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domingo, 9 de febrero de 2020

“Hay padres en paro cuyos hijos tienen móvil de último modelo, iPad, zapatillas de lujo… Es terrible”. Gilles Lipovetsky, pensador, sociólogo y escritor francés de maneras exquisitas y juicios demoledores lleva casi 40 años metiendo el bisturí en las zonas pantanosas de las sociedades modernas e hipermodernas.

Este pensador, sociólogo y escritor francés de maneras exquisitas y juicios demoledores lleva casi 40 años metiendo el bisturí en las zonas pantanosas de las sociedades modernas e hipermodernas. Las estrategias de la seducción, la industria del lujo, la moda y lo efímero, el feminismo, el desencanto ante la política y la dictadura de las pantallas han sido algunas de sus víctimas favoritas. De todo ello habla en esta conversación, con su habitual lucidez y desinterés absoluto por los lugares comunes.

LO PEOR LLEGARÁ luego, cuando al término de la conversación se le pida a Gilles Lipovetsky (Millau, Francia, 1944) un experimento ante la cámara de vídeo: nosotros le damos un concepto y él tiene que responder a bote pronto con una reflexión breve, un sinónimo, una definición. O sea, lo contrario de los procesos de trabajo que maneja un filósofo. El autor de libros/cirugía sobre la sociedad actual como La era del vacío, La felicidad paradójica, El imperio de lo efímero o La sociedad de la decepción se echa las manos a la cabeza pero se presta al juego. En la entrevista, también se presta al juego: al de llamar a las cosas por su nombre sin rodeos, con lucidez, erudición y un blindaje ante cualquier conato de corrección política. Lipovetsky estará la semana próxima en Madrid para impartir un seminario en IE Business School y pronunciar una conferencia en la Fundación Telefónica. En otoño, Anagrama publicará su nuevo libro en español, sobre uno de sus temas favoritos: la sociedad de la seducción. La entrevista tuvo lugar en la sede del Instituto Cervantes en París, donde el pensador participó en un debate enmarcado en el Foro de la Cultura de Burgos, que por primera vez celebró una extensión en la capital francesa.

¿Cuáles son, a su juicio, las razones que impulsan esa carga de odio en el discurso político de la que hablaba? Viene de dos factores de fondo. Primero, una situación nueva de inseguridad generalizada frente a la cual no hay soluciones claras. Segundo, la gente ya no confía en los partidos tradicionales porque está descontenta desde hace tiempo por muchas cosas. La política ya no le ofrece esperanzas. El agotamiento del debate político ha traído furia y ha traído odio. Cuando fracasan las organizaciones de intermediación, lo que queda es el individuo. Y sus reacciones inmediatas.

¿No hay en esa desconfianza hacia la política cierto ingrediente de hipocresía? ¿No cree que en ella van implícitas a veces nuestras frustraciones? Bueno, la dimensión psicológica de cada uno es libre y puede que tenga usted razón en parte…, pero no del todo. Porque yo constato que esa desconfianza es casi generalizada, incluso entre aquellos a los que les van bien las cosas. La desconfianza que reflejan los sondeos es estremecedora. Aunque es cierto que el electorado de los partidos populistas no suele ser precisamente el que ocupa lo alto de la jerarquía social…, y es verdad que son ellos quienes se declaran más frustrados. Es lo que pasó en Estados Unidos, donde Trump fue votado por las clases más desfavorecidas. El caso es que, ante esa desconfianza en las estructuras y los partidos, se está produciendo sobre todo en esas clases bajas lo que podríamos llamar una privatización absoluta del individuo. Sienten que todo va mal y que va a ir a peor. Y tienen miedo. Eso es clave.

