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domingo, 27 de septiembre de 2015

Seis charlas geniales para escuchar en bucle. Tener a un gurú en el salón de casa es posible gracias a TED, un fenómeno de masas por donde han pasado Bill Gates, Edward Snowden o Stephen Hawking.

Cuenta el periodista Carmine Gallo, comunicador y columnista en Forbes.com, que durante una reunión en París con un grupo de jóvenes empresarios, estos le comentaron que estaban realmente cansados de asistir a conferencias impartidas por oradores de la vieja escuela.

–¿De la vieja escuela? –les preguntó Gallo– ¿Y cuál es exactamente la nueva escuela?

– Ya sabes, la de TED–respondieron.

Poco después, en Japón, donde el estadounidense impartía una charla, varias personas se le acercaron para decirle lo mucho que les gustaba el estilo norteamericano de comunicar.

–¿El estilo norteamericano? –repitió Gallo, levantando las cejas.

–Sí, ya sabe, como el de TED –sonrieron los nipones.

Carmine Gallo se percató de que, fuera donde fuera, todo el mundo hablaba de TED, una organización sin ánimo de lucro cuyas siglas significan Tecnología, Entretenimiento y Diseño, y que se dedica, tal y como dice su eslogan, a comunicar “ideas dignas de ser difundidas” (ideas worth spreading).

–Mmmm–, se dijo. Puede que TED sea una idea digna de ser explicada…

Así que Gallo se puso manos a la obra y el año pasado publicó Talk like TED: The 9 public-speaking secrets of the world’s top minds (Habla como TED: Los nueve secretos para hablar en público de las mentes más brillantes del mundo), considerado en EE UU uno de los mejores libros de 2014. El autor estudia la pericia de una serie de oradores que ha conseguido que los ciclos de conferencias iniciados en 1984 se hayan convertido en un referente internacional. Científicos, emprendedores, filósofos, músicos, líderes religiosos, filántropos, médicos, ingenieros, arquitectos, políticos, actores, escritores, fotógrafos, cocineros, economistas, activistas o periodistas. Los perfiles en TED son infinitos y en esa heterogeneidad reside su gran atractivo: todo está interconectado y el mundo está lleno de personas con ideas valiosas que aportar…, aunque no todos sepan comunicarlas.

El poder de la vulnerabilidad, de Brené Brown. Aquí.

¿Sabían que las charlas que se imparten en sus eventos anuales han sido traducidas a 90 idiomas y que algunas han sido visionadas on line hasta 20 y 30 millones de veces? En EE UU es muy común que los profesores utilicen las charlas TED como instrumentos educativos en clase. Lo que empezó como una tendencia de culto, hoy es un auténtico fenómeno de masas. Sin duda es un buen producto. Las conferencias son accesibles a todo el mundo y están impartidas de forma clara, concisa y amena. Pueden verse en cualquier momento y en casi cualquier idioma mediante subtítulos.

Esto ha sido posible gracias a otro gran acierto de su director, Chris Anderson, quien lanzó en 2009 el proyecto Abierto de Traducción para “llegar a esos 4.500 millones de personas en el planeta que no hablan inglés”. De momento, 15.000 voluntarios han realizado 50.000 traducciones en 104 idiomas. Toda una serie de atractivos que hacen que, según Carmine Gallo –que se dedicó a analizar 500 de las mejores charlas de TED, a entrevistar a los conferenciantes y asesorarse por conocidos neurocientíficos– la fórmula TED sea perfecta para nuestro cerebro humano. Sus charlas resultan tremendamente adictivas sin que representen –increíble, pero cierto– ningún peligro para la salud. Todo lo contrario.

¿Matan las escuelas la creatividad?, una charla del experto en

educación Ken Robinson. Aquí.

