Cuando en noviembre de 1989 cayó el muro de Berlín, Angela Merkel prefería una Alemania del Este autónoma, socialista y democrática a una reunificación. La canciller no fue una disidente pasiva, una silenciosa opositora al régimen que no participaba en política como pretende la narración oficial, sino una colaboradora, conformista y ambiciosa. Así lo afirma una nueva biografía de Merkel que sale a la venta en Alemania la próxima semana.
Titulada La primera vida de Angela M., esta obra, firmada por dos periodistas de medios de la derecha, Günther Lachmann, de Die Welt, y Ralph Georg Reuth, del Bild, podría infligir ciertos daños de imagen. En cuatro meses habrá elecciones generales. Merkel, que ayer visitaba a las tropas alemanas en Afganistán, recurso típicamente preelectoral, espera lograr cómodamente en ellas su tercer mandato.
Sobre la primera vida de la mujer del Este que dirige Alemania desde el 2005 no se sabe gran cosa. Los archivos de la policía de Estado del Este, la célebre Stasi, han sido objeto de una utilización tan intensa como selectiva. Pese a las proclamas de transparencia, hay capítulos enteros de esos archivos -sobre todo los relativos a la información sobre el Oeste- que permanecen inaccesibles. Por eso, que en ellos no se haya encontrado nada comprometedor sobre Merkel, hija de un pastor protestante, es al final una cuestión de fe. Lachmann y Reuth dicen haber encontrado muchos datos y testimonios que no concuerdan con las versiones habituales, según las cuales Merkel era una científica que no se metía en política pero que suspiraba en la intimidad por la unificación alemana y el sistema de mercado.
"Estaba más próxima al sistema de la RDA de lo que se ha dicho hasta ahora y podemos demostrarlo", dicen los autores, según los cuales Merkel no era una disidente pasiva sino una "comunista reformadora" que se ilusionó con los discursos de Gorbachov sobre glasnost y perestroika, que seguía puntualmente comprando el diario soviético Pravda. "No era partidaria de la reunificación, sino de un socialismo democrático y de una RDA autónoma", señala Reuth.
La revelación puede no ser muy sensacional si se tiene en cuenta la cambiante atmósfera del año 1989 en el bloque del Este y en la RDA en particular, donde las cosas sucedían a una velocidad meteórica. Mucho más significativo es el punto de ambos autores presentando a Merkel como un cuadro comunista en el Instituto de la Academia de Ciencias en el que trabajaba.
Merkel fue "secretaria de agitación y propaganda de las Juventudes Comunistas (FDJ) desde el año 1981", afirman Reuth y Lachmann. Más aún, formaba parte de la dirección sindical, dicen, algo que va mucho más allá de la mera adhesión ritual. En cualquier caso, Merkel niega tal compromiso, pero la canciller no ha querido someterse a las preguntas de los periodistas. Su portavoz declinó las peticiones de los autores alegando falta de tiempo.
Merkel ingresó en la organización cívica Demokratisches Aufbruch en diciembre de 1989, algo parecido a apuntarse a la resistencia a las doce menos cinco de la victoria aliada, pero la canciller nunca ha hecho alarde de lo que no fue. La gente que, como ella, se apuntó a la protesta en el último segundo, cuando el derrumbe del régimen estaba más que claro, es conocida con ironía en medios de Alemania del Este como "los revolucionarios de noviembre". El libro sostiene que ni siquiera entonces era Merkel una partidaria de la anexión.
Rafael Poch. La Vanguardia
Fuente: http://www.lavanguardia.com/internacional/20130511/54373392690/una-nueva-biografia-retrata-joven-merkel-activa-comunista.html
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domingo, 12 de mayo de 2013
jueves, 27 de septiembre de 2012
La fiebre del oro. El expolio de la RDA
Heiner Müller definió en una ocasión “el socialismo real” como una época «entre la edad de hielo y el comunismo». La expresión no parece decir nada, pero en realidad dice mucho. El fracaso de la revolución mundial, que dejó a la Unión Soviética completamente aislada en el plano internacional (una situación que en última instancia acabó favoreciendo el ascenso de Stalin y todo lo que ello supuso), primero, y la extensión de su modelo a toda Europa oriental manu militari tras la Segunda Guerra Mundial después, creó una situación particularmente extraña en los países que formaban el bloque oriental. Por una parte se reclamaban en lo ideológico portadores de la idea del comunismo, una idea que justificaba todas las estrecheces y medidas de excepción del presente, mientras que, por la otra, era cada vez más evidente el estancamiento político y económico, que se traducía en el tedio y la apatía de la ciudadanía. La “dictadura del proletariado”, la fase de transición que había de conducir al comunismo, se había convertido en una forma de estado –en una particularmente desagradable para muchos ciudadanos– y la espera, en un modo de vida en que ni se avanzaba ni se retrocedía. El socialismo realmente existente se encontraba, efectivamente, en algún lugar «entre la edad de hielo y el comunismo».
