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domingo, 14 de septiembre de 2025

Cinco misterios sobre la leche materna

Datos curiosos sobre la leche materna

Lo poco que sabemos sobre la lactancia materna nos dice mucho; imagínese si supiéramos más.

La leche materna, una mezcla exquisitamente hecha a la medida de grasas, proteínas, vitaminas y minerales, proporciona todos los nutrientes que necesita un bebé indefenso —y mucho más—. 

Se cree que la leche materna protege contra enfermedades, establece un sistema digestivo saludable e incluso influye en el comportamiento del niño. Sin embargo, sabemos mucho menos de lo que podríamos sobre esta importante sustancia, afirma la investigadora en lactancia Katie Hinde, de la Universidad Estatal de Arizona.

En una charla TED de 2016, Hinde señaló que se realizan más estudios sobre el café, el vino o los tomates que sobre la leche materna humana. (La base de datos académica Web of Science identificó alrededor de 1.200 artículos científicos publicados en 2017 con el término de búsqueda “leche materna”, en comparación con casi 3.500 con el término “tomates”). “La leche materna”, afirma Hinde, “no ha sido una prioridad en la investigación”.

Pero la investigación está ganando terreno. A continuación, presentamos cinco misterios sobre la leche materna que los científicos están tratando de desentrañar.

Amamantar a bebés enfermos
Está bien establecido que la leche humana (así como el líquido conocido como calostro que producen las madres los primeros días después del nacimiento) contiene factores protectores, como anticuerpos, que ayudan al bebé a prevenir infecciones. Pero las investigaciones sugieren que los componentes inmunitarios de la leche podrían aumentar cuando los bebés más los necesitan. Un estudio de 2013 descubrió que cuando tanto las madres como los bebés estaban resfriados, los niveles de glóbulos blancos en la leche se multiplicaban por 64. Pero incluso cuando solo los bebés estaban enfermos, los niveles de glóbulos blancos seguían aumentando 13 veces. “Es un aumento bastante grande”, dice la autora principal del estudio, Foteini Kakulas (antes Hassiotou), bióloga celular e investigadora de lactancia de la Universidad de Australia Occidental.

Un segundo estudio descubrió que la lactoferrina —una molécula inmunitaria que desempeña diversas funciones protectoras, como perforar las paredes de las bacterias dañinas— se elevaba en las semanas previas y posteriores a la enfermedad de un bebé. Una vez más, las madres no manifestaron estar enfermas, aunque los autores escriben que “es casi seguro” que se diera un subregistro de enfermedad por parte de las madres.

¿Cómo podría funcionar esto? La explicación más probable es que la saliva del bebé que viaja de vuelta a través de los conductos mamarios de la madre lleva consigo un informe sobre el estado de salud del bebé, dice Kakulas. “Cuando la saliva del bebé se transfiere de vuelta al pecho... es muy lógico que el patógeno que está provocando la enfermedad también se transfiera”.

Señales de sueño en la leche
Como bien saben los padres primerizos, los bebés no nacen con un horario de sueño establecido. ¿Podría la leche materna ayudar a fijarlo? Tanto la hormona del sueño, la melatonina, como su precursor, el triptófano, están presentes en la leche materna humana y ambos parecen fluctuar en un ciclo que podría ayudar a los bebés a dormir o despertarse. Un estudio de 2016 descubrió que los niveles de melatonina eran, en promedio, casi cinco veces más altos en la leche materna producida por la noche que durante el día.

Las investigaciones sugieren que los componentes inmunitarios de la leche podrían aumentar cuando los bebés más los necesitan.

Otro informe, de 2017, descubrió que los niveles de las hormonas cortisona y cortisol eran más altos en la leche materna de la mañana que en la leche producida por la tarde, y por la noche. Tanto la cortisona como el cortisol intervienen en la respuesta del cuerpo al estrés, y el cortisol sirve para poner en marcha nuestra fisiología cuando llega la hora de despertarse.

