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jueves, 24 de febrero de 2022

_- Juan Torres López. La noche que hablé con Pablo Casado y la gran lección que ha dado a la política y la gran empresa españolas

_- Solo he hablado una vez en mi vida con Pablo Casado. Fue el 30 de noviembre de 2014 en el plató donde se emitía el programa La Sexta Noche.

Me habían invitado para debatir sobre el documento que, junto a Vicenç Navarro, habíamos entregado a Podemos para que le sirviera de referencia en la elaboración de su programa electoral.

Cuando entré en el set, saludé a quienes estaban más cerca de mí. Muy brevemente, a Antonio Miguel Carmona, entonces en el POSE y asistente habitual a ese programa. Estuvo muy frío y distante y apenas nos dirigimos la palabra. Luego me acerqué a Francisco Marhuenda que sí entabló un pequeño diálogo conmigo, con la misma cordialidad y respeto con los que siempre se ha dirigido a mí. Enseguida me dijo que él también era profesor universitario y comentamos alguna cosa más que ahora no recuerdo porque no creo que tuviera más trascendencia que la agradable cortesía con que las personas educadas solemos tratarnos en cualquier momento. A su izquierda llegó Pablo Casado y creo recordar que fue él quien se acercó a mí, lo cual me produjo una primera impresión grata y que agradecí. Me saludó también cariñosa y respetuosamente y, sin que por mi parte mediara otro comentario, me dijo que no conocía a Vicenç Navarro pero que había estado en su misma universidad de Estados Unidos. Más tarde, en su intervención en el programa lo dijo expresamente: «Venimos de la misma universidad, de la John Hopkins, que es una universidad muy conservadora (se puede comprobar en el minuto 5:08 de este video).

También me dijo que él no había leído el documento.

En unos pocos minutos, Pablo Casado me había mostrado que era un mentiroso y un charlatán. Mentiroso porque no es verdad que viniese de la misma universidad en la que Vicenç Navarro es catedrático desde hace décadas. Se lo había inventado cuando habló conmigo en privado y también cuando lo dijo en público ante millones de espectadores. Y un charlatán porque lo demostró cuando intervino en directo acusándome de defender justamente lo que en el documento condenaba. Tanto así, que debí reprocharle que un parlamentario que trabaja con dinero público y al servicio de la ciudadanía no hiciera el esfuerzo mínimo de leer los documentos que criticaba.

A lo largo de su carrera como secretario general del PP, Casado ha mostrado, ya a toda España o incluso en las instituciones europeas, que miente sin pudor y se inventa lo que más le conviene con tal de descalificar a sus adversarios. Ha ofendido a otros líderes políticos con datos falsos, con palabras sin más contenido que el insulto y ha dado cifras inventadas en multitud de ocasiones. Yo mismo lo he denunciado por escrito en alguno de mis artículos (Las mentiras y burradas económicas de Pablo Casado son incompatibles con la democracian o Pablo Casado y el Partido Popular también mienten a los españoles en materia económica).

Es bien sabido que Pablo Casado forjó su trayectoria académica a base de, digámoslo así, «cosas raras» y que se ha sacado de la manga méritos que no es verdad que haya alcanzado. Sus mentiras están en las hemerotecas muy bien documentadas y en alguna ocasión se dijo que ya había mentido en público 1.637 veces (aquí). Yo no sé si ha sido esa la cantidad de mentiras que ha dicho, o si han sido algunas más o menos, pero que han sido muchas se puede comprobar fehacientemente tan solo poniendo «las mentiras de Pablo Casado» en cualquier buscador de internet.

No voy a insistir, pues, en esos rasgos de su carácter y de su forma de hacer política. En realidad, estas letras que he comenzado a escribir a partir de mi recuerdo personal pretenden subrayar algo que me parece mucho más importante, la gran lección que Pablo Casado ha dado y sigue empeñado en dar cuando escribo estas líneas, a la política española.

Durante unos años, los medios de comunicación, muchos periodistas, empresarios y otros dirigentes políticos y financieros lo han jaleado sin pudor, cuando atacaba sin piedad al gobierno, a los socialistas o, en general, a la izquierda española. Estaban contentos porque su descaro, en realidad la poca vergüenza, destrozaba la imagen y la labor de un gobierno que no era el que hubieran deseado que existiera. Sabían que inventó su curriculum, que no tenía apenas formación, que decía barbaridades impropias no ya de un jurista sino de un mal bachiller, que nunca había tenido más oficio que el de medrar en las organizaciones y aparatos del Partido Popular, pero lo apoyaban y financiaban porque tenía la sangre fría de un matón y no se arredraba ante nada ni nadie a la hora de atacar a quien la derecha económica, eclesial y política siempre ha despreciado. Estaban contentos con Pablo Casado porque era un descarado sin igual a la hora de defender los intereses de las grandes empresas y del poder mediático y financiero sin que nunca le importase decir un día una cosa y otro la contraria, inventarse los argumentos, o asumir valores que ponían en peligro la convivencia pacífica entre los españoles.