Con la caída del Muro de Berlín la historia entró de lleno en todo el bloque oriental. Lo hizo como capitalismo dinámico y como «destrucción creativa». Es una parte de la historia de Europa que no figura en los libros de texto, ni de la que los medios de comunicación escriben artículos conmemorativos, porque, como recordarán, se había producido «el fin de la historia», aquella perversión hegeliana acuñada por Francis Fukuyama y explotada a la perfección por los think tanks estadounidenses. La proclamación de la “victoria de la Guerra fría” nunca fue suficiente para los ganadores. Había que clavar la cabeza del enemigo en una lanza y pasearla por todos los rincones del país chorreando sangre. En la mejor y más ancestral tradición germánica, se sobreentiende. Y eso fue exactamente lo que hicieron las élites políticas y económicas alemanas. Cuando un periodista le preguntó a Lothar Späth, a la sazón miembro del Presidium de la CDU, si la terapia de choque económica para la República Democrática Alemana era una forma de capitulación incondicional, éste respondió lacónicamente: «le contestaré brutalmente: sí». [1]
El mayor matadero de Europa
Desde hace unas semanas se proyecta en algunas pequeñas salas de Alemania Goldrausch – Die Geschichte der Treuhand, un documental basado en el reportaje de investigación de Dirk Laabs, Der deutsche Goldrausch – Die wahre Geschichte der Treuhand [La fiebre del oro alemana – La verdadera historia de Trehuand] (Múnich, Pantheon, 2012). El documental –algo lastrado por su realización para televisión– es desde luego oportuno: cuando Alemania está, un día sí y al otro también, en el punto de mira de los articulistas de todo el sur de Europa, nos recuerda que las primeras víctimas de la élite política y empresarial alemana no fueron otros que sus propios compatriotas.
¿Qué fue Treuhand?
¿Qué significó para miles de alemanes? Inmediatamente antes de su desintegración y con la intención de facilitar el proceso de reunificación, el último gobierno de la RDA creó una agencia para la privatización (Treuhandanstalt) de las empresas estatales de Alemania oriental (Volkseigener Betriebe, VEB). La sede se estableció en la Alexanderstraße de Berlín, a tiro de piedra de la celebérrima Alexanderplatz. El 1 de julio de 1990 Treuhand asumió la gestión de 8.400 empresas, 25.000 comercios al por menor, 7.500 restaurantes y hoteles y 1'7 millones de héctareas de tierra cultivable. Todas estas empresas, grandes y pequeñas, daban empleo a más de cuatro millones de trabajadores. Y a todo ello aún había que sumar el capital confiscado al Ministerio de Seguridad del Estado y parte de las propiedades del Ejército de Alemania oriental (Nationale Volksarmee). Uno de los primeros directores de Treuhand estimó en 1990 en 600 mil millones de marcos el valor total de su catálogo de empresas. La propiedad de titularidad pública de la RDA, un estado en vías de desaparición, debía, a propuesta de Werner Schulz (Alianza 90/Los Verdes) y otros representantes del movimiento ciudadano en Alemania oriental, distribuirse de manera equitativa entre sus ciudadanos, quienes, al fin y al cabo, habían contribuido a su construcción y desarrollo. Si los ciudadanos de la RDA habían de convertirse en ciudadanos de derecho de la nueva Alemania tal y como pedían sus vecinos occidentales, a la fuerza habían de poseer un capital propio. Treuhand tenía que ser el organismo encargado de dárselo, pero de este modelo no quedó más que la idea y Treuhand acabó convirtiéndose en todo lo contrario a lo que supuestamente tenía que ser.
Como primera señal de lo que los antiguos ciudadanos de Alemania oriental habrían de ver en los próximos años, los puestos directivos de Treuhand se reservaron a alemanes occidentales. Tras la dimisión de Rainer Maria Gohlke por disputas con el consejo administrativo, Detlev Karsten Rohwedder asumió la presidencia del organismo. Rohwedder era un empresario socialdemócrata que se había hecho un nombre en Alemania occidental saneando y privatizando empresas del sector industrial, labor por la que recibió en 1983 el premio de Directivo del año. Rohwedder asumió el cargo convencido de que 40 años de “socialismo real” habían perjudicado más al tejido industrial de Alemania que la Segunda Guerra Mundial...
seguir leyendo en Sin Permiso, Ángel Ferrero.