El pensador, sociólogo y escritor francés Gilles Lipovetsky, pasea por una calle de París después de la entrevista. LÉA CRESPI Usted ya trató estas cuestiones en La era del vacío, un libro suyo de 1983. Eso es ser premonitorio… Pero ahora me doy cuenta de que, más que vacío, se trata de inseguridad. La gente se siente insegura por todo. Globalización. Inseguridad urbana. Bolsonaro fue elegido en gran medida porque prometió que iba a acabar con la violencia en las calles de Brasil. Inseguridad identitaria. Inseguridad ante la inmigración. Inseguridad medioambiental. Inseguridad sanitaria y alimentaria. Vivimos en una cultura de la ansiedad.

¿Qué soluciones propone? Es que frente a esa ansiedad ya no tenemos ni ideologías ni soluciones políticas que ofrezcan alternativas reales. Y esto resulta explosivo. El Estado-providencia retrocede, los sistemas de protección social también, lo mismo las pensiones, crece el paro…, y no hay que exagerar, no vivimos peor que antes, al contrario, vivimos mejor, pero antes la política ofrecía una especie de sueño, de promesa, y hoy ya no hay promesas que valgan. Y claro, luego está el problema de las aspiraciones.

¿Puede explicarse? Antes la gente no quería comprarse todo el rato el último modelo de tableta, ni de smartphone, ni quería ir de vacaciones a todos los lugares posibles, ni coger el avión cada fin de semana, ni vivir en un loft estupendo, ni ir al restaurante un día sí y un día no…, sencillamente no se vivía así. Yo fui a un restaurante por primera vez cuando tenía 25 años. Ahora con ocho años van con frecuencia al McDonald’s. Así que, por un lado, tenemos una sociedad en la que crecen sin parar las desigualdades, pero por otro tenemos un volumen de aspiraciones que tampoco para. Es, más que el bienestar, el sueño del bienestar. ¡Las marcas de lujo! Antes ni pensabas en eso. Hoy, cualquiera en un barrio popular puede llevar unas Nike de 125 euros. Y todos los jóvenes saben lo que es Louis Vuitton, Hermès, Gucci…, ¡solo viven para las marcas! No quieren unos zapatos, quieren una marca de zapatos.

Parece humano que la gente aspire a lo que el llamado Estado de bienestar le pone delante… Pero es que hay padres que están en el paro cuyos hijos tienen un iPad, un móvil inteligente último modelo, unas zapatillas de lujo… Me parece terrible. Antes, las aspiraciones eran trabajar, comer y tener una casa. Hoy son otras. Por ejemplo, ir a Ikea para comprarse cosas monas porque lo hacen todos los demás.

Quizá es lógico querer tener todas esas cosas, y no tanto protestar cuando no se pueden tener… No lo sé, ni siquiera voy a hacer un juicio de valor sobre eso. Pero constato que todas esas aspiraciones se han convertido en algo corriente, y no me parece lógico. Y además, ligado a todo eso, hoy se da un sentimiento que no existía en la modernidad de antes del hiperindividualismo, que es un sentimiento de injusticia. No hay solo insatisfacción y frustración, hay como una idea de que el sistema en el que vivimos es injusto con nosotros porque creemos que los esfuerzos están mal repartidos. Y es un poco verdad, las desigualdades son aberrantes.

Pero la historia del hombre es una historia de desigualdades. Ya, pero en los años cincuenta había menos que hoy. Y las economías iban bien.

Una de esas desigualdades históricas ha sido la de la mujer frente al hombre. ¿Cómo ve la situación actual y qué pronósticos hace? La dinámica de acceso de la mujer a la sociedad en igualdad de condiciones que el hombre es irreversible. ¿Quiere eso decir que vamos hacia una sociedad unisex? No lo creo, y no creo que sea deseable. Creo que la diferencia es necesaria. Las mujeres que hoy ocupan puestos clave en la empresa, en la política, etcétera, quieren que se reconozca su feminidad más que nunca. No quieren ser transgénero, reivindican su condición de mujeres. La condición sexual no es cualquier cosa.