Estarán de acuerdo en que con más de 1.600 charlas colgadas en la Red es muy difícil decidir cuáles han sido las mejores, pero la audiencia marca su propio ranking. En el indiscutible número uno está la presentación que impartió el experto en educación Ken Robinson, en 2006: Cómo la escuela mata la creatividad, la cual ha tenido 31 millones de visionados. Le sigue la psicóloga social Amy Cuddy con Tu lenguaje corporal modela como eres, impartida en 2012, que ha alcanzado 23 millones de visitas. Otros 20 millones de visionados tiene, por ahora, la conferencia que Simon Sinek, experto en liderazgo, dio en 2010. Y 18 millones la de Brené Brown, El poder de la vulnerabilidad, gracias a la cual, por cierto, Brown fue fichada por la mismísima Oprah Winter, la muy poderosa presentadora de televisión.

 El exempleado de la CIA y la NSA ofrece una charla llamada Así es como recuperamos Internet Aquí.

Puede que estos nombres tan made in the USA no les digan demasiado, pero también hay muchas celebridades que han participado en este exitoso evento. Seguro que conoce a la mayoría: Steve Jobs, Bill Gates, Stephen Hawking o Edward Snowden (intervino mediante telepresencia, claro, ya que tras desvelar los secretos de espionaje de EE UU continúa fugitivo en Rusia desde 2013); Larry Page (cofundador de Google); los expresidentes estadounidenses Al Gore o Bill Clinton; los músicos Bono (U2) o Paul Simon (Simon & Garfunkel); la primatóloga Jane Goodall…

Réplicas locales

Pero lo que les estamos contando es solo la primera y fecunda parte de una historia que promete ser muy larga. Las charlas se propagan a gran velocidad en todo el continente americano, Europa e incluso en Asia, África y Oceanía. Y no solo a través de los visionados. También porque se están multiplicando a gran velocidad los denominados eventos TEDx, iniciativas desarrolladas bajo su licencia para ayudar a las comunidades, organizaciones e individuos a conversar y ser partícipes del espíritu TED a nivel local. Una licencia totalmente gratuita que se otorga a cambio de cumplir una serie de requisitos con el fin de preservar la idea original. Ya se han celebrado en lugares tan dispares como La Habana, Ámsterdam, Río de la Plata, Hong Kong, Johanesburgo, Sidney, Saigón, Tesalónica, Casablanca, Papeete, islas Galápagos..., incluso en la prisión neoyorquina de Sing Sing.

Bill Gates y su charla Cómo los presupuestos del estado 

están rompiendo las escuelas estadounidenses. Aquí. 

Por supuesto, también en España proliferan las TEDx (programas de conferencias locales), tanto en grandes ciudades –el pasado 27 de febrero tuvo lugar un ciclo de siete conferencias en el TEDx del barrio madrileño de Mirasierra bajo el título El cambio eres tú – como en otras poblaciones más pequeñas.

¿Se imaginan cuántas ideas para compartir, cuánto conocimiento expresado a través de un sistema completamente abierto? Esa debe ser quizá la mayor gloria de TED, hacer que las grandes ideas, las iniciativas más innovadoras y los sueños más esperanzadores puedan llegar, literalmente, a todo aquel que tenga acceso a Internet. Es, sin duda, la democratización total del conocimiento y la celebración de la creatividad y de la excelencia.

La iniciativa que TED está llevando a cabo, y muchas otras que están surgiendo en numerosos lugares de nuestro planeta, deberían recordarnos, una vez más, que el mundo, aunque algunos se empeñen en vendernos lo contrario, está lleno de gente admirable, útil e inmensamente sabia. Tenerlo claro nos permite vislumbrar un futuro más ilusionante porque, como reza un dicho hindú “la llama de la sabiduría quema por completo la escoria”. Encima, es divertido y no cuesta dinero. Desde 2005 la organización otorga cada año un premio de un millón de dólares a la persona que haya tenido una gran idea dirigida a cambiar el mundo. En 2014, lo ganó Charmian Gooch con un deseo muy contemporáneo: acabar con la corrupción. Gooch, al mando de Global Witness desde 1993, trabaja para revelar quien está detrás de las sociedades anónimas de todo el planeta y desenmascarar a los personajes que mueven los hilos de estas corporaciones que, amparándose en su invisibilidad, financian guerras y cárteles de droga, saquean Estados o destruyen el medioambiente.

