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viernes, 16 de febrero de 2024

Para el camarada Lenin, en su 150 aniversario

Fuentes: Instituto Tricontinental de Investigación Social [Imagen: Lenin en la Plaza Roja durante la manifestación del Primero de Mayo de 1919. Créditos: marxist.org

Vladimir Ilyich Ulyanov (1870-1924) fue conocido por el seudónimo de Lenin. Al igual que sus hermanos, fue un revolucionario, lo cual en el contexto de la Rusia zarista significaba pasar largos años en prisión y en el exilio. Lenin ayudó a construir el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia tanto por su trabajo intelectual como organizativo. Los escritos de Lenin no son solo sus propias palabras, sino la suma de las acciones y pensamientos de miles de militantes cuyos caminos se cruzaron. Era la notable habilidad de Lenin para llevar las experiencias de los militantes al ámbito de la teoría. No es de extrañar que el marxista húngaro György Lukács llamara a Lenin «el pensador más grande que haya producido el movimiento obrero revolucionario después de Marx» (Lukács, 2007)».

Construir una Revolución

En 1896, cuando las luchas espontáneas surgieron en las fábricas de San Petersburgo, los revolucionarios socialistas fueron tomados por sorpresa. No sabían qué hacer. Estaban desorientados. Cinco años después, V. I. Lenin escribió: «Los revolucionarios se han rezagado de la creciente actividad de las masas, tanto en sus “teorías” como en su labor; no han logrado establecer una organización permanente que funcione y sea capaz de liderar todo el movimiento» (Lenin, 5:397). Lenin sentía que este retraso debía ser rectificado.

La mayoría de los escritos principales de Lenin siguieron esta percepción. Analizó las contradicciones del capitalismo en Rusia (El desarrollo del capitalismo en Rusia, 1899), lo que le permitió entender cómo los campesinos en el extenso Imperio zarista tenían un carácter proletario. Basado en esto, Lenin peleó por la alianza obrero-campesina contra el zarismo y los capitalistas. Cuando la Revolución rusa de 1905 colapsó, Lenin escribió en Novaya Zhizn (12 de noviembre de 1905) que «la persistencia de la servidumbre» constituyó una «carga cruel para toda la masa de campesinos» y los «proletarios bajo su bandera roja han declarado la guerra a esta carga». Lenin discutía que no era suficiente para los trabajadores luchar por las demandas campesinas y que no era suficiente con alcanzar las demandas independientes del campesinado de tierra; lo necesario era profundizar la unidad entre los trabajadores y los campesinos en la lucha «contra el dominio del capital» y por el socialismo. No tenía sentido ser naif, partiendo del hecho de que existían relaciones de clases entre el «campesinado» y que los pequeños granjeros tuvieran sus propias intereses de clase establecidos en sus pequeñas posesiones privadas. El estudio de Lenin enfatizaba la diferenciación del campesinado, para entender que los pequeños granjeros tenían una cercana lealtad de clase a los terratenientes en términos de la defensa de la propiedad privada y en términos de derechos para explotar a los agricultores sin tierra. Lenin veía con claridad que el desarrollo de la unidad obrero-campesina debía comprender completamente las complejidades del campo, de lo contrario el movimiento por el socialismo sería desbaratado en un dirección pequeñoburguesa.

Los opositores al zarismo que no eran bolcheviques (como los socialdemócratas, los agrícolas radicales, los social-revolucionarios y los mencheviques) se mantuvieron lejos del proyecto socialista. Lenin entendió desde su compromiso con la lucha de masas y con su lectura teórica que los socialdemócratas —como la fracción más liberal de la burguesía y de los aristócratas— no eran capaces de conducir una revolución burguesa y mucho menos el movimiento que conduciría a la emancipación del campesinado y los trabajadores. Su valoración teórica fue elaborada en Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática (1905). Dos tácticas es tal vez el primer tratado marxista que demuestra la necesidad de una revolución socialista, incluso en un país «atrasado», donde los trabajadores y los campesinos necesitan aliarse para quebrar las instituciones de esclavitud y hacer progresar a la sociedad hacia el socialismo.

Estos dos textos de 1899 y 1905 muestran a Lenin evitando la visión respecto a que la Revolución rusa podía esquivar el desarrollo capitalista (como los populistas —narodniki– sugerían) o que debía atravesar el capitalismo (como los demócratas liberales —los Kadets—, por ejemplo, discutían). Ningún estado era posible ni necesario. El capitalismo ya había entrado a Rusia, un hecho que los populistas no reconocían; y podía ser superado por una revolución trabajadora y campesina, hecho que los demócratas liberales disputaban. La Revolución de 1917 y el experimento soviético probaron el punto de Lenin.

Habiendo establecido que las élites liberales no podrían liderar una revolución trabajadora y campesina, o ni siquiera una revolución burguesa, Lenin volvió su atención a la situación internacional. Desde su exilio en Suiza, Lenin vio cómo los socialdemócratas se rindieron frente a los belicistas en 1914 y entregaron a la clase trabajadora a la guerra mundial. Rosa Luxemburgo, igualmente consternada, escribió que «los trabajadores del mundo se unen en tiempos de paz; en tiempos de guerra se cortan las gargantas» (Luxemburgo, 1915). Frustrado por la traición de los socialdemócratas, Lenin escribió un importante texto — Imperialismo, fase superior del capitalismo –, en el cual desarrolló una comprensión clara del crecimiento del capital financiero y de las firmas monopólicas, así como del conflicto intercapitalista e interimperialista. Fue en este texto que Lenin exploró las limitaciones de los movimientos socialistas en Occidente, con la aristocracia obrera produciendo una barrera a la militancia socialista; y el potencial para la revolución en el Este, donde el «eslabón más débil» en la cadena imperialista debía ser encontrado. Los cuadernos de Lenin muestran que leyó 148 libros y 213 artículos en inglés, francés, alemán y ruso para clarificar su pensamiento sobre el imperialismo contemporáneo. Una evaluación clara acerca del imperialismo aseguró que Lenin desarrollara una posición firme sobre los derechos de las naciones a la autodeterminación, estuvieran estas naciones dentro del Imperio zarista o en cualquier otro imperio europeo. El núcleo del anticolonialismo de la URSS —desarrollado en la Internacional Comunista (Comintern)— se encuentra aquí (Riddell, Prashad y Mollah eds., 2019).

El término «imperialismo», tan central a la expansión que hace Lenin de la tradición marxista se refiere al desarrollo desigual del capitalismo a escala global y al uso de la fuerza para mantener esa desigualdad. Algunas partes del planeta —sobre todo aquellas que tenían una historia previa de colonización— permanecen en una posición de subordinación, con su habilidad para elaborar una agenda de desarrollo nacional independiente restringida por los tentáculos del poder económico, social, político y cultural extranjero. En nuestro tiempo, nuevas teorías han emergido que sostienen que las nuevas condiciones no pueden ya ser sostenidas por la teoría de Lenin. Antonio Negri y Michael Hardt, por ejemplo, argumentan que no existe la rivalidad geopolítica, lo que existe es solamente la extensión de la soberanía de Estados Unidos a escala mundial. A esto llaman Imperio. Lo que el pueblo —la multitud— debe hacer, sugieren, es combatir los términos de esta constitución, pero no el hecho de su aspiración global. Otros discuten que el mundo se ha aplanado, entonces no hay más un Norte global que oprime al Sur global, que las élites de ambas regiones son parte de un orden capitalista global. Este es el tipo de teoría que Karl Kautsky propone con el nombre del «ultraimperialismo» (Kautsky, 1970). Lenin le responde contundentemente a Kautsky y a esta teoría de «ultraimperialismo»: «(Kautsky afirma que) la dominación del capital financiero alivia la desigualdad y las contradicciones inherentes en la economía mundial, mientras que en realidad las incrementa» (Lenin, 19: 165). Los elementos del texto de Lenin están, por supuesto, pasados de moda —fue escrito cien años atrás— y requerirá de una revisión cuidadosa. Pero la esencia de la teoría es válida: la insistencia sobre la tendencia de firmas capitalistas a volverse monopolios, la crueldad con la cual el capital financiero drena el bienestar del Sur global y el uso de la fuerza para contener la aspiración de los países del Sur de trazar su propia agenda de desarrollo.

Finalmente, Lenin pasó el período de 1893 a 1917 estudiando cuidadosamente las limitaciones del partido de viejo tipo, el partido socialdemócrata. Si pasas algún tiempo con las Obras Escogidas de Lenin durante las décadas anteriores a la Revolución Rusa de 1917, encuentras miles de artículos y reportes sobre cómo fortalecer el trabajo de masas y la construcción del partido. En el texto de Lenin de 1899 Nuestro Programa insiste en que el partido debe involucrarse en actividades continuas y no confiar en estallidos espontáneos o iniciales (stikhiinyi). Esta actividad concreta llevaría al partido a un contacto íntimo y orgánico con la clase trabajadora y el campesinado, así como también ayudaría a germinar protestas que luego puedan asumir un carácter masivo. Fue esta consideración la que llevó a Lenin a desarrollar su comprensión del partido revolucionario en ¿Qué hacer? (1902). Lenin desarrolló ideas audaces para la construcción de un partido obrero-campesino, incluyendo el rol de los trabajadores con conciencia de clase como la vanguardia del partido y la importancia de la agitación política entre trabajadores para desarrollar una conciencia política genuinamente poderosa contra toda tiranía y toda opresión. Los trabajadores necesitan sentir la intensidad de la brutalidad del sistema y la importancia de la solidaridad.