Sin embargo, lo que me parece más relevante es que, como digo, Pablo Casado ha terminado dando una gran lección que espero tengan en cuenta y aprendan los grandes poderes que lo han apoyado, como apoyan a otros y otras que están haciendo exactamente lo mismo que él: no se puede poner a un tonto, a un tipo iletrado y torpe, irresponsable, sin vergüenza y mentiroso compulsivo al mando de un nave, si se quiere que esa nave llegue a buen puerto.

Dejemos de lado el daño que hizo Casado a miles de personas cuya salud o la de sus familiares sufrió o que perdieron la vida por su boicoteo permanente al gobierno de Pedro Sánchez durante la pandemia. Seguramente, eso sea lo que menos importa a los poderes que recurren a tipos como él. Sí se han debido poner nerviosos cuando estuvo a punto de echar por tierra una reforma laboral que la gran empresa deseaba o de poner en riesgo el dinero europeo que, al fin y al cabo, van a recibir las empresas. Sí, esas empresas que financian al PP que auparon y jalearon a Casado.

En fin, la gran lección que da este político mediocre que hace lo imposible por mantenerse en el puesto a costa de destruir al PP, es muy clara: a nadie compensa recurrir a gente sin experiencia, a pillos sin más conocimientos que los de la traición y el pasilleo, sin formación, ni cultura, ni más valores que los de cualquier otro delincuente, para que se hagan cargo de responsabilidades políticas de envergadura.

Confiar en ese tipo de personas para tareas importantes se vuelve antes o después contra quien confió en ellas. Por eso creo que hay que dar las gracias a Pablo Casado: ha demostrado lo peligrosas que son las personas como él y ahora solo cabe esperar que aprendan la lección quienes tienen que aprenderla.

Juan Torres López.

miércoles, 19 de septiembre de 2018

Aznar* niega que el PP sea corrupto y se enfrenta con todos en el Congreso. La oposición aprovecha una comparecencia del expresidente en la que se desmarca de Correa, de los sobresueldos y de la financiación ilegal para cuestionar todo su mandato.

Lo negó todo, no entonó ningún mea culpa ni asumió ninguna autocrítica. Al contrario, fue retador. El expresidente del Gobierno, José María Aznar, negó haber conocido, contratado o haberse reunido nunca con el fundador de la trama Gürtel, Francisco Correa, rechazó haber cobrado algún sobresueldo del PP y cuestionó incluso el sentido de la sentencia impuesta por la Audiencia Nacional en el juicio central de ese caso de corrupción que acabó con la carrera de Mariano Rajoy. Afirmó así que su partido no es corrupto y que no montó en su seno un sistema de financiación ilegal. Toda la oposición le tenía ganas y aprovechó su presencia para arremeter contra su tono, su estilo y, sobre todo, los espinosos ángulos oscuros de todo su mandato de presidente del Gobierno y del PP. Aznar no solo no eludió los enfrentamientos sino que los alentó contra el socialista Rafael Simancas, el republicano Gabriel Rufián y contra Pablo Iglesias.



Fue un aquelarre que duró más de cuatro horas y quince minutos. El presidente de la comisión sobre la financiación ilegal del PP, el canario Pedro Quevedo, resultó además muy permisivo y dejó que el asunto fuese sobrepasado con creces y los portavoces de los distintos partidos y el propio Aznar se mostraran encantados de resolver algunas cuitas pendientes.

La cita comenzó ya fuerte, con el socialista Rafael Simancas dejando para la oficialidad de las actas confidencias de pasillo de diputados actuales del PP -que se refieren a Aznar con la confesión de que ellos, ahora, se están comiendo “toda su mierda”-. Simancas le exigió al expresidente popular que reconozca los hechos de la caja oculta y opaca del PP “y no escurra el bulto”, que pida perdón y disculpas a la “hastiada” sociedad española y que asuma alguna responsabilidad. Nada de eso sucedió.

