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miércoles, 17 de abril de 2024

Los desafíos de lidiar con el envejecimiento de los padres (y cómo evitar conflictos)

Madre e hija

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En esta etapa de la vida se pueden presentar muchas situaciones de estrés, pero también puede beneficioso 

Una etapa difícil marcada por conflictos y dificultades.

Así, resumen los expertos, es cómo se vive muchas veces el envejecimiento de los padres, dado que muchos hijos no están preparados para afrontar las exigencias que supone este período.

A medida que avanza la edad, una persona tiende a necesitar cada vez más apoyo, ya sea en las sencillas actividades del día a día o incluso en ayuda económica, y esto puede pasar factura a quienes sean responsables de estos cuidados, señalan los expertos.

“En algunos casos, los hijos pueden experimentar niveles importantes de estrés y sobrecarga al enfrentar las exigencias del envejecimiento de sus padres, especialmente cuando hay problemas de salud o limitaciones funcionales”, dice la psicóloga Deusivania Falcão, profesora de psicogerontología de la Universidad de São Paulo (USP), en Brasil.

Incluso hay un término para definir este sentido de obligación de los hijos de ayudar a sus padres mayores: responsabilidad filial.

“Es una obligación basada en un estándar cultural, relacionado con la percepción de que se trata de un comportamiento socialmente responsable frente al envejecimiento y la dependencia de los padres”, explica Falcão.

"En otras palabras, es un deber del hijo adulto ayudar o ser responsable de sus padres ancianos".

Este tipo de situaciones y la discusión sobre cómo afrontar esos desafíos son cada vez más frecuentes, en vistas del aumento de número de personas mayores en la sociedad.

Prácticamente, según señala Naciones Unidas, todos los países del mundo experimentan un aumento del número y la proporción de personas mayores.

De acuerdo a esta organización, la proporción de personas de 65 años o mayores aumenta a un ritmo más acelerado que la de los que tienen menos de esa edad.

Y, aunque de forma dispar, la esperanza de vida también ha crecido a nivel global.

Esto no sólo aumenta el periodo en el que una persona puede necesitar ayuda, sino que también hace que sea más común que los hijos acompañen las diferentes etapas del envejecimiento de sus padres.
Padre e hija

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Padre e hija

La esperanza de vida ha aumentado a nivel global y esto significa que hay un aumento de la población anciana.

Un punto importante durante este período es la forma en que los hijos ven esta etapa y, como en tantos otros momentos de la vida, no existe una guía universal a seguir.

Esta experiencia, sostienen los expertos, suele verse influenciada por patrones familiares pasados y por la forma en que se crió a una persona, así como por aspectos culturales, históricos, sociales y religiosos de una familia.

"Existen varios modelos de envejecimiento y vejez. Cada individuo envejece de manera diferente, en la singularidad de sus condiciones genéticas, ambientales, familiares, sociales, educativas, económicas, históricas y culturales", dice Falcão.

"Todo esto depende del tipo de sistema desarrollado (por la familia) a lo largo de los años".

Padres tercos versus hijos mandones

Uno de los principales desafíos y motivos de fricción radica en los roles que asumen padres e hijos en esta etapa de la vida, señalan los expertos.

Por un lado, los hijos pueden ver a una persona frágil, enferma y necesitada de cuidados y limitaciones, e intentan proteger a sus padres para evitar que se expongan a riesgos.

Por otro lado, hay una persona que no quiere perder su autonomía y que puede incluso darse cuenta de que necesita cuidados, pero le cuesta aceptarlos, dice la geriatra Fernanda Andrade.

Padre e hijo

Padre e hijo

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Vejez no es sinónimo de fragilidad y enfermedad.

“En la gran mayoría de los casos, existe una gran diferencia entre las opiniones de los hijos y las de los padres. Los hijos no suelen aceptar bien las decisiones de sus padres durante este período", dice Andrade.

Uno de los comentarios más recurrentes que la médica escucha de los hijos es que sus padres son “tercos” por no cumplir exactamente con los pasos que sus hijos creen que deben seguir.

"Es angustiante ver el envejecimiento (y, a menudo, la enfermedad) de una persona a la que amas y no poder controlar nada de ello".

Pero detrás de esta “terquedad”, señalan los expertos, hay características que pueden atribuirse a la edad avanzada.

Entre ellos, el sentimiento de soledad, la pérdida del sentido de la vida, la añoranza por amigos o familiares fallecidos y el miedo a la muerte.

Además, el miedo a depender de los demás, incluso si son los propios hijos, preocupa a muchas personas mayores y las hace ser renuentes a recibir cuidados.

“¿Imagínate pasar 50 años de tu vida completamente independiente y empezar a necesitar que alguien vaya al supermercado por ti, te ayude a vestirte o se haga cargo de higiene íntima?”, dice Andrade.
 
Pareja mayor

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 La esperanza de vida ha aumentado a nivel global y esto significa que hay un aumento de la personas de edad

Comenzar a depender de otros no siempre es fácil, después de años de llevar una vida independiente.

Para no perder su autonomía, dice Fernanda, muchas personas mayores no quieren dejar de conducir, no aceptan ir al médico o no quieren renunciar a otras actividades que antes hacían solas.

Aquí es donde pueden surgir conflictos en la relación con los hijos, si no hay una comunicación abierta dentro de la familia sobre las expectativas, deseos y necesidades de ambas partes, señalan los expertos.

Muchas veces es necesario entender que se trata de una fase de constante adaptación a las exigencias que van surgiendo con el paso de los años.

Por lo tanto, es fundamental entender que las necesidades de los padres pueden cambiar con el tiempo.

Una de las principales dificultades en la relación entre padres e hijos en esta etapa es causada por fallas de comunicación debido al conflicto generacional, dice Renato Veras, profesor de la Universidad Estadual de Río de Janeiro (Uerj) y director del proyecto de la Universidad Abierta del proyecto Tercera Edad.

“Lo ideal es que los padres hablen mucho con sus hijos y muestren las diferencias generacionales”, afirma el médico.