Sin embargo, aún no está claro si estas señales permiten realmente que el ritmo diario de la madre determine el ciclo de sueño-vigilia de su bebé, afirma Hinde. Tampoco está claro qué puede significar la falta de estas sustancias químicas para los bebés alimentados con leche de fórmula, o qué puede ocurrir con los patrones de sueño si los bebés beben leche extraída en otro momento del día. “Sabemos que los bebés tienen los receptores de estas hormonas en su organismo y que las hormonas procedentes de la madre se unen a los receptores del bebé”, afirma. “Pero, ¿qué significa que no reciban esa señal? No lo sabemos”.

Alimentar la microbiota intestinal
La leche materna no es solo alimento para los bebés, sino también para los billones de microbios que se instalan en su sistema digestivo, una comunidad denominada microbioma intestinal humano. Investigaciones recientes sugieren que la leche materna puede haber evolucionado para promover el crecimiento de microbios que ayudan a mantener sanos a los bebés.

“El tercer componente más importante de la leche materna no está ahí para alimentar a los bebés, sino para alimentar a los microbios”, afirma el microbiólogo David Mills, de la Universidad de California, en Davis. Se refiere a los oligosacáridos de la leche humana, cadenas complejas de azúcares que se encuentran en la leche materna. (Mills ha creado una empresa de probióticos basada en su investigación). Estos azúcares complejos refuerzan los tipos de bacterias intestinales que pueden digerir los compuestos y convertirlos en ácidos grasos de cadena corta, que los bebés necesitan para crecer.

Aún no está claro qué define un microbioma intestinal saludable en los bebés, ni cómo cambia ese sistema a medida que los bebés se desarrollan. Además, los científicos no se ponen de acuerdo sobre cómo se forma el microbioma: ¿los microbios clave llegan al intestino no colonizado del recién nacido a través de la leche materna, o provienen de otras fuentes, como el líquido amniótico o la piel de la madre?

Variaciones en la leche
No toda la leche materna es igual: puede variar en los niveles de proteínas, grasas, azúcares, hormonas y otros componentes. Pero la leche materna no solo difiere de una madre a otra. También puede variar cuando la misma madre amamanta a diferentes bebés y a lo largo del desarrollo del bebé.

También puede cambiar en función del sexo del bebé. Trabajando con monos rhesus, Hinde descubrió que las madres producen más leche para las crías hembras, pero más rica en grasas para las crías machos. Observó diferencias similares entre sexos cuando analizó minuciosamente los registros de lactancia de más de un millón de vacas.

Si este tipo de diferencias se trasladan a la leche humana, comprenderlas podría ayudar a optimizar la leche de fórmula o la leche de donantes para los bebés que no tienen acceso a la leche de su propia madre, afirma Hinde. Pero los científicos solo han comenzado a caracterizar esta variación y los factores que la impulsan.

Una pizca de células madre
En 2007, científicos descubrieron un ingrediente inesperado en la leche materna humana: células madre. Estas células conservan la flexibilidad que la mayoría de las células adultas han perdido y pueden formar una amplia variedad de tejidos. En un estudio de 2014, los científicos rastrearon células madre individuales de las mamas de ratones lactantes. Descubrieron que las células cruzaban las paredes del estómago de las crías, pasaban a la circulación y se alojaban en los tejidos en desarrollo de todo su cuerpo. Cuando los ratones crecieron, las células de sus madres seguían allí y se habían convertido en tejidos maduros junto con las células de los propios bebés.

Las células madre extraídas de la leche materna cobran vida propia en el laboratorio, formando masas similares a órganos que recuerdan a los alvéolos productores de leche de la mama. Al igual que los alvéolos, estos organoides cultivados en laboratorio pueden producir leche. Las células madre extraídas de la leche materna cobran vida propia en el laboratorio, formando masas similares a órganos que recuerdan a los alvéolos productores de leche de la mama. Al igual que los alvéolos, estos organoides cultivados en laboratorio pueden producir leche. F. KAKULAS / INFANT JOURNAL 2015

Las células madre extraídas de la leche materna cobran vida propia en el laboratorio, formando masas similares a órganos que recuerdan a los alvéolos productores de leche de la mama. Al igual que los alvéolos, estos organoides cultivados en laboratorio pueden producir leche.

En una placa de laboratorio, los científicos han cultivado células madre extraídas de la leche materna humana y las han estimulado para que formen masas similares a órganos con extremos esféricos que recuerdan a los alvéolos que componen las glándulas mamarias. Estos organoides podrían incluso producir leche.

