Cinco años después de señalar el agujero de Bankia, el FMI ha vuelto a examinar a la banca española. El resultado es que las entidades están mejor preparadas y son más resistentes. Aun así, alerta de su excesiva dependencia de la liquidez del BCE, su elevada exposición a la deuda pública y la baja rentabilidad. En opinión del Fondo, la retirada de las inyecciones del Eurobanco podría aumentar los costes de financiación de las entidades. Además, advierte de que los bancos necesitan unos 22.000 millones para mejorar la calidad del capital, según el test cerrado a diciembre de 2016 que incluye al Popular.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) ya no señala como peligrosa a ninguna entidad como hizo en 2012 con Bankia. Sin embargo, en su informe quinquenal sobre la banca española, el FMI sí que advierte de la persistencia de riesgos en el sistema financiero. Algunas instituciones siguen siendo “vulnerables”, concluye, con unas críticas sobre el sistema que no son nuevas.
El análisis de la institución pone énfasis en la elevada dependencia que tienen los bancos españoles de la liquidez del BCE. Un 6% de su financiación procede del Eurobanco, recuerda. En una sola entidad, que no cita, esta cifra asciende al 17% a cierre de 2016. Aunque reconoce que la financiación del sector ha mejorado mucho, el FMI tiene dudas sobre la capacidad de los bancos para conseguir financiación en un contexto de tensiones en los mercados.
Según el Fondo, la banca aprovechó las inyecciones del BCE para mejorar su rentabilidad comprando bonos del Gobierno. Es lo que en la jerga se conoce como carry trade: tomar prestado al 0% para adquirir títulos que rendían hasta un 3%. Aunque el FMI señala que estas operaciones ahora se han reducido, sostiene que “en este contexto la sustitución de financiación del BCE por la del mercado mayorista [siempre más cara] sería perjudicial para la estabilidad de los bancos españoles”. El organismo incluso añade que “podrían sufrir tensiones de liquidez si el BCE empieza a recortar el suministro”. No obstante, fuentes oficiales españolas defienden que Fráncfort sabrá gestionar esta retirada de apoyos de forma paulatina, lo que aminorará el efecto negativo para las entidades.
Por otra parte, las exposiciones de la banca a la deuda pública podrían conducir a pérdidas, subraya el informe. El motivo: las carteras de bonos perderán valor a medida que suban los tipos. Según el Fondo, las carteras de Deuda Pública española suponen un talón de Aquiles incluso en el escenario económico previsto más probable. Así, conmina a las autoridades a hacer un seguimiento estrecho de este problema.
Fuentes de la Administración matizan que los bancos podrían aguantar los títulos hasta el vencimiento para no sufrir tantas pérdidas. Otras fuentes oficiales insisten en que el BCE hará una subida de tipos muy escalonada, permitiendo que los bancos asuman las pérdidas de forma gradual.
El FMI también destaca que las 14 entidades más importantes (incluyendo al Popular) dependen con exceso de los instrumentos de capital de menor calidad como los fondos de comercio y los créditos fiscales diferidos (deducciones de impuestos futuras por pérdidas del pasado). Estos números rojos proceden de los malos años de la crisis y su desgravación se puede apuntar como parte de su capital regulatorio. Según los cálculos del organismo, los bancos españoles tendrán que elevar en 160 puntos básicos su capital regulatorio para cumplir con la nueva legislación que entrará en vigor en 2019, denominada CRD IV en el sector, que exige reemplazar estos instrumentos de peor calidad por otros con mayor capacidad para absorber pérdidas. Esto supone aumentar su capital en torno a un 10%, es decir, unos 22.000 millones, según explican fuentes financieras. Tras absorber BMN, Bankia tiene un alto volumen de créditos fiscales.
El test de estrés realizado analiza a los bancos sobre tres escenarios: normalidad económica, estancamiento y dura recesión. En una situación de dura crisis, “varios bancos” se mostraron incapaces de cumplir con el requisito de capital mínimo y “unos pocos” suspendieron las exigencias de capital de mayor calidad. La nota concluye que los resultados fueron “dispares”.
