo creen en peligro, derraman la sangre del infiel o del hereje
De ahí que pueda predicarse de todas las religiones monoteístas, contempladas a lo largo de siglos, aquello que Carl Schmitt decía de la católica, que era una complexio oppositorum: paz de Dios junto a guerra santa; o también: guerra santa y tregua de Dios. Lo mismo puede decirse de la judía y de la musulmana, las tres monoteístas, las tres basadas en un libro sagrado que contiene verdades reveladas, las tres —y este es el punto que aquí interesa— regidas por una clerecía, formada exclusivamente de hombres que por elección divina se encuentran investidos de autoridad para interpretar la palabra. Son ellos, los clérigos, quienes transmiten en cada momento y por medio de rituales que solo ellos pueden celebrar, y en los que solo ellos toman la palabra, el verdadero y único sentido de la fe revelada. En las tres religiones, los libros sagrados son mudos hasta que alguien, con el poder derivado de su consagración como clérigo, interpreta lo que allí quedó escrito.
Las tres con largos tramos de sus respectivas historias en los que no solo era posible sino voluntad misma de Dios, Alá o Jehová morir o matar en defensa de la fe, una voluntad que se transforma en violencia despiadada sobre las cosas y las personas cuando los clérigos sienten amenazado el poder de vida y muerte que detentan sobre la sociedad. En la larga y sangrienta historia de las religiones, no es posible encontrar ninguna dotada de ritos que celebrar, de libro sagrado en que creer y de clérigos a quienes obedecer, que no haya servido como instrumento de muerte y desolación cuando el dios de los creyentes alcanza la categoría de único dios en el mundo, cuando del libro sagrado se derivan leyes que rigen la conducta de los miembros de toda la sociedad y cuando los clérigos reclaman para sí y conquistan el poder de erigir sus templos sobre las ruinas de los antepasados, de destruir estatuas que el paso del tiempo ha convertido en símbolos perdurables de otros cultos y otras creencias, o de enviar a disidentes y heterodoxos a la muerte, después de conducirlos en procesión por las vías públicas: los herejes o las pobres brujas que la santa Inquisición llevaba a la hoguera tras someterlos a refinadas torturas; esos desventurados cristianos degollados hoy como corderos ante la mirada del mundo. Antes que derramar su sangre como mártires de la fe, los clérigos de las religiones de salvación, si pueden, si disponen de poder para hacerlo, o creen que ese poder corre peligro, derramarán la sangre del infiel o del hereje. Siempre lo han hecho, siempre lo van a hacer.
Los yihadistas ejecutan igual el sacrificio de vidas humanas y la destrucción de estatuas milenarias
Nosotros guardamos en la memoria alguna reciente experiencia de toda esta desgracia. En aquel estremecedor y admirable panfleto que será por siempre Los grandes cementerios bajo la luna, el católico Georges Bernanos, procedente de la derecha nacionalista francesa y testigo horrorizado en 1936 de las matanzas en Mallorca, en las que tomaba parte uno de sus hijos bajo el mando del impostor conde Rossi, dejó escrito que “el Terror habría agotado desde hace mucho tiempo su fuerza si la complicidad más o menos reconocida, o incluso consciente, de los sacerdotes y de los fieles no hubiera conseguido finalmente darle un carácter religioso”. Fue primero el terror implantado por militares y fascistas; luego llegaron los clérigos: la religión católica vino a sacralizar la práctica derivada de una política de muerte. No fue que los rebeldes, por creyentes, mataran; fue que los asesinos, para proseguir su acción hasta el exterminio, la revestían de aura sagrada y la tomaban como prenda de salvación: la alta clerecía había predicado una guerra santa, una cruzada contra infieles e invasores que, con la religión, destrozaban la patria; su destino no podía ser otro que la muerte.
La palabra yihad podrá significar, para los eruditos en la interpretación de textos sagrados, lo que quiera que sea: esfuerzo, ayuda, lucha de liberación. Da igual. Es una auténtica yihad vivida como guerra santa —si fueran cristianos: una cruzada— lo que hoy repiten, celebrando ese horrible ritual ideado para transmitirse a todos los confines del mundo por las redes globales, los matarifes del Estado Islámico bajo la atenta mirada de un clérigo, todo vestido de negro, que observa a corta distancia y con idéntica impasibilidad el sacrificio de vidas humanas y la destrucción de estatuas milenarias.
Santos Juliá es historiador.
http://elpais.com/elpais/2015/02/07/opinion/1423332423_139484.html
Pero tanto la religión cristiana, como la musulmana y la judía han erigido sus templos —catedrales, mezquitas, sinagogas— en el centro del espacio público para que sus sacerdotes, imames y rabinos dominen desde esas imponentes construcciones la vida de los fieles, sus creencias y su moral, y para mantener a raya a los fieles de otras iglesias o los creyentes de otras religiones. No existe ninguna clerecía administradora de una religión de salvación que no haya pretendido que su voz, desde el púlpito, el minbar o el amud, se extendiera sobre todo el espacio circundante hasta llegar a someterlo a su mandato. Así es como los clérigos creen cumplir su misión como responsables de la salvación universal, aunque para lograrlo tengan que mezclar, según las ocasiones, la persuasión con el terror. Nada importa que, en sus orígenes, la religión de salvación haya germinado en comunidades de fraternidad y amor, como sin duda lo fue entre los primeros cristianos; cuando llegan los clérigos y se constituyen en poder, la fraternidad se transforma en odio y por amor se es capaz de llevar al matadero al hermano en la fe si sucumbe a la tentación de desviarse de la sagrada doctrina.
Por eso es vana, para alguien que no crea en una determinada religión, la pretensión de establecer cuál es su verdadero contenido o cuál el significado único de su libro sagrado: no hay ni puede haber un islamismo verdadero, de la misma manera que nunca hubo un cristianismo ni un judaísmo verdaderos, siempre idénticos a sí mismos durante todo el tiempo y en cualquier circunstancia. Más aún, los clérigos de las religiones asociadas a una concreta moral pública y de las que se derivan determinadas prácticas políticas, como ocurre con las tres monoteístas, suelen contemplar cómo surgen de sus mismas entrañas voces que se alzan contra la interpretación de la palabra divina sobre la que ellos construyen su poder; son los herejes, perseguidos y condenados a la hoguera por desviarse de la verdadera fe establecida por los dueños de los textos sagrados. Antes que a un infiel, que por definición no cree en la palabra revelada, a quien mata un creyente es al hereje, que le disputa el control de esa palabra.
Si disponen de poder para hacerlo o lo creen en peligro, derraman la sangre del infiel o del hereje
De ahí que pueda predicarse de todas las religiones monoteístas, contempladas a lo largo de siglos, aquello que Carl Schmitt decía de la católica, que era una complexio oppositorum: paz de Dios junto a guerra santa; o también: guerra santa y tregua de Dios. Lo mismo puede decirse de la judía y de la musulmana, las tres monoteístas, las tres basadas en un libro sagrado que contiene verdades reveladas, las tres —y este es el punto que aquí interesa— regidas por una clerecía, formada exclusivamente de hombres que por elección divina se encuentran investidos de autoridad para interpretar la palabra. Son ellos, los clérigos, quienes transmiten en cada momento y por medio de rituales que solo ellos pueden celebrar, y en los que solo ellos toman la palabra, el verdadero y único sentido de la fe revelada. En las tres religiones, los libros sagrados son mudos hasta que alguien, con el poder derivado de su consagración como clérigo, interpreta lo que allí quedó escrito.