Nadie sabe aún cómo afectan estas células al desarrollo infantil ni qué les ocurre a los bebés que no las reciben, otro misterio más que añadir a la lista de cosas que nos gustaría saber.

Artículo traducido por Debbie Ponchner

Este artículo apareció originalmente en Knowable en español, una publicación sin ánimo de lucro dedicada a poner el conocimiento científico al alcance de todos. 

martes, 16 de agosto de 2022

_- Los alimentos que deberían formar parte de la dieta diaria de los niños hasta los 5 años

_- Los primeros 2.000 días de vida, como se conoce al período que va desde la concepción hasta los 5 años, es un momento crítico para la salud física, cognitiva, social y emocional de los niños.

Varios estudios demuestran que todo lo que sucede en ese espacio de tiempo puede tener un impacto a lo largo de la infancia e incluso de la edad adulta.

Especialistas consultados por BBC News Brasil destacaron, en particular, la importancia de una correcta alimentación durante este período.

"En los primeros años de vida, cada segundo se forman más de un millón de nuevas conexiones neuronales y una dieta saludable es fundamental para determinar el desempeño de ese desarrollo neurológico, además de un adecuado crecimiento y ganancia de peso", dice la pediatra Mônica Moretzsohn, del departamento científico de Nutrición de la Sociedad Brasileña de Pediatría (SBP).

A partir de entrevistas con médicos y nutricionistas, y consultas con guías alimentarias elaboradas por organismos oficiales, te contamos todo lo que un niño debe comer en su día a día para garantizar una nutrición adecuada.

Leche materna
Hasta los seis meses de edad, los médicos recomiendan la lactancia materna exclusiva.

No se debe ofrecer agua ni té. "La leche materna es suficiente", dice José Nélio Cavinatto, pediatra del Hospital Albert Einstein.

La leche materna es la única que contiene anticuerpos y otras sustancias capaces de proteger al niño de muchas enfermedades, como diarrea, infecciones respiratorias y alergias.

Además, reduce el riesgo de desarrollar asma, diabetes tipo 2 y obesidad en la edad adulta.

Según el especialista, es necesario que la madre tenga especial cuidado con su propia alimentación al amamantar, con el fin de asegurar una leche nutritiva.

"La madre necesita ingerir calorías suficientes y de calidad. Aconsejamos, por ejemplo, comer un huevo al día y un pescado a la semana, para asegurar el aporte de nutrientes importantes para el desarrollo del cerebro", dice.

El médico también recomienda evitar el consumo excesivo de alimentos ultraprocesados y, de ser necesario, tomar suplementos de vitamina D, omega y hierro.

"Estos suplementos son costosos y sabemos que no todos pueden tener acceso, por eso la importancia de que las madres ingieran la mayor cantidad de nutrientes posible en su dieta", aclara.

Para niños con alguna restricción o incapacidad para recibir leche materna, lo indicado es darles leche de fórmula.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda amamantar durante 2 años o más.

Los primeros alimentos se deben introducir a partir de los seis meses de edad, según la SBP.

El organismo recomienda complementar la leche materna con papilla y puré de frutas una vez al día a los 6 meses y dos veces al día a los 7 y 8 meses.

A partir del noveno mes, la recomendación es pasar gradualmente a la comida familiar con ajustes en la consistencia de los alimentos y condimentos.

Esta comida debe incluir cereales o tubérculos, legumbres, proteínas animales, hortalizas y aceite. Se puede condimentar con perejil, cebollín, romero y albahaca, pero sin añadir sal.

"Plato saludable"
Con la introducción de los alimentos, los expertos dicen que es necesario prestar atención a la variedad de nutrientes que consumen los niños. 

Para ello, se recomienda utilizar un esquema que divide los alimentos en grupos y recomienda las cantidades indicadas para su consumo.

Según Moretzsohn, el llamado "esquema de un plato saludable" debe utilizarse en la planificación de las dos comidas principales del día: el almuerzo y la cena, y puede servir de guía no sólo para la alimentación infantil, sino para toda la vida.

Esquema de un plato saludable
Stephanie Amaral, oficial de salud de Unicef en Brasil, también resalta que, además de cuidar la variedad de los alimentos, los padres deben ser conscientes del origen de lo que se consume.

