Vladimir Ilyich Ulyanov (1870-1924) fue conocido por el seudónimo de Lenin. Al igual que sus hermanos, fue un revolucionario, lo cual en el contexto de la Rusia zarista significaba pasar largos años en prisión y en el exilio. Lenin ayudó a construir el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia tanto por su trabajo intelectual como organizativo. Los escritos de Lenin no son solo sus propias palabras, sino la suma de las acciones y pensamientos de miles de militantes cuyos caminos se cruzaron. Era la notable habilidad de Lenin para llevar las experiencias de los militantes al ámbito de la teoría. No es de extrañar que el marxista húngaro György Lukács llamara a Lenin «el pensador más grande que haya producido el movimiento obrero revolucionario después de Marx» (Lukács, 2007)».
Construir una Revolución
En 1896, cuando las luchas espontáneas surgieron en las fábricas de San Petersburgo, los revolucionarios socialistas fueron tomados por sorpresa. No sabían qué hacer. Estaban desorientados. Cinco años después, V. I. Lenin escribió: «Los revolucionarios se han rezagado de la creciente actividad de las masas, tanto en sus “teorías” como en su labor; no han logrado establecer una organización permanente que funcione y sea capaz de liderar todo el movimiento» (Lenin, 5:397). Lenin sentía que este retraso debía ser rectificado.
La mayoría de los escritos principales de Lenin siguieron esta percepción. Analizó las contradicciones del capitalismo en Rusia (El desarrollo del capitalismo en Rusia, 1899), lo que le permitió entender cómo los campesinos en el extenso Imperio zarista tenían un carácter proletario. Basado en esto, Lenin peleó por la alianza obrero-campesina contra el zarismo y los capitalistas. Cuando la Revolución rusa de 1905 colapsó, Lenin escribió en Novaya Zhizn (12 de noviembre de 1905) que «la persistencia de la servidumbre» constituyó una «carga cruel para toda la masa de campesinos» y los «proletarios bajo su bandera roja han declarado la guerra a esta carga». Lenin discutía que no era suficiente para los trabajadores luchar por las demandas campesinas y que no era suficiente con alcanzar las demandas independientes del campesinado de tierra; lo necesario era profundizar la unidad entre los trabajadores y los campesinos en la lucha «contra el dominio del capital» y por el socialismo. No tenía sentido ser naif, partiendo del hecho de que existían relaciones de clases entre el «campesinado» y que los pequeños granjeros tuvieran sus propias intereses de clase establecidos en sus pequeñas posesiones privadas. El estudio de Lenin enfatizaba la diferenciación del campesinado, para entender que los pequeños granjeros tenían una cercana lealtad de clase a los terratenientes en términos de la defensa de la propiedad privada y en términos de derechos para explotar a los agricultores sin tierra. Lenin veía con claridad que el desarrollo de la unidad obrero-campesina debía comprender completamente las complejidades del campo, de lo contrario el movimiento por el socialismo sería desbaratado en un dirección pequeñoburguesa.
Los opositores al zarismo que no eran bolcheviques (como los socialdemócratas, los agrícolas radicales, los social-revolucionarios y los mencheviques) se mantuvieron lejos del proyecto socialista. Lenin entendió desde su compromiso con la lucha de masas y con su lectura teórica que los socialdemócratas —como la fracción más liberal de la burguesía y de los aristócratas— no eran capaces de conducir una revolución burguesa y mucho menos el movimiento que conduciría a la emancipación del campesinado y los trabajadores. Su valoración teórica fue elaborada en Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática (1905). Dos tácticas es tal vez el primer tratado marxista que demuestra la necesidad de una revolución socialista, incluso en un país «atrasado», donde los trabajadores y los campesinos necesitan aliarse para quebrar las instituciones de esclavitud y hacer progresar a la sociedad hacia el socialismo.
Estos dos textos de 1899 y 1905 muestran a Lenin evitando la visión respecto a que la Revolución rusa podía esquivar el desarrollo capitalista (como los populistas —narodniki– sugerían) o que debía atravesar el capitalismo (como los demócratas liberales —los Kadets—, por ejemplo, discutían). Ningún estado era posible ni necesario. El capitalismo ya había entrado a Rusia, un hecho que los populistas no reconocían; y podía ser superado por una revolución trabajadora y campesina, hecho que los demócratas liberales disputaban. La Revolución de 1917 y el experimento soviético probaron el punto de Lenin.