Las tres con largos tramos de sus respectivas historias en los que no solo era posible sino voluntad misma de Dios, Alá o Jehová morir o matar en defensa de la fe, una voluntad que se transforma en violencia despiadada sobre las cosas y las personas cuando los clérigos sienten amenazado el poder de vida y muerte que detentan sobre la sociedad. En la larga y sangrienta historia de las religiones, no es posible encontrar ninguna dotada de ritos que celebrar, de libro sagrado en que creer y de clérigos a quienes obedecer, que no haya servido como instrumento de muerte y desolación cuando el dios de los creyentes alcanza la categoría de único dios en el mundo, cuando del libro sagrado se derivan leyes que rigen la conducta de los miembros de toda la sociedad y cuando los clérigos reclaman para sí y conquistan el poder de erigir sus templos sobre las ruinas de los antepasados, de destruir estatuas que el paso del tiempo ha convertido en símbolos perdurables de otros cultos y otras creencias, o de enviar a disidentes y heterodoxos a la muerte, después de conducirlos en procesión por las vías públicas: los herejes o las pobres brujas que la santa Inquisición llevaba a la hoguera tras someterlos a refinadas torturas; esos desventurados cristianos degollados hoy como corderos ante la mirada del mundo. Antes que derramar su sangre como mártires de la fe, los clérigos de las religiones de salvación, si pueden, si disponen de poder para hacerlo, o creen que ese poder corre peligro, derramarán la sangre del infiel o del hereje. Siempre lo han hecho, siempre lo van a hacer.
Los yihadistas ejecutan igual el sacrificio de vidas humanas y la destrucción de estatuas milenarias
Nosotros guardamos en la memoria alguna reciente experiencia de toda esta desgracia. En aquel estremecedor y admirable panfleto que será por siempre Los grandes cementerios bajo la luna, el católico Georges Bernanos, procedente de la derecha nacionalista francesa y testigo horrorizado en 1936 de las matanzas en Mallorca, en las que tomaba parte uno de sus hijos bajo el mando del impostor conde Rossi, dejó escrito que “el Terror habría agotado desde hace mucho tiempo su fuerza si la complicidad más o menos reconocida, o incluso consciente, de los sacerdotes y de los fieles no hubiera conseguido finalmente darle un carácter religioso”. Fue primero el terror implantado por militares y fascistas; luego llegaron los clérigos: la religión católica vino a sacralizar la práctica derivada de una política de muerte. No fue que los rebeldes, por creyentes, mataran; fue que los asesinos, para proseguir su acción hasta el exterminio, la revestían de aura sagrada y la tomaban como prenda de salvación: la alta clerecía había predicado una guerra santa, una cruzada contra infieles e invasores que, con la religión, destrozaban la patria; su destino no podía ser otro que la muerte.
La palabra yihad podrá significar, para los eruditos en la interpretación de textos sagrados, lo que quiera que sea: esfuerzo, ayuda, lucha de liberación. Da igual. Es una auténtica yihad vivida como guerra santa —si fueran cristianos: una cruzada— lo que hoy repiten, celebrando ese horrible ritual ideado para transmitirse a todos los confines del mundo por las redes globales, los matarifes del Estado Islámico bajo la atenta mirada de un clérigo, todo vestido de negro, que observa a corta distancia y con idéntica impasibilidad el sacrificio de vidas humanas y la destrucción de estatuas milenarias.
Santos Juliá es historiador.
http://elpais.com/elpais/2015/02/07/opinion/1423332423_139484.html
martes, 23 de agosto de 2016
El genocidio franquista según el profesor Daniel Feierstein. "Parte del objetivo de la Transición fue que no se transformara el orden que levantó el genocidio franquista"
Daniel Feierstein es uno de los mayores expertos en el estudio y análisis de las prácticas genocidas que asolaron al mundo en el siglo XX.
Daniel Feierstein es sociólogo y doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires. Se desempeña como profesor titular de la cátedra Análisis de las Prácticas Sociales Genocidas en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos A., y como director del Centro de Estudios sobre Genocidio y de la Maestría en Diversidad Cultural, ambos en la Universidad Nacional de Tres de Febrero. Es experto independiente por las Naciones Unidas para la elaboración de las Bases de un Plan Nacional de Derechos Humanos argentino.- CHRISTIAN GONZÁLEZ
MADRID.- Describir la trayectoria profesional de Daniel Feierstein (Buenos Aires, Argentina, 1967) ocuparía más líneas que paciencia tiene el lector para leer cargos, títulos y publicaciones varias. Una manera breve de resumir la importancia del personaje pasa por señalar que Feierstein es uno de los mayores expertos en el estudio y explicación de las prácticas genocidas que asolaron al mundo durante el siglo XX.
Recibe a Público antes de participar en una mesa redonda en la librería Traficantes de Sueños de Madrid sobre los crímenes de la dictadura franquista. Antes de llegar a la capital de España ha ofrecido conferencias en Londres, Atenas y Barcelona, entre otros lugares. La conversación con Fierstein, no obstante, corre el riesgo de derivar en complejos conceptos y referencias a tratados internacionales y/o convenciones de las Naciones Unidas. Es un riesgo.
El objetivo de la entrevista, sin embargo, pasa por aclarar conceptos básicos y fundamentales para conocer más y mejor la historia reciente de España.
¿Qué es un genocidio? ¿Cometió el franquismo un genocidio en España? ¿Repercute en la actualidad española aquel genocidio?
Sin duda. En los dos sentidos: en el sociológico y en el jurídico. En el sociológico, el eje del genocidio es la destrucción de la identidad de un pueblo y creo que está muy claro que en el caso español se buscó destruir la identidad del pueblo español. Y en el sentido jurídico del término también se puede decir que existió un genocidio porque la Convención sobre Genocidio de la ONU incluye la intención de la destrucción parcial de un grupo nacional. Y aún cuando no deja claro si el grupo nacional puede ser el mismo entre los perpetradores y las víctimas, y está abierto a interpretación, creo que en el caso español es absolutamente interpretable que el objetivo del franquismo fue destruir parcialmente el grupo nacional español. Querían transformar España a través del terror.
La Convención sobre el genocidio señala que se trata de la destrucción total o parcial de un "grupo nacional, étnico, racial o religioso". Hay quien interpreta que en España no hubo genocidio porque se trata de una lucha fratricida entre miembros de un mismo grupo nacional.
Exacto. Esa es la discusión. Pero la idea de que hay dos grupos es la idea del genocida. Todos los genocidios siempre se implementaron para transformar al propio grupo. El nazismo pretendió transformar Alemania y después transformar a Europa. Y convencer a la población de que había determinados grupos que no formaban parte del grupo nacional. Y esto fue lo que sucedió en España. Los genocidas planteaban que los rojos no formaban parte del grupo y por eso tenían que ser expulsados, erradicados. Todos los genocidios son intentos de transformar al propio grupo.
El Gobierno español y la Justicia han dicho que en España no hubo genocidio. Y ante esta posición parece que estamos ante el eterno debate de dos posturas enfrentadas y sin una verdad.
¿Cómo explicar que sí hubo un genocidio?
El Gobierno español impide la discusión. Para decir que sí o que no hubo un genocidio hay que abrir las causas y un Tribunal tiene que analizar las evidencias, escuchar a los testigos, que pueda tomar pruebas históricas del caso y luego, analizando la Convención sobre Genocidio, dirimir si lo hubo o si no lo hubo. Cuando alguien impide la discusión no está diciendo que no hubo genocidio sino que lo que está diciendo es que no se puede discutir el asunto.
¿El genocidio es sólo el asesinato de miles de personas?
