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lunes, 16 de enero de 2023

_- Mallorca, mucho más que ensaimada. Y Palma desde las alturas.

_- 'Longuets', 'pa amb oli', coca de 'trampó'... De la ciudad de Palma al pueblo de Valldemossa, sitios para probar la variada cocina mallorquina.


Los llonguets, el arròs brut, los caracoles y el pa amb oli son solo algunas de las especialidades gastronómicas de Mallorca. Una cocina típicamente mediterránea, basada en alimentos frescos procedentes del mar, la huerta y la granja, con platos sencillos e ingredientes de primera calidad. Desde Palma hasta la sierra de Tramuntana, cualquiera de estos locales de la isla balear es un acierto si se quiere degustar la gastronomía lugareña.

Bar Cabrera
No hay viaje a Mallorca que se precie sin probar el pa amb oli (en castellano, pan con aceite), y nada mejor que hacerlo en este bar que lleva más de 20 años sirviéndolo en el barrio de Santa Catalina de Palma. Aunque su carta es extensa, la mayoría de sus clientes vienen hasta aquí para comer este pan de payés restregado con tomate de ramallet típico de la isla y un chorrito de aceite. A la rebanada se le pueden añadir embutidos, ahumados, tortilla, pulpo, solomillo o lomo a la plancha. Presentados en una fuente de barro ya cortados y acompañados de olives trencades (aceitunas típicas mallorquinas), guindillas e hinojo marino, son el plato perfecto para compartir. Su éxito les llevó a abrir el Bar Cabrera Bis, un segundo local en la calle de Bartolomé Rosselló.

Calle de Can Baró, 9 (Palma). 971 73 84 82. Precio medio por persona: 10-15 euros.

Bodega La Rambla
Si hay algo por lo que es conocida la cocina española son sus tapas, y Mallorca ha sabido darle una vuelta de tuerca más con su variat. Como su nombre indica, consiste en un variado de raciones, pero todas en un mismo plato. Esta bodega del centro de Palma, decorada con cuadros, fotografías antiguas y objetos que cuelgan del techo, lleva desde los años cuarenta del siglo pasado dedicándose al tapeo. Ensaladilla, croquetas, pica-pica (un guiso picante de sepia), calamares o berenjenas rebozadas se pueden mezclar en un variat al gusto del cliente.

Via Roma, 6 (Palma). 971 72 11 90. Precio medio por persona: 10-15 euros.

Es Vaixell
En el paseo de Es Portixol se encuentra esta pequeña cafetería con vistas al puerto de Palma. Es considerada por los locales como uno de los mejores sitios para probar el llonguet, un panecillo blanco artesano típico de la zona. Se pueden rellenar de casi cualquier cosa: sobrasada, jamón serrano con mozzarella, queso de Mahón y lomo con pimientos asados son algunas de las ­deliciosas opciones a elegir. En este café bar abierto en el año 2000, estos típicos bocadillos se pueden acompañar con alguna de las ensaladas de su carta y finalizar con uno de sus aromáticos cafés 100% arábica.

Calle del Vicari Joaquim Fuster, 13 (Palma). 971 24 88 90. Precio medio por persona: 10-15 euros.

Celler Sa Premsa
Una enorme chimenea, utensilios de la huerta, toneles y botas de vino decoran este celler (casa de comidas) que ofrece recetas caseras de primera calidad en el centro de la capital mallorquina. Sin grandes elaboraciones, ofrecen un amplio menú del día y carta en la que se puede elegir entre distintos platos tradicionales. Mención especial merecen las sopas mallorquinas con pan moreno y verduras de temporada; el tumbet, elaborado con patatas, berenjenas y pimientos rojos bañados en salsa de tomate, o la sobrasada con patatas, un plato sencillo que nunca decepciona.

Plaza del Obispo Berenguer de Palou, 8 (Palma). 971 72 35 29. Precio por persona: 15-25 euros.

Mesón C’an Pedro
Sus dueños, Pedro Esteban y Ana Romera, fundaron este restaurante especializado en carnes a la brasa, pescados y cocina mallorquina en 1976. Génova, un pequeño pueblo a las afueras de Palma (a apenas seis kilómetros), fue el lugar elegido. En su extensa carta se encuentran muchos de los platos de la cocina local, pero si hay uno que destaca sobre el resto es el arròs brut (en castellano, arroz sucio). Se elabora con verduras de temporada y carne de conejo, pollo o pichón. A este arroz caldoso se le añaden especias como pimentón, clavo o canela, además de un picadillo de hígado, ingredientes que son los encargados de darle ese color parduzco tan característico (de ahí su nombre).