"Es necesario buscar una alimentación saludable, libre de procesados e industrializados, es decir, con un consumo mínimo de edulcorantes y otros elementos artificiales", dice la nutricionista. b

Verduras
Los alimentos que no pueden faltar, tanto en la comida de niños como adultos, son las verduras, que deberían representar al menos el 50% del plato.

La SBP recomienda que los niños de 1 a 2 años consuman dos porciones por día, y que los niños de 2 a 5 años consuman tres porciones diarias.

Moretzsohn explica que es muy importante variar los alimentos de este grupo a lo largo de la semana, pero lo ideal es que los padres se los ofrezcan a sus hijos todos los días.

Entre las verduras, las de hojas son una buena fuente de fibra y vitaminas y minerales como el ácido fólico y el hierro.

"El hierro es esencial para el desarrollo neurológico en la primera infancia y fundamental para varios procesos metabólicos que son especialmente importantes en este período de la vida", dice la doctora.

La deficiencia de este nutriente es una de las más comunes en el mundo. En su forma más grave, se conoce como anemia por deficiencia de hierro y puede tener un gran impacto en el desarrollo cognitivo de los niños.

El ácido fólico es esencial para el desarrollo del sistema nervioso central, y sus deficiencias pueden ser perjudiciales para la cognición de los niños y, en casos graves, irreversibles.

La falta de fibra en la dieta se ha relacionado con una serie de trastornos en los niños, como estreñimiento, síndrome del intestino irritable, alergias y problemas del sistema inmunitario.

Las verduras y hortalizas deben constituir al menos el 50% del plato de los niños.

Según los expertos, los niños que no reciben cantidades diarias suficientes de vitamina C pueden tener más probabilidades de sufrir daños en la piel, anemia, sangrado de las encías, mala cicatrización de heridas, pérdida de dientes, fragilidad ósea y baja resistencia a las infecciones.

En tanto, "la deficiencia de vitamina A es una de las principales causas de ceguera prevenible en niños menores de 5 años", dice Moretzsohn.

Entre las verduras, hay ejemplos como la calabaza y la zanahoria, que son carotenoides y buenas fuentes de vitamina A. La berenjena tiene calcio, magnesio, potasio y vitamina B5.

El brócoli ofrece vitaminas A, C y K y es rico en potasio.

Cereales y tubérculos
El grupo de los cereales y tubérculos, que debe representar alrededor del 25% del plato infantil, incluye maíz, arroz, avena, trigo, pasta, harina, pan, ñame, papa y yuca.

Según el médico Cavinatto, este grupo representa fuentes importantes y saludables de lípidos y vitaminas, pero especialmente de carbohidratos.

Son los principales proveedores de energía para ser utilizada por el organismo en el crecimiento, desarrollo y actividades diarias de los niños.

La falta de carbohidratos puede generar desánimo y mal humor. El consumo excesivo, en cambio, puede provocar obesidad, diabetes e incluso problemas cardíacos, en los niños en los casos más graves.

Los pediatras recomiendan que los carbohidratos representen del 50% al 60% del total de calorías consumidas cada día por los pequeños.

Se aconseja que los niños de 1 a 2 años consuman tres raciones al día, los de 2 a 3 años cinco raciones y los de 4 a 5 años cuatro raciones.

"Es importante variar los alimentos del grupo, porque cada carbohidrato tiene una composición diferente", dice Moretzsohn.

Carnes y huevo
Médicos y nutricionistas también recomiendan la presencia de carne o huevo en las dos comidas principales de los niños. Estos artículos deben representar alrededor de ⅛ del plato.

Sardinas
Las sardinas son una gran fuente de DHA, hierro y zinc.

Según la SBP, los niños de 1 a 3 años deben comer dos raciones de carne o huevo al día. Entre los pequeños de 4 a 5 años, la recomendación es una ración.

La carne puede ser de res, pollo, cerdo o pescado, según expertos consultados por BBC News Brasil.

"Las carnes suelen ser las principales fuentes de hierro", explica la pediatra de la SBP.

Las proteínas animales también suelen ser los mayores proveedores de vitamina B12. Este nutriente es especialmente importante en la infancia, cuando su deficiencia puede tener implicaciones en el crecimiento y la respuesta inmune y la anemia.

