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martes, 23 de enero de 2024

_- Naomi Klein: “Solo una renuncia de Biden puede frenar a Trump. Ha enfurecido a los jóvenes al apoyar el genocidio en Gaza”.

_- La ensayista, referente de los descontentos con la globalización, reflexiona en su nuevo libro sobre las realidades paralelas catapultadas por internet y recreadas en la política, en los medios y por la inteligencia artificial.


La escritora Naomi Klein, en Vancouver, en una imagen de julio de 2023.La escritora Naomi Klein, en Vancouver, en una imagen de julio de 2023.

La primera vez fue en 2011, en un baño público próximo a la acampada de Occupy Wall Street.

―“¿Has oído lo que ha dicho Naomi Klein?”, le preguntó una mujer a otra, indignada por unas críticas a la manifestación de ese día.

Klein, que las escuchó tras la puerta de uno de los cubículos y no había dicho nada al respecto, las corrigió al salir: “Me parece que estáis hablando de Naomi Wolf”.

Entonces, la confusión aún tenía cierto sentido. Ambas se llamaban Naomi y eran escritoras de izquierdas “de libros de grandes ideas”: feminismo, en el caso de Wolf, autora del éxito El mito de la belleza; los descontentos de la globalización, en el de Klein. Las dos eran judías de pelo largo moreno. Hasta sus parejas compartían nombre: Avram. Pero, después, Wolf se deslizó por el abismo de las conspiraciones, se hizo antivacunas, negacionista electoral, y empezó a aparecer en el programa de Steve Bannon, ideólogo del trumpismo y líder de la internacional nacionalpopulista. Cayó, como la Alicia de Lewis Carroll, en la madriguera, y la confusión trascendió el mero incordio hasta inspirar un poemilla que se hizo viral: “Si la Naomi es Klein / todo bien / si la Naomi es Wolf [pronúnciese Wulf] / uuuuf”.

Así que Klein (Montreal, 53 años) decidió durante la pandemia que debía escribir un libro a partir de “La otra Naomi”. Se titula Doppelganger, como cierto arquetipo de la literatura, no solo fantástica, que resulta de combinar en alemán Doppel (doble) y Gänger (caminante) y que Freud describió como “esa especie de miedo que parte de lo que antaño conocíamos bien, pero que de pronto se torna ajeno”. Editado por Paidós y traducido por Ana Pedrero e Ignacio Villoro, llega en español a las librerías.

Gracias a sus exitosos ensayos No Logo (1999), manifiesto contra la globalización corporativa, y La doctrina del shock (2007), sobre Milton Friedman y su recetas para el (capitalismo del) desastre, Klein se erigió en una de las voces más influyentes de la generación altermundialista del cambio de siglo, la que salió a las calles en Seattle, Génova y Porto Alegre, y volvió a hacerlo una década después para acampar en las plazas de Madrid a Nueva York. A la lucha contra la negación del futuro que trajo el cambio climático a los hijos de aquellos manifestantes dedicó Klein su activismo de la década siguiente (y los libros Esto lo cambia todo y En llamas, también en Paidós).

Doppelganger es otra cosa: una memoria personal e intelectual de la pandemia, una historia cultural sobre la idea del doble (de Doctor Jekyll y Mister Hyde a Vértigo o la magistral novela de Philip Roth Operación Shylock) y un tratado sobre la desinformación y cómo internet nos incita a crear nuestros propios clones para alimentar una cierta identidad de marca personal. Trata sobre ver cómo personas a las que creías conocer regresan radicalmente cambiadas de un día para otro de los rincones más oscuros de las redes sociales, y sobre quedarse “sin palabras” ante las teorías de la conspiración. El resultado es un brillante artefacto sobre el mundo en el que vivimos, con su difusión de la realidad y su abono para el extremismo, que no escatima críticas a la suficiencia de la izquierda y a la dialéctica del “nosotros contra ellos”.

La auténtica Naomi Klein estaba el jueves pasado poco después del amanecer esperando en el pintoresco puerto de Sechelt la llegada del único pasajero del hidroavión de línea que cubre el trayecto desde Vancouver. Estaba previsto que la entrevista se celebrara en la universidad de la ciudad canadiense, donde imparte una asignatura sobre justicia climática, pero hubo que reprogramar el encuentro debido a una tormenta de nieve.

Klein se mudó desde Estados Unidos junto a su esposo y su hijo a este remoto rincón de la costa sur del Pacífico canadiense durante la pandemia para “estar cerca de sus padres”. Fue entonces cuando empezó a obsesionarse con su doble, y a recibir clases de escritura. “Doppelganger”, explicó al volante de su 4X4, que condujo por carreteras nevadas, “surgió del deseo de escribir diferente. Estaba aburrida de la no ficción tradicional y deprimida de lo que esta era capaz de lograr. No me veía con fuerzas para hacer otro libro-alerta sobre que solo nos quedan cinco años para evitar la catástrofe climática”.

PREGUNTA. De la creadora de eslóganes como “no logo” o “capitalismo del desastre”, llega ahora el “mundo del espejo”. ¿Cómo lo define?

RESPUESTA. Tiene que ver con el concepto del doppelganger. Hemos creado una suerte de partición de la sociedad, una línea divisoria entre “ellos y nosotros”. El mundo del espejo no es solo donde Bannon y Wolf viven con sus teorías de la conspiración, es también una dinámica que se ha establecido entre el centro-izquierda y la derecha alternativa. Son como realidades paralelas, con medios, editoriales, redes y discusiones que discurren sin tocarse. Se reflejan, pero no se cruzan.

“Ciertas ideas del movimiento antiglobalización han sido absorbidas por la extrema derecha para retorcerlas”

P. ¿Como uno de esos espejos de la comisaría para ver sin ser visto?
R. En cierto modo. Bannon y los suyos observan a la izquierda, estudian a quién dejan atrás y qué argumentos conviene absorber para su proyecto político. Es parecido a lo que hace Georgia Meloni, en Italia.

P. O Vox, en España.
R. Son todos parte de la red internacional de Bannon. Vengo de los movimientos antiglobalización, y me llama mucho la atención cómo ciertas ideas nuestras han sido absorbidas por esa extrema derecha para retorcerlas. Señalan entre sus enemigos a los globalistas, los bancos o las compañías tecnológicas, pero no desde la crítica anticorporativa, sino para atacar a los migrantes, a los vulnerables. Recogen argumentos abandonados por el centro y la izquierda para absorberlos en provecho de la agenda fascista. Bannon me interesa como síntoma de un cambio sísmico en la derecha del que forma parte Trump. Como cerebro de una operación internacional, ha superado a la izquierda estadounidense, tan provinciana. No saben mirar más allá de la frontera.

P. Todos conocemos a alguien que cayó por la madriguera y que vuelve irreconocible, atiborrado de teorías conspirativas. 
 R. Hay un cierto engreimiento de la izquierda cuando recurre a esa imagen. Dicen: “No, nosotros no hemos caído por la madriguera, la realidad está de nuestra parte, estamos comprometidos con la libertad, con la ciencia”. En el fondo, es una distracción pensar que se está en el lado correcto del espejo. Por eso también hablo en el libro de las “zonas de sombra”, a las que preferimos no mirar, pero que demuestran que vivimos en un mundo basado en la explotación, la contaminación y el colonialismo, y que nadie es inocente. En los días de No logo, se trataba de llamar la atención sobre algo inadvertido. Ya no podemos fingir que no tenemos toda la información.

P. ¿Y qué demonios pasó con la realidad?
R. Me hace gracia la pregunta de qué es la realidad. Se la hice al escritor ojibwe Jesse Wente. Me dijo: “La realidad es una montaña”. Tal vez necesitemos volver a lo básico, porque ya no estoy segura de que Canadá sea real o de que el dinero lo sea. No sé lo que es la realidad, pero sé que las montañas son reales.