EL FONDO METE PRESIÓN A LOS SUPERVISORES FINANCIEROS
El Banco Central Europeo (BCE) tomó las riendas de la supervisión bancaria hace más de dos años. Fráncfort y la Autoridad Bancaria Europea (EBA) se han reforzado en personal y medios para ser las verdaderas autoridades del sector; ya no pueden alegar que los supervisores locales de cada país son los responsables de los problemas que todavía arrastran las entidades.
El test de estrés del FMI de noviembre pasado, y la reciente quiebra del Banco Popular, han provocado que responsables de organismos europeos, que piden el anonimato, cuestionen la falta de severidad con la que los supervisores examinan a los bancos europeos, que todavía arrastran problemas de hace una década. Las alertas del FMI sobre el sector español deben ser conocidas en el BCE, máxime porque cuenta con dos altos ejecutivos procedentes del Banco de España en la cúpula supervisora: Ramón Quintana, director general del Mecanismo Único de Supervisión (MUS), y Margarita Delgado, directora general adjunta del citado organismo, dependiente de Fráncfort.
Pero el problema no es solo español: bancos de otros países, como Italia, Portugal, Grecia, Chipre, o incluso Alemania, también ofrecen dudas al mercado. Tras el examen del FMI, los test de estrés que la EBA iniciará en breve, y publicará en noviembre, están bajo presión y se analizarán con lupa para comprobar el rigor de los supervisores.
11.000 millones de déficit
En los escenarios adversos, el déficit de capital asciende a un 1% del PIB, esto es unos 11.000 millones. El FMI no menciona entidades. Tampoco da pistas como hizo en 2012. No obstante, cabe recordar que la prueba se hizo con el cierre de 2016, y que desde entonces han sucedido hechos muy significativos: la quiebra del Popular que acabó en manos del Santander tras ampliar capital en 7.000 millones; la absorción de BMN por Bankia; la salida a Bolsa de Unicaja y los 500 millones que ha captado Liberbank para fortalecerse. Estas mejoras han provocado que buena parte de las deficiencias encontradas han sido subsanadas, según fuentes oficiales. “Es una situación superada. Solo el Santander ya ha recabado 7.000 millones”, afirman.
En cuanto a la rentabilidad, esta permanece por debajo del coste de capital y algunos bancos muestran menos capacidad para absorber tensiones adicionales sobre sus márgenes, afirma el FMI. No obstante, los hombres de negro admiten que la rentabilidad de las entidades españolas ha evolucionado mejor que la de sus pares europeos y, además, se ve afectada por tener que provisionar más que sus competidores. En los test de estrés la rentabilidad caería desde el 0,8% sobre los activos ponderados por riesgo hasta una horquilla entre un -0,6% y un -0,8% en los escenarios adversos.
Aunque los dos bancos internacionalizados, Santander y BBVA, logran márgenes mayores que el resto, gracias sobre todo a América Latina, estas dos entidades presentan una rentabilidad ligeramente por debajo de la de los bancos considerados globalmente sistémicos, apunta el FMI.
Y por último recuerda que la banca tiene bien provisionados los créditos, con una ratio del 58%, en línea con la media europea. Sin embargo, el Fondo alerta de que cinco entidades tiene una de solo el 40%. Una década después de la crisis financiera, los bancos han mejorado pero aún arrastran problemas.
https://elpais.com/economia/2018/01/07/actualidad/1515352866_174748.html
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viernes, 26 de enero de 2018
martes, 13 de septiembre de 2016
Si tu hijo no habla, que baile o haga garabatos. La psicoterapia a través del arte potencia la expresión de los sentimientos y pensamientos de los niños. La danza es el arte que más les ayuda
La terapia a través del arte es un tratamiento que, ya sea mediante las artes plásticas, tales como la pintura, escultura, fotografía, o cualquier expresión corpórea como la danza, mejora la salud emocional de los niños y, en especial, la de los niños con necesidades especiales.