"Este diálogo es importante, pero es difícil, porque muchos padres no pueden tener esta conversación y muchos hijos se consideran dueños de la verdad, lo que hace que esta situación sea muy difícil".

¿Inversión de roles?
En los casos en que las personas mayores preservan su autonomía, es importante que los hijos respeten las decisiones y elecciones de los padres, comentan los expertos.

“Fomentar la toma de decisiones (de los padres) siempre que sea posible y respetar sus elecciones contribuye a una relación más positiva”, afirma Falcão.

La dificultad para respetar la autonomía de los padres puede deberse a estereotipos relacionados con la vejez y los prejuicios en torno a las personas mayores.

Mujer ayudando a un anciano a afeitarse

Mujer ayudando a un anciano a afeitarse

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Ayudar a los padres mayores no es necesariamente una inversión de roles.

Pero si bien muchos ancianos pueden seguir siendo independientes, otros necesitan asistencia constante.

En varios escenarios, especialmente cuando se trata de cuidados intensos, muchas mujeres terminan sobrecargadas de trabajo, ya que en ellas suele recaer en mayor medida que en los hombres el cuidado de los padres.

Si bien esto implica que tanto padres como hijos deben asumir nuevos roles, esto no quiere decir que los roles se reviertan y que los padres se conviertan en los hijos en este vínculo, señala la geriatra Fernanda Andrade.

“Los padres nunca se convierten en hijos. Los hijos están aprendiendo, se están preparando para la vida adulta y son un lienzo en blanco para que los padres coloreen como mejor les parezca”, afirma.

"Las personas mayores son como lienzos garabateados, llenos de experiencias previas y de valores ya muy consolidados."

Cuidar a un padre anciano o a un niño pequeño son situaciones muy diferentes, dice Andrade.

"Un padre con secuelas de un derrame cerebral o una madre con Alzheimer no está en el guión de vida de nadie. Esto trastorna la vida de los hijos, afecta su trabajo y aumenta los costos familiares, sin ninguna planificación", señala.

"Y hablando de forma generalizada, son pocas las personas que entienden a los hijos como cuidadores. ¡Ay de ti si faltas al trabajo porque tu mamá tuvo fiebre!", agrega Andrade.

Envejecimiento saludable

En general, es difícil predecir exactamente qué desafíos se enfrentarán en esta etapa de la vida. Se trata de un proceso muy heterogéneo.

"Envejecer bien no es sólo una cuestión genética, sino también medioambiental y está relacionada con el acceso a una mejor atención sanitaria".

Los expertos sostienen que las personas mayores no deben ser vistas como alguien necesariamente enfermo o al borde de la muerte

Clase de yoga 
Clase de yoga

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Hacer ejercicio es crucial para mantener un cuerpo y una mente sana.

Los posibles problemas de salud física o mental, la fragilidad y la disminución de la capacidad funcional no deberían ser un impedimento para una vejez cómoda, en la medida en que la salud lo permita.

En cualquier escenario, que varía según los cuidados que necesiten los padres, es importante que los hijos traten siempre de ser una forma de apoyo.

“Antes la gente envejecía, enfermaba y moría. Ser viejo era casi una sentencia de dependencia física o cognitiva”, señala Andrade

"Hoy en día, tenemos una gran variedad de personas que envejecen y les va bien. Activas, trabajadoras y saludables. Pero esto todavía es nuevo. Se necesita tiempo para cambiar una cultura".

Cada situación y condición de salud de los padres requerirá un tipo de apoyo diferente.

Una de las principales formas en que los hijos pueden apoyar a sus padres durante este período, según los expertos, es incentivar a una persona mayor a cuidarse de las enfermedades crónicas que surgen a esta edad para que tenga una buena calidad de vida.

Al mismo tiempo, es importante que los hijos alienten a sus padres a hacer ejercicio físico y mental, mediante la lectura y diferentes tipos de aprendizaje, como aprender un nuevo idioma.

“Es importante reconocer y apoyar el bienestar emocional de los padres. Esto implica estar atento a los signos de depresión, soledad o ansiedad, y buscar ayuda profesional cuando sea necesario”, dice Falcão.

Los beneficios de planificar y tener una relación cercana

Una forma de hacer que este período de la vida sea más tranquilo es planificar el envejecimiento, coinciden los entrevistados.

"Aquellos hijos que participan en discusiones sobre planificación anticipada, como atención médica y decisiones financieras, tienden a afrontar más eficazmente el envejecimiento de sus padres", dice Falcão.

Pero esta planificación, dicen, todavía es poco debatida entre las familias, que acaban afrontando cada problema a medida que va surgiendo.

Hombre con una trompeta

Hombre con una trompeta

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Aprender nuevas habilidades como por ejemplo un idioma o a tocar un instrumento ayuda a mantener la mente activa.

“La educación para el envejecimiento es vital, ya que nos permite afrontar las transiciones con comprensión y empatía, lo que favorece la calidad de vida y la autonomía”, afirma Falcão.

Al mismo tiempo, no todo es difícil a la hora de seguir el ritmo del envejecimiento de tus padres. Hay beneficios de tratar de estar cerca de ellos durante este tiempo.

“Convivir con padres mayores y cuidarlos nos permite revisar vínculos y resolver problemas”, afirma Andrade.

“Afrontar el declive y la finitud de la vida de alguien también nos hace reflexionar sobre nuestra propia vida, nuestros valores y cómo queremos que nos cuiden en nuestra vejez”.

Una buena relación con los hijos suele ser fundamental para que los padres afronten los momentos más difíciles del envejecimiento. Esto también puede ayudar a sus propios hijos.

“Las dinámicas familiares positivas, con expresiones de afecto y participación de los ancianos en las actividades familiares, contribuyen a mejorar la relación entre padres e hijos”, dice Falcão.

Las investigaciones sugieren que los vínculos positivos con los padres ancianos también son una fuente de apoyo para los hijos que se preocupan por ellos, añade el experto.

