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jueves, 28 de mayo de 2015

Y tras 80 años, justicia en la Universidad. La centenaria Ingeborg Rapoport logra el doctorado que los nazis le negaron por ser judía

Ingeborg Rapoport tenía todo listo a los 24 años para obtener su doctorado. Había entregado una tesis sobre la difteria y solo le quedaba pendiente el examen oral. Pero las leyes raciales recién aprobadas por la Alemania nazi impedían expedir títulos a gente como ella. Su pecado lo había heredado de su madre, que era judía. Han pasado 78 años desde entonces, y el mismo país que arrebató a Rapoport lo que era suyo le rendirá homenaje el próximo 9 de junio. Ese día recibirá el título para el que comenzó a prepararse de joven y ha concluido ya centenaria.

“Este ha sido el examen que más trabajo me ha costado en mi vida”, asegura en su casa del este de Berlín esta mujer que a los 102 años tiene la cabeza tan lúcida como para recibir al periodista con unos versos de Manuel Machado. “El ciego sol se estrella en las duras aristas de las armas. Polvo, sudor y hierro. ¡El Cid cabalga!”, recita en español, un idioma que desconoce.

Nadie ha regalado a Rapoport el doctorado que está a punto de recibir. La Universidad le ofrecía un título honorífico, pero esa solución no le convencía. Si lo hacía, debía ser con todas las de la ley.

La iniciativa partió del decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Hamburgo, que en un acto le dijo unas palabras que no olvida: “Usted va a tener noticias mías en breve”. A los pocos días, el decano le propondría hacer lo posible para recuperar su doctorado. Desde entonces, los obstáculos han sido muchos. Rapoport, que a su edad está prácticamente ciega, no podía investigar los avances científicos de los últimos años. Pero este hueco fue suplido con la colaboración de colegas, que le ayudaron a ponerse al día. Finalmente, el decano y otros profesores la examinaron en su propio salón hace dos semanas. Pasó la prueba con creces. “No lo he hecho por mí. A estas alturas de mi vida un título ya no me aporta nada. Era una cuestión de principios. Se trata de restituir la injusticia cometida”, asegura. “Además, quería hacer bien el examen para no decepcionar al decano”, añade con una sonrisa.

Los escollos burocráticos también han sido importantes. “Yo soy muy desordenada, pero por suerte encontramos el certificado en el que se me denegaba el título”, explica. Pese al tiempo transcurrido desde que se escribió este texto, leerlo hoy sigue estremeciendo. “Por la presente certifico que Ingeborg Syllm [su apellido de soltera] me entregó un trabajo que sería válido como doctorado si las leyes vigentes no lo hicieran imposible por la ascendencia de la señorita Syllm”, dice sin rodeos el documento, firmado por el director de la Clínica Universitaria Infantil de Hamburgo el 30 de agosto de 1938. “Sin este papel, no habría sido posible poner en marcha el proceso”, añade la doctora.

No es este el primer récord que bate Rapoport. Antes de convertirse en la persona de más edad que consigue un doctorado ya ocupó en 1969 la primera cátedra de neonatología de toda Europa en el hospital berlinés de Charité, en la antigua República Democrática de Alemania.

Rapoport, que descuelga el teléfono para evitar las constantes llamadas de felicitación y poder mantener una charla tranquila, está ya acostumbrada a que su vida genere interés.

En 1938 huyó del país que gobernaba Adolf Hitler rumbo a Estados Unidos. “Me sentí expulsada de mi propio hogar. Aquí se quedaba toda mi familia y yo me iba tan solo con 38 marcos en el bolsillo”, recuerda. Al otro lado del Atlántico conocería a su marido, tendría cuatro hijos y obtendría otro doctorado. Pero de allí también tuvo que huir. Las simpatías comunistas del matrimonio no eran bien vistas en la época de la caza de brujas del senador McCarthy. La familia se trasladó primero a Austria y en 1952 a la RDA. “Pese a todo lo que he pasado no me quejo. Las cosas han salido bien”, concluye.
http://internacional.elpais.com/internacional/2015/05/21/actualidad/1432202186_531906.html

domingo, 13 de abril de 2014

Ecuador recluta a más de 800 españoles para sus universidades. El gasto en educación en este país se ha triplicado en seis años

En 2012 Rafael Correa, presidente de Ecuador, ordenó cerrar 14 universidades que no cumplían unos mínimos de calidad. En 2013 clausuró la 15º y 86 carreras. Un tiempo en el que ha habido un continuo goteo de profesores españoles hacia el país. “Hace dos años en la Universidad Técnica de Ambato no había ninguno y ahora somos 14 y otros seis se han marchado a Quito o a España”, cuenta José María Lavín, hasta 2012 profesor en la facultad de Telecomunicaciones de la Universidad Rey Juan Carlos.