¿Cree que habrá límites? ¿Cree que llegará un punto en que el hombre, aún hegemónico, no tolerará algunas cosas? No lo creo. Y no creo que todo venga del machismo, como dicen las feministas. Los hombres ya no somos machistas. Evidentemente, hay hombres machistas, pero no en general. Por cierto, no creo que el futuro del feminismo sea el Me Too. ¿Por qué? Porque fomenta una cultura exclusivamente victimista. Yo no discuto que las mujeres puedan ser víctimas, más que el hombre, y para eso están las leyes. Pero las verdaderas feministas son las mujeres empresarias, pilotos de avión, cirujanas, juezas, que hacen ese trabajo porque les gusta y no porque son trabajos “de mujer”. El verdadero feminismo son las mujeres que saben responder a los hombres.

Usted ha escrito y hablado largo y tendido sobre el concepto de seducción. ¿Le parece que los procesos de seducción del hombre hacia la mujer o viceversa pueden estar en peligro? Yo espero que la lucha política por los derechos de la mujer no aplaste un tema que no es en absoluto político como es la seducción. Al ser humano le gusta gustar, y le gusta tratar de conquistar. A la inmensa mayoría de las mujeres, también. Menos a las feministas, que sí lo consideran un asunto político. Pero no se puede confundir acoso con seducción.

Volviendo a la insatisfacción y la frustración, ¿cree que las redes sociales y la proliferación de noticias falsas son vectores de todo ello? Antes no existía esa red universal de mentiras o medias verdades… Bueno, hay que dejar de idealizar el pasado. El odio, la indiferencia y la envidia han acompañado siempre al Homo sapiens. Pero es verdad que con la cultura individualista todo ha cambiado. Ya lo dijo Tocqueville: cuantas menos desigualdades hay, más insoportables resultan aquellas que permanecen. Lo esencial es que la gente no se sienta abandonada. Y que se le proporcionen los instrumentos necesarios para reaccionar.

¿Qué se puede hacer? Hace falta una economía liberal, porque es la única vía posible hacia la iniciativa y la eficacia. Pero al mismo tiempo hay que ayudar a la gente porque, si no, vamos hacia una situación explosiva. La mejor solución es lo que ya hacen en ciertos países escandinavos, lo que llaman “la flexiseguridad”. Una economía flexible, en la que se pueda despedir a la gente si es necesario, pero en la que haya a la vez programas de formación y de reciclaje de competencias, y no un simple sistema de asistencia social. Cuando se despide a alguien se le dan los medios para reciclarse. Así, al menos, no tendrá la sensación de que la sociedad lo ha abandonado. Y en segundo lugar, hay que invertir en educación, en inteligencia y en creación.

¿Puede concretar? La escuela pública no es un gasto, es una inversión de futuro. Hay que pagar bien a los profesores, y enseñar al alumno a respetarlos. Esto no lo digo yo, ¿eh?, ya lo dijo Platón. Si creemos que los ordenadores y las tabletas van a arreglar todos los problemas, estamos en un grave error. El profesor es imprescindible. Y hay que formar a los jóvenes de manera que sean más adaptables, con menos miedo a los cambios. Así habrá menos frustración. Y muy importante: hay que otorgar mucha más importancia al arte y a la cultura. ¡Si no, solo nos quedará el centro comercial!

Sin querer ser un cenizo pesimista, da la sensación de que caminamos hacia el lado opuesto. Reinan sin rival los mal llamados “saberes útiles”… Sin duda.

¿No cree que se ha instalado en la sociedad una especie de aristocracia tecnológico-informática? Absolutamente, y es un problema. Está bien formar élites tecnológicas, pero creo que acabaremos pagando un precio por esta situación. Porque el ser humano es complejo. Mire, yo veo a bastantes investigadores, matemáticos, físicos o ingenieros de muy alto nivel que cantan en coros. O que se apuntan a cursos de teatro, o de pintura. No sé por qué, pero ocurre. A lo mejor es que no acaban de encontrar un sentido pleno a su trabajo. Y eso es la democracia también. La democracia no es solo tener elecciones libres, es formar individuos que disfruten, que sean ricos en sus habilidades, y no solamente instrumentos de voto y de trabajo.

