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sábado, 4 de septiembre de 2021

_- "El peor mito sobre el cáncer es pensar que la gente lo tiene porque de alguna manera se lo ha buscado": Anne Boyer, ganadora del Premio Pulitzer de Ensayo 2020

La poeta y ensayista estadounidense Anne Boyer (Topeka, Kansas, 1973) acababa de cumplir 41 años cuando le diagnosticaron un cáncer de pecho triple negativo, uno de los más mortales que existen y que requería un tratamiento muy agresivo.

Madre soltera, se ganaba la vida modestamente dando clases y no sabía entonces mucho sobre el cáncer de mama. Pero lo aprendió…

Dice que aprendió que la lógica capitalista con frecuencia considera que quienes tienen cáncer en parte se lo merecen: por haber comido muchas salchichas grasientas y poco brócoli, por haber bebido demasiadas cervezas, por no haber salido a correr por las mañanas…

Descubrió también que el cáncer está rodeado de mitos falsos y de clichés, como por ejemplo pensar que una actitud positiva puede ayudar a curarlo. Se percató de que el lenguaje que se utiliza para hablar de cáncer está pervertido, porque sobrevivir al cáncer no es ganar una carrera y morir no es perderla.

Pero sobre todo, cuenta, descubrió la brutalidad y la dinámica capitalista por la que se rige el sistema de salud de Estados Unidos, uno de los países más ricos del mundo…

Tras practicarle una doble mastectomía, y casi sin que se pudiera mantener en pie, a Anne Boyer la mandaron a su casa sin permitirle pasar ni una sola noche en el hospital, exactamente igual que le sucede a aproximadamente el 45% de las mujeres que se somete a ese tipo de intervención en EE.UU.

Con las bolsas de drenaje aún cosidas al pecho, a los diez días de pasar por el quirófano ya estaba trabajando dando clases.

Todo eso, relata, le sirvió para recapacitar sobre la mortalidad y las políticas de género relacionadas con la salud, sobre la diferente distribución del dolor y del sufrimiento en función de la condición social y del género, sobre las lógicas patriarcales, racistas, militaristas y capitalistas que marcan una enfermedad de género como es el cáncer de pecho…

Fruto de todo eso es su libro "Desmorir. Una reflexión sobre la enfermedad en un mundo capitalista", publicado en español por la editorial Sexto Piso. Ganador del Premio Pulitzer de Ensayo 2020, se trata de un texto excepcional que mezcla autobiografía, filosofía, poemas, textos antiguos, datos y estadísticas y estudios científicos.

En BBC Mundo, hablamos con su autora, que participa este viernes en el HAY Festival Querétaro.

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En "Desmorir" usted reflexiona sobre la mortalidad, un tema que hoy es casi un tabú, especialmente en Estados Unidos. ¿Por qué no queremos pensar en la muerte y por qué deberíamos en cambio hacerlo?

Estados Unidos tiene una curiosa relación con la muerte. Sus películas, programas de televisión y videojuegos están llenos de espléndidas representaciones de muertes violentas. Los cadáveres ensucian nuestras pantallas, y nos venden eso como entretenimiento.

Nuestro lenguaje es a menudo igualmente crudo y violento, y nuestro ejército y nuestras industrias son notorios traficantes de muerte alrededor del mundo.

Y, sin embargo, cuando se trata de la muerte en sí misma -no su versión cinematográfica- la escondemos, la desinfectamos, la subcontratamos, ya que parece entrar en conflicto con la doctrina de la positividad a toda costa.

Si no pensamos sobre la muerte de una manera intencionada y realista, nos quedamos con estas versiones dañinas y manipuladoras de la misma.

Alrededor del 50% de la población de los países industrializados tiene cáncer o desarrollará cáncer. Sin embargo, todavía hay muchos mitos y clichés sobre el cáncer. ¿Cuál es el peor?

El peor mito es pensar que la gente con cáncer lo tiene porque de alguna manera se lo ha buscado.

En las últimas décadas también ha crecido la idea de que si una persona es positiva y tiene buena actitud vital puede sobreponerse al cáncer. ¿Por qué dice que es una idea profundamente perversa?