Pintar en un bloc de dibujo, bailar o escribir, son actividades que no solo se usan con fines educativos o de ocio, sino que resultan muy efectivos para aliviar tensiones e incluso como terapias alternativas para niños con algún trauma leve o con algún tipo de discapacidad intelectual o motora. Numerosos estudios señalan que el arte afecta al sistema nervioso autónomo, al equilibrio hormonal y a los neurotransmisores cerebrales, y que produce cambios en la actitud, en el estado emocional y en la percepción del dolor, tanto en niños como en adultos.
Según Mary-Rose Brady directora de la Asociación Británica de terapeutas de arte, los niños tan pequeños no son capaces de ponerle nombre a sus sentimientos. “Las terapias a través del arte pueden proporcionar alivio a niños cuya opción anterior es el llanto o los ataques de ira en respuesta a sentimientos abrumadores”. Los materiales que utilizan, no solo se pueden emplear como herramientas de juego, sino que resultan clave para que puedan expresarse. “Los instrumentos de arte sirven para que los niños puedan exteriorizar sus emociones perturbadoras o confusas, darles forma y que les permita efectuar conexiones entre pensamientos, sentimientos y comportamientos, tal vez por primera vez”, añade la experta.
Un estudio realizado el año pasado por la Universidad de Montana y el Art as Mean for Increasing Confidence (AMIC) concluía que las artes expresivas como la danza, el teatro o la música, aumentan considerablemente la confianza de los niños.
La danza, el arte que más ayuda
Por otro lado, la danza es la expresión artística de la que se obtienen mejores resultados cuando se usa como terapia. La Fundación Psicoballet Maite León, por ejemplo, se creó a raíz de la discapacidad intelectual que padece una de las hijas de Maite, la que fuera fundadora del centro de danza clásica del mismo nombre en Madrid. “Mi madre fundó el centro de danza y aplicó todos sus conocimientos como bailarina a raíz de la discapacidad intelectual de mi hermana”, explica.
Al parecer los médicos no le ofrecían muchas esperanzas en cuanto a calidad de vida. “Mi madre intentó mejorar su motricidad sobre la base de sus conocimientos, a través de la danza. Tras ver la evolución de mi hermana decidió formar un grupo de trabajo formado por artistas, psicólogos y médicos con el fin de que estos avances no se quedaran únicamente en ella, sino que también pudieran beneficiar a otras personas”, explica Gabriella.
La Fundación PsicoBallet forma a actores y bailarines con discapacidades físicas, sensoriales, intelectuales y de desarrollo. Los alumnos reciben su formación desde el punto de vista la creatividad y la innovación. Para ello, partiendo de una formación escénica en danza, teatro, música o maquillaje, utilizan las capacidades de cada alumno y su motivación para ir construyendo su propio camino de aprendizaje. La finalidad de esta formación es, entre otras, la mejora de su calidad de vida y la demostración de sus capacidades a través de los distintos espectáculos que recorren los escenarios. La FPBML apuesta por la integración de cuerpos y mentes diversas como forma de expresión enriquecedora y múltiple y por ello en sus espectáculos buscan la armonía y la fusión de personas muy distintas entre sí.
“Gracias a la danza, se producen mejoras en las habilidades sociales como un mayor autocontrol, autonomía, responsabilidad y capacidad para trabajar en grupo. Con el baile aumentan sus capacidades artísticas, de creación, imaginación o expresión y sus habilidades motrices, de coordinación y de aprendizaje, concluye Gabriela.
