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jueves, 30 de agosto de 2018

Fontana

La vieja idea aquella de los anarquistas, que decían que enseñándole a los ricos qué bueno sería el mundo si fuera mucho más justo se dejarían convencer, no suele funcionar

En 2004 se presentó en Pontevedra el historiador Josep Fontana i Lázaro, fallecido ayer.  Lo trajo otro historiador, Xosé Fortes Bouzán, uno de los fundadores de la Unión Militar Democrática (UMD), esa asociación que se le montó a Franco delante de sus narices, o sea, en el Ejército. Fontana vino a dar un curso magistral invitado por la Menéndez Pelayo que abarcaba, aproximadamente, el mundo desde 1945. Siempre fue un hombre de ambiciones y su mérito es que, cuando no pudo satisfacerlas, lo hizo habiéndolo intentado con método y elegancia. Aquel día de septiembre nos encerramos media mañana en un aula universitaria. A mitad de la entrevista, cuando llevábamos dos horas, me dijo algo así como que si no tenía suficiente, pero yo no había ido como periodista, sino como intruso, o sea, como siempre; ser periodista a los 25 años era poder hablar con la gente que yo quisiera de los asuntos que yo propusiese, y eso había incluido a Santiago Carrillo contándome su encuentro con Stalin o a Isabel Allende hablándome de los últimos momentos de su padre en La Moneda. Así, con decenas y decenas de mujeres y hombres a los que luego, si la charla había merecido la pena, yo les gratificaba con una página en Diario de Pontevedra.

En el caso de Fontana fueron dos. Con tal cantidad de texto y tan poca foto que me sorprende que Antón Galocha, mi director, trabajase aquel día. Las ha recuperado Ramón Rozas, las tengo delante y son, digamos, impresionantes. El entrevistador azuza al entrevistado, cita las revoluciones francesa y rusa, anima a justificar la violencia, llora la desaparición de la URSS. Fontana, un poco apabullado, dijo: “No se puede llamar fría a una guerra que ha causado millones de muertos”. De Irak avisó de que los norteamericanos lo único que iban a tolerar era la victoria, “que es una cosa que no tiene el menor sentido ni la menor utilidad”.

Ha corrido tanto el mundo que la entrevista parece de 1985. Uno de los éxitos de Fontana fue subirse a ese mundo y asumir su velocidad. Claro que 14 años dan para mucho, hasta para que el foco se mueva solo: “Los Estados deberían dejarse de exhibir banderas y tocar trompetas”, dijo. Habló de la victoria y de la derrota, y de la necesidad de los países por prolongar guerras que saben que no van a ganar por la mera imposibilidad de presentarse como derrotados. Y dijo esto, ya en piedra: “La vieja idea aquella de los anarquistas, que decían que enseñándoles a los ricos qué bueno sería el mundo si todo fuera mucho más justo se dejarían convencer, no suele funcionar. Y entonces ocurre que el que tiene un privilegio cuesta mucho que lo abandone”.


https://elpais.com/elpais/2018/08/28/opinion/1535450393_702321.html


Muere a los 86 años el historiador Josep Fontana


domingo, 8 de octubre de 2017

Banderas. Las banderas han tapado los procesos por corrupción, los asesinatos machistas, la explotación de los trabajadores precarios, los sueldos de miseria, las horas de trabajo no abonadas, la creciente desigualdad y pobreza, la perdida de poder adquisitivo, etc.

Es la hora del patriotismo, el momento de arremangarse, de trabajar por el país, por el bienestar y el progreso de sus ciudadanos. Porque, más allá del múltiple desastre de ayer, lo que nos angustiaba y preocupaba hace unos meses, sigue estando ahí. Las banderas han tapado los procesos por corrupción, los asesinatos machistas, la explotación de los trabajadores precarios, la amenaza yihadista, la degradación de las inversiones públicas, las carencias que entorpecen la labor de la justicia, la falta de inversión en la educación pública, las consecuencias de los recortes en Sanidad, los catastróficos efectos del cambio climático, las penurias de una multitud de trabajadores que cobran tan poco que su salario no les permite salir de la pobreza, la tragedia de todos esos miles de refugiados que, de la noche a la mañana, han dejado de existir para quienes han decidido envolverse en su bandera, rojigualda o estelada, lo mismo da porque, al cabo, todas son iguales. Todas han sido fabricadas en China por los mismos desgraciados, que han cobrado la misma miseria por confeccionarlas. El proceso independentista catalán ha incrementado la cifra de negocio de los bazares orientales en todo el territorio español pero ahora, al otro lado del 1-O, ha llegado la hora del patriotismo, y por eso me dirijo a sus clientes para pedirles que descuelguen sus banderas de los balcones y se comporten como patriotas de una vez. Si detrás de cada fachada engalanada vivieran personas comprometidas de corazón con el progreso de su nación y la felicidad de sus gentes, no estaríamos a la merced de políticos corruptos, ineptos e irresponsables, como los que nos gobiernan gracias a los votos de tantos millones de aficionados a las banderas.


https://elpais.com/elpais/2017/10/01/opinion/1506851251_754004.html