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jueves, 31 de enero de 2019

_- La OIT, cien años después, trata de definir qué es el trabajo

_- Eduardo Camín
Rebelión

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) inauguró las festividades que marcarán su centenario a lo largo de este año 2019 y dio a conocer las bases del informe que con el objetivo de medir los desafíos que se avecinan encomendó hace dos años a una Comisión de expertos independientes sobre el futuro del trabajo.

Lo que sorprende del trabajo comenzado es que en la ausencia del mundo real de la informalidad, la fragmentación del empleo y el trabajo no pagado directamente, el informe naufraga con recomendaciones con un mundo que ya no existe, todo resumido en un fondo de emergencia ambiental

Inicios y presente

Tal vez sea un hecho poco conocido, que la organización del trabajo nació en Versalles. De hecho, la Conferencia de Paz estableció una Comisión sobre el derecho internacional del trabajo y le ordenó que desarrollara la Constitución de una organización internacional permanente. El contexto era por entonces importante para dar una respuesta creíble a la "cuestión del trabajo", aunque el objetivo apenas velado estaba dirigido en particular para contener el riesgo de la internacionalización de la revolución comunista de 1917 que parecía instalarse en Alemania.

Un siglo después, el contexto es totalmente diferente. Con el fin de medir los desafíos que se avecinan, la OIT encomendó a una Comisión de expertos independientes hace dos años que pensara en el futuro del trabajo.

Copresidida por el mandatario de Sudáfrica Ciryl Ramaphosa y el primer ministro de Suecia Stefan Löfven, la Comisión propone una visión de un programa centrado en las personas, basado en la inversión en las capacidades de los individuos, las instituciones laborales y en el trabajo decente y sostenible. Entre las diez recomendaciones se encuentran:

· Una garantía universal de empleo que proteja los derechos fundamentales de los trabajadores garantice un salario que permita un nivel de vida digno, horas de trabajo limitadas y lugares de trabajo seguros y saludables.

· Una protección social garantizada desde el nacimiento hasta la vejez que atienda las necesidades de las personas a lo largo de su ciclo de vida.

· Un derecho universal al aprendizaje permanente que permita que las personas se formen, adquieran nuevas competencias y mejoren sus cualificaciones.

· Una gestión del cambio tecnológico que favorezca el trabajo decente, incluso a través de un sistema de gobernanza internacional de las plataformas digitales de trabajo.

· Mayores inversiones en las economías rurales, verdes y del cuidado.

· Una agenda transformadora y mensurable a favor de la igualdad de género.

· La reestructuración de los incentivos a las empresas a fin de estimular las inversiones a largo plazo.

Este informe es el resultado de un examen realizado a lo largo de 15 meses por los 27 miembros de la Comisión Mundial, constituida por destacadas personalidades del mundo empresarial, laboral y académico, grupos de reflexión y organizaciones gubernamentales y no gubernamentales. La contracara del informe

Aquellos que esperaban una visión ambiciosa se decepcionarán. El genio de cada experto parece haber disminuido, por no decir silenciado, en este trabajo grupal, ya que el punto de partida y el estado de la realidad están ausentes del informe. Como resultado, el texto flota en la ambigüedad de las buenas intenciones y se hace evidencia misma la falta de cemento en el hormigón del trabajo humano a comienzos del siglo XXI.

Si bien la definición de trabajo adoptada por la OIT abarca toda actividad relacionada con la producción de bienes, servicios individuales y colectivos, el texto de la Comisión sólo se ha centrado en el trabajo remunerado. Deja por fuera dos universos socioeconómicos importantes: por un lado, trabajo remunerado en otros contextos como salarios (independiente e informalidad) y el trabajo que tiene lugar sin (plena) remuneración directa – como el trabajo doméstico.