P. En su investigación, viajó a las catacumbas de internet. Escribe: “Los teóricos de la conspiración se confunden en los hechos, pero aciertan con las emociones”. ¿Entendió por qué la gente acaba absorbida por el agujero? ¿Le tentó dejarse caer?
R. Las teorías de la conspiración satisfacen un impulso de entender, aunque las razones sean incoherentes. Es natural que la gente busque respuestas. Yo misma las busco, dibujo mapas para explicar el mundo a partir de sistemas como el capitalismo o el colonialismo, porque esos sistemas lo explican mucho mejor que una conspiración que dice que los judíos, los chinos o los miembros del Club Bilderberg se reunieron en Davos para urdir una pandemia para enriquecer a las farmacéuticas. Ojalá fuera culpa de Bill Gates: sería más fácil resolver los problemas deshaciéndonos de él. Cuanto más estudias el capitalismo, más resistente te haces a las conspiranoias. La única forma de contrarrestar la cultura de la conspiración es reconocer que la gente tiene buenas razones para sospechar y sentirse traicionada. Necesitan un chivo expiatorio, y eso es peligroso. En momentos de gran quebranto colectivo, como los años treinta o ahora, la gente quiere explicaciones a por qué se torcieron las cosas. Si no llegan a un análisis que invite a buscar juntos una solución, empiezan los conflictos. Y la cosa se puede poner muy fea. Me parece que estamos en ese punto.

“Ojalá todo fuera culpa de Bill Gates, como dicen los conspiranoicos: sería más fácil resolver los problemas deshaciéndonos de él” P. Cuando alguien como Wolf se pasa al otro lado… ¿busca recuperar lo que perdió en este? John Milton decía: “Mejor reinar en el infierno que servir en el cielo”.
R. Hay algo perverso en saber constantemente qué de lo que vendes funciona. Todos estamos pendientes de esa retroalimentación inmediata en las redes sociales. En el caso de Wolf, creo que fue esencial el oprobio al que fue sometida tras la publicación de su libro de 2019 [Outrages, en el que interpretó erróneamente archivos sobre supuestas ejecuciones por sodomía en la Inglaterra victoriana]. Le quedó muy claro que nunca más iba a colocar otro ensayo en los cauces tradicionales. Pero lo cierto es que ha escrito dos más, más uno a medias con Bannon. Tal vez no te enteraste, porque sucedió en el mundo del espejo. No creo, con todo, que lo haga por dinero. Tiene que ser porque piensa que es lo correcto, aunque sea como parte de un delirio increíble.

P. ¿Cómo reaccionó a la publicación de Doppelganger?
R. Lo achacó a una conspiración para destruir su reputación, como si ella misma no la hubiera destruido sola. La conspiración es la siguiente: mi marido [el cineasta y periodista Avi Lewis, que en 2021 se presentó a las elecciones federales en Canadá] trabaja para empresas farmacéuticas, cuando en realidad se limitó a hablar en unos eventos para extender la cobertura de la sanidad universal en Canadá, que no es exactamente lo que las farmacéuticas desean. También descubrió que mi suegro fue el embajador de la ONU para el sida en África. Eso aparentemente lo convierte en agente de las farmacéuticas. Según esa teoría, ambos me pidieron que escribiera este libro para atacarla. No le hago mucho caso, aunque su marido me preocupa más: tiene más armas.

P. ¿Cree que es buena idea proscribir a gente de las redes sociales o que eso los hace más fuertes? Wolf se presenta a sí misma en X como “la que ha sido expulsada ocho veces y sigue teniendo razón”.
R. No es verdad que se pueda desplataformizar a alguien. No existe el poder de expulsarlos de todas las redes que existen. La derecha ha sabido cómo convertir esos vanos intentos en condecoraciones.

P. En el libro define las redes sociales como un “baño global asqueroso y poblado de gente”. En el caso de Twitter, el retrete es además propiedad de Elon Musk.
R. Desde que lo compró, es mucho peor. Parte del problema es que hemos dejado de confiar en los medios. Cuanto más nos fiamos de esas plataformas corporativas para obtener información, más se agrava ese problema.

P. Parece que una parte de la juventud ve la extrema derecha como algo excitante frente a la izquierda, aburrida y mojigata. Como quien disfruta más con un monólogo bestia de Ricky Gervais que con chistes políticamente correctos.
R. Es cierto, y es peligroso. Tiene que ver con la pasión censora de la izquierda, esa vigilancia del discurso y la crueldad que despliega cuando alguien se pasa de la raya. Podríamos hablar de la cultura de la cancelación, si no fuera un concepto tan cargado. No tengo duda de que a veces incorpora un cierto elemento de matonismo, que tiende a orillar a cualquiera que se salga de la raya. No soy la única persona en la izquierda a la que eso le preocupa. Puede que a esos jóvenes la izquierda les resulte asfixiante, un lugar en el que un error puede hacer que tus amigos se vuelvan contra ti, y que crean que la derecha es ese ámbito en el que es posible estar en desacuerdo, aunque no sea verdad. En ambos lados del espejo hay control, pero creo que la derecha aprovecha mejor esa estrategia para sumar gente a su causa. Ojalá en la izquierda pensáramos más en cómo engordar nuestras filas en lugar de en cómo depurarlas. Ese es parte del problema de las universidades, donde se ha normalizado cancelar discursos de personas con las que no estás de acuerdo. El discurso sobre Palestina está ahora siendo severamente restringido. Y libramos esa batalla por la libertad de expresión con una mano atada, porque las mismas personas que dicen que no se censure ese discurso intentaron cancelar a [el pensador conservador canadiense] Jordan Peterson hace unos meses. Hoy basta que alguien que se considere una víctima se sienta mal para que algo ya no se pueda decir. Esa política de la diferencia está sirviendo para censurar cantos como “Desde el río hasta el mar” o la exhibición de banderas palestinas en los campus.

P. Visto en perspectiva, el principio de la pandemia fue una ilusión para quienes creían que íbamos a salir mejores de ella. Mientras, en el otro lado del espejo se iban cargando de odio por las mascarillas o las vacunas. Total: salimos peores.
R. Hubo algo de belleza, y al mismo tiempo destapó nuestras contradicciones: aplaudíamos a los sanitarios, pero acumulábamos papel higiénico. El problema con el capitalismo es que nos mantiene en un estado de pánico, escasez e inseguridad, y alienta nuestro egoísmo. Por eso creo en trabajar para cambiar ese sistema. No hay un futuro si mantenemos el statu quo; las cosas tendrán que cambiar, y están cambiando. A diferencia de mis libros anteriores, Doppelganger no tiene tan claro su enemigo; podría ser yo misma. Es un ensayo más íntimo. Es una amenaza tanto o más grave que la de cualquiera de mis otros libros o incluso que todos ellos juntos. Y es una historia de terror.

“El problema con el capitalismo es que nos mantiene en un estado de pánico, escasez e inseguridad, y alienta nuestro egoísmo” P. La pandemia fue el shock definitivo, y, al mismo tiempo, ese momento en el que la extrema derecha se apropió de sus teorías de La doctrina del shock para afirmar que, como en Chile en los 70 o tras el huracán Katrina, el poder se estaba aprovechando de nuestros miedos para introducir cambios de calado…
R. Fue como vivir una experiencia extracorpórea. Pero la doctrina del shock continúa. En la Argentina de Milei o tras los incendios de Maui de este verano, que se usaron para engordar el mercado inmobiliario. Y pasa ante nuestros ojos en Israel.

P. ¿Se está cometiendo un genocidio en Gaza, como defiende Sudáfrica ante el Tribunal Internacional de Justicia?
R. Me parece que manejan un caso muy robusto. El mayor argumento son esos funcionarios israelíes hablando públicamente de despoblar Gaza y de la necesidad de reasentar a cientos de miles, si no millones, de palestinos. Si eso no es una limpieza étnica, no sé lo que es. Lo que está haciendo Israel es el ejemplo más claro y violento de la doctrina del shock que quepa imaginar: tenemos a un gobierno de extrema derecha con planes explícitos y esperanzas de despoblar Cisjordania y específicamente Gaza, que siempre ha sido la mayor amenaza demográfica para la idea de una mayoría judía. Emplearon inmediatamente el 7 de octubre para impulsar sus sueños y ambiciones más radicales. Ojo, no estoy diciendo que fuera una conspiración, sino una op_ortunidad para un grupo de personas extremadamente oportunistas. Y sí, creo que toda esa operación se ajusta a la definición de genocidio.

