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jueves, 28 de diciembre de 2017

Noviembre 1917- La democracia en el socialismo Miguel Salas 03/12/2017

Recordad que de aquí en adelante
sois vosotros mismos los que administráis el Estado.
Nadie os ayudará si no os unís por impulso propio
y si no cogéis en vuestras manos todos los asuntos del Estado.
(Lenin)

La toma del poder por una nueva clase social es el momento cumbre de todo proceso revolucionario y, al mismo tiempo, solo es el inicio de la titánica tarea de crear una nueva sociedad. Cuando la burguesía se adueñó del poder, en la revolución francesa o americana, previamente había conquistado buena parte de la base económica de la sociedad, sin embargo, para la revolución obrera adueñarse del poder era la condición previa para empezar a cambiar las condiciones económicas y sociales de la mayoría de la sociedad. El nuevo gobierno representativo de los soviets tuvo desde el primer día una tarea inmensa. La situación no dejaba de ser desesperada. La burguesía y los terratenientes no podían creerse lo que estaba sucediendo y confiaban que los bolcheviques no pudieran sostenerse en el poder. Kerensky, que había logrado huir, contactó con generales golpistas para marchar sobre Petrogrado, los oficiales reaccionarios intentaron organizarse y contaron, lamentablemente, con el apoyo de los mencheviques y social-revolucionarios. Al día siguiente de la insurrección, el 26 de octubre, formaron un Comité de Salvación de la Patria y la Revolución, otro intento más de conservar la alianza con la burguesía en contra de la revolución, no para hacer declaraciones formales ni para ejercer el papel de oposición, sino para llamar “a todos los ciudadanos a negar obediencia a los bolcheviques, a resistir de una manera activa a la sublevación, a echar mano del sabotaje y de la desorganización del avituallamiento. Su santo y seña es: Todos los medios son buenos contra los bolcheviques.” (Publicado en el diario Novaia Zhizn del 28 de octubre de 1917) El fracaso militar de los primeros intentos contrarrevolucionarios permitió un pequeño respiro. El 2 de noviembre la insurrección obrera se impuso en Moscú, mientras por toda la extensa Rusia iba prendiendo la llama de la revolución. La contrarrevolución fue sofocada porque no tenía apoyos suficientes entre la población. La guerra civil, que duraría hasta 1920 y causaría millones de muertos y la devastación de todo el país, solo pudo sostenerse por la ayuda e intervención de ejércitos extranjeros. Ejércitos de diez países intervinieron directamente y fueron los gobiernos imperialistas quienes sostuvieron y pagaron esa guerra contra los soviets, sin esa intervención la guerra civil probablemente hubiera durado bien poco.

Para ganar en la guerra de clases, lo decisivo eran las medidas políticas que el gobierno iba desarrollando. En la entrega del mes de octubre explicamos que las primeras decisiones fueron el llamamiento a una paz inmediata y sin anexiones y la entrega de la tierra a los campesinos. Los Comisarios del Pueblo (los ministros en los gobiernos burgueses) recibirían un sueldo igual al salario medio de un obrero cualificado, además de un suplemento de cien rublos mensuales por cada miembro de sus familias que no estuviese en edad de trabajar. El 2 de noviembre se promulgaba “la declaración de los derechos de los pueblos de Rusia” que ponía en práctica la igualdad y soberanía de los pueblos; el derecho de los pueblos a disponer de su propio destino, inclusive la separación; la abolición de todos los privilegios nacionales y religiosos y el libre desarrollo de todas las minorías nacionales. Esta declaración se complementó el 22 de noviembre con un llamamiento a los obreros musulmanes de Rusia y de Oriente en el mismo sentido. El 5 de noviembre se firmó un llamamiento a la población para combatir el sabotaje, “Poneos manos a la obra -decía- desde abajo, sin esperar que os den señal alguna. Instaurad el orden revolucionario más severo.” El 10, se emite un decreto aboliendo la diferencia de castas, el mismo día se deja a las municipalidades la tarea de proveer el avituallamiento local y de resolver la crisis de alojamiento por los medios que estén a su alcance. El 14 de noviembre, mediante un decreto, se invita a los obreros a que controlen, mediante sus respectivos comités, la producción, los negocios y la situación financiera de las empresas. El 1 de diciembre se crea el Consejo Superior de Economía; el 2, se firma un armisticio con Alemania; el 4, se establece el derecho de revocación de los cargos electos por sus electores, sin la necesidad de esperar a nuevas elecciones; el 7, se decide formar una Comisión extraordinaria para luchar contra el sabotaje y la contrarrevolución; el 9, se inician las conversaciones de paz en la ciudad de Brest-Litovsk (que no finalizarán hasta marzo de 1918) El 11 de diciembre se decreta la jornada de 8 horas de trabajo en la red ferroviaria (en la mayoría de las empresas ya se había conquistado antes de octubre) y se decide la creación de una Comisaría de Instrucción Pública para la enseñanza general, laica y gratuita (hasta entonces buena parte de la enseñanza básica estaba en manos de la Iglesia) El 14, se presenta ante el Consejo Superior de Economía el decreto sobre la nacionalización de los bancos; el 16, se establece la elegibilidad de los grados en el ejército y se decreta la confiscación de los bienes de la Sociedad Metalúrgica ruso-belga; el 17, se hace lo mismo con la Sociedad de Electricidad 1886; el 18, se legalizó el matrimonio civil y el 19, el derecho al divorcio; el 24, se acordó confiscar las industrias Putilov; el 29, se resolvió dejar de pagar el pago de cupones de rentas y dividendos; el 31, se creó un colegio de protección a la maternidad y a la infancia. El 3 de enero, se proclamó la República Federativa de los Soviets de Rusia. Una inmensa tarea legislativa para empezar a construir el socialismo.