Estos textos —desde 1896 a 1916— prepararon el terreno para que los bolcheviques y Lenin entendieran cómo operar durante las luchas de 1917. Es un indicador de la confianza de Lenin en las masas y en su teoría, que Lenin retrató en el audaz panfleto ¿Se sostendrán los bolcheviques en el poder? Este fue escrito unas semanas antes de la toma de poder. Y a medida que se desarrollaban los acontecimientos en 1917, Lenin constantemente intentó teorizar la dinámica del cambio. La revolución de Febrero de 1917 había derrocado al Zar; había llevado al poder a los liberales. Lenin siguió la pista de dos desarrollos de igual importancia: primero, que los liberales —bajo Kerensky— se estaban preparando para traicionar los objetivos revolucionarios y volver a poner Rusia en la guerra y por lo tanto conservar completamente el sistema zarista; segundo, que el proletariado revolucionario —y sus principales partidos— permanecían alertas y activos, y habían fortalecido su forma política a través de los Soviets. Los soviets controlados por obreros y campesinos se volvieron un centro de «poder dual» contra la Duma (parlamento) dominado por los liberales. Lo que esto significaba para Lenin, como escribió en varios de sus ensayos en este período, era que los soviets debían defender los objetivos revolucionarios y tomar el poder. En septiembre de 1917 Lenin escribió que para un marxista «la insurrección es un arte»; Lenin y los bolcheviques dirigieron sus fuerzas y en octubre de 1917 golpearon y completaron la Revolución Rusa de 1917.

Construir un Estado

Ninguna revolución es «completa» solo por tomar el poder. Había mucho más trabajo por hacer en el período inmediatamente posterior a que Lenin y sus camaradas tomaran el control del colapsado Estado zarista. Una lectura minuciosa de El Estado y la revolución (1918) anticipa los problemas enfrentados por los soviets en sus nuevas tareas: no solo no podían heredar la estructura del Estado, sino que debían «destruir el Estado», construir un nuevo conjunto de instituciones y una nueva cultura institucional, crear una nueva actitud de los cuadros hacia el Estado y la sociedad.

El texto más importante aquí es Las tareas inmediatas del gobierno de los soviets (abril de 1918), que diseña la agenda de la URSS en sus primeros años. Los otros textos muestran la actitud general de Lenin hacia la construcción del Estado y los desafíos que enfrentaba la URSS —rodeada de poderes hostiles— en este período. Es preferible menos pero mejor (1923), escrito hacia el final de su vida, es uno de los más honestos y razonables textos sobre los problemas enfrentados por el nuevo gobierno y la sociedad.

En su última aparición pública —en el Soviet de Moscú, el 20 de noviembre de 1922— se puede ver la personalidad de Lenin desplegada al máximo. Su confianza y su humanidad. Su honestidad y ambición:

«Todavía tenemos la vieja maquinaria y nuestra tarea ahora es remodelarla a lo largo de nuevas líneas. No podemos hacerlo de inmediato, pero debemos asegurarnos de que los comunistas controlan la maquinaria que les asignaron, y no, como suele ocurrir con nosotros, que la maquinaria los controle. No debemos ocultarlo y hablar de ello con franqueza. Tales son las tareas y las dificultades que enfrentamos en el momento en que hemos emprendido nuestro camino práctico, cuando no debemos abordar el socialismo como si fuera un ícono pintado de colores festivos. Necesitamos tomar la dirección correcta, necesitamos ver que todo esté controlado, que las masas, toda la población, verifiquen el camino que seguimos y digan: «Sí, esto es mejor que el sistema anterior». Esa es la tarea que nos hemos propuesto. Nuestro partido, un pequeño grupo de personas en comparación con la población total del país, ha abordado este trabajo. Este pequeño núcleo se ha fijado la tarea de rehacer todo y lo hará. Hemos demostrado que esto no es una utopía, sino una causa por la cual las personas viven. Todos hemos visto esto. Esto ya está hecho. Debemos rehacer las cosas de tal manera que la gran mayoría de las masas, los campesinos y los obreros, digan: «No son ustedes quienes se alaban a sí mismos, sino nosotros. Decimos que ha logrado resultados espléndidos, después de lo cual ninguna persona inteligente jamás soñará con volver a lo viejo». Aún no hemos llegado a ese punto. El socialismo ya no es una cuestión de un futuro lejano, ni una imagen abstracta, ni un ícono. Nuestra opinión sobre los íconos sigue siendo la misma, muy mala. Hemos traído el socialismo a la vida cotidiana y aquí debemos ver cómo están las cosas. Esa es la tarea de nuestros días, la tarea de nuestra época». (Lenin, 33: 442.)

Hacia 1921, la salud de Lenin se había deteriorado dramáticamente. En mayo de 1922 sufrió su primer ataque. Murió el 21 de enero de 1924 a los 53 años. Más de un millón de personas vinieron a rendirle homenaje durante tres fríos días de enero antes de que fuera acogido en un mausoleo en la Plaza Roja, donde su cuerpo permanece.

Lo que Lenin escribió cien años atrás no es para ser tomado como un evangelio. Es una guía. Las circunstancias cambian, los desarrollos deben estudiarse cuidadosamente. Fue Lenin quien nos enseñó que «lo que constituye la esencia, el alma viviente del marxismo, es un análisis concreto de una situación concreta» (Lenin, 31:165). Lo que aprendimos de Lenin es su método y su disciplina, su aguda conciencia de clase en términos de su comprensión de la política y la administración del Estado. Las revoluciones no se repiten en todas sus particularidades, tampoco los procesos revolucionarios. Conjeturas históricas diferentes, situaciones concretas, requieren diferentes dinámicas históricas revolucionarias. Tenemos a Lenin sobre nuestros hombros; él es nuestra inspiración y modelo.

Referencias

Kautsky, Karl (1970). Ultra-Imperialism. New Left Review, 1/59, January-February 1970.

Lenin, Vladimir. Collected Works. Moscow: Progress Publishers, 45 volumes, various dates.

Lukacs, Georg (2007). Lenin. Buenos Aires: Razón y Revolución/La rosa blindada.

Luxemburg, Rosa (1915). Rebuilding the International. Die Internationale, n.º 1. En Le Blanc, Paul (ed.) (1999). Rosa Luxemburg: Reflections and Writings. Amherst: Humanity Books.

Riddell, John; Prashad, Vijay y Mollah, Nazeef(eds.) (2019). Liberate the Colonies. Communism and Colonial Freedom, 1917-1924. New Delhi: Left Word Books.

Vijay Prashad es director del Instituto Tricontinental de Investigación Social y director editorial de Left Word Books (Delhi). Es editor de Lenin: Selected Writings (2018).

Este texto es el prólogo al libro Lenin 150, libro publicado con motivo del 150 aniversario del nacimiento de Lenin que contiene, junto con este texto de Vijay Prashad sobre la vida y la obra de Lenin, el ensayo de Lenin Tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo (1913) y el poema épico en honor a Lenin escrito por Vladimir Mayakovsky (1924).

jueves, 15 de febrero de 2024

El épico viaje en el tren con que Lenin regresó a Rusia para liderar la Revolución

Locomotora

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"La locomotora que haló los vagones en los que Vladimir Ilitch Oulianov viajó fue un regalo de Finlandia. 
 Pablo Esparza. Role, Especial para BBC Mundo*

La tarde del 9 de abril de 1917, un tren esperaba su salida de la estación de Zúrich en dirección a la frontera alemana. A bordo viajaban Vladimir Ilyich Ulyanov, más conocido como Lenin, y otros 31 revolucionarios. Su destino final: Rusia.

Después de más de una década en el exilio, solo ocho días separaban a Lenin de su entrada triunfal en la escena de la revolución rusa con un papel -el del líder revolucionario- para el que llevaba casi toda la vida preparándose.

Su llegada a Petrogrado, como se conocía en aquella época a San Petersburgo, supondría un punto de inflexión en la historia del siglo XX.

Pero antes de apearse en la Estación Finlandia de la ciudad rusa, el dirigente bolchevique tenía por delante un largo viaje a través de una Europa en plena I Guerra Mundial.

Un trayecto que, según los historiadores, cambió la estrategia de la revolución: el socialismo pasó de ser un objetivo a medio plazo a una acción inminente.

El nuevo plan quedó plasmado en las famosas Tesis de Abril, que Lenin hizo públicas apenas unos días después de su llegada a Rusia.

Sin zar

El recorrido fue minuciosamente preparado, pero en el momento de partir, su desarrollo, e incluso el recibimiento que esperaba a los exiliados en San Petersburgo, era incierto.

La situación en Rusia era convulsa. 
El zar Nicolás II Romanov (1868-1918), el último emperador de Rusia, leyéndole el acta de abdicación a los mensajeron de la Duma.

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El zar Nicolás II Romanov (1868-1918), el último emperador de Rusia, leyéndole el acta de abdicación a los mensajeron de la Duma.


 El 15 de marzo, el zar Nicolás II había abdicado como consecuencia de las protestas contra el desabastecimiento y la implicación rusa en la guerra contra Alemania.


La llamada Revolución de Febrero desembocó en la toma de control del país por un gobierno provisional formado por liberales y socialistas moderados con la connivencia de los bolcheviques.

