_- "Queremos que se evalúe todo", le decía Eligio Hernández, un maestro mexicano de 31 años, a BBC Mundo.
Todo, no solo a ellos.
Y es que, como él, miles de profesores en México se niegan a ser evaluados, una medida incluida en la reforma educativa que el gobierno promulgó en 2013 y que hoy está bloqueada y ha causado violentas protestas, la última este fin de semana en Oaxaca.
Los combativos maestros que no quieren ser evaluados en México.
Las dudas sobre el enfrentamiento de policías y maestros que causó 8 muertos en Oaxaca, México.
Pero no sucede sólo en México. Docentes de otros países también han mostrado su rechazo a este tipo de iniciativas.
Así ocurrió por ejemplo en Chile, antes de que en 2006 se aprobara una medida similar.
Sin embargo, "la mayoría de los países con buenos resultados educativos evalúa a sus profesores", subraya a BBC Mundo Cristián Cox Donoso, experto en estrategia docente de Oficina Regional de Educación de la Unesco para América Latina y el Caribe.
Obligatorio y formal en los asiáticos
Es el caso de Shanghái, Singapur, Hong Kong y Japón, quienes encabezan el más reciente informe del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes (PISA), para el que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) compara el desempeño en matemáticas, ciencia y lectura de medio millón de alumnos de 15 años en 65 países.
En Shanghái los criterios de evaluación de maestros se establecen a nivel nacional.
En Shanghái, como en el resto de la República Popular China, existe un complejo sistema destinado a medir la calidad de sus profesores.
Los criterios generales se establecen a nivel nacional, se detallan a nivel local y es cada escuela la encargada de llevar a cabo las evaluaciones.
En éstas se mide también "la integridad profesional o los valores" del maestro, no sólo sus habilidades y capacidades.
El proceso incluye la autoevaluación, cuestionarios a los colegas, a los alumnos y a los padres, y tiene en cuenta también los premios que el docente haya podido recibir y los resultados académicos de sus alumnos.
Y los resultados van directamente al gobierno central.
"El reto en China es redefinir el sistema para hacerlo más científico", escribe Vivien Stewart como una de las conclusiones de la cumbre de la profesión docente, organizada por la Sociedad Asia en 2013.
Además de asesorar a esa organización dedicada a estrechar lazos entre Asia y Occidente, Stewart es autora de "A World-Class Education: Learning from International Models of Excellence and Innovation" (Educación de primer nivel: aprendiendo de modelos internacionales de excelencia e innovación).
Son muchos los aspectos que se tienen en cuenta en los países asiáticos a la hora de evaluar a cada profesor.
En el informe también se hace referencia al sistema de evaluación de maestros de Singapur -llamado Sistema de Gestión de la Mejora del Rendimiento-, otro de los países en los primeros puestos del informe PISA.
En este país asiático la evaluación es obligatoria desde 2005 para todos los maestros, quienes deben someterse a ella cada año.
Se lleva a cabo en cada centro escolar, y tiene en cuenta:
1. (no solo) los resultados académicos de los alumnos, (sino también)
2. las iniciativas pedagógicas que el maestro pone en marcha,
3. las contribuciones a sus colegas y
4. su relación con las familias de los alumnos y
5. (su relación) con las organizaciones comunitarias.
Asimismo, el maestro debe trazar su propio plan para el curso, que será revisado por el director o el subdirector en tres momentos del año.
De la misma manera, en Japón cada maestro establece sus objetivos junto con el vicedirector y el director al principio del año, y al finalizar el curso evalúa hasta qué punto los ha alcanzado.
Los resultados académicos de los alumnos son sólo una parte de la evaluación docente.
Durante el curso las lecciones son supervisadas por grupos de profesores -y en algunos casos por investigadores y políticos vía video-, quienes deben analizar cómo planificó las clases el maestro, qué objetivos concretos logró con ellas, qué dificultades tuvo y en qué se equivocó.
En Hong Kong las escuelas también llevan a cabo evaluaciones anuales, que luego son revisadas entre cada tres y seis años por el gobierno.
Informales y basados en la confianza
Pero no todos los sistemas de evaluación docente se definen a nivel nacional ni son tan formales.
