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lunes, 5 de mayo de 2025

_- Hace 200 años Francia impuso una deuda inhumana para aplastar la Revolución Haitiana


_- Fuentes:Instituto Tricontinental - Imagen: Jean-Claude Sévère (Haití), L’ennemi attaqué chacun de sa propre volonté se tient debout pour défendre sa patrie [Cuando el enemigo ataca, cada quien se levanta por su propia voluntad para defender su patria], 1970.






Desde su revolución en 1804, Haití ha sido castigado por su libertad: asfixiado por deudas, golpes e injerencias extranjeras. No olvidemos que fue la primera revolución antiimperialista triunfante.

Queridas amigas y amigos,

Saludos desde las oficinas del Instituto Tricontinental de Investigación Social.

En una noche tormentosa de agosto de 1791, Dutty Boukman (1767–1791) y Cécile Fatiman (1771–1883) dirigieron una ceremonia de vudú en Bois Caïman, en la parte norte de Saint-Domingue, la parte de la isla La Española bajo dominio francés. Boukman había sido capturado en Senegambia (actualmente Senegal y Gambia), mientras que Fatiman era hija de una mujer del Congo (como escribió Aimé Césaire) y un hombre de Córcega. Su ceremonia, realizada ante más de 200 africanxs esclavizadxs, fue el catalizador de un levantamiento masivo en las plantaciones francesas. Boukman pronunció en kreyòl palabras que se transmitieron de generación en generación y finalmente quedaron registradas en los libros de historia (incluido el clásico de 1938 de C. L. R. James, Los jacobinos negros):

El dios que creó el sol que nos alumbra, que levanta las olas y gobierna la tormenta, aunque escondido entre las nubes, nos observa. Ve todo lo que hace el blanco. El dios del blanco lo inspira con el crimen, pero nuestro dios nos llama a hacer buenas obras. El dios que es bueno para nosotros nos ordena que venguemos nuestros agravios. Dirigirá nuestros brazos y nos ayudará. Boten el símbolo del dios de los blancos que tanto nos ha hecho llorar, y escuchen la voz de la libertad, que nos habla en el corazón de todos nosotros.

La resonancia de la Revolución Francesa de 1789 se sentía en el ambiente de la ceremonia convocada por Boukman y Fatiman. Pero para ellxs, aún más poderosas eran sus propias tradiciones de humanidad, nutridas por un abanico de creencias africanas e islámicas, ambas parte de su herencia. Lxs esclavxs africanxs se alzaron. Quemaron las plantaciones y mataron a quienes decían ser sus dueñxs. Su venganza fue brutal, aunque ni siquiera comenzaba a reflejar el trato al que habían sido sometidxs. Para tener una idea de la mentalidad de quienes poseían plantaciones, basta leer estas reflexiones sobre cómo sacar el mejor provecho de una esclava o esclavo africano, relatadas por un propietario inglés en Antigua al capitán John Newton, comerciante de esclavxs convertido en abolicionista, quien recogió este y otros ejemplos en su panfleto de 1787 Thoughts Upon the African Slave Trade [Reflexiones sobre el comercio de personas esclavizadas africanas]:

¿Qué es mejor? ¿Asignarles trabajo moderado, provisiones abundantes y un trato que les permita alargar sus vidas hasta la vejez? ¿O exigir al máximo su fuerza, con poco descanso, comida escasa y maltrato, para agotarlos antes de que se vuelvan inútiles e incapaces de servir, y entonces comprar nuevos esclavos para ocupar sus lugares?

Pierre-Louis Riche (Haití), The Handshake and Hopeful Suitors, [El apretón de manos y los pretendientes esperanzados], s.f. Aquella noche comenzó la rebelión que finalmente sería liderada por Toussaint L’Ouverture (1743–1803). En 1791, L’Ouverture —quien había aprendido a leer gracias a su padrino— era mayordomo de una plantación (cargo que le daba acceso a muchos libros, incluidos los Comentarios sobre la Guerra de las Galias de Julio César, que le introdujeron en la ciencia militar). L’Ouverture y lxs demás líderes rebeldes se aliaron brevemente con los españoles para derrotar a los franceses, quienes luego recurrieron al apoyo de los británicos. Los europeos tendrían que dejar de lado sus propias enemistades para enfrentar la verdadera amenaza común: la rebelión de lxs esclavxs africanxs. El equilibrio se alteró aún más con el ascenso de los jacobinos en París, liderados por Maximilien Robespierre. En febrero de 1794, Robespierre y los jacobinos respaldaron un decreto de la Convención Nacional para abolir la esclavitud en las colonias francesas, lo que llevó a una alianza entre el ejército francés y las fuerzas de L’Ouverture contra los españoles y británicos. ¡A las armas, ciudadanos!, cantaban en kreyòl lxs africanxs antes esclavizadxs que marchaban detrás de L’Ouverture.

