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lunes, 18 de junio de 2018

_- Un fantasma recorre Europa: la hipocresía

_- Gabriel Moreno González
El diario

EFE

Matteo Salvini, el fulgurante líder de la Liga Norte y nuevo Ministro italiano del Interior, se considera a sí mismo católico y aparece en los mítines con un rosario en la mano. Una mano que, a su vez, no le tiembla al cerrar los puertos de su país a barcos repletos de seres humanos y al alegrarse, sin ocultarlo, de quitárselos de en medio como si de un triunfo deportivo se tratara. Sin embargo, su tocayo de hace más de dos mil años, el evangelista Mateo, recogía así las palabras de quien es considerado por el catolicismo, la religión que Salvini dice profesar, como el mismísimo hijo de Dios: “Porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber; fui forastero y me acogisteis” (Mt 25:35).

En general, este patrón de contradicciones insalvables e hipocresía manifiesta se repite a lo largo y ancho de toda la extrema derecha europea. Desde los confines de la Rusia occidental a los grupúsculos de franquistas españoles, pasando por el Frente Nacional de Le Pen o por la AfD alemana, el neofascismo del viejo continente dice defender la comunidad y los valores tradicionales y benéficos aparejados a ella, pero no duda en apoyar las políticas neoliberales que fragmentan la sociedad y potencian el individualismo egoísta y la competitividad deshumanizadora. Se cree baluarte del cristianismo y su tradición acumulada durante siglos, cuando en verdad constituye el máximo ejemplo de ideario anti-cristiano y contrario a una mínima concepción de la dignidad humana.

Algunos de sus representantes, incluso, se erigen en los más firmes defensores del liberalismo y el Estado de Derecho, cuando en sus acciones demuestran ser sus principales enemigos, pues no hay nada más alejado del pluralismo de valores liberal y de los derechos fundamentales que las categorías trasnochadas, nacionalistas y xenófobas de la ultraderecha. Desde los altavoces de sus nuevas posiciones de poder, políticos como Salvini intentan dar fundamento a su ideología mediante una preeminencia de lo colectivo (“los italianos primero”) que en el fondo, como el resto del andamiaje teórico que pretenden crear, es absolutamente falsa. Al apoyar las políticas que atentan contra los derechos sociales y el bienestar de la mayor parte del pueblo que dicen defender, condenan a éste a niveles cada vez mayores de desigualdad e injusticia. Sus concepciones cerradas de la soberanía también parten, además, de una contradicción flagrante, ya que no tienen reparo alguno en vender la riqueza de sus países y el trabajo de sus ciudadanos a un capital transnacional, parásito, que poco o nada entiende de fronteras.

Las posturas comunitaristas del conservadurismo y las del individualismo neoliberal son en buena medida irreconciliables. A pesar de ello entran constantemente en un proceso de competencia virtuosa mediante el cual la disolución social que provoca el capitalismo sin frenos es canalizada, a modo de terapia, a través de un ilusorio regreso a la tradición, la comunidad y los valores conservadores.

Como ya hemos podido comprobar en Polonia, Hungría, Italia o Estados Unidos, el efecto lisérgico de esta relación de interdependencia contradictoria y en permanente tensión constituye, quizá, uno de los caldos de cultivo más peligrosos para la democracia actual. Su retroalimentación mutua solo puede derivar en el reforzamiento de posiciones autoritarias que están comenzando, ya, a limar las concepciones pluralistas de nuestras débiles democracias liberales.

De ahí que sea extremadamente urgente atacar de manera frontal a la extrema derecha con las armas de sus propias contradicciones. Sin salirnos de la pretendida lógica interna de sus discursos hemos de denunciar su fragilidad, la insalvable incompatibilidad entre el ideario que enarbolan y la práctica que llevan a diario. Con pedagogía, y a veces desde la prudencia del respeto, habríamos de dirigirnos a los votantes de los Salvinis europeos, en su mayoría sectores olvidados o muy golpeados por la crisis y las políticas neoliberales, para mostrarles la incoherencia de los relatos salvíficos que apoyan y la nula voluntad que sus líderes muestran a la hora de mejorar las condiciones de vida de las mayorías sociales. Si blandimos a Deleuze, Negri o Zizek no sólo estos votantes no cambiarán de opinión nunca, sino que posiblemente se verán desconcertados ante unos predicadores extraños y ya de por sí desconcertantes.

En paralelo a esta necesidad de denunciar por oposición y con claridad las contradicciones internas del supuesto conservadurismo, hemos de defender un modelo alternativo a su verdadera cara. Si la extrema derecha no incurriera en contradicciones y completara con sus obras lo que proyecta en sus idílicos idearios, seguiríamos encontrándonos ante un problema grave desde el punto de vista democrático, más urgente de combatir si cabe debido a su posible materialización en el corto plazo.

El regreso al grupo en el rechazo al “otro”, la negación de determinados efectos positivos de la mundialización o la recuperación de concepciones anti-pluralistas aparejadas a ciertas tradiciones de pensamiento ya periclitadas, aun en el supuesto de que consiguieran revitalizar concepciones clásicas de soberanía política, constituirían factores que entrarían, a su vez, en contradicción flagrante con la realidad de un mundo cada vez más complejo, interdependiente y amenazado por problemas globales.