"Los genocidas planteaban que los rojos no formaban parte del grupo y, por eso tenían que ser expulsados, erradicados". El genocidio es principalmente la matanza de miembros del grupo pero tiene cinco acciones:
1. La matanza;
2. El sometimiento del grupo a condiciones que provoquen su destrucción;
3. Las lesiones al grupo tanto físicas como psíquicas;
4. Impedir los nacimientos dentro del grupo; y
5. Transferir los hijos del grupo que sufre la represión al otro grupo que la aplica.
En España se han dado las cinco acciones. Hay genocidios, condenados, que sólo han implementado dos o tres de estas acciones. España implementó los cinco ejes de la Convención de la ONU. Por eso, la decisión de la Audiencia Nacional contraviene toda la normativa internacional. Habría que revisarla y ponerlo a discusión con juristas internacionales.
Un argumento habitual es que la izquierda también cometió asesinatos y que, por tanto, también habría cometido un genocidio. La gran diferencia es el control del monopolio de la violencia. Esto es: quién tiene la capacidad de llevar a cabo determinadas acciones organizadas sistemáticamente. En estos casos, hay dos cuestiones a analizar.
1. La primera es si había un aparato de poder con la capacidad de monopolio de la violencia para implementar esas acciones genocidas.
2. En segundo término, tener en cuenta el riesgo que implica equiparar las acciones de quienes llevan a cabo un plan sistemático de destrucción de quienes resisten ese plan sistemático de destrucción.
Esta equivalencia es muy dañina para la sociedad porque pone en un plano de igualdad lo que de ninguna manera puede ser igual.
En España lo que había era un gobierno democrático elegido por la población con su determinado porcentaje de votos y una oposición, que disentía de este Gobierno y apostaba por otra opción política con un determinado porcentaje de voto. En esta situación, hubo un golpe de Estado militar que a través de la violencia y el terror intenta destruir esa experiencia política. Estas dos situaciones no son equivalentes. Lo que no quiere decir que no tenga que ser revisado políticamente, moralmente, las acciones de la República española o de determinados grupos de izquierdas que defendían a la República. Creo que sí merece ser revisado, pero que la Justicia no es el lugar, pero sí un debate político que puede ser enriquecedor.
¿Se puede afirmar, sin ninguna duda, de que las élites militares y políticas que prepararon el golpe de Estado del 18 de julio de 1936 tenían un "plan sistemático de destrucción" del adversario?
Sin duda. Está muy claro. Es un trabajo de la Justicia el comenzar a revisar documentos militares del franquismo y comenzar a abrirlos a la discusión para ver el papel que tuvo el terror en esta transformación social que acometieron. Dice que el objetivo de un genocidio es eliminar la identidad de un pueblo e imponerle la identidad de las élites.
¿España sufre aún los efectos de ese genocidio de hace 80 años y de la imposición de la identidad de la élite al pueblo?
España es uno de los casos paradigmático donde se siente el efecto en la actualidad. Todo genocidio tiene sus niveles de efectividad y de logros, pero me parece que el caso español destaca por la imposibilidad de abrir la discusión. España y Turquía son los dos casos donde fue más difícil abrir una discusión colectiva. No sólo jurídica. Sino incluso una discusión social y política sobre lo que ocurrió. Esto tiene que ver con varios efectos: lo extensa de la dictadura franquista, que atravesó a varias generaciones. El otro elemento que no se tomó en cuenta suficientemente es la importancia de la apropiación sistemática de menores que se calcula en no menos de 30.000 casos. Es inconcebible. En Argentina hubo alrededor de 500 y se considera una barbaridad. Esto es importante porque atraviesa con el terror a toda la segunda generación. De tener siempre la duda con el origen. Es un elemento fundamental para entender el silencio de la Transición. La mayoría de los casos históricos logran determinados efectos pero cuando termina el régimen que lo implementó comienzan a abrirse discusiones a veces con la posibilidad de plantear acciones jurídicas.
"España tiene una gran oportunidad ante sí para poner en cuestión todo ese proceso de la Transición"
En España hasta los 90 no se abrieron con cierta fuerza los debates sobre el pasado. Tenemos 20 años de Transición con una especie de pacto de silencio particularmente emblemático. Es algo para revisar en el presente y plantearse cuáles fueron los elementos del caso español que generaron tanto nivel de silencio y aún hoy tanta insistencia en que no hay que mirar para atrás, en que la Transición debe ser rescatada, que fue el modo de pacificar el país... Estas peticiones consisten en asumir los objetivos de los genocidas muchos años después y dentro de un un régimen muy distinto de lo que fue el régimen genocida.
¿Una de las consecuencias es que esas mismas élites pueden seguir en una situación de poder privilegiada que se ganó con las armas durante la Guerra Civil?
Sí. Pero el poder no es sólo seguir gobernando. Se trata de que la transformación de la sociedad no se toca. En ningún nivel. En general, podríamos decir que ha sido difícil tocar las transformaciones de la sociedad después de un proceso genocida. Parte del objetivo de la Transición fue que no fuera transformado el orden económico, que no fuera transformada la Justicia, el orden político... que los cimientos que levantó el genocidio a través del terror no se puedan discutir.
Y eso está en la base de la idea de la reconciliación.
Siempre plantean la reconciliación en los términos del genocida, que no se pueda tocar o cuestionar nada de lo que el genocidio construyó. Este es el desafío fundamental para la sociedad española: el revisar toda la estructura concebida por las autoridades genocidas.
Un ejemplo: cuando finaliza la dictadura de Argentina los organismos de derechos humanos señalaron que había que dar de baja a todos los jueces, a todos los funcionarios que habían trabajado en relaciones exteriores avalando al gobierno militar. A toda la estructura del Estado que habían participado en el genocidio. Esto implicaba poner en cuestión el aparato y el presidente, que era Alfonsín, dijo que no había suficientes jueces para nombrar si había que sustituir a los jueces que habían colaborado. La respuesta de los organismos de derechos humanos fue muy sólida. Les dijo que cualquier estudiante, cualquier abogado joven sería infinitamente mejor que un juez que había desarrollado su acción durante un genocidio. Este es el gran desafío para cualquier sociedad tras un proceso genocida.
Ahora se habla mucho de cambio político, ¿es necesario revisar nuestro pasado para poder cambiar España?
España tiene una gran oportunidad ante sí para poner en cuestión todo ese proceso de Transición. La pregunta es si esa oportunidad va a ser aprovechada o no. Si este nuevo proceso lo que va a hacer es simplemente cambiar algunos discursos y sostener esa estructura de impunidad y esa estructura política construida por el terror o si se va a animar a abrir la discusión y a ponerlo en cuestión. Ese es el gran desafío de España en el presente. Puede ser una oportunidad. La estructura política española ha comenzado a estar en jaque y la pregunta es si habrá fuerza política para ponerla realmente en cuestión. Ese es el desafío del presente. "Apelan a ese terror. La pregunta es si ese terror seguirá siendo efectivo o no cuarenta años después del fin del régimen de terror"
Desde el Partido Popular están lanzando el mensaje de que cuidado que vienen los rojos, los comunistas, los radicales, en definitiva. ¿Esto tiene que ver con aquel genocidio fundacional del que habla?
Claro. Es apelar a ese terror. La pregunta es si ese terror seguirá siendo efectivo o no cuarenta años después del fin del régimen de terror. Hay dos generaciones, como mínimo, actuando más. Este es el gran desafío.
Apelan al terror de hace 80 años, pero, ¿será efectivo aún?
La trampa sería si esos sectores políticos que reciben los ataques quisieran desprenderse de esa actuación y tratar de pactar con los autores ideológicos de ese proceso genocida para demostrar que no son disruptivos y que no van a llevar a cabo ninguna transformación ni a poner en cuestión el orden político de la Transición.
En España, para las víctimas de la dictadura y las asociaciones memorialistas, Argentina es una referencia. No sólo porque ha abierto la única causa judicial que investiga a la dictadura de Franco sino porque están revisando y juzgando su propio pasado.
¿Qué está pasando ahora con este proceso con el Gobierno de Macri?