P. En Doppelganger cuenta una vista suya a Gaza, en la que fue hostigada por el ejército israelí. ¿Le sorprendió el ataque del 7 de octubre?
R. Fue una sorpresa para todos, también para Netanyahu. Porque había estado allí y conozco la arquitectura [de la ocupación], entendí por qué hubo quien lo equiparó con la fuga de una prisión. Por supuesto, me horrorizó ver el alcance de la masacre de Hamás. Como alguien que ha sido parte de los movimientos de solidaridad palestina durante mucho tiempo, sé lo importante que es para Palestina que el derecho internacional signifique algo; de eso trata el caso de Sudáfrica. Esas convenciones son tan poderosas como la fuerza moral tras ellas. Por eso me preocupó también en esos días ver a algunas personas de izquierda hablar con indiferencia sobre las violaciones del derecho internacional [de Israel]. Escribí sobre eso, y me atacaron. No era la primera vez, pero sí la primera en que esos ataques provenían también de la izquierda.

P. ¿Está creciendo el antisemitismo en Norteamérica?
R. Crecen todos los discursos del odio. La derecha usa el verdadero antisemitismo como arma, para justificarse. Escucho a judíos mayores convencidos de que tienen a la turba a la puerta de casa. Creo que les meten ese miedo para que apoyen a Israel acríticamente.

P. Trump ha firmado una victoria aplastante en el inicio de las primarias. ¿Hay algo que pueda interponerse en su camino hacia la Casa Blanca?
R. Honestamente, solo una renuncia de Joe Biden. Ha enfurecido tanto a los votantes jóvenes al apoyar el genocidio de Israel en Gaza, que dudo de que pueda ganar. Por no hablar de los electores árabes en Estados clave como Míchigan y Pensilvania.

“No conozco a nadie que no se sienta frustrado por todo lo que tiene que hacer para alimentar su imagen en internet”

P. Al releer No logo, hay ideas que ahora suenan naíf. No tanto por culpa del libro como de la brutal evolución del turbocapitalismo. Escribió sobre el poder de las marcas, pero no vio que todos acabaríamos convertidos en una.
R. Era algo que les empezaba a pasar a los famosos. Entonces parecía ridículo pensar que todos podríamos cultivar nuestra marca. ¿Cómo? ¿Poniendo anuncios en el periódico? No existían Instagram o TikTok. Y míranos ahora: no conozco a nadie que no se sienta frustrado por lo que tiene que hacer para alimentar su imagen en la Red. Esto está teniendo un impacto profundo en nuestra comprensión de lo que es la vida o para qué sirven las amistades.

P. Lo que era imposible de prever es el auge de películas sobre marcas, de Air a Tetris, y que una de ellas, Barbie, se colocara en el centro de un debate cultural de aparente calado sobre feminismo.
R. Barbie es como un subidón de azúcar. A todos nos gusta mientras sucede. Pero luego te sientes mal, avergonzada, con una resaca Barbie. Todas esas películas que planea hacer Mattel… me recuerdan a la inteligencia artificial, otra expresión de nuestra era de doppelgangers: es una máquina de duplicación y mimetismo, que remezcla la cultura de una manera que puede parecer innovadora, pero no lo es.

https://elpais.com/ideas/2024-01-21/naomi-klein-solo-una-renuncia-de-biden-puede-frenar-a-trump-ha-enfurecido-a-los-jovenes-al-apoyar-el-genocidio-en-gaza.html

jueves, 9 de julio de 2020

Conversación entre Angela Davis y Naomi Klein. Imaginarios para salir del desastre

Angela Davis y Naomi Klein reflexionan sobre la oportunidad que la crisis del coronavirus representa para movimientos sociales e izquierdas. Cruzan las instantáneas del presente con otros momentos fundamentales de la historia. Vuelven a pensar otro mundo posible basado en menos represión, más activismo, imaginación y perspectiva feminista.

Angela Davis y Naomi Klein

Naomi Klein y Angela Davis se encontraron en una charla virtual organizada por The Rising Majority: “Coronavirus y construcción de un movimiento opositor”. Hubo más de 200 mil personas escuchando el vivo, en todo el planeta, en todos los horarios e idiomas, pero con una visión de mundo compartida. Hablaron de la crisis global, de la pandemia, de los feminismos, de los trabajos imprescindibles, del racismo, de las personas privadas de su libertad. Atravesadas por el acontecimiento reflexionaron sobre los desafíos que se vienen para los activismos y para la izquierda internacional en un escenario que nos impone la necesidad de desafiar los límites de la imaginación de lo posible.

Angela Davis es activista antirracista, anticapitalista e histórica referente de las luchas afro en los Estados Unidos a gravés de las Panteras Negras. Es autora de Género, raza y clase y ¿Son obsoletas las prisiones? Naomi Klein es activista anticapitalista y ecologista, cineasta y periodista. Escribió No Logo y La doctrina del Shock. Modera la conversación la activista Thenkiwe Mcharris.

THENJIWE MCHARRIS: Esta conversación intenta poner en común visiones transformadoras y nos invita a hablar de los cambios estructurales que necesitamos. ¿Qué nos dice esta crisis sobre el fracaso del capitalismo y sobre el riesgo de que el sistema aplique sus propias soluciones para afrontar el desastre?

NAOMI KLEIN: Esta es una crisis creada por el capitalismo. La pandemia misma es una expresión de nuestra guerra contra la naturaleza, de las enfermedades que vienen desde “lo salvaje” a la esfera humana porque nos estamos metiendo en ese plano de lo salvaje cada vez más. Estamos viendo cómo esta enfermedad se inserta en los sistemas inmunológicos débiles. Pero si tomamos distancia y ampliamos la perspectiva, vemos que nuestro sistema económico, dispuesto y construido en base a la voluntad de sacrificar la vida en beneficio de las ganancias, generó las condiciones previas para que esta crisis sea todavía más profunda, debilitando nuestro sistema inmune colectivo y generando las condiciones para que el virus se desarrolle de forma desenfrenada.

Esto se expresa de muchas maneras: a través de los sistemas médicos privados, en la denigración del trabajo de cuidado -al no brindar los equipos de protección adecuados-, y en la denigración de los trabajos de servicio: las personas que producen y entregan alimentos son tratadas como desechables. Todo ésto hace que el virus esté fuera de control.

Además, tenemos el capitalismo del desastre. Vemos lo mismo de siempre: frente a tanto dolor y necesidad, el oportunismo corporativo no se pregunta cómo aportar soluciones sino cómo puede enriquecerse aún más. Algunos ejemplos son las regulaciones ambientales suspendidas en China y en Estados Unidos en nombre de ayudar a la economía, y el impuesto a la regulación financiera. Esta declaración de intenciones impulsa crisis encubiertas, son ataques explícitos a nuestras democracias ya débiles. Entonces vemos a un Viktor Orban en Hungría, a Jair Bolsonaro en Brasil, a Benjamin Netanyahu en Israel, a Trump en Estados Unidos… Son lo mismo. Todos usan la autoridad para obtener mayor poder de vigilancia.

Naomi-y-Angela_02 ANGELA DAVIS: Al escucharte, Naomi, pienso en lo que pasa en Palestina, en lo que pasa en Siria y en Kurdistán, pienso en las poblaciones que están expuestas a situaciones de represión como respuesta fallida al Coronavirus.

THENJIWE MCHARRIS: Angela, durante años nos hablaste del sistema carcelario. ¿Podemos pensar la coyuntura desde una perspectiva abolicionista?