“Es importante resaltar que, aunque los desafíos son comunes, el envejecimiento también puede traer oportunidades de crecimiento personal, nuevos aprendizajes y formas de afrontar la vida", dice Falcão.

"Adoptar un enfoque positivo y proactivo para abordar estos desafíos puede contribuir a un envejecimiento más saludable y satisfactorio". 

viernes, 22 de marzo de 2024

Qué son los ageotipos que hacen que cada persona envejezca de manera distinta (y las ventajas de identificar el tuyo)

Grupo de mujeres

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Un "ageotipo" es un patrón de envejecimiento.
Author,Fernanda Paúl

Es un proceso inevitable. Por más que lo intentes, tú, yo y todas las personas que nos rodean vamos a envejecer.

Pero no todos lo haremos de la misma manera.

Eso explica por qué algunos seres humanos, incluso teniendo la misma edad, pueden presentar distintos rasgos de envejecimiento.

Los científicos creen que esto se debe a que existen diferentes patrones biológicos que determinan el ritmo con el que cada uno de nosotros nos vamos poniendo más viejos.

A estos patrones los científicos los llaman ageotipos.

¿Qué son, cómo afectan a tu salud y por qué puede ser beneficioso identificar cuál es el tuyo?

Aquí te lo contamos.

Clasificación de los "ageotipos"

Uno de los investigadores pioneros en esta materia es el reconocido biólogo Michael Snyder, director del departamento de genética de la Universidad de Standford, en EE.UU.

En 2020, Snyder y su equipo de científicos perfilaron a un grupo de 43 hombres y mujeres sanos de entre 34 y 68 años, a quienes les midieron su biología molecular al menos cinco veces durante dos años.

Utilizando sangre, heces y otras muestras, el estudio rastreó los niveles de ciertos microbios y moléculas biológicas, como proteínas, metabolitos y lípidos presentes en los participantes en el estudio.

Con ello, los investigadores buscaban saber qué le sucede realmente al cuerpo humano cuando envejece.

Y encontraron una respuesta: las personas siguen ciertas vías biológicas que determinan qué partes de su cuerpo envejecen antes y cuáles después.

Y aquí es donde aparecen los llamados ageotipos.
 
Mujeres juegan un juego de mesa.

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Mujeres juegan un juego de mesa.

Todos envejecemos de maneras diferentes.

“Son patrones de envejecimiento. Todos lo hacemos de maneras diferentes. En algunas personas, su sistema inmunológico envejece más rápido, en otras, su riñón, o su sistema metabólico, y así”, le explica Snyder a BBC Mundo.

“En cada caso son diferentes órganos o conjuntos de sistemas de órganos. Al igual que cuando un automóvil envejece, las diferentes piezas se desgastan a diferentes ritmos: el motor, la batería o el chasis. Lo mismo ocurre con nuestros cuerpos”, agrega.

La investigación de Snyder y su equipo habla de cuatro ageotipos principales:

1. Metabólico: sucede cuando el metabolismo -encargado de convertir los alimentos en energía y de eliminar las sustancias tóxicas, entre otras cosas- envejece a un ritmo más elevado que otras funciones del cuerpo.

Cuando el metabolismo está dañado, se generan problemas como la obesidad, enfermedades cardíacas y otros trastornos, entre ellos, la diabetes.

2. Inmunológico: cuando el sistema inmune de las personas presenta signos de envejecimiento más profundos.

Si este empieza a fallar, el cuerpo pierde la capacidad de combatir gérmenes invasores, como infecciones y otras enfermedades. Así, según el estudio de Snyder, se podrían generar niveles más altos de inflamación o presentar enfermedades de tipo inmunológico.

3. Hepático: este ageotipo se relaciona con el envejecimiento del hígado, que se encarga principalmente de procesar nutrientes y filtrar toxinas dañinas para el cuerpo. Si el hígado no funciona de manera correcta, se pueden producir enfermedades hepáticas, como la cirrosis.

4. Nefrótico: sucede cuando la función renal presenta síntomas de envejecimiento. Los riñones ayudan a filtrar y equilibrar los líquidos del cuerpo (desechándolos a través de la orina), regulan la presión arterial y estimulan la médula ósea para que esta produzca glóbulos rojos, entre otras cosas.

Si estos muestran signos de envejecimiento, pueden dejar de filtrar líquidos dañinos, provocar cambios en la presión arterial o desequilibrios en los minerales esenciales.

Sistema metabólico

Sistema metabólico

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Cuando el metabolismo está dañado, se generan problemas como la obesidad, enfermedades cardíacas u otros trastornos, entre ellos, la diabetes.

Pero hay más…

Michael Snyder le explica a BBC Mundo que estos cuatro ageotipos son “solo el comienzo”.

“Ahora se sabe que existen muchos más”, dice el investigador, que nombra como ejemplos el cardiovascular, que tiene directa relación con un corazón biológicamente más envejecido que otros órganos, y el estrés oxidativo, que sucede cuando se producen en nuestro cuerpo compuestos que no son útiles para la vida y, en consecuencia, se altera la funcionalidad de la membrana de las células.

De acuerdo con la revista especializada en ciencia y tecnología New Scientist, tras el estudio realizado por Snyder y su equipo, otros científicos han ido ampliando la gama de ageotipos.

Kalliopi Gkouskou, bióloga de la Universidad de Atenas, en Grecia, es una de ellas.

En febrero del año pasado, la investigadora junto a otros científicos publicaron un estudio que afirma que hay otros patrones de envejecimiento que se relacionan con la “disfunción del cerebro” y del sistema nervioso.

Algo similar planteó Brian Kennedy, del departamento de bioquímica de Universidad Nacional de Singapur.

“Nuestro estudio muestra evidencia de que podría haber múltiples ‘relojes’ dentro de todo el sistema: impulsores sistémicos del envejecimiento superpuestos con contrapartes específicas de órganos/tejidos”, sugiere su investigación publicada en 2022, para la que se analizó a más de 4.000 voluntarios.

