Mostrando entradas con la etiqueta Nagasaky. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Nagasaky. Mostrar todas las entradas

martes, 11 de agosto de 2015

70 años del holocausto atómico Hiroshima-Nagasaki: las verdaderas razones. Ross Harrold

Los días 6 y 9 de agosto de 1945, en unos segundos, fueron aniquiladas las vidas de al menos 150 000 japoneses. Las semanas y meses posteriores, decenas de miles murieron aún, a menudo en medio de atroces sufrimientos...

Hoy, igual que entonces en el campo de los aliados, hay aún políticos y "expertos" que afirman que, a pesar del horror, los bombardeos eran necesarios para evitar la muerte de centenares de miles de soldados y civiles en una guerra muy larga. Este argumento es falso y oculta las verdaderas motivaciones del gobierno americano.

"Hacer una demostración de fuerzas"

En agosto de 1945, replegado a sus principales islas y Manchuria, Japón no era ya capaz de ofrecer una resistencia consecuente. Ocho millones y medio de japoneses habían abandonado sus ciudades. La producción de guerra se había reducido al mínimo. En las refinerías de petróleo la producción había sido reducida un 83%, la producción de motores de avión el 75%, la de las cabinas de avión un 60%. Seiscientas fábricas importantes habían sido destruidas y el 90% de sus navíos habían sido hundidos.

Un estudio realizado por el ejército americano tras la guerra concluía que, incluso sin las bombas, Japón habría capitulado ciertamente antes del 31 de diciembre, quizás incluso antes del 1 de noviembre. En sus memorias, el general Eisenhower hablará de su "convicción de que Japón estaba ya derrotado, de que el bombardeo era completamente inútil" y que "la utilización de una bomba (no era) necesaria para salvar la vida de americanos". Más adelante, añade que el general MacArthur (el oficial de mayor graduación en el teatro de operaciones del Pacífico) "pensaba que el bombardeo era completamente inútil desde un punto de vista militar". En fin, los Estados Unidos habían conseguido descifrar los códigos de comunicación japoneses y sabían que Japón intentaba negociar y que incluso contemplaba la posibilidad de rendirse.

Algunos analistas evocan el argumento de que, tras haber gastado sumas colosales para desarrollar la bomba, había que utilizarla o que el disparar las bombas permitía observar el impacto, en situación real, de esta nueva arma. Por otra parte, si las dos ciudades no habían sufrido los bombardeos "clásicos" infligidos a otras ciudades japonesas...¿era para medir mejor los efectos de la bomba atómica?

Es completamente posible que tales cínicos argumentos hayan influido en la decisión. En una conversación con el presidente Truman el 6 de junio de 1945, el Ministro de asuntos exteriores, Henry Stimson dice: "Temía que antes de estar preparada, el Ejército del Aire hubiera destruido de tal forma Japón que el nuevo arma no gozara de una situación suficientemente creíble para mostrar su fuerza". Frente a esta observación, el presidente "se ha reído diciendo que comprendía". En fin, en materia de cinismo y de brutalidad, los aliados habían mostrado ya su capacidad de aterrorizar a las poblaciones civiles con armas clásicas, en Dresde y en Tokyo (entre 80 000 y 100 000 muertos en cada ciudad).

El reparto del botín

Pero la razón de fondo se encuentra en la rivalidad entre las diferentes potencias, en particular entre los Estados Unidos y la URSS, la potencia emergente. Durante la guerra, los EE UU y la URSS, así como Gran Bretaña y Francia, tenían necesidad de ayudarse mutuamente para derrotar al imperialismo alemán y al japonés. Pero la rivalidad no estaba nunca muy lejos, como mostró el rechazo de los aliados, en un primer momento, a abrir un segundo frente al oeste, contentos como estaban de ver a Alemania y la URSS debilitarse mutuamente en un duelo sangriento.

Por el contrario, a medida que Alemania y Japón retrocedían, se hacía cada vez más urgente ponerse en la mejor posición para repartir el botín que correspondería a los vencedores al final de la guerra: el reparto de Europa y del Medio Oriente, así como de Asia.