Habiendo establecido que las élites liberales no podrían liderar una revolución trabajadora y campesina, o ni siquiera una revolución burguesa, Lenin volvió su atención a la situación internacional. Desde su exilio en Suiza, Lenin vio cómo los socialdemócratas se rindieron frente a los belicistas en 1914 y entregaron a la clase trabajadora a la guerra mundial. Rosa Luxemburgo, igualmente consternada, escribió que «los trabajadores del mundo se unen en tiempos de paz; en tiempos de guerra se cortan las gargantas» (Luxemburgo, 1915). Frustrado por la traición de los socialdemócratas, Lenin escribió un importante texto — Imperialismo, fase superior del capitalismo –, en el cual desarrolló una comprensión clara del crecimiento del capital financiero y de las firmas monopólicas, así como del conflicto intercapitalista e interimperialista. Fue en este texto que Lenin exploró las limitaciones de los movimientos socialistas en Occidente, con la aristocracia obrera produciendo una barrera a la militancia socialista; y el potencial para la revolución en el Este, donde el «eslabón más débil» en la cadena imperialista debía ser encontrado. Los cuadernos de Lenin muestran que leyó 148 libros y 213 artículos en inglés, francés, alemán y ruso para clarificar su pensamiento sobre el imperialismo contemporáneo. Una evaluación clara acerca del imperialismo aseguró que Lenin desarrollara una posición firme sobre los derechos de las naciones a la autodeterminación, estuvieran estas naciones dentro del Imperio zarista o en cualquier otro imperio europeo. El núcleo del anticolonialismo de la URSS —desarrollado en la Internacional Comunista (Comintern)— se encuentra aquí (Riddell, Prashad y Mollah eds., 2019).
El término «imperialismo», tan central a la expansión que hace Lenin de la tradición marxista se refiere al desarrollo desigual del capitalismo a escala global y al uso de la fuerza para mantener esa desigualdad. Algunas partes del planeta —sobre todo aquellas que tenían una historia previa de colonización— permanecen en una posición de subordinación, con su habilidad para elaborar una agenda de desarrollo nacional independiente restringida por los tentáculos del poder económico, social, político y cultural extranjero. En nuestro tiempo, nuevas teorías han emergido que sostienen que las nuevas condiciones no pueden ya ser sostenidas por la teoría de Lenin. Antonio Negri y Michael Hardt, por ejemplo, argumentan que no existe la rivalidad geopolítica, lo que existe es solamente la extensión de la soberanía de Estados Unidos a escala mundial. A esto llaman Imperio. Lo que el pueblo —la multitud— debe hacer, sugieren, es combatir los términos de esta constitución, pero no el hecho de su aspiración global. Otros discuten que el mundo se ha aplanado, entonces no hay más un Norte global que oprime al Sur global, que las élites de ambas regiones son parte de un orden capitalista global. Este es el tipo de teoría que Karl Kautsky propone con el nombre del «ultraimperialismo» (Kautsky, 1970). Lenin le responde contundentemente a Kautsky y a esta teoría de «ultraimperialismo»: «(Kautsky afirma que) la dominación del capital financiero alivia la desigualdad y las contradicciones inherentes en la economía mundial, mientras que en realidad las incrementa» (Lenin, 19: 165). Los elementos del texto de Lenin están, por supuesto, pasados de moda —fue escrito cien años atrás— y requerirá de una revisión cuidadosa. Pero la esencia de la teoría es válida: la insistencia sobre la tendencia de firmas capitalistas a volverse monopolios, la crueldad con la cual el capital financiero drena el bienestar del Sur global y el uso de la fuerza para contener la aspiración de los países del Sur de trazar su propia agenda de desarrollo.