Recordemos que el trabajo doméstico tan importante en volumen como el trabajo remunerado,– según la OIT, estimaba a 67 millones de personas – es otro aspecto en que la Comisión no aborda realmente, excepto cuando habla del mundo rural en los países en desarrollo. Este silencio tal vez sea menos sorprendente porque esta actividad escapa a toda estadística seria de trabajo, de la misma forma que es ignorada por las estadísticas de producción.

Las estadísticas de la OIT demuestran que, a nivel mundial, la ganancia salarial es menos de la mitad del trabajo remunerado. Si corresponde al 85% de los "puestos de trabajo" (en sentido estadístico) en los países de ingresos altos, la proporción recae en el 25% en los países menos adelantados, donde el servicio público es el principal proveedor de este tipo de trabajo.

El resto es responsabilidad de los trabajadores autónomos y de los miembros de la familia. Incluso si la Comisión pide la ampliación del diálogo social, el aprendizaje permanente, la cobertura universal de la seguridad social, las condiciones de trabajo decente y la garantía de un salario digno para todos, es una brecha abismal en el contexto actual de la locura capitalista.

El 82% de la riqueza mundial generada durante 2018, fue a parar a manos de 26 multimillonarios, el 1% más rico de la población mundial, mientras que el 50% más pobre – 3.700 millones de seres humanos- no se benefició lo más mínimo de dicho crecimiento, según el reciente Informe de Oxfam.

En realidad, el informe de los expertos propone la ampliación al mundo de un modelo que se está agotando en la mayoría de los países como resultado de la "uberización" y la fragmentación del trabajo.

Aunque esté plenamente comprendida en la definición de la labor adoptada por la propia OIT, la Comisión del centenario de la OIT no agota (y lejos está de hacerlo) el problema del futuro del trabajo. Destaca además que la inteligencia artificial, la automatización y la robótica darán lugar a una pérdida de empleos, en la medida que las competencias se volverán obsoletas.

Sin embargo, muchos son los que piensan que estos mismos avances tecnológicos, junto a la ecologización de las economías, también crearán millones de empleos, si se aprovechan las nuevas oportunidades.

Este tipo de diálogo social “puede contribuir a que la globalización nos beneficie a todos”, declaró el primer ministro sueco y copresidente de la Comisión Mundial, Stefan Löfven. “El mundo del trabajo experimenta grandes cambios que crean numerosas oportunidades para más y mejores empleos. Pero los gobiernos, los sindicatos y los empleadores necesitan trabajar juntos a fin de hacer que las economías y los mercados laborales sean más inclusivos”, añadió.

Todo este tufillo de las festividades del centenario de la OIT tiene mucho sabor a la conciliación de clases, cuesta aun admitir, sin tratarnos de trasnochados, que la lucha de clases es un fenómeno que se refiere al eterno conflicto entre las dos clases sociales existentes, entre los que producen y los que no producen, entre los que sin trabajar se adueñan de la producción y excluyen a los que trabajan.

Es la lucha entre explotadores y explotados; entre esos 26 multimillonarios, que destacan los informes, entre ese 1% más rico de la población mundial, que abarca la misma riqueza de 3.700 millones de seres humanos.

La lucha de clases, es decir, la lucha entre el trabajo y el capital no es en absoluto un concepto que pertenece al pasado. En un mundo de creciente desigualdad, es una realidad más pertinente que nunca.

Con la victoria del neoliberalismo, los gobiernos han dejado de actuar como mediadores entre el capital y el trabajo con el objetivo de mitigar la desigualdad. Por lo tanto, los sindicatos que todavía sólo se basan en la idea de asociación, a menudo son incapaces de librar luchas ofensivas. En el mejor de los casos, luchan por mantener el statu quo y, aun así, la mayoría de las veces no tienen éxito.

Por ello se genera un sentimiento, cuasi una necesidad urgente de que se escuchen otras voces en 2019 y puedan proporcionar a la organización con sede en Ginebra otros análisis y otras hipótesis de trabajo con el fin de enfrentar el mundo real de la informalidad, la fragmentación del empleo y el trabajo no pagado directamente, todo en un fondo de emergencia ambiental. Inteligencia Artificial si, robotización sí, …pero aquello de la justicia social, ¿dónde queda?

