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viernes, 2 de agosto de 2013

_- ONG para crear historias. Seis organizaciones ofrecen talleres gratuitos de escritura creativa para escritores juveniles

_- Las edades de los futuros autores oscilan entre los ocho y los dieciocho años

Ella trazó una línea. Él dibujó otra, paralela. Ella volvió a coger el lápiz, y esbozó el comienzo de una flor. Y él lo completó, con todos sus pétalos. Entonces Francesca Frediani se levantó y dejó que su jovencísimo colega siguiera con el trabajo. “Era un niño chino que llevaba cuatro meses en un colegio y sus maestros ni sabían aun si entendía el italiano. Al principio no interactuaba, ni escribía, así que se me ocurrió empezar un dibujo para que él hiciera lo mismo”, cuenta la educadora italiana. El pequeño debió de comprenderle muy bien, ya que Frediani volvió a los 10 minutos y se encontró con una revolución copernicana: “En el papel había casas, personas. Un mundo. Había abierto la caja de Pandora”.

En el fondo, lo hace cada día. La italiana es la responsable de La grande fabbrica delle parole, una suerte de ONG de la escritura creativa que abrió en 2009 en Milán. Y que tiene cinco hermanos esparcidos por Europa, del Ministry of Stories de Londres a VoxPrima en Barcelona, pasando por Berattarministeriet en Estocolmo.

Todas comparten la misma fórmula: un ejército de voluntarios, algunos de ellos escritores de renombre, ofrece talleres gratuitos de creación literaria a miles de jóvenes —sobre todo clases de colegios— de entre ocho y 18 años. Se trata de un antídoto, sostienen desde las cuatro esquinas del continente, contra el dominio imperante de la televisión y un sistema educativo que ha sepultado la creatividad bajo la caza frenética al resultado y al examen. “Nuestra misión es inspirar una nueva nación de contadores de historias en Reino Unido”, reza el lema de Ministry of Stories.

De los pioneros de Fighting words en Irlanda al neonato Buch-Piloten austriaco, cada clase comienza de la misma, irresistible manera. “Les decimos a los niños: ‘Estáis aquí porque creemos que vais a escribir historias maravillosas. En las próximas dos horas lo haréis. Y todas saldrán publicadas”, relata Lucy Macnab, cofundadora de Ministry of Stories junto con el célebre escritor Nick Hornby y Ben Payne. De ahí que lo primero sea una masiva tormenta de ideas a bases de brazos levantados, griterío e imaginación.

Tras el paso del huracán, queda un comienzo de historia. Algo así como “en una isla en el cielo vivía una princesa a la que le gustaba mucho practicar el kárate”, como arranca el cuento que la clase 1ª D de la escuela Pertini Verga de Milán escribió en La grande fabbrica delle parole. Aunque unos párrafos más abajo, tras gusanos que bailan break dancey caracoles hiperrápidos, surge un problema: la princesa se muere de ganas de derrotar al lagarto que hace kung-fu. Ya pero “¿y cómo?”.

“A partir de ahí los niños empiezan a crear el final de la historia, solos o en grupos de dos”, cuenta Roser Ballesteros, encargada de VoxPrima, la representante española de esta lucha continental por la fantasía. En su caso, primero piden a los jóvenes un dibujo que ilustre el epílogo. Y, luego, que conviertan trazos y colores en palabras. La conclusión, que se repite idéntica en los seis países, es un libro impreso por cada pequeño autor. Ya no hay niños tímidos o inseguros. Solo quedan escritores.

“Una vez que les ayudas a arrancar no hay nadie que no haya podido crear su propia historia”, relata Sean Love, responsable de Fighting words. Y no solo: tras un comienzo únicamente literario, la organización irlandesa ha ampliado su frente de batalla. Ahora también trabaja con adultos discapacitados, y sus alumnos producen guiones cinematográficos, periódicos, discos y hasta obras que han llegado al Abbey Theatre de Dublín. Además, lo que empezó con talleres de un solo encuentro ha alcanzado colaboraciones de hasta un año de duración.

