_- Estoy convencido de que el hecho de no encontrar trabajo o de tener un trabajo de baja cualificación y mal remunerado después de haber dedicado media vida a prepararse para él, destruye la vida de muchos jóvenes. El porcentaje de desempleo juvenil en España supera el cuarenta por ciento. Una cifra dramática, escandalosa, insoportable. No tienen futuro quienes son el futuro de la sociedad. Pero estoy más seguro aún de que un ocio mal vivido, entregado a la ociosidad, a la bebida, a la droga o a la delincuencia destruye la vida de muchos más jóvenes. Con el fin de prepararse para el trabajo existe un Ministerio de Educación, muchos años de escolaridad, un enorme presupuesto y muchos exámenes que pretenden comprobar la cualificación del aspirante a un puesto de trabajo. Sin embargo, nada se hace ni se exige para aprender a vivir un ocio saludable. Como si se pudiera aprender por ciencia infusa.
Téngase en cuenta, además, que cada día hay más tiempo de ocio, más horas libres. Y, por otra parte, hay quien está interesado en llenar ese vacío con ofertas que enriquecen a quien las hace con la habilidad y el oportunismo necesarios.
– ¿No sabes qué hacer? No te preocupes. Yo te voy a entretener a cambio de un módico (o elevado) precio. Te pondré el lugar, la compañía deseada y el entretenimiento conveniente.
El ocio es un negocio magnífico. El dinero está en el principio y en el fin de muchas iniciativas. Ahí tenemos la empresa que organizó el viaje de algunos jóvenes a Mallorca y que terminó con un contagio masivo. Esa empresa llegó a pedir a los centros escolares que modificasen la fecha de exámenes para que los estudiantes pudieran realizar la insólita excursión. Lo primero es lo primero.
Ahí tenemos a muchos establecimientos que venden alcohol a menores sin el menor pudor. Qué decir de aquellos que trafican con drogas de diversa naturaleza, arruinando la vida de quienes pagan y consumen.
Tengo una hija adolescente. Y me preocupan muchas cosas que veo en su entorno, que leo y que me cuenta y que me cuentan. Me preocupan las letras de muchas canciones (sexistas, rastreras, pornográficas…). Me preocupa el ambiente hedonista en el que todo invita a la molicie, a la diversión, a la comodidad, al consumo, a la irresponsabilidad, a la falta de esfuerzo… Me preocupa la promiscuidad y la banalización de la sexualidad. Me preocupa el egoísmo que pone por encima de todo la propia satisfacción. Me preocupa la falta de iniciativas culturales, creativas, solidarias…
Mi interpelación se dirige, en primer lugar, a los jóvenes y a las jóvenes, por supuesto. Ellos son los responsables de sus vidas, de lo que hacen y de lo que dejan de hacer. Ellos y ellas son los últimos responsables de llenar el tiempo libre de una forma u otra, más allá de lo que las instituciones públicas y privadas hagan o dejen de hacer. Y más allá del consabido estereotipo: “todos lo hacen”.
Cuando veo esas grandes concentraciones de jóvenes bebiendo y bebiendo, sin hacer absolutamente nada más que escuchar música (que también les dan seleccionada) y parlotear sobre temas banales, me hundo en la inquietud y el desasosiego.
Conectar el móvil y estar pegados a él durante horas y horas, aleja a muchos jóvenes de experiencias estimulantes relacionadas con los deportes, con la naturaleza, con la cultura, con los viajes, con los libros, con la vida real…
Hay alcohol en muchas reuniones, hay tabaco, hay cachimbas (nefasta moda, cuatro veces más perjudicial que el tabaco), hay drogas. Creo que es imposible aislar a un joven de todos esos riesgos. Por otra parte, si se le consiguiese aislar temporalmente, llegaría un momento en el que, al alcanzar la mayoría de edad, se metería él solito en los lugares de más riesgo sin tener preparación alguna. ¿Y qué sucederá entonces? Lo importante, pues, es que sepa comportarse de forma responsable porque eso es saludable para él.
Sé que en esas edades la presión del grupo es enorme, sé que la deseabilidad social respecto a la aceptación de los pares es muy potente. Por eso resulta decisivo fortalecer el autoconcepto y la asertividad. Un joven, una joven, tiene que ser capaz de decir no a las demandas, a las invitaciones y a las presiones nocivas. No es no.
También interpelo a las familias. Porque la familia tiene que asumir la tarea de poner límites, de dar consejos, de vigilar lo que hacen los hijos e hijas, de corregir los errores, de controlar los excesos… Y aquí veo también una enorme preocupación por los estudios y una menor inquietud por saber lo que sucede con el ocio diurno y nocturno.
Creo que la principal preocupación de los padres y las madres ha de ser que sus hijos e hijas sean responsables. Es imposible alejarles de todos los peligros, de todos los riesgos, de todos los problemas. Y, ¿cómo se consigue eso? Pues dando una progresiva libertad. Nadie aprende a ser responsable si no es primero libre. No es cierto que hasta que no sean responsables no pueden ser libres sino que mientras no sean libres no pueden aprender a ser responsables.