Según Cavinatto, el pescado también es un importante proveedor de ácido docosahexaenoico, o DHA, que entre otras cosas ayuda en la "fluidez" de los impulsos eléctricos en la red de neuronas, lo cual es de vital importancia en el desarrollo cerebral y cognitivo.

Los estudios también muestran que los ácidos grasos omega-3, que se encuentran principalmente en el salmón y las sardinas, son importantes para el desarrollo del sistema nervioso central y la retina y en la prevención de enfermedades crónicas como la obesidad y la hipertensión.

Los expertos resaltan que los cortes más económicos de pollo y carne roja también aportan los nutrientes que necesitan los más pequeños.

"El huevo también es un alimento muy rico en proteínas, pero no es muy rico en hierro, por lo que no puede usarse como la única fuente de proteínas para los niños", advierte Moretzsohn.

Legumbres
El resto del plato de los niños debe estar rellena de legumbres, que según los expertos deben ocupar unos ⅛ del total.

Algunos ejemplos de alimentos del grupo son los frijoles, las lentejas, los garbanzos y la soja.

Las legumbres son alimentos muy ricos nutricionalmente. Contienen muchas vitaminas y minerales, especialmente hierro, zinc y magnesio.

La deficiencia de magnesio puede causar fatiga y somnolencia. En tanto, la falta de zinc puede generar falta de apetito, olfato y gusto reducidos, además de deficiencias en el sistema inmunológico.

"Está muy bien variar el consumo de legumbres. Pero si a un niño solo le gustan los frijoles o la familia solo puede ofrecerle uno, está bien".

Aceites vegetales
Los aceites vegetales deben estar presentes en la alimentación infantil como condimentos o en la preparación de alimentos.

Algunas de las opciones más comunes son el aceite de oliva y los aceites de canola, girasol, soja, maíz, linaza, coco, salvado de arroz y semilla de algodón.

La pediatra de la SBP explica que cada aceite vegetal tiene una composición diferente y por lo tanto ofrece diferentes nutrientes.

"El aceite de oliva es rico en omega 9, mientras que los aceites de soja, canola, maíz, girasol y linaza ofrecen más omega 3", dice.

Frutas
Las frutas son esenciales para los niños y deben ofrecerse como opción de postre, para el desayuno o como colación.

Para niños de 1 a 5 años, la SBP recomienda la ingesta de 3 porciones de fruta por día.

También está indicado ofrecer jugos de frutas naturales. Pero, según los nutricionistas, no debe sustituir el consumo de agua o frutas frescas.

El tipo de fruta a ofrecer debe respetar las características regionales, el costo, la época del año y la presencia de fibras.

"Las frutas suelen ser una de las únicas fuentes de vitamina C en nuestra dieta, por lo que son muy importantes", dice Moretzsohn. "También son excelentes fuentes de fibra".

Lácteos
A partir del año de edad, los nutricionistas también recomiendan ofrecer leche y derivados lácteos a los niños. La recomendación es de 3 raciones hasta los 5 años.

La leche, el queso y el yogur son excelentes fuentes de calcio. El nutriente es esencial para el desarrollo de un esqueleto sano y se vuelve más necesario durante la niñez y la adolescencia como resultado del intenso desarrollo óseo y muscular.

La falta de calcio también provoca daños dentales en los niños, como la malformación de la corona de los dientes. Si la discapacidad no se aborda adecuadamente, el daño puede ser permanente.

Para las familias que no pueden o eligen no consumir lácteos, se recomienda introducir en la dieta de los niños otros alimentos ricos en calcio. Buenas fuentes son las semillas, los frutos secos, las legumbres, el tofu, las algas, los cereales y la leche de soja fortificada.

Algunas verduras, como las acelgas, las espinacas y las hojas de mostaza, también tienen un alto contenido de calcio y, a menudo, son alternativas un poco más baratas.

El pediatra José Nélio Cavinatto recomienda evitar la leche de vaca y sus derivados antes del año de edad.

"Un niño alimentado con mucha leche de vaca en el primer año de vida puede volverse obeso, porque la leche de vaca tiene tres veces más proteínas que la leche materna", dice.