Robespierre fue finalmente derrocado. En 1799, Napoleón Bonaparte llegó al poder como Primer Cónsul y rompió todos los acuerdos entre Francia y las fuerzas revolucionarias africanas, incluido el decreto de abolición de la esclavitud. Entre 1802 y 1803, el vizconde de Rochambeau encabezó un reinado del terror en el norte de Saint-Domingue para restaurar el control francés sobre la colonia. Entre sus métodos se incluía el uso de 1.500 mastines cubanos para cazar personas africanas. Se reporta que quemaba azufre en las bodegas de los barcos para asfixiar a prisionerxs rebeldes. Rochambeau les decía a los soldados franceses: “Ya no quiero valentía de ustedes. Quiero furia”. Arrojaron tantos cuerpos al mar cerca de Le Cap (hoy Cap-Haïtien) que, durante mucho tiempo, la gente se negó a comer pescado de esa zona. L’Ouverture fue arrestado por el ejército francés en 1802 y murió al año siguiente en una prisión en las montañas del Jura, cerca de la frontera con Suiza. Sin embargo, su ejército —ahora bajo el mando de Jean-Jacques Dessalines— continuó luchando. El 1º de enero de 1804, las fuerzas de Dessalines declararon la independencia de Francia y renombraron su país Hayti (hoy Haití, palabra taína que significa “tierra de montañas”).

El pueblo haitiano llevó a cabo la primera revolución triunfante del Tercer Mundo. Durante los últimos meses de lucha, Dessalines le pidió a su ahijada, Catherine Flon, que retirara la franja blanca de la bandera francesa, cosiera juntas la roja y la azul, y bordara en su nueva bandera de independencia: La liberté ou la mort [Libertad o muerte]. Cuando conquistaron su libertad, retiraron esas palabras de la bandera.

Prosper Pierre-Louis (Haití), Génesis, 1985. Pero la libertad no es tan fácil de alcanzar.

Los recién creados Estados Unidos, construidos sobre los cimientos de la esclavitud, temían que la Revolución Haitiana pudiera extenderse a su propio territorio. En 1792, el presidente George Washington instruyó a su secretario de Estado, Thomas Jefferson, para que enviara tres cuartos de millón de dólares en ayuda a lxs propietarixs de plantaciones para reprimir las revueltas. En julio de 1802, Thomas Jefferson, ya como presidente de los Estados Unidos, escribió al embajador británico en ese país, Rufus King: “El curso de los acontecimientos en las islas vecinas de las Indias Occidentales parece haber dado un impulso considerable a las mentes de los esclavizados en diferentes partes de los Estados Unidos. Se ha manifestado una gran disposición a la insurrección entre ellos”. Por eso, Jefferson y su gabinete se propusieron encontrar cualquier medio para sofocar la Revolución haitiana. El 21 de febrero de 1806, Jefferson prohibió el comercio con “ciertas partes de la isla de Santo Domingo, Haití”. En 1824, el senador de Carolina del Sur, Robert Hayne, lo dijo sin rodeos: “Nuestra política con respecto a Haití es clara. Nunca podremos reconocer su independencia. La paz y la seguridad de una gran parte de nuestra Unión nos impiden siquiera discutirla”. La libertad de Haití era un desafío al sistema esclavista estadounidense.

En 1825, en un acto de diplomacia de cañoneras, el rey Carlos X de Francia envió una flota de buques de guerra a las aguas haitianas y exigió que la joven nación pagara 150 millones de francos como “compensación” por la pérdida de su colonia y de su mano de obra esclavizada. La suma equivalía a diez veces el presupuesto anual de Haití y al mismo monto que Estados Unidos había pagado por el territorio de Luisiana. Haití pidió préstamos a bancos franceses para pagar esa suma y, con ello, cayó en una trampa de deuda de la que nunca ha podido salir. Entre 1825 y 1947, cuando Haití terminó de pagar la deuda, el 80 % de su riqueza, unos 21 mil millones de dólares, se había destinado a ese pago, lo que dejó al país en un estado de caos total (se estima que lxs haitianxs terminaron pagando más del doble del valor original de la indemnización). Este pago es odioso. Ni Francia ni Citibank, que compró la deuda, han pedido disculpas por este saqueo.

Prefete Duffaut (Haití), Ville imaginaire [Ciudad imaginaria], 1994. Cada vez que Haití ha intentado levantarse, ha sido derribado.

En 1915, cuando el nuevo gobierno de Haití intentó afirmar su soberanía tras el asesinato del presidente Jean Vilbrun Guillaume Sam, afín a los intereses de Estados Unidos, las fuerzas armadas estadounidenses intervinieron y ocuparon la isla durante 19 años, hasta 1934. Luego impusieron el brutal régimen dictatorial de los Duvalier, que gobernó en su nombre desde 1957 hasta 1986. En diciembre de 1990, una lavalas [inundación repentina] de energía popular, con raíces claras en el campesinado haitiano, llevó a la presidencia al ex sacerdote Jean-Bertrand Aristide con el 70% de los votos. Ningún haitiano había recibido antes un mandato semejante. Era como si L’Ouverture volviera a la escena, o como si se reviviera la rebelión de Piquet de 1844 y su Armée souffrante [Ejército de los que sufren]. El liderazgo de Aristide y su compromiso con el campesinado resultaban tan amenazantes como aquellos episodios del pasado.