Lenin se había enterado de esos acontecimientos en su residencia del número 14 de la calle Spielgasse de Zúrich, una modesta habitación en la que vivía con su mujer, Nadya Krupskaya. 

Lenin con su esposa, Nadya Krupskaya

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Lenin vivía en Zúrich con su esposa, Nadya Krupskaya.

Menos de un mes después, se encontraría en un tren a punto de emprender camino a Rusia.

Héroes o traidores
En el andén de Zúrich, en Suiza, las voces que cantaban la Internacional y los gritos de ánimo se mezclaban con acusaciones de traición contra el líder bolchevique y los suyos por haber aceptado cruzar Alemania, enfrentada a Rusia en el conflicto mundial.

A las 03:10, la locomotora se puso en marcha y el griterío fue quedando atrás. Los preparativos del viaje no habían sido fáciles.

Fritz Platten, secretario del Partido Socialdemócrata suizo, había logrado un acuerdo con el káiser Guillermo II para que Lenin y sus compañeros pudieran atravesar Alemania.

Pasaporte falsificado 
Pasaporte falsificado

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Lenin disfrazado en la foto de un pasaporte falsificado que le permitió escapar meses después del viaje en el tren sellado de vuelta al exilio en Finlandia.

Pero la bendición del káiser era un movimiento interesado. Y un arma de doble filo para los revolucionarios, que temían ser acusados de espionaje y traición al llegar a su país.

"Alemania estaba empeñada en que Rusia saliera de la guerra y Lenin era uno de los portavoces principales de quienes querían cerrar la participación rusa en la guerra. Fue por orden del propio káiser que llegaron los permisos para su salida", le dice a BBC Mundo Ricardo Martín, catedrático de historia de la Universidad de Valladolid.

"La obsesión del káiser era concentrar todo el esfuerzo bélico en un frente, en el frente occidental. Si el frente oriental desaparecía rápidamente, para Alemania podía ser la vida".

"Por supuesto, la sintonía entre el pensamiento del káiser y de Lenin era mínima, pero el káiser miró fundamentalmente el corto plazo", agrega el experto en historia rusa.

Límites territoriales... en el tren

Para contrarrestar el riesgo de ser vistos como colaboracionistas con los alemanes, Lenin estableció una serie de condiciones antes de aceptar la ayuda de Berlín.

Y así nació la idea del "tren sellado": un vagón con un estatus de extraterritorialidad similar al de una embajada extranjera en el que los exiliados podrían viajar a través de territorio enemigo sin contacto con los alemanes.

Lenin con soldados en vagón sellado 
Lenin con soldados en vagón sellado

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Así imaginó el artista Pyotr Vasilievich Vasiliev (1899-1975) el encierro en el tren sellado en el que viajó Lenin hacia Petrogado en abril de 1917.

"Desde el momento en que se embarcaran en el tren, no lo abandonarían hasta el final del trayecto. Las puertas estarían selladas", cuenta el historiador Robert Service en su libro "El tren sellado".

De acuerdo con ese plan, el propio Fritz Platten viajaría en el tren y ejercería de intermediario para evitar el contacto directo entre los exiliados rusos y sus interlocutores alemanes.

"Lenin insistió en que no se dieran nombres, sólo una lista de números de pasajeros", apunta el profesor emérito de historia de Rusia en la Universidad de Oxford.

En la estación de Gottmadingen, ya en Alemania, se produjo el cambio de trenes. Dos oficiales del ejército alemán embarcaron en el mismo vagón que los exiliados y se instalaron en un compartimento de tercera clase en uno de los extremos.

De acuerdo con Service, se trazó con tiza una línea blanca en el suelo para delimitar el "territorio alemán" del "territorio ruso".

"En cuanto el tren se movió de la estación de Gottmadingen, los temores se disiparon y se levantaron los ánimos", cuenta el historiador británico.

La escala misteriosa

El "tren sellado" avanzaba ya por Alemania.
 
Afiche de Lenin

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Afiche de Lenin 

¿Fue en esa escala que cambió la dirección en la que dirigió a Rusia?

Los hombres que viajaban solos se instalaron en compartimentos de tercera clase, las mujeres y las parejas -incluidos Lenin y su esposa- en segunda.

"Una de la primeras dificultades tuvo que ver con el tabaco, que Lenin detestaba. Desde el principio decidió que quienes quisieran fumar debían retirarse al servicio", apunta Service.

Desde la frontera sur, el vagón -que cambió varias veces de vía y de locomotora- se adentró en Alemania en dirección a Berlín. Los exiliados cruzaron Ulm, Stuttgart, Karlsruhe, Frankfurt... hasta llegar a la capital alemana, donde el tren se detuvo durante horas.

Esa misteriosa escala, señala Service, tuvo consecuencias profundas en la forma de pensar de Lenin.

Lenin en tren 

Lenin en tren

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Cruzó una Europa en guerra con permiso del enemigo de Rusia, al que le convenía convencerlo de que los rusos dejaran de luchar contra Alemania.

La teoría marxista más extendida entendía que países atrasados económicamente como Rusia debían pasar por un periodo de capitalismo al estilo occidental antes de adentrarse en el socialismo.

Pero a su llegada a San Petersburgo, el líder bolchevique defendió una estrategia revolucionaria que omitió ese paso intermedio.

Lo que había después que no hubo antes

"Las razones de esa parada son al mismo tiempo oscuras y tentadoras (…). ¿Hubo una reunión secreta en la que Lenin recibió información que le hizo cambiar la estrategia de la revolución?", pregunta Service.

"Aunque los eventos de aquella noche en Berlín sólo pueden ser objeto de especulación, no hay duda alguna de que durante el viaje de Berlín a San Petersburgo, Lenin alteró por completo su plan táctico (…)".

"Ningún historiador -soviético u occidental- ha sido capaz de dar una explicación adecuada sobre esto hasta la fecha", subraya el experto en historia rusa.

Sin embargo, Service apunta una hipótesis:

Afiche con propaganda soviética de los años 20

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Afiche con propaganda soviética de los años 20: "¡Todo el poder para los soviéticos! ¡Paz para el pueblo! ¡Fábricas y molinos para los trabajadores!". Lenin empuñando el diario Pravda... ¿financiado por Alemania?

"Después del viaje a través de Alemania en el tren sellado hubo un factor que no existía cuando Lenin estaba en Suiza: una gran cantidad de financiación alemana, suficiente para publicar periódicos en toda Rusia y difundir propaganda a una escala que Lenin nunca antes pudo concebir".

Las autoridades soviéticas e historiadores comunistas siempre negaron la existencia de esos fondos alemanes.

Bienvenido a Estocolmo

Sea como fuere, tras su escala en Berlín, Lenin y sus compañeros prosiguieron su viaje y el 12 de abril llegaron a Sassnitz, en la costa báltica, donde embarcaron en el ferry sueco "Reina Victoria", con destino a Trelleborg.

Desde allí prosiguieron, de nuevo en tren, hasta Malmo y después, en un ferrocarril nocturno, hasta Estocolmo.

Mapa del viaje
Mapa del viaje de Lenin desde Suiza hasta Rusia
En la capital sueca, Lenin fue recibido casi como una estrella y se reunió con socialistas locales y con otros exiliados.

Al día siguiente, una multitud de periodistas y curiosos lo despidieron en la estación, desde donde salió rumbo a Haparanda, 600 km al norte.

Tornio, la primera ciudad de la entonces provincia rusa de Finlandia, se encuentra al otro lado del río Torniojoki, que está congelado a mediados de abril, y que deben atravesar en trineo.

En la frontera, el interrogatorio y los registros fueron intensos, pero finalmente consiguieron pasar.

Punto de peligro

Era domingo 15 de abril. Lenin le envió un telegrama escueto a su hermana, que se encontraba en San Petersburgo, pidiéndole que le informara al periódico oficial bolchevique de su llegada inminente.

Telegrama: 
Telegrama: Llegada el lunes 23 horas. Avisa a Pravda

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El día siguiente, el tren atravesó Finlandia.

"Por la tarde se acercaron a la frontera de Rusia. Beloostrov, la pequeña ciudad de la frontera ruso-finlandesa era el primer punto de peligro, un lugar obvio para que una unidad de cosacos o de junkers, los cuerpos de élite, los esperara para arrestarlos", indica Service.

La detención no sucedió y los revolucionarios se adentraron en Rusia: su destino final, la estación de Finlandia, estaba a apenas unas horas.

Paz, pan y tierra

La noticia de la llegada de Lenin corrió como la pólvora y las autoridades locales prepararon un recibimiento masivo.

Miles de personas con pancartas y símbolos revolucionarios esperaban a los exiliados. Era de noche y muchos llevaban linternas y antorchas. La imagen de la llegada se convertiría en uno de los íconos de la Revolución Rusa y del arte soviético.

Ya en San Petersburgo, sobre el andén, Lenin pronunció un discurso clave para entender el devenir de Rusia.

Lenin declamando

Lenin declamando

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Pie de foto,

Entre otras cosas, Lenin es recordado también por su condición de gran orador de masas.

"El pueblo necesita paz, el pueblo necesita pan, el pueblo necesita tierra. Y ellos le dan guerra, hambre, no pan y dejan a los terratenientes con la tierra. Debemos luchar por la revolución social, luchar hasta el final, hasta la victoria completa del proletariado. Larga vida a la revolución social internacional".

34 semanas

Apenas unos días después, Lenin desarrolló estas ideas en sus Tesis de Abril que, según los historiadores, servirán de hoja de ruta para la Revolución de Octubre.

