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jueves, 29 de marzo de 2018

_- El conflicto como motor del mundo. Un singular proyecto artístico reflexiona sobre la revolución, la resistencia y la rebeldía en el Círculo de Bellas Artes de Madrid

_- La iconografía de la Revolución Rusa mantiene intacto su poder de atracción. Se pudo observar el pasado año cuando el trabajo de aquellos artistas de vanguardia, muchos de los cuales acabarían represaliados, inundó museos y páginas de publicaciones de todo el mundo con motivo del centenario del alzamiento contra el régimen zarista. También cautivan los brillantes eslóganes y la estética pop del Mayo del 68, tanto que su uso puede resultar manido incluso antes de que se cumpla estrictamente el 50 aniversario de las manifestaciones parisienses. Por eso y porque hay que buscar nuevas líneas de investigación, los responsables del Círculo de Bellas Artes de Madrid se plantearon ir más allá, sin dejar de consignar las dos efemérides. ¿Y qué tienen en común la revolución, la resistencia, la rebeldía y la revuelta? El conflicto, se respondieron.

A partir de ahí idearon un ambicioso proyecto intelectual que cuenta con citas e imágenes reconocibles, pero que centra su interés en el conflicto a través del tiempo, del arte, de la historia, de la política. Un relato poliédrico que igual alude el origen de la expresión revolucionaria “asaltar los cielos” (popularizada por Marx, aunque ya había sido empleada por Homero o Platón) que proyecta unos dibujos soviéticos de los años 20 apenas conocidos; exhibe recortes de periódicos sobre acontecimientos históricos que rememora el viaje en barcaza de una gigantesca estatua de un lenin caído, mientras en las orillas del río algunos súbditos se arrodillan como si fuera una deidad, en unas imágenes magnéticas filmadas por Angelopoulos para su película La mirada de Ulises.

“El conflicto es lo que mueve el mundo”, dice Juan Barja, poeta y director del Círculo, en mitad de la sala de exposición interactiva que conjuga frases, fotografía, vídeo y cine para conformar el discurso de El gran río. Resistencia, Rebeldía, Rebelión, Revolución. Comisariada por Lucía Jalón Oyarzun y David Sánchez Usanos, la muestra se prolongará hasta el 26 de agosto. “En vez de organizar una celebración sobre el 17 y el 68, hemos propuesto, tras más de dos años de trabajo, una reflexión sobre el conflicto en un proyecto en el que cobra especial relevancia la película y el catálogo”, añade Barja.

Potencial poético

La película está compuesta por 22 episodios (algunos más históricos, otros enfocados temáticamente), que se pueden ver independientemente o en conjunto. El montaje pretende también subrayar el potencial poético de las imágenes de archivo de múltiples procedencias, apoyándose en textos de Leonardo da Vinci, Bertold Brech, Sófocles y Albert Camus, entre muchos otros.

“Hemos planteado El gran río como una intervención a distintos niveles: visual (exposición), textual-libresco (catálogo), fílmico (película) y conversacional (ciclo de diálogos y conferencias). Pensamos que la revolución no es algo del pasado, que pertenezca a los grandes nombres y momentos insignes de la historia, la revolución no es para los museos ni las conmemoraciones: la revolución ha de ser de todos, ha de cambiar la experiencia y la vida cotidiana de la gente. La revolución es aquí y ahora”, explica Sánchez Usanos, uno de los dos comisarios de un proyecto en que el que también han trabajado Elisa y Farael Celda, Óscar Vincentelli y el propio Barja.

El gran río es un proyecto singular, similar a los que el Círculo dedicó a Walter Benjamin y a Fernando Pesoa. Ofrece una experiencia cultural que se filtra como el agua en el espectador y lector que se deje llevar por la corriente del pensamiento.