Ocho meses después, el 30 de septiembre de 1991, el ejército y la policía —respaldados por Estados Unidos— derrocaron a Aristide. Eventualmente, y bajo presión internacional, se le permitió completar su mandato entre 1994 y 1996, aunque bajo severas restricciones.

En el año 2000, Aristide obtuvo un mandato aún mayor, con el 90% de los votos. El golpe de Estado y la camisa de fuerza impuesta por Estados Unidos para permitirle terminar su primer mandato lo habían radicalizado. Exigió que Francia pagara 22 mil millones de dólares como concepto de reparación por la indemnización. Francia respondió que el asunto había sido resuelto mediante tratados en el siglo XIX y que no se pagarían tales reparaciones. En 2004, Aristide fue derrocado en un golpe respaldado por Francia y Estados Unidos. Fue reemplazado por una junta militar que renunció a la demanda haitiana de reparación. El tema de la indemnización quedó sepultado bajo huracanes, terremotos, la invasión posterior al golpe por parte de los cascos azules de la ONU, que dejaron a su paso un brote de cólera y abusos sexuales generalizados, la plaga de la deuda externa, el peso de la deflación, la deforestación masiva, el colapso de la agricultura haitiana provocado por el ingreso de productos estadounidenses subvencionados, el rechazo de un proyecto de ley sobre salario mínimo, el asesinato de un presidente no elegido y, más recientemente, el control del país por parte de bandas armadas.

Todo esto se remonta a la negativa del imperialismo a permitir que Haití respire. Jamás perdonaron que el pueblo haitiano fuera el primero en liderar con éxito una revolución contra el imperialismo.

Frankétienne (Haití), Silhouettes [Siluetas], 1996.
El 20 de febrero de 2025, el poeta y pintor haitiano Frankétienne murió en Delma, Puerto Príncipe, a los 88 años. A lo largo de su vida, reflexionó sobre el hecho de haber nacido en 1936, hijo de una mujer haitiana violada por un hombre de Estados Unidos. Frankétienne permaneció en su país a pesar de las adversidades, dando voz a un pueblo desesperado por un futuro. En su extraordinario Flores de insomnio, 1986, escrito al final de la pesadilla duvalierista, Frankétienne escribió:

El sueño es sin lugar a dudas el primero de los caminos que conducen a la libertad. Soñar, es ya ser libre.​

Cordialmente,

Vijay 

domingo, 6 de agosto de 2023

_- Maximilien Robespierre. Libertad y tiranía,


Maximilien Robespierre

Robespierre c 1790 (anónimoParísFrancia)
“El secreto de la libertad radica en educar a las personas, mientras que el secreto de la tiranía está en mantenerlos ignorantes”. Maximilien Robespierre 
#Fuedicho

sábado, 9 de enero de 2021

_- Haití: la primera revolución social victoriosa trazó el camino de la independencia.

_- El 1 de enero de 1804 se proclamó la Independencia de Haití del sistema colonialista francés, marcando un precedente que Hispanoamérica no alcanzaría sino hasta dos décadas después. Haití fue el segundo país independiente del continente americano, después de Estados Unidos, que la había proclamado en 1776, pero el hecho tuvo un alcance social y político más profundo en la isla caribeña que en Norteamérica.

El surgimiento de Haití como Estado nación es un producto diáfano de un proceso de revolución social: la lucha por la libertad contra el modo de producción esclavista del sistema de plantaciones y contra toda forma de racismo.

Justamente por eso la historiografía liberal hispanoamericana ha procurado ignorar la independencia y la revolución haitiana porque lo que más han temido, desde entonces y hasta ahora, es que los sentimientos, las aspiraciones y los métodos que movieron a los sectores sociales más explotados, oprimidos y discriminados de la isla de Saint-Domingue se contagiaran a las clases populares del resto del continente.

En Haití la historia no puede ocultar que, la independencia y la creación del Estado nacional, son el fruto de la lucha de clases, el producto de una profunda revolución social contra el sistema esclavista. La independencia es una consecuencia, cuando queda demostrado que la metrópoli francesa no está dispuesta a tolerar las mínimas garantías democráticas para sus colonias, menos la libertad, la igualdad y la fraternidad que pregonaba.

En la historia hispanoamericana la lucha de clases también fue el motor del que deriva la independencia, pero la historiografía ha logrado ocultar el hecho detrás mitos nacionales, mitos que enmascaran los intereses y el papel jugado por las clases dominantes, deformando los acontecimientos.

El pueblo haitiano ha tenido que pagar una factura muy cara, que le impuso el mundo desde entonces hasta el presente, por haber sido verdadero faro de civilización, libertad, igualdad y fraternidad, y por haber demostrado cuán hipócritas sonaban esos mismos conceptos en boca de los políticos y los ilustrados franceses, salvo el caso muy excepcional de Robespierre, tal vez.

Por esa razón, en el siglo XXI, hay que cuestionar los alegatos disfrazados de republicanismo y laicismo de las élites gobernantes de Francia, para justificar sus políticas racistas y de dominación de pueblos musulmanes provenientes de sus excolonias. Hay que distinguir entra las palabras vacías o llenas de otro contenido, de los hechos concretos. Esa es una lección que deja la historia de Haití.