Terapia de juego versus terapia de arte
En este tipo de terapias, no es necesario saber dibujar para expresar en un papel lo que llevas dentro, sobre todo los niños. Y es que la terapia infantil se confunde, en ocasiones, con la terapia a través del juego. Los terapeutas de arte que trabajan con niños incluyen actividades basadas en los juegos (muñecos, juguetes, accesorios, etc.…) pero, la toma de arte en el contexto de la terapia es una experiencia un poco diferente del juego, ya que fomenta la creación de un producto tangible.
Diego Rodríguez es maestro de Pedagogía Terapéutica (PT) en el colegio CEIP Joaquín Costa de Alcorcón y utiliza en sus clases herramientas artísticas como el dibujo de láminas de obras de arte. “Los niños dibujan, pintan y colorean para estimular el lenguaje y aumentar sus capacidades de expresión. Aparte de estas técnicas, usamos el juego dramático para trabajar las habilidades sociales, el conocimiento de las emociones y la empatía. En los colegios se usan muchas técnicas artísticas enfocadas tanto al alumnado con necesidades especiales como para todos los niños en general”, nos comenta Diego.
A los niños con habilidades lingüísticas limitadas les resulta más complicado expresar sus sentimientos. De hecho, se puede convertir en una tarea muy complicada. Laura Donis es terapeuta y coordinadora desde hace más de tres años del proyecto Empower Parents, una red de más de 20 familias con niños y niñas con Trastorno del Espectro del Autismo (TEA). “El arte es transformador para todos pero sobre todo en aquellos casos en los que se convierte en un medio que facilita la comunicación y la expresión. Buscamos que los niños sean conscientes de su propio proceso de trabajo, que lo disfruten y que la actividad artística sirva para desarrollar sus habilidades sociales, resolver algún tipo de conflicto, etc.…”, comenta Laura.
Para Sandra Gutiérrez, Historiadora del Arte y educadora de museos desde hace más de 10 años, fomentar el arte en la edad temprana permite potenciar el pensamiento creativo, reflexivo y crítico de los niños. “Los niños que realizan actividades artísticas desde la infancia obtienen diversos beneficios físicos y emocionales”. “Con los talleres artísticos, los niños, expresan sus gustos, sentimientos y frustraciones. Es una herramienta idónea de aprendizaje que estimula la capacidad de crear e innovar”, añade.
Actualmente, Sandra trabaja como educadora en el Espacio de la Fundación Telefónica en Madrid donde, en ocasiones, realizan programas para acercar el arte a las personas con dependencia y necesidades especiales. “Estuvimos en las Aulas Hospitalarias del Hospital 12 de Octubre de Madrid, con el objetivo de acercar nuestro Patrimonio Histórico-Tecnológico como un medio posible para subvertir el malestar en bienestar y mejorar la estancia de los niños ingresados. En esta actividad participan familiares y personal hospitalario con el fin de normalizar todo lo que rodea a los niños”, nos explica Sandra.
Son muchas las instituciones que integran en sus programas las terapias a través del arte para niños con o sin problemas. Por ejemplo, el Hospital de la Paz tiene un programa de musicoterapia para niños, la Universidad Autónoma de Madrid cuenta con un máster propio en Musicoterapia. La Once también cuenta con un programa de Musicoterapia para ciegos y en la Universidad de Alcalá ofrecen un programa exclusivo de música para ciegos en el que pasan las partituras a braille.
http://elpais.com/elpais/2016/06/27/actualidad/1467014418_832066.html
Pintar en un bloc de dibujo, bailar o escribir, son actividades que no solo se usan con fines educativos o de ocio, sino que resultan muy efectivos para aliviar tensiones e incluso como terapias alternativas para niños con algún trauma leve o con algún tipo de discapacidad intelectual o motora. Numerosos estudios señalan que el arte afecta al sistema nervioso autónomo, al equilibrio hormonal y a los neurotransmisores cerebrales, y que produce cambios en la actitud, en el estado emocional y en la percepción del dolor, tanto en niños como en adultos.