Eduardo Camín. Periodista uruguayo, miembro de la Asociación de Corresponsales de prensa de la ONU. en Ginebra. Asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, España)

viernes, 17 de julio de 2015

Un Tratado de Versalles para Grecia. Las humillantes condiciones que Alemania y sus socios buscan imponerle al país helénico.

El Eurogrupo amenaza con expulsar a los griegos si no impulsan más reformas impositivas, flexibilizan el mercado laboral, liberalizan el comercio y ponen activos a disposición de sus acreedores.


El sábado por la tarde, mientras los ministros de Finanzas del Eurogrupo estaban reunidos en Bruselas, el diario alemán Frankfurter Allgemeine Zeitung difundió en su edición digital un supuesto documento interno del gobierno de Angela Merkel que causó conmoción. El texto decía que el ajuste votado por el Parlamento griego un día antes era insuficiente como para acordar un nuevo programa de rescate. A raíz de ello, se le proponían dos opciones a las autoridades griegas: a) mejorar “rápida y significativamente” su propuesta con apoyo del Parlamento, incluyendo el compromiso de transferir activos hasta 50.000 millones de euros a un fondo en Luxemburgo para luego ser privatizados y así pagar parte de la deuda; o b) salir de la Eurozona al menos durante cinco años y recién en ese escenario explorar la posibilidad de avanzar con una reestructuración de los pasivos. Con algunos matices, esas propuestas se reiteraron ayer en el borrador que elaboraron los ministros del Eurogrupo y al cierre de esta edición los presidentes de la zona euro buscaban imponérselo al primer ministro Alexis Tsipras a modo de rendición incondicional. Las similitudes entre el paper alemán, pensado para una colonia más que para un país soberano, y el borrador elaborado por el plenario de los ministros dejó en claro, tal vez como nunca antes, que en la actualidad la Eurozona aparece reducida a lo que deciden Merkel y su ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble.

El viernes, cuando los mercados subían luego de que Grecia aprobara un nuevo plan de ajuste, Yanis Varoufakis, titular de la cartera de Finanzas griega hasta hace apenas una semana, anticipó en The Guardian la movida alemana. “Basándome en meses de negociación, mi convicción es que el ministro de Finanzas alemán quiere que Grecia sea empujada fuera de la moneda única para infligir el temor a Dios en los franceses y que acepten su modelo de una zona euro disciplinada”, sostuvo. “Schäuble está convencido de que tal como están las cosas, él necesita un Grexit (la salida de Grecia del euro) para limpiar el aire, de una manera u otra”, agregó en el mismo artículo, titulado “Alemania no escatimará en el dolor griego tiene interés en rompernos”. Anoche, este economista que supo ponerle los nervios de punta a sus colegas del Eurogrupo reiteró en su blog el mismo argumento y fue un poco más allá: “Esto no es una teoría. ¿Cómo sé que el Grexit es una parte importante del plan del Dr Schäuble para Europa? ¡Porque él me lo dijo!”, aseguró el economista en un anticipo de un artículo que publicará esta semana en el semanario alemán Die Zeit.

El borrador de cuatro páginas que ayer consensuaron los ministros del Eurogrupo lleva la marca registrada de Schäuble e incorpora condiciones humillantes para Grecia, casi como si hubiera perdido una guerra, en lo que constituyó una clara respuesta al desafío que supuso el referéndum convocado por Syriza, donde el 61 por ciento de los griegos se manifestaron en contra del ajuste.

El gobierno de Tsipras había solicitado que el Fondo Monetario Internacional (FMI) no participe de la negociación. Sin embargo, lo primero que se aclara en el documento es que el FMI seguirá teniendo un papel central. Incluso se remarca la intención manifestada por Grecia para que el organismo multilateral sea parte de la financiación y monitoreo de un eventual programa, solo para mostrar como el ministro griego de Finanzas, Euclides Tsakalotos, tuvo que agachar la cabeza y conceder.