Kennedy sumó otros patrones de envejecimiento a la lista de Snyder: el cardiovascular, la aptitud física, las hormonas sexuales, la piel y el microbioma intestinal.

Cuerpo humano 
Cuerpo humano

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Los ageotipos no son excluyentes: una persona podría ser clasificada dentro de dos o más ageotipos.

Dicho esto, hay que tener en cuenta que los ageotipos no son mutuamente excluyentes. Es decir, una persona podría ser clasificada dentro de dos o más ageotipos.

“Un ageotipo metabólico también podría ser uno inmunológico”, señala el estudio de Snyder.

Además, el envejecimiento de una parte del cuerpo podría arrastrar a otra, pues no siempre envejecen de forma aislada. Por ejemplo, si el sistema cardiovascular envejece más rápido, probablemente esa persona tendrá más problemas en sus riñones, músculos o huesos.

¿Por qué identificarlos puede ayudarnos?

Para el investigador de la Universidad de Stanford, lo más importante de su descubrimiento es que “muestra que es posible mejorar la forma en que envejecemos”.

“Saber qué partes están envejeciendo más rápido te permite concentrarte y trabajar en esas áreas. Si eres de un ageotipo metabólico, entonces cuida tu dieta; si estás dentro del grupo de estrés oxidativo, toma más antioxidantes, o del inmunológico, entonces refuerza tu sistema inmune”, señala a BBC Mundo.

De hecho, en su investigación hubo algunas personas que mostraron una disminución en sus marcadores de envejecimiento.

Según el biólogo, esto se puede explicar por cambios en el estilo de vida de los participantes.

“Entre los que mostraron niveles reducidos de hemoglobina A1c, muchos habían perdido peso y uno hizo cambios en la dieta. Algunos de los que vieron una disminución en la creatina, lo que indica una mejor función renal, estaban tomando estatinas (medicamento usados para bajar el colesterol)”, explica el departamento de genética de la Universidad de Stanford.

Una persona comiendo una ensalada 

Una persona comiendo una ensalada

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Un cambio en la dieta podría ayudar a personas de ciertos ageotipos.

Una opinión similar tiene Inés Moreno González, investigadora del departamento de biología celular y genética de la Universidad de Málaga.

“Si alguien puede predecir o diagnosticar de forma muy temprana ciertas enfermedades, evidentemente nos ayudaría a hacer tratamientos o terapias personalizadas”, le dice a BBC Mundo.

“Es muy interesante saber a qué ageotipo perteneces. Esos perfiles probablemente vienen determinados por la genética pero también por factores intrínsecos de nuestra vida, agentes externos, como la cantidad de deporte que haces o tu calidad de vida”, agrega.

Los científicos esperan que todos estos descubrimientos nos ayuden a enfrentar la vejez.

Y aunque no podemos frenarla, quizás sí podemos prepararnos para navegarla mejor.

domingo, 20 de mayo de 2018

Cinco claves para mantener el cerebro joven sea cual sea su edad España es uno de los países con mayor esperanza de vida. Pero la cantidad no lo es todo: consejos para cumplir años sin perder la lucidez.

Por mucho que ahora consideremos que los cincuenta de hoy eran los 30 de antes, y que constatemos que, en la actualidad, a los 70 muchas personas están en plena forma, el tiempo transcurre cobrándose su factura biológica. “El envejecimiento es un proceso natural en el que el organismo sufre unos cambios fisiológicos que no son indicativos de ninguna enfermedad, pero que alteran determinadas funciones neurológicas”, explica el neurólogo Jesús Porta-Etessam, director de la Fundación del Cerebro, dedicada a la divulgación y concienciación de los problemas y enfermedades que afectan a este órgano. Pero ¿qué le pasa al cerebro cuando envejece? “Desde una aproximación estructural, va perdiendo neuronas y sinapsis [comunicación neuronal], lo que ocasiona una menor capacidad de reacción refleja. En cambio, la reacción aprendida, que es espontánea, como por ejemplo la que ejercemos al mecanografiar, se conserva más tiempo porque responde a la capacidad del cerebro de actuar de forma adelantada, lo que llamamos anticipación”, precisa el especialista. También existe un descenso en la plasticidad neuronal que dificulta el aprendizaje, aunque se puede suplir con la experiencia y recursos previos. Por otro lado, la pérdida de neuronas en estructuras como el cerebelo merman la agilidad, y la reducción de las encargadas de controlar el tono muscular, reduce los reflejos osteotendinosos, que son contracciones musculares involuntarias provocadas por el estiramiento de un músculo tras el golpe de un tendón, lo que sucede en la consulta cuando el médico golpea su rodilla con un martillo. Este proceso mengua la masa muscular o sarcopenia y, por tanto, la fuerza física”.

Sin embargo, la minuta del tiempo es muy distinta para unos y otros, lo que depende de varios factores. La buena noticia es que muchos de ellos son manejables y podemos revertirlos para conseguir que los costes físicos sean los estrictamente inevitables. ¿El objetivo? Alcanzar esa etapa cada vez más larga con plenitud, luz mental y con un proyecto ilusionante por delante del que disfrutar de un día a día liberado, por fin, de un sinfín de obligaciones.