ANGELA DAVIS: Al analizar el impacto y los intentos para mitigar el virus, se pensó en la situación de las personas forzadas a mantenerse encerradas. Hubo preocupación por quienes quedaron confinados en cruceros. Pero deberían preocuparnos -y más, incluso- las personas que están en prisión o en centros de detención de inmigrantes. Acá, en Estados Unidos, las personas quedan detenidas por un período de uno a seis meses, no más de un año. Sin embargo, en este contexto, una sentencia de tres meses puede significar la pena de muerte. Aquí muchas organizaciones -Critical Resistance, No New Jails, All Of Us or None, Transgender Gender-Variant & Intersex Justice Project- piden la liberación de prisionerxs. En Estados Unidos hay 2.3 millones de personas tras las rejas. Pedimos, en particular, la liberación de lxs ancianxs. Y considerando que la cárcel acelera el envejecimiento, hablamos de mayores de 50. Las apelaciones también piden la liberación de lxs niñxs que están en institutos para menores.

Estaba leyendo un artículo de Mike Davisis en la “Jacobin”, donde menciona a la “corona-crisis” como un monstruo alimentado por el capitalismo. Dice que esta pandemia expande el argumento de que el capitalismo global parece biológicamente no sustentable por la ausencia de una infraestructura de salud pública global. Y afirma: “Tal infraestructura nunca existirá si los movimientos sociales no quiebran el poder de las grandes farmacéuticas y del sistema de salud privado”. La mirada abolicionista nos obliga a pensar de manera amplia y a recordar, por ejemplo, a aquellxs que no tienen casa. Incluso si se lleva a cabo la descarcelación de la cantidad de personas tras las rejas, muchxs sólo tendrán las calles como un lugar para refugiarse. Por lo tanto, también tenemos que pensar en el acceso a la vivienda y al alimento. Si Irán pudo liberar a 70 mil prisionerxs, es decir, un tercio de su población de detenidxs, los Estados Unidos deberían poder hacer lo mismo.

THENJIWE MCHARRIS: Esto nos lleva a la siguiente pregunta. ¿Cómo saber qué es posible transformar? ¿Cuánto más tenemos que involucrarnos?

NAOMI KLEIN: Se necesita de un gran compromiso. Recién estamos en la primera etapa de esta tremenda crisis. Una vez que reconocemos que estamos en una emergencia, el gran compromiso es posible. Ahora, por ejemplo: todos los que estamos compartiendo esta conversación seguramente pasamos nuestras vidas tratando de convencer al mundo de que el status quo nos llevaba al desastre. Estados Unidos no vio esta pandemia como una crisis. Lo dijo FOX News: que las personas mayores y las enfermas debían morir en silencio, en nombre del mercado. La única razón por la que ha habido una movilización de esta escala tiene que ver con los viajes geográficos que hizo virus, y que antes de golpear a Estados Unidos golpeó a sociedades con un tejido social más fuerte. Entonces tuvimos presidentes como el de China, y algunos del sur de Europa, que clausuraron sus economías para salvar vidas, y ésto venció las medidas de Trump que de alguna manera se vio obligado a tomar decisiones similares. La crisis abre el sentido de lo que es posible.

Naomi-y-Angela_03

Cuando escribí Doctrina del Shock, cité a Milton Friedman: “Solo un procedimiento real de crisis produce un cambio real, y cuando ocurre la crisis depende de las ideas que están por ahí”. Milton Friedman estaba enfocado en tener una infraestructura intelectual de preparación para desastres para la derecha, para las corporaciones, porque entendió que cuando el capitalismo produce su propia crisis y las injusticias del sistema quedan al descubierto, como sucedió durante la Gran Depresión, la izquierda tiene una gran oportunidad. Milton Friedman escribió una carta a Pinochet en los ´70, y le dijo: “Todo salió mal en su país, como en el mío en la década de 30, cuando la gente tuvo la idea de que podían hacer cosas buenas con el dinero de otras personas”. Entonces, en otras palabras, toda la estrategia que están desplegando para moverse tan rápido ante una crisis, para impulsar su lista de deseos es porque tienen miedo de que impulsemos la nuestra, tienen miedo de que exijamos exactamente aquello de lo que Angela ha estado hablando. Que vaciemos las cárceles, que exijamos casas para todxs, que digamos: “Esperá un minuto. ¿Ganaste 6 trillones de dólares? Podríamos tener un buen comienzo de un nuevo acuerdo verde con ese dinero”. Quiero decir, si podés pagarle a la gente para que se quede en casa, podés pagarle a la gente para que se vuelva a entrenar fuera del sector de los combustibles fósiles. Si las corporaciones están de rodillas pidiendo rescates, los sectores más contaminantes del planeta, compañías petroleras, compañías de gas, aerolíneas, compañías automotrices, de cruceros, significa que podemos tomar posesión de estos sectores, podemos bajarles un cambio si están en guerra con la vida en la tierra, podemos cuidar a sus trabajadores. Lo que necesitamos, para citar a mis colegas de The Leap, que es una organización que co-fundé, es patear puertas, abrirlas a la posibilidad radical tan a lo ancho y a lo largo como sea posible.

En esta crisis nos encuentra en una mejor posición que la de 2008, cuando la economía mundial colapsó y teníamos claro que nos veíamos obligados a pagar para salvar a los banqueros. Ocupamos las plazas y dijimos: “¡No!”. Pero en ese momento no impulsamos nuestras alternativas radicales con el coraje y con la fuerza suficiente. Esto es lo que debemos hacer ahora. Estoy tan inspirada por los trabajadorxs de Amazon, Hole Foods, Instacard, GI y los enfermeros. Todos son trabajadores de la primera línea pero su trabajo es denigrado y, literalmente, tienen que usar bolsas de basura para protegerse del virus. Es que así es como el capitalismo los ve, como basura. Pero ellos están de pie: “No, no somos basura. Nosotros sostenemos al mundo”. Esa es la energía que necesitamos para construir. Tenemos que ejercitar nuestro derecho a parar, a retener esa fuerza de trabajo. Necesitamos abrir la puerta de una patada, ¡y mantenerla abierta!

THENJIWE MCHARRIS: Debemos ser audaces y tener confianza pero también expandir la ronda de posibilidades en nuestra imaginación. Entonces, ¿cómo avanzamos hacia un mayor nivel de demandas?

NAOMI KLEIN: Es una carrera contra el tiempo porque todavía no vimos sus peores ideas. La gente en Gaza nos dice que son un laboratorio para el resto del mundo. Hoy, en Bombay, fueron diagnosticados los primeros casos de Corona, en un barrio marginal. Eso es preocupante por lo que dice Ángela sobre la imposibilidad de las personas para aislarse cuando no tiene dónde hacerlo. ¿Qué respuesta da un estado carcelario? Sella el barrio pobre, lo convierte en Gaza. Salvo que estemos ahí diciendo: “¡No! Todos tienen derecho a una casa, hay muchos hoteles vacíos”. Creo que veremos peores instantáneas que las que estamos viendo ahora.

THENJIWE MCHARRIS: Y vos, Angela, ¿qué crees que esta crisis nos está pidiendo?

ANGELA DAVIS: Estoy de acuerdo con Naomi: tenemos que pensar en las similitudes entre la década del 30 y ahora. Muchas personas se dan cuenta que el capitalismo no está preparado para responder a las necesidades de la gente y de otros seres de este planeta. El capitalismo global es responsable de la imposibilidad para abordar esta pandemia. También es responsable del gran número de personas en prisión, del alto costo de la atención médica, la vivienda y la educación. Las personas hoy tenemos la capacidad de darnos cuenta de que no tenía por qué ser así.

La crisis revela la naturaleza del capitalismo racial, el racismo dirigido contra asiático-estadounidenses, por seguir el ejemplo de… ¿cómo se llama el actual ocupante de la Casa Blanca? Estamos reconociendo y tenemos la capacidad de organizarnos contra el racismo de las instituciones, el racismo cotidiano. Y tenemos la capacidad de generar organización feminista, lo que podríamos llamar la organización feminista abolicionista, porque todas estas son cuestiones feministas. El racismo es una cuestión feminista, la falta de vivienda es una cuestión feminista, la abolición de las cárceles es una cuestión feminista. También deberíamos considerar que muchas de las personas que están en el centro de esta crisis, en la primera línea, son mujeres. Y quiero decir una cosa sobre la violencia de género y el abuso infantil: muchas mujeres están siendo forzadas a pasar las 24 horas del día con sus abusadores, siendo incapaces de conectarse con aquellos que han sido sus cuerdas de salvataje.