"Con ellas rompe de alguna forma con otros líderes bolcheviques que no estaban de acuerdo con esa estrategia: firma inmediata de la paz, proceso de colectivizaciones, no colaboración, incluso lucha, con el gobierno provisional y el famoso 'todo el poder para los soviets'", señala el profesor Martín.

Lenin 

Lenin

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Un viaje que cambió la historia.

La Revolución Rusa -con sus consecuencias profundas y duraderas no sólo para Rusia- llegaría ocho meses después de este viaje de Zúrich a San Petersburgo. En apenas 34 semanas cambió el mundo.

Como el mismo Lenin dijo: "Hay décadas en las que no pasa nada y semanas en las que pasan décadas".

*Este artículo fue publicado originalmente el 9 de abril de 2017 para conmemorar el centenario de la salida de Lenin de Zurich en su regreso histórico a Rusia.

domingo, 12 de agosto de 2018

Escritos sobre jacobinismo, bolchevismo, Lenin y la revolución rusa, de Antonio Gramsci. Reseña de Allí donde la voluntad quiera y como la voluntad desee.

A favor del Gramsci leninista



¡Qué hermoso título! ¡Qué libro con tantas aristas interesantes! Para gramscianos, para los que estamos en ello y para todos los que desean aprender. Como la voluntad lo desee, señala el editor, es “el núcleo del marxismo revolucionario de Gramsci, opuesto abiertamente al positivismo evolucionista imperante entonces y aún ahora” (p. 21). El título es una frase (no siempre verdadera en mi opinión) de uno de los artículos más celebres del revolucionario sardo, “La revolución contra El capital”.

Algunas ideas políticas de fondo (a las que, conviene destacarlo, no puede ni debe reducirse lo mucho que aporta esta amplia y documentada antología): “En la actual difusión del pensamiento de Gramsci en España se hace un esfuerzo denodado por separar la obra de Lenin la de Gramsci”. Gramsci consideraba a Lenin, sostiene Joan Tafalla, como el autor de la principal aportación hecha en el siglo XX a la filosofía de la praxis, al marxismo: “la teoría de la hegemonía. La presente selección de textos aporta elementos de prueba en defensa de la idea de que Gramsci es el autor del mejor intento de traducir la filosofía y la política de Lenin sobre la hegemonía a las condiciones y al contexto del mundo occidental” (La presentación se abre, precisamente, con una consistente cita de Togliatti de 1958 en la que afirma: “Considero que la aparición y el desarrollo del leninismo en la escena internacional fue el factor decisivo de toda la evolución de Gramsci como pensador y como hombre político acción”).

No estoy en condiciones de comentar la exactitud de la anterior afirmación (en lo que respecta a la recepción actual de Gramsci en España). Pero no es imposible, en absoluto, que en la difusión actual de Gramsci en España (y también en otros países: hay autores que teorizan y hablan de un Gramsci liberal, otros (o los mismos) contraponen Gramsci al movimiento comunista como ha denunciado su propio nieto) se haya construido o se esté construyendo un muro de separación entre el pensamiento gramsciano y las concepciones leninistas (no sería la primera vez que se operase en ese sentido; también fue así, en otra dimensión si se quiere, en tiempos de teoría y teóricos del eurocomunismo). En cualquier caso, no ha sido así, no se abonado una interpretación antileninista de Gramsci, en algunas lecturas de su obra. Pienso, por ejemplo, en la de Francisco Fernández Buey o en la de muchos de sus discípulos. Creo que el editor estaría de acuerdo con esta apreciación.

Unas breves observaciones sobre un libro que no deberían pasar por alto entre la acumulación de novedades y lecturas para este verano:

1. Puede verse una bella (y sentida) presentación de Antonio Gramsci en la solapa interior del libro, cuyo autoría, sin atisbo para duda alguna, es del editor. Puede completarse, por supuesto, con el prólogo del propio editor. Se leen aquí pasajes como éste: “Estamos ante un autor anónimo, que escribe para diarios obreros, al servicio de una tarea colectiva, orgánica, que intenta contribuir a la constitución de la clase obrera en clase nacional. El lector no se encuentra frente a un autor narcisista en búsqueda del reconocimiento del público por la originalidad o la extravagancia de su obra” (p. 17). Los intelectuales -Gramsci era mucho más que eso- no son una clase homogénea.

2. La estructura de esta antología: una extensa y documentada presentación del editor (“Para soldar el presente con el porvenir”), 10 textos gramscianos de 1917, 17 de 1918, 13 de 1919, 2 de 1920, 4 de 1921, 3 de 1922, 5 de 1924, 3 de 1925, 6 de 1926 (más otros seis textos, varias cartas de Togliatti entre ellos). Cada apartado se abre con una cita muy pensada que no debería pasarse por alto.

3. La finalidad del editor es señalada en estos términos: “Esta compilación de 69 textos (artículos, cartas y documentos de archivo publicados) pretende que el lector en lengua castellana pueda acercarse al pensamiento de Gramci vinculado más directamente a la revolución rusa a la construcción del socialismo en la URSS” (p. 15).

4. Todos los textos están anotados, con notas breves y sustantivas, que nunca abruman, y que piensan siempre en el lector. No están puestas para lucimiento del editor sino para ayudarnos a los lectores, informando sobre autores, acontecimientos o contextualizando. No hay cultivo de la (sin) razón narcisista.

5. Se cierra el libro con una Biblioteca general, que incluye una detallada relación de las numerosas aportaciones de Joan Tafalla sobre la obra gramsciana.

6. Hay, por otra parte, más proyectos en cartera: “el arco cronológico de esta selección y presentación se limita a los años que transcurrieron entre 1917 y 1926. Queda pendiente una segunda compilación con la elaboración grasmciana sobre este tema realizada durante los años 1926-1935 y publicada en los Cuadernos y Cartas de la Cárcel. Espero no tardar mucho en completar esa tarea”. De hecho, lo señala el propio editor, durante el trabajo de selección de textos para este volumen “he tratado de priorizar aquellos materiales y artículos que anuncian algunos de los temas que serán tratados de manera más profunda, serena y madura en los Cuadernos de la cárcel y en la Cartas de la prisión”.

7. Una de las tesis interpretativas centrales de JT: “A mi modo de ver, Gramsci despliega su obra a lo largo de los años y de las circunstancias sin solución de continuidad, madurando y completando sus concepciones, sin perder un hilo rojo que parte de las Tesis de Feuerbach y de las obras políticas de Marx. Y lo hace siempre sin abandonar una lectura hegeliana del autor de Tréveris y de su mejor seguidor italiano, Antonio Labriola” (la cursiva es mía).

8. Es justo destacar la lectura del editor de uno de los escritos gramscianos más célebres: “La revolución contra El capital” (pp. 19-28). ¡No se salten su lectura!

9. Uno de los pasajes que más ha conmovido a este reseñador (del apartado “Agradecimientos”) es este: “También debo mencionar la Antología de Gramsci preparada por Manuel Sacristán que, desde 1973, me ha acompañado e inspirado durante todos estos años de militancia comunista. La obra divulgativa de la obra de Gramsci realizada por Francisco Fernández Buey contribuyó durante décadas a alimentar mi curiosidad por la obra del comunista sardo” (p. 58). Coincidencia que es más que una coincidencia: JT finaliza su presentación con un texto de Gramsci, “Cuestiones de método”, del Cuaderno 16, una reflexión muy del gusto de Sacristán y de Fernández Buey.

10. Destacable por su brillantez y erudición: el lector puede leer una documentada nota a pie de página (la 21, página 80) sobre el origen del aforismo “pesimismo de la inteligencia, optimismo de la voluntad”. Resuelve muchas dudas, evita muchos errores.

11. Del coraje político gramsciano y de su pensar con la propia cabeza es muestra el último texto incorporado, la carta que dirigió a Togliatti el 26 de octubre de 1926, dos semanas antes de su detención, que el editor, sabiamente, ha hecho bien en no anotar. Desnuda ante el lector.

Asuntos menores. Hubiera convenido, en mi opinión, un índice conceptual y onomástico e incluso un glosario sucinto de conceptos gramscianos. En las próximas antologías, en la próxima reedición de esta antología.

Un libro complementario como recomendación: Manuel Sacristán, El orden y el tiempo, Trotta, Madrid, 1998, edición, presentación y notas de Albert Domingo Curto. Centrado en la misma época que esta hermosa, rigurosa y políticamente comprometida Antología: Allí donde la voluntad quiera y cómo la voluntad desee. Que así sea, con todo el realismo político que seamos capaces de administrar al mismo tiempo.

domingo, 1 de julio de 2018

Entrevista a Ariel Petrucelli sobre Ciencia y utopía. En Marx y en la tradición marxista (XIII). “Una elite revolucionaria con pocos privilegios materiales sería un gran avance pero no puede ser el objetivo”

Salvador López Arnal
Rebelión

Profesor de Historia de Europa y de Teoría de la Historia en la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Comahue (Argentina), Ariel Petruccelli ha publicado numerosos ensayos y artículos de marxismo, política y teoría de la historia. Es miembro del consejo asesor de la revista Herramienta. En esta conversación nos centramos en su libro Ciencia y utopía, Buenos Aires, Ediciones Herramienta y Editorial El Colectivo, 2016. Se define como “marxista libertario con una amplia participación política en el movimiento estudiantil (en tiempos ya lejanos) y sindical docente”. Ha cultivado el humor político en un colectivo de agitadores culturales (El Fracaso) que editó a lo largo de más de una década dos publicaciones satírico-revolucionarias: La Poronguita y El Cascotazo.