El neurocientífico Francisco Mora, catedrático de Fisiología de la Universidad Complutense de Madrid , y autor del libro ¿Se puede retrasar el envejecimiento del cerebro? (Alianza), ha estudiado en profundidad cómo retrasar el deterioro de la mente y no dejan lugar a dudas de que se puede, y mucho. Desde luego, el elixir de la eterna juventud no existe, pero ralentizar la vejez sí es posible, y, si la suerte y la genética nos acompañan, no hay que cruzar siete mares para conseguirlo. Esa valiosa pócima está en un sitio exclusivo en el interior de nuestra cabeza. Con un peso de casi 1,5 kilos, el cerebro contiene unos 86.000 millones de neuronas que establecen entre sí un extraordinario cableado cuyo mantenimiento depende, en gran parte, de nuestro estilo de vida. “En general, en un cerebro sano las neuronas no mueren. Así se creía en los años cincuenta pero ha sido posteriormente descartado gracias a nuevas técnicas de medición”, precisa Mora. “Pero para mantenerlas en buen estado son muy importantes los hábitos y conductas, así como la actividad física y mental que hayamos realizado en las etapas anteriores a la vejez. Eso es lo que genera una suerte de reserva cognitiva, un almacén de potencia mental que podrá ser utilizado en etapas posteriores, cuando las demandas intelectuales lleguen a ser superiores a las capacidades cerebrales que tengamos”, añade el neurocientífico, que propone cinco medidas para automantenernos en plena forma mental:

1. Coma como un pajarito (o un boquerón)
La primera medida para disfrutar de una lucidez plena durante muchos años tiene que ver con comer. Hay que hacerlo más bien poco. Una de las razones es que la obesidad afecta a la función cognitiva. Lo dice un estudio llevado a cabo por investigadores de las Universidades Carnegie Mellon y de Pittsburgh (EE UU) y dirigido por el psicólogo Timothy Verstynen, en base a una serie de resonancias magnéticas realizadas a una treintena de cerebros de personas adultas. Al observar las imágenes de los sujetos con sobrepeso, se detectó una hiperconectividad. La presión sanguínea más alta de lo normal y la inflamación derivada del exceso de peso dificultan las conexiones neuronales, lo que repercute negativamente en las funciones cognitivas, en especial, en las áreas cerebrales desde las que se controlan los comportamientos impulsivos. Además, “comer un 30% menos de lo habitual logra, entre otras muchas cosas, un descenso en la generación de radicales libres, esas moléculas que afectan lentamente a la producción de energía necesaria para desarrollar las funciones celulares de forma óptima y, además, reduce y ralentiza la actividad de ciertos genes que destruyen neuronas”, continúa el catedrático.

Por si fuera poco, comer menos despierta otros genes beneficiosos para el cerebro. Se ha comprobado en animales que los que ingieren un 30% menos de lo acostumbrado viven entre un 20% y un 50% más que los que lo hacen sin restricción, reduciendo además a la mitad su tasa de cánceres y enfermedades vasculares. Pero no es necesario reducir la ingesta a diario: si lo hacemos día sí día no, también funciona, aunque lo que restemos sea del orden del 20%.

Encontrar un tentempié para calmar su estómago mientras trabaja no será tan sencillo. Si es dulce, sentimos decirle que el azúcar impide pensar bien. Comer fruta mientras se trabaja afecta la capacidad de la insulina en su tarea de ayudar a las células cerebrales a transformar los azúcares en la energía necesaria para pensar. Y si es salado, atento: las grasas saturadas entorpecen la motivación. Ingerir demasiadas obstaculiza la función de la dopamina en el cerebro, un neurotransmisor esencial para mantener viva nuestra motivación. Así lo demuestra un estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Montreal: la alimentación con alto contenido en grasa puede causar deficiencias en los circuitos cerebrales, que incide en los trastornos del estado de ánimo, empuja a comer más cantidad y favorece las toxicomanías. A más grasas saturadas –como sucede con las drogas–, más ganas de comer mayores cantidades. En lugar de fructosa (el azúcar de la fruta) o de patatas fritas, tome ácidos omega 3, como por ejemplo pescado azul o semillas de chía y de calabaza, ya que contrarrestan esa interrupción protegiendo las sinapsis. Ciertamente las células necesitan glucosa, “pero mucha, en un plazo corto de tiempo, es contraproducente”, afirma la nutricionista Sarah Brewer, formada en la Universidad de Cambridge y autora de numerosos libros sobre salud y nutrición.

2. Nada de footing: haga sprints o levante pesas
Esa dieta, sana y sin excesos, ha de ir acompañada de la práctica diaria de deporte. “El ejercicio físico aeróbico moderado es una de las conductas más efectivas que existen para mantener la salud de todo el organismo y del cerebro en particular”, puntualiza Francisco Mora. El declive neuronal se retrasa y todo indica que el ejercicio actúa como antioxidante. Es decir, reduce la oxidación celular y los niveles de radicales libres, mantiene sanos los vasos sanguíneos cerebrales y mejora el estado físico en general. A largo plazo, disminuye los síntomas de la depresión y la ansiedad y se estima que previene el alzhéimer. Sin embargo, la mayor parte de nuestros conciudadanos –siete de cada diez– afirman no practicar ningún ejercicio físico diario. Pero nunca es tarde. Se ha demostrado que incluso empezando a practicarlo a una edad de entre 60 y 85 años, al poco tiempo mejoran las funciones mentales de aprendizaje, memoria y velocidad de procesamiento.

¿Otro ejemplo? Durante un estudio se observó a tres grupos de personas de 65 años: el primero no se jubiló y siguió trabajando; el segundo se retiró, pero inició un programa de ejercicio físico diario; y el tercero optó por hacer… más bien nada. Pues bien, los test cognitivos que les realizaron a lo largo de cuatro años evidenciaron que los del tercer grupo adolecieron de un descenso constante y significativo del flujo sanguíneo cerebral, algo que no sucedió en los otros dos. Es incuestionable que el ejercicio anaeróbico alimenta esa reserva cognitiva, esa especie de pila que nos permitirá conservar una alta actividad mental durante un periodo más largo de tiempo.

3. Disfrute de Facebook si quiere, pero desactive las notificaciones
Detenerse, vitalmente hablando, es otro detonante del declive mental. Mantener la mente ocupada a través de actividades enriquecedoras –sea el desarrollo de hobbies, de relaciones sociales satisfactorias, leer, viajar o jugar al ajedrez– es sin duda esencial. Pero además de todas esas ocupaciones, Mora propone un par de actividades especialmente eficaces para ejercitar el cerebro: aprender un idioma nuevo o tocar un instrumento, porque ambas detonan un proceso muy completo que engloba aprender, memorizar, socializar… y, en definitiva, sorprenderse a uno mismo y también a los demás. Viajar también genera un gran aprendizaje. Es una fuente continua de estrés bueno, porque despierta emociones nuevas, hace trabajar a la mente, conlleva descubrimientos y nos mantiene vivos, despiertos y pendientes de los acontecimientos.