Deberíamos aprovechar ésto como una oportunidad para generar el tipo de organización que resalte el sentido de la necesidad de solidaridad internacional, y que tenga la capacidad de sacarnos de nuestro adormecimiento, de reconocer que podemos aceptar liderazgos de personas que se organizan en otras partes del mundo.

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NAOMI KLEIN: Mucho de lo que sé sobre el poder transformador de una crisis lo aprendí viviendo en Argentina, luego de la crisis económica del 2001, cuando tuvieron cinco presidentes en tres semanas y todo colapsó y la gente comenzó a construir algo nuevo en la multitud. Una de las cosas que presencié y que realmente me cambió fue el movimiento de las fábricas que, siendo abandonadas por sus dueños, eran transformadas en cooperativas de trabajo. Eso es lo que reivindico cuando hablo de solidaridad internacional. También valoro lo que tenemos para aprender del movimiento por la soberanía alimentaria.

También, hoy hay un nivel de organización digital increíble. Tenemos que defender también el derecho a tener internet, es un bien de uso público pero ahora está en manos de unas pocas grandes corporaciones. Cuando hablamos de respuestas represivas y autoritarias a la crisis eso incluye la capacidad de acallarnos cuando nos organizamos en plataformas de las corporaciones. Luchamos por derechos digitales reales como parte de la transformación que necesitamos.

Recordemos un par de cosas de las que muchxs de nosotrxs nos estamos dando cuenta. Uno: nos extrañamos, aunque pasamos mucho tiempo frente a las pantallas. Cuando ésto pase, me gustaría pasar más tiempo en comunidad y construir una economía que valore, que eleve y que esté enraizada en la necesidad de cuidarnos entre todxs y cuidar el planeta. Es posible hacerlo, serán necesarias todas las herramientas que hemos mencionado, las huelgas de alquileres, las huelgas de deudas, tal vez incluso una huelga general. No creo que tenga un hashtag, así que tendremos que encontrar formas de organización que Silicon Valley no nos haya traído. Una de las cosas que más difíciles de esta crisis es tener un hijo de siete años y enseñarle a temer a la gente porque todxs tienen gérmenes, y eso es lo contrario a lo que trato de enseñarle.

Fuente:

http://revistaanfibia.com/ensayo/imaginarios-salir-del-desastre/

martes, 7 de abril de 2020

Como la élite mundial tratará de beneficiarse de la pandemia. Entrevista a Naomi Klein

La crisis es la ocasión para colar políticas impopulares

La entrevista la realizó Marie Solis

El coronavirus es oficialmente una pandemia mundial que hasta ahora ha infectado diez veces mas personas que el SARS de 2003. En EE.UU., escuelas, universidades, museos y teatros, cierran sus puertas; y pronto, ciudades enteras, harán lo mismo. Los expertos advierten de que algunas personas, sospechosas de estar infectadas por el virus en EE.UU: prosiguen su rutina cotidiana. Porque su empleo no les permite bajas pagadas dadas las deficiencias del sistema privatizado de salud norteamericano.

La mayoría de entre nosotros (NT.: para los ciudadanos norteamericanos) no saben qué hacer ni a quién escuchar. El presidente Donald Trump ha rechazado las recomendaciones de los centros de control y de prevención de enfermedades; y estos mensaje contradictorios han reducido nuestro margen de maniobra para atenuar los daños causados por este virus tremendamente contagioso.

Son las condiciones perfectas para que los gobiernos y la élite mundial desplieguen programas políticos, que de otra forma, encontrarían gran oposición si no estuviéramos todos tan desorientados. Esta cadena de acontecimientos no es exclusiva de la crisis creada por el coronavirus; es el proyecto que los políticos y los gobiernos persiguen desde hace décadas, conocido con el nombre de “doctrina del shock”, término inventado por la activista y autora Naomi Klein en un libro del mismo nombre de 2007.

La historia es una crónica de “shocks”: los de las guerras, las catástrofes naturales y las crisis económicas, y de sus consecuencias. Estas consecuencias se caracterizan por el “capitalismo catástrofe”; mediante “soluciones” calculadas y de libre mercado para las crisis que estallan y exacerban las desigualdades existentes.

Según Klein, asistimos ya a un capitalismo catastrófico en el terreno nacional; para responder al coronavirus, Trump ha propuesto un plan de estímulo de 700 millardos de dólares que incluye reducción de cargas sociales (que devastarán la seguridad social) y proporcionará una ayuda a las industrias faltas de oportunidades de negocio causadas por la pandemia: “No lo hacen porque crean que es el medio más eficaz para paliar el sufrimiento causado por la pandemia; formulan tales ideas porque ven una oportunidad para desplegarlas”, ha declarado Klein.

VICE ha preguntado a Klein sobre la forma como el “shock” del coronavirus cede su lugar en la cadena de acontecimientos que describió hace ya más de diez años en La doctrina del shock.

VICE: Empezemos por lo esencial. ¿Qué es el capitalismo de catástrofe? ¿Cuál es su relación con la “doctrina del shock”?

La forma como defino el “capitalismo catástofe” es muy simple: describe la manera como las industrias privadas emergen para beneficiarse directamente de las crisis a gran escala. La especulación sobre las catástrofes y la guerra no es un concepto nuevo, pero se ha profundizado claramente con la administración Bush a partir del 11 de setiembre, cuando el gobierno declaró este tipo de crisis de seguridad sin plazo, y simultáneamente la privatizó y externalizó; esto incluyó el Estado de seguridad nacional en la privatización, así como la invasión y ocupación (privatizada) de Irak y Afganistán.

La “doctrina del shock” es la estrategia política que consiste en emplear las crisis a gran escala para hacer avanzar políticas que profundicen sistemáticamente las desigualdades, enriqueciendo a las élites y debilitando a los demás. En tiempos de crisis, la gente tiende a concentrarse en las urgencias cotidianas para sobrevivir como sea y tiende a contar sobre todo con los que están el poder. En épocas de crisis, desviamos un poco la mirada, lejos del juego real.

VICE: ¿De dónde viene esta estrategia política? ¿Cómo trazar su historia en la política norteamericana?

La estrategia de la doctrina del shock fue una respuesta de Milton Friedman al programa del New Deal. Este economista neoliberal creía que todo estaba equivocado con el New Deal en Estado Unidos: para responder a la Gran Depresión y al Dust Bowl (NdeT: Tormenta de polvo) un gobierno mucho más activo surgió en el país, que se propuso resolver directamente la crisis económica en la época creando empleos públicos y ofreciendo ayudas directas.

Si Vd. es un economista del libre mercado, comprenderá que cuando los mercados quiebran, hay preparado un cambio progresivo que es mucho más orgánico que el tipo de políticas de desregulación que favorecen a las grandes empresas. La doctrina del shock se desarrolló como un medio de evitar que las crisis cedan el lugar a momentos orgánicos en los que surjan políticas progresistas. Las élites políticas y económicas entienden que los momentos de crisis son la ocasión para hacer avanzar su lista de deseos de políticas impopulares que polarizan aún más la riqueza en este país y en todo el mundo.

VICE: Actualmente estamos confrontados con múltiples crisis: una pandemia, falta de infraestructuras para resolverla y hundimiento de la bolsa. ¿Podría explicarnos como cada uno de estos elementos se inscribe en el esquema que Vd. ha descrito en la Doctrina del shock?

El shock en realidad es el mismo virus. Se le ha tratado de manera que maximice la confusión y minimice la protección. No creo que sea una conspiración; es justo la forma como el gobierno norteamericano y Trump han gestionado, completamente mal, esta crisis. Hasta ahora Trump ha tratado esta situación, no como una crisis de salud pública, sino como una crisis de percepción y un problema potencial para su reelección.