Crisis de gobierno
En ningún manual estaban escritos los pasos a dar tras la victoria de la revolución. De hecho, muchos la veían como una anomalía histórica que hubiera sido mejor evitar. Los revolucionarios rusos solo contaban con el conocimiento de la revolución francesa y con las experiencias de la Comuna de Paría de 1871 y la revolución rusa de 1905, pero se atrevieron y tuvieron que decidir, improvisar y poner en práctica lo que nadie había hecho en la historia.

Se pretende explicar algunas de las causas de la posterior degeneración estalinista en un primigenio pecado original sobre el supuesto carácter dictatorial del bolchevismo y su rechazo hacia las otras tendencias socialistas, los mencheviques y los social-revolucionarios. Pongamos las cosas en su sitio. Lenin defendió que, dada la fuerza de los soviets que agrupaban a la mayoría de la clase trabajadora y los campesinos, era posible un tránsito pacífico si los partidos mayoritarios en los soviets tomaban el poder. Pero las tendencias socialistas moderadas rechazaron esa posibilidad y prefirieron la alianza con la burguesía, con todo lo que eso significaba, mantener la guerra, no dar la tierra a los campesinos, etc. Cuando en octubre, en el II Congreso de los soviets, los bolcheviques lograron la mayoría, el resto de tendencias socialistas abandonaron el Congreso y rechazaron sus decisiones, sólo se mantuvo una minoría menchevique, encabezada por Martov, y otra de los social-revolucionarios de izquierda, que presionaron para que se formara un gobierno de todas las tendencias socialistas. ¿Un gobierno entre quienes querían avanzar hacia el socialismo y quienes querían seguir manteniendo su alianza con la burguesía? Los bolcheviques propusieron un gobierno responsable de poner en práctica el programa decidido en el Congreso, paz, pan y tierra. “¡Que los conciliadores acepten nuestro programa y entren en el Gobierno!”, repetía Lenin, pero nadie respondió positivamente. Así fue como se conformó el primer gobierno de la revolución.

El vértigo de empezar a construir una nueva sociedad también afectó a la dirección del partido bolchevique. A los pocos días de estar en el gobierno, algunos miembros del gobierno y otros dirigentes del Comité Central decidieron dimitir de sus responsabilidades para presionar a favor de la formación de un gobierno de todos los partidos socialistas. La situación era crítica, pero pudo resolverse democráticamente. En esos tiempos las diferencias políticas solo eran eso, políticas, se debatían y se decidían por mayorías y minorías. Víctor Serge escribió en El año I de la revolución rusa: “No conocemos en la historia del movimiento obrero otro caso de una crisis tan grave que se haya resuelto de una manera tan sencilla y tan lógica.” No será la única ocasión. La cruel guerra civil y la paz de Brest-Litovsk con los alemanes y austríacos pusieron de nuevo al partido ante el abismo de la ruptura.