Pero además, el ser humano necesita vivir en interacción social permanente. El aislamiento es una de las causas principales de muchas enfermedades mentales y está probado que las personas con sentido de pertenencia a un grupo o comunidad están más protegidas contra la demencia o el alzhéimer. Eso sí, rodéese de personas con las que pueda mantener un diálogo y un vínculo emocional positivo, si no, el resultado será contraproducente: un estrés crónico de tipo social que no hace sino provocar la atrofia de las neuronas. Adaptarse a los cambios sociales es también un requisito importante. Actualice su sistema operativo, no se quede atrás, tecnológicamente hablando, manténgase informado: el mundo no para de transformarse.

Otra cuestión esencial es utilizar su memoria. Según la psicóloga Betsy Sparrow de la Universidad de Columbia, la era de Internet ha cambiado la manera de funcionar. Ahora recordamos mejor dónde hemos guardado una información que la información en sí, pues utilizamos la Red como almacén de recuerdos. Según Microsoft, hace 15 años nuestra capacidad de atención continuada (mientas navegamos en la red) era de 12 segundos. Hoy solo es de ocho.

4. Piense en cómo vivían nuestros abuelos
¿Cómo lleva lo de dormir? ¿Respeta usted su ritmo circadiano? Soñar lo suficiente y trabajar (solo) en horario solar es esencial para un buen funcionamiento de la mente. Las personas que no lo hacen acaban padeciendo impactos en el comportamiento. El psicólogo Lance Kriegsfeld, profesor de la Universidad de California en Berkeley (EE UU), estudió el efecto de los desfases horarios de seis horas con hámsteres, de forma equivalente a los que nos afectan, por ejemplo, en un vuelo Nueva York a París; comprobó que, a posteriori, sufrían déficit de atención incluso un mes después de haber recuperado la normalidad. Además, los animales desfasados presentaron, en comparación con los que habían dormido bien, la mitad de nuevas neuronas en el hipocampo a lo largo de ese mes. Es decir, la llamada neurogénesis cayó en picado. No es probable que se produjeran menos neuronas, sino que una de dos: o muchas nuevas células no acometieron su tarea con normalidad o murieron de forma prematura.

En España, la mayoría de urbanitas únicamente ve el 10% de las estrellas del cielo, frente a más del 30% que perciben los habitantes de pequeños núcleos o zonas rurales no aisladas. La contaminación lumínica nos invade casi sin darnos cuenta, impidiendo que liberemos la melatonina suficiente. Conocida como la hormona de la oscuridad, la melatonina es un poderoso antioxidante –presente en varios alimentos, como cebollas, fresas, moras, cerezas, plátanos, cereales, nueces, vino y té verde– que actúa por la noche, en ausencia de luz, en casi todas las células y tejidos del organismo. Sin embargo, la luminosidad detiene su secreción, interrumpiendo su función reparadora. De nuevo, los radicales libres campan a sus anchas deteriorando la maquinaria bioquímica productora de la energía que necesita.

5. Y siéntase joven hasta el final
Apagar la luz al ir a dormir es una idea excelente, en cambio haga lo posible para que no se apague su capacidad de desear… Estar motivado alimenta nuestra capacidad para sentir emociones, una palabra que procede del latín emotio y que significa movimiento o impulso, aquello que nos mueve. “La emoción es lo que nos motiva a querer seguir estando vivos”, subraya Mora. Por eso, cuando una persona opta por no querer salir de casa o no participar en ninguna actividad, puede ser un síntoma de que esa hoguera interior empieza a apagarse, y que a menudo representa el principio del fin. Es fácil detectar esa postura vital en las residencias para ancianos donde frecuentemente las personas se dejan morir sin tener ningún problema fisiológico previo: es lo que se denomina apagón emocional.

Cultivar intereses y relaciones es vital para evitarlo. Como también sentirse útil, esforzarse por no depender de los demás, ayudar al prójimo en lo posible, ser agradecido con la vida y con el día a día, y disfrutar sin más de las pequeñas cosas. Sin duda, llegar a ser viejo, sano y tener la mente clara es todo un privilegio, recalca el neurocientífico, quien recuerda las sabias palabras de Platón: “(…) a medida que van debilitándose otros placeres físicos, van creciendo mis necesidades y goces por las cosas del espíritu (…). La vejez provoca un inmenso sentimiento de paz y liberación. Una vez que la tensión de los deseos llega a su fin (…) se confirman las palabras de Sófocles: viene a ser como despedirse de innumerables dueños. ¡La felicidad completa!”.

Ya saben, lo dijo Einstein hace más de un siglo: el tiempo es relativo. Y no hay duda de que, aunque pasa igual para todos, unos lo encajan, asimilan y aprovechan mucho mejor que otros. Lleno está el mundo de jóvenes con mentes caducas y, cada vez más, de viejos en estupenda forma física y mental. Los genes influyen, las circunstancias ambientales, también. Pero todo lo demás, corre de nuestra cuenta. Mantener la mente joven no es solo una forma de vivir más y mejor, también es un acto de responsabilidad hacia uno mismo y hacia los demás. Ser independientes, cuanto más tiempo mejor, debería ser un estímulo para todos. Como dijo alguien, "no olvide que hoy es lo más joven que usted será nunca y lo más viejo que ha sido jamás". Así que, maneje bien su tiempo porque nadie lo hará por usted.