Así, en la conferencia de los aliados en Potsdam en febrero de 1945, la URSS se comprometió a que tres meses después de la derrota de Alemania, invadiría la Manchuria ocupada desde 1931 por Japón.

A cambio de la intervención de sus tropas, Stalin reivindicaba la ocupación de las islas Kuriles, la ocupación de Manchuria y el reparto del Japón. Pero la puesta a punto de la bomba atómica y su prueba exitosa el 16 de julio (la conocida como Prueba Trinity ndr) cambió la situación. Capaces ahora de precipitar la rendición de Japón por el terror, los EEUU podían prescindir de la ayuda de la URSS y evitar así estar obligados a concederle demasiado. Stalin, funcionando con la misma lógica, se precipitó a invadir Manchuria dos días después de Hiroshima, y entregarse a un saqueo en regla de ese país al final de las hostilidades, aunque no pudiera ya pretender un reparto del Japón. ¡Los japoneses se rendían a los americanos, no a los rusos!

La guerra fría no iba a tardar en llegar...

La "peste atómica", ¡nunca más!

El periodista australiano Wilfred Burchet fue el primer corresponsal occidental en llegar a Hiroshima un mes después de la explosión: "Hiroshima no se parece a una ciudad bombardeada. Se tiene la impresión de que un rodillo compresor gigantesco haya pasado por la ciudad hasta hacerla desaparecer. En el primer terreno de ensayo de la bomba atómica, veo la devastación más terrible y la más espantosa después de cuatro años de guerra. Los campos de batalla del Pacífico parecen el jardín del Edén en comparación con esto (...). En el hospital he encontrado personas que no han sufrido ninguna herida al caer la bomba pero que mueren actualmente de secuelas turbadoras.

En Hiroshima, treinta días después de la primera bomba atómica que destruyó la ciudad e hizo temblar al mundo, personas que no había sido alcanzadas durante el cataclismo están aún muriendo de forma misteriosa, horriblemente, de un mal desconocido para el que no hay otro nombre que el de peste atómica. Sin ninguna razón aparente, se debilitan. Pierden el apetito. Pierden el pelo. Aparecen manchas azules en su cuerpo, luego comienzan a sangrar por las orejas, la nariz y la boca.

Al comienzo los médicos me decían que pensaban que eran los síntomas de un debilitamiento general. Ponían inyecciones de vitamina A, pero los resultados eran horribles. La carne comenzaba a pudrirse alrededor del agujero dejado por la aguja de la jeringuilla. En todos los casos la víctima moría".

 Fuente original:

http://npa2009.org/idees/hiroshima-nagasaki-les-veritables-raisons 

Traducción: Faustino Eguberri para VIENTO SUR

martes, 7 de julio de 2015

Mitchie Takeuchi and Miyako Taguchi: Second-generation survivors of the atomic bomb. Segunda generación superviviente de las bombas atómicas.

Mitchie Takeuchi

Abstract 

 Mitchie Takeuchi’s mother and grandfather survived the atomic bombing of Hiroshima 70 years ago. Miyako Taguchi’s parents survived the bombing of Nagasaki three days later. Takeuchi and Taguchi both are part of the second generation (and in Takeuchi’s case also the third generation) of hibakusha—the Japanese term for people who were exposed directly to one of the two bombings or their radioactive fallout or who were exposed while still in their mothers’ wombs. Although many hibakusha have been reluctant or unwilling to discuss the bombings with their children, some have not only talked about their experiences with family members but also become active in groups such as Hibakusha Stories—which brings survivors into New York City schools to discuss their experiences with students. In this pair of interviews, Takeuchi and Taguchi talk about what it’s like to be the child of a survivor and why they feel a responsibility to share their family stories and to speak out about nuclear weapons.