Según Mary-Rose Brady directora de la Asociación Británica de terapeutas de arte, los niños tan pequeños no son capaces de ponerle nombre a sus sentimientos. “Las terapias a través del arte pueden proporcionar alivio a niños cuya opción anterior es el llanto o los ataques de ira en respuesta a sentimientos abrumadores”. Los materiales que utilizan, no solo se pueden emplear como herramientas de juego, sino que resultan clave para que puedan expresarse. “Los instrumentos de arte sirven para que los niños puedan exteriorizar sus emociones perturbadoras o confusas, darles forma y que les permita efectuar conexiones entre pensamientos, sentimientos y comportamientos, tal vez por primera vez”, añade la experta.
Un estudio realizado el año pasado por la Universidad de Montana y el Art as Mean for Increasing Confidence (AMIC) concluía que las artes expresivas como la danza, el teatro o la música, aumentan considerablemente la confianza de los niños.
La danza, el arte que más ayuda
Por otro lado, la danza es la expresión artística de la que se obtienen mejores resultados cuando se usa como terapia. La Fundación Psicoballet Maite León, por ejemplo, se creó a raíz de la discapacidad intelectual que padece una de las hijas de Maite, la que fuera fundadora del centro de danza clásica del mismo nombre en Madrid. “Mi madre fundó el centro de danza y aplicó todos sus conocimientos como bailarina a raíz de la discapacidad intelectual de mi hermana”, explica.
Al parecer los médicos no le ofrecían muchas esperanzas en cuanto a calidad de vida. “Mi madre intentó mejorar su motricidad sobre la base de sus conocimientos, a través de la danza. Tras ver la evolución de mi hermana decidió formar un grupo de trabajo formado por artistas, psicólogos y médicos con el fin de que estos avances no se quedaran únicamente en ella, sino que también pudieran beneficiar a otras personas”, explica Gabriella.
La Fundación PsicoBallet forma a actores y bailarines con discapacidades físicas, sensoriales, intelectuales y de desarrollo. Los alumnos reciben su formación desde el punto de vista la creatividad y la innovación. Para ello, partiendo de una formación escénica en danza, teatro, música o maquillaje, utilizan las capacidades de cada alumno y su motivación para ir construyendo su propio camino de aprendizaje. La finalidad de esta formación es, entre otras, la mejora de su calidad de vida y la demostración de sus capacidades a través de los distintos espectáculos que recorren los escenarios. La FPBML apuesta por la integración de cuerpos y mentes diversas como forma de expresión enriquecedora y múltiple y por ello en sus espectáculos buscan la armonía y la fusión de personas muy distintas entre sí.
“Gracias a la danza, se producen mejoras en las habilidades sociales como un mayor autocontrol, autonomía, responsabilidad y capacidad para trabajar en grupo. Con el baile aumentan sus capacidades artísticas, de creación, imaginación o expresión y sus habilidades motrices, de coordinación y de aprendizaje, concluye Gabriela.
Terapia de juego versus terapia de arte
En este tipo de terapias, no es necesario saber dibujar para expresar en un papel lo que llevas dentro, sobre todo los niños. Y es que la terapia infantil se confunde, en ocasiones, con la terapia a través del juego. Los terapeutas de arte que trabajan con niños incluyen actividades basadas en los juegos (muñecos, juguetes, accesorios, etc.…) pero, la toma de arte en el contexto de la terapia es una experiencia un poco diferente del juego, ya que fomenta la creación de un producto tangible.
Diego Rodríguez es maestro de Pedagogía Terapéutica (PT) en el colegio CEIP Joaquín Costa de Alcorcón y utiliza en sus clases herramientas artísticas como el dibujo de láminas de obras de arte. “Los niños dibujan, pintan y colorean para estimular el lenguaje y aumentar sus capacidades de expresión. Aparte de estas técnicas, usamos el juego dramático para trabajar las habilidades sociales, el conocimiento de las emociones y la empatía. En los colegios se usan muchas técnicas artísticas enfocadas tanto al alumnado con necesidades especiales como para todos los niños en general”, nos comenta Diego.