Es el peor de los escenarios, máxime si se tiene en cuenta el hecho de que Estados Unidos no dispone de un programa nacional de salud y que la protección de la que se benefician los trabajadores es muy mala: por ejemplo, la ley no establece prestaciones por enfermedad. Esta combinación de fuerzas ha provocado un choque máximo. Va a explotarse para salvar industrias que están en el núcleo de las crisis más extremas a las que hemos de enfrentarnos, como la crisis climática: la industria aérea, la petrolera y gasística, la de los cruceros, y quieren consolidar todo esto.

VICE: ¿Cómo hemos visto esto antes?

En La doctrina del shock hablo de lo que pasó después del huracán Katrina. Grupos de expertos de Washington como la Heritage Foundation se reunieron creando una lista de soluciones “pro libre mercado” para el Katrina. Podemos estar seguros de que ahora se hará el mismo tipo de reuniones. De hecho, la persona que presidió el grupo Katrina fue Mike Pence (NT: la persona que preside ahora el dossier Coronavirus). En 2008, ese movimiento se tradujo en el salvamento de los bancos, cuando los países les entregaron cheques en blanco, que finalmente se elevaron a varios millardos de dólares; pero el coste real de esta situación tomó la forma de amplios programas de austeridad económica (reducciones ulteriores de servicios sociales). Así que no se trata tan solo de lo que pase ahora, sino también de la forma como lo pagarán en el futuro, cuando se presente la factura de todo lo que se debe.

VICE: Si nuestros gobernantes y la élite mundial van a beneficiarse de esta crisis para sus propios fines, ¿qué puede hacer la gente para apoyarse mutuamente?

“Voy a cuidar de mí y de los míos, podemos adquirir la mejor póliza de seguro privado de enfermedad, y si Vd. no la tiene, probablemente es su error, no es mi problema”: he aquí lo que una economía de vencedor mete en nuestros cerebros. Lo que revela en un momento de crisis como ahora, es nuestra interrelación de unos con otros. Comprobamos en tiempo real, que estamos mucho más interconectados de lo que nuestro brutal sistema económico nos permite creer.

Podemos pensar que estaremos seguros si obtenemos buenos cuidados médicos, pero si la persona que prepara o suministra nuestros alimentos, o que envuelve las cajas, no tiene acceso a cuidados médicos y no puede permitirse los análisis, y aún menos quedarse en casa porque no tiene prestación por enfermedad, no estaremos seguros. Si no nos cuidamos unos a otros, ninguno estará seguro. Estamos atrapados.

Las diferentes formas de organizar la sociedad favorecen o refuerzan diferentes partes de nosotros mismos. Si está en un sistema que, como sabe, no cuida de la gente, y no distribuye los recursos de manera justa, entonces nuestro impulso por la acumulación estará en alerta. Piense esto y reflexione en cómo. En vez de empecinarse en pensar en cómo pueden cuidarse a sí mismos y a su familia; Vd. puede cambiar y reflexionar sobre la forma de compartir con sus vecinos y ayudar a las personas más vulnerables.

Naomi Klein Autora, entre otros libros, de 'La doctrina del shock' y 'No Logo'.

Fuente: https://zintv.org/naomi-klein-comment-lelite-mondiale-va-tenter-dexploiter-la-pandemie/ Traducción:Ramón Sánchez Tabarés

http://www.sinpermiso.info/textos/como-la-elite-mundial-tratara-de-beneficiarse-de-la-pandemia-entrevista-a-naomi-klein

miércoles, 22 de agosto de 2018

Entrevista. Naomi Klein habla sobre Puerto Rico, la austeridad y la izquierda. "No soy fatalista"

El diario


En su nuevo libro, Naomi Klein argumenta que Puerto Rico es víctima tanto de la economía como de una tragedia natural

El libro más reciente de Naomi Klein, La Batalla por el paraíso: Puerto Rico y el capitalismo del desastre, analiza los esfuerzos de recuperación tras el huracán María. Es la primera vez que la reconocida periodista y escritora estudia el caso de Puerto Rico, basándose en un viaje que realizó a principios de año. Klein conversó con el periodista de the Guardian Oliver Laughland sobre su libro y sobre el futuro de la isla.

Estuve en Puerto Rico poco después del huracán María y me resultó un trabajo especialmente fuerte. Me recordó a cuando tuve que cubrir la crisis del agua en Flint, Michigan, y observé una población entera sin infraestructura, abandonada por el gobierno. ¿Qué impacto personal tuvo en usted el haber visitado la isla?

Cuando estuve en Puerto Rico, conocí gente de Detroit, Michigan, que estaban allí para dar charlas sobre gestión de emergencias y el impacto en las escuelas. También había personas de Nueva Orleans, que compartían información sobre lo que sucedió en el sistema educativo luego del huracán Katrina. Eso me pareció conmovedor y diferente: que este tipo de intercambios de base, de una comunidad a la otra, estuvieran sucediendo tan pronto tras el desastre.

Donde existen comunidades mayoritariamente de color, cualquier crisis económica o desastre natural se convierte en un pretexto para desarmar cualquier intención de autogobierno, de democracia, e imponer medidas de austeridad. Los llamados "programas de ajuste estructural" a menudo se llevan a cabo justo después de un desastre natural, para aprovecharse del estado de emergencia de la gente. La realidad es que es muy difícil promover la participación política cuando la gente tiene que hacer una fila de tres horas para conseguir agua y alimentos. Mantenerse con vida se convierte en un trabajo de tiempo completo. Es una táctica política increíblemente cínica, y aún así la gente se las arregla para resistirla, incluso bajo estas circunstancias tan extremas.

Lo que realmente me conmovió en Puerto Rico fue ver la capacidad de organización en circunstancias casi imposibles, y creo que eso habla de la profunda historia de resistencia a la colonización que tiene la isla, y la infraestructura activista que ya existía antes de María, en términos de resistencia a lo que los puertorriqueños llaman 'La Junta', el consejo de control fiscal.

Yo no sabía que el movimiento antiausteridad en Puerto Rico había alcanzado su punto máximo justo unos meses antes de María. Las Festividades de los Mayos del año pasado fueron la segunda manifestación más masiva de Puerto Rico, siendo la mayor las protestas contra la base de la Marina estadounidense en Vieques.

Fueron capaces de reconstruir esa infraestructura, no sólo de resistir, sino de unirse y decir: "¿Qué es lo que queremos?" Y yo eso no lo había visto nunca. He visto resistencia ante un impacto. "Basta. No pagaremos por vuestra crisis", si piensas en los movimientos masivos en las plazas en el sur de Europa.

Pero creo que nunca antes había visto lo que vi en Puerto Rico, que es gente reuniéndose en comunidades como Mariana, sin agua, sin electricidad, para soñar juntos y decir: "Vale. Por supuesto que no queremos que cierren nuestras escuelas, y no queremos que se venda nuestro tendido eléctrico, y no queremos más austeridad, pero también sabemos que diciendo solamente 'No', no llegaremos donde queremos llegar, y las cosas como están son inaceptables. Entonces, ¿cómo debería ser nuestro sistema eléctrico, en un mundo ideal? ¿Cómo podríamos transformar nuestro sistema alimentario? ¿Cómo deberíamos transformar nuestro sistema educativo?" Esto es lo que me pareció más emocionante.

La Batalla por el paraíso trata muchos temas que usted ha analizado en escritos anteriores –capitalismo del desastre, las batallas contra el neocolonialismo y la discriminación arraigada–, por eso me pregunto si ésta es la primera vez que pensó en Puerto Rico en el contexto de un trabajo más amplio.

Cuando publiqué La Doctrina del shock, comencé a recibir invitaciones para visitar Puerto Rico y críticas de puertorriqueños por no haber hablado de la isla en mi libro. El año en que se publicó el libro, 2007, fue un año crucial para Puerto Rico.