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Rosa Luxembourg
En las polémicas sobre la revolución rusa suele utilizarse un breve ensayo de Rosa Luxembourg titulado La revolución rusa [https://www.marxists.org/espanol/luxem/11Larevolucionrusa_0.pdf] para enfrentar sus opiniones a las del bolchevismo. Rosa, junto a Karl Liebneckt, fue una de las pocas revolucionarias que en Alemania denunció desde el primer día el carácter imperialista de la guerra y la traición de los dirigentes de la socialdemocracia alemana. Por su denuncia fue juzgada y condenada en junio de 1916. La revolución de noviembre de 1918 la liberó, pero en enero de 1919 fue asesinada por las fuerzas policiales que dirigían sus ex camaradas socialdemócratas.

Rosa escribió el ensayo en las duras condiciones de la cárcel y con poca información, como también se quejaba Liebneckt “incapaz una vez más de enterarme como es debido de los problemas rusos”, pero cuando recibió la noticia de la caída del zarismo no pudo más que exclamar: “una ventana se ha abierto al fin bruscamente y ha penetrado una corriente de aire puro y vivo.” En su trabajo polemizó con los bolcheviques sobre la política agraria, sobre la autodeterminación de las naciones y sobre la Asamblea Constituyente, pero, curiosamente, quienes pretenden utilizarla contra el bolchevismo solo suelen referirse a esta última cuestión. Efectivamente, Rosa plantea toda una serie de críticas y reservas sobre la política de los bolcheviques, en el sentido de que sus medidas ahogan la vida democrática y defiende “la participación más activa e ilimitada posible de la masa popular, la democracia sin límites.” Es más que probable que los bolcheviques apoyaran esa afirmación y, de hecho, son numerosos los llamamientos a la iniciativa audaz de las masas, a que sean ellas mismas quienes gestionen el Estado, “la organización proletaria tiene que hacer prodigios”, repetía Lenin. Pero todo eso sucedía con una guerra civil en marcha y con el retraso y posterior fracaso de la revolución en Europa.

Y como la polémica de Rosa se desarrolla a partir del reconocimiento y la importancia de la revolución rusa, expresa sus críticas teniendo en cuenta esas circunstancias. Se lee en su ensayo: “Todo lo que sucede en Rusia es comprensible y refleja una sucesión inevitable de causas y efectos que comienza y termina en la derrota del proletariado en Alemania y la invasión de Rusia por el imperialismo alemán” y, continúa más adelante, “pues una revolución proletaria modelo en un país aislado, agotado por la Guerra Mundial, estrangulado por el imperialismo, traicionado por el proletariado mundial, sería un milagro.” No pretendemos negar las diferencias de Rosa, que no tuvo ocasión de compartir con Lenin o Trotsky, y sobre las que no volvió a insistir desde que salió de la cárcel en noviembre de 1918, pero sí denunciar el abuso interesado de sus opiniones para desprestigiar la revolución. En la biografía de Rosa Luxemburg, escrita por Peter Nettl, escribe que ese ensayo “cumpliría mejor su objeto si lo viéramos como un análisis de la revolución ideal basado, como buena parte de la obra luxemburguiana, en una forma de diálogo crítico […] Los que se sienten felices con las críticas a los fundamentos de la revolución bolchevique harían mejor en dirigirse a otra parte.”

PD.:
En el suplemento cultural de El País del 2 de diciembre, el escritor Antonio Muñoz Molina ha publicado un artículo titulado "Un retrato de Lenin". Más que un retrato se ha limitado a recoger las más burdas calumnias e intoxicaciones. Dice que “La obsesión de Lenin no era la justicia social ni la igualdad, sino el poder político absoluto.” ¿Alguien podría explicarle la diferencia entre Lenin y Stalin?

Escribe también: “No habría llegado a Rusia sin la asistencia directa del Alto Mando alemán, que organizó su viaje en tren y le dio todo el dinero que necesitaba para la organización y la propaganda.”

¿Este es el nivel de conocimientos de la intelectualidad actual? Hace cien años que corren tales calumnias y está visto que no cesarán nunca. No se trata ni de cultura ni de conocimientos, sino de la estupidez de quienes sencillamente no pueden reconocer la verdad y tienen la posibilidad de seguir publicando mentiras.

http://www.sinpermiso.info/textos/noviembre-1917-la-democracia-en-el-socialismo