Carlos Gómez Gil
Rebelión
Se cumplen veinticinco años de las grandes movilizaciones que tuvieron lugar en toda España a favor del 0,7% del PNB de ayuda a los países empobrecidos, impulsando un movimiento insólito en el mundo por su fuerza, aunque sus resultados, con la perspectiva que dan estos años, no hayan sido los esperados.
Un cuarto de siglo es tiempo suficiente para realizar un pequeño análisis de lo que significó esta emblemática campaña para el conjunto de la sociedad, precisamente en unos momentos en que la política estatal de ayuda al desarrollo en España ha caído a mínimos históricos, tras la profunda involución protagonizada por los Gobiernos del PP.
El 6 de abril de 1994 el entonces presidente de Ruanda, el general Juvenal Habyarimana, murió cuando su avión, a punto de aterrizar en el aeropuerto de la capital, Kigali, fue alcanzado por varios misiles. A continuación, los rebeldes del Frente Patriótico Ruandés (FPR) avanzaron sobre la capital, desencadenando uno de los más terribles genocidios conocidos en el siglo XX. Entre 800.000 y 1.000.000 de personas, mayoritariamente de etnia tutsi, fueron asesinadas de forma premeditada, en una acción planificada durante meses por fanáticos Hutus, con la complicidad de varios Gobiernos occidentales. El 75% de los tutsis fueron asesinados de manera cruel, al tiempo que la práctica totalidad de las mujeres de esta etnia que sobrevivieron al genocidio, fueron violadas. Todo ello originó una gigantesca catástrofe humanitaria provocada por millones de personas que huían de forma desesperada para escapar de una muerte segura, especialmente hacia improvisados campos de refugiados en Zaire, hoy República Democrática del Congo.
La dimensión de la tragedia y especialmente la rapidez con que se desarrolló, contaron con la pasividad de la comunidad internacional y de instituciones internacionales, que demostraron el escaso valor que otorgaban a la vida humana en algunas partes del planeta. Pero en esta ocasión, los medios de comunicación retransmitieron por vez primera y en tiempo real, informaciones que detallaban la dimensión del gigantesco drama que se estaba viviendo en la región de los Grandes Lagos. Ante nuestros ojos aparecían cientos de miles de personas cuyo único propósito a lo largo de toda su vida era sobrevivir, algo que significó un auténtico aldabonazo en muchas conciencias, llevando a numerosos ciudadanos de bien a preguntarse por las causas de tanto horror y la manera de paliar tanto sufrimiento humano. Se iniciaba un cambio trascendental en la opinión pública española, que empezaba a mostrarse a favor de la ayuda a los países pobres y la cooperación internacional.
Un país de espaldas a la cooperación internacional
Por aquel entonces, un pequeño grupo de personas vinculado a algunas organizaciones humanitarias venía impulsando actividades en las que reclamaban el cumplimiento de la Resolución 2626 (XXV) de las Naciones Unidas sobre la estrategia del segundo decenio para el desarrollo del año 1970, para destinar el 0,7% del PNB de los países ricos para la ayuda para el desarrollo del Tercer Mundo. Así, en noviembre de 1993, cinco personas iniciaron una huelga de hambre para reclamar al Gobierno el 0,7%, consiguiendo que en diciembre, responsables gubernamentales del PSOE se reunieran con ellos, afirmando tras la reunión que “se identificaban con los objetivos defendidos por los huelguistas”. De hecho, los representantes socialistas afirmaron comprometerse a presupuestar el 0,4% de ayuda al desarrollo para el año 1994. Al mismo tiempo, diferentes ONG, asociaciones y personas decidieron constituir una Plataforma de apoyo al 0,7%, en lo que significó su arranque formal ante la sociedad española.