La Gürtel, uno de los puntos centrales
El portavoz del PSOE se agarró para sus ataques iniciales a la sentencia de la Audiencia Nacional sobre la pieza central del caso Gürtel, conocida el pasado mes de mayo y que determinó condenas de hasta 51 años de cárcel a 29 de los 37 acusados, que suman 351 años de presidio, una resolución que puso en solfa la credibilidad del testimonio del expresidente Rajoy y que condenó al PP a pagar 245.492 euros por lucrarse de ese entramado de corrupción para la organización de varios actos electorales.

Fue en ese punto cuando Aznar rebatió que le parecía “un poco exagerado” acusar a todo el PP de ser un partido corrupto tras haber sido condenados a título lucrativo, cuando, apuntó, esa sentencia está recurrida ante el Tribunal Supremo y afecta solo a dos casos en dos ayuntamientos madrileños (Pozuelo y Majadahonda) por un importe total de unos 200.000 euros. Enseñó entonces también cuál iba a ser su estrategia de defensa: el ventilador. Al PSOE le reprochó en varios momentos el caso de los ERE de Andalucía, con 320 cargos afectados y una cuantía de 855 millones de euros, la condonación de 50 millones de euros en los bancos y hasta Filesa.

Aznar contestó a Simancas -y luego lo repitió a otros portavoces- que nunca “conoció ni contrató a Correa”. El diputado socialista le recordó que el jefe de Gürtel fue padrino en la boda de su hija, “en la que había más delincuentes que en una película de Coppola” y le enumeró la ristra de sus excolaboradores afectados por casos de corrupción: Luis Bárcenas, Ana Mato, Jesús Sepúlveda, Eduardo Zaplana… “¿Y usted pasaba por allí? cuando la sentencia establece que hubo una caja b y una estructura paralela a la oficial, de dinero negro u opaco, desde 1989”. Aznar tomó el mando total del PP en el congreso de 1990 y no lo dejó hasta 2004. Fue la época de florecimiento de Gürtel y Correa dentro del PP.

Aznar optó por minimizar la valía de la sentencia de Gürtel y se parapetó en que, tras diez años de instrucción del caso, tres jueces y múltiples testimonios recogidos en el juicio, él no ha sido nunca citado a declarar, ni imputado. Aznar se aferró a su idea de que “no existe una caja b del PP ni una trama para actos delictivos” sino, en todo caso, algunas personas que pudieron cometerlos y que no son todo el partido. El expresidente se declaró “orgulloso de haber sido presidente 14 años del PP” y de su hoja de servicios y hasta rescató la posición del actual presidente, el socialista Pedro Sánchez, que aseguró al ganar la moción de censura que “el PP no es un partido corrupto”.

A la pregunta de Simancas sobre la acusación de que Aznar recibió sobresueldos, en sobres, en su época de presidente del partido, el exlíder del PP lo negó y detalló que solo compaginó, en su época, el salario de jefe del ejecutivo y responsable del PP, ambas retribuciones declaradas a Hacienda. El diputado del PSOE le recordó a Aznar que algunos cargos del PP, como Eugenio Nasarre, Jaime Ignacio del Burgo, Jaume Matas o Pío García Escudero, han reconocido que recibieron dinero del partido que figuraba en la contabilidad b de Luis Bárcenas para distintos cometidos. Aznar enmarcó esas aportaciones en ayudas para solventar problemas relacionados con amenazas de la banda terrorista ETA. Generosidad que ahora repetiría.

Aznar, a gusto como diputado
El expresidente Aznar se fue sintiendo cada vez más a gusto en su olvidada faceta parlamentaria, rememoró que estuvo 20 años de diputado en el Congreso, y no desperdició la ocasión para derivar el debate hacia revanchas que tenía pendientes. En uno de esos pasajes se entretuvo en hacer chanzas sobre que el actual presidente llame “proyectiles de alta precisión” a las bombas que se han vendido a Arabia Saudí y que han provocado la desautorización de la ministra de Defensa, Margarita Robles, o a mofarse de su debilidad parlamentaria con tan solo 84 diputados.

Simancas resucitó, a su vez, el escándalo que se desató en el verano de 2003, cuando él mismo ganó unas elecciones autonómicas en Madrid y se disponía a gobernar. Dos diputados del PSOE se ausentaron y posibilitaron luego la elección de Esperanza Aguirre. Simancas insinuó muy directamente que Aznar y el PP tuvieron mucho que ver con aquella actuación. Aznar ironizó con que Simancas debería intentar “superar todas sus frustraciones y disgustos” y “reinventar” su vida.

