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viernes, 17 de marzo de 2023

_- Una ruta para descubrir las tiendas emblemáticas de Palma.

_- La capital de Mallorca también se disfruta en sus comercios: de panaderías y una cristalería a alpargaterías a chocolaterías con siglos de historia

Uno de los grandes atractivos de Palma es que con el paso del tiempo la capital de Mallorca ha conservado muchos comercios emblemáticos que siguen siendo regentados por las mismas familias fundadoras o han cambiado de manos manteniendo la esencia de la tienda y los productos que ofertan; algunos son clásicos de la gastronomía de la isla, pero también hay recetas reinterpretadas y objetos de diseño.

Esta es una deliciosa ruta por algunos de ellos.

Forn del Santo Cristo (Plaza del Marquès del Palmer, 2)
Su local más conocido es el de la calle de los Paraires, el primero de todos: abrió en 1910 cerca de la iglesia de Sant Nicolau. La marca ha crecido tanto que ya tienen siete locales por Palma y uno en Sóller. Todos ellos en algunas de las calles más transitadas de la ciudad, como el de la plaza del Marquès del Palmer, en el edificio Can Forteza Rey, al lado de la plaza Mayor.

El negocio fue fundado por la familia Coll, quienes estuvieron a los mandos de esta panadería y pastelería de productos típicos de Mallorca durante más de medio siglo. Después pasó a los hermanos Calleja, quienes expandieron la marca. En los sesenta, supieron aprovechar muy bien la llegada de los turistas y repartieron ensaimadas a los hoteles cuando nadie hacía nada parecido. Actualmente, el Forn del Santo Cristo está en manos de Maria Mas, quien también proviene de una familia pastelera. Los palmesanos saben bien que aquí se pueden comprar algunas de las mejores ensaimadas de la isla, ya sean lisas, rellenas de cabello de ángel, crema, sobrasada, albaricoque o dulce de leche. En su aparador también hay otros productos reposteros salados, como las empanadas o los cocarroi (pasta tradicionalmente rellena de acelgas, cebolla y pasas).

La Pajarita Bombonería (Calle de Sant Nicolau, 2)
No hay transeúnte que no se detenga frente a su llamativo escaparate de aspecto teatral, de color rojo intenso. Su aparador siempre está vestido para las ocasiones especiales, con los más trabajados turrones, monas de Pascua o panellets.

Surtido de bombones de La Pajarita Bombonería, en la localidad mallorquina de Palma.

Este negocio, que en 2022 ha cumplido 150 años, sigue regentado por la misma familia desde hace cinco generaciones. Nació como chocolatería y evolucionó como una tienda en la que se ofrecían delicatessen y productos difíciles de encontrar en la isla. De hecho, fueron los primeros en Mallorca que vendieron café, plátanos y Moët & Chandon.

En 1972 la tienda se dividió en dos. De un lado quedó el salado en La Pajarita Colmado. Del otro, los chocolates y los bombones en La Pajarita Bombonería. En el interior de su chocolatería se encuentran más de 40 tipos de bombones, frutillas, caramelos artesanos, dulces con almendra o macarons-nuage.

Fornet de la Soca (Plaza de Weyler, 9)
El cartel de madera del antiguo Forn des Teatre, hoy el Fornet de la Soca, es de los más fotografiados de Palma, y su interior mantiene la esencia de una panadería de las de toda la vida. Detrás del proyecto están Tomeu Arbona y su mujer, María José Orero, quienes comenzaron en un minúsculo local en la calle de Sant Jaume que, según cuentan, “pronto se quedó pequeño”. Un día, Arbona, paseando por la Rambla, vio que colgaba un cartel de “Se alquila” de esta preciosa fachada modernista y visualizó que, “costara lo que costara, ese era el sitio ideal para albergar sus productos”.

Tomeu Arbona, uno de los dueños del Fornet de la Soca, en Palma.
Este horno, creado en el siglo XIX y reformado en 1916, cerró en 2017. El interior estaba completamente modernizado, así que recuperaron los antiguos suelos hidráulicos y lo decoraron con muebles de pastelerías históricas de Mallorca para ofrecer “un pedacito vivo” de historia, una oportunidad de conectar con un pasado preturístico.

En el Fornet pretenden escarbar en la memoria gustativa de la isla a través de lo que ellos llaman “arqueología gastronómica local”. Para confeccionar la lista de productos que ofrecen, han visitado archivos de conventos y casas señoriales, antiguos recetarios familiares, dietarios, cuentos o libros de viajes de siglos pasados. Uno de sus productos estrella es la ensaimada trenzada de patata, que, como ellos dicen, es la versión primigenia de la ensaimada. Otra delicia recuperada es la tortada reial, un pastel para grandes celebraciones que consiste en un gató de almendra relleno de mermelada de membrillo y confitura de yema de huevo, y embadurnado en merengue.