El Gobierno de Macri es un retroceso en Argentina e implica un intento de destruir algunas conquistas de la última década. No obstante, en este campo precisamente, las conquistas no han sido realizadas por un gobierno y sí por una lucha social. Por tanto, les resulta más difícil revertirlo. Ha habido un desmantelamiento de algunas áreas específicas o el intento de reponer a algunos represores en puestos públicos, pero no ha sido Macri el único. El jefe del Ejército del gobierno anterior tenía vínculos con el régimen genocida también. Me resulta llamativo, en el buen sentido, pese al retroceso que implica el gobierno de Macri, que no se ha puesto en cuestión el proceso de juzgamiento porque tiene un nivel de apoyo popular que implicaría un desgaste importante. "El Gobierno de Macri es un retroceso en Argentina e implica un intento de destruir algunas conquistas de la última década"
¿Macri tiene vínculos con la élite golpista?
Macri tiene relaciones con sectores vinculados, más que con los golpistas, con los sectores económicos que estuvieron detrás del proceso genocida sosteniéndolo, participando en algunos casos directamente y beneficiándose de ese proceso. No sólo tiene vínculos sino que él mismo es el hijo de un empresario que se hace millonario en los negocios estatales con la dictadura militar.
A largo plazo, ¿está planteando el macrismo una batalla por la memoria?
Sí. Justo. Y es una estrategia más inteligente. En lugar de avalar la impunidad y asumir la defensa directo de los represores, lo cual implicaría un costo político altísimo, lo que está haciendo es retrotraer la discusión a comienzos de los años 80 e intentar reinstalar la teoría de los dos demonios. Es lo mismo que sucede en España: plantean que la memoria debe ser completa y que es cierto que hubo hechos muy graves de los represores pero que también habría que revisar los hechos cometidos por los grupos de izquierdas. La política del macrismo tiende a eso. A la igualación de las víctimas y los victimarios. Esto es algo que tiene mucha fuerza en España y que era absolutamente marginal en Argentina y que ahora comienza a cobrar fuerza gracias al apoyo gubernamental.
Entiendo que es una estrategia que busca captar a los más jóvenes. A los que no vivieron la dictadura. Absolutamente. Lo que buscan es esta igualación con mucho trabajo 'periodístico', sin sustento histórico, que busca distorsionar la historia con esta igualación. Esto ha sido bastante fuerte durante los últimos tres o cuatro años en Argentina. Es decir, antes del triunfo del Gobierno de Macri. Hay una verdadera campaña de bombardeo a la población con el intento de equiparar.
http://www.publico.es/politica/genocidio-espanol-transicion-franquista.html
Daniel Feierstein es sociólogo y doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires. Se desempeña como profesor titular de la cátedra Análisis de las Prácticas Sociales Genocidas en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos A., y como director del Centro de Estudios sobre Genocidio y de la Maestría en Diversidad Cultural, ambos en la Universidad Nacional de Tres de Febrero. Es experto independiente por las Naciones Unidas para la elaboración de las Bases de un Plan Nacional de Derechos Humanos argentino.- CHRISTIAN GONZÁLEZ
MADRID.- Describir la trayectoria profesional de Daniel Feierstein (Buenos Aires, Argentina, 1967) ocuparía más líneas que paciencia tiene el lector para leer cargos, títulos y publicaciones varias. Una manera breve de resumir la importancia del personaje pasa por señalar que Feierstein es uno de los mayores expertos en el estudio y explicación de las prácticas genocidas que asolaron al mundo durante el siglo XX.
Recibe a Público antes de participar en una mesa redonda en la librería Traficantes de Sueños de Madrid sobre los crímenes de la dictadura franquista. Antes de llegar a la capital de España ha ofrecido conferencias en Londres, Atenas y Barcelona, entre otros lugares. La conversación con Fierstein, no obstante, corre el riesgo de derivar en complejos conceptos y referencias a tratados internacionales y/o convenciones de las Naciones Unidas. Es un riesgo.
El objetivo de la entrevista, sin embargo, pasa por aclarar conceptos básicos y fundamentales para conocer más y mejor la historia reciente de España.
¿Qué es un genocidio? ¿Cometió el franquismo un genocidio en España? ¿Repercute en la actualidad española aquel genocidio?
Sin duda. En los dos sentidos: en el sociológico y en el jurídico. En el sociológico, el eje del genocidio es la destrucción de la identidad de un pueblo y creo que está muy claro que en el caso español se buscó destruir la identidad del pueblo español. Y en el sentido jurídico del término también se puede decir que existió un genocidio porque la Convención sobre Genocidio de la ONU incluye la intención de la destrucción parcial de un grupo nacional. Y aún cuando no deja claro si el grupo nacional puede ser el mismo entre los perpetradores y las víctimas, y está abierto a interpretación, creo que en el caso español es absolutamente interpretable que el objetivo del franquismo fue destruir parcialmente el grupo nacional español. Querían transformar España a través del terror.
La Convención sobre el genocidio señala que se trata de la destrucción total o parcial de un "grupo nacional, étnico, racial o religioso". Hay quien interpreta que en España no hubo genocidio porque se trata de una lucha fratricida entre miembros de un mismo grupo nacional.
Exacto. Esa es la discusión. Pero la idea de que hay dos grupos es la idea del genocida. Todos los genocidios siempre se implementaron para transformar al propio grupo. El nazismo pretendió transformar Alemania y después transformar a Europa. Y convencer a la población de que había determinados grupos que no formaban parte del grupo nacional. Y esto fue lo que sucedió en España. Los genocidas planteaban que los rojos no formaban parte del grupo y por eso tenían que ser expulsados, erradicados. Todos los genocidios son intentos de transformar al propio grupo.
El Gobierno español y la Justicia han dicho que en España no hubo genocidio. Y ante esta posición parece que estamos ante el eterno debate de dos posturas enfrentadas y sin una verdad.
¿Cómo explicar que sí hubo un genocidio?
El Gobierno español impide la discusión. Para decir que sí o que no hubo un genocidio hay que abrir las causas y un Tribunal tiene que analizar las evidencias, escuchar a los testigos, que pueda tomar pruebas históricas del caso y luego, analizando la Convención sobre Genocidio, dirimir si lo hubo o si no lo hubo. Cuando alguien impide la discusión no está diciendo que no hubo genocidio sino que lo que está diciendo es que no se puede discutir el asunto.
¿El genocidio es sólo el asesinato de miles de personas?
"Los genocidas planteaban que los rojos no formaban parte del grupo y, por eso tenían que ser expulsados, erradicados". El genocidio es principalmente la matanza de miembros del grupo pero tiene cinco acciones:
1. La matanza;
2. El sometimiento del grupo a condiciones que provoquen su destrucción;
3. Las lesiones al grupo tanto físicas como psíquicas;
4. Impedir los nacimientos dentro del grupo; y
5. Transferir los hijos del grupo que sufre la represión al otro grupo que la aplica.
En España se han dado las cinco acciones. Hay genocidios, condenados, que sólo han implementado dos o tres de estas acciones. España implementó los cinco ejes de la Convención de la ONU. Por eso, la decisión de la Audiencia Nacional contraviene toda la normativa internacional. Habría que revisarla y ponerlo a discusión con juristas internacionales.
Un argumento habitual es que la izquierda también cometió asesinatos y que, por tanto, también habría cometido un genocidio. La gran diferencia es el control del monopolio de la violencia. Esto es: quién tiene la capacidad de llevar a cabo determinadas acciones organizadas sistemáticamente. En estos casos, hay dos cuestiones a analizar.
1. La primera es si había un aparato de poder con la capacidad de monopolio de la violencia para implementar esas acciones genocidas.