Ya sé que no es fácil imponer los criterios. Creo que es más educativo consensuarlos. Cuando esos criterios son razonados y razonables es más fácil respetarlos. Sé que la autoridad de los padres se ha debilitado. Por ejemplo, antes existía un forcejeo en la fijación de horarios de regreso a la casa. Los padres decidían y no se rechistaba. Ahora no es tan fácil.
Después de un acalorado diálogo entre un padre y un hijo para determinar la hora de regreso, se llega a la siguiente solución:
El hijo acaba diciendo: ¿Sabes lo que te digo, papá? ¿Quieres saber a la hora que volveré a casa? A la hora que me de la gana.
Y el padre, enérgicamente, responde: Pero ni un minuto más tarde, ¿eh?
Quiero decir con esta anécdota que es necesario el establecimiento de límites racionales, la exigencia de su cumplimiento y el control de las situaciones de riesgo. Algunas veces son los propios hijos quienes lo demandan. Recuerdo una entrevista que se le hizo en televisión al fallecido Adolfo Marsillach. Contó que él no era capaz de imponer un horario a sus hijos. Y que uno de ellos le decía al negarse el padre a imponer una hora:
– Que no, papá. Que tú tienes que fijar una hora.
– Tú conoces las costumbres, tienes que ser responsable. Ven cuando lo consideres oportuno.
– Que no, que no es así. Tú tienes que decir una hora concreta a la que tengo que llegar. Esa es tu responsabilidad.
Forzado por la presión, decía Marsillah, acabé diciendo una hora concreta, la primera que se me vino a la cabeza:
– Pues venga, vuelve a las cinco.
– Que no, papá, que no, replicó el hijo. Que esa hora es muy tardía. Tú tienes que decir, por ejemplo, a las dos o, como mucho, a las tres.
El hijo veía en esa restricción un interés del padre por la salud de su hijo, una preocupación por su seguridad, una señal de protección y, por consiguiente, de amor.
Interpelo también a las escuelas. ¿Por qué no se hace una planificación y una intervención adecuada que prepare a los alumnos y alumnas para vivir un ocio enriquecedor? Lo cual no quiere decir aburrido, impuesto o tutelado.
Desde la familia y desde la escuela sería estupendo cultivar hobbys en los niños y jóvenes. Hobbys relacionados con la música, las manualidades, el deporte, los juegos de mesa, la fotografía, la grabación de cortos, la lectura, la escritura, los viajes, las colecciones, la ornitología, la gastronomía, el senderismo, el montañismo… Cuando fui Director de un Colegio en Madrid hicimos un proyecto en el que había más de 50 actividades que llamábamos complementarias (no extraescolares o complementarias). Algunos alumnos preguntaban por qué eran obligatorias y nuestra respuesta era que educaban para el ocio. Escribí entonces un folleto titulado “Función educadora del ocio”. Lo releo ahora con curiosidad. Digo allí que la aspiración educativa no debe quedarse en “no veas”, “no consumas”, “no hagas”, “no vayas”… Hay formas de ocupar el ocio de manera divertida y estimulante.
Interpelo también a los políticos. Hacen falta planes para favorecer experiencias de ocio educativas. He visto en la ciudad de Rosario (Argentina) iniciativas creativas impulsadas por la municipalidad. Al aire libre unas y otras de interior. Las vi funcionando, abarrotadas. No tiene sentido, por ejemplo, que los jóvenes estén vagando por las calles mientras todas las pistas deportivas de las instituciones están cerradas durante el fin de semana y las vacaciones.
No debería depender el ocio del dinero que se tiene. En una sociedad democrática los jóvenes deberían poder divertirse de forma sana y gratuita. Parece que la pobreza solo condiciona y limita las aspiraciones relacionadas con el trabajo. No. También empobrece las posibilidades de vivir un ocio atractivo y enriquecedor. Es difícil ser bueno en un mundo donde todo está tan caro.
Miguel Ángel Santos Guerra. El Adarve.
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lunes, 23 de agosto de 2021
viernes, 29 de junio de 2018
Para criar hijos resilientes, debes ser un padre resiliente.
Muchos padres queremos que nuestros hijos sean resilientes emocionalmente, que sean capaces de superar los altibajos de la vida. Pero nuestra capacidad para fomentar la resiliencia depende, en gran medida, de nuestra propia resiliencia emocional.
“La resiliencia de los padres funciona como un patrón para que el niño pueda identificar cómo enfrentar los desafíos, cómo comprender sus propias emociones”, afirma Dan Siegel, autor de The Yes Brain, que se enfoca en cultivar la resiliencia en los niños.
Sin embargo, poder afrontar con filosofía los berrinches y rabietas representa un reto para muchos padres, en especial, si tenemos expectativas poco realistas sobre lo que es la infancia.
“La idea de que la crianza debe ser la maravillosa, feliz y perfecta culminación de nuestras esperanzas y sueños es parte de eso”, comenta Katherine Reynolds Lewis, autora del libro próximo a publicarse The Good News About Bad Behavior.
Lewis dice que el enojo, las lágrimas y otros arrebatos son parte natural del desarrollo de cualquier niño; es lo que ella llama “el caos de la niñez”.