Habla usted del largo plazo como opción social. Por desgracia no parece que… Ah, es que yo no soy un político. Yo no tengo programa. Y lo que estoy proponiendo no tendría un rédito electoral directo, desde luego. El hiperindividualismo, un tema del que he escrito, no es solo una retracción egoísta. Es también un deseo de expresión de sí. El hiperindividuo quiere que le guste lo que hace. Y que lo que hace, guste. Yo conozco bastantes personas que ganan mucho dinero, yo qué sé, más de 10.000 euros al mes, y que detestan su trabajo. Desde luego que no son unos miserables, pero sí unos frustrados. La democracia tiene que ver con el enriquecimiento de la persona —un enriquecimiento no económico—, y en ese sentido estamos viviendo un fracaso democrático. La democracia no puede ser solo un instrumento de eficacia utilitarista. De la misma forma que luchamos contra la degradación del medio ambiente, tenemos que trabajar contra la degradación de las cualidades creativas de la persona. La gente joven quiere sentir estima de sí misma, la autoestima es uno de los grandes temas de nuestra sociedad.

¿Se refiere a un apoyo político prioritario a la educación y a la cultura? Es raro encontrarlo. En España, no, desde luego. Sí, hablo de eso, pero no hacen falta grandes proyectos. ¡Estoy contra los proyectos culturales grandiosos! Al final eso acaba solo en el star system. Si Mitterrand hubiera dedicado el gasto de sus obras faraónicas en París a mejorar las infraestructuras culturales de las ciudades de provincia, o a mejorar la situación de la banlieue, todo habría ido mejor. Se trata de movilizar a pintores, a escritores, a músicos para que enseñen a la gente a hacer cosas enriquecedoras, sobre todo a los niños, como actividades extraescolares pero en serio, y no necesariamente a cargo del maestro, los profesores no pueden hacerlo todo. Si un actor de una compañía de teatro profesional le cuenta a un adolescente en qué consiste tal o cual obra del siglo XVIII, eso cobra un sentido totalmente distinto, y tiene muchas posibilidades de que al crío le guste. Invertir en eso cuesta mucho menos que hacerlo en centrales nucleares, desde luego. Es un tema de voluntad política, ¡se trata de hacer que la gente diga lo que le gusta, no solo a quién detesta!

De lo que habla en definitiva es de un nuevo contrato social, no solo de política… Una sociedad cuyos ejes exclusivos son las pantallas, el trabajo y la protección social es una sociedad deprimente. Hay que invertir en educación. Y las posibilidades de inversión en temas educativos son infinitas. Uno de los mayores fracasos en las sociedades occidentales de la posguerra fue la “democratización de la cultura”. Se pensó que por abrir muchos museos muchas horas y con grandes obras gracias al dinero del Estado, mucha gente nueva se iba a incorporar a las visitas, pero no fue así. Si se fija, a través del tiempo a los museos siempre ha ido la misma gente. Gente de un cierto nivel educativo. Los campesinos y los obreros de la construcción en general van poco. Es una cuestión de educación.

Quizá es más un tema de principios que de dinero. O de que lo primero garantice lo segundo… Sin lugar a dudas. Los padres y los profesores tienen ahí una responsabilidad capital.