2. En segundo término, tener en cuenta el riesgo que implica equiparar las acciones de quienes llevan a cabo un plan sistemático de destrucción de quienes resisten ese plan sistemático de destrucción.
Esta equivalencia es muy dañina para la sociedad porque pone en un plano de igualdad lo que de ninguna manera puede ser igual.
En España lo que había era un gobierno democrático elegido por la población con su determinado porcentaje de votos y una oposición, que disentía de este Gobierno y apostaba por otra opción política con un determinado porcentaje de voto. En esta situación, hubo un golpe de Estado militar que a través de la violencia y el terror intenta destruir esa experiencia política. Estas dos situaciones no son equivalentes. Lo que no quiere decir que no tenga que ser revisado políticamente, moralmente, las acciones de la República española o de determinados grupos de izquierdas que defendían a la República. Creo que sí merece ser revisado, pero que la Justicia no es el lugar, pero sí un debate político que puede ser enriquecedor.
¿Se puede afirmar, sin ninguna duda, de que las élites militares y políticas que prepararon el golpe de Estado del 18 de julio de 1936 tenían un "plan sistemático de destrucción" del adversario?
Sin duda. Está muy claro. Es un trabajo de la Justicia el comenzar a revisar documentos militares del franquismo y comenzar a abrirlos a la discusión para ver el papel que tuvo el terror en esta transformación social que acometieron. Dice que el objetivo de un genocidio es eliminar la identidad de un pueblo e imponerle la identidad de las élites.
¿España sufre aún los efectos de ese genocidio de hace 80 años y de la imposición de la identidad de la élite al pueblo?
España es uno de los casos paradigmático donde se siente el efecto en la actualidad. Todo genocidio tiene sus niveles de efectividad y de logros, pero me parece que el caso español destaca por la imposibilidad de abrir la discusión. España y Turquía son los dos casos donde fue más difícil abrir una discusión colectiva. No sólo jurídica. Sino incluso una discusión social y política sobre lo que ocurrió. Esto tiene que ver con varios efectos: lo extensa de la dictadura franquista, que atravesó a varias generaciones. El otro elemento que no se tomó en cuenta suficientemente es la importancia de la apropiación sistemática de menores que se calcula en no menos de 30.000 casos. Es inconcebible. En Argentina hubo alrededor de 500 y se considera una barbaridad. Esto es importante porque atraviesa con el terror a toda la segunda generación. De tener siempre la duda con el origen. Es un elemento fundamental para entender el silencio de la Transición. La mayoría de los casos históricos logran determinados efectos pero cuando termina el régimen que lo implementó comienzan a abrirse discusiones a veces con la posibilidad de plantear acciones jurídicas.
"España tiene una gran oportunidad ante sí para poner en cuestión todo ese proceso de la Transición"
En España hasta los 90 no se abrieron con cierta fuerza los debates sobre el pasado. Tenemos 20 años de Transición con una especie de pacto de silencio particularmente emblemático. Es algo para revisar en el presente y plantearse cuáles fueron los elementos del caso español que generaron tanto nivel de silencio y aún hoy tanta insistencia en que no hay que mirar para atrás, en que la Transición debe ser rescatada, que fue el modo de pacificar el país... Estas peticiones consisten en asumir los objetivos de los genocidas muchos años después y dentro de un un régimen muy distinto de lo que fue el régimen genocida.
¿Una de las consecuencias es que esas mismas élites pueden seguir en una situación de poder privilegiada que se ganó con las armas durante la Guerra Civil?
Sí. Pero el poder no es sólo seguir gobernando. Se trata de que la transformación de la sociedad no se toca. En ningún nivel. En general, podríamos decir que ha sido difícil tocar las transformaciones de la sociedad después de un proceso genocida. Parte del objetivo de la Transición fue que no fuera transformado el orden económico, que no fuera transformada la Justicia, el orden político... que los cimientos que levantó el genocidio a través del terror no se puedan discutir.
Y eso está en la base de la idea de la reconciliación.
Siempre plantean la reconciliación en los términos del genocida, que no se pueda tocar o cuestionar nada de lo que el genocidio construyó. Este es el desafío fundamental para la sociedad española: el revisar toda la estructura concebida por las autoridades genocidas.
Un ejemplo: cuando finaliza la dictadura de Argentina los organismos de derechos humanos señalaron que había que dar de baja a todos los jueces, a todos los funcionarios que habían trabajado en relaciones exteriores avalando al gobierno militar. A toda la estructura del Estado que habían participado en el genocidio. Esto implicaba poner en cuestión el aparato y el presidente, que era Alfonsín, dijo que no había suficientes jueces para nombrar si había que sustituir a los jueces que habían colaborado. La respuesta de los organismos de derechos humanos fue muy sólida. Les dijo que cualquier estudiante, cualquier abogado joven sería infinitamente mejor que un juez que había desarrollado su acción durante un genocidio. Este es el gran desafío para cualquier sociedad tras un proceso genocida.
Ahora se habla mucho de cambio político, ¿es necesario revisar nuestro pasado para poder cambiar España?
España tiene una gran oportunidad ante sí para poner en cuestión todo ese proceso de Transición. La pregunta es si esa oportunidad va a ser aprovechada o no. Si este nuevo proceso lo que va a hacer es simplemente cambiar algunos discursos y sostener esa estructura de impunidad y esa estructura política construida por el terror o si se va a animar a abrir la discusión y a ponerlo en cuestión. Ese es el gran desafío de España en el presente. Puede ser una oportunidad. La estructura política española ha comenzado a estar en jaque y la pregunta es si habrá fuerza política para ponerla realmente en cuestión. Ese es el desafío del presente. "Apelan a ese terror. La pregunta es si ese terror seguirá siendo efectivo o no cuarenta años después del fin del régimen de terror"
Desde el Partido Popular están lanzando el mensaje de que cuidado que vienen los rojos, los comunistas, los radicales, en definitiva. ¿Esto tiene que ver con aquel genocidio fundacional del que habla?
Claro. Es apelar a ese terror. La pregunta es si ese terror seguirá siendo efectivo o no cuarenta años después del fin del régimen de terror. Hay dos generaciones, como mínimo, actuando más. Este es el gran desafío.
Apelan al terror de hace 80 años, pero, ¿será efectivo aún?
La trampa sería si esos sectores políticos que reciben los ataques quisieran desprenderse de esa actuación y tratar de pactar con los autores ideológicos de ese proceso genocida para demostrar que no son disruptivos y que no van a llevar a cabo ninguna transformación ni a poner en cuestión el orden político de la Transición.
En España, para las víctimas de la dictadura y las asociaciones memorialistas, Argentina es una referencia. No sólo porque ha abierto la única causa judicial que investiga a la dictadura de Franco sino porque están revisando y juzgando su propio pasado.
¿Qué está pasando ahora con este proceso con el Gobierno de Macri?
El Gobierno de Macri es un retroceso en Argentina e implica un intento de destruir algunas conquistas de la última década. No obstante, en este campo precisamente, las conquistas no han sido realizadas por un gobierno y sí por una lucha social. Por tanto, les resulta más difícil revertirlo. Ha habido un desmantelamiento de algunas áreas específicas o el intento de reponer a algunos represores en puestos públicos, pero no ha sido Macri el único. El jefe del Ejército del gobierno anterior tenía vínculos con el régimen genocida también. Me resulta llamativo, en el buen sentido, pese al retroceso que implica el gobierno de Macri, que no se ha puesto en cuestión el proceso de juzgamiento porque tiene un nivel de apoyo popular que implicaría un desgaste importante. "El Gobierno de Macri es un retroceso en Argentina e implica un intento de destruir algunas conquistas de la última década"
¿Macri tiene vínculos con la élite golpista?