En Finlandia, un país que ha perdido posiciones en los últimos informes PISA pero que sigue siendo un importante referente educativo a nivel internacional, la manera de medir el desempeño de los profesores es mucho más informal.
Fue a principios de la década de 1990 cuando este país del noreste de Europa abolió el sistema de inspección escolar, y hoy la evaluación se lleva a cabo en cada centro, en base a conversaciones entre el propio maestro y su director.
En Finlandia el sistema de evaluación docente es más informal y se basa en la confianza.
"Es un modelo basado en la confianza", matiza Paulo Santiago, analista de la Dirección de Educación y Capacidades de la OCDE.
Pero no hay un sistema que sirva de referente para todos, coinciden los expertos consultados por BBC Mundo.
"Hay que adaptarlo al contexto", subraya Santiago.
Además, depende del objetivo de tengan las evaluaciones; esto es, de si su fin es medir la calidad de la enseñanza en cada aula e identificar a aquellos maestros que no desempeñan su labor como deberían, o de si el objetivo es ofrecer una crítica constructiva a los docentes para que avancen en su carrera.
Aunque para que un modelo de evaluación funcione, los expertos concuerdan en que debe cumplir con las siguientes características:
-los estándares de medición deben estar bien establecidos,
-los maestros deben conocerlos y
-quienes los evalúan deben estar bien formados.
Panorama latinoamericano
Chile evalúa a sus profesores desde hace una década.
En América Latina el país que lleva más años evaluando a sus maestros es Chile.
La medida "se aprobó en 2006 tras una larga negociación con los sindicatos y ahora, con la promulgación de la Ley de la Carrera Docente este año, no sólo se evaluará a los maestros del sistema público, sino también a los demás", explica a BBC Mundo Cristián Cox Donoso, experto en estrategia docente de la Oficina Regional de Educación de la Unesco para América Latina y el Caribe.
El proceso incluye
1. la revisión del portafolio del maestro, que incluye documentación sobre una unidad didáctica y la grabación de una clase de 40 minutos,
2. una autoevaluación,
3. las conclusiones de una entrevista con un evaluador e
4. informes de referencia del director o subdirector.
Un sistema informático gestiona todos estos datos y a partir de ellos calcula el desempeño docente.
El informe es remitido a la Comisión Comunal de Evaluación, quien finalmente determina si los docentes pueden pedir un incentivo monetario, seguir ejerciendo hasta ser reevaluados o realizar un Plan de Superación Profesional para mejorar en las áreas que así lo requieran.
Profesora y alumnos
"La mayoría de los países con buenos resultados educativos evalúa a sus profesores", dice Cristián Cox Donoso, experto en estrategia docente de Oficina Regional de Educación de la UNESCO para América Latina y el Caribe.
Y si el docente no mejora en las siguientes evaluaciones, entonces puede ser obligado a dejar de ejercer.
Además de Chile y del polémico planteamiento de México, en la región, Colombia también ha puesto en marcha un proyecto piloto de evaluación docente y Perú llevó a cabo el primero proceso 2015, informa Cox.
"La política de profesionalización docente supone inevitablemente implantar la evaluación de maestros", concluye el experto.
"Aunque ésta no puede ser estandarizada", añade, algo que también reclaman los combativos maestros de México.
BBC, Mundo
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sábado, 30 de diciembre de 2017
_- Cómo se evalúa a los maestros en los países con la mejor educación del mundo. Leire Ventas. BBC Mundo.
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viernes, 26 de agosto de 2016
El mal docente o El lanzador de cuchillos con la enfermedad de Parkinson
Un mal docente es como un lanzador de cuchillos con la enfermedad de Parkinson. El desastre está asegurado. Las heridas o la muerte son más que probables en quien actúa como sujeto experimental, por muchas dotes acrobáticas que tenga. No se librará de las heridas o de la muerte.
No dejarías ni un segundo a mi hija delante de ese lanzador. Los riesgos serían extremos. Cuando anunciase que iba a marcar el perfil de la cabeza con los cuchillos clavados en la pared, nadie se quedaría impasible en el sitio, salvo un suicida. Cualquier persona medianamente sensata emprendería una veloz carrera.