***

Tras una extensa reflexión, comentaba usted que al llegar a este punto era ineludible regresar al meollo de la pregunta efectiva, que, añadía, “puedo reformular, sin perder sustancia, creo, como el interrogante sobre la posibilidad de una vida política no profesionalizada, no burocratizada”. En esto estamos.

La idea, tan arraigada en el seno de la izquierda, de un partido de revolucionarios profesionales tiene un contenido elitista anti-democrático. También tiene un contenido realista: es difícil imaginar cómo se podría desarrollar una acción política a gran escala sin personal dedicado exclusivamente a tales tareas. Hay aquí una tensión. La política, y sobre todo la política socialista, debería ser cosa de todos. Pero la existencia de profesionales de la política establece una divisoria entre una elite y las masas. Sin embargo, insisto, es difícil ver cómo se podría desarrollar una labor eficaz, en las complejas sociedades en que vivimos, sin compañeros dedicados full time a tareas de política y organización. El fantasma y la realidad de la burocracia ha sido omnipresente en los sindicatos obreros, en los partidos socialistas (revolucionarios o no) y en los estados pos-revolucionarios mitológicamente llamados “obreros”. Ahora bien, ¿podemos prescindir de militantes full time, de maquinarias de personal rentado para tareas políticas antes y sobre todo luego de acceder al poder? Yo creo que no, lo cual no implica hacer la apología de esta necesidad. Que sea necesario no quiere decir que sea un bien.Es, en todo caso, un mal necesario. Pero pienso que cierta retórica obrerista y clasista tiende a ocultar esta problemática. Yo prefería llamar al pan pan y al vino vino. Creo que lo mejor es asumir un radicalismo intelectual incompatible con fantásticas imágenes consoladoras. Pero este radicalismo intelectual debería, a mi juicio, convivir con cierto “pragmatismo” político.

Nos explica esta convivencia.
En el caso concreto que venimos analizando, yo creo que hay que decir sin medias tintas que la clase obrera no ejercerá directamente el poder en los estados revolucionarios … pero esto no para hacer la apología de la burocracia (ni tampoco para abandonar las expectativas revolucionarias luego de comprender la imposibilidad de una igualdad completa), sino para extremar los alertas ante ella en lo que será sin duda un lento, complejo, ambiguo e incierto proceso de transición.

El mal necesario de la burocracia es de una naturaleza tal, que entiendo que es ilusorio pensar que podemos solucionarlo con el acceso de algunos o muchos obreros a posiciones de liderazgo o dirigencia. Y digo esto porque un obrero que se transforma en militante rentado, en secretario general de alguna organización sindical, en ministro, en diputado, etc., deja de facto de trabajar de obrero. Ciertamente era un problema el que los líderes socialistas mayoritariamente no provinieran de la clase obrera; pero aun cuando provinieran de ella, el hecho de convertirse en líderes comenzaba a despegarlos de la vida obrera. No sucede lo mismo en el caso de los intelectuales (al menos de muchos de ellos). Como dirigentes siguen dedicándose a escribir y hablar, que es lo que caracteriza a al menos buena parte de los intelectuales. Pero, en cualquier caso, la divisoria entre dirigente y dirigidos, militantes profesionales y ciudadanos comunes es un problema para el que no se avizoran soluciones fáciles. Podremos hablar todo lo que queramos de la dictadura del proletariado, el estado obrero, el poder para el pueblo y por el pueblo, etc., etc., pero, ¿cómo evitamos la entronización, consolidación y reproducción de una elite política? Y todos vemos cómo estas elites políticas se perpetúan incluso entre minúsculos partidos que carecen casi de influencia y riqueza. ¡Imagínate cuando tomen el poder!

Pero usted conoce las reflexiones que se han hecho sobre esta temática en la tradición...
Desde luego que conozco las recetas históricas: revocatoria de mandato, rotación en los cargos, que no ganen más que un metalúrgico, etc. Pero desgraciadamente también conozco lo insuficiente que han sido estas recetas en los partidos, en los sindicatos y en los estados pos-revolucionarios. Esa ley de hierro de la burocracia de la que hablaba Michels. Esa tendencia de las organizaciones políticas y sindicales obreras a desarrollar burocracias auto-perpetuadas es una cosa seria. Su magnitud y universalidad deberían alertarnos. Tiene causas profundas, muy profundas, y sería ingenuo pensar que las mismas desaparecerán fácilmente poco después de la revolución. Por supuesto que es muy seductor pensar que construiremos un estado obrero, y que en él cualquier obrero o empleada podrá ser un funcionario dirigente. Pero desgraciadamente las cosas no son tan sencillas (como bien prueba el abismo entre lo previsto por Lenin en El estado y la revolución y la realidad del estado soviético). De hecho, la idea misma de que una clase explotada sea una clase dominante es un contrasentido, aún con la cautela y el carácter provisional en que lo planteó Marx. Hay muchos problemas aquí. Pero me concentro en uno, que me parece central.

Adelante con ese problema central.
Cualquier miembro de una clase explotadora puede ejercer el dominio político (directo) sin que ello implique grandes cambios en su condición social. Un terrateniente o un capitalista puede ser presidente, ministro, diputado, intendente o senador sin dejar de ser capitalista o terrateniente. Sigue poseyendo sus mismos medios de producción y percibiendo sus mismos ingresos privados. El acceso a cargos políticos ni siquiera tiene por qué alterar significativamente sus ingresos o su forma de vida. No sucede lo mismo con un obrero. La esencia del capitalista no se modifica si conoce cada detalle de la fábrica de la que es dueño o si jamás en su vida la ha visitado. Pero un obrero no es tal sin trabajar de obrero. Y al ocupar un cargo político deja de hacerlo. Imaginemos que no se modifica su ingreso, que cobra lo mismo que cobraba en la fábrica. Ello no significa que no se produzcan grandes cambios en su forma y condiciones de vida: ahora tiene que tomar decisiones de una magnitud y de un tipo imposibles en la línea de montaje; se relaciona con personas antes inimaginables; se encuentra en una posición en la que ya no tiene que obedecer órdenes superiores, sino que por el contrario empieza dar sus propias órdenes; aunque no se quede personalmente con un centavo, por sus manos pasan verdaderas fortunas, sobre las que él tiene un gran capacidad para definir su destino, etc., etc. Podríamos pensar que rotando estas responsabilidades entre todos los trabajadores la cosa se solucionaría. ¡Pero cuán difícil es esa rotación!!!! Incluso para las simples tareas de un sindicato (en comparación con las de un estado revolucionario), ya podemos ver lo difícil que resulta aplicar el principio de rotación y alternancia. Desde luego que el principio es válido, y habrá que defenderlo. Pero deberíamos ser cuidadosos de lo que podemos esperar de él. Para mí sirve para limitar y controlar a las elites políticas (inclusos las elites revolucionarias); mas no para eliminarlas.

Nada de lo dicho implica necesariamente, a mi juicio, una mirada benevolente de la burocracia o de las élites dirigentes.
No creo que se colija de lo que ha señalado ningún juicio o mirada benevolente .

Se trata de realismo para entender su necesidad; no de aprobación apologética. Por consiguiente, la asunción realista de la imposibilidad de eliminarlas debe ir de la mano con los máximos esfuerzos por limitar sus privilegios, poderes y cristalización temporal. Al mismo tiempo, como conducta personal de los revolucionarios (pero no como exigencia a la totalidad de los funcionarios) se debe preconizar cierto ascetismo, renuncia a los privilegios, desarrollo de trabajo manual voluntario, etc. En mi opinión, la mayoría de los partidos de izquierda toleran y hacen la vista gorda ante formas y niveles de burocratización allí donde el fenómeno es evitable (por ejemplo en su propio seno), al tiempo que se muestran a mi juicio increíblemente ingenuas sobre lo que sucederá bajo el socialismo. Yo creo que hay que hacer lo contrario: combatir con mayor firmeza a la burocratización allí donde no es indispensable, sin ser ingenuos en cuanto a la posibilidad de eliminar a las elites y a la burocracia a cierta escala.

Incluso en una economía colectivizada es difícil ver cómo el obrero manual podría estar efectivamente en pie de igualdad con los trabajadores intelectuales, los profesionales o con los cuadros dirigentes. La experiencia de los estados revolucionarios de tipo soviético es más bien triste al respecto. Y aunque yo creo que serían posibles modelos sensiblemente mejores y más democráticos de socialismo, a esta altura me resulta difícil creer que en su seno no habrá diferencias sociales importantes.

¿Diferencias de clase?
Si tales diferencias serán diferencias de clases es una cuestión que en buena medida depende de la definición de clase que se tome. Hay mucho escrito al respecto, desde los clásicos de Trotsky sobre la burocracia como estrato privilegiado y la “nueva clase de Djilas”, hasta las más recientes conceptualizaciones de explotación de status o explotación por cualificaciones, sobre las que han escrito Roemer o Wright. Pero se trate o no de diferencias de clase, se tratará sin duda de diferencias y desigualdades importantes, que mal haríamos en ignorar cuando se dieran, y mal haremos ahora en no prever. Victor Serge dijo proféticamente en relación en los primeros inicios de la deriva burocrática de la revolución rusa: “el peligro están en nosotros”. Fue así, sigue siendo así, y creo que seguirá siéndolo. Nosotros los intelectuales, nosotros los revolucionarios profesionales, llevamos el virus.