Resumen

La madre y el abuelo de Mitchie Takeuchi sobrevivieron al bombardeo atómico de Hiroshima hace 70 años. Los padres de Miyako Taguchi sobrevivieron al bombardeo de Nagasaki tres días después. Takeuchi y Taguchi forman parte de la segunda generación (y en el caso de Takeuchi también de la tercera) de hibakusha, el término japonés que se utiliza para referirse a las personas que estuvieron expuestas directamente a uno de los dos bombardeos o a su lluvia radiactiva, o que estuvieron expuestas mientras aún estaban en el vientre de sus madres. Aunque muchos hibakusha se han mostrado reacios o no han querido hablar de los bombardeos con sus hijos, algunos no solo han hablado de sus experiencias con miembros de la familia, sino que también participan activamente en grupos como Hibakusha Stories, que lleva a los sobrevivientes a las escuelas de la ciudad de Nueva York para hablar de sus experiencias con los estudiantes. En este par de entrevistas, Takeuchi y Taguchi hablan de cómo es ser hijo de un sobreviviente y por qué sienten la responsabilidad de compartir sus historias familiares y de hablar abiertamente sobre las armas nucleares.

El abuelo de Mitchie Takeuchi, Ken Takeuchi, era el presidente del Hospital de la Cruz Roja de Hiroshima en el momento del bombardeo atómico del 6 de agosto de 1945. Cuando su hija, Takako, fue a buscarlo al centro de la ciudad tres días después del bombardeo, ella también estuvo expuesta a la lluvia radiactiva. Ambos se convirtieron en hibakusha, el término japonés para los sobrevivientes de la bomba atómica.

Los padres de Miyako Taguchi, que aún no se conocían, vivían en Nagasaki cuando Estados Unidos bombardeó la ciudad el 9 de agosto de 1945. Ellos también se convirtieron en hibakusha.

Hibakusha se traduce como "personas afectadas por la bomba". Según la ley japonesa, incluye a las personas que estuvieron expuestas directamente a una bomba atómica o a su lluvia radiactiva, así como a las personas que estuvieron expuestas mientras aún estaban en el útero de sus madres. Pero las bombas también afectaron a personas nacidas años después, y no solo porque la radiación puede causar mutaciones genéticas que pueden transmitirse a la siguiente generación. Los hijos de los hibakusha también heredan los recuerdos de familias marcadas por la guerra atómica, y algunos se convierten en los portadores de las esperanzas de sus padres de un mundo sin armas nucleares.

La casualidad pareció desempeñar un papel importante a la hora de determinar quiénes sobrevivieron a los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki. Y fue sólo por casualidad que Mitchie Takeuchi y Miyako Taguchi se involucraron con Hibakusha Stories, un grupo que lleva a los hibakusha a las escuelas de la ciudad de Nueva York para compartir sus experiencias con los jóvenes. Una amiga le pidió a Takeuchi que ayudara como intérprete para el grupo y ella recuerda haberse presentado en una reunión donde mencionó que "por casualidad" provenía de una familia hibakusha en Hiroshima. Taguchi también se involucró con el grupo por pura casualidad; se encontró con una amiga que recordaba la historia de su familia y la invitó a una reunión. Ahora ambas mujeres participan activamente en el trabajo de educación para el desarme.

Takeuchi es la fundadora de Arc Media, Inc. y ha estado trabajando con empresas japonesas como consultora de desarrollo de nuevos negocios y marketing durante 25 años. También colabora habitualmente con el periódico japonés Nikkei Sangyo Shimbun, donde ofrece una perspectiva empresarial desde Estados Unidos, y fue productora de la serie de televisión estadounidense-japonesa Japan Today. Cuando era adolescente en Hiroshima, Takeuchi fue voluntaria en el Centro de Amistad Mundial, una comunidad de paz fundada por la activista cuáquera Barbara Reynolds; Takeuchi ayudó a la directora residente estadounidense, Leona Row, de la Iglesia de los Hermanos, a desarrollar un programa de traducción y a publicar la versión en inglés del libro de 1977 Unforgettable Fire: Drawings by Atomic Bomb Survivors.

Taguchi también tiene una carrera exitosa en la ciudad de Nueva York. Es la fundadora de Miyako i Studio y una diseñadora gráfica consumada que ha hecho importantes contribuciones a diversos proyectos (desde impresión y embalaje hasta diseño de escaparates) para numerosas empresas de Fortune 500 durante más de 20 años. Tiene una fuerte creencia en el poder del arte. Recibió el título de Corresponsal de Paz de Nagasaki de la ciudad de Nagasaki en 2014.