Gordiola (Calle de la Victòria, 2)
Los Gordiola llevan tres siglos siendo referentes del vidrio, en concreto desde 1719. De origen catalán, llegaron a la isla en el XVIII, donde instalaron su primer horno de vidrio artístico siguiendo las técnicas que se utilizaban entonces en la isla italiana de Murano. Sus creaciones han visto pasar a nada menos que ocho generaciones por sus talleres.

La tienda de exposición está en la calle de la Victòria, muy cerca de la catedral de Santa María. Aquí despliegan objetos como jarrones, lámparas, cubiteras o copas de diversos colores, formas y tamaños. Algunos de ellos realmente originales, como sus palmeras de vidrio decorativas o en forma de candelabro. El acabado cromático es totalmente personalizado y no hay dos iguales, ya que se realizan de forma totalmente artesanal. Sus diseños son fácilmente identificables en un salón preparado para las ocasiones más especiales.

La familia tiene otra tienda en el pueblo de Algaida, ubicada en el Museo de Vidrio de Gordiola, el mismo lugar donde está su fábrica y taller. Una visita imprescindible.

Can Joan de s’Aigo (Calle de Can Sanç, 10)
Con más de 300 años de historia, este es uno de los comercios más antiguos de la ciudad. Prácticamente todos los palmesanos han pasado por aquí al menos una vez a tomar su chocolate caliente con ensaimadas o su singular helado artesanal. Prueba de ello es que muchas veces se sigue haciendo cola para entrar.

Interior de Can Joan de S'Aigo, local en el Carrer de Can Sanç de Palma (Mallorca).
El negocio fue fundado en 1700 por Joan Thomàs, un empresario que se dedicaba a reclutar a trabajadores para ir a recoger nieve a la sierra de Tramuntana y llevarla a la ciudad en forma de hielo para uso doméstico. Thomàs tuvo la idea de aprovecharlo para mezclarlo con zumo de frutas y así se comenzó a servir helado en Mallorca. El primer sabor que elaboró fue el de almendra, y el molino con el que lo preparaba se conserva en el local de la calle de Can Sanç. Con los años, se comenzaron a servir otros productos y Can Joan de s’Aigo (casa de Joan del agua) se convirtió en una de las primeras heladerías de la isla y una de las primeras chocolaterías de Europa. El negocio sigue regentado por los primos de la familia, quienes han abierto dos locales más, uno en el número 5 de la calle del Baró de Santa Maria del Sepulcre y otro en el 74 de la calle del Sindicat.

Alpargatería La Concepción (Calle de la Concepció, 17)
Este pequeño local del centro es otro imprescindible, un lugar donde venden zapatos y bolsos tradicionales. Es fácilmente reconocible desde la distancia: en la fachada cuelgan varias cestas de palmito y en su aparador hay modelos de zapatos como alpargatas con suela de esparto o las abarcas que su fundadora, la menorquina Jerónima Fernández, popularizó en la isla.

Calzado y bolsos en la alpargatería La Concepción, en Palma (Mallorca).
El negocio lleva abierto desde 1940. En los años sesenta, la alpargatería La Concepción se hizo conocida durante el movimiento hippy y unas décadas después la reina Sofía comenzó a frecuentarla porque le recordaba las tiendas de Grecia, convirtiéndose así en una de sus mejores embajadoras. “Por aquí han pasado doña Sofía, don Juan Carlos, Iñaki y sus hijos; al resto se lo han llevado los mayordomos”, cuenta Aurora, hija de María Visitación, propietaria de la tienda desde hace 20 años. Sobre todo, le han comprado abarcas, alpargatas de espiga y cuñas, explica. Su producto proviene de distintas localidades españolas y, por supuesto, de Mallorca. Según el tipo de zapato, está hecho en fábrica o a mano por sus maestros artesanos.

Ca’n Miquel (Calle de los Montcades, 9)
Otra de las heladerías de producción artesanal más conocidas de Palma. Comenzó su actividad en 1979. Su primer local, donde siempre había una fila de gente pidiendo un cucurucho frente a la vitrina, estaba en la avenida de Jaime III hasta hace pocos años. Ahora se encuentra justo en una calle de detrás. Es un espacio más grande con mesas para sentarse a disfrutar de una refrescante horchata, dulces y productos típicos mallorquines, como la coca de patata con helado que, cuentan, “se vende muchísimo”.