La tensión se desbocó cuando tomó la palabra Gabriel Rubián, diputado de ERC. Acusó a Aznar de mentir y le recriminó la participación de 2.600 soldados españoles en la guerra de Irak, la muerte del cámara de Telecinco José Couso (del que Rufián llevaba una camiseta) y hasta el ingreso en prisión y la fuga al extranjero de varios políticos catalanes presos. Y le preguntó en tono directo y provocativo: “¿Tiene usted vergüenza?”. Aznar se atrevió a recomendar al diputado separatista que no tirase de “histrionismo” en sus debates parlamentarios y le recriminó formar parte de “un partido golpista que quiere destruir el orden constitucional” y que tiene a sus máximos dirigentes en prisión.

Aznar relató que durante sus mandatos en La Moncloa (presumió de haber sido el primero en terminar los los dos) nombró 71 cargos ministeriales y solo ha visto a uno condenado con sentencia firme y por una actuación posterior. Y se agarró, en lo demás, a la presunción de inocencia. También pidió solidaridad ante la situación de Eduardo Zaplana, en la cárcel, que ha pedido su libertad condicional por padecer leucemia. Rufián afeó a Aznar defender a un partido que no condena el golpe de 1936 y lo etiquetó como “el padrino del cartel” de la trama Gürtel. Aznar se remontó al golpe de 1934 y a que un exconsejero catalán de ERC fue condenado por contrabando de tabaco.

En ese ritmo frenético de increpaciones y ataques, Rufián sacó toda la lista de miembros de los equipos de Aznar salpicados por corrupción, narró una escena mítica de El Padrino, los relacionó con la boda en el Escorial de su hija y hasta lo interrogó sobre a qué se dedica su yerno, Alejandro Agag, al que definió como “el Steve Jobs de Gürtel”. Aznar tampoco eludió ese terreno pantanoso. Bromeó con que él no se casó aquel día, con que cumple ahora 40 años de feliz matrimonio con Ana Botella, y se desmarcó de los apuntes de Bárcenas donde aparecen pagos a J. M.: “No tengo noticia, ni estoy en nada ni tengo nada que ver con esos papeles ni con esas siglas; yo no tengo que probar mi inocencia”. Y piropeó a su yerno: “Es un empresario de éxito en el Reino Unido y en el mundo”.

El duelo con el portavoz de Bildu, Oskar Matute, se enfangó cuando Aznar relacionó a esa formación directamente “con Batasuna y una parte de ETA” y el diputado vasco lo menospreció como una reliquia del pasado. No contestó a nada de lo que le preguntó el representante del PNV, pero sí le confesó que se lo estaba pasando bien. Por parte de Ciudadanos, su diputado Toni Cantó subrayó que no entendía el “tono y la actitud chulesca, no humilde y ocurrente” del expresidente llamado a declarar en una comisión de investigación sobre financiación ilegal y criticó el combate sobre el “y tú más” emprendido con el portavoz del PSOE. Aznar se defendió preconizando que nadie puede aventurar lo que puede llegar a hacer mal un compañero de partido varios años después de dejar su cargo.

El expresidente del Gobierno recogió unas alusiones a su frase “Váyase, señor González”, en un debate de la nación, para constatar que ahora se lleva mejor con el exlíder del PSOE “pese a haber discutido mucho”, que colaborarán juntos en un acto este jueves y para extrapolar que les une un “consenso sobre la transición democrática” que se mantuvo durante los ejecutivos del PSOE y del PP.

Enfrentamiento con Podemos
En la traca faltaba la intervención más esperada del líder de Podemos, Pablo Iglesias, que no es portavoz en esa comisión pero quiso asumir este martes esa función. Iglesias se quiso ceñir al objeto de la comisión, pero Aznar lo estaba esperando hace tiempo. El líder de Podemos le tocó en el orgullo más sensible, además, cuando le recordó todo el rato que estaba obligado a no mentir. Iglesias se interesó por aspectos tan concretos como si Aznar había detectado alguna irregularidad durante sus mandatos en el PP y el expresidente replicó con alusiones a que Podemos se benefició de financiación de gobiernos extranjeros y condonaciones. Iglesias le cuestionó sobre si en su día tuvo acceso a las escuchas de otro extesorero del PP, Rosendo Naseiro, y el líder popular retomó la acusación de la financiación de 270.000 euros a Podemos desde Venezuela o Irán. Iglesias quiso saber por qué Aznar había escrito artículos en el Instituto de Estudios Financieros con Ramón Blanco Balín, uno de los cerebros de la trama Gürtel, y el exdirigente del PP afirmó que nunca fue su amigo y que le conoció menos que el líder de Podemos a Nicolás Maduro. Y así más.