En la labor de construir nuevas subjetividades y consolidar viejas solidaridades, en la tarea siempre inacabada de integrar al “otro” y considerarlo parte indisociable de un “yo” enriquecido, debemos continuar y perseverar. Como siempre recordaba el profesor José María Valverde, en la mejor tradición del cristianismo social español, aun el más lejano es mi prójimo… ese próximo lejano al que Salvini el hipócrita niega la propia necesidad de existir y vivir.

Fuente:
https://www.eldiario.es/contrapoder/fantasma-recorre-Europa-hipocresia_6_782231795.html


lunes, 13 de abril de 2015

El PP responde a Ruz. Las amenazas de quien tiene el poder nunca son gratuitas. Ejercer la independencia judicial parece un oficio de alto riesgo.

El pasado 23 de Marzo, un auto del juez Ruz afirmó que el PP tuvo una caja B en su contabilidad durante 18 años, imputó a Bárcenas, Lapuerta y Páez como presuntos autores de un delito contra la Hacienda Pública y, seguidamente, declaró al PP responsable civil subsidiario por el delito atribuido a sus empleados. Es decir, que el PP deberá pagar las responsabilidades civiles que se exijan a Bárcenas y demás acusados, si estos no pagan.

El auto describe meticulosamente que los imputados recibían dinero en efectivo, pese a que la ley exige que se ingrese en cuentas corrientes de entidades de crédito abiertas exclusivamente pare ese fin. Lo entregaban personalmente individuos vinculados con sociedades del sector de la construcción, en su mayoría adjudicatarias de contratos públicos. Este dinero se ingresaba fraccionando las entregas para no superar los límites legalmente establecidos. Con la misma meticulosa precisión, el auto describe el destino del dinero: retribuciones y sueldos complementarios del partido, campañas electorales y gastos de la formación política —incluidas las obras en la sede central y otras— y servicios especiales como el de una presentadora de TV por participar en un acto del PP o o del Instituto de Estudios Sociales de Pedro Arriola. Esos ingresos y gastos quedaban al margen de la contabilidad oficial del Partido y presentada ante el Tribunal de Cuentas.

El juez, conforme con el criterio del fiscal y de la Audiencia, argumenta que esas donaciones y esos gastos, destinados a pagos fiscalmente opacos y ajenos a la contabilidad oficial, no cumplen con el requisito de transparencia legalmente establecido, por lo cual no están exentas de tributación.

El mismo día 23 de marzo, el PP hizo pública una nota de prensa en la que niega la existencia de la caja B, niega que exista obligación de tributar por lo que denomina “las supuestas donaciones que desconocía” y a continuación afirma que las donaciones a los partidos políticos siempre han estado exentas de tributación del impuesto de sociedades. La nota expresa una indisimulada irritación ante la osadía del juez, capaz de importunar al partido del gobierno, que, al parecer, se cree intangible e infalible. Y, en consecuencia, en el quinto y último apartado de la nota, el PP decía lo siguiente: “Con el debido respeto a las decisiones judiciales, el PP se reserva las acciones legales que le correspondan, en el ejercicio de su derecho de defensa, en el momento procesal oportuno”.

Como el mundo del derecho, de los procesos y de los leguleyos es tan endemoniadamente abstruso, críptico y ambiguo, conviene hacer un breve comentario sobre lo que el PP ha podido querer decir, o dejar dicho, con eso de “se reserva las acciones legales”.

Ejercer una acción legal es comparecer ante un juzgado o tribunal, con el correspondiente abogado, iniciando un proceso con la pretensión de obtener una condena, una declaración de derechos o cualquier otra tutela judicial. La acción legal es, necesariamente, contra alguien. La reserva de las acciones legales que anuncia el PP significa que se guarda para un momento posterior la posibilidad de acudir a un juzgado para actuar contra alguien. ¿Contra quien? Pues, lógicamente, si la nota quiere desautorizar al juez, será contra él contra quien ejercerá las acciones legales, en el momento procesal oportuno.

No era oportuno el momento en que el PP intentó colarse en el proceso fingiendo querer ser acusador, para defender sus propios intereses y ocultar sus irregularidades, ayudando subrepticiamente a Bárcenas en los primeros momentos. Su impostura quedó al descubierto y fue expulsado del proceso como acusador. Ahora su único derecho de defensa en este asunto consiste en defenderse como responsable civil, porque se le exigirá pagar lo que no paguen Bárcenas y compañía. Por lo tanto no será en este proceso, sino en otro, donde podrá ejercer las anunciadas acciones legales contra Ruz. Sin demasiados disimulos, está mandando un preocupante recado al juez. Parece estar diciéndole “Tu actuación contra el PP fracasará, y cuando acabe todo esto vamos a por ti”. Ante tan excesiva advertencia, expresiones de la nota tales como “con el debido respeto a las decisiones judiciales” y “en el ejercicio del derecho de defensa”, resultan hipócritas e inútiles.

Las acciones legales pueden ser acciones penales, en cuyo caso irían dirigidas a conseguir la condena de Ruz como prevaricador, con expulsión de la carrera judicial, y, posiblemente, además, pueden ser civiles para reclamarle una indemnización millonaria, insoportable con los ingresos de un funcionario público.

A primera vista esta amenaza debería parecer inviable, pero es escalofriante recordar recientes experiencias de otros jueces. Las veladas amenazas de quien tiene el poder nunca son gratuitas. Ejercer la independencia judicial en estos tiempos parece un oficio de alto riesgo.
Josep Maria Mena fue fiscal jefe del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña. El País.
http://ccaa.elpais.com/ccaa/2015/04/03/catalunya/1428085451_353640.html