Calle del Rector Vives, 14 (Génova). 971 70 21 62. Precio medio por persona: 25-35 euros.

Ca’n Ribes
En la parte alta del puerto de la turística localidad de Sóller, sobre la bahía, C’an Ribes se especializa en productos del mar y arroces. Los hermanos Ribes ofrecen a sus comensales pescado fresco capturado a diario en las costas mallorquinas. Para abrir boca se recomienda probar la gamba roja de Sóller, extraída en los caladeros de la isla y emblema gastronómico de la zona. También los tacos de bacalao con mayonesa de rábano son una delicia. Para seguir, alguno de sus arroces de marisco o uno de los pescados del día (como dentón, cabracho, lubina o dorada) son una opción que no defrauda.

Calle de Santa Caterina de Alexandria, 22. (Sóller). 971 63 84 93. Precio medio por persona: 30-40 euros.

Un plato de arroz del mesón Los Patos, en Mallorca. CRISTINA ORTEGA

Mesón Los Patos
Muy cerca de la playa de Muro, en el municipio de Alcúdia, la familia Font-Barceló lleva más de 40 años regentando este celler con vistas al parque natural de s’Albufera de Mallorca. Ubicado en lo que era la finca de Ses Eres, un antiguo almacén secadero de arroz, la amabilidad y trato impecable del personal y sus dueños, siempre dispuestos a hacer alguna recomendación culinaria, es una de las señas de identidad del restaurante. Las anguilas de s’Albufera, los caracoles preparados con hierbas aromáticas o el frito mallorquín (una fritura de patatas, cebolla, tomate y pimienta roja) con cordero son algunas de las exquisiteces de Los Patos.

Camí de Can Blau, 42 (Bahía de Alcúdia). 971 89 02 65. Precio medio por persona: 30-40 euros.

Pastelería Ca’n Molinas
Al norte de la isla, en una de las villas con más encanto de la sierra de la Tramuntana (y habitual en las listas de los pueblos más bonitos de España), se encuentra esta panadería fundada en 1920. Está situada estratégicamente frente a la cartuja de Valldemossa y ofrece al visitante todo tipo de dulces mallorquines. Las ensaimadas, el gató (bizcocho de almendras mallorquín), las empanadas o la coca de trampó (masa de pan plana con hortalizas) son algunas de sus especialidades. Pero si hay algo que se ha convertido en la seña de identidad de esta pastelería y del pueblo de Valldemossa es la coca de patata. Este bollo dulce elaborado con patata y manteca de cerdo, esponjoso y ligero, es perfecto para acompañar con una horchata de almendras, todo ello mientras se disfruta de las vistas que hace casi dos siglos enamoraron a Chopin.

Calle de Blanquerna, 15 (Valldemossa). 971 61 22 47. Precio medio por persona: 5-10 euros.

Palma desde las alturas
Las mejores azoteas de la capital mallorquina para disfrutar de bellas panorámicas e irresistibles propuestas para comer y beber bien

La perspectiva cambia nuestra percepción de los objetos. Las ciudades no son las mismas vistas desde el mar que con los pies en la tierra o desde las alturas. Subimos a ocho tejados de Palma para contemplar qué aspecto tiene la capital mallorquina desde el aire. Las azoteas de los hoteles son, sin duda, una buena elección que, además, se marida con grandes propuestas gastronómicas.

Para subir al cielo

Catedral

Hay pocas experiencias turísticas tan gratificantes como subir 140 peldaños por una escalera de caracol y encontrarse, de repente, bajo los arbotantes de una joya del gótico como la catedral de Palma. O cruzar un pequeño pasadizo y darse de bruces con el rosetón mayor, labrado en piedra. Hay también un acceso al campanario, y desde las terrazas del templo además se pueden ver las vidrieras por fuera más una vista de 360 grados de la ciudad que incluye el puerto, la zona vieja de Palma, el castillo de Bellver o la playa de Can Pere Antoni. La hora que dura la visita se hace corta maravillándose con este monumento y con el paisaje que avista, o escudriñando los tejados y azoteas que lo rodean, que son como el inconsciente de los edificios. De mayo a octubre, ambos incluidos, la catedral permite al público acceder a sus terrazas en grupos reducidos. El precio de la visita es de 20 euros (para los no residentes) y debe reservarse en su página web.