La editora colaboradora Dawn Stover habló recientemente con ambas mujeres. A continuación se presentan algunos extractos de esas conversaciones sobre la segunda generación de hibakusha.

BAS: Su abuelo estaba a cargo del mayor centro médico de Hiroshima. ¿Estaba en el hospital cuando cayó la bomba?
Mitchie Takeuchi: Sí. Dos días antes de que se lanzara la bomba atómica, mi abuelo convocó al personal médico de mayor jerarquía para decirles que empezaran a trabajar a tiempo, a las 8 a.m. Hacía calor y había humedad, e Hiroshima era una de las pocas ciudades importantes que los bombarderos estadounidenses aún no habían atacado, por lo que la gente de Hiroshima tenía mucho miedo. A menudo recibían alertas de ataque aéreo en mitad de la noche, por lo que los miembros del personal estaban realmente exhaustos y tendían a llegar a trabajar más tarde de lo que se suponía. Como mi abuelo dio una charla motivadora sobre llegar temprano y hacer muchas cosas mientras todavía hacía frío, todos estaban en el trabajo antes de las 8:15 [cuando cayó la bomba]. Eso salvó muchas vidas. El hospital quedó devastado, pero su estructura exterior no quedó destruida porque era un edificio de hormigón macizo.

BAS: ¿Su abuelo resultó herido?
Takeuchi: Sí, una puerta pesada cayó sobre él y perdió el conocimiento. Cuando volvió en sí, se dio cuenta de que tenía muchos huesos rotos y cristales rotos por todo el cuerpo. Después de unos días pudo supervisar a su personal médico, que trabajaba frenéticamente. Muchos de ellos también resultaron gravemente heridos y algunos murieron. Fue un caos total.

BAS: ¿Cuál fue la experiencia de su madre?
Takeuchi: Ella vivía en un suburbio del norte de Hiroshima llamado Ushita. Tenía casi 19 años, vivía con sus padres y era soltera. Trabajaba en una fábrica militar ayudando en la guerra. Era obligatorio para los jóvenes en esa época. Cuando se lanzó la bomba atómica, su supervisor la instó a irse a casa de inmediato. Ella y algunos amigos volvieron a casa caminando, viendo llamas a lo lejos. Esa noche, mi madre y mi abuela se marcharon más lejos, para quedarse con unos amigos. Dos días después, mi madre, que era hija única y estaba muy unida a su padre, decidió ir al centro de la ciudad a buscarlo. No puedo imaginar lo que debió ver de camino al hospital. “Ah, pobre gente, qué triste fue”, me dijo años después, pero no dijo mucho más. La gente con quemaduras graves y heridos llegaba al hospital porque la ciudad estaba arrasada y la gente podía ver el edificio de la Cruz Roja todavía en pie. Mi madre encontró a su padre en esa cama de hospital y se quedó allí con él unas semanas para cuidarlo.

BAS: ¿Tu madre enfermó?
Takeuchi: Debido a su exposición a la radiación, tenía un certificado que reconocía que era una hibakusha. No era la persona más sana. A menudo se cansaba fácilmente y tenía que descansar. Y ahora puedo ver que debía estar sufriendo de depresión. Tenía cambios de humor y se abrumaba con bastante facilidad. Cuando había mucho estrés, le costaba mucho lidiar con él. Ella se cerraba en banda y no quería tratar nada, ni siquiera sus hijos.

BAS: ¿Tu familia habló sobre el bombardeo mientras crecías?
Takeuchi: Mi abuelo tenía una posición importante y por eso no se le permitía hablar de ello abiertamente en público. Creo que debe haber tenido algo que ver con el código de prensa aplicado por la autoridad de ocupación aliada. Él falleció cuando yo estaba en el instituto, así que nunca llegamos a hablar de ello.

BAS: ¿Y qué me dice de su madre?
Takeuchi: Yo no era consciente de la catastrófica experiencia que vivió mi madre. Era una persona muy sensible. Puedo entender por qué no podía hablar de la devastadora condición de las personas que sufren. Ella respetaba mucho el trabajo de su padre; incluso durante ese período catastrófico, cuando él resultó gravemente herido, seguía ayudando a la gente y trabajando duro. Esa es una historia positiva de nuestra familia. Pero cada vez que le preguntaba: “Entonces, ¿qué vio? Eso debe haber sido terrible”, ella decía: “No quiero hablar de eso”. Simplemente no podía recordarlo o verbalizarlo. Creo que la mayoría de las personas que experimentaron bombas atómicas permanecieron en silencio.

