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domingo, 21 de septiembre de 2025

Un año antes de mandarlo a la guillotina, Robespierre le dijo a Danton: “Te quiero más que nunca y hasta la muerte”

French Revolution
                                                                                                                             Georges-Jacques Danton (izquierda) y Maximilien Robespierre.
                           

La única carta conocida entre dos figuras claves de la Revolución Francesa, que acabaron enfrentadas, es vendida a un particular. Veinte historiadores piden su regreso al dominio público.

En plena Revolución Francesa, en una época marcada por las turbulencias y los sobresaltos políticos, Maximilien Robespierre le escribió una carta a su amigo e incondicional compañero de lucha, Georges-Jacques Danton. “Te quiero más que nunca y hasta la muerte”, le dijo, un año antes de mandarlo a la guillotina. En la misiva, fechada en París el 15 de febrero de 1793, el líder revolucionario quiso expresarle su apoyo tras la muerte de su esposa y de su hijo. Pero al mismo tiempo, le instaba a no abandonar el combate revolucionario. El escrito, el único de este tipo, ha sido subastado a un coleccionista privado por 218.750 euros. Un grupo de historiadores, escritores y políticos piden que regrese al dominio público.

La misiva contiene apenas unas líneas, pero ilustra la relación de amistad entre dos figuras emblemáticas de la Revolución Francesa, antes de que estallara su rivalidad. Apenas unas semanas antes, el monarca Luis XVI había sido ejecutado en el cadalso instalado en la plaza de la Revolución, la actual plaza de la Concordia. Francia había entrado en el periodo del terror revolucionario, que pretendía defender a la incipiente nación de cualquier enemigo exterior o interior. El país entero estaba sumido en grandes transformaciones políticas y sociales.

La carta manuscrita de Robespierre a Danton.
 
 

La carta manuscrita de Robespierre a Danton.

En su carta, Robespierre le dice a Danton: “Te quiero más que nunca y hasta la muerte. En ese momento soy tú mismo”. A inicios de 1793, su amigo y aliado se encuentra en Bélgica, donde recibe la noticia de la muerte de su esposa, Gabrielle, mientras daba a luz a su cuarto hijo, también fallecido. “Lloremos juntos nuestros amigos”, continúa el revolucionario, antes de añadir el fragmento siguiente: “(...) hagamos sentir pronto los efectos de nuestro profundo dolor sobre los tiranos que son autores de nuestras desgracias públicas y nuestras desgracias privadas”.

En esa época, Danton y Robespierre, dos abogados, habían sido elegidos como diputados por París de la Convención Nacional, la principal institución de la Primera República. Juegan un papel clave en el nuevo ordenamiento político. Su amistad, sin embargo, se fracturará y romperá poco después. En abril de 1794, Danton fue enviado por su amigo a la guillotina por oponerse a la política de Terror que él mismo contribuyó a establecer. Los hermanos de lucha se transformaron en enemigos. Y el emblemático dúo inspiró a numerosos autores a posteriori, como Victor Hugo o Alexandre Dumas en el siglo XIX.

Fragmento de la historia francesa
“La carta puede interpretarse como una prueba de la sensibilidad de Robespierre, que no era en absoluto un tirano y un monstruo frío, como se lo ha retratado”, analiza el historiador Loris Chavanette, quien escribió un artículo en el diario Le Figaro alertando sobre la venta de la misiva. “Pero al mismo tiempo, es la prueba de que el Terror empujaba al baño de sangre hasta el punto de eliminar a sus propios amigos”, explica por teléfono. Chavanette es autor de un libro sobre la historia de los dos líderes revolucionarios y de otros sobre la Revolución.

La carta de Robespierre fue adjudicada el día 12 en una casa de subastas en Versalles, la ciudad donde estalló la Revolución, y pertenece actualmente a un coleccionista privado. En su descripción, la casa de subastas recuerda que es la única escrita por el líder revolucionario a Danton que ha sido conservada. No existe ningún otro rastro epistolar entre ambos hombres, salvo otra misiva escrita por Danton en agosto de 1792.

Para Chavanette, el escrito merece estar expuesto en un museo o conservado en los Archivos Nacionales. De hecho, el documento formaba parte de la colección del Museo de Letras y Manuscritos de París hasta su cierre en 2015. Para intentar que regrese al dominio público, impulsó una columna en el diario Le Monde, firmada por más de 20 personalidades. “La preservación de la única carta de Robespierre a Danton es una causa nacional”, escriben. Y hacen hincapié en que la misiva tiene un “carácter histórico inestimable” y contiene un “fragmento de historia del nacimiento de la República”.