¿Y tiene cura, podemos superar ese virus?
Es un virus para el que no se conoce cura todavía, pero del que se sabe la vertiginosa capacidad expansiva que tiene. Las experiencias de Rusia, China, Yugoslavia, Cuba, Nicaragua, Venezuela si querés, dicen mucho al respecto. Para no hablar de la facilidad con que el movimiento obrero produjo burocracias sindicales, y la increíble dificultad con que las contrarresta. Seguir hablando de estados obreros, de la abolición del estado, del objetivo de la disolución de la política por medio de una auto-organización espontánea de las masas sin institucionalización, etc. puede servir para la crítica de los órdenes existentes, pero no para la elaboración de propuestas viables alternativas. Se trata, a mi juicio, de una crítica irrealista; que nos dispone (y está bien) a los cuestionamientos de las burocracias y las élites, pero nos desarma respecto de las vías concretas por medio de las cuales podemos combatirlas. Y si mi hipótesis es correcta, si estamos realmente ante una plaga que no podemos aniquilar, entonces se impone buscar la manera de limitar sus alcances y sus efectos nocivos (dejando de soñar con su desaparición lisa y llana).

Claro, una élite revolucionaria con algunos privilegios simbólicos y pocos privilegios materiales sería un gran avance respecto de una sociedad de clases como el capitalismo. Pero no puede ser el objetivo, no es un bien; todo lo más será un mal necesario. Pero me cuesta ver cómo podríamos, en cualquier socialismo hoy imaginable, evitar la emergencia de este tipo de elites. Por eso prefiero bajar el tono sobre el socialismo y la clase obrera. El obrero de la línea de montaje no ejercerá directamente el poder: lo ejercerán funcionarios (de diferentes orígenes sociales) elegidos por ese y otros obreros. Lo cual no es lo mismo.

Desde luego, las palabras son palabras, y cada quien las puede usar como quiera. Perfectamente se podría argumentar que en un estado socialista (digamos, ya sin burguesía) toda la población es trabajadora y percibe un salario, con lo cual es legítimo hablar de estado obrero o de estado de los trabajadores. El punto, en todo caso, es que esto puede ser y ha sido usado como un mecanismo ideológico para ocultar los privilegios y el dominio de las burocracias. Y yo no creo que sea tan simple evitar a las burocracias, ni mucho menos creo que un estado socialista sea (como creyó Marx) un estado que propugna extinguirse a sí mismo y se encamine a hacerlo en un lapso más o menos breve. Por eso prefiero evitar los eufemismos o las fórmulas rituales consoladoras.

Me surgen mil preguntas sobre lo que ha señalado pero no puedo abusar de usted. Mi “explotación”, la que practico sobre usted y su tiempo, también tiene sus límites.

Habla usted de la imposición de una agricultura mecanizada y colectivista, “cuando los campesinos defendían la pequeña propiedad”. Me ha hecho pensar en Chevengur y en mi padre, un campesino, un jornalero agrícola, que aspiraba a la pequeña propiedad que nunca tuvo. ¿Es tan malo aspirar a la pequeña propiedad? ¿Hizo bien el gobierno bolchevique defendiendo esa agricultura mecanizada-colectivista a la que hace referencia? ¿Qué tipo de colectivismo era ese colectivismo impuesto? ¿Qué podía surgir de esa imposición?

Como socialista, estoy comprometido con formas colectivas de propiedad. Puede que no sea malo, o tan malo, en ciertos contextos, aspirar a la propiedad (privada); pero no es mi ideal. Pero la defensa de un ideal de propiedad colectiva no significa que uno acepte cualquiera de sus formas. La colectivización forzada del agro soviético fue deleznable. Y sus consecuencias sociales y económicas bastante perjudiciales.

¿Y si fuera un ideal contradictorio, o inconsistente, o poco eficaz, o de muy difícil praxis?
Creo que todos los ideales son en parte contradictorios, o al menos están atravesados por tensiones; y todos son de difícil praxis: ¿han sido menos contradictorios o más sencillamente establecidos los ideales liberales, nacionalistas, cristianos, etc.?

Seguramente no. Francisco Fernández Buey también solía llamar la atención sobre esas otras contradicciones o tensiones, no siempre reconocidas.

Habla usted en una nota a pie de página de las influencias populistas en el pensamiento de Lenin. Discute usted con las tesis de S. Clarke. ¿Qué aspectos de la tradición populista rusa serían heredados o incorporados por Lenin en su pensamiento político? ¿Fue buena o mala esa influencia?

Puede ser una discusión de nunca acabar.
Haga lo que pueda.
Hay muchas maneras de interpretar al populismo y al marxismo. En todo caso, Clarke creo que exagera las influencias populistas en Lenin; así como cree tener muy en claro qué sería ser auténticamente marxista. Yo diría, para no escapar por la tangente, que Lenin rechazó de los populistas (o, mejor dicho, de algunos de ellos) la táctica del terrorismo y la expectativa en emplear las tradiciones comunales como base de un socialismo agrario. Tomo de ellos (de algunos de ellos) la idea de un partido clandestino centralizado formado por revolucionarios profesionales íntegramente dedicados a la causa.

La dictadura del proletariado de la que también nos habla en este apartado, ¿llegó a existir en algún momento en la URSS?

Quizá en los primeros meses; pero rápidamente fue evolucionando hacia un régimen represivo. El contexto de guerra civil, claro, no favorecía a la dictadura del proletariado, entendida como una amplia democracia de los explotados.

La última pregunta de hoy: el socialismo revolucionario del siglo XXI, ¿debe ser hablando y vindicando la dictadura del proletariado? Si fuera que sí, ¿cómo debería concebirse y formularse para no generar incomprensiones y rápidos alojamientos a la velocidad de la luz en el vacío?

Habría que pensar en dos niveles analíticos, en una doble dimensión. La dimensión de los conceptos en su contenido empírico; y la de las resonancias simbólicas de los mismos. El sentido empírico original del concepto “dictadura del proletariado” suponía una amplia democracia de trabajadores, en el entendimiento de que sería un régimen todavía de clases, y que todo régimen de clase es en el fondo una dictadura (aún cuando tenga formas “democráticas”). El sentido contemporáneo y las sensibilidades actuales son diferentes. De tal cuenta, yo sería partidario de emplear otra terminología. De todos modos cuáles serían las formas posibles de una democracia de los productores es una incógnita histórica.

***

Nota de edición. 
Entrevistas anteriores:

Entrevista a Ariel Petrucelli sobre Ciencia y utopía. En Marx y en la tradición marxista (I). "La perspectiva materialista en los términos de Marx que asumo puede sintetizarse en la sentencia: ‘el ser social determina la conciencia social'" http://www.rebelion.org/noticia.php?id=238338

Entrevista a Ariel Petrucelli sobre Ciencia y utopía. En Marx y en la tradición marxista (II). "El socialismo como la organización de los productores libremente asociados nunca vio la luz, salvo a pequeña escala o por momentos fugaces" http://www.rebelion.org/noticia.php?id=238571

Entrevista a Ariel Petrucelli sobre Ciencia y utopía en Marx y en la tradición marxista (III). "Sobre el marxismo sin ismos de Paco Fernández Buey tengo la mejor de las opiniones. En realidad la tengo del conjunto de su obra" (*) http://www.rebelion.org/noticia.php?id=238794

Entrevista a Ariel Petrucelli sobre Ciencia y utopía. En Marx y en la tradición marxista (IV). "Antoni Domènech ha realizado un estudio histórico magistral del concepto de fraternidad" http://www.rebelion.org/noticia.php?id=239177

Entrevista a Ariel Petrucelli sobre Ciencia y utopía. En Marx y en la tradición marxista (V). "Intento mostrar que Marx tuvo -hasta finales de los sesenta del XIX- una concepción relativamente ingenua del proceso de expansión capitalista" http://www.rebelion.org/noticia.php?id=239526

Entrevista a Ariel Petrucelli sobre Ciencia y utopía. En Marx y en la tradición marxista (VI). "Para Marx las cosas verdaderamente valiosas son las que constituyen un fin en sí mismas y no un mero medio para otra cosa" http://www.rebelion.org/noticia.php?id=239785

Entrevista a Ariel Petrucelli sobre Ciencia y utopía. En Marx y en la tradición marxista (VII), "La concepción usual de la dialéctica en la tradición marxista se basa en generalidades como la negación de la negación" http://www.rebelion.org/noticia.php?id=240133

Entrevista a Ariel Petrucelli sobre Ciencia y utopía. En Marx y en la tradición marxista (VIII). "La pasión política es tomar la política como una necesidad vital, como un fin en sí mismo y en el que se juegan las convicciones" http://www.rebelion.org/noticia.php?id=240735

Entrevista a Ariel Petrucelli sobre Ciencia y utopía. En Marx y en la tradición marxista (IX). "Marx, en sus últimos años, corrige algunas concepciones suyas de años anteriores; pero no veo una ruptura total o completa". http://www.rebelion.org/noticia.php?id=241240

Entrevista a Ariel Petrucelli sobre Ciencia y utopía. En Marx y en la tradición marxista (X). “Engels solía ser más perspicaz que Marx en muchas cuestiones históricas, y en asuntos científicos, por no hablar de los militares” http://www.rebelion.org/noticia.php?id=241504

Entrevista a Ariel Petrucelli sobre Ciencia y utopía. En Marx y en la tradición marxista (XI). “Plajanov es un exponente del determinismo tecnológico: una concepción que yo no comparto” http://www.rebelion.org/noticia.php?id=242601

Entrevista a Ariel Petrucelli sobre Ciencia y utopía. En Marx y en la tradición marxista (XII). “No hay ningún vínculo necesario entre clase obrera y socialismo” http://www.rebelion.org/noticia.php?id=242899

viernes, 6 de abril de 2018

Entrevista a la filósofa y feminista Ana de Miguel. "Almodóvar nos ha amaestrado para pensar que ser puta es maravilloso".

