sábado, 10 de febrero de 2024

Refranes y dichos de dudosa veracidad.

Una cigüeña, el pasado 24 de enero en Logroño.
Una cigüeña, el pasado 24 de enero en Logroño.RAQUEL MANZANARES (EFE)

Las cigüeñas ya no vuelven por San Blas, los murcianos no son de mal vivir y no siempre quien calla otorga.

Se suele reprochar al refranero que lo mismo defiende una cosa que su contraria, pero no estoy tan seguro de que sea así. Quienes lo critican por eso se sirven casi siempre como primer ejemplo de la contraposición entre “no por mucho madrugar amanece más temprano” y “a quien madruga Dios le ayuda”. A mí me parecen compatibles: el primero indica que el funcionamiento del mundo no se puede cambiar con un simple acto personal: no por mucho que vaya pronto al supermercado va a estar abierto; y el segundo alaba el esfuerzo, que suele hallar recompensa: si vas pronto al supermercado no se habrán acabado las frutas frescas que te gustan. De la conjunción entre los dos (que no contradicción) se deduce que es bueno acudir pronto al supermercado… siempre que ya esté abierto.

Ahora bien, la presunción de veracidad que otorgamos a refranes y dichos, pues atesoran la sabiduría de los siglos, empieza a flaquear en lo que se refiere al clima y los hábitos de animales y personas. Por ejemplo, “hasta el 40 de mayo no te quites el sayo”; porque ahora nos desprendemos de él incluso en enero. Y también empieza a carecer de sentido “por san Blas la cigüeña verás; y si no la vieres, año de nieves”. Con ese refrán se pretendía señalar que en torno a tal fecha (el sábado 3 de febrero fue San Blas) regresan las primeras cigüeñas desde África, si todo funciona como es debido; y que si no aparecen puntualmente se debe a que aún no ha pasado lo peor del invierno y retrasarán su vuelo como si fueran una aerolínea. Pero eso ha caducado. No es que las cigüeñas aplacen su regreso, es que ya ni siquiera se van; porque, además de haber aumentado la temperatura media, encuentran alimento de sobra en los vertederos, a cuenta de los insectos que sobreviven y pululan por allí gracias a todo lo que desperdiciamos.

Sí sería veraz el refrán “por San Blas la cigüeña verás” si nos refiriésemos al distrito donde se ubica la sede de EL PAÍS en Madrid: Por San Blas, la cigüeña verás… pero todo el año.

Otros dichos han sido deformados por los siglos, como sucede con “gitanos, murcianos y otras gentes de mal vivir”, recreación popular a partir de la habitual presencia de esta última locución —”de mal vivir”— en edictos y decretos de los siglos XVI al XVIII, asociada por lo general con “ladrones” (15 de junio de 1663), “rufianes, vagamundos” (14 de febrero de 1592) “mujeres públicas” (17 de septiembre de 1703) y demás personas a las que se consideraba merecedoras de persecución. El peyorativo “murcianos” se agregó después por tradición oral, y no tachaba un origen geográfico sino que partía del término jergal murcio: “ladrón”, “ratero” (relacionado con mus, muris en latín: ratón); y que al cabo se confundió con el gentilicio. Por eso la atribución de hoy a los naturales de Murcia no solamente es falsa sino también equivocada.

Pero de entre las afirmaciones mentirosas que conserva la fraseología me choca por encima de otras la que dice “quien calla otorga”. Eso puede ocurrir en alguna ocasión, no en todas.

Cuántas veces ahora, en estos tiempos de ira y odio en las redes, una infamia se queda sin respuesta por razones muy distintas a la que sugiere el dicho. Cuántas veces alguien no responde al insulto o la provocación para no alimentar una polémica improductiva; o para no ponerse a la altura del atacante; o por el temor de que la legítima defensa se tope con una nueva ofensa ilegítima de mayor daño, sobre todo cuando se da entre difamador y difamado una notoria desproporción de medios, de tiempo y de maldad. A menudo, callar no es otorgar; sino mantener limpio el ambiente.

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