Independencia o la muerte
La proclama de Independencia de Haití, realizada por Jean Jacques Dessalines, no sólo fija los objetivos de la lucha por la libertad de los “indígenas de Haití” (como él identifica a su pueblo), sino que desnuda la hipocresía con que el Estado francés (los bárbaros, les llama) les mantuvo ilusionados con una igualdad y libertad que nunca hicieron realidad:

“Ciudadanos:
No es suficiente con haber expulsado de vuestro país a los bárbaros que lo han ensangrentado desde hace dos siglos; no es suficiente con haber frenado a las facciones siempre renacientes que os presentaban sucesivamente el fantasma de libertad que Francia exponía ante vuestros ojos. Se necesita un último acto de autoridad nacional: asegurar para siempre el imperio de la libertad en el país que nos vio nacer; arrebatar al gobierno inhumano, que mantiene desde hace tanto tiempo nuestros espíritus en la torpeza más humillante, toda esperanza de someternos. En fin, se debe vivir independiente o morir.

Independencia o la muerte… que estas palabras sagradas nos unan, y que ellas sean el signo de los combates y de nuestra reunión.

… 

Todo nos recuerda las crueldades de ese pueblo bárbaro…
Además víctimas durante catorce años de nuestra credulidad y de nuestra indulgencia; vencidos, no por los ejércitos franceses, sino por la vana elocuencia de las proclamaciones de sus agentes…

Comparada su crueldad con nuestra paciente moderación, su color con el nuestro, el ancho mar que nos separa, nuestro clima vengador, todo nos dice que ellos no son nuestros hermanos, que jamás lo serán, y que si encuentran un asilo entre nosotros serán los maquinadores de nuestros malestares y de nuestras divisiones.

Juramos al universo entero, a la posteridad, a nosotros mismos, renunciar para siempre a Francia, y morir antes que vivir bajo su dominación. Combatir hasta el último suspiro por la independencia de nuestro país” (Dessalines, 1804) .

El cruel sistema esclavista de plantaciones
No puede explicarse la independencia de Haití a partir de un mito nacional precedente porque era un país realmente nuevo en el siglo XVIII, constituido por migrantes franceses y migrantes esclavizados de África, donde eran cazados y encadenados para ser traídos a trabajar en las plantaciones, principalmente azucareras del norte se Saint-Domingue.

La parte occidental de la isla La Española, territorio hoy conocido como Haití, fue cedida por España a Francia mediante el Tratado de Ryswick de 1697. De manera que el Saint-Domingue, colonia francesa tenía poco más de un siglo al momento de la independencia en 1804. Durante ese siglo, Francia asignó a su parte de la isla la tarea de producir azúcar, fundamentalmente, índigo y tabaco. Esa producción organizada bajo el sistema de plantaciones se fundamentó en la explotación de trabajo esclavo.

El profesor Félix Morales, de la Universidad de Panamá, señala en su tesis de Maestría en Historia de América, que los esclavos eran considerados piezas sustituibles de la cadena de producción que, al morir o quedar imposibilitados de trabajar, eran sustituidos por otros importados directamente de África. Morales estima que entre 1764 y 1771 se importaron en promedio 10 a 15 mil esclavos por año; en 1786 llegaron a 28 mil; y a partir de 1887 se superaba la cifra de 40 mil esclavos anuales (Morales Torres, 2017) .

Morales cita una frase de Carlos Marx del primer tomo de El Capital en la que señala: “…en los países de importación de esclavos, es máxima de explotación de estos la de que el sistema más eficaz es el que consiste en estrujar al ganado humano (human cattle) la mayor masa de rendimiento posible en el menor tiempo. En los países tropicales, en los que las ganancias anuales igualan con frecuencia el capital global de las plantaciones, es precisamente donde en forma más despiadada se sacrifica la vida de los negros”.

Hacia 1789, cuando inicia la Revolución Francesa y paralelamente la Revolución Haitiana, la estructura poblacional y social era la siguiente: 30,000 colonos blancos, divididos entre propietarios de grandes y pequeñas plantaciones; 40,000 mulatos o affranchis, ubicados mayormente al sur de la isla, quienes ocupaban un rango intermedio, siendo libres y algunos de ellos propietarios de medianas y pequeñas explotaciones, algunas de las cuales usaban mano de obra esclava; 550,000 esclavos negros, en su mayoría asignados a las plantaciones del norte de la isla.

Para entender los vaivenes del proceso revolucionario en Haití, es conveniente captar dos particularidades: los colonos blancos eran mayoritariamente monárquicos y defensores del Antiguo Régimen, por eso chocaron en diversas ocasiones con las autoridades emanadas de la revolución, y desde París tuvieron que enviar militares para tener control sobre ellos y los propios haitianos; la división de la población racializada entre negros y mulatos, que expresaban clases distintas, también produjo conflictos entre ellos que derivaron en guerras civiles.