Macri tiene relaciones con sectores vinculados, más que con los golpistas, con los sectores económicos que estuvieron detrás del proceso genocida sosteniéndolo, participando en algunos casos directamente y beneficiándose de ese proceso. No sólo tiene vínculos sino que él mismo es el hijo de un empresario que se hace millonario en los negocios estatales con la dictadura militar.
A largo plazo, ¿está planteando el macrismo una batalla por la memoria?
Sí. Justo. Y es una estrategia más inteligente. En lugar de avalar la impunidad y asumir la defensa directo de los represores, lo cual implicaría un costo político altísimo, lo que está haciendo es retrotraer la discusión a comienzos de los años 80 e intentar reinstalar la teoría de los dos demonios. Es lo mismo que sucede en España: plantean que la memoria debe ser completa y que es cierto que hubo hechos muy graves de los represores pero que también habría que revisar los hechos cometidos por los grupos de izquierdas. La política del macrismo tiende a eso. A la igualación de las víctimas y los victimarios. Esto es algo que tiene mucha fuerza en España y que era absolutamente marginal en Argentina y que ahora comienza a cobrar fuerza gracias al apoyo gubernamental.
Entiendo que es una estrategia que busca captar a los más jóvenes. A los que no vivieron la dictadura. Absolutamente. Lo que buscan es esta igualación con mucho trabajo 'periodístico', sin sustento histórico, que busca distorsionar la historia con esta igualación. Esto ha sido bastante fuerte durante los últimos tres o cuatro años en Argentina. Es decir, antes del triunfo del Gobierno de Macri. Hay una verdadera campaña de bombardeo a la población con el intento de equiparar.
http://www.publico.es/politica/genocidio-espanol-transicion-franquista.html
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viernes, 3 de julio de 2015
El «Terror», de Robespierre a Daech, pasando por Podemos: Pedro J. Ramírez, Wieviorka y otros excesos fementidos de la lumpenintelectualidad de nuestro tiempo. Florence Gauthier
28/06/15
Un nuevo acceso de prurito “aterrorizante” ataca desde hace algún tiempo. Ha sido recientemente reactivado por Pedro J. Ramírez, exdirector del diario madrileño EL Mundo, que ha publicado un tocho rayano en las 1000 páginas titulado originalmente El primer naufragio (Madrid, 2013) y traducido al francés con el provocador título siguiente: El golpe de Estado. Robespierre, Danton y Marat contra la democracia (Paris, 2014). Y el pasado 15 de junio, en el diario Ouest-France, el sociólogo Michel Wieviorka la emprende también con Robespierre para compararlo con… ¡Daech!
Hay que observar que Pedro J. Ramírez ha colado de matute una comparación con Pablo Iglesias, fundador del partido Podemos, no en su libro –en el que no aparece siquiera mencionado—, sino en las entrevistas que va ofreciendo a cuenta de su libro: compara a Iglesias con Robespierre para expresar sus posiciones políticas personales. [1]
Partiendo de la situación actual, caracterizada por un crecimiento inquietante de la deuda pública que el gobierno de Rajoy no ha hecho sino aumentar, la compara con la situación de Francia… en 1789. Iglesias y Podemos representan a sus ojos un peligro, porque amenazan con ser los beneficiarios de esa política desastrosa. Por esa vía se convierte Pablo Iglesias en un nuevo Robespierre que, ciertamente, se representa una amenaza para España, pero también en el indicado de la urgencia de imponer un cambio de política: si no es substituido el partido de Rajoy, la amenaza “terrorista” de Podemos se realizará. Tal es el propósito argumentativo de su libro.
El autor tiene que probar que Podemos no podrá hacer otra cosa que repetir el “Terror”. Se empeña, así pues, en construir una narración de “la toma del poder por Robespierre, Danton y Marat” en forma de… ¡golpe de Estado! Empresa harta osada y aun muy audaz, habida cuenta de que lo ocurrido entre el 31 de mayo y el 2 de junio de 1793 está abundantemente documentado y no ha dado pie a ningún tipo de violencia, ni jurídica ni física. Recordaré brevemente lo que pasó, que resulta de lo más interesante.
La Revolución del 10 de agosto de 1792 había derribado a la monarquía y liquidado la Constitución aristocrática de 1791 que reservaba el derecho de sufragio a los “ricos”, para establecer una República democrática en Francia. Resultó elegida una nueva asamblea legislativa en septiembre de 1792: la Convención. El primer gobierno fue girondino, pero se opuso a la democratización de la sociedad y creyó poder desembarazarse del asunto por la vía de declarar la guerra a todos sus vecinos. ¡Pésimo cálculo! La ofensiva militar fracasó, precipitando la caída de la Gironda.
Las instituciones democráticas de la época concebían los cargos electos como fideicomisos, lo que significa responsables ante sus electores. Y la Revolución del 31 de mayo de 1793 consistió precisamente en el ejercicio práctico de llamar a capítulo a los mandatarios en los que se había perdido confianza: los electores se habían expresado en los meses precedentes exigiendo la destitución de esos mandatarios infieles precisamente porque ya no confiaban en ellos.
Eso se hizo el 31 de mayo, y 22 diputados de la Gironda fueron destituidos y enviados a sus casas.
Es verdad que esta institución, democrática por excelencia, no suele practicarse en nuestros sistemas electorales actuales. Valdría la pena que se enseñara en las facultades de ciencias políticas para que los estudiantes se familiarizaran con los lazos que vinculan íntimamente la responsabilidad fideicomisaria de los cargos electos con la noción misma de soberanía popular: así podrían reconocerla sin mayores dificultades cuando la vieran puesta en práctica. Y así se evitarían también groseras traiciones de la ignorancia como las reveladas por la lectura del voluminoso libro de Pedro J. Ramírez.
Difícil empresa, la de demostrar que Robespierre, Danton y Marat, los tres diputados electos, habrían dado un “Golpe de Estado” el 31 de mayo de 1793, habida cuenta, encima, de que la Convención votaría la Constitución del 24 de junio de 1793 a la que el gobierno girondino había venido dando largas hasta entonces.
No, decididamente, Pedro J. Ramírez no consigue “aterrorizarnos” con este asunto, ni siquiera olvidándose de mencionar en su libro el voto de esta Constitución… El primer golpe de Estado sigue siendo el del general Bonaparte el 18 de Brumario (9 de noviembre) de 1799, ¡un golpe desde luego militar¡ *
Pero volvamos a la evolución de ese prurito “aterrorizante” reciente.
Xavier Bertrand, diputado-alcalde de Saint-Quentin en el Aisne, ha declarado a BFMTV el pasado 5 de mayo de 2015 lo que sigue, a propósito de las relaciones extremadamente tensas entre Le Pen padre y su hija en el seno del Frente Nacional:
“Cuando su padre sube a la tribuna del Primero de Mayo, lo que se ve es más que una afrenta. Se ve perfectamente que ella no puede dirigir su partido. Cuando no consigues dirigir tu partido, no puedes dirigir un país ni una gran región. Esa es la limitación que está revelando. Y no podrás impedir hoy que algunos pretendan ajustes de cuentas internos. Mire al señor Philipot, un pequeño Robespierre que quiere la cabeza de Luis XVI. Eso es hoy el Frente Nacional.”
El autor de esta alusión a la Revolución francesa vincula a Robespierre al proceso del rey, como si se hubiera tratado de la decisión de un solo individuo aislado. ¡Nada más falso! El proceso al rey fue largamente debatido en la Convención y votado por una mayoría de diputados, el detalle de cuyos votos se conoce perfectamente.
En cuanto a la alusión por un tercero a “la muerte del padre” en la familia Le Pen, la cosa mueve más a sonreír que a “aterrorizarse”.