Finalmente, Lenin pasó el período de 1893 a 1917 estudiando cuidadosamente las limitaciones del partido de viejo tipo, el partido socialdemócrata. Si pasas algún tiempo con las Obras Escogidas de Lenin durante las décadas anteriores a la Revolución Rusa de 1917, encuentras miles de artículos y reportes sobre cómo fortalecer el trabajo de masas y la construcción del partido. En el texto de Lenin de 1899 Nuestro Programa insiste en que el partido debe involucrarse en actividades continuas y no confiar en estallidos espontáneos o iniciales (stikhiinyi). Esta actividad concreta llevaría al partido a un contacto íntimo y orgánico con la clase trabajadora y el campesinado, así como también ayudaría a germinar protestas que luego puedan asumir un carácter masivo. Fue esta consideración la que llevó a Lenin a desarrollar su comprensión del partido revolucionario en ¿Qué hacer? (1902). Lenin desarrolló ideas audaces para la construcción de un partido obrero-campesino, incluyendo el rol de los trabajadores con conciencia de clase como la vanguardia del partido y la importancia de la agitación política entre trabajadores para desarrollar una conciencia política genuinamente poderosa contra toda tiranía y toda opresión. Los trabajadores necesitan sentir la intensidad de la brutalidad del sistema y la importancia de la solidaridad.
Estos textos —desde 1896 a 1916— prepararon el terreno para que los bolcheviques y Lenin entendieran cómo operar durante las luchas de 1917. Es un indicador de la confianza de Lenin en las masas y en su teoría, que Lenin retrató en el audaz panfleto ¿Se sostendrán los bolcheviques en el poder? Este fue escrito unas semanas antes de la toma de poder. Y a medida que se desarrollaban los acontecimientos en 1917, Lenin constantemente intentó teorizar la dinámica del cambio. La revolución de Febrero de 1917 había derrocado al Zar; había llevado al poder a los liberales. Lenin siguió la pista de dos desarrollos de igual importancia: primero, que los liberales —bajo Kerensky— se estaban preparando para traicionar los objetivos revolucionarios y volver a poner Rusia en la guerra y por lo tanto conservar completamente el sistema zarista; segundo, que el proletariado revolucionario —y sus principales partidos— permanecían alertas y activos, y habían fortalecido su forma política a través de los Soviets. Los soviets controlados por obreros y campesinos se volvieron un centro de «poder dual» contra la Duma (parlamento) dominado por los liberales. Lo que esto significaba para Lenin, como escribió en varios de sus ensayos en este período, era que los soviets debían defender los objetivos revolucionarios y tomar el poder. En septiembre de 1917 Lenin escribió que para un marxista «la insurrección es un arte»; Lenin y los bolcheviques dirigieron sus fuerzas y en octubre de 1917 golpearon y completaron la Revolución Rusa de 1917.
Construir un Estado
Ninguna revolución es «completa» solo por tomar el poder. Había mucho más trabajo por hacer en el período inmediatamente posterior a que Lenin y sus camaradas tomaran el control del colapsado Estado zarista. Una lectura minuciosa de El Estado y la revolución (1918) anticipa los problemas enfrentados por los soviets en sus nuevas tareas: no solo no podían heredar la estructura del Estado, sino que debían «destruir el Estado», construir un nuevo conjunto de instituciones y una nueva cultura institucional, crear una nueva actitud de los cuadros hacia el Estado y la sociedad.
El texto más importante aquí es Las tareas inmediatas del gobierno de los soviets (abril de 1918), que diseña la agenda de la URSS en sus primeros años. Los otros textos muestran la actitud general de Lenin hacia la construcción del Estado y los desafíos que enfrentaba la URSS —rodeada de poderes hostiles— en este período. Es preferible menos pero mejor (1923), escrito hacia el final de su vida, es uno de los más honestos y razonables textos sobre los problemas enfrentados por el nuevo gobierno y la sociedad.