Toussaint Louverture, alma, cerebro y brazo de la revolución haitiana
El gran sociólogo haitiano Gerard Pierre Charles, describe con las siguientes palabras a quien llamarían “El Primero de los Negros” o el “Espartaco Negro”:

“Toussaint Bréda, esclavo doméstico de la casa Bréda, que hasta sus 50 años había sido un desconocido, tuvo acceso a los valores de la sociedad criolla, incluso a la filosofía del siglo de las luces, a partir de la lectura de los enciclopedistas. También tuvo acceso al arte de la política y de la guerra. Fue arrastrado, por el extraordinario dinamismo de la sociedad colonial, en plena mutación revolucionaria, a desempeñar un papel político y militar de primer orden. Bajo el nombre de Toussaint Louverture, asumió el liderazgo de 500 000 esclavos que se alzaron en rebelión a partir de 1791, impulsados por las ideas de libertad e igualdad de la revolución francesa. Venció a las tropas españolas y británicas que, en el marco de las rivalidades entre metrópolis, querían adueñarse de aquella próspera Colonia. Logró así restablecer la paz y la prosperidad en un territorio devastado por una década de guerra y luchas sociales.

De esta forma, por su talento político y militar, se impuso a las autoridades de la Francia revolucionaria que lo nombraron general de Francia y gobernador de la Colonia. En 180l, él proclamó su propia Constitución. A través de este acto, rompió con las reglas del Pacto Colonial, estableció relaciones diplomáticas con Inglaterra y Estados Unidos y otorgó a Saint Domingue un estatuto de autonomía” (Charles, s.f.) .

La suerte que le cupo a François Dominique Toussaint fue la de esclavo doméstico, lo que le permitió eludir la peor forma de explotación esclava en las plantaciones, lo que conllevaba al agotamiento físico y mental. De manera que, gracias a esa forma más “benigna” de esclavitud pudo acceder a la lectura y a una formación cultural que le estaba vedada a la mayoría.

En 1776, a los 33 años, edad madura para entonces pudo acceder a su emancipación como hombre libre, convirtiéndose él mismo en propietario agrícola que a su vez explotaba hasta 13 esclavos, uno de los cuales era J. J. Dessalines, quien proclamaría posteriormente la independencia de Haití (Lamrani, 2019) . Evidentemente su actitud como amo no fue severa como la de otros, lo que le permitió ponerse a la cabeza del movimiento antiesclavista y que, quienes como Dessalines habían trabajado para él, se convirtieran en sus lugartenientes.

Tan pronto estalló en París el proceso revolucionario, la literatura y la información sobre la misma llegó y tuvo sus repercusiones en Saint-Dominge. Uno de esos documentos que tuvo gran impacto entre los haitianos fue la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano aprobada por la Asamblea Nacional Constituyente francesa el 26 de agosto de 1789.

El primer impacto en la isla sucedió el 28 de octubre de 1790, cuando 350 mulatos acudieron a la Asamblea de Puerto Príncipe a exigir iguales derechos, los cuales estaban encabezados por Vincent Ogé. Esta manifestación fue duramente reprimida por los colonos blancos, pagando con su vida Ogé y decenas de los participantes. Primera prueba de que los llamados “Derechos del Hombre” no valían para los hombres negros.

El estallido decisivo ocurrió el 14 de agosto de 1791, en el marco de una ceremonia religiosa en Bois Caiman, se produce una masiva sublevación de esclavos dirigida por Dutty Boukman, Geaorge Biassou y Jean F. Papillon. La rebelión destruyo decenas de plantaciones y asesinó a más de 2,000 blancos. A ellos se sumó Toussaint, primero como médico, y luego como ayudante de Biassou.

Pronto Toussaint destacó en el combate por su valentía e inteligencia, lo que le permitió desarrollar un sistema de ataque al enemigo por el que adquirió el sobrenombre con el que fue conocido “Loverture” – “La Apertura”.

A raíz de la ejecución de Luis XVI, el 21 de enero de 1793, España intervino en la guerra civil de Saint-Domingue, ofreciendo apoyo a los rebeldes, lo cual fue aceptado por Toussaint, quien se había convertido en la cabeza visible de la revolución. El 29 de agosto de 1793, Toussaint proclamó: “Quiero que la libertad y la igualdad reinen en Santo Domingo. Trabajo para que existan. Únanse, hermanos, y combatan conmigo por la misma causa. Desarraiguen conmigo el árbol de la esclavitud” (Lamrani, 2019) .

Maximilien Robespierre, quien era miembro de la sociedad de los “Amigos de los Negros”, propuso y fue aprobado la abolición de la esclavitud en Francia y sus colonias, el 4 de febrero de 1794. “A partir del momento en que en uno de sus decretos, ustedes habrán pronunciado la palabra “esclavo”, habrán pronunciado a la vez su deshonor y el derrocamiento de su Constitución”, Robespierre(Lamrani, 2019) .

Otorgada la ciudadanía y la libertad mediante ese decreto a los esclavos de Haití, la república francesa envió al general Lavaux a negociar con Toussaint para que rompiera con España y se sumara al bando francés para lo cual se le otorgó el cargo de general. Toussaint aceptó, cambió a favor de la república, combatió a los españoles expulsándolos del lado francés de la isla y obligándolos a firmar un tratado de paz en 1795. Tres años más tarde repetiría el mismo éxito contra los invasores ingleses. Lo que le valió el nombramiento de gobernador de Saint-Domingue.

