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lunes, 29 de mayo de 2023

‘Antes del antiimperialismo’, un excelente ejemplo de alta investigación histórica.

Si bien no se enmarca dentro del género, el último libro ganador del Anagrama de Ensayo, obra de Josep M. Fradera, sí es un excelente ejemplo de alta investigación.

Debo confesar al lector que cuando se publicó en la prensa que el ganador del prestigioso Premio Anagrama de Ensayo de 2022 era el historiador Josep M. Fradera, me quedé muy sorprendido e intrigado. He seguido de cerca su trayectoria investigadora en los últimos 40 años: desde Indústria i mercat y Cultura nacional en una sociedad dividida, sin olvidar una preciosa monografía sobre Balmes, hasta los dos volúmenes de la monumental La nación imperial. Derechos, representación y ciudadanía en los imperios de Gran Bretaña, Francia, España y Estados Unidos (1750-1918), publicada en 2015. Con él he mantenido innumerables conversaciones, siempre fascinantes, sobre historia. Nunca me pareció proclive al ensayismo. Decidí esperar a que viera la luz el libro para leerlo y salir de dudas.

Puedo ya confirmar que Antes del antiimperialismo. Genealogía y límites de una tradición humanitaria, una obra excelente, no es un ensayo, excepto que le otorguemos a esta modalidad literaria un sentido tan amplio que integre a todo aquello que no sea novela, cuento, poesía y teatro. Cierto es que vivimos en una época de fronteras genéricas muy permeables y las redefiniciones están a la orden del día. Sin embargo, lo único que convierte al libro en cuestión en un ensayo es, en puridad, el hecho de haber ganado un premio de ensayo. Rápidamente me vino a la memoria otro libro extraordinario, Autobiografía de Federico Sánchez, de Jorge Semprún, un texto algo inclasificable, pero que no era fácilmente definible como novela —en especial en el momento de su aparición, distinto al de colapso de lo supuestamente ficcional de las últimas décadas— si no fuera por haber sido galardonado con el Premio Planeta de novela en la edición de 1977 y por integrar la palabra “novela” en el subtítulo. El universo de los premios literarios no deja de darnos sorpresas. En cualquier caso, si las sorpresas han de ser de este tipo —sea Semprún, sea Fradera—, bienvenidas sean y que más y más sorpresas nos dé la vida.

En este nuevo libro, Fradera continúa profundizando en un proyecto, que le ha ocupado en los últimos cinco lustros, sobre los imperios contemporáneos y que tiene en el ya citado La nación imperial, en versiones ligeramente disímiles española e inglesa, su obra cumbre. La cronología arranca aquí también en la segunda mitad del siglo XVIII y llega a su final con la I Guerra Mundial, aunque el autor en sus conclusiones reflexione sobre la totalidad del novecientos. El antiimperialismo, tal como lo entendemos en la actualidad, es un fenómeno del siglo XX, no anterior a la etapa de entreguerras. Aunque en el largo siglo XIX se usara el término, no poseía el mismo significado. Existe, en este sentido, un antiimperialismo antes del antiimperialismo, como bien reza el título de la obra, en contextos imperiales distintos.

No aparecieron inicialmente horizontes alternativos, ni en las metrópolis ni en los mundos coloniales; eran aspiraciones dirigidas a la reforma, no a la destrucción imperial. Como apunta Fradera, el antiimperialismo retórico de aquel entonces resultaba, en el fondo, imperialista en la práctica. En Antes del antiimperialismo se abordan las múltiples propuestas humanitarias y de reforma y moralización imperial en un par de imperios liberal-democráticos, Gran Bretaña y Francia, aunque con no pocas referencias a Estados Unidos y España. Estamos ante un libro inteligente, denso, erudito. Cultura y sociedad, política y economía se dan la mano. Acompañan el texto casi un centenar de páginas de notas bibliográficas y 60 de bibliografía, con más de siete centenares de títulos, en su mayoría anglosajones. Una obra, a fin de cuentas, de alta investigación histórica.

El abolicionismo movilizó por vez primera de manera masiva a las mujeres de los grupos privilegiados y educados Empieza el recorrido propuesto por el abolicionismo antiesclavista, la primera crítica explícita a los abusos de la trata de personas en los grandes imperios. A pesar de que la esclavitud se aboliera formalmente en 1833 en el Reino Unido y en 1848 en Francia —mucho más tarde en Estados Unidos y España, y en Brasil, en 1888—, los intentos de subvertir estas disposiciones no fueron pocos y otras formas compulsivas de trabajo campesino continuaron o fueron renovadas, en especial en el oriente británico. El abolicionismo movilizó por vez primera de manera masiva a mujeres de los grupos privilegiados y educados. Los cuáqueros iban a tener un destacado papel. Las acciones y actitudes abolicionistas fueron prolongadas, en ocasiones con los mismos actores o sagas (Wilberforce, Buxton, Clark­son, Schoelcher, por ejemplo), por las que impugnaban el mal trato dispensado a los aborígenes o indígenas. Y, asimismo, las que se rebelaban contra la aplicación de criterios raciales a las condiciones de vida y trabajo.

Fradera dedica un capítulo, el tercero, a la crítica económica de los imperios —en especial al libro de Hobson, de 1902—; el cuarto, al panafricanismo, y el siguiente, al influyente First Universal Races Congress de 1911, que califica como el punto álgido del humanismo reformista anterior al antiimperialismo novecentista. En los albores de la nueva centuria, los logros de la tradición crítica y humanitarista estaban muy por debajo de sus expectativas de moralización y reforma imperiales. Explotación, extinción y hambre, sostiene el autor, evidenciaban un fracaso. El persistente descontento, junto con los cambios en el mundo del imperialismo, en especial desde las posiciones fijadas por las principales potencias en el Berlín de 1885, se encuentran en la base del salto cualitativo que dio lugar al antiimperialismo tal como lo conocemos todavía en nuestros días. Fradera nos lo explica detalladamente en un grandísimo libro.