De ahí que no sorprenda que Fighting words reciba cinco veces la cantidad de demandas que puede atender. “Vienen escuelas de todo el país, incluso de Irlanda del Norte. De hecho, nos estamos planteando abrir otro centro en Belfast”, asegura Love. La esperanza, en realidad, es llegar más lejos aún, hasta inundar un continente entero de narradores.

“Entre todas las organizaciones queremos crear una asociación a nivel europeo que nos permita también recibir subvenciones de la UE”, defiende Love. El exdirector de Amnistía Internacional en Irlanda fue el primero en creer en este proyecto. En concreto, pelea por las palabras desde enero de 2009. Aunque para el origen auténtico de esta historia hay que volver todavía más atrás en el tiempo.

Érase una vez un famoso novelista irlandés, Roddy Doyle, que en 2007 promocionaba su último libro por EE UU. De paso por San Francisco, su amigo y también escritor Dave Eggers le invitó a conocer su nueva ocurrencia: se llamaba 826 Valencia y era un centro de escritura creativa gratuito para jóvenes. Doyle se quedó fulgurado. “Tenemos que hacer algo parecido en Dublín”, le dijo a su colega Love al regresar.

Así, se pusieron manos a la obra. Y, tras un año de estudio, por fin llegó el debut. Y un acelerón que aún no ha parado: cuatro años después han trabajado con unos 40.000 niños y cuentan con 500 voluntarios —sobre todo escritores y maestros, pero no solo—. “Hay cámaras, ingenieros, técnicos de sonido, cineastas o artistas visuales”, cuenta Love. Por cierto, cualquiera con ganas de ayudar puede apuntarse, siempre y cuando supere una entrevista y sus referencias sean convincentes.

Tras el pistoletazo de salida, Fighting words llamó la atención de varios prosélitos. Y, junto con el futuro de la literatura irlandesa, fue acogiendo extranjeros curiosos. Hornby, Frediani, Ballesteros: todos pasaron por Dublín antes de estrenar su versión autóctona de la idea. Aunque, al trasladar el proyecto a otro país, cada uno ha querido darle su toque distinto.

La organización de Milán, por ejemplo, apuesta sobre todo por las escuelas “con una tasa alta de multiculturalidad”, incluso donde el italiano es para muchos niños L2, es decir segundo idioma. Y la fórmula española, activa desde comienzos de 2011, le da un rol privilegiado a la ilustración a la vez que busca la colaboración de bibliotecas e instituciones culturales locales. En Londres, Ministry of Stories intenta avanzar de la mano de su vecindario. “Es un proyecto muy enfocado hacia el barrio, tenemos un área geográfica cerrada. Queremos juntar la comunidad creativa y profesional que vive por aquí con los niños”, explica Lucy Macnab.

La elección de Ministry of Stories es en parte obligada. Por mucho que las organizaciones sueñen con no tener límites y ser abiertas a todo aprendiz de escritor, los recursos son los que son. “Confiamos en que en los próximos años haya más Ministry of Stories por todo Reino Unido”, asegura Macnab. De hecho, hasta ofrecen cursos de formación para aspirantes imitadores. Mientras, sin embargo, atender a toda la nación sigue siendo una utopía. Sí hay campamentos de verano o iniciativas de un fin de semana dirigidas a cualquiera, pero en general la selección acaba recayendo en unas cuantas escuelas.

Eso sí, los afortunados escogidos jamás abren la cartera. “No pagamos nada ni recibimos dinero. Si cobráramos sería una forma de exclusión e iría en contra de nuestra misión principal. Queremos ayudar sobre todo a quien posiblemente no tenga nunca la opción de intentar escribir algo”, sentencia Love. Y la misma música se repite en los otros rincones del continente, aunque con un matiz. La española VoxPrima sí cobra una cifra “simbólica”, como la define Ballesteros: unos 20 euros por niño. Eso sí, de momento y a la espera de otros métodos de financiación.