Porque no es verdad. Las actitudes no nos provocan cáncer, ni nos lo curan.


El mito de la actitud se reduce principalmente a imponer una norma de género en la sociedad, es como decir a las mujeres que tienen que sonreír mientras caminan por la calle.

En "Desmorir" también explora la relación entre capitalismo y cáncer. El sistema capitalista suele argumentar que los ricos son ricos porque se lo merecen, porque han trabajado más duro que los pobres. ¿Ha impuesto el capitalismo esa misma lógica respecto al cáncer?

El capitalismo estadounidense ha impuesto una insidiosa lógica de individualismo extremo y corrosivo que pone a todos en competición contra todos, y en ocasiones a las personas contra sí mismas.

Los enfermos, al fracasar y dejar de ser entidades capitalistas "productivas" y competitivas, son vistos como perdedores, a menos que sobrevivan, y desde ese punto de vista, son los muertos los perdedores y los supervivientes los sujetos capitalistas apropiados.

En el esquema capitalista se cree que todo es una opción y, por lo tanto, que el cáncer también lo es. Esa retórica esconde que, en realidad, mucho de lo que nos sucede no es fruto de nuestra elección, es un conjunto de condiciones compartidas, de fuerzas históricas, de estructuras políticas sociales.

Pero cuando eso se nos oculta, nos volvemos tan trastornados que comenzamos a creer que cada uno de nosotros tiene el control incluso sobre la división patológica de nuestras células.

El cáncer hoy es más conocido que nunca y la medicina ha realizado grandes avances, pero paradójicamente para muchos pacientes con cáncer en Estados Unidos hoy es muy difícil tener acceso a un tratamiento adecuado. ¿Por qué la industria de la salud se ha vuelto tan inhumana?

La respuesta simple es: ganancia. Durante la pandemia de coronavirus, los trabajadores sanitarios parece que han experimentado como nunca antes las presiones destructivas de este modelo con fines de lucro, crisis de salud mental, agotamiento, etc.

Si la medicina estadounidense no está al servicio de los pacientes y no funciona para los médicos, enfermeras y otros trabajadores, la pregunta es: ¿para quién está? ¿Y quién decidió que fuera así?

Espero que una de las consecuencias de esta crisis sea un clamor contra las condiciones que hacen imposible la asistencia sanitaria tanto para los pacientes como para los trabajadores.

¿Por qué no le gusta el lazo rosa en apoyo de las enfermas de cáncer de mama? ¿Qué tiene de malo?

No me opongo al consuelo y a la solidaridad que se pueden encontrar en usar un símbolo visual para unir a las personas que luchan contra una enfermedad, pero la cultura del lazo rosa toma un impulso genuino y positivo de apoyo y lo pervierte en una estructura de explotación y lucro.

No necesitamos cintas rosas en los equipos de fracking, ni los necesitamos en artículos de consumo fabricados con productos químicos peligrosos. En el momento en que nuestro dolor se convierte en un producto, tenemos que decir no.

En su libro confiesa que en los textos clásicos sobre el cáncer, como los de Susan Sontag o Audre Lorde, no encontró lo que buscaba cuando le diagnosticaron a usted misma cáncer de mama. ¿Por qué esos libros no la ayudaron?

Me ayudaron, pero lo que no pude encontrar en ellos es un relato de la versión contemporánea del cáncer: la enfermedad tal como se vive en el mundo de la información, de las pantallas, bajo las fuerzas extremas de lucro que son el motor de la atención médica en los Estados Unidos.

Mi esperanza al escribir este libro es que se una a otros libros ya existentes como un relato de nuestro tiempo.

Durante su enfermedad, encontró mucho apoyo en los vídeos de YouTube de otras mujeres con cáncer de mama triple negativo. ¿Por qué esos vídeos le consolaron?

Es bastante difícil explicar qué efecto tuvieron en mí esas personas a las que no conocía, y por esa razón escribir esa parte del libro fue particularmente desafiante para mí.