Usted ha escrito contra el hecho de que los padres eduquen a sus hijos entre terciopelos. ¿Qué quería decir exactamente? Es un inmenso error. Es indispensable que el profesor recobre la autoridad. Hay alumnos que insultan al profesor, y es inadmisible. Educar no es seducir. Hay obligaciones. En un momento dado, hay que obligar a cosas. No todo puede ser flexible, agradable, discutible. Hay que trabajar duro, y obligar a trabajar. El hombre es Homo faber, hay que enseñar a hacer. Y hay que recuperar la retórica, enseñar a los chicos a expresarse, y a razonar, porque el ordenador no lo va a hacer por ellos. El hombre es Homo loquens, el ser que habla.

https://elpais.com/elpais/2020/01/28/eps/1580212910_212654.html

martes, 25 de agosto de 2015

Pensiones amenazadas. Rajoy mantiene su previsión y como los ludópatas en el casino ha doblado la apuesta anticipando unos ingresos en 2016 de 117.000 millones de euros

El Gobierno de Mariano Rajoy desde 2012 ha inflado sistemáticamente los ingresos en los presupuestos. Esa ha sido una de las causas principales para incumplir los objetivos de déficit todos los años de la legislatura y de que la deuda pública supere la psicológica cifra del billón de euros. Pero lo de 2016 no tiene precedentes en la historia de la democracia. Hasta Syriza hace presupuestos más creíbles que Rajoy.

El agujero más preocupante está en la Seguridad Social, fuente de la que se nutre el pago de pensiones del que dependen nueve millones de españoles. Para 2015 el Gobierno presupuestó un crecimiento del 7% de las cotizaciones sociales que supondrían una recaudación de 110.000 millones. Entre enero y julio los ingresos han crecido un anémico 0,8% y cerrarán el año con una recaudación próxima a los 100.000 millones de euros.

Lo que mandan los manuales y el principio de prudencia de un país desarrollado como nuestra querida España es que al realizar el presupuesto de 2016 se corrigiera la desviación y se fuera al Parlamento a explicar a los ciudadanos las causas del error y las medidas para corregirlo. Pero Rajoy mantiene su previsión y como los ludópatas en el casino ha doblado la apuesta anticipando unos ingresos en 2016 de 117.000 millones de euros.

Cuando Rajoy llegó a la Moncloa se encontró 70.000 millones en la hucha de las pensiones. Cuando abone la paga extra de diciembre cerrará 2015 por debajo de 40.000 millones. El déficit de la Seguridad Social supera los 30.000 millones y a la hucha le queda un año. ¿Y después?

Fraga nunca apoyó el desarrollo del sistema de pensiones público. Aznar sigue obsesionado desde FAES con cargárselo y sustituirlo por un sistema de capitalización que acabaría con la solidaridad y dejaría en la pobreza severa a cinco millones de pensionistas, aunque nunca se atrevió a cambiarlo. Pero ha sido Rajoy el que conseguirá lo que sus antecesores no lograron con la misma táctica que Reagan y los neocon. Las ha congelado desde 2012, ha permitido un déficit crónico y, si vuelve a gobernar, dirá que no hay otra alternativa que reformarlo y recortar nominalmente las pensiones.
Fuente: http://economia.elpais.com/economia/2015/08/05/actualidad/1438799312_290976.html

jueves, 26 de febrero de 2015

El gran debate es el debate que no hay

Otra vez se amanece con noticias de que no hay dinero para pagar las universidades. Que los profesores y los alumnos cuestan mucho y que no hay dinero. Mañana tocará el de la sanidad. Que los médicos y las medicinas cuestan demasiado y que los pacientes gastan mucho.

Pero nunca se plantea un debate semejante sobre si es sostenible tener un montón de Parlamentos autonómicos, uno nacional, un Senado, una monarquía con dos reyes y dos reinas, coches blindados con chófer para esas personas, aviones con catering de lujo, empleados para coser alfombras, etcétera.

A lo mejor si en un país no hay dinero hay que ser más humildes en todo, no solo en los servicios públicos, y es muy posible que si realmente hubiese una democracia y se preguntase a los ciudadanos si prefieren tener educación y sanidad o un Estado lleno de lujos y símbolos, prefiriesen lo primero.