BAS: ¿Se debió parte de esa reticencia a la estigmatización que sufrieron los sobrevivientes de las bombas?
Takeuchi: Sí, creo que esa debe haber sido una razón importante, junto con la dificultad impensable que tuvieron que atravesar para reconstruir sus vidas. Además, los japoneses tienden a ser muy estoicos; Se esfuerzan por no quejarse, pase lo que pase. Estoy seguro de que mucha gente no quiso hablar de sus dificultades, porque sobrevivieron mientras mucha otra gente moría.

BAS: ¿Algún miembro de su familia sufrió alguna estigmatización como hibakusha?
Takeuchi: Supongo que mi madre prefirió no hablar de ello en parte por la posible discriminación que podían sufrir sus hijos. Pero si vivía en Hiroshima o Nagasaki, la discriminación no era tan evidente como si viviera en otra ciudad.

BAS: ¿Hubo algún tipo de punto de inflexión que le hizo darse cuenta de la importancia de compartir la historia de su familia? 
Takeuchi: Empecé a trabajar con Hibakusha Stories por pura casualidad. Al principio me sentí un poco abrumado; hasta entonces no había abordado el tema de las armas nucleares. Pero cuando recordé mi infancia me di cuenta de que había estado rodeado de personas destacadas del movimiento antinuclear. En los últimos dos o tres años me he involucrado cada vez más. Aunque siento que la historia de mi familia no es la mía, me doy cuenta de que es nuestra historia, es decir, es la historia de todas las personas que se han visto afectadas por las armas nucleares. Mi familia tuvo una experiencia horrible pero única. Es mi responsabilidad compartirla con el mundo.

BAS: ¿No te considerabas activista cuando eras voluntaria en el Centro de Amistad Mundial cuando eras adolescente?
Takeuchi: Yo la apoyaba, pero no tenía una identidad propia como hibakusha. Estaba más interesada en el movimiento contra la guerra de Vietnam que en lo que estaba sucediendo en mi propio patio trasero. Mucho después, a través de Hibakusha Stories, conocí a dos mujeres poderosas, Setsuko Thurlow y Reiko Yamada, activistas de toda la vida que fueron a mi alma mater, Hiroshima Jogakuin. Ambas vivieron la bomba atómica. Ambas son muy fuertes y maravillosas. Realmente me conecté con ellas; estas mujeres parecían raíces japonesas que yo había perdido.

BAS: Tu abuelo era pintor y cirujano. Después de que su casa fuera destruida por el bombardeo de Hiroshima y se recuperara de sus heridas, pintó varias escenas de la aldea de Nukushina, donde él y su familia pasaron un tiempo tranquilos en una casa proporcionada por otra familia. ¿Por qué cree que se centró en pintar la vida del pueblo y la naturaleza?
Takeuchi: Mi abuelo hizo esos dibujos entre 1946 y 1948, mientras todavía tenía un puesto en el Hospital de la Cruz Roja durante la época de reconstrucción. Mi madre recordaba que siempre que su padre volvía a casa del hospital, cogía su pincel y un poco de pintura y caminaba solo hacia el bosque o las tierras de cultivo, donde pintaba febrilmente. Mi madre dijo: “Como hija, sentí que mi padre debía estar pasando por momentos muy estresantes”. Creo que la pintura fue una especie de curación.

BAS: Cuando cuenta la historia de su familia a jóvenes que han crecido sin experimentar una guerra nuclear o incluso una gran amenaza de ella, ¿cómo responden?
Takeuchi: Hace poco hablé en el Lycée Français, la escuela francesa de la ciudad de Nueva York. Me sentí muy inspirado por la atención con la que escuchaban y el nivel de seriedad de las preguntas. Los estudiantes inmediatamente decidieron incluir el tema del desarme en su clase de debate. En los Estados Unidos, la gente no tiene muchas oportunidades de averiguar lo que realmente sucedió, por lo que la educación sobre el desarme es muy importante porque una vez que la gente se entera, se interesa mucho. Especialmente los jóvenes.