No obstante, los padres que son incapaces de enfrentar ese caos o que no están dispuestos a hacerlo podrían considerar los arrebatos del niño como un problema que debe resolverse de inmediato.
Laura Markham, psicóloga clínica y editora del sitio AhaParenting.com, dice que, cuando eso sucede, “ridiculizamos a los niños, los culpamos y les decimos que es culpa suya; los aislamos al enviarlos a su habitación”.
La naturaleza de la respuesta de los padres puede variar, aseveró Markham, pero el mensaje es el mismo: el enojo, la tristeza o la frustración son inaceptables.
Según Markham, eso es lo contrario a la resiliencia; se trata de imponer una frágil rigidez que hace que padres e hijos se sientan temerosos de que las emociones intensas los destrocen.
En contraste con esa fragilidad, los padres que no evaden el poder de emociones como el enojo tienen una mayor capacidad para asimilar las interacciones desafiantes con sus hijos, expuso Siegel, quien es director ejecutivo del Instituto Mindsight. Además, no hay que preocuparse si este tipo de resiliencia no llega de forma natural, añade, pues con la práctica se vuelve más sencillo.
A continuación, ofrecemos algunos consejos para que esas interacciones complicadas sean más sencillas de asimilar.
Respira profundo
Para responder con inteligencia a los arrebatos de un hijo, primero debemos apagar las alarmas que se encienden en nuestra cabeza. Markham aconseja a los padres “presionar el botón de pausa” antes de ejercer cualquier acción, aun ante el escenario de un niño gritando.
En su investigación, Lewis descubrió que padres e hijos a menudo sincronizan los latidos de su corazón, su respiración y otras funciones fisiológicas, de modo que calmarnos puede tener un efecto físico mensurable en nuestro hijo, sin mencionar que también puede ayudarnos a enfrentar la situación con serenidad.
Deja que las emociones se presenten
La resiliencia depende de comprender que las emociones —incluso aquellas que se consideran “negativas”, como la tristeza, el sufrimiento o el enojo— no son un problema que debe resolverse, sino una consecuencia natural de ser humano.
“El asunto con las emociones es que no duran para siempre; hay un comienzo, un desarrollo y un final en todas ellas”, dice Carla Naumburg, trabajadora social clínica y autora de Ready, Set, Breathe: Practicing Mindfulness With Your Children for Fewer Meltdowns and a More Peaceful Family.
Más allá de eso, permitirnos (y permitirles a nuestros hijos) experimentar y expresar un amplio rango de emociones es vital para nuestro bienestar. Markham resaltó que cuando no expresamos nuestras emociones perdemos el control sobre ellas.
Sé curioso
Como padres, nos preguntamos con mucha frecuencia “¿por qué?” cuando observamos alguna conducta no deseada (“¿Por qué no puede recordar poner los calcetines en el cesto?”). Pero Naumburg afirma que preguntarnos por qué reaccionamos de esa manera podría ser más útil, en especial, cuando nos sacan de nuestras casillas. “Date cuenta de lo que está sucediendo contigo y comienza a responsabilizarte de eso”, sugirió Markham.
Establece límites con compasión
Establecer reglas y límites y apegarse a ellos puede convertirse en uno de los momentos más desagradables en la relación entre padres e hijos, pero actuar con compasión y amabilidad en esos momentos puede ayudar a mantener bajo el nivel de tu presión sanguínea.
Markham y Naumburg indican que reconocer verbalmente los sentimientos de tu hijo y consolarlo no necesariamente va de la mano con ceder ante sus exigencias. “Hay ocasiones en las que me siento con mi hija en el regazo, mientras llora, y la abrazo mientras le digo: ‘No’”, dice Naumburg. “Continúa llorando pero seguimos conectadas”.
Analiza tus respuestas
Susan Newman, psicóloga social y autora de The Book of No: 365 Ways To Say It and Mean It, afirma que los padres deben estar especialmente conscientes de las ocasiones en las que es más probable que cedan ante los arrebatos de su hijo y agrega: “Si puedes reconocer lo que te hace decir que sí de manera automática, es hora de retroceder y pensar: ‘Espera, ¿por qué lo hago?’”.
Newman continúa: “Vivimos en una cultura de los padres que dicen: ‘Sí’ y es más fácil decir que sí que batallar con el berrinche de un niño”. Sin embargo, los padres pueden considerar una negativa como una manera de explorar los límites y así poder comprenderlos mejor.
Toma distancia
Cuando nos identificamos demasiado con nuestros hijos o los consideramos un barómetro de nuestra propia autoestima, estamos preparando el terreno para la decepción (o algo peor) cuando las cosas no salen como las planeamos.
“Nuestro ego está muy atado a nuestro modo de crianza”, dice Julie Lythcott-Haims, autora de How to Raise an Adult. Naumburg señala que esto se debe en parte a una narrativa cultural que sugiere que “si los niños no están bien, entonces es porque nos hemos equivocado como padres”.
Como lo describe Lythcott-Haims: “Si nosotros logramos vivir nuestra vida, quizá nuestros hijos también puedan hacerlo”.
https://www.nytimes.com/es/2018/04/05/hijos-resilientes-berrinche-rabieta/
“La resiliencia de los padres funciona como un patrón para que el niño pueda identificar cómo enfrentar los desafíos, cómo comprender sus propias emociones”, afirma Dan Siegel, autor de The Yes Brain, que se enfoca en cultivar la resiliencia en los niños.