Más allá de la solución catalana, cada proyecto busca como puede fondos para mantenerse a flote. La mayoría proceden de privados y fundaciones, tanto que para Fighting words representan casi la totalidad del presupuesto. “No queríamos fondos públicos, para ser libres y llevar el proyecto de la manera que creemos correcta”, agrega Love. Sí cuenta con el apoyo del Gobierno británico Ministry of Stories, que debe a Downing Street un 18% de su presupuesto. Otro 15% la organización londinense lo saca de una tienda que acoge en su sede y donde vende sus creaciones.

Entre ellas, pronto habrá un disco, que saldrá en unos meses con las canciones compuestas por algunos pequeños talentos. En el establecimiento se pueden adquirir también varios dibujos de monstruos. Uno en particular lo ha diseñado un niño del que Lucy Macnab todavía se acuerda. “Vino con su clase y decía que él no podía hacerlo, que era demasiado difícil”. Al final, sin embargo, el pequeño visitaba la tienda cada dos por tres para enseñarles a sus padres y a los maestros la criatura horrible que había sido capaz de concebir.

Otro monstruo, que escupía fuego de la boca, se dirigía una vez a visitar el zoológico de Londres la noche de Halloween. Y se encontró con cuatro fantasmas. Todos juntos decidieron ir a espantar a los animales. Pero esta es otra historia. Fruto, cómo no, de otro pequeño narrador.
(fotos, de El País. Portada de una antología publicada con Fighting words por los estudiantes de la escuela secundaria Newpark de Dublín. La escritora italiana Emanuela Bussolati (centro) participa en un taller de La grande fabbrica delle parole. / THOMAS POLOLI

Se ve como antídoto a un sistema educativo centrado en los resultados
Una vida diferente

Fighting words, en Dublín, fue el proyecto pionero en Europa. Arrancó en enero de 2009, siguiendo el modelo de la organización estadounidense 826 Valencia.
El mismo año nació La grande fabbrica delle parole, en Milán.
En Londres, en 2010, echó a andar Ministry of Stories. El escritor Nick Hornby es uno de sus cofundadores.
Desde principios de 2011 es activa en Barcelona VoxPrima, que ya ha colaborado con más de 700 pequeños escritores.

Berattarministeriet, en Estocolmo, y Buch-piloten, en Viena, son los dos proyectos más recientes. Fuente: El País. Tommaso Koch, 29 de julio 2013.
Enlaces a otras páginas de este blog relacionadas con el tema: escritura y bondad.
Aprender a leer y escribir cambia el cerebro.
El esfuerzo.
Sonríe o muere y el llamado "Pensamiento positivo"
La escritura como terapia, érase una vez un dragón.
Divertirse es recrearse.

10 Pautas para educar.

miércoles, 19 de junio de 2013

El secreto de crear pequeños lectores, en las jornadas de Lecciones y Maestros. Las séptimas jornadas de Lecciones y Maestros de la UIMP y la Fundación Santillana reúne a Joan Manuel Gisbert, María Isabel Molina y Jordi Sierra i Fabra

Futuro soñado: más y más lectores.
Pasado a olvidar: malas prácticas en el inicio de la lectura.
Presente deseado: mejora en el desarrollo del plan lector en colegios e institutos.

Es parte del recorrido sobre la literatura infantil y juvenil que han hecho Joan Manuel Gisbert, María Isabel Molina y Jordi Sierra i Fabra en la séptima edición de las jornadas Lecciones y maestros, organizada por la Univerdidad Internacional Menéndez Pelayo y la Fundación Santillana, en Santander. Una de las peticiones de los escritores es que se inculque el verdadero placer de la lectura en los menores, para lo cual, afirma Molina, “los profesores tienen que convertir la lectura en un premio y no en una tarea más”.