Pero ese debate, ese, nunca se produce, pues los que se benefician de esos lujos y los que se atechan bajo esos símbolos son los mismos que impulsan los debates, mientras que los ciudadanos somos los que simplemente estamos forzados a pagar.—
 Oviedo 25 FEB 2015 

jueves, 11 de julio de 2013

El ahorro está en el móvil

Algunas aplicaciones para móviles ayudan a reducir el consumo de energía y ahorrar gastos

El capitán Kirk se comunicaba con la tripulación del USS Entrerprise con un dispositivo muy parecido a lo que hoy conocemos como teléfono móvil. Star Trek no solo profetizó esta tecnología, sino que la inspiró, según reconoció Martin Cooper, un empleado de Motorola considerado el padre de los celulares. Pero los móviles han avanzado mucho más de lo que vaticinó la serie de los sesenta. No solo sirven para hablar y mandar mensajes, los ‘smartphone’ y las miles de aplicaciones que se pueden descargar en ellos permiten conocer el tiempo que hará mañana, jugar, retocar fotografías, leer el periódico, y también ahorrar.

Consumir menos electricidad o agua en el hogar son cuestiones que afectan no sólo al bolsillo, sino también al Planeta. Conseguirlo es posible si se sabe cómo y hay aplicaciones móviles que llevan la información y las herramientas para hacerlo a la palma de la mano. Algunas de ellas dan consejos, otras ofrecen opciones más avanzadas para controlar, con estadísticas, el gasto energético en casa y calcular en qué partidas se derrocha y en cuáles se puede ahorrar. Las opciones son tan diversas como las necesidades de cada uno, solo hay que buscar (y encontrar) la aplicación adecuada.

En casa

¿Quiere saber qué alimentos en su nevera están a punto de caducar para evitar el derroche de comida y ahorrar en la lista de la compra? Su móvil le avisa. De descarga gratuita, Vencimiento de alimentos-Saver permite introducir las fechas de caducidad, incluso las fotos del producto, y activar una alerta para cuando falten pocos días para su vencimiento. Cada español derrocha 163 kilogramos de alimentos consumibles al año. Esta aplicación puede ayudar a evitarlo y, además, informa de dónde se puede donar el producto en caso de que no se vaya a consumir. Food Planner o Best Before son opciones parecidas para gestionar la despensa de manera eficiente.

Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente es uno de los Objetivos del Milenio de las Naciones Unidas. Para ello, una de las metas es “incorporar los principios del desarrollo sostenible en las políticas y los programas nacionales y reducir la pérdida de recursos del medio ambiente”. Eso es competencia de los Estados, pero en casa, cada uno también puede hacer lo suyo. Víctor Pascual, ingeniero informático desarrollador de la aplicación para móvil Ahorro en casa, se aplica un “truco muy simple” de los muchos que aporta en su creación. “Meter una botella de dos litros en la cisterna reduce el agua que expulsa en cada descarga. Aunque esto no suponga mucho ahorro en la factura, que no es de las más cuantiosas, si lo hacemos muchas personas, se ahorra agua que es un recurso escaso”, explica.

Pascual creó esta smartguía con consejos para ahorrar en el hogar porque pensó que era “interesante reunir esta información en un momento de crisis”. Las recomendaciones que da, extraídas de páginas web especializadas, de organizaciones como Greenpeace y blogs, están categorizadas por fuentes de energía y partes de la casa. La mayoría de indicaciones las ha probado él mismo. “Te ahorras dinero”, asegura. El único inconveniente que le han comunicado algunos usuarios es que no esté disponible para iPhone, según dice. Lo que sí recibe son sugerencias de métodos de ahorro que va incorporando y actualizando en la aplicación.