Sin embargo, España acababa de entrar en el club de países donantes de ayuda al desarrollo, el Comité de Ayuda al Desarrollo (CAD) de la OCDE, manteniéndose muy alejada de estas cuestiones, que solo empezaban a generar debates en ámbitos cercanos a algunas ONG y en un reducido número de estudiosos que tratábamos por entonces de adentrarnos en este campo. Hasta el punto que muy pocas personas conocían el origen y el verdadero significado del 0,7%. Pero los sucesos que se desencadenaron en la región de los Grandes Lagos en el año 1994 sirvieron de catalizador en una doble dirección: permitiendo, por un lado, que las campañas minoritarias que hasta entonces se habían realizado a favor del 0,7% tomaran una nueva pujanza y se generalizaran en numerosas ciudades y municipios, y al mismo tiempo, que se pudieran plantear en sectores sociales y políticos amplios cuestiones relacionadas con las políticas de solidaridad internacional, generándose un debate sobre el papel de España como país donante y la efectividad de su desconocida política de ayuda al desarrollo.
El papel de las acampadas y movilizaciones
Así las cosas, a lo largo de 1994 se extendió por España un sentimiento difuso de solidaridad a raíz de genocidio en Ruanda y la catástrofe humanitaria que se desencadenó en la región de los Grandes Lagos, tomando como bandera una reivindicación hasta entonces minoritaria, como era el 0,7%. Por vez primera en nuestra historia, tenían lugar movilizaciones y actos masivos en los que se reclamaba un mayor esfuerzo económico de España con los países pobres. De esta forma, la campaña a favor del 0,7% era capaz de plantear en España de forma pionera nuestra responsabilidad en la reducción de la pobreza en el mundo, más allá del horizonte electoral, realizando propuestas que muchos políticos de entonces consideraban un tabú. Manifestaciones y encierros, huelgas de hambre y hasta 140 acampadas se sucedieron a lo largo y ancho de España, teniendo lugar todo tipo de actividades en las que se analizaba, enseñaba y comentaban temas que hasta entonces habían estado fuera de los debates ciudadanos. Algunos, recorrimos muchas de esas acampadas intentando explicar la complejidad de estas políticas y la necesidad de mejorar, con urgencia, nuestra política de cooperación al desarrollo.
La fuerza de la marca 0,7%
Todo aquello de lo que carecía el 0,7%, como movimiento social, en su construcción ideológica, lo tenía de formidable catalizador social y generador de simpatías, construyendo en muy poco tiempo un imaginario colectivo verdaderamente sorprendente. Así, pocos sabían de lo que se trataba, pero la mayoría estaba a favor; ni siquiera las personas implicadas en las movilizaciones conocían a fondo la naturaleza de la política española de cooperación y ayuda al desarrollo o las implicaciones económicas y sociales de sus reivindicaciones, pero la unanimidad era absoluta en cuanto a la necesidad de alcanzar esa mítica cifra del 0,7% de la que todo el mundo hablaba. El extraordinario potencial del movimiento llevó a que ningún ámbito quisiera quedarse fuera del mismo: las universidades empezaron en muchos casos a abordar de forma pionera estos temas; los medios de comunicación iniciaban la inserción de noticias y artículos de opinión hasta entonces ausentes; alcaldes y gobiernos autonómicos multiplicaban sus mociones de apoyo, al tiempo que todos los partidos políticos iniciaron una insensata carrera por erigirse en los mayores defensores de este movimiento y de sus reivindicaciones, utilizando de forma torticera la campaña y a sus líderes para hacer declaraciones demagógicas y firmar compromisos imposibles.
Las movilizaciones desencadenaron un auténtico aluvión de ofertas y compromisos políticos por parte de todos los partidos, siendo numerosos los dirigentes que firmaban manifiestos, acudían a las acampadas o se hacían fotografías de apoyo con los activistas que se pusieron en huelga de hambre. Desde el Gobierno socialista de entonces, los responsables en materia de cooperación trataron de desactivar un movimiento que suponía toda una contestación a la escuálida e ineficiente política de cooperación y ayuda que ellos mismos venían realizando, procediendo a firmar todo tipo de acuerdos con responsables de la Plataforma 0,7% y de ONG a sabiendas de su imposible cumplimiento. Así, el PSOE firmó llegar al 0,5% en el 1995, para alcanzar el 0,7% en el 1997, mientras que el PP en el mismo Congreso de los Diputados llegó a respaldar el 0,7% en el año 2000 e incluso a afirmar que se podría llegar a alcanzar el 1% en esa misma fecha. Todo este juego de falsas promesas llevó a desactivar gran parte de las movilizaciones y a levantar las acampadas, empujando a algunas ONG a difundir informaciones elogiosas sobre estos acuerdos engañosos y el fantástico rumbo que alcanzaría desde entonces la ayuda española. En poco tiempo se demostró que todo era mentira, ya que la ayuda al desarrollo de España comenzó a descender, tardando toda una década en recuperar, siquiera, los niveles que tenía en el año 1994, cuando se desencadenó esta campaña.