La heladería Ca’n Miquel, en Palma, se ha hecho muy popular porque muchos de los ingredientes que utilizan en sus elaboraciones son especiales.

La heladería Ca’n Miquel se hizo muy popular porque muchos de los ingredientes que utilizan en sus elaboraciones son especiales. Su fundador, Miquel Solivellas, también fue un innovador en el uso del aceite de oliva. El negocio sigue siendo regentado por su familia y, aunque la estrella es el helado de chocolate jamaicano, ofrecen 140 sabores. Algunos tan originales como el de albaricoque galta vermella, una variedad mallorquina que tan solo está en su punto óptimo de maduración 20 días al año. A destacar son los helados salados, como el de queso mahonés con aceite de oliva, el de gamba de Sóller o el de trempó, la ensalada mallorquina preparada con tomate, pimiento verde y cebolla.

sábado, 13 de agosto de 2022

_- BALEARES. Dónde comer la auténtica cocina mallorquina ‘Tumbet’, ‘coca de trampó', ‘espinagades’, el dulce ‘gató'... De la gastronomía tradicional a las reinterpretaciones de grandes chefs, la isla mediterránea tiene muchos sabores que ofrecer

_- La sobrasada y la ensaimada.
Si por algo es conocida la comida mallorquina fuera de la isla es por sus dos símbolos más emblemáticos: la sobrasada y la ensaimada, un souvenir gastronómico vendido en cajas octogonales que muchos viajeros llevan al aeropuerto como equipaje de mano. Aunque, sin duda, hay muchos más y no son los productos que los mallorquines consumen todos los días. La gastronomía local es valorada por sus elaboraciones con aceite de oliva virgen, almendras y sal marina, muy vinculados a su tierra y raíces. Mallorca es absolutamente mediterránea y su cocina es el reflejo de las distintas culturas que han habitado en la isla, donde tradicionalmente se ha consumido mucha fruta y verdura.

Cellers.
Cuando llegó el boom turístico se popularizaron los restaurantes de comida tradicional, los llamados cellers, los cuales se han convertido en un reclamo para aquellos visitantes que desean conocer la gastronomía local más tradicional, por lo que “tanto turistas como los residentes coinciden como comensales en estos lugares”, detallan desde la Fundación Mallorca Turismo. Eran puntos de referencia también para los viajeros que se desplazaban por la isla balear a bordo de sus vehículos de tracción animal, tanto en mulas o caballos, y que hacían parada para comer, o pasar la noche, en estos establecimientos, de ahí que estén diseminados fundamentalmente por el centro de Mallorca. “Algunos se ubican también en el espacio donde se elaboraba y maduraba el vino”, añaden desde la fundación. O son nuevas aperturas.

Ca Na Toneta.
Uno de los sitios más conocidos para probar comida mallorquina en la isla es Ca Na Toneta, en la localidad de Caimari (Carrer de s’Horitzó, 21), el coqueto y conocido restaurante de la chef María Solivellas, gran defensora del recetario tradicional, a los pies de la Serra de Tramuntana. Cuando esta cocinera autodidacta empezó en el oficio, hace 20 años, no sabía por dónde empezar, por lo que decidió focalizarse en el recetario tradicional mallorquín, poco presente en aquel momento, y se paseó por toda la isla para conocer a las mujeres y sus recetas, y para entender la forma en la que se relacionaban con el alimento.


El restaurante Ca Na Toneta de la chef María Solivellas, en la localidad de Caimari, es uno de los sitios más conocidos para probar comida mallorquina en la isla.

Dieta Mediterránea.
Solivellas cuenta a El Viajero que, a través del recetario, entendió que sus antepasados comían de una manera equilibrada y saludable, la famosa dieta mediterránea que decidió poner en práctica. Su local está abierto todo el año y cambia de menú de acuerdo a las estaciones, siempre echando mano a las variedades autóctonas, que ha contribuido a recuperar como parte esencial del patrimonio alimentario de la isla. Cuando abrió el restaurante descubrió, por ejemplo, que algunos payeses seguían trabajando el trigo ancestral blat de xeixa, el cual ahora está muy presente en la gastronomía, pero en aquel momento era muy residual.