Tu lenguaje corporal modela quién eres, de Amy Cuddy. Aquí.

Un millón para el mejor
En la edición de 2013, el premiado fue alguien con un perfil muy diferente: el educador hindú Sugata Mitra, cuyo sueño es construir una escuela en la nube –escuela virtual– en la que los niños se enseñen unos a otros. Mitra comprobó tras interesantes experimentos (colocó un ordenador en una pared de un barrio muy pobre de Nueva Delhi y vio con cámara oculta cómo los niños aprenden por sí mismos, si están motivados por la curiosidad y el interés de los compañeros), que niños oriundos de aldeas remotas que jamás habían tocado un ordenador, no solo son capaces de apañárselas para manejarlo, sino que se esfuerzan en aprender inglés para entender cómo funcionan los videojuegos.

Cómo los grandes líderes inspiran a la acción, de Simon 

Sinek. Aquí.

En 2010, por poner un tercer ejemplo muy distinto, el galardonado fue el mediático cocinero Jamie Oliver. ¿Su sueño? Revolucionar el mundo de la comida con el fin de animar a los niños y a las familias a alimentarse de forma saludable y a luchar contra la obesidad, una de las lacras del siglo XXI. Un montón de premiados y un montón de buenísimas ideas que pueden conocer al detalle en la web de TED.

Las importancia de las actitudes. Aquí.

 Cómo ser un conferenciante al estilo TED

CARMINE GALLO

1. Libere al experto apasionado que hay en su interior: la pasión y el dominio del tema son las bases para una presentación extraordinaria.

2. Cuente tres historias personales y conecte con el cerebro y el corazón del público. Haga que sus oyentes empaticen.

3. Practique, interiorice su discurso y conviértalo en una charla con amigos.

4. Ofrezca a su público algún dato nuevo e inesperado que sacuda sus ideas y ayude a que vean el mundo con ojos nuevos.

5. Brinde a los espectadores un momento asombroso que provoque una respuesta emocional intensa, de alegría, miedo o sorpresa.

6. Utilice el sentido del humor para que el público baje la guardia. Ojo: sea divertido, pero no se haga el gracioso.

7. No se extienda: 18 minutos es un lapso lo bastante largo para contar algo importante, pero no tanto como para aburrir.

8. Otorgue protagonismo a la imagen: una idea se capta mejor añadiendo algún impacto visual. Y olvide las listas…

9. Muéstrese tal y como es. Sea auténtico, abierto o vulnerable si se tercia. Debe resultar cercano.

Algo de historia

La iniciativa surgió hace 31 años, cuando el arquitecto y diseñador gráfico Richard Saul Wurman organizó, en 1984, el primer evento TED en Monterey, California. Descubrió al mundo los CDs, el ‘e-book’ y los gráficos en 3D. Pero, a pesar del interés que suscitó, a Wurman los números no le cuadraron. Seis años más tarde, y acompañado de Harry Marks, salió bien. Desde entonces, TED organiza tres eventos anuales fijos –TEDConferenceTEDActive yTEDGlobal– y otros ocasionales. Sus cuarteles están en Nueva York y Vancouver, desde donde se selecciona gente con buenas ideas capaz de comunicarlas en 18 minutos para brindar al público “un viaje intelectual y emocional”, según Chris Anderson, al mando de TED desde 2000.