El problema del sistema educativo es que, en algunas etapas, es obligatorio. Y ese lanzador seguirá clavando cuchillos si alguien no se lo impide. Hay que apartarle de la función hasta la completa curación.
Pero, ¿quién y por qué es un mal docente?
Quien no sabe. Es un mal docente el que no sabe lo que tiene que enseñar, el que no domina su campo disciplinar, el que no conoce a sus alumnos y alumnas ni se esfuerza por hacerlo, el que no conoce en qué mundo vive ni en qué institución enseña…
Quien no sabe hacer. Es un mal docente quien no sabe enseñar, quien no tiene estrategias didácticas para conseguir la motivación necesaria para que aprendan, el que no sabe gobernar el aula ni relacionarse con sus colegas ni con sus alumnos…
Quien no quiere. Es un mal docente el que no tiene voluntad para hacer bien la tarea, el que no se preocupa por prepararse, por relacionarse, por llevar a cabo con perfección las exigencias de su profesión…
Quien no sabe ser. Es un mal docente quien no da ejemplo, quien no tiene respeto por sí mismo ni por los alumnos ni por su profesión, el que desprecia su función con malas actitudes, malos comportamientos y pésimas relaciones…
Quien no puede. Se convierte en un mal docente quien no dispone de las condiciones necesarias para hacer bien la tarea. Si el piso no es firme, si el cuchillo es de mala calidad, si la visibilidad es deficiente, puede originar un desastre.
Hay unas soluciones genéricas que hacen muy difícil que tengamos docentes malos o malos docentes (es muy diferente decir un griego desnudo que un desnudo griego). Esas soluciones tienen que ver con los procesos de selección, de formación inicial, de formación permanente y de organización del profesorado.
No puede seguir funcionando el sistema con el estado de opinión implantado de que quien no vale para otra cosa vale para ser docente. Hay que revertir esa forma de pensar. Es decir, hay que plantearse que para realizar una tarea tan compleja y tan importante hay que elegir a las mejores personas de un país.
Hay que plantear una formación inicial rigurosa, consistente, práctica y orientada a la acción. Con una potente simbiosis de teoría y de práctica. En grupos pequeños (no masificados), con buenos formadores e instituciones con sensibilidad y capacidad de innovación.
El docente no se forma de una vez para toda la vida. El saber se incrementa de forma exponencial, los contextos se modifican, los aprendices cambian, las circunstancias se modifican. La formación permanente o formación en la acción tienen que fortalecerse y perfeccionarse.
Finalmente, la cuarta exigencia para que tengamos buenos docentes, es que se organice su práctica de forma racional y exigente. Dignificar la profesión desde la política, desde la sociedad y desde la actuación de las familias es muy importante para que los docentes actúen con solvencia. A pesar de todo, por motivos diferentes, puede haber en la docencia casos de profesionales que no dan la talla, que son un peligro para los alumnos y las alumnas. Conozco casos en los que año tras año, los alumnos y las familias expresan quejas justificadas de mal proceder de algunos docentes. Quejas fundadas, argumentadas y evidentes.
Me preocupa que no se haga nada para evitar situaciones inadmisibles. Todo el mundo sería partidario de impedir al lanzador de cuchillos con la enfermedad de Parkinson que practicase con personas de carne y hueso. No habría problema en que lo hiciese con muñecos de trapo mientras no esté curado.
Suele haber consenso sobre estos malos docentes. Es decir, los alumnos, los padres y las madres, los colegas y los directivos se muestran unánimes ante la desaprobación por el proceder de un mal docente.
Lo que pasa es que no se quiere o no se puede entrar en la faena y decir: usted no puede dedicarse a esta delicada tarea con una actitud o con un comportamiento como el suyo. Hay en estas actuaciones perversas una escala de diversa naturaleza y grado: desde los abusos y el maltrato hasta la incompetencia intelectual y didáctica.
Las autoridades educativas tienen una especial responsabilidad en estas cuestiones. Pero no solo ellas. Los colega, las familias y alumnos no pueden permitir que se causen daños al prójimo sin abrir la boca, pensando que “el que venga detrás, que arree”.