A los niños con habilidades lingüísticas limitadas les resulta más complicado expresar sus sentimientos. De hecho, se puede convertir en una tarea muy complicada. Laura Donis es terapeuta y coordinadora desde hace más de tres años del proyecto Empower Parents, una red de más de 20 familias con niños y niñas con Trastorno del Espectro del Autismo (TEA). “El arte es transformador para todos pero sobre todo en aquellos casos en los que se convierte en un medio que facilita la comunicación y la expresión. Buscamos que los niños sean conscientes de su propio proceso de trabajo, que lo disfruten y que la actividad artística sirva para desarrollar sus habilidades sociales, resolver algún tipo de conflicto, etc.…”, comenta Laura.
Para Sandra Gutiérrez, Historiadora del Arte y educadora de museos desde hace más de 10 años, fomentar el arte en la edad temprana permite potenciar el pensamiento creativo, reflexivo y crítico de los niños. “Los niños que realizan actividades artísticas desde la infancia obtienen diversos beneficios físicos y emocionales”. “Con los talleres artísticos, los niños, expresan sus gustos, sentimientos y frustraciones. Es una herramienta idónea de aprendizaje que estimula la capacidad de crear e innovar”, añade.
Actualmente, Sandra trabaja como educadora en el Espacio de la Fundación Telefónica en Madrid donde, en ocasiones, realizan programas para acercar el arte a las personas con dependencia y necesidades especiales. “Estuvimos en las Aulas Hospitalarias del Hospital 12 de Octubre de Madrid, con el objetivo de acercar nuestro Patrimonio Histórico-Tecnológico como un medio posible para subvertir el malestar en bienestar y mejorar la estancia de los niños ingresados. En esta actividad participan familiares y personal hospitalario con el fin de normalizar todo lo que rodea a los niños”, nos explica Sandra.
Son muchas las instituciones que integran en sus programas las terapias a través del arte para niños con o sin problemas. Por ejemplo, el Hospital de la Paz tiene un programa de musicoterapia para niños, la Universidad Autónoma de Madrid cuenta con un máster propio en Musicoterapia. La Once también cuenta con un programa de Musicoterapia para ciegos y en la Universidad de Alcalá ofrecen un programa exclusivo de música para ciegos en el que pasan las partituras a braille.
http://elpais.com/elpais/2016/06/27/actualidad/1467014418_832066.html
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martes, 7 de enero de 2014
El fin de la fiebre fiscal. Por fin empezamos a hablar de cuestiones reales, como la desigualdad, y no de falsas crisis fiscales
En 2012, el presidente Obama, que no pierde la esperanza de que prevalezca la razón, predijo que su reelección acabaría por fin con la “fiebre” del Partido Republicano. No fue así.
Pero la intransigencia de la derecha no era el único trastorno que alteraba el cuerpo político estadounidense ese mismo año. También sufríamos de fiebre fiscal: la insistencia de prácticamente toda la clase dirigente política y mediática en que los déficits presupuestarios eran nuestro problema económico más urgente e importante, aun cuando el Gobierno federal podía tomar préstamos a tipos de interés increíblemente bajos. En vez de ocuparse del desempleo masivo y de la desigualdad creciente, Washington tenía la mirada puesta casi exclusivamente en la supuesta necesidad de recortar el gasto (lo cual agravaría la crisis del empleo) y desmantelar la red de asistencia social (lo cual agravaría la desigualdad).
Así que la buena noticia es que esa fiebre, a diferencia de la del Tea Party, se ha acabado por fin.
Es cierto que los cascarrabias fiscales todavía andan por ahí, y que aún reciben la veneración de algunos medios informativos. Como se señalaba recientemente en Columbia Journalism Review, muchos periodistas mantienen la costumbre de “referirse al recorte del déficit como un objetivo no ideológico, al tiempo que presentan otros puntos de vista como partidistas o politizados”. Pero los cascarrabias ya no son capaces de fijar los límites de la opinión respetable. Por ejemplo, cuando hace poco tiempo los sospechosos de rigor se abalanzaron sobre la senadora Elizabeth Warren por instar a ampliar la Seguridad Social, claramente terminaron por resaltar su talla.