La perfidia de la Francia republicana
Había que socavar la autoridad del gran líder haitiano para reemplazarlo por un títere. Para lo cual el Directorio, en 1798, envió al general Hédouville para fomentar la división entre Toussaint, que controlaba el norte la isla, y el general André Rigaux, mulato y propietario de haciendas, que controlaba el sur. Produciéndose una guerra civil entre 1799 y 1800, hasta que finalmente Toussaint logró expulsar a Rigaux.

El 2 de julio de 1801, Toussaint y la Asamblea General de Saint-Domingue proclaman una constitución política en la que se establece un régimen autonómico, pero no la independencia de Francia.

Por el artículo tercero se declaró “No puede haber esclavos en este territorio”; el cuarto elimina cualquier discriminación de raza para acceder a un empleo; y quinto consagra la verdadera igualdad al declarar que “No hay otra distinción que las virtudes o talentos” (Lamrani, 2019) .

Pero Toussaint cometió el error de seguir confiando en la República francesa, y envió el texto de la constitución a Napoleón Bonaparte para obtener su aprobación. En vez de ello, lo que hizo Napoleón fue enviar a su cuñado el general Leclerc, con más de 20,000 soldados para aplastar el gobierno de Toussaint, el cual desembarcó en Cap el 29 de enero de 1802 exigiendo la rendición de la guarnición. Paralelamente, el 20 de mayo de 1802, el mismísimo Napoleón Bonaparte mediante decreto restauró la esclavitud.

Los militares franceses utilizaron contra Toussaint todos los métodos desarrollado por los imperios para someter a sus colonias: crímenes de lesa humanidad contra la población civil, sobornar a los subalternos para que algunos le traicionaran, y aparentemente cayeron en esa trampa Rigo, Petion y Dessalines inclusive. Napoleón llegó a enviar a los hijos de Toussaint, que estudiaban en Francia, con un supuesto mensaje halagador hacia su persona, a ver si lograba controlarlo.

Como Leclerc no podía asestar la derrota militar que quería, propuso a Toussaint un acuerdo de paz, mediado por una carta de Napoleón reconociendo los “servicios rendidos al pueblo francés” y proclamarlo entre “los más ilustres ciudadanos”, etc., y la promesa de no restaurar la esclavitud. Toussaint aceptó el acuerdo que incluía preservar a su estado mayor y retirarse a la población de Ennery.

Los militares franceses no cumplieron y empezaron a acosarlo hasta que, en junio de 1802, fue arrestado con toda su familia y deportado a Francia, donde permaneció bajo arresto hasta 7 de abril de 1803, cuando falleció. Tenía 60 años de edad.

Finalmente, la independencia
El cuñado de Napoleón, el general Leclerc pagó con su vida sus crímenes contra el pueblo haitiano, no a manos de ningún combatiente, sino gracias a la fiebre amarilla que lo mató en 1802 en isla Tortuga, Haití. Advirtiendo la traición de los franceses a sus compromisos y no deseando la vuelta atrás, tanto los negros como los mulatos, encabezados por J. J. Dessalines y Henri Christophe, unieron sus fuerzas en una reunión secreta conocida como “Convención de Arcahaie”, en mayo de 1803, se sublevaron, dando inicio a la Guerra de Independencia.

Tuvieron a su favor la guerra de Gran Bretaña contra Francia, lo que impidió a estos últimos enviar tropas a la isla. En octubre de 1803 Dessalines tomó Puerto Príncipe y el 19 de noviembre de ese año asestó la derrota a los franceses en la batalla de Vertiers, diez días después las tropas derrotadas abandonaron la isla.

La independencia definitiva sería proclamada unas semanas después, el 1 de enero de 1804. El gobierno francés tardaría varias décadas en reconocer su independencia lo que finalmente hizo exigiendo una indemnización para resarcir a los colonos blancos esclavistas que habían sido expropiados y expulsados de la isla.

Se había cumplido el vaticinio de Toussaint: “Al derrocarme, sólo se ha derrocado en Santo Domingo el tronco del árbol de la libertad de los negros; volverá a crecer porque sus raíces son profundas y numerosas”.

El apoyo de Haití a la independencia hispanoamericana
Haití independiente prestó apoyo consecuente a la lucha por la independencia hispanoamericana. El propio Francisco de Miranda durante su fallida expedición libertadora a Venezuela, recaló previamente en el puerto de Jacmel, en febrero de 1806, en donde recibió apoyo de Alexander Petion.

Posteriormente, en 1815, durante su exilio en Jamaica, Simón Bolívar le escribe a Petion pidiéndole apoyo, y este le recibe en enero de 1816, con cuya ayuda Bolívar dirigió la conocida Expedición de Los Cayos. En la que el apoyo incluyó la participación de hasta 1,000 haitianos para tomar el oriente de Venezuela.