El Palacio de La Magdalena, en Santander, es el escenario elegido para estas jornadas que ayer estuvieron dedicadas a Molina y Gisbert. Hoy será el turno de Sierra i Fabra. Una manera de recordar no solo la importancia de crear lectores, sino de fomentar la lectura justo en un momento en que los libros tienen cada vez más rivales en el ámbito del entretenimiento y del ocio.

Placer, emoción y goce debe ser el resultado al coger un libro, a sabiendas de que, asegura Gisbert, detrás de esto, o, mejor, implícito, está el aumento de la riqueza del lenguaje, lo que a su vez conduce a un mejor desarrollo del pensamiento.

Joan Manuel Gisbert.
La jornada inaugural, que contó con la asistencia de Ignacio Polanco —presidente de honor del Grupo Prisa—, César Nombela —rector de la UIMP— y Basilio Baltasar —director de la Fundación Santillana—, tuvo presente no solo el recorrido por el origen de los lectores y su futuro; también los autores dieron pistas sobre sobre los embrujos que deben crear los escritores para seducir a niños y jóvenes. Una clave para Gisbert es “despertar impulsos fundamentales relacionados, por ejemplo, con la vivencia del misterio o la atracción por el enigma. Historias que reten al lector a entrar en ella para dilucidar temas y saber qué esconde el libro, ayudados por una estructura adecuada”. Dentro de las temáticas de seducción, Gisbert señala la de mundos absurdos pero que amplían la realidad conocida.

“¿A quién no le gusta leer?”, preguntó un día María Isabel Molina en un instituto. Doce niños levantaron la mano. “¿Por qué?”, preguntó ella. “Porque los libros están llenos de letras”, fue una de las respuestas en medio de las risas de sus compañeros. Pero la escritora supo que esa respuesta, aparentemente obvia, quería decir que la lectura había resultado pesada y no se había convertido en una aventura para el adolescente. Muchas veces, aclara Molina, los profesores simplemente dicen qué libro o libros deben leer los alumnos, piden comentarios escritos o hacen encuestas o evalúan, “pero no motivan su lectura, no lanzan un señuelo”. Si no se motiva, agrega la escritora, significa que se está ejecutando mal el plan lector.

“No es un género menor, aunque su presencia sea pequeña en los suplementos culturales de los periódicos, destinados lógicamente a lectores adultos”, dijo en la inauguración de las jornadas Emiliano Martínez, presidente del Grupo Santillana en España. Es más, recordó que la literatura infantil y juvenil es parte viva de la creación, y citó a Mario Vargas Llosa y su discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura en 2010, que empezaba diciendo: “Aprendí a leer a los cinco años (…) es la cosa más importante que me ha pasado en la vida (…)”.

A ello han contribuido en el ámbito del español los tres maestros de estas jornadas. Joan Manuel Gisbert. (Barcelona, 1949) es uno de los principales exponentes de la transformación que se inició en la literatura para niños y jóvenes en España, a partir de los años ochenta. Entre sus obras figuran Escenarios fantásticos, El misterio de la isla de Tökland o La mansión de los abismos. La madrileña María Isabel Molina ha publicado títulos como El arco iris, La balada de un castellano y Las ruinas de Numancia. Jordi Sierra i Fabra (Barcelona 1947) es uno de los autores más prolíficos en España. Ha publicado 400 títulos desde 1972 y ganado varios premios nacionales. En 2004 creó la Fundació Jordi Sierra i Fabra, en Barcelona, y la Fundación Taller de Letras Jordi Sierra i Fabra, en Medellín (Colombia).

En la jornada dedicada a Gisbert, Basilio Baltasar, director de la Fundación Santillana: "Es considerado un narrador de sueños, un arquitecto de lo imposible, un hacedor de enigmas, un constructor de laberintos, un hechicero de las palabras, un creador de misterios, un fabricante de ilusiones y un viajero en el tiempo.