En 2006, los puertorriqueños experimentaron un shock extremo cuando caducaron las tasas impositivas que se les habían ofrecido a empresas estadounidenses para construir fábricas en Puerto Rico. Ése fue el comienzo de la actual crisis de deuda. Así que ya estaban con muchos problemas, cuando encima llegó la crisis financiera mundial, haciendo tambalear la economía de Puerto Rico. Y eso se convirtió en el pretexto para poner en práctica severas medidas de austeridad. Peor que en Grecia, peor de lo que se llevó a cabo en el sur de Europa.

Pero no, no había visitado Puerto Rico. Estaba gestionando las cosas para ir, y luego supe de un grupo de académicos de la Universidad de Puerto Rico, que formaron una organización llamada PAReS, que me invitaron más o menos un mes después del paso de María, diciéndome: "Tienes que venir".

Una de las imágenes más recordadas de los días posteriores al paso del huracán es la de Donald Trump visitando San Juan y lanzando rollos de papel a una multitud de gente mientras se paralizaban los esfuerzos de recuperación en la isla. Fue un momento que enfureció a mucha gente. ¿Qué cree usted que dice esa imagen sobre la respuesta del actual gobierno ante el desastre?

Creo que toda la respuesta de este gobierno ha expresado una indiferencia total hacia la vida de los puertorriqueños, incluido aquel momento en que el presidente lanzó rollos de papel, pero también el show que montó con el gobernador Ricardo Rosselló sobre lo afortunados que fueron los puertorriqueños porque supuestamente casi no había muerto gente.

En ese momento, creo que el número oficial de fallecidos era de 16. El día siguiente eran 64, lo cual es significativo, porque Rosselló fue completamente cómplice del gobierno de Trump en el encubrimiento del número oficial de muertos al detener activamente el conteo de fallecidos.

Creo que, más que el momento en que lanzó rollos de papel, el momento que mejor lo define fue cuando durante esa visita dijo: "Qué afortunados sois. Esto no ha sido como Katrina". Y ahora sabemos, gracias a un estudio reciente de Harvard que se publicó en el New England Journal of Medicine, que el número de muertos probablemente ascendió a 5.000 o más. Creo que toda la respuesta del gobierno fue insultante y un encubrimiento.

Por supuesto que es difícil hablar de forma contrafáctica, pero me pregunto, dada la larga historia de explotación de la isla, si usted piensa que un gobierno demócrata hubiera actuado de otra forma.

Es una buena pregunta, pero no sé si puedo responderla. Sí pienso que el enchufismo en muchos contratos parece ser peor durante gobiernos republicanos. Algunos de estos contratos fueron entregados como si fueran huchas para contratistas con conexiones políticas aunque no tuvieran ninguna experiencia o fueran increíblemente ineptos.

Esto ya lo hemos visto en Irak, o en Nueva Orleans tras el huracán Katrina. Pero fue Obama quien aprobó la Ley Promesa. Fue Obama quien firmó las designaciones de los siete miembros de La Junta. Está muy pero muy claro que la mayor causa de muerte no fue el impacto inicial de la tormenta, sino el colapso de la infraestructura, y el colapso no hubiera sucedido sin más de una década de asfixiante austeridad económica. No se puede culpar sólo a Trump por eso. Es una culpa absolutamente compartida con los demócratas y con Obama.

Estamos muy cerca de las elecciones de mitad de legislatura y cientos de miles de puertorriqueños están abandonando la isla para asentarse en Estados Unidos, la mayoría elige Florida, un estado clave políticamente. ¿Usted cree que el tratamiento de Puerto Rico tendrá peso en este ciclo electoral?

Ciertamente, eso espero. Los republicanos han hecho enfadar a mucha gente de Florida, porque además allí vive una comunidad muy grande de haitianos y el gobierno de Trump les ha quitado el estatus de "inmigrantes temporalmente protegidos" a decenas de miles de haitianos. Eso no sólo afecta a esas personas, que de todas formas no tienen derecho a votar porque no son ciudadanos estadounidenses, sino que son parte de redes, son parte de comunidades y muchos haitianos sí votan.

Muchos puertorriqueños que ya viven en Florida ahora están recibiendo a familiares que, si están registrados, podrán votar, y creo que ellos también están muy enfadados. Es una situación muy ventajosa para los que quieren despoblar parcialmente a la isla y les da oportunidades para apropiarse de tierras para desarrollos turísticos, pero sí que cambia la demográfica electoral de una forma significativa, en un estado clave como Florida que puede definir elecciones. Así que creo que esto puede derivar en repercusiones políticas importantes.

En este momento, la dicotomía central en Puerto Rico es entre un movimiento de base que busca una forma de recuperación radical e innovadora y el gobierno actual, con su agenda de austeridad y privatizaciones. Como le dijo a usted Manuel Laboy Rivera, secretario de comercio puertorriqueño, las decisiones políticas que se tomen durante el próximo año determinarán el futuro de la isla durante los próximos 50 años. ¿Qué lado de la dicotomía cree usted que "ganará"? ¿Tiene esperanzas en lo que pueda suceder en el futuro?

Tengo esperanzas en una nueva formación política en Puerto Rico representada por JunteGente, una coalición que surgió tras María y que está generando reuniones por todo el archipiélago para presentar una plataforma que sea realmente popular y coherente.

Creo que la alcaldesa Carmen Yulín Cruz es una importante voz política en Puerto Rico, que de muchas formas está recogiendo estas voces y enfrentándose a las fuerzas que quieren privatizar la isla. Pero es realmente muy difícil.

Mercedes Martínez, directora de la Federación de Maestros de Puerto Rico, dice: "Los capitalistas nunca duermen". Ella dice mucho esa frase, porque cuando los sindicatos o los grupos progresistas logran alguna victoria, deben volver a pelear las mismas batallas una y otra vez. Los sindicatos han ganado varias veces y han logrado detener varios intentos de cerrar las mismas escuelas, pero la lucha no se detiene nunca.

No suelo definirme como una optimista, pero tampoco soy fatalista. No soy fatalista porque veo que los movimientos populares están aprendiendo de otros movimientos e intentando ver cómo pueden hacer mejor las cosas, y evolucionar, y convertirse en nuevas formaciones políticas, y meterse en la política electoral. En Puerto Rico veo esto a un nivel que no lo he visto en ninguna otra situación post desastre.

Esta transcripción ha sido editada y resumida para mayor claridad.

La Batalla por el paraíso: Puerto Rico y el capitalismo del desastre fue impreso por Haymarket Books. Todas las regalías serán donadas a JunteGente, una coalición de organizaciones puertorriqueñas que resisten ante el capitalismo del desastre y buscan una recuperación sana y justa para la isla. Para más información, visite juntegente.org.

Fuente:

https://www.eldiario.es/theguardian/Naomi-Klein-Puerto-Rico-austeridad_0_801770210.html

domingo, 12 de noviembre de 2017

Naomi Klein: "No podemos ganar a los nacionalistas siendo mejores nacionalistas que ellos"

La autora canadiense está en Barcelona para hablar de su libro, del independentismo y del Gobierno de Mariano Rajoy, al que acusa de estar practicando la "doctrina del shock" con la población española

Ser independiente sin más no cambia el poder hegemónico del capital transnacional.

No cambia tu destino, no cambia el hecho de que el cambio climático va a redibujar las fronteras por ti, no cambia las desigualdades

El jueves participa en un único acto público de apoyo a la alcaldesa Ada Colau

Viene de comer con Yanis Varoufakis, que está en Barcelona para hablar del conflicto catalán. Están de acuerdo en casi todo: "Creo que se debería suprimir el artículo 155 y liberar a las personas que han sido encarceladas, llevar a cabo un proceso democrático y que el conflicto se solucione a través de la no violencia", ha dicho esta mañana en la presentación de su último libro, Decir NO no bastaeditado por Paidós.