Se dice que Petion entregó no solo armas, dinero y sodados a Bolívar, sino también la espada símbolo de la libertad de Haití, y que lo hizo con una condición:

“Pido a Usted, que cuando llegue a Venezuela, su primera orden sea la Declaración de los Derechos del Hombre y la libertad de los esclavos… y para que pueda cumplir con esa misión, le hace entrega del símbolo de la emancipación de Haití: es la "Espada Libertadora de Haití", la misma que empuñó durante la guerra contra los franceses, la que utilizó Miranda en sus dos fallidos intentos por libertar a su Patria, y la que en 1807 le permitió instaurar una República en el sur y oeste de Haití de la que fue nombrado presidente vitalicio…” (Morales Torres, 2017) .

Bolívar solo cumplió parcialmente este compromiso, pues decretó al llegar la libertad de los esclavos que se sumaran al Ejército Libertador, pero no de todos los esclavos. Aunque liberó a los esclavos de sus haciendas familiares, nunca se emitió un decreto general, seguramente para no confrontar a los latifundistas criollos. Hay controversia respecto a las razones por las cuales, diez años después, consumada la independencia hispanoamericana, Simón Bolívar no invitó al Congreso Anfictiónico de Panamá a la república de Haití.

La injusticia y la perfidia continúan
Así ha sido reiteradamente a lo largo de la historia, cada vez que fuerzas reaccionarias han vuelto a cortar el tronco de la libertad éste vuelve y crece, como predijo Toussaint. En 2004, el imperialismo norteamericano, con apoyo de las “democráticas” Francia y Canadá, con la participación del gobierno de la República Dominicana, que prestó su territorio, repitieron la perfidia fomentando un golpe de Estado contra el presidente Jean B. Aristide, al cual fuerzas de esos países secuestraron y deportaron hasta la República Centroafricana. Golpe sobre el que guardó silencio gran parte del llamado progresismo latinoamericano que, por el contrario, avaló la ocupación de la isla con tropas disfrazadas bajo la bandera de las Naciones Unidas (MINUSTAH), en las que colaboraron soldados de Brasil y Bolivia, entre otros.

El Estado nacional haitiano es formalmente independiente, pero el pueblo haitiano continúa su lucha por la libertad.

Bibliografía
Charles, G. P. (s.f.). Toussaint Louverture. Obtenido de Revista Mexicana de Política Exterior
Dessalines, J. J. (1 de Enero de 1804).DOCUMENTO LA DECLARACIÓN DE INDEPENDENCIA DE HAITÍ (1804). Obtenido de Dialnet
Lamrani, S. (13 de Junio de 2019).Toussaint Louverture, la dignidad insurrecta. Obtenido de América Latina en Movimiento
Morales Torres, F. A. (2017). Haití : entre la revolución francesa y la revolución de esclavos (1791-1804) . Obtenido de SIBIUP
Olmedo Beluche sociólogo y analista político panameño, profesor de la Universidad de Panamá y militante del Partido Alternativa Popular.

Fuente:
www.sinpermiso.info, 2 de enero 2021

martes, 9 de enero de 2018

_- Robespierre: Ni tirano ni verdugo

_- Alexis Corbière

Inquirido por el semanario parisino L´Obs a que realizara una breve defensa de la figura de Maximilien Robespierre, Alexis Corbière, su más significado valedor contemporáneo, que ya como concejal del distrito XII de París había pedido infructuosamente que se le dedicase una calle, resume sus méritos en unos pocos párrafos.

Pronunciar el nombre de Robespierre es suficiente para desencadenar un torrente de barro. Pero no fue ni “tirano del Terror” ni “verdugo sanguinario de la Vendée”. Antes de sentarse en el Comité de Salud Pública como diputado, defendió los principios que están en los fundamentos de nuestra República.

Desde octubre de 1789, defiende el principio democrático de universalidad (masculina) del voto. Sin éxito. En 1791, bien que el único, se opone a la “constitucionalización de la esclavitud en las colonias francesas”. Pero, desde hace dos siglos, se le caricaturiza. Solamente importa su acción “a la cabeza” del Comité de Salud Pública. Recordemos, sin embargo, que no estaba a la cabeza de nada y que fue miembro elegido (entre catorce) de este Comité durante un año, de julio de 1793 hasta su muerte. Hablar de “dictadura robespierrista” es una manipulación histórico-política.

Se olvida la actuación del Gran Comité de Salud Pública: la asignación de una suma a los indigentes, la instauración de un precio máximo de venta para los artículos de primera necesidad, la institución de la escuela primaria gratuita y obligatoria.

El principal mérito del gobierno revolucionario fue sencillamente haber salvado a Francia de la invasión o del estallido. Sobre todo, por medio del Terror: cierto, eso significa el Tribunal revolucionario, la ley de sospechosos y ejecuciones trágicas. No se trata de aprobar ese momento terrible sino de explicar y de contextualizar: la Francia del Año II conoce la insurrección realista, la guerra exterior, los complots bien reales urdidos en el extranjero…

El Terror no fue una invención de Robespierre. Otros lo pusieron en práctica antes que él, entre ellos Danton. Y se puede contabilizar. En dos meses, desemboca en 1.366 ejecuciones después de procesos, a menudo expeditivos, es verdad. Por comparación, Thiers, al dar a los versalleses la orden de aplastar la Comuna en 1871, es responsable de más de 2.000 muertos… en una semana y sin el menor proceso.