Creo que muchas personas con enfermedades graves han tenido la experiencia de aprender de otros que comparten sus propias experiencias en las redes sociales.

Los blogueros me brindaron una educación que ningún médico o enfermera podía darme, una educación sobre los sentimientos, sobre cómo morir y cómo vivir.

¿Por qué cree que es tan importante la solidaridad y compartir el dolor?
Creo que si no compartimos el dolor corremos el riesgo de ser destruidos por él, porque nos arriesgamos a creer falsamente que estamos solos. El dolor tiende a atarnos en nosotros mismos, a menos que reconozcamos que es una experiencia compartida.

Recientemente escuché una oración budista: "Haz que pueda tener suficiente sufrimiento para despertar en mí la más profunda compasión y sabiduría posibles", y eso quizás sea el meollo.

Un dolor compartido, un sufrimiento compartido, nos ayuda a convertir ese dolor en compasión, nos ayuda a comprender la experiencia colectiva del ser humano.

https://www.bbc.com/mundo/noticias-58413432

martes, 13 de diciembre de 2016

PISA o la cesta de piedras

Se acaban de hacer públicos los resultados de la sexta edición de las pruebas PISA (Programme for International Student Assessment). Todo el mundo sabe que PISA es una prueba estandarizada que se aplica de forma trienal a estudiantes de 15 años. La primera aplicación tuvo lugar en el año 2000. Se trata de un proyecto de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) que se ha convertido en un magnífico cesto de piedras para atizar a todo el que se ponga a tiro. Luego vuelvo a esta idea.

PISA evalúa los resultados (no los procesos) obtenidos por los alumnos y las alumnas en tres áreas de conocimiento: ciencias, matemáticas y lectura. No aborda otras áreas del currículo como el arte, la música o la educación física y, por supuesto, nada relacionado con la esfera de las actitudes y los valores. ¿Para qué sirve PISA? Poco se puede deducir de dichas pruebas para la mejora del sistema educativo. Julio Carabaña, catedrático de sociología de la Universidad Complutense, ha publicado recientemente en la Editorial Catarata un libro titulado “La inutilidad de PISA para las escuelas”. A él me remito.

Nos recuerda el autor que, desde su primera edición, PISA advierte de que lo que miden sus pruebas depende de la experiencia acumulada en toda la vida de los alumnos, desde su nacimiento. “Si un país puntúa más que otro no se puede inferir que sus escuelas son más efectivas, pues el aprendizaje comienza antes de la escuela y tiene lugar en una diversidad de contextos institucionales y extraescolares. Sin embargo, si un país puntúa mejor, puede concluirse que el impacto acumulativo de todas las experiencias de aprendizaje, desde la primera niñez hasta los catorce años, en la escuela y fuera de la escuela, ha producido resultados más deseables en ese país” (OCDE, 2001a: 26). Este texto se recoge idéntico en el apéndice sobre la muestra que hay en todos los informes PISA, y la misma advertencia se expresa repetidamente en otros lugares.

Por tanto, para comparar sistemas educativos hay que diferenciar lo aportado a las puntuaciones PISA en cada país por la escuela de lo aportado por los demás factores, tanto naturales como sociales. Solo una vez aisladas estas aportaciones cabría compararlas entre sí y relacionar las diferencias entre las contribuciones con las instituciones y las políticas. Esto es muy difícil de hacer por dos razones. La primera es que no hay un método para aislar la influencia de la escuela; la segunda es que el número de países es siempre pequeño para los análisis estadísticos.

Pero estos informes se han convertido en la Biblia para que, de manera dogmática, cada uno sitúe a las escuelas, a los legisladores, a los maestros o al sistema educativo, donde quiera ponerlo. Casi siempre en mal lugar. Para muchos ciudadanos no hay otro criterio de valoración. No podemos olvidar que se está comparando lo incomparable. No podemos olvidar que se hacen atribuciones completamente gratuitas dada la naturaleza de las pruebas, el número incontrolable de variables que intervienen en los resultados y las advertencias que nos hacen, como hemos visto, los autores de las mismas.