Claudia González Romero
La voz del Sur

La filósofa y profesora feminista valora la huelga del #8M, habla sobre la polémica de las paragüeras, la prostitución y el caso Weinstein, entre otros temas, con motivo de su visita a Jerez para dar una conferencia sobre los retos del feminismo.

La filósofa, escritora y profesora Ana de Miguel (Santander 1961) es una de las eminencias del movimiento feminista en España, con más de 20 años dedicados a la investigación para esclarecer el origen de la desigualdad de género y conocer los nuevos mecanismos que permiten que el patriarcado continúe "asfixiando" a la mujer en el siglo XXI. Su penúltimo libro, Neoliberalismo sexual. El mito de la libre elección, arroja luz a la polémica de las paragüeras del Circuito de Jerez, un asunto que causó revuelo en el municipio y que se fue extendiendo a lo largo y ancho del mundo. En el mes de las reivindicaciones feministas, la filósofa visitó la ciudad jerezana para dar una conferencia sobre Los retos del feminismo: un mundo con rumbo, organizada por Ganemos Jerez, en el salón de la ONCE.

¿Cómo califica la huelga feminista del pasado 8 de marzo?
Impactante. No hay nadie que no se haya quedado impactado en este país. No creo que nadie de aquí ni del resto del mundo. Ayer hablé con una profesora de la Universidad de Columbia y me dijo: "Explícame esto". Nadie ha podido infravalorarla realmente.

¿Seguimos en la tercera ola feminista o estamos ya en una cuarta?
Estudio mucho el mundo anglosajón y tenemos que estudiar qué pasa en el resto del mundo. Y el feminismo anglosajón tiene una influencia inmensa en España. Autoras como Judith Butler o alguna francesa... Y en los periódicos del mundo anglosajón lleva escribiéndose sobre que estamos en una cuarta ola desde hace 10 años. Se refieren a este feminismo cool al que se suman actrices y que cada vez más se va poniendo de moda. Como que Beyoncé se negara a bailar con chicos y baile siempre con mujeres. El feminismo iba tomando posiciones en una serie de cosas con mucha visibilidad: el cine, los videoclips, las cantantes, la moda... Y el impacto de las nuevas tecnologías, sobre todo. Estas le han dado al feminismo una dimensión que no tenía antes, que era llegar por las bloguers, youtubers… que ejercen, igual que las llaman influencers, mucha influencia sobre las chicas y los chicos.

Sobre el caso Weinstein, ¿cree que se destapó por intereses de la industria cinematográfica o por la concienciación de los medios de comunicación?
Totalmente por la conciencia. El feminismo, de forma lenta —demasiado lenta porque llevamos más de 200 años—, una convence a varias más y esas varias más. Es un proceso de concienciación muy lento y que tiene que ir apoyado porque las mujeres tengamos una posición más fuerte dentro de la sociedad, de más poder en el sentido de capacidad. No en el sentido del dominio, sino de tener capacidad. Que nuestra opinión se oiga, estar en los medios de comunicación, capacidad de haber estudiado y estar en la universidad… En ese sentido, lo de Weinstein ha tenido bastante que ver los hijos de Woody Allen. El hijo de Woody Allen lleva años entregado a hacer ver a la comunidad de Hollywood lo que significa infravalorar los abusos sexuales de su padre. Ha sido él quien ha iniciado una investigación. Todo el mundo lo sabía, ¿no? Pero alguien tiene que crear un ambiente de "hasta aquí hemos llegado". Que es como sucede en las revueltas, en las revoluciones. Es el proceso lento en que las mujeres pasan a considerarse personas y entonces lo que antes consideraban tolerable —como que le sobaran el culo—, de repente, ya no lo es.

Yo tengo una hija de 19 años, le pongo muchas películas que me han gustado y hace poco le puse Chicago, ​protagonizada por Renée Zellweger y Catherine Zeta-Jones. En la primera sale Katherine medio desnuda bailando en un cabaret. Un baile donde ves lo buena que está y lo bien que baila. Y la otra la mira con mucha envidia. Y mientras ella está mirando, pasa uno que le toca el culo y en la siguiente escena se ve cómo ella se está acostando con él. Y ella se estaba acostando con él para conseguir un puesto y poder entrar como fuera de corista ahí, para trabajar. Se estaba viendo como absolutamente normal. Y lo sacan profundamente idealizado, ¡ah qué guay! Una escena de polvo de los 90.

Y yo vi cómo mi hija me miró y me dijo: "¿Pero esto qué es? ¿qué me estás enseñando? ¿cómo hay que acostarse con alguien para conseguir un trabajo?". Igual no ha soportado el paso del tiempo. Mira que luego habrá números buenos. Pero es que en los 90 nos han amaestrado a que teníamos que usar la sexualidad para cualquier cosa y todo genial. Almodóvar nos ha amaestrado para pensar que ser puta es maravilloso y que violen a transexuales también. Y es una cosa que ya ha cansado.

Jerez saltó a las cabeceras por liderar un cambio: eliminar la figura de las paragüeras del Circuito de Jerez por sexualizar a las mujeres y convertirlas en un mero anuncio. Pero en la ciudad hubo más detractores que apoyos, con el argumento de que iban a perder sus puestos de trabajo, cuando se pensaba recolocarlas. ¿Su penúltimo libro, Neoliberalismo sexual. El mito de la libre elección de las mujeres, trata sobre esto, ¿no?”.

Es un ejemplo provindencial. Sin embargo vemos cómo esto sigue una estela: la Fórmula 1, la vuelta ciclista… En el momento en el que las mujeres estamos plantadas como seres humanos, ya, vernos o ver a nuestras hermanas como elementos decorativos... Uno, cuyo sentido es ser elementos decorativos y elementos sexuales, porque no son otra cosa, son parte del atrezo. Dos, su actitud: servir ante el ser humano neutral que es el que va a conducir, subir una montaña, a dar una conferencia… Y en la televisión iremos a por las azafatas estas que están todo el día también. Luego alguien puede decir, bueno mujer, si ellas quieren… Lo primero, cualquier ser humano quiere, si mañana establecemos la poligamia, claro que querrán muchas personas, pero el caso es qué estructuras y qué instituciones queremos para una sociedad que está implicada en la igualdad. Y bueno, a nosotras las mujeres no nos pasa nada por no ver a chicos medio desnudos continuamente. Es más, nos pasan cosas muy buenas por no aprender e interiorizar que los chicos varones son trozos de carne hermosos a nuestro servicio, mientras nosotras desempeñamos nuestro trabajo vestidas.

Y te diré que las chicas jóvenes sufren una presión enorme por sus cuerpos. Estoy harta de estar con adolescentes, y no hay ninguna que considere que tiene bien los brazos. Ninguna, porque, por ejemplo, en el programa de Wyoming, Sandra Sabatés sale todos los días enseñando sus hermosos brazos torneados. A mí me han invitado varias veces y si voy se lo diré, yo vengo, pero quiero los hermosos brazos torneados de vosotros. ¿Por qué ella tiene que aparecer así? No es ya que ella aparezca como un reclamo sexual, si no que las chicas están todo el día viendo los cuerpos de otras bien hechos. Y de ahí no salen bien.

La mujer objeto, la explotación de la mujer para satisfacer al hombre… Dice que mientras vivamos en un patriarcado, la prostitución seguirá siendo una escuela de desigualdad humana, perpetuando la relación entre sexualidad y dominación. ¿Cuál es su postura ante la prostitución?

La prostitución es mucho más que la prostitución. Verdaderamente es una escuela de desigualdad porque es donde a los chicos jóvenes, que son encantadores, pero la sociedad les va a convencer de esta idea: las mujeres están para que tú disfrutes con ellas. Punto, entonces, cómo en una sociedad igualitaria, cómo les vas a introducir esa idea. Las mujeres son trozos de carne para que tú te corras. Mira, para que tú tengas placer te vamos a poner chicas de todos los países, que no hablan tu lengua, qué más da, son trozos de carne.

La prostitución es la institución que al chico, varón, futuro hombre, le dice: si tienes dinero en la cartera, te vamos a poner una en un polígono o en un burdel o en un escaparate. Te vamos a poner una para que tú puedas disfrutar sexualmente con ella. ¿Qué les está diciendo la sociedad a ese chico?.

No te pongas en el lugar de ella, ponerse en el lugar de los demás es el punto número uno de lo que llamamos la posición moral. Yo soy profesora de filosofía moral, y se está rompiendo la definición de trata a una persona de manera moral. Dos, piensa solo en tu placer. Eso que se está construyendo es el núcleo de la persona para una sociedad neoliberal capitalista repugnante dispuesta a que, ¿qué te importan los demás? Solo te importa tu placer. Eso sí, un taco de dinero en el bolsillo porque si no, tampoco nos vas a importar nada tú. Y este mensaje lo están oyendo machaconamente.