Sin embargo, poder afrontar con filosofía los berrinches y rabietas representa un reto para muchos padres, en especial, si tenemos expectativas poco realistas sobre lo que es la infancia.
“La idea de que la crianza debe ser la maravillosa, feliz y perfecta culminación de nuestras esperanzas y sueños es parte de eso”, comenta Katherine Reynolds Lewis, autora del libro próximo a publicarse The Good News About Bad Behavior.
Lewis dice que el enojo, las lágrimas y otros arrebatos son parte natural del desarrollo de cualquier niño; es lo que ella llama “el caos de la niñez”.
No obstante, los padres que son incapaces de enfrentar ese caos o que no están dispuestos a hacerlo podrían considerar los arrebatos del niño como un problema que debe resolverse de inmediato.
Laura Markham, psicóloga clínica y editora del sitio AhaParenting.com, dice que, cuando eso sucede, “ridiculizamos a los niños, los culpamos y les decimos que es culpa suya; los aislamos al enviarlos a su habitación”.
La naturaleza de la respuesta de los padres puede variar, aseveró Markham, pero el mensaje es el mismo: el enojo, la tristeza o la frustración son inaceptables.
Según Markham, eso es lo contrario a la resiliencia; se trata de imponer una frágil rigidez que hace que padres e hijos se sientan temerosos de que las emociones intensas los destrocen.
En contraste con esa fragilidad, los padres que no evaden el poder de emociones como el enojo tienen una mayor capacidad para asimilar las interacciones desafiantes con sus hijos, expuso Siegel, quien es director ejecutivo del Instituto Mindsight. Además, no hay que preocuparse si este tipo de resiliencia no llega de forma natural, añade, pues con la práctica se vuelve más sencillo.
A continuación, ofrecemos algunos consejos para que esas interacciones complicadas sean más sencillas de asimilar.
Respira profundo
Para responder con inteligencia a los arrebatos de un hijo, primero debemos apagar las alarmas que se encienden en nuestra cabeza. Markham aconseja a los padres “presionar el botón de pausa” antes de ejercer cualquier acción, aun ante el escenario de un niño gritando.
En su investigación, Lewis descubrió que padres e hijos a menudo sincronizan los latidos de su corazón, su respiración y otras funciones fisiológicas, de modo que calmarnos puede tener un efecto físico mensurable en nuestro hijo, sin mencionar que también puede ayudarnos a enfrentar la situación con serenidad.
Deja que las emociones se presenten
La resiliencia depende de comprender que las emociones —incluso aquellas que se consideran “negativas”, como la tristeza, el sufrimiento o el enojo— no son un problema que debe resolverse, sino una consecuencia natural de ser humano.
“El asunto con las emociones es que no duran para siempre; hay un comienzo, un desarrollo y un final en todas ellas”, dice Carla Naumburg, trabajadora social clínica y autora de Ready, Set, Breathe: Practicing Mindfulness With Your Children for Fewer Meltdowns and a More Peaceful Family.
Más allá de eso, permitirnos (y permitirles a nuestros hijos) experimentar y expresar un amplio rango de emociones es vital para nuestro bienestar. Markham resaltó que cuando no expresamos nuestras emociones perdemos el control sobre ellas.
Sé curioso
Como padres, nos preguntamos con mucha frecuencia “¿por qué?” cuando observamos alguna conducta no deseada (“¿Por qué no puede recordar poner los calcetines en el cesto?”). Pero Naumburg afirma que preguntarnos por qué reaccionamos de esa manera podría ser más útil, en especial, cuando nos sacan de nuestras casillas. “Date cuenta de lo que está sucediendo contigo y comienza a responsabilizarte de eso”, sugirió Markham.
Establece límites con compasión
Establecer reglas y límites y apegarse a ellos puede convertirse en uno de los momentos más desagradables en la relación entre padres e hijos, pero actuar con compasión y amabilidad en esos momentos puede ayudar a mantener bajo el nivel de tu presión sanguínea.
Markham y Naumburg indican que reconocer verbalmente los sentimientos de tu hijo y consolarlo no necesariamente va de la mano con ceder ante sus exigencias. “Hay ocasiones en las que me siento con mi hija en el regazo, mientras llora, y la abrazo mientras le digo: ‘No’”, dice Naumburg. “Continúa llorando pero seguimos conectadas”.
Analiza tus respuestas
Susan Newman, psicóloga social y autora de The Book of No: 365 Ways To Say It and Mean It, afirma que los padres deben estar especialmente conscientes de las ocasiones en las que es más probable que cedan ante los arrebatos de su hijo y agrega: “Si puedes reconocer lo que te hace decir que sí de manera automática, es hora de retroceder y pensar: ‘Espera, ¿por qué lo hago?’”.
Newman continúa: “Vivimos en una cultura de los padres que dicen: ‘Sí’ y es más fácil decir que sí que batallar con el berrinche de un niño”. Sin embargo, los padres pueden considerar una negativa como una manera de explorar los límites y así poder comprenderlos mejor.