También ha dicho que Rajoy está practicando la doctrina del shock que describió en su segundo libro, y que consiste en inyectar políticas neoliberales, como la privatización o la austeridad, aprovechando o produciendo una catástrofe que deje aterrorizada a la población. Puede ser un tsunami, una crisis financiera o, aparentemente, la crisis catalana. Klein asegura que Rajoy ha creado "una atmósfera de crisis nacional permanente" y que se trata de una estrategia premeditada "para desviar la atención de los fracasos de su Gobierno centrándose en una retórica hipernacionalista".

La canadiense se declara defensora de la autodeterminación de los pueblos y observa que sería inimaginable que el Gobierno de Justin Trudeau arrestara al de Quebeq por organizar un referéndum independentista. Su último libro es un manifiesto urgente para contrarrestar, precisamente, las "políticas del shock", con Donald Trump como modelo protagonista. Klein lo considera una especie de obra de arte distópico que nos muestra el mundo en el que vivimos, llevado a su conclusión lógica y devastadora.

Como Adam Curtis, que estuvo en Madrid esta semana, la famosa autora de No Logo piensa que la única manera de combatir la ola nacionalista pasa por ofrecer una visión utópica del futuro, un plan que complemente la resistencia (a la guerra, a los recortes, a las políticas de inmigración) con un pacto ilusionante que limpie el desencanto de la población. Sus ejemplos en este sentido son Bernie Sanders y Jeremy Corbyn, líder del Partido Laborista británico. Y Ada Colau, con la que comparte cartel en una esperada conferencia que tendrá lugar este jueves 9 de noviembre a las 19h en el Auditori del Centre Cívic Cotxeres de Sants.

El título del libro viene de una conversación con Alexis Tsipras justo antes de ser elegido como presidente de Grecia.

Tsipras estaba seguro de que era el momento de decir no, de oponer resistencia. Pero yo creo que ya no basta: necesitamos nuestra propia estrategia, nuestras propias soluciones. Y creo que lo que ha sucedido en Grecia es un ejemplo del peligro que corremos si no establecemos una visión alternativa de futuro y conseguimos traer a la ciudadanía a ese lugar. No basta con estar furiosos contra las élites y resistir a un gobierno injusto. El gran triunfo del neoliberalismo ha sido convencernos de que sin ellos no hay alternativa.

Nosotros o el caos.
Exacto: sin nosotros es el caos: terrorismo, inflación, colapso económico. Expulsión de la UE.

Usted encuentra esas visiones alternativas en Bernie Sanders y Jeremy Corbyn.
Sí, pero también en ciertas políticas municipalistas. Creo que la energía que ha puesto a Ada Colau en el Ayuntamiento de Barcelona es una política diferente, una nueva política, un nuevo espacio híbrido entre la política tradicional y los movimientos por los derechos civiles. En Italia también, a nivel municipal, hay algunas alternativas, al menos en lo que respecta al tratamiento de los refugiados. El alcalde de Palermo [Leoluca Orlando] es un gran ejemplo: estar en la primera fila de lo que llaman una crisis de refugiados puede ser una magnífica expresión de humanidad, solidaridad. En EEUU tenemos a Pittsburgh, Pennsylvania. Cuando Trump dijo públicamente que sacaba a los EEUU del Acuerdo de Paris porque le había elegido la gente de Pittsburgh, no la gente de París, el alcalde de Pittsburgh salió a declarar que, de hecho, habían votado por Hillary Clinton, y presentó un plan de 100% energías renovables para 2030.

En cuanto a los estados, también hay esperanza. El partido verde holandés tuvo unos prometedores resultados en las últimas elecciones [ganaron 14 escaños en 2017] y es un ejemplo de partido que no está centrado en la personalidad de un líder. Por otra parte, Corbyn es más bien un antilíder, y cuando cantan el himno en un estadio lo hacen de manera irónica. ¡Si parece un profesor de geografía!

Ha dicho que la respuesta de Rajoy a la crisis entre Catalunya y el estado es un ejemplo clásico de Doctrina del Shock. ¿Qué ha querido decir con eso?

Está claro que ha visto una oportunidad de mejorar su fortuna política haciéndose pasar por un líder fuerte, cambiando la conversación hacia el ultranacionalismo. Este es un terreno en el que claramente se siente mucho más cómodo y seguro de sí mismo, donde no se discute la economía ni el paro ni el fracaso de sus medidas. Y está por verse cómo aprovecha el método, aún no hemos visto el efecto que va a tener a largo plazo. Lo que está claro es que no está reduciendo el shock de la población sino que aprovecha cada paso para subirlo al máximo posible.

Ha comparado el movimiento independentista quebequés con el catalán, y ha dicho que las medidas tomadas por Rajoy le parecen incendiarias e impensables en otros sitios. Pero su crítica principal es a la Unión Europea.

Totalmente, porque es una postura moralmente corrupta. Y coincido con Varoufakis en que no es una posición sostenible por parte de la UE. Las fronteras cambian y cambiarán aún más, hay otros movimientos independentistas. Tiene que haber una manera de gestionar eso que no sea tomar partido por el Estado, independientemente de lo que haga.

Usted misma ha dicho esta mañana que la Unión Europea ha hecho cosas que el propio Trump no se atrevería a hacer, como dejar morir a decenas de miles de inmigrantes en sus costas o colaborar para que los manden a sitios que son lo más parecido que tenemos a campos de concentración. ¿Podemos esperar que defiendan la autodeterminación de Catalunya cuando han asimilado y burocratizado estos procesos?

Es verdad. El linaje progresista del proyecto europeo se ha caído en pedazos. Y lleva mucho tiempo cayéndose.

¿Hay un futuro para la Unión Europea?
Yo estaría dispuesta a darle a Varoufakis una oportunidad. Están construyendo un movimiento para transformar la Unión Europea. Es muy ilusionante.

Y una nueva visión del futuro.
Exacto. ¡Hoy he aceptado formar parte de su gabinete de asesores!

La independencia catalana también ofrece una visión, pero no es nueva.
Dentro del proyecto independentista catalán hay más de una visión. Y es peligroso asumir que la que a ti te gusta es la que va a prevalecer al final. No podemos ganar a los nacionalistas siendo mejores nacionalistas que ellos. Está pasando en toda Europa. Como [Jean-Luc] Melenchon vistiéndose con la bandera con este discurso de ser el más francés de los franceses.

¿Qué sentido tiene crear nuevas fronteras cuando sabemos que el cambio climático las va a cambiar de manera poco democrática en un futuro no muy lejano?

Soy agnóstica en lo que se refiere a la independencia. Un movimiento independiente es excitante siempre que se trate de liberar a un grupo grande de gente para recuperar el poder en este contexto de crisis que vivimos ahora. Ser independiente sin más -tener tus propias fronteras- no cambia el poder hegemónico del capital transnacional. No cambia tu destino, no cambia el hecho de que el cambio climático va a redibujar esas fronteras por ti, no cambia las desigualdades. Solo si cambias estas estructuras, entonces la independencia será liberadora.

Pensar que la independencia sola puede hacerte fuerte contra los poderes transnacionales es una fantasía peligrosa. Especialmente ahora que la gente necesita desesperadamente algo que les haga recuperar el control de sus vidas. Eso fue lo que pasó con el Brexit, con Trump. Un intento desesperado de una población desesperada por demostrar que todavía pueden tener poder sobre algo. El sistema está roto y te quieres salir. Pero lo que importa no es cómo sales sino lo que haces después.

http://www.eldiario.es/internacional/Naomi-Klein-podemos-nacionalistas-mejores_0_705880501.html

martes, 24 de enero de 2012

La doctrina del Shock. Naomi Klein.

Basado en el libro de Naomi Klein: "La doctrina del Shock", narra la forma en la que los llamados "Chicago boys" de Milton Friedman, utilizaron el descubrimiento de los electroshock de la psicología para borrar los recuerdos y regresar al sujeto a un estado infantil, y poder reescribir su historia, lo trasladan al contexto socio económico de los países en vías de desarrollo, para propinar shocks económicos (alza de impuestos, eliminación de subsidios y políticas sociales, aumento de precios, etc.) y así, permitir mejor saquear los recursos naturales y enriquecer a las trasnacionales.