Desde mi punto de vista habría que seguir cuatro pasos en la intervención:
1. Diagnosticar con rigor y claridad lo que sucede en el caso concreto que es objeto de preocupación. ¿Qué es lo que pasa realmente? ¿En qué consiste el problema? ¿Cuál es el origen del mismo? No es igual que el profesor no sepa a que el profesor no quiera. Porque si no sabe, puede aprender. Pero si no quiere, es muy difícil solucionar el problema.
2. Dialogar con el interesado para ver qué posición tiene ante la situación. No es igual que reconozca el problema a que se cierre en banda achacando la situación a los demás. Ese diálogo está en la base del diagnóstico y de la intervención.
3. Actuar de manera racional y ética. Eso quiere decir que hay que tener en cuenta los intereses del docente y los intereses de los alumnos y de las alumnas. No se puede permitir que el lanzador de cuchillos siga causando heridas y muerte de forma impune. La casuística sería infinita. No es igual el caso de un docente que está dispuesto a solucionar el problema que el de otro que se niega en redondo a tomar cartas en el asunto. Y así, de forma temporal, habría que apartar de la docencia a esos lanzadores que son una amenaza evidente y constante para los alumnos y alumnas. Hay puestos en la administración educativa que no conllevan responsabilidad directa con los alumnos.
4. Finalmente, habría que evaluar periódicamente la intervención que se ha efectuado. No siempre ha de considerarse irrevocable una decisión. Porque pueden cambiar muchas variables de la situación o las actitudes de las personas. Hay enfermedades que con un buen tratamiento tienen curación. En todos los pasos de este proceso hay que actuar con extremada cautela y con el máximo respeto a las personas. A todas las personas. La ética ha de presidir estas intervenciones para que todos se sientan comprendidos. En cualquier campo esta es una exigencia fundamental, pero en la educación es consustancial a la naturaleza de la tarea.
No ignoro que a los docentes se les lanzan cuchillos afilados desde muchos lados del sistema. Ellos y ellas también deben ser protegidos del daño. Pero esa es harina de otro costal.
No dejarías ni un segundo a mi hija delante de ese lanzador. Los riesgos serían extremos. Cuando anunciase que iba a marcar el perfil de la cabeza con los cuchillos clavados en la pared, nadie se quedaría impasible en el sitio, salvo un suicida. Cualquier persona medianamente sensata emprendería una veloz carrera.
El problema del sistema educativo es que, en algunas etapas, es obligatorio. Y ese lanzador seguirá clavando cuchillos si alguien no se lo impide. Hay que apartarle de la función hasta la completa curación.
Pero, ¿quién y por qué es un mal docente?
Quien no sabe. Es un mal docente el que no sabe lo que tiene que enseñar, el que no domina su campo disciplinar, el que no conoce a sus alumnos y alumnas ni se esfuerza por hacerlo, el que no conoce en qué mundo vive ni en qué institución enseña…
Quien no sabe hacer. Es un mal docente quien no sabe enseñar, quien no tiene estrategias didácticas para conseguir la motivación necesaria para que aprendan, el que no sabe gobernar el aula ni relacionarse con sus colegas ni con sus alumnos…
Quien no quiere. Es un mal docente el que no tiene voluntad para hacer bien la tarea, el que no se preocupa por prepararse, por relacionarse, por llevar a cabo con perfección las exigencias de su profesión…
Quien no sabe ser. Es un mal docente quien no da ejemplo, quien no tiene respeto por sí mismo ni por los alumnos ni por su profesión, el que desprecia su función con malas actitudes, malos comportamientos y pésimas relaciones…
Quien no puede. Se convierte en un mal docente quien no dispone de las condiciones necesarias para hacer bien la tarea. Si el piso no es firme, si el cuchillo es de mala calidad, si la visibilidad es deficiente, puede originar un desastre.
Hay unas soluciones genéricas que hacen muy difícil que tengamos docentes malos o malos docentes (es muy diferente decir un griego desnudo que un desnudo griego). Esas soluciones tienen que ver con los procesos de selección, de formación inicial, de formación permanente y de organización del profesorado.
No puede seguir funcionando el sistema con el estado de opinión implantado de que quien no vale para otra cosa vale para ser docente. Hay que revertir esa forma de pensar. Es decir, hay que plantearse que para realizar una tarea tan compleja y tan importante hay que elegir a las mejores personas de un país.