Toma distancia
Cuando nos identificamos demasiado con nuestros hijos o los consideramos un barómetro de nuestra propia autoestima, estamos preparando el terreno para la decepción (o algo peor) cuando las cosas no salen como las planeamos.
“Nuestro ego está muy atado a nuestro modo de crianza”, dice Julie Lythcott-Haims, autora de How to Raise an Adult. Naumburg señala que esto se debe en parte a una narrativa cultural que sugiere que “si los niños no están bien, entonces es porque nos hemos equivocado como padres”.
Como lo describe Lythcott-Haims: “Si nosotros logramos vivir nuestra vida, quizá nuestros hijos también puedan hacerlo”.
https://www.nytimes.com/es/2018/04/05/hijos-resilientes-berrinche-rabieta/
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miércoles, 25 de noviembre de 2015
Las 10 preguntas básicas de ciencia que hacen los niños y los adultos no saben responder
Hay una pregunta básica que la mayoría de los padres temen: ¿cómo se hacen los niños?
Quizá por eso, muchos se preparan para responderla incluso años antes de que los niños estén preparados para hacerla.
Pero esa es, obviamente, tan sólo una de las millones de dudas que intrigan a los más pequeños. Y, según un sondeo hecho recientemente en Reino Unido, cuando las preguntas se refieren a temas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, el 83% de los padres no tiene ni la más remota idea de qué decirles a sus hijos.
No se trata de preguntas necesariamente elaboradas o profundas las que según la encuesta los progenitores no pudieron responder.
Son cosas básicas como por qué el cielo es azul o por qué los gatos tienen cola y los peces no tienen pestañas.
Desconocer la respuesta es sólo una parte del problema: dos tercios de los encuestados reconocieron haber respondido de forma errónea con tal de no admitir su ignorancia.
El 61% de los padres dijeron sentir pavor cuando sus niños los toman por sorpresa con preguntas difíciles y admitieron, también, haber esquivado con artimañas a estas pequeñas mentes inquisidoras.
En la encuesta, comisionada por la Institución de Ingeniería y Tecnología (IET, por sus siglas en inglés), participaron más de 1.000 padres con hijos de entre 4 y 12 años en Reino Unido. La lista
Pero, restricciones geográficas a un lado, ¿quién no se ha visto completamente incomodado, por no decir aterrado, ante las preguntas de un niño?
¿Podrías decir con la mano en el corazón que nunca te hiciste el tonto diciendo que no podías responder porque estabas ocupado, cuando en realidad no tenías la más pálida idea de cómo contestar a lo que te estaban preguntando?
Es un mal que en algún momento nos toca a todos: padres, tíos, hermanos...
A continuación, te contamos cuáles son las 10 preguntas más comunes que los padres británicos no saben cómo responder (y las respuestas, para que si te las hacen a ti estés preparado). Y te invitamos también a que nos cuentes cuáles te han hecho a ti y cómo has reaccionado.
¿Te has hecho el tonto y haz mirado para otro lado? ¿Has contestado algún disparate? Comparte tus historias en nuestra página de Facebook.
1. ¿Qué es la fotosíntesis?
Es el proceso por el cual las plantas verdes y algunos organismos usan la luz del sol para transformar el CO2 y el agua en azúcares y oxígeno.
2. ¿Cómo puede ser que el Universo sea infinito?
El universo puede ser infinito, pero nosotros solamente podemos ver una parte finita del mismo por causa de la velocidad -también finita- de la luz.
En otras palabras, únicamente podemos ver aquellas partes cuya luz ha tenido tiempo para alcanzarnos desde el inicio del universo. Es decir, en teoría podemos ver nada más un universo esférico con un radio de aproximadamente 15.000 millones de años luz.
Lo que está más lejos aún no nos ha alcanzado.
3. ¿Por qué el Sol es tan grande y no hay humanos viviendo allí?
No es tan grande: es mucho más pequeño que la mayoría de estrellas que puedes ver en el cielo. ¿Vivir allí? Imposible: ¡nos moriríamos de calor!
4. ¿Por qué brilla el Sol?
El Sol brilla debido a que la enorme presión en su centro hace que los átomos de hidrógeno se transformen en helio. Este proceso se llama fusión nuclear. La fusión ocurre cuando los elementos más livianos son forzados a mantenerse juntos para transformarse en elementos más pesados.
Cuando esto pasa, se crea una cantidad enorme de energía.
5. ¿Cómo llegaron las estrellas al cielo?
Colapsaron bajo su propia gravedad desde las grandes nubes de gas que dejó el Big Bang.
6. ¿Por qué la Luna no se cae?
La verdad es que sí se cae hacia la Tierra, por la fuerza de gravedad. Pero lo hace de forma continua, y su velocidad es tan grande que logra seguir la curvatura de la Tierra y por lo tanto nunca se choca con nosotros.
7. ¿Por qué el cielo es azul?
La luz que llega del Sol ingresa en la atmósfera y se dispersa en todas las direcciones. La luz azul tiene una longitud de onda más corta, por lo que se dispersa más que las luces rojas y amarillas, dándonos la impresión de que ocupa todo el cielo.
8. ¿Quién inventó las computadoras?