Fuente: http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=5270
Foto: Puesta de sol en Sanlúcar de Barrameda, Cádiz. 22-09-2012.
Con la caída del Muro de Berlín la historia entró de lleno en todo el bloque oriental. Lo hizo como capitalismo dinámico y como «destrucción creativa». Es una parte de la historia de Europa que no figura en los libros de texto, ni de la que los medios de comunicación escriben artículos conmemorativos, porque, como recordarán, se había producido «el fin de la historia», aquella perversión hegeliana acuñada por Francis Fukuyama y explotada a la perfección por los think tanks estadounidenses. La proclamación de la “victoria de la Guerra fría” nunca fue suficiente para los ganadores. Había que clavar la cabeza del enemigo en una lanza y pasearla por todos los rincones del país chorreando sangre. En la mejor y más ancestral tradición germánica, se sobreentiende. Y eso fue exactamente lo que hicieron las élites políticas y económicas alemanas. Cuando un periodista le preguntó a Lothar Späth, a la sazón miembro del Presidium de la CDU, si la terapia de choque económica para la República Democrática Alemana era una forma de capitulación incondicional, éste respondió lacónicamente: «le contestaré brutalmente: sí». [1]
El mayor matadero de Europa
Desde hace unas semanas se proyecta en algunas pequeñas salas de Alemania Goldrausch – Die Geschichte der Treuhand, un documental basado en el reportaje de investigación de Dirk Laabs, Der deutsche Goldrausch – Die wahre Geschichte der Treuhand [La fiebre del oro alemana – La verdadera historia de Trehuand] (Múnich, Pantheon, 2012). El documental –algo lastrado por su realización para televisión– es desde luego oportuno: cuando Alemania está, un día sí y al otro también, en el punto de mira de los articulistas de todo el sur de Europa, nos recuerda que las primeras víctimas de la élite política y empresarial alemana no fueron otros que sus propios compatriotas.
¿Qué fue Treuhand?
¿Qué significó para miles de alemanes? Inmediatamente antes de su desintegración y con la intención de facilitar el proceso de reunificación, el último gobierno de la RDA creó una agencia para la privatización (Treuhandanstalt) de las empresas estatales de Alemania oriental (Volkseigener Betriebe, VEB). La sede se estableció en la Alexanderstraße de Berlín, a tiro de piedra de la celebérrima Alexanderplatz. El 1 de julio de 1990 Treuhand asumió la gestión de 8.400 empresas, 25.000 comercios al por menor, 7.500 restaurantes y hoteles y 1'7 millones de héctareas de tierra cultivable. Todas estas empresas, grandes y pequeñas, daban empleo a más de cuatro millones de trabajadores. Y a todo ello aún había que sumar el capital confiscado al Ministerio de Seguridad del Estado y parte de las propiedades del Ejército de Alemania oriental (Nationale Volksarmee). Uno de los primeros directores de Treuhand estimó en 1990 en 600 mil millones de marcos el valor total de su catálogo de empresas. La propiedad de titularidad pública de la RDA, un estado en vías de desaparición, debía, a propuesta de Werner Schulz (Alianza 90/Los Verdes) y otros representantes del movimiento ciudadano en Alemania oriental, distribuirse de manera equitativa entre sus ciudadanos, quienes, al fin y al cabo, habían contribuido a su construcción y desarrollo. Si los ciudadanos de la RDA habían de convertirse en ciudadanos de derecho de la nueva Alemania tal y como pedían sus vecinos occidentales, a la fuerza habían de poseer un capital propio. Treuhand tenía que ser el organismo encargado de dárselo, pero de este modelo no quedó más que la idea y Treuhand acabó convirtiéndose en todo lo contrario a lo que supuestamente tenía que ser.
Como primera señal de lo que los antiguos ciudadanos de Alemania oriental habrían de ver en los próximos años, los puestos directivos de Treuhand se reservaron a alemanes occidentales. Tras la dimisión de Rainer Maria Gohlke por disputas con el consejo administrativo, Detlev Karsten Rohwedder asumió la presidencia del organismo. Rohwedder era un empresario socialdemócrata que se había hecho un nombre en Alemania occidental saneando y privatizando empresas del sector industrial, labor por la que recibió en 1983 el premio de Directivo del año. Rohwedder asumió el cargo convencido de que 40 años de “socialismo real” habían perjudicado más al tejido industrial de Alemania que la Segunda Guerra Mundial...