En español también está disponible Ahorro de energía en el hogar. Se trata de “un libro electrónico” gratuito con información extraída de la web de la Agencia de Protección del Medio Ambiente de Estados Unidos, según explica su desarrollador Edgar Correa, de la empresa Esctec. Él mismo ha comprobado algunos. “Vivo en un área muy caliente en verano y fría en invierno en el noroeste de Estados Unidos y los consejos que más practico son los relacionados con las ventanas. En verano hay que mantenerlas cerradas durante el día para que el sol no entre y así mantener las habitaciones frescas y el aire acondicionado no trabaje duro. Se ahorra energía”, explica. “Las recomendaciones realmente son útiles, también para ahorrar dinero, ya que ayudan a reducir la facturas”, afirma.

La herramienta Ahorraenergía para móviles, desarrollada por Gas Natural Unión Fenosa, va un paso más allá. Permite saber cuánto se puede ahorrar eligiendo un equipamiento más eficiente para el hogar. Concretamente, consiste en un doble simulador –uno para electrodomésticos y otro para iluminación- que permite calcular cuánto se ahorraría con artefactos más eficientes, en función de los que se tengan.

En el caso de los electrodomésticos, la aplicación pide introducir el tipo de aparato (secadora, frigorífico, lavavajillas, lavadora, aire acondicionado, horno) y su etiquetado energético para, posteriormente, calcular el importe de ahorro económico anual con otros más eficientes. Además, también informa de la reducción de emisiones de CO2 con un aparato que consumiera menos energía.

En cuanto a la iluminación, la herramienta estima el ahorro con una iluminación más adecuada, sustituyendo bombillas de alto consumo por unas más eficientes. El cálculo se realiza en función de los vatios de potencia de las bombillas en el hogar y de las horas de consumo diario.

Al volante

La casa no es el único entorno en el que se puede ahorrar energía y dinero. También se pueden instalar en los móviles sistemas para reducir el gasto y el consumo de combustible para el coche.

Por “necesidad personal”, Alberto Alonso creó Gasolineras de España. No importa en qué punto de la geografía española se haya quedado seco el tanque de gasolina, esta aplicación informa de cuáles son (y dónde están) las estaciones cercanas más baratas. Aún más, estima cuánto ahorrará por litro repostado y cuánto le costará llegar. “La gente pedía saber si es rentable ir”, explica Alonso. “El ahorro está asegurado, unos euros cada vez que llenas el tanque es mucho dinero en un año”, explica. En este sentido, el desarrollador reconoce que una gran parte de los usuarios son camioneros que, además, le sugieren mejoras. “Con depósitos tan grandes, ellos notan mucho la diferencia de precios entre gasolineras”, dice.

Para el ahorro de combustible durante la conducción, es decir, herramientas que informen en vivo de qué se puede hacer para reducir el consumo durante el trayecto en función de la velocidad y características del vehículo, todavía no hay muchas, muy pocas disponibles en español y no todas con información precisa, según los usuarios. Por 0,77 euros está disponible Fuelfit, y gratis GreenMeter.

Un GPS en el teléfono que informe de la situación del tráfico puede ayudar, sin embargo, a evitar atascos y con ello el gasto innecesario de combustible. Comprobar el estado de la circulación es un hábito sencillo bueno para el medio ambiente, para el bolsillo, y para los nervios del conductor.

No sin mi móvil

La guinda de los ahorros en el móvil son las aplicaciones para disminuir el consumo de batería del propio teléfono. Juice Defender es de las que gozan de mejor crítica por parte de los usuarios y expertos. Hay dos versiones, una gratuita y otra de pago con mayores posibilidades. Permite configurar el dispositivo para que gaste lo menos posible y, además, alerta de cuándo otra aplicación está consumiendo batería de manera ‘fantasma’, cuando no se está usando. Battery Booster y Battery HD son otras de las cientos de opciones disponibles gratuitas. Probarlas no cuesta nada y pueden ahorrar muchos enfados cuando a mitad del día, en el transcurso de una conversación, justo cuando más necesario es, al móvil le da por apagarse. ¿Quién no ha escuchado al compañero de trabajo exclamar “Si lo he cargado esta mañana”?
Fuente: http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/07/10/actualidad/1373492965_494565.html