Acuerdos, compromisos y pactos engañosos
Sin embargo, en el año 1996 todos los datos confirmaron lo que muy pocos nos atrevimos a señalar por entonces, en la medida en que el Gobierno no solo incumplió sus acuerdos para incrementar la AOD, sino que, por paradójico que pudiera parecer, la AOD vivió un importante retroceso en el volumen de recursos empleados. Pero ello no parecía afectar a los responsables políticos, que continuaban haciendo declaraciones ampulosas sobre el crecimiento experimentado por la Ayuda al Desarrollo en España, a la vez que multiplicaban mociones y acuerdos en el Parlamento, comprometiéndose a dedicar porcentajes y recursos inalcanzables.
Por si fuera poco, la inminencia de las elecciones en ese año y una nueva huelga de hambre protagonizada por dos activistas en una roulotte instalada frente a la sede del PP madrileño, llevaron a que dos de los dirigentes populares, Loyola del Palacio y Rafael Hernando, junto a uno de los huelguistas de hambre y a un dirigente de una gran ONG, firmaran un nuevo “Compromiso por la solidaridad”, repitiendo nuevamente acuerdos y promesas que en muy poco tiempo se incumplieron tras las decisiones adoptadas por el PP nada más ganar las elecciones y entrar en el Gobierno, en el año 1996.
Encontraremos pocos ejemplos en la sociedad española donde haya habido tantas declaraciones engañosas, tantos acuerdos incumplidos, tal número de mociones y proposiciones parlamentarias aprobadas a propuesta de partidos, de uno y otro signo político, sobre una misma materia que han sido sistemáticamente despreciados por parte de sus diferentes dirigentes políticos, como a lo largo de todos estos años se ha venido produciendo en torno a la promesa del 0,7%. Todavía algunos nos preguntamos, ¿cómo se ha podido edificar un engaño político tan grande, como ha sido el compromiso asumido primero por el PSOE y luego por el PP, de destinar el 0,7% del PNB para AOD, cuando existía tal grado de apoyo y simpatía de la sociedad española hacia esta reivindicación?
Principales bazas y debilidades del movimiento 0,7%
La campaña del 0,7% demostró la complejidad de los movimientos sociales en las sociedades contemporáneas, la facilidad con la que éstos pueden ser fagocitados por los poderes políticos y económicos, así como la ausencia de escrúpulos sobre la que algunos responsables políticos edifican su futuro. Pero lo que en un momento dado fueron algunas de las principales bazas de este movimiento, se convirtieron también en sus puntos más débiles. La extraordinaria difusión de la campaña en todo el Estado, la pluralidad de expresiones y actos, la espontaneidad con que fue construyéndose el movimiento el 0,7%, junto a la enorme simpatía que cosechó, especialmente entre sectores jóvenes y dinámicos de la sociedad, no impidió que la Plataforma de Madrid tratara de jugar con ventaja su situación de centralidad y contacto con los poderes públicos estatales, en detrimento de otras muchas plataformas locales en diferentes provincias. Además, desde el movimiento de Madrid se dificultaron cauces de organización horizontales, manteniendo una visión naïf de los problemas de la cooperación y la ayuda al desarrollo muy alejada de la realidad, dificultando que se generaran estrategias para difundir mensajes rigurosos y estudios de una cierta profundidad, impidiendo así que se produjera una manipulación de las reivindicaciones y movilizaciones de esta campaña.