Es dificil de decir con exactitud. Podríamos decir fueron Charles Babbage y Ada Lovelace en el siglo XIX, cuya máquina hecha de latón era algo así como una calculadora. O podríamos decir que fueron Alan Turing y John von Neumann que diseñaron las primeras máquinas electrónicas. ¡Fue un trabajo de mucha gente!
9. ¿Los ladrillos son de un material hecho por el hombre?
El ingrediente, la arcilla, es natural, pero el ladrillo esta fabricado por el hombre.
10. ¿Cuántos tipos de dinosaurios hay?
Se estima que hay aproximadamente entre 700 y 900 especies de dinosaurios. Pero continuamente los arqueólogos encuentran nuevos fósiles, así que, ¿quién sabe? Quizás aún queden muchas por descubrir.
Lo mejor siempre es admitir que uno no sabe y buscar la respuesta con el niño.
Si alguna de estas preguntas te ha dejó en blanco, no te preocupes, el consejo de Naomi Climer, presidenta de IET es admitir que no sabes y buscar la respuesta con el niño.
"Los padres deberían saber que es perfectamente legítimo decir: no sé, que buena pregunta, veamos si podemos encontrar la respuesta", aconseja.
"El mundo es asombroso... pero si ya de pequeño te aplastan con respuestas insatisfactorias, de alguien que parece pensar que eso no es importante o interesante, eso puede ser descorazonador", advierte.
Fuente: BBC
http://www.bbc.com/mundo/noticias/2015/11/151106_preguntas_ciencia_basicas_padres_lp
Quizá por eso, muchos se preparan para responderla incluso años antes de que los niños estén preparados para hacerla.
Pero esa es, obviamente, tan sólo una de las millones de dudas que intrigan a los más pequeños. Y, según un sondeo hecho recientemente en Reino Unido, cuando las preguntas se refieren a temas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, el 83% de los padres no tiene ni la más remota idea de qué decirles a sus hijos.
No se trata de preguntas necesariamente elaboradas o profundas las que según la encuesta los progenitores no pudieron responder.
Son cosas básicas como por qué el cielo es azul o por qué los gatos tienen cola y los peces no tienen pestañas.
Desconocer la respuesta es sólo una parte del problema: dos tercios de los encuestados reconocieron haber respondido de forma errónea con tal de no admitir su ignorancia.
El 61% de los padres dijeron sentir pavor cuando sus niños los toman por sorpresa con preguntas difíciles y admitieron, también, haber esquivado con artimañas a estas pequeñas mentes inquisidoras.
En la encuesta, comisionada por la Institución de Ingeniería y Tecnología (IET, por sus siglas en inglés), participaron más de 1.000 padres con hijos de entre 4 y 12 años en Reino Unido. La lista
Pero, restricciones geográficas a un lado, ¿quién no se ha visto completamente incomodado, por no decir aterrado, ante las preguntas de un niño?
¿Podrías decir con la mano en el corazón que nunca te hiciste el tonto diciendo que no podías responder porque estabas ocupado, cuando en realidad no tenías la más pálida idea de cómo contestar a lo que te estaban preguntando?
Es un mal que en algún momento nos toca a todos: padres, tíos, hermanos...
A continuación, te contamos cuáles son las 10 preguntas más comunes que los padres británicos no saben cómo responder (y las respuestas, para que si te las hacen a ti estés preparado). Y te invitamos también a que nos cuentes cuáles te han hecho a ti y cómo has reaccionado.
¿Te has hecho el tonto y haz mirado para otro lado? ¿Has contestado algún disparate? Comparte tus historias en nuestra página de Facebook.
1. ¿Qué es la fotosíntesis?
Es el proceso por el cual las plantas verdes y algunos organismos usan la luz del sol para transformar el CO2 y el agua en azúcares y oxígeno.
2. ¿Cómo puede ser que el Universo sea infinito?
El universo puede ser infinito, pero nosotros solamente podemos ver una parte finita del mismo por causa de la velocidad -también finita- de la luz.
En otras palabras, únicamente podemos ver aquellas partes cuya luz ha tenido tiempo para alcanzarnos desde el inicio del universo. Es decir, en teoría podemos ver nada más un universo esférico con un radio de aproximadamente 15.000 millones de años luz.
Lo que está más lejos aún no nos ha alcanzado.
3. ¿Por qué el Sol es tan grande y no hay humanos viviendo allí?
No es tan grande: es mucho más pequeño que la mayoría de estrellas que puedes ver en el cielo. ¿Vivir allí? Imposible: ¡nos moriríamos de calor!
4. ¿Por qué brilla el Sol?
El Sol brilla debido a que la enorme presión en su centro hace que los átomos de hidrógeno se transformen en helio. Este proceso se llama fusión nuclear. La fusión ocurre cuando los elementos más livianos son forzados a mantenerse juntos para transformarse en elementos más pesados.
Cuando esto pasa, se crea una cantidad enorme de energía.
5. ¿Cómo llegaron las estrellas al cielo?
Colapsaron bajo su propia gravedad desde las grandes nubes de gas que dejó el Big Bang.
6. ¿Por qué la Luna no se cae?