Fuente: http://elpais.com/elpais/2015/09/24/buenavida/1443090443_828182.html

Nota para ver los subtítulos en español, si aparecen en inglés:
En la barra inferior del vídeo aparece un recuadro con puntos suspensivos, ... señala con el ratón y aparecerá un listado de idiomas, selecciona el español. También se puede hacer cambiando el enlace. Donde pone, al final del mismo, el signo igual y "en" se sustituye por "es" y se vuelve a actualizar la navegación.   

domingo, 15 de agosto de 2010

Apostasía

... Lo que me gusta del verano es que, con la modorra, se reduce la actividad social y uno se encuentra, de repente, con bastante tiempo para leer. Acabo de terminar, con algo de retraso, el ensayo que publicó Umberto Eco sobre la fealdad (Historia de la fealdad, Lumen 2007) y, más allá de los méritos que pueda tener el texto, me ha llamado la atención el que no ha quedado resaltado con suficiente fuerza algo que para mí es una evidencia: que se puede considerar al conjunto del arte contemporáneo, con muy pocas excepciones, como una apología de la fealdad.
Lo que supone el arte contemporáneo es, básicamente, una inversión radical de valores estéticos; un repetir, con las brujas de Macbeth, lo que es feo es bello, lo que es bello es feo (la frase también se cita en el libro). Si alguien tiene alguna duda, no tiene más que entrar en cualquier museo consagrado al arte contemporáneo y hacerse esta pregunta: ¿cuántas de las obras aquí presentes puedo considerar realmente bellas?
Eso nos llevaría a un cuestionamiento sobre la propia noción de belleza que todos los defensores de lo contemporáneo retorcerán hasta convertirla en su contrario. Pero no, no valen bellezas convulsas, ni tampoco bellezas diferentes. Por una vez me refiero sencillamente a ese ideal clásico, forjado por valores como la armonía, la simetría y la economía de medios, que siempre ha guiado al buen gusto. Y la respuesta, si uno es sincero consigo mismo, será finalmente: muy pocas o prácticamente ninguna.
...No pretendo hacer valoraciones, sino establecer una evidencia: que hoy en día el sentido de la belleza está prácticamente ausente de la producción de la mayoría de los artistas.
Una vez aclarado esto, uno puede echar un vistazo a su alrededor y constatar que el panorama es absolutamente desolador. La transgresión, que puede ser una virtud cuando la norma impera, acaba siendo mera tontería y mero sinsentido cuando se convierte en la norma. Y para constatar que es así, no hace falta irse muy lejos. Casi todos los artistas en cualquier coloquio repiten hoy en día el credo posmoderno: que hay que alejarse de los cánones clásicos; que el rol del creador es innovar y romper tabúes.
Pero, ¿qué queda por hacer de nuevo, que no se haya intentado ya mil veces? ¿Y qué tabúes quedan por romper que no hayan sido rotos? La respuesta, una vez más, es que prácticamente ninguno. Y yo, que por otra parte soy el primero en defender que el arte debe ser un territorio de libertad absoluta, me encuentro últimamente hastiado y aburrido por esta imperante normativa artística que nos impele a ser cuanto más asquerosos y más hirientes y transgresores mejor.
En definitiva, creo que ha llegado el momento de cambiar de rumbo. Yo no sé si lo podré hacer, y seguramente la mayor parte de la gente que ha crecido conmigo en este caldo ideológico/estético finisecular tampoco; y desde luego no animaré a quien tenga el odio metido en el cuerpo a no dar rienda suelta a sus pulsiones más destructivas, si eso le ayuda como terapia (el arte, a fin de cuentas, tiene que estar al servicio en primer lugar de los artistas). Pero sí animo a los creadores jóvenes a tomar conciencia de la nueva situación y a posicionarse, con pleno conocimiento de causa, en el panorama actual. Y sobre todo, en unos momentos como estos, a no repetir como papagayos las cada vez más manidas premisas posmodernas.
Antes de escribir una Historia de la fealdad, Eco escribió una Historia de la belleza. Y estoy convencido de que, al final de sus días, hasta un posmoderno incorregible como él, cuando mire atrás preferirá recordar todo lo que encontró hermoso, y no todas las fealdades contemporáneas. Leer más. José Ángel Mañas, Babelia 14/08/2010