Esto no ha hecho más que empezar. Solo el 2,33% de la población tiene educación superior, cuando UNESCO recomienda el 10%. Dentro del Plan Internacional de Captación y Selección de Educadores se han ofertado 500 puestos para profesores españoles que impartirán clase en la gratuita Universidad Nacional de Educación (UNAE). La República Dominicana también ha hecho el esfuerzo de formar a sus educadores, pero sin contar con profesorado extranjero.

Enrique Iglesias, ex Secretario General Iberoamericano, resume los motivos del auge educativo en el subcontinente en tres ideas: la pobreza solo se erradica desde una educación de calidad; en la sociedad del conocimiento no habrá espacio para los no formados a todos los niveles y edades; y la vorágine tecnológica es de tal magnitud que solo quien reciba la formación de base podrá pertenecer a la sociedad del futuro.

Otras tres universidades del conocimiento de excelencia —relacionadas con la investigación, las ciencias de la vida (energías renovables o cambio climático) y la tierra (geología, minas o petróleo)— están en marcha. Además, el programa de investigación Prometeo ha seleccionado ya a 180 españoles de los que 125 ya están allí o han trabajado. “Se trata de captar a los mejores científicos e investigadores de todas las áreas para que aporten sus conocimientos en nuestro país”, explica el embajador de Ecuador en España, Miguel Calahorrano. “Un 25% aproximadamente de los prometeos proceden de España, país con el que Ecuador tiene unas excelentes relaciones consolidadas por el lazo histórico, la cultura, el idioma y la religión y acentuada a partir del siglo XXI por el fenómeno migratorio”, se felicita.

Los prometeos acuden para una estancia de entre dos meses y un año pero resulta muy fácil reengancharse. Aunque hay quien se lo plantea como una estancia de movilidad. Es el caso de Gorka Moreno, sociólogo de la Universidad del País Vasco. En mayo se va con su familia por cuatro meses. Allí investigará sobre cómo invertir las remesas económicas en el turismo, formará a profesores y estudiantes y dará alguna charla divulgativa a la población. Es un programa “con una logística muy buena”. La dotación económica va entre los 3.300 y los 4.500 euros mensuales ya Moreno, director del Observatorio Vasco de Migraciones, le pagan además la casa, un seguro médico y el billete de avión.

“Me ha sorprendido el cambio del flujo migratorio. Tantísimos ecuatorianos que llegaron a nuestro país durante nuestros años de bonanza (1999-2005) —llegaron a ser medio millón— y ahora están volviendo y nosotros yendo”, razona el murciano Rafael López, ingeniero agrónomo, que trabaja en un programa de uso sostenible del agua y el suelo de la Universidad de Cuenca. El gasto en Educación en el país se ha triplicado en seis años. Pero el peso de la enseñanza privada sigue siendo muy fuerte. Representa un tercio del total en el mundo, pero en el caso de Latinoamérica el 50%.

El sueldo en la UNAE va de los 1.600 a los 3.800 euros, más un bono adicional de vivienda (de 300 a 530 euros), comida en el centro de trabajo y transporte. Cuentan en la embajada que recibieron 19.000 candidaturas por vía telemática, pero se descartaron a muchos no licenciados. Se entiende el interés despertado por la precariedad peninsular. Lo ilustra bien la malagueña Alba Anaya, que estudió Bellas Artes y Comunicación Audiovisual, es técnica superior en Artes Gráficas y tiene un máster en Didáctica. “En España estaba trabajando de profesora de extraescolares, de acomodadora en un teatro y daba clases en un centro cultural. No ganaba lo suficiente para vivir dignamente y estaba estresada”. En una semana en Ecuador tuvo varias ofertas de universidades y empresas de diseño. Da clase en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador...
Fuente: El País.