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sábado, 27 de octubre de 2012

Berlín reconoce a la Cenicienta del Holocausto

A casi setenta años del fin de la guerra y dos décadas después de que se decidiera su construcción, se inaugura junto al Reichstag el monumento oficial a la matanza nazi de gitanos.

Ayer fue un día importante para los gitanos europeos y para los sinti y romaníes de Alemania y Europa central-oriental en particular. Veinte años después de la decisión, se inauguraba en Berlín el primer monumento oficial del genocidio gitano, el "Porrajmos" como se dice en lengua romaní, literalmente la "devoración".

El lugar está muy cerca del memorial de la Shoa y del Reichstag, en el corazón de la capital alemana.

Hasta medio millón de gitanos, el número exacto se desconoce, se estima que fueron exterminados por los nazis, pero el hecho tardó casi cuarenta años en ser reconocido oficialmente.

Fue el canciller Helmut Schmidt quien, en 1982, recibió por primera vez a una delegación del consejo central de los sintis y romaníes alemanes, el nombre que ésta minoría de 11 millones, la mayor de Europa, se da a sí misma en Alemania. Antes, en pascua de 1980, un grupo de gitanos supervivientes del holocausto había tenido que iniciar una huelga de hambre en el campo de concentración de Dachau pidiendo el reconocimiento del genocidio gitano y el fin de la discriminación. Mucho antes, en los juicios de Nüremberg contra los más altos jerarcas nazis el holocausto gitano no fue tratado más que de pasada, recordó ayer Zoni Weisz, representante de los supervivientes de aquella matanza.
El de Weisz fue el discurso más impactante de la jornada, provocó lágrimas entre muchos de los presentes. Cruda y directa sonó la afirmación del representante gitano: “la sociedad no ha aprendido nada, de lo contrario su actitud hacia nosotros sería otra”, dijo.

La inauguración del memorial, con discurso de la canciller Angela Merkel y en presencia del presidente federal, Joachim Gauck, ha tenido lugar veinte años después de que se tomara la decisión de erigir el monumento. Se trata de una obra del veterano artista judío Dani Karavan efectuada alrededor de un pequeño estanque que incluye un mecanismo triangular en el centro en el que cada día se depositará una flor. El estanque circular está rodeado de una superficie empedrada de doce metros con los nombres de los campos de concentración que albergaron a gitanos. Una larga lista europea. El proceso de realización de este monumento, rodeado de polémica y malentendidos, no hace sino ilustrar el carácter de “cenicienta del holocausto” que tiene la memoria de la matanza gitana.

A diferencia de la aniquilación en cautividad de 3 millones de prisioneros soviéticos, sobre los 5 millones que capturó el Tercer Reich, de los homosexuales, de los comunistas e izquierdistas en general, y aún más de los seis millones de judíos, los gitanos están en el furgón de cola de la memoria.

Después de la guerra la memoria del genocidio gitano fue omitida, tanto en el Oeste como en el Este de Europa, aunque en Polonia sí hubo actos conmemorativos ya en los años sesenta. En Alemania no hubo reconocimiento político ni legal, y, “la propaganda nazi sobrevivió como prejuicio social a la guerra”, se dice en medios gitanos. En 1990 se abrió en Heildelberg el primer centro de documentación sobre los sinti y romaníes alemanes, pionero en Europa, con el apoyo del gobierno federal.

Más preocupante por su actualidad es que en Europa los gitanos continúan sufriendo hoy extraordinarios niveles de pobreza y una discriminación rampante con pogroms y violencia racial, especialmente en países de Europa central y oriental. La Oficina para Derechos Humanos de la OSCE calificó el año pasado de “intolerable” la “violencia y discriminación” que la minoría gitana sufre en países como Hungría, donde ya en los años ochenta se prohibía el acceso a determinadas discotecas a ciudadanos de etnia gitana.

“El antigitanismo de la extrema derecha está siendo adoptado por políticos demócratas que desean hacerse con los votos de la derecha”, explica Romani Rose, presidente del consejo central de los sintis y romaníes de Alemania, también presente en el acto de ayer. Rose menciona la evidencia sociológica que muestra claramente cómo en los últimos años aumenta la violencia racista en Alemania y en Europa.

“Ese racismo ya no es de extrema derecha sino que encuentra cada vez más apoyo en el centro de nuestra sociedad“, dice el presidente de la asociación alemana de sintis y romaníes.

En febrero de 1995 una bomba en un campamento de romaníes de Oberwart, Austria, mató a cuatro personas y fue considerado como el más grave atentado racista cometido en el país desde la guerra. El 13 de octubre de 1999 las autoridades de Usti nad Labem (Chequia) erigieron un muro de dos metros de alto para separar un barrio de gitanos. En octubre de 2001 cinco miembros de una familia gitana, tres de ellos niños, murieron en un ataque incendiario realizado por agentes de la policía en la localidad ucraniana de Málaya Kachóvka.

En el Kosovo ocupado por la OTAN decenas de miles de romaníes de la región fueron expulsados por los nacionalistas albaneses. Alemania tiene actualmente el mayor contingente militar en Kósovo, que hace funciones de policía. “Sería importante que el gobierno alemán detuviera las expulsiones de gitanos kosovares”, dice Marian Luca, experto de la asociación gitana alemana. “Alemania reconoció la independencia de Kósovo y podría establecer allí programas para mejorar la situación de los romaníes allí”, dice. Los desmantelamientos de campamentos y expulsiones expeditivas decididas por el presidente Sarkozy en Francia recordaron hace dos años que el fenómeno afecta también de pleno a la Europa económicamente más próspera, estable y liberal. “El preocupante incremento de violencia racial contra sintis y romaníes no está recibiendo la necesaria atención política”, dice Rose. En Alemania hay 70.000 sintis y romaníes de nacionalidad alemana, sin contar emigrantes y refugiados. Prácticamente todos ellos perdieron familiares en el holocausto.

En la foto: La canciller alemana, Angela Merkel, el presidente del Consejo Central de la Población Sinti y Roma, Romani Rose, y el superviviente de un campo de exterminio Reinhard Florian, durante la inauguración del monumento por la víctimas Sinti y Roma, las dos familias gitanas centroeuropeas del nazismo, en Berlín,. Efe

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