CADA VEZ VIVIMOS MÁS
Gracias a los avances de la medicina, la esperanza de vida en los países desarrollados ha aumentado considerablemente. En España, más de 40 años en el último siglo, cifra que se ha duplicado en cuatro generaciones. Somos uno de los países con más longevos entre su población, con una esperanza de vida media de 82,8 años (80,1 para los hombres, 85,5 las mujeres), tras Japón (83,7 años), Suiza (83,4) y Singapur (83,1). Una buena noticia, sin duda, que está cambiando de forma radical la percepción que hasta hace poco teníamos de la denominada tercera edad. Ojo al dato: si en 2006 había unas 6.000 personas centenarias en España, en 2050 se estima que serán alrededor de 50.000. Esta prolongación de la existencia va ligada a un deterioro físico progresivo que aumenta al cerebro.

https://elpais.com/elpais/2016/09/15/buenavida/1473971508_920489.html

jueves, 18 de mayo de 2017

Cuatro hermanos de 110, 109, 103 y 101 años iluminan los genes de la longevidad. Un proyecto que estudia el ADN de personas centenarias busca retrasar el envejecimiento.

"¿Nadie te ha recomendado que dejes de fumar?", le preguntó en Nueva York el médico Nir Barzilai a Helen Kahn. “Sí, claro, pero los cuatro médicos que me recomendaron dejar de fumar han muerto”, respondió ella. Kahn, a la que todos llamaban Happy (Feliz), fumó durante casi 95 años. Falleció, tras una vida saludable, pocas semanas antes de cumplir 110 años.

Su hermano, Irving Kahn, fue una leyenda de Wall Street. Empezó a trabajar en la Bolsa de Nueva York poco antes del Crac de 1929. Y siguió yendo a trabajar como analista financiero hasta poco antes de su muerte, en 2015, a la edad de 109 años. Antes murieron su hermano Peter, a los 103, y su hermana Lee, a los 101.

“Los hermanos Kahn demuestran que tenemos la capacidad como especie de vivir hasta los 110 años de manera saludable. Los cuatro tuvieron salud hasta el final de su vida. Y también muestran que existe un factor genético”, explica Barzilai, director del Instituto para la Investigación del Envejecimiento de la Escuela de Medicina Albert Einstein, en Nueva York.

Barzilai, nacido en Haifa (Israel) en 1955, tuvo una juventud movida, como médico del Ejército israelí. Participó en 1976 en una misión de rescate de 102 judíos secuestrados por palestinos en el aeropuerto de Entebbe (Uganda), trabajó en un campo de refugiados durante la Guerra de Camboya hasta 1980 y ayudó a levantar una aldea en la tierra de los zulúes, en Sudáfrica, en 1983.

Ahora, Barzilai dirige el Proyecto de los Genes de la Longevidad, un ambicioso estudio para investigar el material genético de 670 personas que han vivido alrededor de 100 años o más. Todos son judíos asquenazíes, una población históricamente homogénea que constituye un laboratorio perfecto para estudiar su genética. El trabajo arrancó en 1998. La mayoría, como los hermanos Kahn, ya ha muerto. Pero su ADN sigue hablando.

“El 60% de nuestros hombres centenarios y el 30% de nuestras mujeres fumaron durante un largo periodo de tiempo. Casi el 50% eran obesos durante su vida y menos del 50% hacían ejercicio. No hacen nada saludable. Tienen genes que los protegen. Y los tenemos que encontrar”, proclama Barzilai, de paso por Madrid para inaugurar el Congreso Interdisciplinar de Genética Humana, invitado por la Fundación Instituto Roche.

Los hermanos Kahn, relata, tenían una mutación en un gen asociada a niveles más altos de colesterol bueno. “Y hay más proporción de personas con esta mutación entre los centenarios que en cualquier otro rango de edad”, señala el médico israelí. Las personas que presentan esta mutación tienen, además, menos probabilidades de sufrir alzhéimer.

El 60% de los hombres centenarios y el 30% de las mujeres fumaron durante un largo periodo de tiempo: sus genes, aparentemente, los protegen

En el congreso de Madrid, el médico israelí adelantó un nuevo hallazgo. “Los ponis viven más que el resto de los caballos. Y los perros pequeños viven más que los grandes. Yo pensaba que esto no iba a ocurrir en los humanos, pero estaba equivocado. Más de la mitad de mis centenarios no tienen una actividad correcta de la hormona del crecimiento, por varias razones”, detalla. Sus resultados, afirma, se publicarán próximamente en la revista especializada Science Advances.

Estos mecanismos son más habituales en las mujeres. “Una cantidad baja de hormona del crecimiento las protege de morir. Incluso las mujeres de 100 años, si tienen muy poca hormona del crecimiento, vivirán el doble de tiempo más que las mujeres de 100 años con niveles más altos”, subraya Barzilai.

Al final de este verano, el médico pretende comenzar un ensayo clínico que será revolucionario si confirma sus sospechas. La hipótesis de Barzilai, como la de muchos expertos, es que las enfermedades asociadas al envejecimiento —como el cáncer, el alzhéimer, los ataques cerebrales y los problemas cardiovasculares— se pueden retrasar en bloque.

Barzilai cree que un fármaco, la metformina, retrasará en bloque las enfermedades del envejecimiento

El ensayo, que costará 70 millones de dólares, reclutará a 3.000 personas de entre 65 y 80 años. La mitad de ellas tomará metformina, un fármaco muy utilizado para controlar la cantidad de azúcar en sangre en pacientes con diabetes tipo 2. Pero, en este caso, nadie tiene diabetes. La otra mitad de los participantes no tomará nada.

El equipo de Barzilai cree que la metformina retrasará las enfermedades del envejecimiento respecto al grupo de control. Pruebas en animales y datos epidemiológicos en humanos asocian la metformina a una mayor longevidad y a menos casos de cáncer, alzhéimer y enfermedades cardiovasculares.

El ensayo clínico, según reconoce Barzilai, además de una prueba de concepto en realidad es una excusa. En la actualidad, la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) evalúa los fármacos y los aprueba para una determinada indicación, pero no posee ninguna indicación para el retraso en bloque de las enfermedades asociadas al envejecimiento. Si la metformina funciona, siendo un fármaco genérico y barato cuya seguridad está sobradamente demostrada, la FDA abrirá la puerta a ensayos con otros fármacos más prometedores contra el envejecimiento, pero con mayores riesgos, como la rapamicina.