Aznar estaba más tenso en ese pasaje, y al final le soltó a Iglesias: “Usted me parece un peligro para la democracia en España y lo demuestra todos los días”. Iglesias tampoco se cortó: “Esto no es un tribunal de justicia, y no se le pide ninguna responsabilidad penal pero sí política. Usted ha mentido y usted es el máximo responsable de la corrupción del PP”. Ya no hubo tregua. Aznar reprendió a Iglesias ser “un antisistema y anticapitalista, no fiable e incapaz de decir la verdad hasta el final”. Iglesias concluyó que la intervención del expresidente le había parecido “triste” y proclamó: “Trabajaré para que en mi patria nadie se tenga que avergonzar de expresidentes como usted”. Aznar aclaró: “Me da igual, su partido quiere destruir el sistema de 1978”.

https://elpais.com/politica/2018/09/18/actualidad/1537262272_803440.html?autoplay=1

* Post Data y Comentario:
Lo que me ha causado mucha impresión es la prepotencia e incluso chulería y desprecio con que el compareciente se mostraba en todo momento, y la falta de reacción por parte de la comisión, como por parte de los representante de los partidos le pararan con firmeza los piés y le recordaran sus obligaciones.  Vimos como en múltiples ocasiones adoptó el rol de los diputados investigadores, haciéndoles preguntas en vez de contestar a las que le hacían, incumpliendo sus obligaciones ciudadanas de comparecer, colaborar en la investigación y no mentir.

En muchas ocasiones, se permitió juzgar a los diputados con juicios de valor no solo fuera de lugar -ni era el lugar ni era la ocasión ni tenia autoridad para ello en su calidad de compareciente- saltándose e incumpliendo todas las normas. El presidente de la comisión no lo llamó al orden, ni con la autoridad que legalmente poseía, cortó de raíz y tajantemente estos comportamientos y actitudes y no le hizo en ningún momento rectificar, como era de rigor y su obligación de presidencia neutral y no sesgada. Solo en una ocasión, con Pablo Iglesias, al que el compareciente le repetía una y otra vez acusaciones ya demostradas ante los tribunales, falsas, el Presidente le hizo un comentario, que no rectificación, ni llamada al orden.

Es un ejemplo más de las actitudes y comportamientos a los que la derecha de este país nos tienen habituados. Desde el levantamiento criminal contra la legalidad republicana del 18 de julio del 36, (sin justificación real ninguna, más que la defensa de sus privilegios injustos de clase, mientra el pueblo padecía toda suerte de injusticias, desprecios, hambre y necesidades de una educación y salud gratis para todos.) al que mintiendo de entrada llamaron cruzada, y en el que durante años se permitieron juzgar a los defensores de dicha legalidad como sublevados dándole una vuelta a toda la verdad, la justicia y el sentido común sino también a todo el ordenamiento jurídico con leyes injusta y con utilización del sistema "legal" civil y militar como un obsceno fraude de ley y venganza. Lo que supuso una represión sin par, con cientos de miles fusilados, desaparecidos, torturados, apaleados, condenados y ejecutados con el ignominioso garrote vil,  sin precedentes, con prohibición, persecución y represión de todo intento de asociación obrera de autodefensa; partidos o sindicatos, durante más de 40 años. Después esa derecha alardea de constitucionalista, de ser respetuosa con las normas y legal,... 

He subrayado y puesto en negrita las partes de la crónica en las que el compareciente adopta el rol de investigador o portavoz y se le permite, ¡¡¡una y otra vez con todos los portavoces!!! No contesta a las preguntas, miente, utiliza el insulto, la ironía, la mentira, acusa falsamente, pregunta, sentencia, se niega a contestar reiteradamente y en definitiva se ríe del Congreso, de las normas sobre la comisión y de todos nosotros con una prepotencia y chulería inadmisible. No podemos olvidar que nos metió en una guerra injusta y criminal basada en mentiras que repitió múltiples veces y de la que todos los otros de las Azores se han arrepentido, pedido disculpas y lamentado, menos él. Terrible.

Lee íntegra la condena a Ana Botella y siete ex altos cargos por malvender pisos públicos.