BAS: Como consultor de marketing y también colaborador de periódicos y productor de televisión, usted es un experto en comunicar información y mensajes. ¿Qué están entendiendo bien o mal los medios sobre las armas nucleares?
Takeuchi: Asistí a la marcha por la Paz y el Planeta el 26 de abril en la ciudad de Nueva York. Yo estaba empujando la silla de ruedas de Setsuko Thurlow, a quien le pidieron que estuviera al frente de la marcha con otros tres hibakusha en sillas de ruedas. Así que pude ver toda la escena de la prensa. No vi ninguna cadena estadounidense importante excepto Al Jazeera, y no he escuchado a NPR cubrir tanto la NPT RevCon [la Conferencia de Revisión del Tratado de No Proliferación Nuclear]. O la prensa pública.

La mayoría de los medios de comunicación, como la televisión japonesa, suelen cubrir temas importantes con más profundidad. Ni siquiera los llamados medios liberales parecen estar recogiendo este tema.

BAS: ¿Quizá sea porque la mayoría de los hibakusha viven en Japón?
Takeuchi: Quizás. Y también probablemente porque ningún presidente de los Estados Unidos se ha disculpado con Japón por lanzar la bomba atómica. Si alguno de ellos lo hubiera hecho, podría haber cambiado la narrativa errónea de que la bomba atómica era necesaria para poner fin a la Segunda Guerra Mundial. Si más estadounidenses entendieran que los japoneses estaban muriendo de hambre y a punto de rendirse, y que el ejército estadounidense se apresuró a utilizar las bombas atómicas antes de que eso sucediera, entonces tal vez la causa del desarme nuclear no tendría el estigma que tiene en los Estados Unidos. Es un tema del que nadie quiere hablar aquí, lo cual es una lástima porque hay tanta gente que dedica su vida a trabajar por la abolición de las armas nucleares.

***

BAS: ¿Qué les pasó a tus padres cuando bombardearon Nagasaki?
Miyako Taguchi: Mi padre tenía 18 años. El 9 de agosto de 1945 tuvo un problema en la pierna, así que se quedó en casa y no fue a trabajar. Estaba sentado en el porche, a dos millas de donde cayó la bomba. Vio la luz brillante y luego todo empezó a temblar y la gente gritaba y se produjo toda la destrucción. Él, su hermana y sus padres fueron a un refugio antiaéreo y caminaron entre los escombros. Más tarde, su familia abandonó la ciudad porque ya no podían vivir allí. Fueron a la ciudad natal de su madre para quedarse con unos parientes.

BAS: ¿Tu padre te contó sobre sus experiencias cuando eras niño?
Taguchi: Sí, pero no con detalles. Solo cuando los niños hacían cosas malas, como quejarse de la comida, les contaba la historia de lo terrible y miserable que fue después del bombardeo atómico. Mis hermanos y yo lo odiábamos y no le preguntaba mucho sobre su experiencia. Ojalá lo hubiera hecho.

BAS: ¿Ocurrió antes de que tu padre y tu madre se conocieran?
Taguchi: Sí, mi madre tenía sólo 12 años en ese momento. Vivía en Nagasaki, pero mucho más lejos del centro de la ciudad, junto al mar. Mi madre me dijo que su hermano menor estaba nadando en el momento de la explosión. Salió del agua, dándose cuenta de que algo iba mal, pero volvió a sumergirse porque el aire estaba demasiado caliente para quedarse. Perdió mucho pelo y tuvo fiebre alta después de eso. Sin embargo, mi madre no quiere hablar de su propia experiencia en absoluto.

BAS: ¿Te dijo por qué?
Taguchi: Porque es demasiado doloroso recordarlo. Mis preguntas desencadenan muchos otros malos recuerdos que a ella le gusta olvidar, pero no puede escapar de ellos, aunque yo sólo estoy tratando de entender lo que vivió, como su hija. Creo que es la misma razón por la que mi tía se niega a hablar de lo que ella y mi padre experimentaron en el momento del bombardeo atómico y después.