En su última aparición pública —en el Soviet de Moscú, el 20 de noviembre de 1922— se puede ver la personalidad de Lenin desplegada al máximo. Su confianza y su humanidad. Su honestidad y ambición:
«Todavía tenemos la vieja maquinaria y nuestra tarea ahora es remodelarla a lo largo de nuevas líneas. No podemos hacerlo de inmediato, pero debemos asegurarnos de que los comunistas controlan la maquinaria que les asignaron, y no, como suele ocurrir con nosotros, que la maquinaria los controle. No debemos ocultarlo y hablar de ello con franqueza. Tales son las tareas y las dificultades que enfrentamos en el momento en que hemos emprendido nuestro camino práctico, cuando no debemos abordar el socialismo como si fuera un ícono pintado de colores festivos. Necesitamos tomar la dirección correcta, necesitamos ver que todo esté controlado, que las masas, toda la población, verifiquen el camino que seguimos y digan: «Sí, esto es mejor que el sistema anterior». Esa es la tarea que nos hemos propuesto. Nuestro partido, un pequeño grupo de personas en comparación con la población total del país, ha abordado este trabajo. Este pequeño núcleo se ha fijado la tarea de rehacer todo y lo hará. Hemos demostrado que esto no es una utopía, sino una causa por la cual las personas viven. Todos hemos visto esto. Esto ya está hecho. Debemos rehacer las cosas de tal manera que la gran mayoría de las masas, los campesinos y los obreros, digan: «No son ustedes quienes se alaban a sí mismos, sino nosotros. Decimos que ha logrado resultados espléndidos, después de lo cual ninguna persona inteligente jamás soñará con volver a lo viejo». Aún no hemos llegado a ese punto. El socialismo ya no es una cuestión de un futuro lejano, ni una imagen abstracta, ni un ícono. Nuestra opinión sobre los íconos sigue siendo la misma, muy mala. Hemos traído el socialismo a la vida cotidiana y aquí debemos ver cómo están las cosas. Esa es la tarea de nuestros días, la tarea de nuestra época». (Lenin, 33: 442.)
Hacia 1921, la salud de Lenin se había deteriorado dramáticamente. En mayo de 1922 sufrió su primer ataque. Murió el 21 de enero de 1924 a los 53 años. Más de un millón de personas vinieron a rendirle homenaje durante tres fríos días de enero antes de que fuera acogido en un mausoleo en la Plaza Roja, donde su cuerpo permanece.
Lo que Lenin escribió cien años atrás no es para ser tomado como un evangelio. Es una guía. Las circunstancias cambian, los desarrollos deben estudiarse cuidadosamente. Fue Lenin quien nos enseñó que «lo que constituye la esencia, el alma viviente del marxismo, es un análisis concreto de una situación concreta» (Lenin, 31:165). Lo que aprendimos de Lenin es su método y su disciplina, su aguda conciencia de clase en términos de su comprensión de la política y la administración del Estado. Las revoluciones no se repiten en todas sus particularidades, tampoco los procesos revolucionarios. Conjeturas históricas diferentes, situaciones concretas, requieren diferentes dinámicas históricas revolucionarias. Tenemos a Lenin sobre nuestros hombros; él es nuestra inspiración y modelo.
Referencias
Kautsky, Karl (1970). Ultra-Imperialism. New Left Review, 1/59, January-February 1970.
Lenin, Vladimir. Collected Works. Moscow: Progress Publishers, 45 volumes, various dates.
Lukacs, Georg (2007). Lenin. Buenos Aires: Razón y Revolución/La rosa blindada.
Luxemburg, Rosa (1915). Rebuilding the International. Die Internationale, n.º 1. En Le Blanc, Paul (ed.) (1999). Rosa Luxemburg: Reflections and Writings. Amherst: Humanity Books.
Riddell, John; Prashad, Vijay y Mollah, Nazeef(eds.) (2019). Liberate the Colonies. Communism and Colonial Freedom, 1917-1924. New Delhi: Left Word Books.
Vijay Prashad es director del Instituto Tricontinental de Investigación Social y director editorial de Left Word Books (Delhi). Es editor de Lenin: Selected Writings (2018).
Este texto es el prólogo al libro Lenin 150, libro publicado con motivo del 150 aniversario del nacimiento de Lenin que contiene, junto con este texto de Vijay Prashad sobre la vida y la obra de Lenin, el ensayo de Lenin Tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo (1913) y el poema épico en honor a Lenin escrito por Vladimir Mayakovsky (1924).
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