La verdad es que sí se cae hacia la Tierra, por la fuerza de gravedad. Pero lo hace de forma continua, y su velocidad es tan grande que logra seguir la curvatura de la Tierra y por lo tanto nunca se choca con nosotros.
7. ¿Por qué el cielo es azul?
La luz que llega del Sol ingresa en la atmósfera y se dispersa en todas las direcciones. La luz azul tiene una longitud de onda más corta, por lo que se dispersa más que las luces rojas y amarillas, dándonos la impresión de que ocupa todo el cielo.
8. ¿Quién inventó las computadoras?
Es dificil de decir con exactitud. Podríamos decir fueron Charles Babbage y Ada Lovelace en el siglo XIX, cuya máquina hecha de latón era algo así como una calculadora. O podríamos decir que fueron Alan Turing y John von Neumann que diseñaron las primeras máquinas electrónicas. ¡Fue un trabajo de mucha gente!
9. ¿Los ladrillos son de un material hecho por el hombre?
El ingrediente, la arcilla, es natural, pero el ladrillo esta fabricado por el hombre.
10. ¿Cuántos tipos de dinosaurios hay?
Se estima que hay aproximadamente entre 700 y 900 especies de dinosaurios. Pero continuamente los arqueólogos encuentran nuevos fósiles, así que, ¿quién sabe? Quizás aún queden muchas por descubrir.
Lo mejor siempre es admitir que uno no sabe y buscar la respuesta con el niño.
Si alguna de estas preguntas te ha dejó en blanco, no te preocupes, el consejo de Naomi Climer, presidenta de IET es admitir que no sabes y buscar la respuesta con el niño.
"Los padres deberían saber que es perfectamente legítimo decir: no sé, que buena pregunta, veamos si podemos encontrar la respuesta", aconseja.
"El mundo es asombroso... pero si ya de pequeño te aplastan con respuestas insatisfactorias, de alguien que parece pensar que eso no es importante o interesante, eso puede ser descorazonador", advierte.
Fuente: BBC
http://www.bbc.com/mundo/noticias/2015/11/151106_preguntas_ciencia_basicas_padres_lp
lunes, 31 de agosto de 2015
9 pasos para fomentar el crecimiento, la confianza y el liderazgo entre adolescentes
Hace ya un tiempo, nos hicimos eco de un artículo en Forbes que detallaba siete errores que cometemos madres y padres y que impiden a nuestros hijos ser autónomos y posibles líderes. Hoy hablamos de otro de sus artículos que revela nueve medidas que pueden ayudar a educar a adolescentes seguros de sí mismos y con madera de líderes.
1. Encontrar mentores a los que podría pedir ayuda.
Tim Elmore, experto en liderazgo y presidente de Growing Leaders, cree que es interesante llevar a tus hijos a conocer a gente que conozcas y que puedan servir como orientadores o puedan dar respuesta a preguntas de tu hijo, muchas de las cuales no te querrá plantear a ti. Como nos contaba Eva Bach en esta entrevista, es buena idea “dejar que entren otros adultos de referencia en sus vidas. Este es un acto de desprendimiento y generosidad que se nos exige a los padres en la adolescencia”.
2. Desarrollar una disposición al crecimiento.
Tim Elmore nos anima a elogiarlos por los esfuerzos, la concentración, la acción o las estrategias. En lugar de elogiar su aspecto o su inteligencia, es mejor felicitarles por variables que controlan, como su trabajo, su buena estrategia o sus palabras honestas. Esta estrategia ayuda a desarrollar una actitud dispuesta a tomar riesgos y minimiza el peligro de que abandonen o que tengan miedo a fracasar. Tim señala que “la actitud es mucho más importante que la aptitud”.
3. Identificar sus dones y anima a que los ponga en servicio a los demás.
Tim cuenta que un amigo suyo propuso a sus hijos adolescentes elaborar una lista de trabajos que podrían disfrutar haciendo durante el verano para los vecinos. Sus hijos disfrutaron mucho haciéndolo y tomaron la actitud de pequeños emprendedores.
4. Expandir su pensamiento crítico.
Tim resalta que es importante encontrar nuevos temas o asuntos que les interesen y a encontrar formas de dar respuesta a las preguntas que surgen. El autor subraya que debatir sobre cómo resolver conflictos que han leído en un libro, por ejemplo, les enseña que los líderes se ganan su influencia resolviendo problemas y sirviendo a las personas.
5. Involucrarles en reuniones sociales.
Animarles a tomar el rol de anfitriones de una fiesta les ayuda a ponerse al servicio de los demás y mejorar sus habilidades comunicativas.
6. Aprender la realidad del dinero.
Tim cuenta que una amiga implica a sus hijos en pagar las facturas y así son conscientes de cuánto dinero hay en casa, cuánto dinero se gasta, pueden decidir qué facturas se pagan antes y además retrasan gratificaciones como la deseada compra de un móvil. Esta forma de actuar promueve la capacidad de tomar decisiones.
7. Recibir los retos con los brazos abiertos.
La verdadera madera de líder surge cuando se anima a los chicos a hacer algo complicado y cuando no se retiran por miedo al fracaso. Los niños se desarrollan y crecen ante la oportunidad de hacer cosas que sienten que son importantes y significativas, pero que son desafíos y son difíciles, sin respuestas fáciles.