El paper especifica luego que “dada la necesidad de reconstruir la confianza con Grecia” es necesario que el país helénico apruebe antes del 15 de julio una serie de medidas entre las que se incluyen nuevas reformas en el IVA, ampliación de la base impositiva, cambios en el sistema jubilatorio para hacerlo autosustentable, introducción de mecanismos que contemplen la posibilidad de aplicar recortes automáticos del gasto apenas se detecten desviaciones con respecto a los objetivos de superávit, modificaciones en el código civil de procedimientos para agilizar la Justicia, garantías para el funcionamiento independiente de la oficina griega de estadísticas ELSTAT, liberalización de mercados, implementación de una nueva reforma laboral y profundización del programa de privatizaciones.

En el caso de las privatizaciones, el paper consensuado por los ministros contempla transferir activos griegos valuados hasta 50.000 millones de euros a un fondo externo e independiente ya existente, como la Institución para el Crecimiento en Luxemburgo. En el texto se aclara que la intención es privatizar esos activos para ayudar a reducir la deuda griega. “Dicho fondo sería administrado por las autoridades griegas, bajo la supervisión de las instituciones europeas pertinentes”, aclara el documento. Página/12 publicó el pasado 3 de julio un detalle del plan de privatizaciones griego donde destacó que el Fondo de Desarrollo de los Activos de la República Helénica (Hradf, según sus siglas en inglés), creado en 2011 para recaudar 50 mil millones de euros con la venta de activos públicos en cuatro años, había conseguido apenas un 10 por ciento de lo previsto. Debido a esa situación es que el Eurogrupo ahora busca transferir los activos a una institución externa con la intención de acelerar el proceso de privatizaciones.

En el documento también se señala que “hay serias preocupaciones sobre la sustentabilidad de la deuda griega” y asombrosamente se atribuye esa situación a “la flexibilización de las políticas durante los últimos doce meses”. En el texto se remarca también que los Estados miembros de la zona euro tomaron en los últimos años una serie de medidas para aliviar la deuda griega, aunque afirman estar dispuestos “a considerar posibles medidas adicionales para suavizar los servicios de la deuda de Grecia aún más”. No obstante, en el documento se deja claro que “los recortes nominales sobre la deuda no pueden ser llevados adelante”. Por si todo lo reseñado no bastara, el documento aclara al final que si no se pudiera llegar a un acuerdo “Grecia tendría que negociar rápidamente una salida de la zona euro por un tiempo, con la posibilidad de reestructurar su deuda”, tal como lo pensó Schäuble.

Anoche los europeos, con Alemania a la cabeza, buscaban que Tsipras cediese en todo para evitar la consumación del Grexit. El primer ministro griego flexibilizó notablemente su posición porque quiere evitar el trauma que supondría para su país la salida del euro. Sin embargo, exigencias como la transferencia de activos al exterior para su posterior privatización resultan tan humillantes que se resistía a acatarlas, pese a la insistencia de los alemanes. El gobierno de Merkel parece dispuesto a recrear ciertas condiciones que hacen recordar al Tratado de Versalles que le impusieron a Alemania luego de perder la Primera Guerra Mundial. Las consecuencias que trajo aquel tratado de 1919 debería ser un incentivo suficiente para aflojar un poco la soga del cuello, pero por ahora lo único que hacen es seguir apretando.