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Fuente: http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=5270
Foto: Puesta de sol en Sanlúcar de Barrameda, Cádiz. 22-09-2012.
domingo, 28 de junio de 2009
"Nostalgia" de la antigua RDA. Noticia leída en Le Monde del 26 de junio (?¡)
Une majorité d'Allemands de l'Est nostalgiques de l'ex-RDA
Una mayoría de ciudadanos de la Alemania del Este nostalgicos de la Ex RDA (Republica Democrática Alemana)
LEMONDE.FR avec AFP | 26.06.09
Près de vingt ans après la chute du Mur de Berlin, le 9 novembre 1989, que pensent les Allemands de l'Est de l'ex-République démocratique allemande (RDA) ? D'après un sondage de l'Institut Emnid publié vendredi 26 juin par le quotidien Berliner Zeitung, une majorité d'entre eux sont d'avis que l'ex-RDA avait "davantage d'aspects positifs que négatifs", alors que leurs concitoyens de l'ouest du pays sont d'un avis contraire.
Cerca de 20 años después de la caída del Muro de Berlín, el 9 de noviembre de 1989, ¿qué piensan los alemanes del Este de la Ex RDA? Después de un sondeo del Instituto Emnid publicado el viernes 26 de junio por el diario Berliner Zeitung, una mayoría de ellos son de la opinión que la ex RDA tenía “más aspectos positivos que negativos”, mientras que los ciudadanos del Oeste del país tienen una opinión contraria.
"Il y avait quelques problèmes, mais globalement on y vivait bien", soulignent ainsi quarante-neuf pour cent des 1 208 personnes interrogées dans l'est du pays. Si l'on y ajoute les 8 % de sondés dans les "nouveaux Länder" (Etats fédérés) qui estiment que "la RDA avait surtout de bons côtés [et qu'on] y vivait heureux et mieux que dans l'Allemagne réunifiée d'aujourd'hui", ce sont en tout 57 % des Allemands de l'Est qui défendent l'héritage de l'ancien Etat communiste.
“Había algunos problemas, pero globalmente se vivía bien”, subrayan así un 49% de las 1208 personas interrogadas en el Este del país. Si se le añade el 8% de sondeos en los “nuevos lander” (Estados federados) que estiman que “la RDA había sobre todo buenas partes y se vivía feliz y mejor que en la Alemania reunificada de hoy”, estos son en total 57% de alemanes de Este que defienden la herencia del antiguo Estado comunista.
A l'inverse, dans l'ouest du pays, les trois quarts des personnes interrogées dressent un bilan négatif de la RDA. Pour 52 %, l'ex-Allemagne de l'Est avait "surtout des aspects négatifs" et pour 26 % "davantage d'aspects négatifs que positifs". Selon le ministre en charge de l'ex-RDA, Wolfgang Tiefensee, commanditaire de cette étude, ces résultats montrent la nécessité de "ne pas relâcher les efforts pour nous confronter à l'histoire de la RDA".
A la inversa, en el Oeste del país, las tres cuartas partes de personas interrogadas le otorgan un balance negativo a la RDA. Para el 52 % la ex -Alemania del Este tenía “sobre todo aspectos negativos” y para el 26% “más aspectos negativos que positivos”. Según el ministro encargado de la ex -RDA, Wolfgang Tiefensee, mandatario de este estudio, estos resultados muestran la necesidad de “no relajar los esfuerzos para confrontarnos a la historia de la RDA.”
Selon un rapport officiel présenté début juin, le niveau de chômage demeure presque deux fois plus important dans l'ex-RDA que dans les régions de l'ex-Allemagne de l'Ouest (13,2 % contre 7 %), mêmes si l'Est encaisse "pour le moment" mieux que l'Ouest l'onde de choc provoquée par la crise économique.
Según un informe oficial presentado al comienzo de junio, el nivel de paro es casi dos veces más importante en la ex -RDA que en las regiones de la ex Alemania del Oeste (13,2% contra 7%) incluso si el Este encaja “por el momento” mejor que el Oeste la onda de choque provocada por la crisis económica.
Por qué será esto si ya viven en el "Paraíso occidental" que es a donde querían llegar, según informaban las agencias. (Si quieres leer el original clikea en el titular)
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