8. Desarrollar su visión del mundo.
Es buena idea hablar con ellos de las películas que ven, o de los libros o artículos que leen, para fomentar su pensamiento crítico y ayudar a que se formen su propia visión del mundo. De este modo, ayudaremos a que piensen con más profundidad y tomen conciencia de su propia filosofía, interpretar experiencias y desarrollar su propia visión del mundo.
9. Aprender que la vida es contribuir, añadir valor.
Nuestra cultura nos condiciona para ser consumidores, no contribuyentes. Tim sugiere que ayudemos a que nuestros hijos se involucren en una causa que es importante para ellos. De este modo, potenciaríamos su liderazgo y su ambición.
Tim Elmore insiste en que para ser buenos padres “debemos tomar conciencia de nuestras acciones y comportamientos. Somos los primeros modelos (y los más importantes) para nuestros hijos: todo lo que digas y hagas impacta en su autoconcepto y su visión del mundo”. Por eso, este experto nos invita a “explorar nuestras acciones y revisarlas para asegurarnos de que estamos ayudando a nuestros hijos a vivir y pensar lo más plenamente posible y que están en camino de alcanzar su más alto potencial”.
1. Encontrar mentores a los que podría pedir ayuda.
Tim Elmore, experto en liderazgo y presidente de Growing Leaders, cree que es interesante llevar a tus hijos a conocer a gente que conozcas y que puedan servir como orientadores o puedan dar respuesta a preguntas de tu hijo, muchas de las cuales no te querrá plantear a ti. Como nos contaba Eva Bach en esta entrevista, es buena idea “dejar que entren otros adultos de referencia en sus vidas. Este es un acto de desprendimiento y generosidad que se nos exige a los padres en la adolescencia”.
2. Desarrollar una disposición al crecimiento.
Tim Elmore nos anima a elogiarlos por los esfuerzos, la concentración, la acción o las estrategias. En lugar de elogiar su aspecto o su inteligencia, es mejor felicitarles por variables que controlan, como su trabajo, su buena estrategia o sus palabras honestas. Esta estrategia ayuda a desarrollar una actitud dispuesta a tomar riesgos y minimiza el peligro de que abandonen o que tengan miedo a fracasar. Tim señala que “la actitud es mucho más importante que la aptitud”.
3. Identificar sus dones y anima a que los ponga en servicio a los demás.
Tim cuenta que un amigo suyo propuso a sus hijos adolescentes elaborar una lista de trabajos que podrían disfrutar haciendo durante el verano para los vecinos. Sus hijos disfrutaron mucho haciéndolo y tomaron la actitud de pequeños emprendedores.
4. Expandir su pensamiento crítico.
Tim resalta que es importante encontrar nuevos temas o asuntos que les interesen y a encontrar formas de dar respuesta a las preguntas que surgen. El autor subraya que debatir sobre cómo resolver conflictos que han leído en un libro, por ejemplo, les enseña que los líderes se ganan su influencia resolviendo problemas y sirviendo a las personas.
5. Involucrarles en reuniones sociales.
Animarles a tomar el rol de anfitriones de una fiesta les ayuda a ponerse al servicio de los demás y mejorar sus habilidades comunicativas.
6. Aprender la realidad del dinero.
Tim cuenta que una amiga implica a sus hijos en pagar las facturas y así son conscientes de cuánto dinero hay en casa, cuánto dinero se gasta, pueden decidir qué facturas se pagan antes y además retrasan gratificaciones como la deseada compra de un móvil. Esta forma de actuar promueve la capacidad de tomar decisiones.
7. Recibir los retos con los brazos abiertos.
La verdadera madera de líder surge cuando se anima a los chicos a hacer algo complicado y cuando no se retiran por miedo al fracaso. Los niños se desarrollan y crecen ante la oportunidad de hacer cosas que sienten que son importantes y significativas, pero que son desafíos y son difíciles, sin respuestas fáciles.
8. Desarrollar su visión del mundo.
Es buena idea hablar con ellos de las películas que ven, o de los libros o artículos que leen, para fomentar su pensamiento crítico y ayudar a que se formen su propia visión del mundo. De este modo, ayudaremos a que piensen con más profundidad y tomen conciencia de su propia filosofía, interpretar experiencias y desarrollar su propia visión del mundo.
9. Aprender que la vida es contribuir, añadir valor.
Nuestra cultura nos condiciona para ser consumidores, no contribuyentes. Tim sugiere que ayudemos a que nuestros hijos se involucren en una causa que es importante para ellos. De este modo, potenciaríamos su liderazgo y su ambición.
Tim Elmore insiste en que para ser buenos padres “debemos tomar conciencia de nuestras acciones y comportamientos. Somos los primeros modelos (y los más importantes) para nuestros hijos: todo lo que digas y hagas impacta en su autoconcepto y su visión del mundo”. Por eso, este experto nos invita a “explorar nuestras acciones y revisarlas para asegurarnos de que estamos ayudando a nuestros hijos a vivir y pensar lo más plenamente posible y que están en camino de alcanzar su más alto potencial”.
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