Fuente original: http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-276994-2015-07-13.html
Fernando Krakowiak. Página 12

viernes, 17 de febrero de 2012

El profundo error del Gobierno alemán de la República de Weimar: los orígenes del nazismo

El gobierno alemán está proponiendo (en realidad imponiendo) políticas de austeridad a todos los países de la Eurozona, forzándoles a que recorten de una manera muy marcada su gasto público, incluyendo el gasto público social. La Sra. Angela Merkel cree erróneamente que tales políticas ayudarán a los países de tal zona monetaria a salir de su enorme recesión. La evidencia histórica, incluida la existente en el propio pasado de Alemania, muestra lo profundamente equivocada que está Angela Merkel. En un interesante artículo, el politólogo y economista alemán Fabian Lindner (“European Austerity. Is this 1931 all over again?”) detalla la génesis del nazismo en Alemania, mostrando los preocupantes paralelismos entre la situación actual en gran parte de los países de la Eurozona y la existente en los años veinte y treinta del siglo pasado en Alemania y en Europa. Fabian Lindner señala que la economía alemana se colapsó en 1931 como resultado de las políticas de gran austeridad realizadas por el gobierno alemán. Como ahora, el dogma oficial había afirmado que había que recortar el déficit del Estado como condición indispensable para permitir la recuperación económica. El canciller Heinrich Brüning, sabiendo lo impopular de tales medidas de austeridad, que incluían reducciones salariales (tanto en el sector público como privado), gobernó por decreto, saltándose el Parlamento Alemán.

Alemania tenía una enorme deuda pública, que debía sobre todo a Francia y Gran Bretaña, como reparaciones a los vencedores en la I Guerra Mundial, donde había sido derrotada. Para pagar su deuda pública, Alemania tuvo que pedir dinero, sobre todo de EE.UU, que exigía ser pagado en dólares. Y para pagar esta deuda, Brüning redujo el 30% del gasto público, afectando sobre todo a los salarios públicos y a la Seguridad Social. Después del crash de la bolsa de NY del 29, los bancos americanos retiraron el dinero de Alemania. Como consecuencia, el PIB bajó un 8% en 1931 y un 33% en 1932, causando un enorme crecimiento del desempleo, que alcanzó el 30%. La gente entró en pánico y el dinero depositado en los bancos dejó el país rápidamente (los parecidos con la situación actual de Grecia son enormes). El sistema bancario se colapsó, y el crédito desapareció. Dos años más tarde, el 30 de enero de 1933, Hitler fue nombrado canciller, por el presidente Hindenburg (no salió elegido porque no tuvo mayoría absoluta) en el Parlamento alemán, al que suprimió más tarde. Hitler siguió políticas keynesianas (keynesianismo militar) que sacó Alemania de la depresión.
Los paralelismos entre la Alemania de los años treinta y lo que está ocurriendo en Grecia, Portugal y pronto en España e Italia, son preocupantemente altos. Es un profundo error que el gobierno alemán esté imponiendo aquellas políticas de austeridad a estos países. Fue precisamente la parálisis económica de los años 1931 y 1932, creada por las políticas de austeridad, la que determinó, junto con el apoyo de las clases dominantes (banqueros, industriales, terratenientes, militares) la subida del nazismo al poder.

Una última apostilla. Después de la segunda derrota, la II Guerra Mundial, (rendición incondicional cuya firma exigieron los rusos a los mandos del ejercito -la Wehrmacht-, ya que la firma del Tratado de Versalles por los políticos -socialdemócratas- y la inhibición de los militares, había sido la base del mito de "la puñalada por la espalda" que explotaron tanto los nazis para acusar de la derrota alemana a la traición de los políticos de Weimar) Alemania tenía una enorme deuda, de nuevo con los países vencedores del conflicto. Los aliados le perdonaron la mitad de la deuda y además se vieron, a partir de 1947 con el cambio de politica de Truman y el inicio de la guerra fría, beneficiados por el Plan Marshall. Sin esta medida, Alemania no se habría recuperado. ¿Tan poca memoria tiene la Sra. Merkel? 18/diciembre/2011.
Vicenç Navarro.

URL al artículo: http://www.elplural.com/2011/12/18/el-profundo-error-del-gobierno-aleman-los-origenes-del-nazismo/
https://global.britannica.com/biography/Walther-Rathenau