Castillo de Bellver

Bellver en castellano significa bellas vistas, así que el nombre de este castillo es un adelanto de lo que se puede divisar desde la fortaleza, ubicada sobre una colina al oeste de Palma: la ciudad, la bahía y la sierra de Tramuntana. Este castillo es el único de España con planta circular y fue construido en el siglo XIV para hacer de fuerte, aunque también desarrolló otras funciones como residencia de verano para la realeza o prisión —Franco lo volvió a usar como cárcel tras la Guerra Civil—. En perfectas condiciones de conservación, se puede visitar la terraza, el patio de armas, el museo, la capilla y las diferentes estancias. La entrada cuesta cuatro euros, a excepción de los domingos, que es gratuita.

Desayuno con vistas

Hostal Cuba

De estilo modernista, el edificio que alberga este alojamiento es uno de los tesoros arquitectónicos de Palma. Con más de 100 años de historia (data de finales del siglo XIX), fue mandado construir por el mallorquín Rafael Juan Roca cuando regresó con riqueza tras emigrar de España y vivir después en Canarias. Compró varias residencias, las hizo tirar y mandó edificar después este inmueble en la zona de Santa Catalina, el antiguo barrio de pescadores. El edificio pasó a ser un hostal para marinos con pocos recursos y el bar de abajo vendía todo lo que podían necesitar: cebos para pescar, gasolina para las embarcaciones y tabaco de contrabando. Desde 2013 es un hotel boutique con una terraza privilegiada. El Sky Bar, en su azotea, está abierto para todos y ofrece desayunos (20 euros para los no huéspedes) y cócteles con música de un DJ.

Menú de altura
Hotel Almudaina

En el número 9 de la avenida de Jaime III, la azotea de este hotel ofrece disfrutar de un menú del día por 15 euros mientras se contemplan los tejados palmesanos, las cúpulas de algunas iglesias, la omnipresente catedral y el Mediterráneo. Desde arriba, la ciudad brilla con el sol, muestra huertos entre los edificios, convertidos en auténticos oasis, y sus terrazas de ensueño. La vista rodea el bar, pero los ojos suelen detenerse en la zona vieja de Palma, llena de recovecos y misterio, más que en la nueva, de edificios asépticos y sin alma. Está abierto de doce de la mañana a doce de la noche.

A la luz del crepúsculo

Hotel Sant Francesc

Los que elijan este antiguo palacete para alojarse, distinguido con premios por diversas publicaciones viajeras y en el corazón de la parte vieja de la ciudad, tendrán el privilegio de poder bañarse en su piscina y tomar el sol en la azotea. Pero los no huéspedes también pueden subir a este confortable puesto de observación. Tan solo deben esperar a las ocho de la tarde para acceder a su Singular Rooftop y abrir bien los ojos mientras el cielo se tiñe de rosa y luego, justo antes de oscurecer, desprende una luz blanca, como si se resistiera a vestirse de negro. Hay cócteles, la tradicional pomada mallorquina (ginebra, limón y azúcar) y snacks para acabar el día, o empezar la noche.

El hotel Can Alomar, donde se encuentra el restaurante De Tokio a Lima.

Champán sobre los árboles

De Tokio a Lima

Las dos azoteas del hotel Can Alomar se han transformado en un restaurante de fusión y una coctelería, abiertos a cualquier hora y donde hay hasta una barra de caviar de Beluga y champán Veuve Clicquot. El precioso edificio restaurado da al paseo del Borne y las terrazas planean sobre las copas de los árboles, creando un entorno exótico y fascinante. El lujo aquí no es solo el paisaje circundante, sino lo que se come en su restaurante De Tokio a Lima: un mestizaje de cocina asiática, peruana y mediterránea para gustos sibaritas de la que se encarga el chef German de Bernardi. Además, en el interior del restaurante hay exposiciones temporales de arte contemporáneo. Vale la pena subir hasta aquí y divisar parte de la localidad desde la espesura.

Sabores asiáticos
Katagi Blau

Situado junto a la playa del Arenal, Katagi Blau, que ocupa la azotea del hotel Iberostar Selection Llaut Palma, fue reconocido como el mejor restaurante de cocina fusión asiática en Europa en los World Luxury Restaurant Awards de 2019. Su propuesta: recetas asiáticas que se fusionan con productos mallorquines. El resultado se puede disfrutar en diferentes formatos: almuerzo ejecutivo entre semana, brunch los domingos, a la carta, con la experiencia teppanyaki o sus cócteles de autor. La panorámica de un mar infinito desde la terraza se saborea con la vista, el oído y hasta el olfato. Los jardines verticales de este rooftop, la música de fondo y la luz del Mediterráneo completan una experiencia para los cinco sentidos.