¿Qué ha cambiado? Yo insinuaría que han ocurrido al menos cuatro cosas que han desacreditado la ideología de la reducción del déficit.
Primero, la premisa política detrás del “centrismo” —que los republicanos moderados estarían dispuestos a reconciliar sus diferencias con los demócratas en un Gran Pacto que combinase un aumento de los impuestos con un recorte del gasto— ya no es defendible. No hay republicanos moderados. Cuando se producen debates entre las alas Tea Party y no Tea Party del Partido Republicano, giran en torno a la estrategia política, y no a la esencia de la política.
Segundo, la combinación de una recaudación fiscal en aumento con un gasto en descenso ha provocado el hundimiento de los préstamos federales. En realidad esto es malo, porque la reducción prematura del déficit perjudica a nuestra aún débil economía; de hecho, seguramente ahora estaríamos cerca del pleno empleo de no ser por la austeridad fiscal sin precedentes de los últimos tres años. Pero el descenso del déficit ha socavado las tácticas de terror tan centrales para la causa “centrista”. Hasta los pronósticos a más largo plazo sobre la deuda federal ya no parecen alarmantes en absoluto.
Hablando de tácticas de terror, 2013 ha sido el año en que los periodistas y la gente por fin se han cansado de los chicos que gritan “¡que viene el lobo!”. Hubo una época en que la gente escuchaba embelesada los pronósticos de ruina fiscal; por ejemplo, cuando Erskine Bowles y Alan Simpson, copresidentes de la comisión de deuda de Obama, advertían de que era probable que en el plazo de dos años se produjese una grave crisis fiscal. Pero de eso hace casi tres años.
Por último, a lo largo del ejercicio 2013, el razonamiento intelectual que sostenía el pánico a la deuda se ha derrumbado. Por lo general, los debates técnicos entre economistas tienen relativamente poco impacto en la esfera política porque los políticos logran casi siempre encontrar expertos —o, en muchos casos, “expertos”— que les dicen lo que quieren oír. Pero lo ocurrido en el año que hemos dejado atrás puede haber sido una excepción.
Para los que lo echan de menos o lo han olvidado, durante varios años los cascarrabias fiscales tanto de Europa como de Estados Unidos se han apoyado en gran medida en un artículo de Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff, dos economistas profundamente respetados, que proponen que la deuda del Estado tiene efectos seriamente negativos para el crecimiento si excede el 90% del PIB. Desde el primer momento, muchos economistas manifestaron sus dudas respecto a esa afirmación. En particular, parecía inmediatamente evidente que el crecimiento lento suele provocar un alto endeudamiento, y no viceversa, como con toda probabilidad ha sido el caso, por ejemplo, de Japón y de Italia. Pero, no obstante, en los círculos políticos la proclamación del 90% se convirtió en palabra divina.
Entonces, Thomas Herndon, un estudiante de posgrado de la Universidad de Massachusetts, reelaboró los datos y descubrió que el aparente abismo del 90% desaparecía cuando se corregía un error sin importancia y se añadían algunos datos más...
Leer todo en Paul Krugman El País.
Pero la intransigencia de la derecha no era el único trastorno que alteraba el cuerpo político estadounidense ese mismo año. También sufríamos de fiebre fiscal: la insistencia de prácticamente toda la clase dirigente política y mediática en que los déficits presupuestarios eran nuestro problema económico más urgente e importante, aun cuando el Gobierno federal podía tomar préstamos a tipos de interés increíblemente bajos. En vez de ocuparse del desempleo masivo y de la desigualdad creciente, Washington tenía la mirada puesta casi exclusivamente en la supuesta necesidad de recortar el gasto (lo cual agravaría la crisis del empleo) y desmantelar la red de asistencia social (lo cual agravaría la desigualdad).