* El más reciente acceso del prurito viene firmado por Michel Wieviorka en Ouest-France el pasado 10 de junio. El autor se lanza a una comparación entre Daech y Robespierre, y –si es que el título no es de la Redacción— se felicita por la excelencia de su idea: “La comparación entre Daech y la Francia de Robespierre tal vez resultará chocante, pero es muy instructiva”.
También aquí encontramos el tono del exceso fementido, vecino del de Ramírez. Vean, si no:
“En el Oriente Próximo de 2015 como en la Francia de 1793, uno o dos Estados podrían construirse sangrientamente. El bien llamado Terror fue precedido por masacres de sacerdotes, preludio de las guerras de la Vendée. Un decreto del 31 de julio de 1793 pedía la destrucción de las tumbas reales y de otros mausoleos en toda la República. Daech no ha inventado nada nuevo (…).”
Robespierre resulta aquí el responsable de la masacre de los sacerdotes, de las guerras de la Vendée y de la destrucción de las tumbas de los reyes: ¡es “el bien llamado Terror”!
Lleva razón Wieviorka al creer que su fórmula “tal vez resultará chocante”. Pero yo estoy menos chocada por sus intenciones que por el descubrimiento de la magnitud de su ignorancia de los hechos más elementales del período revolucionario: ¡las fuentes para conocerlos no son precisamente escasas!
Empecemos con la masacre de los sacerdotes. Robespierre, en tanto que diputado elegido cada mes por la Convención para el Comité se Salud Pública después del 17 de julio de 1793, ha rechazado la “descristianización” llevada a cabo por dos corrientes: los “desfanatizadores sectarios”, una, y los contrarrevolucionarios, otra. Ambas querían sacar provecho de las divisiones creadas por esas tensiones religiosas. Robespierre reclamó la aplicación de los principios de la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano en lo tocante a la libertad de conciencia: precisamente por eso fue castigado por la historiografía adepta a la “desfanatización intolerante”, que afectó ver en él a un obscuro defensor de la religión católica, al gran sacerdote de una supuesta religión del Ser supremo. Lo único cierto es que Robespierre defendió el principio de libertad de culto de la Declaración de derechos. [2] ¿Probablemente como Daech?
Veamos ahora las guerras de la Vendée. El señor Wieviorka cae aquí en su inevitable instrumentalización luego de que un historiografía surgida del bicentenario y pilotada por el lobby vendeano buscara tercamente un genocidio en la Revolución francesa. Los resultados de esa búsqueda desesperada de un supuesto “genocidio… franco-francés” en la Vendée fueron ridículos. Por lo demás, Robespierre no desempeñó papel alguno en esos sucesos, al contrario de lo que martillea sin descanso este lobby vandeano. [3]
En lo tocante a las destrucciones de tumbas reales, el diputado Grégoire hizo votar en la Convención medidas contra lo que él mismo llamó “vandalismo que no conoce sino la destrucción”, al que calificó de “barbarie contrarrevolucionaria”. [4] Esas medidas fueron apoyadas sin reservas por Robespierre, como es harto sabido. ¡También aquí es harto difícil cargarle el sambenito!
Comparar el vandalismo del período revolucionario con los actos cometidos por Daech no sólo es un error. Es ridículo. Mejor habría hecho el señor Wieviorka comparando esos actos con la destrucción de la civilización romana en el momento de la caída plurisecular del Imperio romano de Occidente, que no sólo destruyó monumentos, sino lengua, literatura y bibliotecas. [5]
NOTAS:
[1] Entrevista en Vox Populi, 9-X-2014 : http://vozpopuli.com/economia-y-finanzas/50674-pedro-j-en-espana-puede-crearse-una-situacion-prerrevolucionaria-y-podemos-saldria-beneficiado41
[2] Robespierre, 5 y 6 de diciembre de 1793, exigió en la Convención la aplicación de los principios de la Declaración contra los desfanatizadores : Ouvres, Volmen X, p. 26 y ss. Declaración de derechos de 1793, Art. 7 : « El derecho de manifestar pensamiento y opiniones propios, ya a través de la prensa o por cualquier otro medio, el derecho de reunión pacífica y el libre ejercicio de los cultos no podrán ser prohibidos ».
[3] Cfr. Marc Belissa, Robespierre, bourreau de la Vendée ? »: une splendide leçon d’anti-méthode historique [Robespierre, ¿verdugo de La Vendée? Una espléndida lección del antimétodo histórico], en: www.revolution-francaise.net/2012/03/15/476.
[4] Archives Parlementaires, Volumen 83, p. 186, Grégoire à la Convention, 22 nivoso Año II-11 enero 1794, Rapport sur les inscriptions des monuments publics.
[5] Cfr. Bryan Ward-Perkins, La chute de Rome. Fin d’une civilisation, (Oxford 2005) trad. francesa del inglés: Paris, Alma, 2014.
Florence Gauthier es miembro del Consejo Editorial de SinPermiso.
Fuente: www.sinpermiso.com
Un nuevo acceso de prurito “aterrorizante” ataca desde hace algún tiempo. Ha sido recientemente reactivado por Pedro J. Ramírez, exdirector del diario madrileño EL Mundo, que ha publicado un tocho rayano en las 1000 páginas titulado originalmente El primer naufragio (Madrid, 2013) y traducido al francés con el provocador título siguiente: El golpe de Estado. Robespierre, Danton y Marat contra la democracia (Paris, 2014). Y el pasado 15 de junio, en el diario Ouest-France, el sociólogo Michel Wieviorka la emprende también con Robespierre para compararlo con… ¡Daech!
Hay que observar que Pedro J. Ramírez ha colado de matute una comparación con Pablo Iglesias, fundador del partido Podemos, no en su libro –en el que no aparece siquiera mencionado—, sino en las entrevistas que va ofreciendo a cuenta de su libro: compara a Iglesias con Robespierre para expresar sus posiciones políticas personales. [1]
Partiendo de la situación actual, caracterizada por un crecimiento inquietante de la deuda pública que el gobierno de Rajoy no ha hecho sino aumentar, la compara con la situación de Francia… en 1789. Iglesias y Podemos representan a sus ojos un peligro, porque amenazan con ser los beneficiarios de esa política desastrosa. Por esa vía se convierte Pablo Iglesias en un nuevo Robespierre que, ciertamente, se representa una amenaza para España, pero también en el indicado de la urgencia de imponer un cambio de política: si no es substituido el partido de Rajoy, la amenaza “terrorista” de Podemos se realizará. Tal es el propósito argumentativo de su libro.
El autor tiene que probar que Podemos no podrá hacer otra cosa que repetir el “Terror”. Se empeña, así pues, en construir una narración de “la toma del poder por Robespierre, Danton y Marat” en forma de… ¡golpe de Estado! Empresa harta osada y aun muy audaz, habida cuenta de que lo ocurrido entre el 31 de mayo y el 2 de junio de 1793 está abundantemente documentado y no ha dado pie a ningún tipo de violencia, ni jurídica ni física. Recordaré brevemente lo que pasó, que resulta de lo más interesante.
La Revolución del 10 de agosto de 1792 había derribado a la monarquía y liquidado la Constitución aristocrática de 1791 que reservaba el derecho de sufragio a los “ricos”, para establecer una República democrática en Francia. Resultó elegida una nueva asamblea legislativa en septiembre de 1792: la Convención. El primer gobierno fue girondino, pero se opuso a la democratización de la sociedad y creyó poder desembarazarse del asunto por la vía de declarar la guerra a todos sus vecinos. ¡Pésimo cálculo! La ofensiva militar fracasó, precipitando la caída de la Gironda.
Las instituciones democráticas de la época concebían los cargos electos como fideicomisos, lo que significa responsables ante sus electores. Y la Revolución del 31 de mayo de 1793 consistió precisamente en el ejercicio práctico de llamar a capítulo a los mandatarios en los que se había perdido confianza: los electores se habían expresado en los meses precedentes exigiendo la destitución de esos mandatarios infieles precisamente porque ya no confiaban en ellos.