Atardecer en el Moll Vell
49 Steps

Los lobos de mar disfrutarán de este asiento de primera fila en el Moll Vell (el muelle viejo), muy cerca de la catedral y del edificio de la Lonja. La terraza del restaurante 49 Steps permite ver el mar y los yates, que aparcan sus lujosas carrocerías en esta zona vip marítima. Es también un lugar idóneo para asistir a la puesta de sol mientras se bebe uno de sus cócteles exclusivos, como el Kate Moss (vodka vainilla, limoncello, fruta de la pasión, mandarina y prosecco), y se come algo. Carnes, pescados, mariscos, arroces y tapas internacionales en un ambiente de ropa de marca, aderezado con banda sonora.

sábado, 13 de agosto de 2022

_- BALEARES. Dónde comer la auténtica cocina mallorquina ‘Tumbet’, ‘coca de trampó', ‘espinagades’, el dulce ‘gató'... De la gastronomía tradicional a las reinterpretaciones de grandes chefs, la isla mediterránea tiene muchos sabores que ofrecer

_- La sobrasada y la ensaimada.
Si por algo es conocida la comida mallorquina fuera de la isla es por sus dos símbolos más emblemáticos: la sobrasada y la ensaimada, un souvenir gastronómico vendido en cajas octogonales que muchos viajeros llevan al aeropuerto como equipaje de mano. Aunque, sin duda, hay muchos más y no son los productos que los mallorquines consumen todos los días. La gastronomía local es valorada por sus elaboraciones con aceite de oliva virgen, almendras y sal marina, muy vinculados a su tierra y raíces. Mallorca es absolutamente mediterránea y su cocina es el reflejo de las distintas culturas que han habitado en la isla, donde tradicionalmente se ha consumido mucha fruta y verdura.

Cellers.
Cuando llegó el boom turístico se popularizaron los restaurantes de comida tradicional, los llamados cellers, los cuales se han convertido en un reclamo para aquellos visitantes que desean conocer la gastronomía local más tradicional, por lo que “tanto turistas como los residentes coinciden como comensales en estos lugares”, detallan desde la Fundación Mallorca Turismo. Eran puntos de referencia también para los viajeros que se desplazaban por la isla balear a bordo de sus vehículos de tracción animal, tanto en mulas o caballos, y que hacían parada para comer, o pasar la noche, en estos establecimientos, de ahí que estén diseminados fundamentalmente por el centro de Mallorca. “Algunos se ubican también en el espacio donde se elaboraba y maduraba el vino”, añaden desde la fundación. O son nuevas aperturas.

Ca Na Toneta.
Uno de los sitios más conocidos para probar comida mallorquina en la isla es Ca Na Toneta, en la localidad de Caimari (Carrer de s’Horitzó, 21), el coqueto y conocido restaurante de la chef María Solivellas, gran defensora del recetario tradicional, a los pies de la Serra de Tramuntana. Cuando esta cocinera autodidacta empezó en el oficio, hace 20 años, no sabía por dónde empezar, por lo que decidió focalizarse en el recetario tradicional mallorquín, poco presente en aquel momento, y se paseó por toda la isla para conocer a las mujeres y sus recetas, y para entender la forma en la que se relacionaban con el alimento.


El restaurante Ca Na Toneta de la chef María Solivellas, en la localidad de Caimari, es uno de los sitios más conocidos para probar comida mallorquina en la isla.

Dieta Mediterránea.
Solivellas cuenta a El Viajero que, a través del recetario, entendió que sus antepasados comían de una manera equilibrada y saludable, la famosa dieta mediterránea que decidió poner en práctica. Su local está abierto todo el año y cambia de menú de acuerdo a las estaciones, siempre echando mano a las variedades autóctonas, que ha contribuido a recuperar como parte esencial del patrimonio alimentario de la isla. Cuando abrió el restaurante descubrió, por ejemplo, que algunos payeses seguían trabajando el trigo ancestral blat de xeixa, el cual ahora está muy presente en la gastronomía, pero en aquel momento era muy residual.

La Coca de trampó.
Una de sus creaciones conocidas es su reinterpretación de la coca de trampó, el equivalente de la pizza mallorquina que tradicionalmente se vendía únicamente en los hornos. Está preparada con una masa de pan plana y salada (la coca), y una selección de cebollas, pimientos y tomates como cobertura (el trampó). Al trabajar la masa, la cocinera sustituyó la manteca de cerdo por aceite de oliva, jugó con la cobertura y la forma, la cual preparó en forma de lengua y no rectangular. Es su plato más popular y algunos de sus ingredientes cambian según la temporada. Una de las cocas que podemos encontrar entre sus recetas es la de pulpo con cebolla.