¿Cabe añadir algo más?
Sí: un diseñador de escenarios fantásticos, un guardián de olvidos, un descifrador de misterios arcanos, un explorador de abismos…"

El mundo de la creación literaria infantil y juvenil se suma así a las jornadas de años anteriores que ha abordado temas sobre literatura de ficción, ensayo e ilustración con autores como Carlos Fuentes, Juan Goytisolo, José Saramago, Mario Vargas Llosa, Javier Marías, Arturo Pérez-Reverte, Luis Mateo Díez, Ángeles Mastretta, Antonio Muñoz Molina, Héctor Aguilar Camín, Rosa Montero y Manuel Vicent, Carlos García Gual, Santos Juliá y Vicente Verdú, Antonio Fraguas (Forges), José María Pérez (Peridis) y Andrés Rábago (El Roto).
http://cultura.elpais.com/cultura/2013/06/18/actualidad/1371549558_921176.html

viernes, 12 de noviembre de 2010

Aprender a leer y escribir cambia el cerebro

Unos experimentos muestran los cambios de la actividad mental en personas analfabetas y alfabetizadas
(Lo que ya había descubierto Luria, psicólogo discipulo de Vigotsky. Así que este experimento ha venido a confirmar y evidenciar lo ya descubierto en los años 30)
La alfabetización, la capacidad de leer y escribir, es algo muy reciente en la historia del ser humano, por lo que el cerebro debió recurrir a lo que ya tenía para hacer frente a esta nueva e importante actividad mental y no habría desarrollado mecanismos nuevos, genéticos o de desarrollo, algo que exige bastante tiempo evolutivo, creen los científicos. Unos investigadores han hecho ahora unos experimentos curiosos para medir su huella en el cerebro, analizando con técnicas de resonancia funcional el cerebro de 63 voluntarios brasileños y portugueses: 11 analfabetos, 22 alfabetizados ya de adultos y 31 que aprendieron a leer y escribir de niños.
Han identificado así las regiones cerebrales moduladas en la alfabetización, que están en zonas ya conocidas por su especialización en el vocabulario y en el reconocimiento visual de caras. Además la alfabetización mejora las funciones del habla. Todavía no saben si estos cambios en la anatomía cerebral, esta especialización dedicada a leer y escribir, merman o no la capacidad, por ejemplo, de reconocer rostros.
Stanislas Dehaene (Universidad Paris-Sur) y sus colegas destacan en el informe de su investigación en la revista Science que no sólo se aprecian diferencias en el cerebro entre las personas analfabetas y alfabetizadas, sino que son notables también las diferencias en aquellos que aprendieron de adultos, lo que indica que la educación a edades tardías "puede refinar profundamente la organización de la corteza".
El experimento es interesante, además, porque parte de los sometidos a resonancia funcional son analfabetos, mientras que la inmensa mayoría de los sujetos sanos de ensayos de este tipo son voluntarios de entornos académicos. Durante las pruebas, los científicos presentaron a las 63 personas diferentes tareas de reconocimiento de rostros, problemas de cálculo y respuesta a frases oídas y leídas.
La alfabetización, ya sea adquirida en la infancia o en la edad adulta, refuerza la respuesta cerebral de varias maneras, explican Dehaene y sus colegas. Por un lado relanza la organización de la corteza visual, pero también permite que, en respuesta a frases escritas, se active toda la red del lenguaje hablado en el hemisferio izquierdo. "La capacidad de leer, una invención cultural tardía, se aproxima a la eficiencia de la vía de comunicación más evolucionada de la especie humana, que es el habla", explican en Science. (A. R.-Madrid El País-12/11/2010)  (En la ilustración se ven registros de las resonancias de los cerebros de las diferentes personas, según sean analfabetos o lectores ante las diferentes pruebas)