Hay que plantear una formación inicial rigurosa, consistente, práctica y orientada a la acción. Con una potente simbiosis de teoría y de práctica. En grupos pequeños (no masificados), con buenos formadores e instituciones con sensibilidad y capacidad de innovación.
El docente no se forma de una vez para toda la vida. El saber se incrementa de forma exponencial, los contextos se modifican, los aprendices cambian, las circunstancias se modifican. La formación permanente o formación en la acción tienen que fortalecerse y perfeccionarse.
Finalmente, la cuarta exigencia para que tengamos buenos docentes, es que se organice su práctica de forma racional y exigente. Dignificar la profesión desde la política, desde la sociedad y desde la actuación de las familias es muy importante para que los docentes actúen con solvencia. A pesar de todo, por motivos diferentes, puede haber en la docencia casos de profesionales que no dan la talla, que son un peligro para los alumnos y las alumnas. Conozco casos en los que año tras año, los alumnos y las familias expresan quejas justificadas de mal proceder de algunos docentes. Quejas fundadas, argumentadas y evidentes.
Me preocupa que no se haga nada para evitar situaciones inadmisibles. Todo el mundo sería partidario de impedir al lanzador de cuchillos con la enfermedad de Parkinson que practicase con personas de carne y hueso. No habría problema en que lo hiciese con muñecos de trapo mientras no esté curado.
Suele haber consenso sobre estos malos docentes. Es decir, los alumnos, los padres y las madres, los colegas y los directivos se muestran unánimes ante la desaprobación por el proceder de un mal docente.
Lo que pasa es que no se quiere o no se puede entrar en la faena y decir: usted no puede dedicarse a esta delicada tarea con una actitud o con un comportamiento como el suyo. Hay en estas actuaciones perversas una escala de diversa naturaleza y grado: desde los abusos y el maltrato hasta la incompetencia intelectual y didáctica.
Las autoridades educativas tienen una especial responsabilidad en estas cuestiones. Pero no solo ellas. Los colega, las familias y alumnos no pueden permitir que se causen daños al prójimo sin abrir la boca, pensando que “el que venga detrás, que arree”.
Desde mi punto de vista habría que seguir cuatro pasos en la intervención:
1. Diagnosticar con rigor y claridad lo que sucede en el caso concreto que es objeto de preocupación. ¿Qué es lo que pasa realmente? ¿En qué consiste el problema? ¿Cuál es el origen del mismo? No es igual que el profesor no sepa a que el profesor no quiera. Porque si no sabe, puede aprender. Pero si no quiere, es muy difícil solucionar el problema.
2. Dialogar con el interesado para ver qué posición tiene ante la situación. No es igual que reconozca el problema a que se cierre en banda achacando la situación a los demás. Ese diálogo está en la base del diagnóstico y de la intervención.
3. Actuar de manera racional y ética. Eso quiere decir que hay que tener en cuenta los intereses del docente y los intereses de los alumnos y de las alumnas. No se puede permitir que el lanzador de cuchillos siga causando heridas y muerte de forma impune. La casuística sería infinita. No es igual el caso de un docente que está dispuesto a solucionar el problema que el de otro que se niega en redondo a tomar cartas en el asunto. Y así, de forma temporal, habría que apartar de la docencia a esos lanzadores que son una amenaza evidente y constante para los alumnos y alumnas. Hay puestos en la administración educativa que no conllevan responsabilidad directa con los alumnos.
4. Finalmente, habría que evaluar periódicamente la intervención que se ha efectuado. No siempre ha de considerarse irrevocable una decisión. Porque pueden cambiar muchas variables de la situación o las actitudes de las personas. Hay enfermedades que con un buen tratamiento tienen curación. En todos los pasos de este proceso hay que actuar con extremada cautela y con el máximo respeto a las personas. A todas las personas. La ética ha de presidir estas intervenciones para que todos se sientan comprendidos. En cualquier campo esta es una exigencia fundamental, pero en la educación es consustancial a la naturaleza de la tarea.
No ignoro que a los docentes se les lanzan cuchillos afilados desde muchos lados del sistema. Ellos y ellas también deben ser protegidos del daño. Pero esa es harina de otro costal.
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