Por decirlo de forma muy gráfica, el 0,7% sucumbió bien pronto debido a la dificultad para gestionar el extraordinario éxito que cosechó y a causa de la manipulación deliberada que del movimiento se hizo desde los partidos políticos. No era posible firmar año tras año acuerdos imposibles de cumplir (con solo revisar por encima los Presupuestos Generales del Estado y las grandes cifras de la cooperación) con quienes avanzaban en sentido opuesto a estas peticiones, minando su credibilidad y contribuyendo, con ello, a difundir un discurso de incumplimiento sistemático de estas políticas. Lo más llamativo es que cuantos más acuerdos y compromisos políticos firmaban quienes se erigieron en líderes de esta plataforma, más se alejaba la ayuda española del cumplimiento del 0,7% y más se reducía.
Pero no fueron solo los partidos políticos los que trataron de aprovecharse de la fuerza de este movimiento, sino que también el poder económico comprendió bien pronto los beneficios que podía recoger aprovechándose de sus valores y de su potencial legitimador. Y así, tabacalera utilizó para la promoción publicitaria de su marca de cigarrillos, Fortuna, los valores del 0,7%, aderezándolo con una polémica campaña de supuestas subvenciones a proyectos, a los que concurrieron algunas ONG que evidenciaron su falta de escrúpulos para captar recursos, iniciando un debate que contribuyó a erosionar a la CONGDE, al dar por válida en algunas ONG la máxima de Maquiavelo de que el fin justifica los medios. Todo servía para obtener dinero para sus proyectos, abriendo un debate no resuelto en el oenegeísmo que ha llevado a algunas de ellas a sacrificar principios éticos, códigos de conducta y valores esenciales.
El mayor movimiento de solidaridad en España
Ahora bien, hay otros muchos ángulos que también tienen que ser tenidos en cuenta para valorar en su justa medida lo que ha sido el mayor movimiento de solidaridad internacional generado en la sociedad española. Así, la movilización por el 0,7% ha sido capaz de alimentar nuevos movimientos sociales relacionados con estas cuestiones, algunos de ellos de una gran madurez, que han puesto en práctica algunas de las lecciones que aprendieron. Los grupos contra la deuda externa que se articularon en torno a la RECADE y que culminaron en la campaña “Deuda externa, deuda eterna”; los movimientos en contra del BM y del FMI, o las organizaciones altermundialistas surgidas en los últimos años ante su preocupación por el avance del proceso de globalización, son ejemplos de lo que decimos. Tampoco se puede ignorar que esta movilización permitió que se democratizara un debate social en torno a los problemas del hambre, el subdesarrollo y las políticas de solidaridad internacional. Buena prueba de ello es que en la segunda mitad de los 90 se publicaron algunos de los mejores libros y estudios sobre solidaridad, ayuda y cooperación internacional en España. Incluso las acampadas del 15M emulaban, en muchos lugares, las acampadas del 0,7% del año 1994.
Una sensación agridulce
Pero posiblemente, el mayor logro de esta campaña no pueda interpretarse en clave estatal, sino por el contrario, a nivel autonómico y local. El avance que vivieron en España las políticas de cooperación descentralizada que se llevaron a cabo en ayuntamientos, diputaciones, cabildos y comunidades autónomas desde entonces fue, sin ninguna duda, el mayor logro de esta campaña, y uno de los mayores avances experimentados por la política de cooperación española hasta la llegada de la crisis. La política de cooperación descentralizada en España es única en el mundo, siendo un espacio de vitalidad, originalidad y avances, poco reconocido. España es un donante muy notable en la cooperación al desarrollo que se realiza desde las instituciones descentralizadas a lo largo y ancho del país, en infinidad de ciudades, comunidades autónomas, diputaciones y cabildos, con un volumen de recursos muy importantes y crecientes, generando prácticas y experiencias de solidaridad y participación extraordinariamente enriquecedoras. Y ello se debió gracias a las movilizaciones del 0,7% en el año 1994 y a las numerosas personas y organizaciones que participaron en sus movilizaciones. Un buen ejemplo fue el Concejal de Solidaridad del Ayuntamiento de Córdoba, David Luque, ya fallecido, que salió de las movilizaciones del 0,7% y trabajó posteriormente desde el Ayuntamiento de esta ciudad para llevar a cabo las reivindicaciones de estas movilizaciones en su propia ciudad. También las universidades crearon oficinas, programas, cursos y posgrados, otorgando a estas materias una importancia docente e investigadora hasta entonces inexistente. Al mismo tiempo, las ONG deben ser citadas también como entidades que se beneficiaron de esta campaña, al ver aumentar, hasta la llegada de la crisis, sus recursos disponibles y gozar de una mayor relevancia social e institucional.