Barzilai, conocido por sus colegas por empalmar un chiste con otro, es optimista respecto al futuro. En el congreso de Madrid, arrancó su charla contando el caso de un hombre de 100 años que fue a hacerse un seguro de vida. “No hacemos pólizas a personas de 100 años”, le informaron. “¿Cómo que no? Mi madre se acaba de hacer un seguro de vida aquí”, respondió. Tras pedirle disculpas, los empleados de la aseguradora le citaron para que firmara los papeles el siguiente martes. “El martes no puedo. Se casa mi abuelo”, lamentó el hombre de 100 años. “¿Su abuelo?”, exclamaron los trabajadores. “Sí, él no quería, pero sus padres le han presionado”, contestó el centenario.

http://elpais.com/elpais/2017/04/28/ciencia/1493394455_199979.html

martes, 26 de mayo de 2015

Ni pena ni miedo. Arena, aliento y piedra

Chile. Esta tierra dura está preñada de minerales (de aquí viene el famoso cobre chileno), lo cual pinta el paisaje con una infinidad de tonalidades ocres y verdosas, rosadas y malvas


El desierto de Atacama, en el norte de Chile, es el más árido del planeta: hay zonas en las que no se ha registrado ninguna precipitación en 400 años. Además esta tierra dura está preñada de minerales (de aquí viene el famoso cobre chileno), lo cual pinta el paisaje con una infinidad de tonalidades ocres y verdosas, rosadas y malvas. Es un territorio inhumano y hermoso, poderoso, tan sereno como un paraíso para gigantes.

Lo de los gigantes no se me ha ocurrido porque sí, no es una simple desmesura poética, sino que me lo ha sugerido una pieza de arte singular que está escondida en el corazón de este desierto frío. A 57 kilómetros al sur de la ciudad de Antofagasta, tras adentrarse en Atacama por una pista sin asfaltar, se llega a un geoglifo tan enorme que, como sucede con las misteriosas líneas de Nazca en Perú, alguien tiene que señalártelo para que lo veas, porque si no caminarías inadvertidamente sobre él. Se trata de un verso escrito o más bien excavado en la endurecida costra del desierto. Es una frase muy breve, pero mide más de tres kilómetros de largo y cuatrocientos metros de ancho. Tienes que subir a una pequeña colina adyacente en la que han construido un mirador para poder contemplar el texto entero. Ni pena ni miedo. Eso es lo que dice esta caligrafía en letras minúsculas que alguien ha arañado sobre la tierra.

El autor es el poeta y artista chileno Raúl Zurita (1950). Durante la época de Pinochet, Zurita, que por entonces militaba en el partido comunista, fue detenido, encerrado y torturado. En aquellos tiempos de plomo, Raúl se refugiaba mentalmente de su agonía imaginando que escribía poemas “en el cielo, en las laderas de los cañones, en el desierto”. En 1993, tres años después de que acabara la dictadura, consiguió reunir fondos para excavar su verso en Atacama. Ni pena ni miedo. Las palabras adquieren aún más sentido al conocer su historia.

A medida que envejeces, te vas acercando a los confines del mundo

Luego pasó el tiempo y el geoglifo se olvidó. El desierto se fue comiendo las palabras de Zurita hasta que, hará unos cinco años, unos estupendos locos antofagastinos que, bajo el nombre de Corporación Cultural PAR, han montado, entre otras cosas, la joven y dinámica Feria del Libro de Antofagasta, decidieron recuperar la obra del poeta. Alisaron y adecentaron la pista hasta el geoglifo; construyeron el modesto mirador en la colina desde el que se pueden atisbar con cierta claridad los enormes signos y, por supuesto, limpiaron las letras. Allí estaban. Escondidas, pero aguantando, como no podía ser de otra manera, porque son un emblema perfecto de la resistencia. De la supervivencia. Cuando Zurita construyó su frase, no se podía ver con total claridad salvo desde el aire. Hoy existen programas como Google Earth y Google Maps que permiten contemplar ese monumento de arena, aliento y piedra. Estas son las coordenadas para encontrarlo: 24°02’49.0”S 70°26’43.0”W.

Durante muchos años he pensado que mi frase de guerra preferida, y me refiero a la guerra de la vida, era carpe diem. Sí, desde luego, disfrutar del momento es cosa de sabios. Saber vivir en el presente es algo parecido a un estado de gracia (lo dijo Marie Curie) y desde luego un logro muy difícil. Pero hace unos días, en Atacama, viendo esa frase gigantesca escrita en paradójicas minúsculas sobre el polvo, sentí una especie de pequeña revelación, un deslumbramiento. Sentí que me hablaba a mí.

Cuentan las biografías de Zurita que padece párkinson desde principios de los noventa. Un dato frío que esconde una realidad extremadamente dura. Yo no sé si cuando excavó su geoglifo, en 1993, ya conocía su estado, ya se sabía rehén de su cuerpo. Qué espíritu indomable el de Zurita si fue así; si gritó y horadó su “ni pena ni miedo" contra la inclemencia de la enfermedad, contra el negro destino. Pero el párkinson, en cualquier caso, sólo adelantó cruelmente en él esa decadencia que todos los humanos hemos de afrontar. A medida que cumples años, a medida que envejeces, te vas acercando a los confines del mundo. El pasado tira de ti como si llevaras a la espalda una mochila de piedras y empieza a asustarte mirar hacia delante. El viento arrecia, las nubes se arremolinan y el sol no deja de bajar por el arco del cielo. Dentro de poco comenzará la edad de la heroicidad. Sí; de más joven creía que la vida era una selva y que mi lema preferido era carpe diem. En mi madurez empiezo a pensar que la vida es más bien un desierto, desnudo y desolado pero sereno y bello. Y para ser feliz, para ser sabio en esta frontera final del Atacama inmenso, sólo es necesario ser capaz de vivir a la altura de esa frase perfecta. Ni pena ni miedo.
 24 MAY 2015 - El País.
@BrunaHusky
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