Eso se hizo el 31 de mayo, y 22 diputados de la Gironda fueron destituidos y enviados a sus casas.
Es verdad que esta institución, democrática por excelencia, no suele practicarse en nuestros sistemas electorales actuales. Valdría la pena que se enseñara en las facultades de ciencias políticas para que los estudiantes se familiarizaran con los lazos que vinculan íntimamente la responsabilidad fideicomisaria de los cargos electos con la noción misma de soberanía popular: así podrían reconocerla sin mayores dificultades cuando la vieran puesta en práctica. Y así se evitarían también groseras traiciones de la ignorancia como las reveladas por la lectura del voluminoso libro de Pedro J. Ramírez.
Difícil empresa, la de demostrar que Robespierre, Danton y Marat, los tres diputados electos, habrían dado un “Golpe de Estado” el 31 de mayo de 1793, habida cuenta, encima, de que la Convención votaría la Constitución del 24 de junio de 1793 a la que el gobierno girondino había venido dando largas hasta entonces.
No, decididamente, Pedro J. Ramírez no consigue “aterrorizarnos” con este asunto, ni siquiera olvidándose de mencionar en su libro el voto de esta Constitución… El primer golpe de Estado sigue siendo el del general Bonaparte el 18 de Brumario (9 de noviembre) de 1799, ¡un golpe desde luego militar¡ *
Pero volvamos a la evolución de ese prurito “aterrorizante” reciente.
Xavier Bertrand, diputado-alcalde de Saint-Quentin en el Aisne, ha declarado a BFMTV el pasado 5 de mayo de 2015 lo que sigue, a propósito de las relaciones extremadamente tensas entre Le Pen padre y su hija en el seno del Frente Nacional:
“Cuando su padre sube a la tribuna del Primero de Mayo, lo que se ve es más que una afrenta. Se ve perfectamente que ella no puede dirigir su partido. Cuando no consigues dirigir tu partido, no puedes dirigir un país ni una gran región. Esa es la limitación que está revelando. Y no podrás impedir hoy que algunos pretendan ajustes de cuentas internos. Mire al señor Philipot, un pequeño Robespierre que quiere la cabeza de Luis XVI. Eso es hoy el Frente Nacional.”
El autor de esta alusión a la Revolución francesa vincula a Robespierre al proceso del rey, como si se hubiera tratado de la decisión de un solo individuo aislado. ¡Nada más falso! El proceso al rey fue largamente debatido en la Convención y votado por una mayoría de diputados, el detalle de cuyos votos se conoce perfectamente.
En cuanto a la alusión por un tercero a “la muerte del padre” en la familia Le Pen, la cosa mueve más a sonreír que a “aterrorizarse”.
* El más reciente acceso del prurito viene firmado por Michel Wieviorka en Ouest-France el pasado 10 de junio. El autor se lanza a una comparación entre Daech y Robespierre, y –si es que el título no es de la Redacción— se felicita por la excelencia de su idea: “La comparación entre Daech y la Francia de Robespierre tal vez resultará chocante, pero es muy instructiva”.
También aquí encontramos el tono del exceso fementido, vecino del de Ramírez. Vean, si no:
“En el Oriente Próximo de 2015 como en la Francia de 1793, uno o dos Estados podrían construirse sangrientamente. El bien llamado Terror fue precedido por masacres de sacerdotes, preludio de las guerras de la Vendée. Un decreto del 31 de julio de 1793 pedía la destrucción de las tumbas reales y de otros mausoleos en toda la República. Daech no ha inventado nada nuevo (…).”
Robespierre resulta aquí el responsable de la masacre de los sacerdotes, de las guerras de la Vendée y de la destrucción de las tumbas de los reyes: ¡es “el bien llamado Terror”!
Lleva razón Wieviorka al creer que su fórmula “tal vez resultará chocante”. Pero yo estoy menos chocada por sus intenciones que por el descubrimiento de la magnitud de su ignorancia de los hechos más elementales del período revolucionario: ¡las fuentes para conocerlos no son precisamente escasas!
Empecemos con la masacre de los sacerdotes. Robespierre, en tanto que diputado elegido cada mes por la Convención para el Comité se Salud Pública después del 17 de julio de 1793, ha rechazado la “descristianización” llevada a cabo por dos corrientes: los “desfanatizadores sectarios”, una, y los contrarrevolucionarios, otra. Ambas querían sacar provecho de las divisiones creadas por esas tensiones religiosas. Robespierre reclamó la aplicación de los principios de la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano en lo tocante a la libertad de conciencia: precisamente por eso fue castigado por la historiografía adepta a la “desfanatización intolerante”, que afectó ver en él a un obscuro defensor de la religión católica, al gran sacerdote de una supuesta religión del Ser supremo. Lo único cierto es que Robespierre defendió el principio de libertad de culto de la Declaración de derechos. [2] ¿Probablemente como Daech?
Veamos ahora las guerras de la Vendée. El señor Wieviorka cae aquí en su inevitable instrumentalización luego de que un historiografía surgida del bicentenario y pilotada por el lobby vendeano buscara tercamente un genocidio en la Revolución francesa. Los resultados de esa búsqueda desesperada de un supuesto “genocidio… franco-francés” en la Vendée fueron ridículos. Por lo demás, Robespierre no desempeñó papel alguno en esos sucesos, al contrario de lo que martillea sin descanso este lobby vandeano. [3]
En lo tocante a las destrucciones de tumbas reales, el diputado Grégoire hizo votar en la Convención medidas contra lo que él mismo llamó “vandalismo que no conoce sino la destrucción”, al que calificó de “barbarie contrarrevolucionaria”. [4] Esas medidas fueron apoyadas sin reservas por Robespierre, como es harto sabido. ¡También aquí es harto difícil cargarle el sambenito!
Comparar el vandalismo del período revolucionario con los actos cometidos por Daech no sólo es un error. Es ridículo. Mejor habría hecho el señor Wieviorka comparando esos actos con la destrucción de la civilización romana en el momento de la caída plurisecular del Imperio romano de Occidente, que no sólo destruyó monumentos, sino lengua, literatura y bibliotecas. [5]
NOTAS:
[1] Entrevista en Vox Populi, 9-X-2014 : http://vozpopuli.com/economia-y-finanzas/50674-pedro-j-en-espana-puede-crearse-una-situacion-prerrevolucionaria-y-podemos-saldria-beneficiado41
[2] Robespierre, 5 y 6 de diciembre de 1793, exigió en la Convención la aplicación de los principios de la Declaración contra los desfanatizadores : Ouvres, Volmen X, p. 26 y ss. Declaración de derechos de 1793, Art. 7 : « El derecho de manifestar pensamiento y opiniones propios, ya a través de la prensa o por cualquier otro medio, el derecho de reunión pacífica y el libre ejercicio de los cultos no podrán ser prohibidos ».
[3] Cfr. Marc Belissa, Robespierre, bourreau de la Vendée ? »: une splendide leçon d’anti-méthode historique [Robespierre, ¿verdugo de La Vendée? Una espléndida lección del antimétodo histórico], en: www.revolution-francaise.net/2012/03/15/476.
[4] Archives Parlementaires, Volumen 83, p. 186, Grégoire à la Convention, 22 nivoso Año II-11 enero 1794, Rapport sur les inscriptions des monuments publics.
[5] Cfr. Bryan Ward-Perkins, La chute de Rome. Fin d’une civilisation, (Oxford 2005) trad. francesa del inglés: Paris, Alma, 2014.
Florence Gauthier es miembro del Consejo Editorial de SinPermiso.
Fuente: www.sinpermiso.com
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