PISA se ha convertido, decía más arriba, en un cesto de piedras para arrojar a quien se desee. Se tiran piedras de arriba hacia abajo sobre quienes están en puestos inferiores, se arrojan piedras de abajo hacia arriba culpando a los gobiernos de todos los males educativos, se lanzan piedras en horizontal contra el profesorado por parte de muchos padres, contra los padres por parte de los profesores, contra el alumnado por parte de quienes los consideran poco esforzados y capaces. Muchas piedras y poco compromiso de todos y cada uno para mejorar el sistema educativo. Ese es, a mi juicio, el problema de PISA.

Porque PISA se ha convertido en un fin, no en un medio como debería ser. Tiene como finalidad, en último extremo, enseñar a tener mejores resultados en las pruebas PISA. Una pura tautología

He firmado un manifiesto demandando la anulación de los contratos que los diversos gobiernos han suscrito con la OCDE. El manifiesto se apoya en cuatro razones. Respeto la redacción del texto.

Político-educativa: los Ministerios de Educación tienen un limitado control de esta evaluación, teniendo como efecto una intensificación de la estandarización de procesos y mediciones. Progresivamente, organismos internacionales como la OCDE han impuesto transformaciones en las políticas educativas en el mundo, alineando los procesos educativos a una concepción limitada de progreso. Esta estandarización incluye la instalación o adaptación de las pruebas nacionales a un parámetro global a través de la presión ejercida por los rankings. Por otra parte, la estandarización ha impulsado la fuerte entrada de empresas privadas que han desplazado a los ministerios de educación, a las y los docentes, a sindicatos y escuelas de la conducción y perfeccionamiento docente han sido alineados a las evaluaciones estandarizadas. En definitiva, esta lógica reduce los procesos de enseñanza-aprendizaje que apuntan a un desarrollo integral y holístico, enraizado en una consciencia histórico-social crítica.

Técnica: PISA promueve rankings de países en virtud de los resultados. Esta práctica busca neutralizar las enormes diferencias culturales, cosmovisiones y características lingüísticas propias de cada contexto nacional. Este factor implica que esta prueba no cumple con los más mínimos criterios de validez y confiabilidad.

Pedagógica: el régimen de pruebas estandarizadas de alto impacto y los procesos que desencadenan han implicado una transformación radical del quehacer de nuestras escuelas. El estrechamiento curricular ha significado la eliminación de asignaturas como artes, música, filosofía e historia. El tiempo escolar se ha reestructurado para dar cabida al entrenamiento para tener éxito en estas pruebas. Cabe señalar que estas mediciones no son sometidas al arbitrio social ni pedagógico. Estas medidas no toman en cuenta los contextos sociales, ni la diversidad de valores y prácticas pedagógicas.

Social y Psicológica: la medición PISA y sus variantes nacionales discriminan, presionan, y estigmatizan a regiones, países y pueblos en sus comparaciones. El control y la presión por obtener buenos puntajes recae finalmente en las comunidades de maestros y estudiantes, instalando un régimen de alto estrés que está destruyendo el clima escolar y estabilidad emocional de nuestras escuelas. La medición ha profundizado prácticas de exclusión y segregación en nuestras escuelas, despojando de su sentido el derecho a la educación.

Los sistemas de evaluación deben estar enraizados en las comunidades, deben atender la complejidad, y deben promover una educación respetuosa de los derechos humanos y sociales. Solo de esta manera formamos ciudadanos y ciudadanas en plenitud.

No hacen falta este tipo de pruebas para saber que es preciso mejorar la selección y formación de docentes y directivos, aminorar la ratio profesor-alumno, incrementar el presupuesto destinado a la educación, intensificar y enriquecer la participación de la familia…

PISA aporta, eso sí, un pequeño beneficio: durante unos días todos y todas hablamos de educación. Con algunos chichones en la cabeza debidos a las pedradas, pero pensamos en la educación.

Fuente:  http://blogs.opinionmalaga.com/eladarve/2016/12/10/pisa-o-la-cesta-de-piedras/
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