BAS: ¿Creciste entre recordatorios del bombardeo?
Taguchi: Sí, crecí muy cerca del epicentro. Éramos cristianos, así que solíamos ir a la catedral de Urakami. Es una de las iglesias más grandes de Japón y quedó totalmente destruida; todas las personas que estaban dentro murieron. Y el Parque de la Paz [de Nagasaki], no muy lejos de la catedral, es el lugar al que solía ir a jugar con mis amigos. Tenemos un museo de la bomba nuclear [el Museo de la Bomba Atómica de Nagasaki] allí que tiene fotos y materiales que encontraron después del bombardeo. Todos los años todos los estudiantes tenían que visitar ese museo. Recuerdo haber visto evidencias inefables del pasado de mi ciudad, como un trozo de ropa con un trozo de piel adherido y manchas de sangre. Me sentía mal cada vez que visitaba ese museo. Cada 9 de agosto teníamos que volver a la escuela y rezar juntos por la paz, aunque fuera durante nuestras vacaciones de verano. Las actividades por la paz para recordar a la gente que no olvide el horrible pasado fueron parte de mi vida desde que era pequeña.

BAS: Tuviste una vida familiar infeliz en algunos aspectos. ¿Fue eso debido a las cicatrices de la guerra atómica?
Taguchi: Mis padres se casaron de forma concertada. Yo no era feliz porque mi madre y mi padre nunca me demostraron afecto y mi padre no respetaba a mi madre, que sólo hacía las tareas domésticas y no ganaba ningún ingreso. Al principio pensé que se trataba de una discriminación al estilo antiguo, pero empecé a darme cuenta de que mi padre había tenido una vida muy dura. Después de la guerra perdió a su padre y tuvo que mantener a toda su familia. Además, a mi madre le gustaba estudiar, pero tuvo que dejar de ir a la escuela secundaria después del bombardeo atómico porque su padre pensaba que era demasiado peligroso ir a la ciudad. Cuando empecé a escuchar los testimonios de los hibakusha en Hibakusha Stories, los rostros de los supervivientes empezaron a coincidir con los de mis padres, el chico de 18 años y la chica de 12. Empecé a entender cómo la guerra cambió la vida y el carácter de mis padres y lo duro que trabajaron para sobrevivir y ser justos a pesar de sus miserias y dificultades. Hasta entonces no había visto las profundas cicatrices de su juventud. Me pregunto si esa puede ser la razón de la dedicación extrema de mi padre al cristianismo y su negación total de todo lo absurdo y lo impráctico.

BAS: En Japón, los supervivientes de los bombardeos eran a veces estigmatizados. ¿Tus padres vivieron eso?
Taguchi: No lo creo, porque mis padres y sus familias son supervivientes. Pero recuerdo que una de mis compañeras de trabajo tenía un novio de otro estado y, después de que ella fue a ver a sus padres, rompieron. Sus padres no querían que su hijo tuviera una novia de Nagasaki que pudiera tener un bebé deforme.

BAS: ¿Te preocupaba eso?
Taguchi: Yo era consciente de la posibilidad, pero no me preocupé tanto. Afortunadamente, mi hermana tuvo tres bebés sanos.

BAS: Cuando escribes que los supervivientes de los bombardeos y sus familias siguen sufriendo hoy, 70 años después de los bombardeos, ¿te refieres a los efectos sobre la salud de la exposición a la radiación? ¿Hay otros tipos de sufrimiento que todavía se producen?
Taguchi: Creo que ambos. Creo que tenemos que conocer el riesgo de cáncer. Mi padre falleció a los 63 años. Siempre fue consciente de su estilo de vida saludable. No fumaba ni bebía y hacía ejercicio todos los días. De repente le detectaron un cáncer y al año siguiente falleció. Mi madre y mi tía sufrieron, tanto mental como físicamente, durante toda su vida. Muchos supervivientes viven con miedo porque tienen un mayor riesgo de contraer cáncer u otra enfermedad mortal. Y muchos supervivientes no quieren revelarlo por miedo a la discriminación y por sus problemas de salud.