Los gobiernos del PP dinamitan el 0,7%
Sin embargo, a pesar de la campaña del 0,7%, la ayuda española nunca consiguió, ni de lejos, aproximarse a esta cifra, alcanzando su máximo histórico en el año 2009, con el 0,46% de AOD dedicado por el entonces Gobierno de Rodríguez Zapatero. Bien es cierto que nuestra política de ayuda al desarrollo mantenía, por entonces, importantes problemas que dañaban su calidad y cuestionaban seriamente su efectividad.
Sin embargo, a partir de esa fecha y con la excusa de la crisis, los sucesivos gobiernos del Partido Popular, presididos por Mariano Rajoy, han protagonizado el mayor retroceso en la historia de la ayuda al desarrollo en un país donante, llevándola a un progresivo desmantelamiento, con cifras del 0,1%, similares a los niveles que tenía España en los años 80, situándonos en el pelotón de cola de los 30 países donantes del CAD. Todo ello subraya bien a las claras el papel que el PP da a las políticas de solidaridad internacional, a la cooperación al desarrollo y la lucha contra la pobreza, arrojados como estamos a las fuerzas del mercado y a los intereses de los poderosos. Al mismo tiempo, es importante destacar cómo el Partido Popular ha tenido, al frente de diferentes organismos e instituciones de ayuda y cooperación, a personas que posteriormente han sido procesadas y condenadas por diferentes delitos de corrupción, mientras recortaba de manera dramática y con saña la ayuda a los países empobrecidos, o directamente la eliminaba, como ha hecho en diferentes comunidades autónomas y ayuntamientos, con la falsa escusa de la crisis. Por ello, en estos momentos la prioridad en nuestro país pasa por una reconstrucción profunda de las políticas de cooperación al desarrollo, reducidas a su mínima expresión durante el mandato del PP, que se han alejado del cumplimiento del 0,7% como nunca antes se había visto desde que España es país donante.
Entender los nuevos valores de la ayuda al desarrollo
Es cierto que, a lo largo de estos veinticinco años, los cambios en la agenda del desarrollo internacional, los nuevos desafíos en las políticas de cooperación al desarrollo y una conciencia de permanente crisis en la ayuda internacional han generado nuevos enfoques que van más allá de un entendimiento limitado de la ayuda a través de la simple medición de los flujos de ayuda asignados. Pero no debemos olvidar que sin recursos, no hay políticas posibles, al tiempo que el acuerdo unánime de la comunidad internacional del año 1970 que tiene como base comprometer a todas las naciones en la eliminación de la pobreza, requiere, a su vez, de otras muchas políticas interconectadas capaces de proporcionar servicios esenciales, junto a la garantía de derechos básicos acompañados de justicia, libertad y dignidad, algo cada vez más erosionado en todo el mundo.
Por ello, las políticas de solidaridad internacional tienen, también, el valor de actuar como fuerte pegamento para la cohesión social sobre la base de valores compartidos, como vemos en los países que han dado al 0,7% carta de naturaleza. No es por ello casual que los defensores del individualismo dañino, del liberalismo depredador, del capitalismo salvaje, sean precisamente quienes más daño han hecho a las políticas de cooperación al desarrollo, como hemos visto con nitidez desgraciadamente en España.
A pesar de que España se encuentra muy lejos todavía del 0,7%, la semilla plantada hace 25 años con las movilizaciones, luchas y trabajos que reivindicaron el cumplimiento de este compromiso, hace que su fruto sea, hoy en día, mucho más valioso de lo que parece.
Carlos Gómez Gil es Doctor en Sociología y profesor de cooperación al desarrollo en la Universidad de Alicante.
Publica su blog www.carlosgomezgil.com donde recoge otros muchos trabajos.
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miércoles, 8 de mayo de 2019
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