Entre los firmantes están el líder de la Francia Insumisa, Jean-Luc Mélenchon, pero también escritores como Erik Orsenna, miembro de la Academia francesa, o David Lisnard, el actual alcalde de Cannes, del partido de la derecha opositora. En la columna, lamentan que el Estado no haya ejercido su derecho preferente de compra para adquirir el manuscrito. Hay precedentes. En 2011, el Gobierno logró impedir que unos escritos de Robespierre fueran subastados en Sotheby’s, una venta que había provocado una oleada de indignación y el temor a que los documentos salieran del país. EL PAÍS ha solicitado una reacción al Ministerio de Cultura, pero no ha obtenido respuesta hasta ahora.

En Le Monde, los firmantes recuerdan que Robespierre, a pesar de ser considerado como una figura controvertida por una parte de la historiografía, fue uno de los promotores de la abolición de los privilegios y de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789.

Para Chavanette, la carta no solo ilustra parte de la historia de la legendaria pareja, sino que invita a reflexionar y plantearse preguntas: “Filosóficamente y espiritualmente hablando, ¿es justo sacrificar a un amigo en nombre del interés general?”. La misiva refleja un conflicto entre las emociones privadas y el interés general. Pero su singularidad reside sobre todo en el hecho de que puede interpretarse tanto en defensa como en contra del que era apodado como el “incorruptible”, subrayan los firmantes de la columna.;

jueves, 21 de agosto de 2025

_- «Orlando Letelier debe ser neutralizado»

_- Fuentes: Rebelión



El 6 de agosto de 1976, la embajada de China en Asunción dio una recepción a la que asistieron oficiales paraguayos y diplomáticos de diferentes países. Entre ellos, el jefe de inteligencia de Alfredo Stroessner, coronel Benito Guanes, y el embajador de Estados Unidos, George Landau.

El coronel Guanes estaba al tanto del viaje del director adjunto de la CIA, Vernon Walters. En un momento, el embajador Landau tomó de un brazo a Guanes y lo condujo con discreción a un rincón de la sala.

―Recibí un llamado del general Walters ―dijo el embajador―. Parece que surgió un problema con los pasaportes de los dos chilenos que van a viajar a Washington. Nada grave, pero el Departamento de Estado ha decidido suspender sus visas. Así que van a tener que usar sus pasaportes chilenos.

El martes 24, el embajador cenó con el general Enrique Morel, agregado militar de Santiago en Washington. Uno de los asistentes, cuyo nombre aparecerá tachado en los documentos desclasificados, informó que se había reunido con Contreras el pasado mes de julio. El jefe del Servicio Nacional de Información, el coronel brasileño Joao Batista Figueiredo, le mencionó por escrito que Orlando Letelier y Juscelino Kubitschek debían ser neutralizados porque apoyaban la candidatura de Jimmy Carter, considerado un peligro para la seguridad de América del Sur.

Lo primero que hizo el estadounidense que trabajaba para la Dina, Michael Townley, fue ponerse en contacto con cinco cubanos de su lista personal: Guillermo Novo, Ignacio Novo, Virgilio Paz Romero, Dionisio Suárez y Alvin Ross Díaz. Los cinco aceptaron.

Poco antes, Townley había participado con uno de ellos en una operación que había sumado un nuevo éxito, más experiencia y confianza entre varios colaboradores de valor. El 9 de agosto, la CIA lo envió a Buenos Aires junto con el cubano Guillermo Novo. Aunque Novo se encontraba bajo libertad condicional por el atentado contra una embarcación cubana en Canadá, pudo acompañarlo a Buenos Aires para interrogar a dos diplomáticos cubanos que habían sido secuestrados por grupos paramilitares argentinos. Luego del interrogatorio, Crescencio Galañega Hernández de 26 años, y Jesús Cejas Arias de 22 años, desaparecieron para siempre. Según un testigo que no reveló su nombre, sus cuerpos fueron arrojados en los cimientos de un edificio en construcción de Buenos Aires.

Como muchos miembros de la Operación Cóndor, el 23 de agosto Townley se hizo de un pasaporte falso en Paraguay a nombre de Juan Williams Rose. Cuando fueron por las visas, el embajador George Landau puso reparos. Pero Landau recibió una visita de la mano derecha del dictador paraguayo, Stroessner, quien le informó que las visas fueron solicitadas por Pinochet para “una reunión especial” con el subdirector de la CIA, Vernon Waters, en Washington. Poco después las visas fueron asignadas a los pasaportes falsos. Por la dudas, el embajador copió los pasaportes y los envió a Vernon Waters para su autenticación. Waters respondió que no sabía quiénes eran estos agentes chilenos. Landau instó de inmediato a que se negara la entrada a Estados Unidos a los hombres a los que se les habían otorgado las visas.