Existe una calle Thiers en París cuando a Robespierre ni siquiera se le menciona en la capital. Es hora de abandonar la “leyenda negra” del Incorruptible, fabricada tras su muerte. Afirmo pues, como Jaurès, que si yo hubiera vivido durante la Revolución, es al lado de Robespierre donde habría ido a sentarme.

http://www.sinpermiso.info/textos/robespierre-ni-tirano-ni-verdugo

miércoles, 6 de julio de 2011

Una calle para Robespierre en la capital, París. Alexis Corbière

Durante el reciente pleno del Ayuntamiento de París he presentado una petición para que se le dedique una calle a Maximilien Robespierre. Por desgracia, ha sido rechazada y Bertrand Delanoë [alcalde de París] hizo saber que se oponía a ello. Yo no acepto que la representación parisina minimice así el papel primordial desempeñado por este hombre durante la Revolución Francesa, acontecimiento fundador de nuestra República, considerando que su pensamiento y sus actos siguen conservando en lo esencial una gran modernidad. Júzguese: es él quien por vez primera, a mediados de diciembre de 1790, emplea la divisa "Libertad, igualdad, fraternidad", convertida desde entonces en la de toda nuestra nación. El fue el primer defensor del sufragio universal y de la soberanía popular. Fue él quien intervino con energía en favor de la abolición de la esclavitud y el fin de la colonización.

Es él quien defendió asimismo la libertad de prensa y exigió incluso, desde 1791, en vano, la abolición de la pena de muerte. Es él, nuevamente el primero que exigió que se concediera la ciudadanía plena a judíos y comediantes.

Su concepción de la República era exigente, defendía el espacio político de la Declaración de Derechos del Hombre y el Ciudadano. Hombre político integral, legislador filósofo, el "Incorruptible" tuvo que enfrentarse a tiempos difíciles en los que nuestro país se vio desgarrado por las invasiones de ejércitos extranjeros, por numerosas traiciones, y trastornado por una terrible guerra civil.
No temáis, que no esquivaré la crítica. Robespierre fue uno de los actores de lo que se llama el Gran Terror. Pero, ¿de qué hablamos exactamente? De un período de dos meses, del 10 de junio al 27 de julio de 1794. Como a ustedes, esto no me produce ningún placer e, igual que ustedes, me opongo ferozmente a la pena de muerte. Pero esta violencia es poca comparada con la ejercida durante siglos por los reyes de Francia, que avalaron las peores masacres y torturas.

Ironías de la Historia
La época fue de una insólita brutalidad, que por otra parte no se interrumpió con la muerte de Robespierre. A este respecto, Termidor no supuso una salida del Terror sino su continuación con otros protagonistas, otros vencedores y otros vencidos, un cambio de proyecto político y no un cambio de medio político. Así fue durante las décadas que siguieron. Adolphe Thiers, al reprimir a la Comuna de París en 1871, hace ejecutar 23.000 personas en una sola Semana Sangrienta. Pese a ello, existe una calle Thiers en el distrito 16º de París.

Robespierre no era en el seno del Comité de Salud Pública el personaje "sediento de sangre" que un vulgar revisionismo ha retratado para la posteridad. ¿Hay que recordar que es absurdo el término "tirano" para describirlo, puesto que no era más que uno de los miembros de una instancia colegiada, el Comité de Salud Pública, elegida y reelegida todos los meses en el seno de la Convención.

La negativa provendría, en fin, ha dicho el alcalde de París, de que Robespierre habría estado en el origen de la iniciativa de la "ley de sospechosos" de 1792, que restringía las libertades públicas. Eso no es exacto. Esa ley fue iniciativa de Jean-Jacques Régis de Cambacérès, miembro de la Convención, que sin embargo, ironías de la Historia, tiene derecho a una calle en París.

Entonces, ¿por qué oponerse a esta demanda, apoyada por numerosos historiadores? Durante la Liberación, las fuerzas parisinas, tras haber luchado contra el ocupante nazi, bautizaron una plaza con el nombre de Robespierre (la actual plaza del mercado de Saint-Honoré). Una mayoría conservadora revocará esta decisión en 1950. Prueba, por si hacía falta, de que la toponimia es siempre política.

Pese a mis desacuerdos, sabemos que desde 2001, gracias al impulso de  Bertrand Delanoë, Paris ha "cambiado de época". Es hora de que eso suceda en lo concerniente a la memoria de Robespierre. Lúcido pero obstinado, estoy convencido de que llegaremos a convencer.

Llevará el tiempo que haga falta. Al fin y al cabo, ¿no dura este debate desde hace ya doscientos años? Salud y fraternidad, señor alcalde.
Alexis Corbière concejal del distrito 12º de Paris, es secretario nacional del Parti de Gauche francés. Leer aquí.
Robespierre no era tan Robespierre.