Así que la buena noticia es que esa fiebre, a diferencia de la del Tea Party, se ha acabado por fin.
Es cierto que los cascarrabias fiscales todavía andan por ahí, y que aún reciben la veneración de algunos medios informativos. Como se señalaba recientemente en Columbia Journalism Review, muchos periodistas mantienen la costumbre de “referirse al recorte del déficit como un objetivo no ideológico, al tiempo que presentan otros puntos de vista como partidistas o politizados”. Pero los cascarrabias ya no son capaces de fijar los límites de la opinión respetable. Por ejemplo, cuando hace poco tiempo los sospechosos de rigor se abalanzaron sobre la senadora Elizabeth Warren por instar a ampliar la Seguridad Social, claramente terminaron por resaltar su talla.
¿Qué ha cambiado? Yo insinuaría que han ocurrido al menos cuatro cosas que han desacreditado la ideología de la reducción del déficit.
Primero, la premisa política detrás del “centrismo” —que los republicanos moderados estarían dispuestos a reconciliar sus diferencias con los demócratas en un Gran Pacto que combinase un aumento de los impuestos con un recorte del gasto— ya no es defendible. No hay republicanos moderados. Cuando se producen debates entre las alas Tea Party y no Tea Party del Partido Republicano, giran en torno a la estrategia política, y no a la esencia de la política.
Segundo, la combinación de una recaudación fiscal en aumento con un gasto en descenso ha provocado el hundimiento de los préstamos federales. En realidad esto es malo, porque la reducción prematura del déficit perjudica a nuestra aún débil economía; de hecho, seguramente ahora estaríamos cerca del pleno empleo de no ser por la austeridad fiscal sin precedentes de los últimos tres años. Pero el descenso del déficit ha socavado las tácticas de terror tan centrales para la causa “centrista”. Hasta los pronósticos a más largo plazo sobre la deuda federal ya no parecen alarmantes en absoluto.
Hablando de tácticas de terror, 2013 ha sido el año en que los periodistas y la gente por fin se han cansado de los chicos que gritan “¡que viene el lobo!”. Hubo una época en que la gente escuchaba embelesada los pronósticos de ruina fiscal; por ejemplo, cuando Erskine Bowles y Alan Simpson, copresidentes de la comisión de deuda de Obama, advertían de que era probable que en el plazo de dos años se produjese una grave crisis fiscal. Pero de eso hace casi tres años.
Por último, a lo largo del ejercicio 2013, el razonamiento intelectual que sostenía el pánico a la deuda se ha derrumbado. Por lo general, los debates técnicos entre economistas tienen relativamente poco impacto en la esfera política porque los políticos logran casi siempre encontrar expertos —o, en muchos casos, “expertos”— que les dicen lo que quieren oír. Pero lo ocurrido en el año que hemos dejado atrás puede haber sido una excepción.
Para los que lo echan de menos o lo han olvidado, durante varios años los cascarrabias fiscales tanto de Europa como de Estados Unidos se han apoyado en gran medida en un artículo de Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff, dos economistas profundamente respetados, que proponen que la deuda del Estado tiene efectos seriamente negativos para el crecimiento si excede el 90% del PIB. Desde el primer momento, muchos economistas manifestaron sus dudas respecto a esa afirmación. En particular, parecía inmediatamente evidente que el crecimiento lento suele provocar un alto endeudamiento, y no viceversa, como con toda probabilidad ha sido el caso, por ejemplo, de Japón y de Italia. Pero, no obstante, en los círculos políticos la proclamación del 90% se convirtió en palabra divina.
Entonces, Thomas Herndon, un estudiante de posgrado de la Universidad de Massachusetts, reelaboró los datos y descubrió que el aparente abismo del 90% desaparecía cuando se corregía un error sin importancia y se añadían algunos datos más...
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