Yo voy al cine con mis hijos adolescentes y todo es: tú que eres un transgresor, que no te pones límites… solo les falta decir: "Vete de putas". Es que se está construyendo este nuevo ser humano que bajo la argucia de que es tan rebelde y tan transgresor, te lo dice el propio capitalismo desde los anuncios y la prostitución es el consumo de seres humanos, el no poner límites. Es un conglomerado de significados que hacen juego. Y eso es lo que espero comentarles a tus compañeros de Jerez.

Todo muy roussoniano, que la sociedad es la que pervierte a las personas.
Sí. Es la sociedad pero es que la sociedad se vuelca realmente en el rosa y el azul, bajo la apariencia de que educamos en igualdad. Se vuelca en hacer chicos y chicas de manera distinta. Eso sí. Estudiar Física y Lengua, todos lo mismo. Pero no es el estudio lo que te da el sentido de tu vida, son los valores que se forjan.

¿Está relacionada la prostitución con los vientres de alquiler?
Lo está totalmente, porque el patriarcado lo que ha hecho, como núcleo duro, es construir a las mujeres como seres de segunda, el segundo sexo, con un motivo. Para convertirlas más en cuerpo que en mente. Como cuerpo, las mujeres han hecho muchos servicios en general y a hombres en particular. Cuidar al resto de los cuerpos. —No me gusta mucho hablar de cuerpos porque yo creo que las personas somos seres humanos y el cuerpo va incluido en el paquete, pero por eso mismo está el daño de esta sociedad hacia las mujeres—.

Las convierte en cuerpo por tres motivos:

1. Cuerpo que cuida a los demás, utilizando todos los recursos, también emocionales, pero físicos sobre todo;

2. Cuerpo que bien ornamentado es un objeto sexual para dar placer a los demás, como por ejemplo las paragüeras; y

3. Cuerpos para reproducir a la especie. Porque si no se reproduce, aquí se acaba todo ¡eh!. Es algo muy importante, pero en concreto para reproducir a los hombres. Porque si no te has dado cuenta, tú llevas el apellido de tu padre, y lo llevas porque tú eres más de tu padre que de tu madre. Que lo lleves el primero es la señal indeleble de que tú has sido engendrada más por tu padre que por tu madre, que ha sido donde te has cocido. La ley del padre es que los hijos son del padre, solo de ellos la patria potestad, durante siglos.

Y ahora hay colectivos como los gais que nunca habían tenido interés en el cuerpo de las mujeres en este tercer caso. Y ahora lamentablemente han pasado a tenerlo. Y aplican lo de la teoría de la libre elección a lo bestia. ¿Qué queremos? Mujeres que engendran nuestros hijos. Pues vamos a desarrollar la teoría de la libre elección. Ahí el feminismo ha luchado por la libertad de las mujeres. ¿no? Pues entonces libertad para las mujeres que lo quieran hacer. Y así, de sencillito, con este giro tan mono. ¿Habéis luchado para ser libres? Ahora vais a ser libres para hacer libremente lo que antes hacíais por obligación. Y a ver quién es capaz de oponerse en una sociedad que valora la libertad y que en los institutos todos los chicos y chicas están ya convencidos de que la libertad es esto, elegir como vas vestida, o elegir si eres puta o no.

Hace poco una campaña del Instituto Andaluz de la Mujer contra el acoso callejero se descolgó de Youtube momentáneamente por la cantidad de hombres que denunciaron que el video incitaba al odio contra el hombre, cuando nosotras somos las intimidadas y señaladas en la calle. ¿Para usted, qué significa un piropo?
La pregunta ya me resulta tramontana. Yo no sabía ni que siguieran existiendo los piropos. Yo como persona del Norte, de Santander, o ya por la edad… Yo veo que los hombres nos han dado azotes en el culo hasta la saciedad, cuando yo era pequeña, te pellizcaban, te metían mano… Pero piropos… Esto me parece una intromisión ilegítima en el área de la intimidad de una persona. Pero a mí me preocupa más ver a los chicos, que los veo continuamente, escupiendo en el suelo. Pandillas de 15 años, señores de 50, de 70… Y sin cortarse un pelo. Yo, más que oír decirles piropos a nadie, lo que les veo es escupiendo. Fíjate qué es lo que hacen en el espacio público. No veo nunca a una mujer escupiendo, a no ser que sea una persona mayor que lo necesite. Pero, ¿qué coño piensan del espacio público? ¿Qué es suyo? Pero lo de los piropos… Pasa un hombre o una mujer por la calle y es que no me tolero decirle nada de su aspecto físico ni de nada. No entiendo por qué otros lo tienen que hacer.

Resulta que cuando suelo debatir sobre estos temas, los hombres opinan que son males menores para las mujeres, y que en la actualidad la gran lucha de la mujer es la brecha salarial. ¿Qué opina si algún hombre le asalta con esto?
Opino lo mismo que opinaba Aleksandra Kolontái, la gran feminista comunista, de principios del siglo XX. Lenin, líder de la revolución soviética, quería que se hiciera un trabajo específico con las obreras para hacerlas comunistas. Porque decía que las mujeres era la parte más retrógrada de la sociedad. Como eran religiosas, cuidadoras de la familia, más conservadoras… Había que hacer un trabajo específico para enseñarles la economía marxista, la teoría del Estado y la revolución… Pero ellas, las obreras, se juntaban y solo querían hablar de temas de matrimonio, del amor, de la sexualidad, de lo infelices y la amargura que sentían con sus compañeros varones, por cómo las trataban de mal, seguramente por la violencia o por cómo se gastaban el poco dinero que tenían en los burdeles de la esquina o en beber.

Y Lenin cuando se enteró montó en cólera. El primer estado revolucionario en peligro y las trabajadoras conciencias por las noches se dedican a hablar de temas del amor y la familia en el presente y en el futuro. Las feministas marxistas como Aleksandra Kolontái por su puesto que reflexionaron sobre lo económico, y sobre el tema de los cuidados, de que los hombres debían pasar a hacer los cuidados, pero también hablaban de todos los temas relacionados con lo desempoderadas que estaban, cómo las trataban —como a la nada— de sexualidad, mucho de amor, del cuidado de los hijos…

Esta respuesta vacilona de que todo es la economía y la economía reducida a brecha salarial, vamos a ver, hay brecha salarial por algo, la brecha salarial es la consecuencia de todo lo anterior, de todo lo que ellas quieren discutir. De por qué los hombres no hacen nada en casa, de por qué los hombres se consideran el ser humano neutral, de por qué se les tolera todo lo que quieran hacer en las relaciones sexuales, afectivas… como tener dos familias, tener hijos ilegítimos por ahí... Ahora, dicho esto, en el mundo en el que vivimos, el trabajo es absolutamente necesario porque es un embrión de autonomía, autonomía intelectual, afectiva, moral…

Hoy en día tienes que tener tu autonomía y si dependes económicamente de alguien, estás también en sus manos del resto de las maneras. Salvo excepciones, que siempre las hay. Es que esos hombres, lo que hacen es echar balones fuera, decir: vuestro problema es algo en lo que ¡ay!, mira por donde yo no puedo hacer nada, lo podrá hacer el malvado empresario o el malvado Estado que mantiene la brecha salarial. Hay brecha salarial porque tú estás ahí, y porque seguramente, si tenéis un hijo, y ella ha cogido el trabajo a tiempo parcial… Es todo, es un sistema y dentro de este todos desempeñan una función.

En una entrevista con José Ángel Lozoya, expuso que “no hay igualdad real sin el cambio de los hombres”. Pero, ¿cuál debería ser el papel de los hombres en el movimiento feminista?
Lo primero, sentarse a leer los libros y a estudiar. Leer un libro que diga qué es el feminismo, de dónde venimos. En 200 años cómo ha sido la lucha de las mujeres. Por qué los hombres nos han puesto tantos obstáculos para llegar a donde hoy hemos llegado. Por qué estamos siempre planteándoles nuestras reivindicaciones y ellos, pues nada, mirando a otro lado. Tienen que sentarse a leerlo. El feminismo es una teoría completa de vida. Ya no podemos seguir dándoles clases particulares en la barra de los bares. No podemos estar manteniendo debates que nos aburren porque ya lo llevamos teniendo 35 años.

Tienen que hacer el esfuerzo de formarse un poco, porque en el feminismo no vale la mera intención del quiero hacer algo para ser igual. Tienes que conocer las causas de cómo se reproduce la desigualdad para poder atacarlas. Y eso solo puedes hacerlo estudiando. Lo primero es comprender la lógica del sistema, comprender cómo se reproduce la desigualdad, cómo se legitima para saber luego cómo comenzar a realizar acciones que verdaderamente transformen la sociedad patriarcal.

Para terminar, ¿cuál ha sido la frase machista que más la ha ofendido?
Es una larga retahíla. Pero voy a poner la de Nietzsche: “Una cosa te digo, Zaratrusta, si vas con mujeres, no olvides el látigo”. Por ser un filósofo al que adoran mis alumnas y alumnos. Y cada vez que les digo esto, no lo pueden tolerar. Levantan la mano y me dicen: “Usted no ha comprendido a Nietzsche”. Y les digo, sí, dime que parte de la frase no he comprendido.

Fuente: https://www.lavozdelsur.es/ana-de-miguel-almodovar-ha-amaestrado-que-ser-puta-es-maravilloso