Pescadores de gamba roja en la lonja de la ciudad de Palma.

Celler Pagés.
En el barrio de la Lonja de Palma, y desde 1956, tres generaciones de la misma familia siguen trabajando en el Celler Pagès (Carrer de Felip Bauzà, 2), otro restaurante conocido, y sencillo, donde probar comida mallorquina. Siempre apostando por el trato familiar y cercano de los restaurantes de toda la vida, en su carta ofrecen los platos más populares de la gastronomía local: frito, sopas mallorquinas, tumbet (similar a la samfaina) y dos preparaciones con sobradada: huevos al horno y sepia, recetas familiares a las que han añadido un toque más moderno.

El delicioso tumbet, el frito mallorquín.
Una de las características de la cocina tradicional es que incluye muchos platos que tienen su versión en carne y pescado, como puede ser el frito mallorquín, el delicioso tumbet, que puede estar acompañado por carne, pescado o huevos, o las tradicionales espinagades, un tipo de empanada cuyo relleno también puede variar y puede prepararse con lomo o anguila, comparten desde la Fundación Mallorca Turismo. La Feria de la Llampuga, la cual se celebra el segundo fin de semana de octubre en el muelle de pescadores del pueblo de Cala Ratjada, es uno de los eventos gastronómicos más destacados de la isla. Los pescadores capturan más de 2.000 kilos de este pescado azul para preparar diferentes tapas y platos muy variados.

Ca n’Eduardo.
Una de las propuestas gastronómicas del chef Santi Taura en su restaurante Dins, en Palma.
Si queremos comer pescado en Mallorca, generalmente la mejor idea es acercarse a la costa. Ca n’Eduardo, en el número 3 de la calle Contramuelle de la capital, es una buena dirección para comer productos del mar. Aquí preparan sus platos con productos frescos de la vecina lonja de pescado, en las cuales se subastan las capturas diarias todas las mañanas. Entre muchas otras opciones del mar, sirven gambas mallorquinas y bacalao a la mallorquina, con unas bonitas vistas a la bahía y a la catedral.

Carnes, cabrito, caracoles.
Si hablamos de carne, los escaldums con cabrito o los caracoles a la mallorquina, una comida de subsistencia elevada a la alta cocina, son otras de las propuestas de Dins, también en Palma (Plaça de Llorenç Villalonga, 4). Al frente del restaurante está Santi Taura, cocinero galardonado con una estrella Michelin en la guía 2021 y dos Soles Repsol. Los escaldums suelen prepararse con pava o pollo, pero su propuesta es una receta de casa señorial que ha combinado, usando el producto mallorquín, con técnicas de la gran cocina francesa del siglo XIX. El local está situado en el barrio de Sa Calatrava, en el corazón de las murallas del casco antiguo, compartiendo edificio con el hotel El Llorenç Parc de la Mar. Una experiencia gastronómica aquí incluye interactuar con el chef y su equipo en la barra, observando cómo preparan cada plato, o disfrutar de un ambiente más íntimo en las mesas del restaurante. A Taura le apasiona tanto su trabajo que hasta él mismo crea los platos en los que se sirve la comida, hechos a mano de forma artesanal.
 

Una selección de empanadas mallorquinas.

A través de su menú degustación Origens, el cocinero busca compartir pequeñas historias gastronómicas de la isla desde un punto de vista actual, en armonía con una selección de vinos de la isla. Solo en Mallorca se cultivan principalmente cuatro tipos de uvas distintas, hay más de 70 bodegas, más de 500 marcas de vino y dos denominaciones de origen propias: Binissalem y Pla i LLevant.

Más que la ensaimada, el gató, cacarrois, rabiols, los postres y quesos.
Los quesos, embutidos y postres mallorquines también son bien reconocidos en la cultura gastronómica. Más allá de la ensaimada, uno de los más extendidos es el bizcocho de almendras (el gató), el cual, normalmente, se acompaña con una bola de helado. Otras especialidades son el quarto (un bizcocho esponjoso), los cocarrois (empanadas) y los robiols (dulces de pasta rellenos de confitura o requesón). Uno de los lugares más conocidos para probarlos es en Can Joan de S´Aigo, cuyo local más antiguo data de 1700. En algunos pueblos también tienen sus peculiaridades: la coca de patatas de Valldemossa, el pastel de Cardenal de Lloseta o los suspiros de Manacor. Dulce tentación.

https://elpais.com/elviajero/2022-08-01/donde-comer-la-autentica-cocina-mallorquina.html