El 3 de agosto de 1976, el Subsecretario de Estado, Harry Shlaudeman, le informó a Henry Kissinger sobre posibles asesinatos de figuras internacionales. En el Departamento de Estado, los funcionarios discutieron cómo debería proceder el gobierno de Estados Unidos y varios de los principales asesores recomendaron una respuesta directa y contundente a Chile contra cualquier magnicidio que pudiera desatar un escándalo internacional.

El 23 de agosto, Kissinger firmó un cable dirigido a las embajadas de Uruguay, Paraguay y Chile. Los embajadores fueron informados de los informes de la CIA sobre asesinatos planeados y dirigidos dentro y fuera del territorio de los miembros de la Operación Cóndor con instrucciones de colaborar con los colaboradores. Washington estaba al tanto de los asesinatos planeados de “figuras prominentes” y continuaba preocupado por el impacto en la opinión internacional.

Al día siguiente, el embajador de Estados Unidos en Chile, David Popper, se opuso a participar en el pedido de pasaportes de Pinochet. Popper sabía que Pinochet tomaría la medida cautelar como un insulto y que minaría la colaboración con su régimen, pero no tenía muchas alternativas. El embajador de Estados Unidos en Uruguay también dudó. Consideró que pasar en alto tal advertencia pondría en peligro su vida.

El 30 de agosto, el Subsecretario para Asuntos Interamericanos, Harry Shlaudeman, le envió un memorando a Kissinger solicitando permiso para permitir que el embajador de Estados Unidos en Uruguay, Ernest Siracusa, se reuniese con altos funcionarios de Operación Cóndor: “Debemos evitar una serie de asesinatos internacionales que podrían causar graves daños a la reputación de nuestros países”.

Pero Kissinger y la CIA no tenían ese tipo de preocupaciones.

El 28 de agosto The Nation publicó el artículo de Orlando Letelier titulado “Los Chicago Boys en Chile”. En la página 137, sus asistentes en el Institute for Policy Studies en Washington, Ronnie y Michael Moffitt, reconocieron la voz de Orlando en la letra impresa:

“Las políticas económicas están condicionadas por la situación social y política en la que se ponen en práctica y, al mismo tiempo, las modifican. Por lo tanto, las políticas económicas se introducen siempre para alterar las estructuras sociales.

Es curioso que el hombre que escribió un libro titulado Capitalismo y libertad [Milton Friedman] afirmando que sólo el liberalismo económico clásico puede sustentar una democracia política, pueda ahora divorciar tan fácilmente la economía de la política cuando las teorías económicas que defiende coinciden con una restricción absoluta de todos los derechos y de todas las libertades democráticas. Sería de esperar que si quienes restringen la empresa privada son considerados responsables de los efectos de sus medidas en la esfera política, quienes imponen una “libertad económica” sin restricciones también deberían ser considerados responsables, sobre todo cuando la imposición de esta política va inevitablemente acompañada de una represión masiva, hambre, desempleo y la permanencia de un estado policial brutal… La represión para las mayorías y la ‘libertad económica’ para pequeños grupos privilegiados son dos caras de la misma moneda”.

―Orlando es el candidato ideal para ser el próximo presidente de Chile ―dijo Ronni.

―Eso mismo me preocupa ―insistió Michael.

Su antiguo asistente, el general Augusto Pinochet, debía pensar lo mismo. La estatura política e intelectual de Letelier crecía de forma acelerada. Trabajaba en el IPS, daba clases en la American University y había logrado que el gobierno de Holanda retuviera una importante inversión del grupo minero Stevin en Chile. Acababa de recibir una oferta por un libro con un anticipo de derechos igual a lo que ganaba en un año en IPS. No existía en el exilio una figura con más reconocimiento y aceptación. También tenía el apoyo de muchos senadores en Washington; solía almorzar con Ted Kennedy, Hubert Humphrey y George McGovern. La activista feminista Angela Yvonne Davis y otras figuras de los movimientos sociales solían visitarlo en su casa de Bethesda.

Pero Letelier y los exiliados de las dictaduras fascistas de América Latina tenían una debilidad notoria: escribían artículos, daban conferencias. No ponían bombas en las embajadas, en los teatros ni en los aviones.

La Dina también tomó nota de este peligro. Orlando Letelier en Washington, Juscelino Kubitschek en Río de Janeiro y João Goulart en Corrientes fueron neutralizados antes de que terminase el año 1976. Entre muchos otros. 

Capítulo adaptado de 1976. El exilio del terror.