La Coca de trampó.
Una de sus creaciones conocidas es su reinterpretación de la coca de trampó, el equivalente de la pizza mallorquina que tradicionalmente se vendía únicamente en los hornos. Está preparada con una masa de pan plana y salada (la coca), y una selección de cebollas, pimientos y tomates como cobertura (el trampó). Al trabajar la masa, la cocinera sustituyó la manteca de cerdo por aceite de oliva, jugó con la cobertura y la forma, la cual preparó en forma de lengua y no rectangular. Es su plato más popular y algunos de sus ingredientes cambian según la temporada. Una de las cocas que podemos encontrar entre sus recetas es la de pulpo con cebolla.

Pescadores de gamba roja en la lonja de la ciudad de Palma.

Celler Pagés.
En el barrio de la Lonja de Palma, y desde 1956, tres generaciones de la misma familia siguen trabajando en el Celler Pagès (Carrer de Felip Bauzà, 2), otro restaurante conocido, y sencillo, donde probar comida mallorquina. Siempre apostando por el trato familiar y cercano de los restaurantes de toda la vida, en su carta ofrecen los platos más populares de la gastronomía local: frito, sopas mallorquinas, tumbet (similar a la samfaina) y dos preparaciones con sobradada: huevos al horno y sepia, recetas familiares a las que han añadido un toque más moderno.

El delicioso tumbet, el frito mallorquín.
Una de las características de la cocina tradicional es que incluye muchos platos que tienen su versión en carne y pescado, como puede ser el frito mallorquín, el delicioso tumbet, que puede estar acompañado por carne, pescado o huevos, o las tradicionales espinagades, un tipo de empanada cuyo relleno también puede variar y puede prepararse con lomo o anguila, comparten desde la Fundación Mallorca Turismo. La Feria de la Llampuga, la cual se celebra el segundo fin de semana de octubre en el muelle de pescadores del pueblo de Cala Ratjada, es uno de los eventos gastronómicos más destacados de la isla. Los pescadores capturan más de 2.000 kilos de este pescado azul para preparar diferentes tapas y platos muy variados.

Ca n’Eduardo.
Una de las propuestas gastronómicas del chef Santi Taura en su restaurante Dins, en Palma.
Si queremos comer pescado en Mallorca, generalmente la mejor idea es acercarse a la costa. Ca n’Eduardo, en el número 3 de la calle Contramuelle de la capital, es una buena dirección para comer productos del mar. Aquí preparan sus platos con productos frescos de la vecina lonja de pescado, en las cuales se subastan las capturas diarias todas las mañanas. Entre muchas otras opciones del mar, sirven gambas mallorquinas y bacalao a la mallorquina, con unas bonitas vistas a la bahía y a la catedral.

Carnes, cabrito, caracoles.
Si hablamos de carne, los escaldums con cabrito o los caracoles a la mallorquina, una comida de subsistencia elevada a la alta cocina, son otras de las propuestas de Dins, también en Palma (Plaça de Llorenç Villalonga, 4). Al frente del restaurante está Santi Taura, cocinero galardonado con una estrella Michelin en la guía 2021 y dos Soles Repsol. Los escaldums suelen prepararse con pava o pollo, pero su propuesta es una receta de casa señorial que ha combinado, usando el producto mallorquín, con técnicas de la gran cocina francesa del siglo XIX. El local está situado en el barrio de Sa Calatrava, en el corazón de las murallas del casco antiguo, compartiendo edificio con el hotel El Llorenç Parc de la Mar. Una experiencia gastronómica aquí incluye interactuar con el chef y su equipo en la barra, observando cómo preparan cada plato, o disfrutar de un ambiente más íntimo en las mesas del restaurante. A Taura le apasiona tanto su trabajo que hasta él mismo crea los platos en los que se sirve la comida, hechos a mano de forma artesanal.
 

Una selección de empanadas mallorquinas.

A través de su menú degustación Origens, el cocinero busca compartir pequeñas historias gastronómicas de la isla desde un punto de vista actual, en armonía con una selección de vinos de la isla. Solo en Mallorca se cultivan principalmente cuatro tipos de uvas distintas, hay más de 70 bodegas, más de 500 marcas de vino y dos denominaciones de origen propias: Binissalem y Pla i LLevant.

Más que la ensaimada, el gató, cacarrois, rabiols, los postres y quesos.
Los quesos, embutidos y postres mallorquines también son bien reconocidos en la cultura gastronómica. Más allá de la ensaimada, uno de los más extendidos es el bizcocho de almendras (el gató), el cual, normalmente, se acompaña con una bola de helado. Otras especialidades son el quarto (un bizcocho esponjoso), los cocarrois (empanadas) y los robiols (dulces de pasta rellenos de confitura o requesón). Uno de los lugares más conocidos para probarlos es en Can Joan de S´Aigo, cuyo local más antiguo data de 1700. En algunos pueblos también tienen sus peculiaridades: la coca de patatas de Valldemossa, el pastel de Cardenal de Lloseta o los suspiros de Manacor. Dulce tentación.

https://elpais.com/elviajero/2022-08-01/donde-comer-la-autentica-cocina-mallorquina.html

miércoles, 14 de julio de 2021

_- Jóvenes irresponsables y Hoy es el día nacional de Francia, la toma de la Bastilla.