UNA ANTOLOGÍA DE CITAS
El catálogo de la exposición es una antología de fragmentos de textos y citas, relativa a los materiales de que está hecho el pensamiento. Por ejemplo, en el epígrafe Revolución, teorías y definiciones, se incluyen citas de Hannah Arendt (“La naturaleza del inicio ya implica y comporta (...) la arbitrariedad de lo absoluto”), J. W. Goethe (“Cuanto existe merece perecer”) o P.  J. Proudhon (“El poder es en sí cosa mecánica, la revolución es creación”). En el apartado Sobre la verdad, entran F. Fanon (“La búsqueda de la verdad es colectiva”) o T. Adorno (“La necesidad de expresar el sufrimiento es condición de toda verdad”).

https://elpais.com/cultura/2018/03/23/actualidad/1521822589_230864.html

sábado, 27 de enero de 2018

Hace 50 años empezó el Mayo del 68. Los Acuerdos de Grenelle entre el Gobierno, patronales y sindicatos fueron muy importantes para la teoría de los pactos sociales.

Hace medio siglo, el 8 de enero, François Missoffe, ministro de Juventud y Deportes del Gobierno Pompidou, fue a inaugurar una piscina a la Universidad de Nanterre, un centro del extrarradio inhóspito de París, rodeado entonces de chabolas y bidonvilles. Missoffe, responsable de un libro blanco acerca de la situación material y sociológica de los estudiantes franceses, fue abucheado. Un joven tomó la palabra y reprochó al ministro que ese libro blanco no abordase las relaciones sexuales entre los estudiantes. Aquel joven se llamaba Daniel Cohn-Bendit. Había comenzado Mayo del 68.

Sin ser una revolución en sentido estricto, las cosas nunca volvieron a ser igual después de aquel movimiento que prendió, con distintas modalidades, en muchas partes del mundo. Se transformaron bastantes aspectos de la realidad, culturales, económicos y políticos. También cambió el sujeto redentor de la contestación: el movimiento obrero, que había tenido el monopolio de las luchas por el progreso desde el año 1848, tuvo que compartirlo a partir de entonces con los movimientos estudiantiles, mucho más transversales.

En Mayo 68 fueron los estudiantes los que prendieron la llama y pidieron a los partidos de la izquierda tradicional y a los sindicatos de clase que se unieran a ellos. Cuando la mayor huelga general conocida hasta el momento asoló Francia y las ocupaciones de centenares de fábricas se añadieron a los cierres de facultades, a las manifestaciones en la calle y a los enfrentamientos con la policía, el Gobierno Pompidou llamó a la negociación para romper el frente unido de estudiantes y obreros.

Se firmaron entonces, en pleno mes de mayo, los Acuerdos de Grenelle (muy importantes para la historia de los pactos sociales) entre el Gobierno, las patronales y los sindicatos: se incrementó el salario mínimo un 35%, los salarios medios en un 12%, se llegó a un consenso sobre la semana laboral de 40 horas, y se reconocieron las secciones sindicales en el seno de las empresas.

Fue bastante para alterar el ritmo de los acontecimientos. Aunque en un principio las bases sindicales dijeron “no” al acuerdo, poco a poco volvieron a la normalidad y los estudiantes vanguardistas se quedaron solos, como al principio. A partir de ese momento las movilizaciones perdieron fuelle y se acabaron tras la reacción del general De Gaulle y la llegada de las vacaciones de verano de los universitarios.

De entonces a hoy ha habido continuidades y contradicciones. Entre las primeras, la aparición de una nueva izquierda que ha ido cambiando de faz conforme pasaba el tiempo. Los indignados, herederos de los soixantehuitard, no han producido ideologías de nuevo cuño que sustituyesen al marxismo en sus distintas versiones (maoísmo, trotskismo, espartaquismo, guevarismo,…); tampoco han apoyado sin reservas a un régimen o a un país concreto (como, por ejemplo, ocurrió con Cuba) y no se identifican con una clase social concreta, entre otros aspectos porque hoy las fronteras de clase son mucho más difusas.

Entre las contradicciones están que muchos de los sesentayochistas de antaño se integraron después en el sistema (políticos, catedráticos, intelectuales, economistas, periodistas,…) y dedicaron sus fuerzas a apuntalarlo o a reformarlo en primera línea de fuego. No a subvertirlo.

https://elpais.com/economia/2018/01/07/actualidad/1515354129_989095.html