BAS: ¿No hablar de ello les hace las cosas más fáciles o más difíciles?
Taguchi: Creo que es más fácil. No creo que les acerque a una cura. Recuerdo que mi tía dijo: “Ahora soy más feliz, así que, por favor, no preguntes más”.

BAS: ¿Eso hace que sea responsabilidad de la segunda generación hablar de estas cosas?
Taguchi: Creo que es una elección individual. No tenía ni idea hace cinco años. No tenía pensado hablar, pero escuché los testimonios de muchos hibakusha y los conocí personalmente a través de Hibakusha Stories. Creo que si hay una semilla dentro de ti y luego aprovechas la oportunidad que se te ofrece, puede que eso ayude a que esa semilla brote. Eso es lo que me pasó a mí, creo.

BAS: ¿Te consideras ahora un abolicionista nuclear?
Taguchi: Todavía no me veo así, porque preferiría ser un artista. Necesito profundizar en mí mismo para encontrar mi propia voz y mi propio valor en la vida. No puedo copiar el pensamiento de otras personas; de lo contrario, no sería una persona creativa. Esta responsabilidad de actuar y hablar a favor de la abolición nuclear es una de las cosas más importantes en mi vida y para la humanidad en general.

BAS: Como artista, ¿tiene alguna idea especial sobre cómo el arte puede transmitir la experiencia de la guerra?
Taguchi: No puedo describir lo poderosas que son las pinturas de los hibakusha. Creo que un pintor no necesita ninguna habilidad para el dibujo cuando tiene una imagen fuerte en mente y las emociones para realizar una pintura. Las proporciones corporales deformadas y las combinaciones de colores inusuales funcionan para darnos un mensaje inolvidable.

BAS: Cuando cuenta la historia de su familia, en particular a los estudiantes, ¿qué tipo de respuesta obtiene?
Taguchi: Al principio, los estudiantes son muy habladores y alegres, pero comienzan a estar tranquilos después de que comenzamos nuestras historias y adoptan una expresión muy seria. Al final, nos abrazamos y a veces lloramos. Creo que algunos estudiantes ven una superposición entre el sufrimiento y el dolor de los hibakusha y sus propias experiencias. Los hibakusha tienen alrededor de 80 años, por lo que hay una gran diferencia de edad entre los oradores y los estudiantes. Los estudiantes son un grupo diverso: hispanos, afroamericanos y asiáticos, así como estadounidenses blancos. Pero la gran diferencia de edad y las diferentes etnias no son nada cuando estamos compartiendo una historia poderosa que transmite emociones atemporales.

BAS: ¿Tiene mucho en común con los hijos de personas que han sobrevivido a otros eventos horribles, como el Holocausto?
Taguchi: Definitivamente. La abolición de la bomba atómica es solo uno de los muchos temas cruciales. Soy consciente de muchas inhumanidades que sucedieron debido a la guerra, la enfermedad, los desastres y razones políticas o culturales, y hay sobrevivientes de segunda generación de todas estas tragedias. No creo que pueda sentir exactamente el dolor que sufrieron mis padres, pero como hibakusha de segunda generación creo que siempre siento su dolor. Trato de sentir el dolor y asegurarme de preocuparme por otras personas que experimentan algún tipo de catástrofe y por su descendencia.

BAS: Cuando usted habla con la gente sobre la necesidad de abolir las armas nucleares, ¿se encuentra con algún argumento de que las armas y la guerra son un mal necesario o que la paz mundial es un objetivo ingenuo?
Taguchi: Recuerdo claramente que mi colega, que estaba embarazada cuando Estados Unidos invadió Irak, dijo: “Oh, Miyako, una guerra no es tan mala como crees porque también es un buen negocio”. No creo que recordara que soy hijo de sobrevivientes de la bomba atómica y que su país lanzó la bomba fatal sobre personas inocentes. Ella estaba embarazada y apoyó una guerra porque algunas corporaciones de Estados Unidos pueden hacer un buen negocio con la guerra. Desafortunadamente, muchas personas separan lo que dicen de su propia vida. Piensan que a ellos nunca les pasarán cosas malas, sólo a otras personas. Puede que sean los verdaderos soñadores.