_- Me produce indignación, rabia y pena ver en la televisión a esos grupos de jóvenes irresponsables bebiendo y bebiendo sin respetar la distancia exigida para evitar el contagio (en alguna cadena he oído hablar de “brotellones”).La estupidez de algunos y algunas a quienes los periodistas acercan el micrófono es asombrosa: “Yo no tengo miedo”, “Eso del virus es un cuento”, “Nos quieren asustar”, “Para eso somos jóvenes”, “Hay que divertirse”… El problema no es solo suyo, claro está. Si una persona joven decide despreciar la vida de forma imbécil haciendo botellón sin garantías de seguridad, está en su derecho. Pero no tiene derecho a poner en peligro a nadie. Sus padres y sus abuelos, que les dan el dinero para que se diviertan y que luego son contagiados por ellos, tienen pleno derecho a estar sanos y a que nadie les tenga que llevar contra su voluntad a la UCI o al cementerio.

Algunos jóvenes tienen una mezcla de inconsciencia y de irresponsabilidad que difícilmente se puede explicar. Es probable que muchos se sientan arrastrados por esa masa en la que decir o hacer algo razonable merece desprecio, en la que recordar que hay que protegerse del virus es motivo de expulsión. Hay que ser aceptado en el grupo al precio que sea. Probablemente cada uno se comportaría de otra manera en soledad, pero en grupo, hay que seguir las leyes no escritas de la manada.

También ha influido en ese relajamiento el hecho de que se haya autorizado, quizá prematuramente, a liberar del uso de mascarillas en el exterior (aunque se exija cuando no hay distancia). Algunos han confundido el “no hay mascarillas” con el “no hay virus”. Algunos tienden fácilmente a coger el rábano por las hojas.

Un tercer motivo es el efecto estampida. Después de haber estado sometidos a restricciones, el menor resquicio es utilizado como una ocasión de desmadre. Todos hemos sentido la angustia del largo confinamiento. Es comprensible que exista un deseo de romper las cadenas pero, vamos, ya tienen edad nuestros jóvenes para frenar ese impulso con racionalidad y con ética.

La docente y escritora Marta Marco Alario, jefa de estudios adjunta de un Instituto de Enseñanza Media al que pertenecían dos alumnos que hicieron el escandaloso viaje a Mallorca en el que se produjo un contagio masivo, ha escrito una carta llena de indignación y de tristeza en la que les dice a los jóvenes: “Os vais a Mallorca en busca del coronavirus después de que durante meses en el Instituto, nos hayamos dejado la vida para que no os contagiéis y no contagiéis a vuestras familias”.

Reproduzco algunos párrafos de esa carta que está llena de tristeza y decepción. Sería bueno que la leyesen muchos jóvenes y muchos padres y madres.

“Hasta donde pueda llegar mi testimonio desde este rinconcillo os contaré que este viaje lamentable no tiene nada que ver con el Instituto (y puedo afirmar que con ninguno)…

Han jugado a ser adultos viajando a kilómetros de sus hogares para, no nos engañemos, cogerse una cogorza detrás de otra lejos de padres/madres.

Recoge la noticia de prensa, sigue diciendo, que los estudiantes han dicho que no les obligaban a llevar mascarilla. ¿Perdón? ¿En serio? A estas alturas, ¿hay que obligar a futuros universitarios a llevar mascarilla?

A veces pienso que el ser humano está mejor confinado. Luego pienso que la mezquindad es minoritaria y me consuelo un poco. Pero poco, porque si algo he aprendido este año, con toda la información que manejo como jefa de estudios adjunta, como coordinadora Covid y como rara avis que no entiende otra forma de vida que en sociedad, capaz de anteponer su grupo o a otro miembro de este frente a sí misma como ente individual, es que hemos vuelto a fracasar por culpa del individualismo, del egoísmo y de un egocentrismo mal gestionado.

Suma y sigue. Esta jefa de estudios adjunta ...



5 cosas que quizás no sabes sobre la historia de la Bastilla y su toma, el evento que cambió a Europa para siempre. https://www.bbc.com/mundo/noticias-57749185